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sábado, 8 de septiembre de 2012

¡HAMBRE DE APROBACIÓN EN EL ALMA!, EL PODER DE SER VALORADOS ("En Busca de Papá" – Charles Elliott Newbold, Jr.)

Lo que digamos o dejemos de decir 
puede determinar aquello en lo que los hijos se conviertan
Es un asunto de vida o de muerte para ellos.




Hambre en el alma
Si no recibimos esa estima de nuestros papás, la buscaremos en cualquier otro lado.
Trataremos de encontrarla por medio de éxitos académicos, logros en nuestra carrera,
negocios, éxito financiero, posición de autoridad, actuaciones religiosas, relaciones, consejería
psicológica, siendo llevados por la multitud—de cualquier manera posible. Pero estas cosas
nunca nos librarán.

Hubo un tiempo en el que yo sabía muy bien que la unción del Espíritu Santo estaba sobre mí
cuando predicaba, y sin embargo seguía buscando la aprobación de mi esposa. Me gustaba
cuando la gente me alababa pero yo quería oírlo de ella. Me la imaginaba diciendo: 
Cariño hoy estuviste muy fuerte. Fue el mensaje más ungido que jamás haya yo oído. 
Nadie puede predicar como tú.

De camino a casa después del culto, esperaba impaciente, casi explotando, hasta preguntar,
“Bueno, ¿qué piensas? ¿Cómo estuvo el mensaje?”, con lo que en realidad quería decir: "¿Estuve bien o estuve bien?" 

Parece mentira que ése fuera yo. Yo sabía que no debía haber necesitado de su aprobación. Sabía que su papel no era el de proveerme de estima. Y así, yo mantenía en control.
Ella se movía un poquito en su asiento y yo sabía que estaba lista para soltar la bomba. Me
imaginaba que estaba intentando encontrar las palabras que me dieran la mayor alabanza
posible pero dijo: “Cariño, ya sabes que me sentí un poco incómoda cuando dijiste...” 
¡Y ahí se desinflaba mi ego!

La verdad es que mi esposa siempre me llena de estima y eso es bueno, porque yo necesito
una estima constante. Mi pequeño cubo tiene muchos agujeros dentro.

Si yo hubiera recibido estima de mi papá en mi niñez, no habría necesitado de la aprobación de
ella ahora. Ni siquiera se me hubiera ocurrido preguntarle. No importaría nada lo que ella o
cualquier otra persona hubieran pensado. Habría sabido quién era yo porque habría sabido a
quién pertenecía. Habría sido el hijo de mi padre, un padre muy complacido conmigo.

No podemos llenarnos de estima nosotros mismos, la autoestima es artificial y no tiene ningún
valor. Irónicamente, cuando el papá llena de estima al “yo” en nosotros, el “yo” deja de tener que ser el centro de nuestro universo enfocado hacia nosotros mismos. No necesitamos seguir teniéndonos que llenar de estima por nosotros mismos ni tratar de manipular a los demás para que lo hagan por nosotros.


La estima de Dios
Si no fuimos llenos de estima en la niñez, buscaremos la aprobación de los demás y será
probable que comencemos relaciones impracticables. Puede que seamos atraídos de forma
adictiva hacia relaciones abusivas y de desaprobación. Tendremos que evaluar esas relaciones
y tomar decisiones difíciles:

Podemos escoger no esperar que los demás nos llenen de estima.
Podemos escoger protegernos a nosotros mismos de relaciones abusivas que siguen
haciéndonos sentir que no valemos nada.
Podemos escoger relacionarnos con los demás y estar bajo autoridades que sean más
nutrientes y cariñosas de forma natural.
Podemos tomar nuestras propias decisiones de dar estima a los demás.
Pero sobre todo, podemos escoger volvernos a nuestro Padre Celestial que es la única fuente
real de poder para proveernos de estima ahora. El Padre Dios siempre esta presto en
ministrarnos estima como hijos. Él ya está diciendo a cada uno de nosotros que lo vayamos a
recibir, “Eres Mi hijo amado en quien tengo complacencia”.

Puede que nunca sintamos alivio o satisfacción en nada de lo que hagamos hasta que oigamos
y recibamos el poder de la estima de Dios por nosotros.

Llenando de estima a los nuestros
Haber sido llenos de estima, o incluso ser conscientes de la necesidad de esa estima, nos
convence para que nos aseguremos de llenar de estima a los miembros de nuestras propias
familias.

Los hijos y las hijas necesitan el poder de la estima del papá. Muchos expertos creen que la
homosexualidad es principalmente resultado de una falta de relación con el progenitor del
mismo sexo. Esta falta de vínculo con el progenitor del mismo sexo deja un vacío que el hijo ya
adulto busca llenar en un compañero-a del mismo sexo que él-ella.

No obstante, el hombre, especialmente el padre, es que provee de la masculinidad a los hijos y de la feminidad a sus hijas.

Nosotros los padres debemos querer buscar el consejo y la sabiduría de nuestro Papi Celestial
para saber como llenar de estima, valorar, confirmar, verificar y bendecir a nuestros propios
hijos de forma individual. Pero no debemos dar estima a la ligera, ministrar y proclamar estima es
algo poderoso solo cuando esa proclamación habla la verdad.

Niños distintos tendrán atributos diferentes que deberemos querer apreciar y bendecir.

Palabras de Dios
Hay poder en la palabra hablada, especialmente si esa palabra es una palabra de Dios. Las
palabras de Dios son lo que Dios dice, porque somos persuadidos de que eso es lo que Dios
diría o nos está diciendo. Las palabras de Dios edifican, animan, fortalecen, llenan de poder,
edifican la fe y se espera que tengan un cumplimiento. Podemos esperar que Dios cumpla lo
que Él dice. Es Su tarea cumplir lo que Él dice, no la nuestra. Nuestra tarea es estar de acuerdo
con Su Palabra en fe y decir lo que Él dice en confianza.

¿Cómo podemos saber lo que es una palabra de Dios? Podemos leer la Biblia. Está llena de
promesas que podemos reclamar para nuestros hijos. También podemos orar en fe, esperar y escuchar que Dios nos inspire con una palabra. Una palabra que es de Dios concuerda con las Escrituras, edifica, anima, y nos hace libres. Santiago 1:56 afirma que “si alguno tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, que da a todos generosamente… y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada.

Los padres, especialmente los papás, tienen un enorme poder sobre sus hijos. Lo que digamos
o dejemos de decir puede determinar aquello en lo que los hijos se conviertan. Es un asunto de vida o de muerte para ellos. Los bendecimos con nuestra expresión de estima y los maldecimos con nuestra desaprobación. Incluso el silencio al no decir nada susurra en sí la maldición de la desaprobación.

Más poder
Hay muchas cosas para ministrar estima que podemos hacer para dar a los demás más poder
para vivir vidas seguras y de éxito.

Podemos hablar palabras positivas, edificantes y constructivas, en verdad y en sinceridad.
Podemos abrazar de forma apropiada y tocar a los miembros de la familia.
Podemos mostrar confianza.
Podemos aceptar, amar, y apreciarlos a pesar de sus diferencias, exclusividad e individualidad.
Podemos acoger con un sentimiento de pertenencia por el que saben que “eres mío en libertad y yo soy tuyo en libertad”. Es decir, “esta es mi familia. Pertenezco a ella. Me siento en casa en ella. Sé quién soy porque sé de quién soy.”
Podemos llenarlos de autenticidad diciendo y haciendo cosas que les hagan saber que los
tomamos en serio.
Podemos reconocer y aceptar sentimientos reales.
Podemos mostrar perdón y misericordia cuando sea necesario.
Podemos escucharles con oídos abiertos y que se preocupan por ellos.
Podemos aplaudir sus éxitos.


Acción de estima
La estima es algo que involucra algo más que hablar palabras floreadas. Necesitamos apoyar
nuestras palabras con la acción. Yo puedo decir a mi hijo, “Eres un buen carpintero”, y después
darle un martillo. Puedo decir a mi hija, “Tienes un gran talento musical” y después darle
lecciones de música. Exaltamos aquellos atributos únicos que descubrimos en ellos como
individuos.

Un proceso continuo
La estima no es una bendición que proclamamos sobre los nuestros de golpe. Es la forma en
que nos sentimos genuinamente sobre los demás todo el tiempo, incluso si estamos enfadado o decepcionados por algo que ellos hayan hecho.

En mi adolescencia, traje seis botellas de cerveza en una bolsa de papel y las escondí en mi
armario. Yo sabía que mi madre con toda probabilidad las había visto. Le pregunté años más
tarde por qué no me había dicho nada al respecto. Nunca olvidaré su respuesta. “Sabía que
ése no eras tu. Estaba en lo cierto.

El papá es una personalidad que produce estima. Es positivo, optimista, siempre encuentra lo
bueno incluso en medio de una mala situación. Infunde confianza. No critica, acusa, culpa 
ni avergüenza. Cuando sus hijos crecen, saben quienes son y a quien pertenecen porque su papá
ya se lo ha declarado.

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