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martes, 18 de septiembre de 2012
Libro: FINISTERRE AL BORDE DEL JORDÁN, José María Armesto Caldeiro
Etiquetas:
ADMINISTRADOR,
APOSTASÍA; CAUTIVERIO BABILÓNICO DE LA IGLESIA,
DEPENDENCIA. MADUREZ. DULZURA.,
FINISTERRE AL BORDE DEL JORDÁN,
NUEVO ORDEN MUNDIAL; ULTIMOS TIEMPOS,
SALVACIÓN DEL ESPÍRITU v/ DEL ALMA
domingo, 16 de septiembre de 2012
¿CÓMO NOS APROPIAMOS DE SU RESURRECCIÓN Y VIDA NUEVA? (D. Wilkerson)
FRIDAY, AUGUST 10, 2012
¿Cómo obtenemos la victoria de Jesús en nuestras vidas? ¿Cómo nos apropiamos de Su resurrección y vida nueva?
Primero, déjeme preguntarle: ¿Cómo sabe usted que es salvo? Por supuesto, es por fe. El conocimiento de nuestra salvación viene únicamente por fe en la Palabra de Dios. De la misma manera, nosotros debemos tomar la cruz, abrazarla y recibir victoria por fe en el poder existente en la sangre derramada por Jesús (*). Nosotros debemos admitir, “Dios, yo no tengo poder. Yo no cuento con la habilidad para librarme o para crucificarme a mí mismo, o ningún poder sobre el pecado. Rindo todos mis propios esfuerzos para morir al pecado”.
Por fe, nosotros “en Cristo” - debemos disfrutar de los todos los beneficios que Él ha alcanzado. Usted observa cómo desde el mismo momento en que nacimos de nuevo, nosotros hemos estado en Cristo, y esto significa que nosotros entramos en todo aquéllo que le sucedió a Él. Esto incluye Sus victorias así como Su crucifixión. Si nosotros estamos de acuerdo con la Palabra de Dios acerca de que nuestros pecados son malvados en exceso, entonces debemos estar de acuerdo con las buenas cosas que la cruz ofrece. Éstas son nuestras, porque Jesús las obtuvo para nosotros.
La Palabra de Dios dice que una vez que nosotros abrazamos la Cruz somos crucificados en Cristo y resucitados con Él en una nueva vida. ¡Somos hechos libres! Podemos ofrecer nuestros cuerpos al servicio del Señor y ofrecer nuestros miembros como instrumentos de rectitud.
En ciertos momentos usted puede tropezar debido a incredulidad, pero usted puede agarrarse de la verdad que dice que al final la victoria es suya porque usted clamó, “Señor, yo voy a confiar en Ti hasta que la victoria llegue”.
Yo le agradezco a Dios por la Cruz de Cristo y le agradezco por Sus crisis. Por experiencia sé que la mejor “predicación sobre gracia” en el mundo es el predicar sobre la Cruz. ¿Ha traído usted su crisis ante la Cruz? ¿Qué tal sobre aquélla atadura de la cual usted desea ser liberado?
Hay liberación para usted hoy, pero ésta no vendrá hasta que usted se postre delante de Jesús y traiga su crisis frente a Su Cruz. Ahí usted deberá estar de acuerdo con Su palabra: “Yo no puedo continuar más en mi pecado, no por una hora más. ¡Dios, te lo traigo a ti hoy!"
(*) Claramente esto es así, pero añadimos desde este blog, que esta fe solo viene cuando vemos (revelación) que ya morimos con Cristo cuando él murió. Debemos pues orar, no por la liberación del pecado o de la carne, sino porque nuestros ojos sean abiertos a dicho hecho histórico objetivo. Esta revelación hará posible nuestra apropiación subjetiva del mismo. Dios, en Su tiempo, nos abrirá los ojos y ¡VEREMOS!
viernes, 7 de septiembre de 2012
QUEBRANTADO en Peniel. (E.V. Génesis, Witness Lee)
...hay momentos en los cuales el Señor nos hace pasar por dificultades. Al principio, no nos damos cuenta de que el Señor está presente. Pensamos que nuestro cónyuge, o un anciano, nos mortifican. Finalmente, nos damos cuenta de que no se trata de nuestro cónyuge ni de un anciano, sino que es Dios quien obra en nosotros.
Esto
nos da la respuesta a la primera pregunta acerca de la
lucha que el Señor, en forma de hombre,
libró con Jacob. Dios
no nos quebranta visiblemente apareciéndosenos como el Dios de
gloria. Cuando Dios nos azota, al principio pensamos que alguien
pelea con nosotros...
A
veces sí nos damos cuenta, pero nos rehusamos a reconocerlo. Si
lo admitiéramos, indudablemente dejaríamos
de luchar en
el acto. Por consiguiente, nos esforzamos
considerablemente por no dejarnos someter, y
hacemos todo lo posible por subyugar al contrario, sin
darnos cuenta de que en la mayoría de los casos en realidad estamos
luchando con el Señor...
ESTUDIO-VIDA DE GÉNESIS
MENSAJE SETENTA Y CINCO
QUEBRANTADO
C. Quebrantado
Génesis
32:22-32 relata una experiencia crucial en la vida de Jacob, el
escogido de Dios. Esta es verdaderamente una porción extraordinaria
de la Palabra santa. Es única, y no hay ningún otro pasaje similar
en la Biblia. No obstante, por falta de experiencia, la
mayoría de los cristianos no han prestado la debida atención a este
pasaje de la Escritura. Por la misericordia del Señor, en este
mensaje, examinaremos esta experiencia vital en la vida de Jacob y
recibiremos ayuda de ella.
En
este capítulo, la experiencia de Jacob es muy práctica, personal e
íntima. ¿Qué puede ser más íntimo que luchar con alguien por lo
menos durante media noche? El Señor luchó en
forma de hombre con Jacob “hasta que rayaba
el alba” (v. 24). Yahweh Dios jamás lucharía con un
desconocido ni con un pecador incrédulo. Observe que el
versículo no dice
que el hombre “vino” para luchar con Jacob; dice que “mientras
Jacob permanecía allí solo, meditando en su problema, el Señor
vino y luchó con él”. ¡No!, dice simplemente: “Luchó
con él un varón”, lo
cual indica que el
varón ya estaba allí y que no necesitaba venir.
Esto revela que el
Señor había estado con Jacob todo el tiempo.
¿Por
qué empezó el Señor a luchar repentinamente con Jacob? Sin duda
debe de haber una razón. La razón era el trasfondo de Jacob. Cuando
Jacob regresó a la tierra de su padre, tuvo dos problemas: a Labán
en la retaguardia, y a Esaú en la vanguardia. Había sido liberado
de la mano usurpadora de Labán, y ahora sentía desesperación ante
la perspectiva de enfrentarse a su hermano Esaú. La lucha se produjo
en ese momento. Los mensajeros de Jacob habían regresado para
informarle que Esaú venía a su encuentro con cuatrocientos hombres.
Cuando Jacob oyó esto, quedó aterrorizado. Pensaba que si Esaú
venía a recibirlo, no necesitaba traer consigo cuatrocientos
hombres. Le parecía que Esaú era como el capitán que va al mando
de un ejército. Indudablemente, Jacob pensaba que Esaú venía a
matarle. Al creer eso, Jacob se vio obligado a orar. Después de
hacer una excelente oración, dividió en nueve manadas el presente
de ganado que envió a Esaú. Sin embargo, no tenía paz, porque su
problema seguía frente a él. Por consiguiente, como lo afirman los
versículos 22 y 23: “Se levantó aquella noche, y tomó
sus dos mujeres, y sus dos siervas, y sus once hijos, y pasó el vado
de Jaboc. Los tomó, pues, e hizo pasar el arroyo a ellos y a todo lo
que tenía”. Después de hacer esto, se quedó solo,
probablemente considerando la situación y preguntándose qué iba a
hacer en caso de que Esaú le atacara. La
carga de Jacob era pesada, y su situación era grave; de modo
que estaba
desesperado.
La
Biblia no indica que Jacob oraba cuando estaba solo. Uno ora en
muchas ocasiones en que no tiene problemas, pero cuando tiene muchos
problemas, no ora. Cuanto más preocupado esté uno, menos ora.
Uno simplemente no puede orar porque el problema es difícil y la
situación grave. ¿Por qué? Porque no ha sido derribado. Por
muy grave que sea el problema, usted no ha sido derribado. Por una
parte, al igual que Jacob no podemos seguir adelante, pero
por otra, no oramos, sino que permanecemos allí y reflexionamos
acerca de la situación, preguntándonos qué
hacer.
Mientras
Jacob consideraba la manera de enfrentarse a su
problema, sorpresivamente un hombre se puso a luchar
con él. Repito que el versículo no nos dice que el hombre vino y
peleó con él. El texto dice simplemente: “Y luchó con él
un varón”. Cuando leemos este pasaje, nos damos cuenta
inmediatamente de que este hombre era el Señor. Sin embargo, al
principio de la lucha, Jacob no se dio cuenta de que el hombre era
Dios. El pudo haber pensado que la persona que lo atacaba era uno de
los cuatrocientos hombres de Esaú. Cuando aquel varón empezó a
luchar con Jacob, éste no
estuvo dispuesto a perder.
Quizá Jacob se haya dicho: “Este hombre ha venido para
capturarme, pero no lo dejaré”.
Al
llegar a este punto, debemos hacernos cuatro preguntas.
Primera, ¿por qué luchó el Señor como hombre con Jacob? ¿Qué necesidad había de hacerlo? Cuando el Señor se apareció a Abraham, se presentó como el Dios de gloria. Sin embargo, aquí no vemos que el Señor se haya aparecido a Jacob, sino que como hombre luchó contra él.
Segunda,
¿por qué no pudo el Señor, siendo todopoderoso, prevalecer contra
Jacob, un pequeño hombre?
Tercera, ¿por
qué esperó el Señor tanto para tocar el encaje del muslo de Jacob?
¿Por qué no lo hizo desde el principio? El Señor debe
de haber luchado con Jacob por lo menos seis horas, empezando quizás
a la media noche hasta el alba. ¿Por qué permitió el Señor que
esta lucha se extendiera tanto?
Y cuarto,
¿por qué se negó el Señor a decirle Su nombre a Jacob? En muchas
otras ocasiones, el Señor reveló Su nombre a la gente. Pero
aquí, después de que Jacob le pidiera revelar Su nombre, no se lo
quiso decir, y se lo ocultó.
No pretendo dar una respuesta completa a todas estas preguntas, pero podemos, mediante nuestra experiencia, hallar por lo menos una respuesta parcial.
En
este pasaje de la Palabra, no vemos ninguna aparición del Dios de
gloria, y tampoco tenemos una visitación del Señor. A Abraham el
Señor se le apareció primeramente como el Dios de gloria (Hch.
7:2); más adelante, en Génesis 18, el Señor le visitó y comió
con él. Pero esta experiencia de Jacob no era ni una aparición
de Dios ni una visitación del Señor; fue una especie
de disciplina. Cuando usted fue salvo, el Señor se
le apareció, y desde entonces usted ha recibido visitaciones
agradables del Señor. No obstante, aparte de la aparición del Señor
en el momento de nuestra salvación y de Su visitación en momentos
de comunión, hay momentos en
los cuales el Señor nos hace pasar por dificultades. Al
principio, no nos damos cuenta de que el Señor está presente.
Pensamos que nuestro cónyuge, o un anciano, nos
mortifican. Finalmente,
nos damos cuenta de que no se trata de nuestro cónyuge ni de un
anciano, sino que es Dios quien obra en nosotros.
Esto
nos da la respuesta a la primera pregunta acerca de la lucha que el
Señor, en forma de hombre, libró con Jacob. Dios
no nos quebranta visiblemente apareciéndosenos como el Dios de
gloria. Cuando Dios nos azota, al principio pensamos que alguien
pelea con nosotros. Muchas
veces la lucha dura mucho tiempo. En el caso de Jacob, es posible que
la lucha haya durado unas seis horas, pero en nuestro caso, pueden
ser seis semanas, seis meses o seis
años. Hermanas,
¿cuanto tiempo han luchado ustedes con su marido? Quizá
ustedes luchan con él todos los días. Se dan cuenta de que como
cristianas, no puede haber ni separación ni divorcio. Sin
embargo, se sienten ciertamente libres de alegar con
él. Quizá usted piense dentro de sí: “Qué desgracia
haberme casado con este hombre. No puedo divorciarme de él, pero por
lo menos puedo discutir con
él”. Algunas esposas han estado luchando con su marido
durante mucho tiempo. Por supuesto, pasa lo mismo con nosotros
los maridos, pues nosotros también luchamos con nuestras esposas. En
el caso de muchos de nosotros, la vida matrimonial ha sido una vida
de lucha. Quizás pensemos que
luchamos con nuestro cónyuge, pero en realidad, el
oponente no es nuestro cónyuge ni el anciano ni las circunstancias,
sino el Señor mismo.
En nuestra experiencia, nos damos cuenta finalmente de que el Señor
está ahí. Por ejemplo, una hermana puede al final decir: “No es
mi marido el que lucha conmigo, sino el Señor”.
Si
entendemos la respuesta a la primera pregunta, podremos contestar las
otras tres. Al
aparecérsenos el Señor para traernos salvación, se nos revela como
el Señor de gloria, pero al quebrantarnos, se mantiene
escondido. Cuando
pasamos por dificultades, pensamos que éstas provienen de una
persona o alguna situación; no se nos ocurre que vengan del
Señor. Pero cuando
venga una situación
adversa, debemos
percatarnos de que el Señor está allí. No le pregunte Su
nombre. Con frecuencia, las hermanas me han
preguntado: “Hermano Lee, ¿por qué el Señor me dio este marido?”
Y algunos hermanos me han dicho: “Hermano Lee, ¿acaso no conoce el
Señor todas las cosas? Si tal es el caso, ¿por qué no hace nada
con mi esposa?” La
respuesta a esto es que el Señor está obrando en secreto. Por
la experiencia de Jacob, podemos
conocer el nombre del que está luchando con nosotros. Para
una hermana, el nombre del Señor podría ser “marido”,
y para un hermano, “esposa”.
En algunos casos, el nombre del Señor podría ser “un
anciano complicado”.
Si somos francos, muchos de nosotros reconoceremos que tenemos
interrogantes acerca de nuestro matrimonio. Muchos han preguntado:
“¿Por qué?” Otro podría preguntar: “Entre todas las hermanas
jóvenes de la iglesia, ¿por qué tuve que casarme con ésta?” Cuando
somos probados, al principio no reconocemos que se trata de una
acción del Señor. A veces sí nos damos cuenta, pero nos
rehusamos a reconocerlo. Si
lo admitiéramos, indudablemente dejaríamos
de luchar en
el acto. Por
consiguiente, nos
esforzamos considerablemente por no
dejarnos someter, y
hacemos todo lo posible por subyugar
al contrario, sin darnos
cuenta de que en la mayoría de los casos en
realidad estamos luchando con el Señor.
Consideremos
ahora la segunda y la tercera preguntas. Si
el Señor nos sometiera inmediatamente, ¿cómo podríamos ser
expuestos? Algunos
dirán: “He orado por mi esposa durante años. ¿Por
qué el Señor no me contesta? ¿Por qué ella no cambia?” La
razón es que usted
debe quedar expuesto. El
Señor luchó con Jacob para exponer lo
natural que éste era. Esto requirió por lo menos media
noche. Nosotros también debemos pasar por un largo período de
problemas. Muchos de nosotros seguimos luchando. El
Señor intenta someterle a usted, pero usted
lucha para
controlar las circunstancias.
Quizá el Señor use a su esposa para someterle a usted, pero
usted ejerce su fuerza para vencerla. Por
consiguiente, la pelea continúa. Espero
que en este mensaje, la luz brille sobre usted, y usted diga: “Oh
ahora veo que he peleado durante años. Ahora entiendo que el
propósito de esto era exponer lo
natural que soy. El
problema no es mi esposa, sino mi fuerza natural. Sigo siendo un
hombre natural”.
¿Qué
había de malo en la lucha entre Jacob y el Señor? ¡Nada! La razón
por la cual el Señor luchó con Jacob fue simplemente
que éste todavía era muy natural. Aquí lo que estaba sucediendo no
se relacionaba con nada pecaminoso, sino con la vida natural,
con el hombre natural. Se
requiere mucho tiempo para exponer nuestra vida
natural. Necesitamos
un período extenso de lucha antes de que eso pueda producirse.
Mediante este período de lucha, nuestra
naturalidad, igual que
la de Jacob, queda
plenamente expuesta.
Al leer los capítulos treinta y uno, treinta y dos y treinta y tres,
vemos cuán natural era
Jacob. El había sido quebrantado y había sufrido mucho, pero
en el capítulo treinta y dos seguía
siendo natural. El no confiaba en el Señor, y era totalmente incapaz
de expresar al Señor. Era natural, y su expresión estaba llena de
sí mismo.
En
cierto momento de la lucha, el Señor tocó el encaje del muslo de
Jacob. El versículo 25 declara: “Y cuando el varón vio
que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se
descoyuntó el muslo de Jacob mientras luchaba con él”. El
Señor tocó el tendón del muslo de Jacob, que es la
parte más fuerte. El
Señor no tenía la intención de someter a Jacob, sino
de exponerle. Después
de exponer su vida natural, tocó su
muslo. Inmediatamente se descoyuntó éste, y Jacob quedó
cojo. Dice el versículo 31 que Jacob “cojeaba
de su cadera”.
Después
de que el muslo de Jacob fue descoyuntado, pudo haber pensado dentro
de sí: “Este luchador es más fuerte que yo. Él no me ha
dado muerte, pero indudablemente me ha debilitado”. Al darse
cuenta Jacob de que su rival era más fuerte que él, le pidió que
le bendijera (v. 26). Dudo que aun en ese momento Jacob se haya dado
cuenta de que este luchador era Dios. El luchador le dijo a Jacob
después de tocarle: “Déjame, porque raya el alba” (v.
26). Pero Jacob le contestó: “No te dejaré, si no me
bendices”. Después de esas palabras, el Señor le preguntó a
Jacob cuál era su nombre (v. 27). El Señor ya conocía el
nombre de Jacob. Entonces ¿por qué le hizo esta pregunta?
Para hacer que Jacob tomara
consciencia de quién era él, y obligarle a reconocer que él era
Jacob, el suplantador (manipulador). Después
de que Jacob le dijo su nombre al luchador, éste le dijo: “No
se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con
Dios y con los hombres, y has vencido” (v. 28). El nombre
Israel significa “uno que lucha con Dios”. Muchos
cristianos saben que Israel significa “príncipe de
Dios”, pero, según los
mejores diccionarios y traducciones, tal significado es
secundario. El primer
significado del nombre Israel es “uno que lucha con
Dios” (también
significa "soberanía de Dios, el que está bajo el gobierno de Dios o de acuerdo
con Dios". ¡Príncipe de Dios porque gobierna con Dios o bajo
Dios!; alguien que ha reconocido y aceptado Su soberanía
y se ha rendido, dejando de luchar contra las circunstancias y
permitiendo que Dios gobierne usando esas circunstancias para
transformarle, para cambiarle a él. Esta nos parece a nosotros la
significación principal del nombre Israel).
Al
oír Jacob que su
nombre había sido cambiado por
Israel, uno que lucha con Dios, entendió
inmediatamente que el oponente era Dios. Quizá
haya pensado: “Oh, El es Dios, y me ha llamado el luchador contra
Dios”. Entonces Jacob le dijo: “Declárame ahora tu
nombre” (v. 29). El Señor contestó: “¿Por qué
me preguntas por mi nombre?” (v. 29). El
Señor no le dijo Su nombre a Jacob. En nuestra experiencia, el
Señor nos quebranta siempre en secreto. El Señor
no reveló Su nombre a Jacob, pero sí le bendijo. Después de
bendecir a Jacob, el relato no dice que el Señor le haya dejado. El
Señor había estado con él todo el tiempo, y aun después de la
lucha seguía allí. El Señor no vino ni se fue; simplemente luchó
con Jacob. Esta fue la experiencia de Jacob en el Antiguo Testamento,
mas nuestra experiencia es aún más vívida. El Señor jamás
nos abandonará. Cuando
debamos ser disciplinados, Él nos proporcionará el azote que
necesitemos.
El
versículo 30 dice: “Y llamó Jacob el nombre de aquel
lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi
alma”. Después
de recibir
la bendición del
Señor, Jacob vio claramente que el luchador era Dios, y llamó
a ese lugar Peniel, que significa “la faz (rostro) de
Dios”.
Después
de examinar la experiencia que tuvo Jacob en este capítulo, podemos
pensar que él fue transformado por ella. Pero en realidad,
no hubo ninguna transformación, pues el capítulo treinta y tres
revela que Jacob seguía siendo Jacob. No hubo ningún cambio en
su manera de vivir. El seguía planeando, dividiendo
y haciendo lo posible por enfrentar la situación (maquinando).
No se produjo ningún cambio en su manera de actuar,
pero sí hubo un cambio evidente en su vida:
su vida misma había sido tocada. Después de su experiencia en
Peniel, él cojeaba (rengueaba).
Tanto antes como después de haber sido tocado por el Señor, él
podía hacer cualquier cosa, pero después de ser tocado por
el Señor, todo lo que hacía lo hacía cojeando.
Entre
nosotros los cristianos existen dos tipos de personas
fracasadas y débiles: las que cojean y las que no cojean. Por
ejemplo, podemos perder nuestra calma, sea que cojeemos o
no. Puedo
enojarme con un hermano, pero en
esa acción, otros observarán que cojeo. Si uno
no hace nada, los demás no sabrán que cojea. No
obstante, cuanto más actuaba Jacob, más quedaba expuesta su
cojera. Sin
embargo, permítame decir que no debemos intentar imitar a un
cojo. La imitación nunca produce resultados.
Quienes
estamos en las iglesias del recobro del Señor somos escogidos de
Dios. Estamos en Su mano, en Su camino, y yo tengo la plena certeza
de que también estamos bajo Su disciplina. Independientemente de que
usted se dé cuenta o no, que lo reconozca o no, usted se encuentra
bajo la mano del Señor. Tarde o temprano sentirá que ha sido tocado
por Él. Cuando llegue el
momento, sabrá
que es cojo y
que nunca volverá
a ser el mismo.
Usted puede seguir teniendo sus debilidades, pero no
será el mismo. Si
todavía puede seguir siendo el mismo, eso indica que no ha
experimentado el toque del Señor.
En
el caso de Jacob, el toque del Señor se produjo una
vez y para siempre; no
obstante, en nosotros se pueden producir varios
golpes. De todos
modos, el principio es el mismo. Muchos de nosotros podemos
testificar que desde el día que empezamos a amar al Señor y
particularmente desde que llegamos a la vida de iglesia y empezamos a
seguir al Señor en Su recobro, hemos tenido que pasar por
circunstancias que han tocado lo profundo de nuestro ser. Estábamos
luchando continuamente. Durante mucho tiempo no nos dimos cuenta
de que el Señor nos estaba disciplinando. Un
día, el Señor nos tocó repentinamente, y quedamos cojos. Desde
entonces, no somos
los mismos. Quizá
seguíamos siendo naturales o débiles, pero no éramos los
mismos.
No
se imagine que con un solo golpe, su vida entera cambiará y usted
será totalmente transformado. ¡No! En
el caso de Jacob, el golpe se produjo en el capítulo treinta y dos,
pero la madurez no
se manifestó claramente antes
del capítulo cuarenta y siete. Del
capítulo veintiséis al treinta y dos, encontramos muchos fracasos,
errores y equivocaciones. Después de que Dios le tocó, en el
capítulo treinta y tres, él no cambió mucho aparentemente; pero en
realidad, en vida,
él sí sufrió un gran cambio. Antes
del capítulo treinta y dos, Jacob era natural, y nunca había sido
tocado por el Señor. Pero después del capítulo treinta y dos, todo
lo que hacía, lo hacía cojeando.
De ahí en adelante, la
impresión que él daba a la gente era bastante diferente.
Cuando se inclinó ante Esaú, todavía era natural, pero su cojera
evidenciaba que había sido tocado por el Señor. ¿Notó usted
alguna vez que cuando Jacob fue al encuentro de Esaú y se inclinó
ante él, iba cojeando? Esaú
no vio a un Jacob sano (entero),
sino a una persona lisiada. Aquí
vemos que no hubo ninguna variación en su
manera de vivir, pero sí
se había producido un cambio en su
vida. Lo que el Señor
tocó no fue su conducta,
sino su fuerza
interior natural. El
tendón del muslo de Jacob había sido tocado.
Son
pocos los cristianos que entienden cuán importante es la experiencia
de Jacob en esta porción de la Palabra. La
mayoría dedica su atención al pecado
exterior, a las acciones
erróneas, a la mundanalidad, sin pensar jamás que su vida
natural, su fuerza
natural, debe ser
quebrantada. No obstante, el Señor no se preocupa solamente por
cambiar nuestra conducta,
sino que desea mucho más tocar nuestra vida
natural. No importa si
usted se disgusta con su esposa o no, si su vida natural no ha sido
tocada, usted sigue siendo natural. A los ojos de Dios no hay mucha
diferencia entre enojarse con la esposa y mantener la calma. Si usted
pierde la calma, sigue
siendo usted, y si
controla sus instintos, sigue
siendo usted. Pero cuando
Jacob fue tocado, aunque seguía siendo el mismo externamente,
en su
interior la vida
natural había
sido quebrantada. Por
supuesto, desde el punto de vista humano, me gusta ver que los
hermanos y las hermanas cambien de actitud hacia su cónyuge. Pero en
lo profundo de mi ser, no
valoro mucho ese cambio externo si su ser interior sigue
igual. Cuando nos
portamos mal, le resulta difícil al Señor forjarse en nosotros. Y
cuando somos buenos, el caso es el mismo. De hecho, puede resultarle
más difícil al Señor forjarse en nosotros cuando somos tan
buenos. No se trata de cambiar externamente ni
de mejorar, sino de ser tocados internamente. El
tendón de
uno, su fuerza
natural interna, debe
ser tocada por el Señor. Todos necesitamos ser tocados así.
Al
seguir a Jacob, podemos ser tocados repetidas veces, pues en nuestro
caso el golpe quizá no se produzca de una sola vez por
todas. Después de luchar
durante cierto tiempo, tendremos la profunda
convicción de que
hemos sido tocados. El
Señor siempre nos toca en una parte crítica.
Cuando Él toca una parte específica, quedamos
cojos y ya no volvemos a ser los mismos interiormente.
De ahí en adelante, cojeamos y
ya no somos totalmente sanos (enteros).
Existen
muchísimas clases de personas entre los millares de santos que hay
en la vida de iglesia: inteligentes, sabios, astutos,
orgullosos, arrogantes. Según la
religión, el camino
correcto es cambiar nuestro comportamiento
exterior. No
obstante, el camino
de Dios, el camino de vida,
es distinto. Dios no le
dijo a Jacob: “Jacob, he peleado contigo, te he tocado, he cambiado
tu nombre, y te he dado Mi bendición. De ahora en adelante, no debes
usar tu
astucia ni tu
fuerza natural para
enfrentar a tu hermano Esaú. Deja de ser astuto. Confía
en Mí y déjame hacerme cargo de este asunto”.
La Biblia no dice eso. Todo lo que vemos es el relato del toque que
recibió Jacob. El Señor tocó
su muslo (algo
en su mecánica interna fue cambiado), cambió
su nombre y le
dio Su bendición; esto
fue todo. No le dio ningún sermón, ni ninguna instrucción.
Todo lo que hizo Jacob después de eso, por ejemplo, dividir a los
suyos en tres grupos, era decisión suya. Muchas veces después de
que el Señor nos toca, no nos dice qué debemos hacer, sino que nos
deja en libertad, y nos permite hacer lo que nos parezca. Si
examinamos nuestra experiencia, veremos que las cosas son así.
A
los que cuidan de los demás, y particularmente a los ancianos, les
gusta instruir a la gente. En ocasiones dicen: “Hermano, estás
equivocado. Ahora que el Señor te ha bendecido, no debes seguir
tratando así a tu esposa. Indudablemente, por causa de la gloria del
Señor, debes cambiar”.
Las hermanas comprometidas en el cuidado de los demás quizá le
digan a otra: “Hermana, deja
de discutir con tu
marido. No debes
hacer esto ni aquello”. Este es nuestro método, pero no es el
método del Señor.
Después de que el Señor hirió el muslo de Jacob y le bendijo, no
le dejó ninguna instrucción. No le dijo ni una sola palabra.
Después de que Jacob recibió aquel golpe, seguía valiéndose por
sí mismo. El parecía decir a los suyos: “Quédense atrás.
Déjenme ir adelante para ver a mi hermano Esaú”. Sin
embargo, cuando se aproximó a su hermano, lo hizo cojeando.
¡Qué diferencia entre nuestro concepto natural y los caminos de
Dios! ¡Qué diferencia entre la práctica religiosa y el toque del
Señor!
No
quisiera oír que se les dé instrucciones a ustedes; preferiría ver
que el Señor tocara a muchos de ustedes uno por uno. A menudo las
hermanas han acudido a mí para quejarse de su marido. No
obstante, mientras acusan a su marido delante de mí, me alegro
porque en sus acusaciones observo que cojean. Quizá algunos días
antes, hubieran venido a mí sin ningún rasguño. Pero ahora
se puede ver claramente la cojera, pese a que siguen quejándose
de sus maridos y acusándolos. No
reprendo a estas queridas hermanas, pues estoy contento de ver que
han sido tocadas. Ser
quebrantado es mejor que cualquier tipo de instrucción. El
toque del Señor en nuestra vida
natural es mucho
mejor que cien mensajes. Esto es lo que necesitamos hoy.
Dice
el versículo 31: “Y
cuando había pasado Peniel, le salió el sol; y cojeaba de su
cadera”. Después
de haber sido tocado, le salió el sol (amaneció
la aurora del nuevo día, la vida de resurrección).
Estaba lisiado, pero
en la luz. En el
recobro del Señor, todo
aquel que tiene luz debe ser una persona lisiada (débil).
Bajo la luz nadie es totalmente sano
o fuerte; todo
aquel que se encuentra bajo la luz del resplandor celestial es cojo.
En la noche oscura, Jacob era fuerte y todos sus miembros estaban
sanos. No obstante, después de haber sido tocado, salió
el sol sobre él y quedó lleno de luz.
El estaba bajo el
resplandor de la luz celestial; aún así, era un hombre lisiado.
Muchos de nosotros tenemos esta clase de experiencia porque estamos
verdaderamente en la mano del Señor y seguimos Su camino.
domingo, 5 de agosto de 2012
EL POZO DE ISMAEL MATA, EL POZO DE ISAAC VIVIFICA (E.V. Génesis, Witness Lee)
Por consiguiente, este pasaje de la Palabra revela que si estamos en el desierto de nuestra alma y bebemos agua del pozo que sustentaba a Ismael, llegaremos a ser un arquero que usa el arco para matar la vida a fin de construir nuestro propio reino, y no un sembrador que cultiva la vida para la edificación del reino de Dios.
![]() |
Pozo y Tamarisco en Beerseba |
ESTUDIO-VIDA DE GÉNESIS
MENSAJE CINCUENTA Y
SEIS
VIVIR EN COMUNIÓN CON DIOS:
EL NACIMIENTO Y CRECIMIENTO DE ISAAC
(Ver completo: http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=0D8926D1)
e) Dos pozos de
agua: dos fuentes de vida
En la primera sección
de este capítulo, vemos dos simientes, dos clases de personas, y dos vidas. No
obstante, sin la segunda sección no podemos ver ni la fuente ni el resultado de
su vivir. En la segunda
sección, descubrimos dos pozos de
agua: uno destinado a Ismael (vs.
14-21) y el otro a Isaac (vs.
22-34). La Biblia no desperdicia ninguna palabra; por eso, este relato de dos pozos
para dos clases de vida debe
ser muy significativo y lleno de significado espiritual.
(1) El pozo para Ismael
(a) En el desierto cerca de Egipto
El pozo para Ismael, la
fuente de su vivir, estaba en el
desierto cerca de Egipto
(vs. 19-21; 25:12,18). En la Biblia el desierto siempre representa un lugar
rechazado por Dios. Dios
nunca aprueba el desierto. Mientras estamos en el desierto, somos rechazados
por Dios. El mejor ejemplo de eso es la peregrinación de los hijos de
Israel por el desierto. En la tipología el desierto también es nuestra alma (carne).
Si vivimos en nuestra alma, estamos vagando por el desierto, el cual Dios
rechaza. El desierto donde se hallaba el pozo de Ismael quedaba cerca de Egipto. De ahí él podía ir fácilmente a Egipto.
Esto significa que cuando
estamos en nuestra alma, en nuestro ser natural, estamos vagando en el desierto y podemos caer fácilmente en el mundo.
(b) Hizo de Ismael
un arquero
La fuente del vivir de Ismael hizo de él un
arquero (v. 20). La diferencia entre un arquero y un sembrador es que el
sembrador cultiva la vida y el arquero la mata. El arquero es un cazador
salvaje como Nimrod en 10:8-12, uno que mata en el desierto. Esta sección de la
Palabra también usa la expresión “tiro de arco” para describir la distancia
entre el lugar donde estaba sentada Agar y el sitio donde ella había dejado a
su hijo (vs. 15-16). Por consiguiente, este pasaje de la Palabra
revela que si estamos en el desierto de nuestra alma y bebemos
agua del pozo que sustentaba a Ismael, llegaremos a ser un arquero que
usa el arco para matar la vida a fin de construir nuestro propio
reino, y no un sembrador que cultiva la vida para la edificación del
reino de Dios.
(c) Conduce a la
unión con Egipto
La fuente de vida de Ismael hizo que éste se
uniera finalmente con Egipto, es decir, con el mundo (v. 21). Cuando Agar tomó una esposa para
Ismael, la trajo de Egipto, de su propia fuente. Ella era egipcia y, por tanto,
quería tener una nuera egipcia. Al tomar esposa de la tierra de Egipto
para Ismael, Agar lo selló con las cosas de Egipto. En todo esto, vemos que hay
un manantial, una fuente de vida, que puede hacer de uno un cazador salvaje que
mata la vida y que lo puede unir a uno con el mundo.
(2) El pozo para
Isaac
Alabado sea el Señor
porque hay otro manantial: el pozo de agua para Isaac (vs. 22-34). Muchos
versículos hablan de esta fuente positiva. Leamos Salmos 36:8: “Tú los abrevarás del torrente [o manantial]
de tus delicias”. Al Señor le gusta abrevarnos de la fuente de Sus
delicias. En Juan 4:14 el Señor Jesús dijo: “Mas
el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que
Yo le daré será en él un manantial de agua que salte para vida eterna”. Esto significa que Dios mismo
será nuestra vida. En Juan 7:37 y 38, el Señor Jesús también habló de
beber: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y
beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos
de agua viva”. Además, en 1 Corintios 12:13, el apóstol Pablo dice que a
todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu, es decir, de un solo manantial.
Inclusive, el último capítulo de la Biblia habla de beber: “Y el Espíritu y la novia dicen: Ven... Y el que tiene sed, venga; y el
que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Ap. 22:17). Este manantial divino debe ser la fuente de nuestro vivir.
Aunque Cristo haya sido producido y haya
crecido en la vida de iglesia, aún así debemos recordar que existen dos fuentes
o dos clases de vida.
¿Qué clase de vida lleva usted, la de Ismael o la de Isaac? No es suficiente decir que tiene el
vivir de Isaac. Debe examinar la clase de agua que bebe día tras día.
¿Bebe usted del pozo de Ismael? Si tal es el caso, ese manantial hará de usted
un Ismael y le hará caer en el mundo. ¿Bebe usted del pozo de Isaac, el
manantial que representa el pozo divino, el pozo de Cristo, el pozo del
Espíritu? Si es así, el agua divina que brota de esa fuente cumplirá muchísimas
cosas.
(a) En Beerseba
cerca de la tierra de los filisteos
El pozo destinado a Isaac estaba en Beerseba, cerca del país de los filisteos (vs. 25-32). Este manantial, a
diferencia del de Ismael, no estaba cerca de Egipto sino en la frontera de la
tierra de los filisteos y de la buena tierra de Canaán. Beerseba estaba en la
tierra de los filisteos y más tarde llegó a ser el extremo sur de la Tierra Santa. Cuando la Biblia describe la geografía de la Tierra Santa, usa la frase “desde Dan hasta Beerseba” (1 S. 3:20),
porque la distancia entre Dan, en el extremo norte, y Beerseba, en el sur,
abarca toda la tierra de Canaán. En la Biblia, la tierra de los filisteos reviste un significado
particular. No es un lugar que rechaza totalmente a Dios; es un sitio que acepta a Dios pero trata las cosas de Dios conforme a la perspicacia humana, y no
según la economía de Dios. Considere por ejemplo la manera en que los
filisteos obraron con el arca (1 S. 6:1-9). No la rechazaron; la recibieron,
pero la trataron de manera natural conforme a su habilidad. Del mismo modo, en
Génesis 20 y 21, vemos que Abimelec, el rey de los filisteos, no rechazó a Dios
sino que lo aceptó en una forma astuta. Abraham tomó a Dios conforme a Su
economía, mientras que Abimelec lo tomó conforme a la astucia humana. Esto es
lo que significa la tierra de los filisteos.
(b) Por siete
corderas: la redención completa de Cristo
(b) Por siete
corderas: la redención completa de Cristo
La fuente de Isaac era un pozo redimido (vs. 28-30). Este pozo, que Abraham había
excavado, se había perdido, pues los siervos de Abimelec lo habían tomado por
la fuerza (v. 25). Entonces Abraham lo redimió pagando por él siete corderas.
En tipología, estas corderas son la redención completa de Cristo, lo cual
indica que el agua viva y divina fue redimida, comprada nuevamente, por la
plena redención de Cristo. Hoy en día, mientras todo el linaje humano vive por una fuente exenta de
redención, nosotros vivimos por una fuente redimida. El agua viva que bebemos
ahora no es natural; fue redimida al costo de la obra redentora de Cristo.
(c) Por un pacto:
el Nuevo Pacto
La fuente de Isaac también necesitaba
un pacto (vs.
31-32). Este pacto es la semilla del Nuevo Pacto. Nuestra agua viva ahora no es
solamente agua redimida sino también agua
del pacto. Ismael bebió del agua
silvestre, agua que no tenía redención ni pacto. Sin embargo, toda el agua
que Isaac bebió era agua redimida, el agua del pacto. Puesto que hemos
empezado a conocer a Cristo, la fuente de nuestro vivir también ha sido el agua
redimida, el agua del pacto.
(d) Para plantar
En Beerseba Abraham
plantó un árbol tamarisco (v. 33). Un árbol tamarisco es una especie de sauce
de hojas finas, que generalmente crece cerca del agua, y da la impresión del
fluir de las riquezas de vida. El hecho de que Abraham haya
plantado un árbol tamarisco después de hacer el pacto por el pozo de
Beerseba, indica que el agua que él
bebía fluía profusamente. El Señor Jesús dijo que todo aquel que
creyera en El, de su interior correrían ríos de agua viva.
Hoy en día, la vida de iglesia se
encuentra cerca del pozo de Beerseba. Cuando usted beba de este pozo y viva por
él, será como un árbol tamarisco por el cual fluyen las riquezas de vida. Cuando la gente acuda a
usted, nunca hallará sequía sino que será refrescada por el agua de la vida. Beerseba, que significa “pozo del
juramento”, es el lugar donde debería estar la Iglesia. La Iglesia debe estar en el pozo del
juramento con un pacto, y también debe estar llena de árboles tamariscos. Todos
debemos ser un árbol tamarisco. Si usted mira a las ramas de dicho árbol, ellas
le recordarán el fluir de las riquezas de vida. ¡Alabado sea el Señor porque
hay verdaderos árboles tamariscos en las iglesias locales!
Aquí, en Beerseba, tenemos la siembra, pero con Ismael en el desierto hay vida agreste. Muchos grupos cristianos son como un desierto. Sólo convierten
a la gente en personas agrestes. Sin embargo, la vida apropiada de iglesia
siembra a la gente. ¿Ha sido usted sembrado? Cuando usted es plantado, deja de
ser agreste.
En esta sección de la Palabra, vemos claramente que existen
dos fuentes de vida. Una es la fuente
natural en el desierto de nuestra alma, y la otra es la fuente redimida en el jardín de nuestro
espíritu. En
Beerseba, Abraham contendía por el pozo que había sido tomado por la fuerza.
Ahora nosotros también debemos luchar por el pozo divino para que lo tengamos
tanto para la vida cristiana como para la verdadera vida de iglesia.
viernes, 3 de agosto de 2012
¡¡¡ACORDAOS DE LA MUJER DE LOT!!! (Las Tinieblas de Afuera, lugar de vergüenza para creyentes tibios) (E.V. Génesis, Witness Lee)
Dada la transcendencia del mensaje, sobrio y solemne para el momento actual,
nos hemos decidido por su transcripción íntegra.
El concepto fundamental de este mensaje se resume en que
una persona salva y genuina enfrenta la posibilidad de quedar avergonzada.
Los creyentes que, al igual que la gente mundana, viven en el mundo y buscan preservar su alma, la vida de su alma, serán avergonzados como la esposa de Lot, y perderán su alma cuando vuelva el Señor (Lc. 17:28-33).
La mayoría de los creyentes están en esta categoría.
Son creyentes, pero viven como la gente mundana, yendo de compras y vistiéndose como lo hace la gente del mundo. Puesto que ellos viven y andan como la gente del mundo,
no hay ninguna diferencia entre ellos y la gente mundana.
Hoy en día, así como los contemporáneos de Noé y los de Lot, muchos cristianos están embotados y confusos, pues han perdido el sentido de las cosas de Dios. Incluso algunos enseñan que los creyentes pueden ser arrebatados mientras juegan fútbol. Pero la Palabra santa enseña que cuando el Señor vuelva, El no tomará a ningún santo que siga participando en las diversiones mundanas.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE CINCUENTA Y TRES
VIVIR EN COMUNION CON DIOS:
UNA COLUMNA DE SAL
(http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=3D06CB09)
4) Una columna de sal
a) La mujer de Lot
b) La gente que no
sigue al Señor incondicionalmente
El
mensaje anterior estaba relacionado con Lot, un justo derrotado. En este
mensaje llegamos a la mujer de Lot, que se volvió una columna de sal (19:26). Génesis 19 probablemente es
el único pasaje que habla de una columna de sal en la historia humana, y
debemos considerar eso con mucha atención. Esta columna de sal no fue creada por Dios. Es
muy significativo ver que en las duras palabras que el Señor Jesús pronunció en
Lucas 17, El les dijo a quienes le preguntaba acerca de la venida del reino: “Acordaos de la mujer de Lot” (Lc. 17:32). En
cierto sentido, el Señor parecía decir a Sus discípulos: “No habléis del reino. Más
bien, debéis reconocer cómo será la era cuando venga. Será semejante a los días
de Noé y a los días de Lot. Ambas épocas prefiguran los días de Mi venida”. Por consiguiente, en las palabras duras, solemnes y
sobrias del Señor, se mencionan tres eras: la era de Noé, la de
Lot y la del regreso del Señor.
Cuando hablamos de Noé
en mensajes anteriores en este estudio-vida, hicimos notar que él vivía en una
era confusa, y que la gente de su era estaba confundida, embotada y aturdida
por sus apetitos y placeres perversos. No obstante, en Lucas 17:27, al referirse a los días de Noé, el
Señor mencionó el matrimonio; pero cuando habló de los días de Lot, no mencionó
el matrimonio, porque en Sodoma el
matrimonio se había deteriorado totalmente, y la gente se complacía en sus
apetitos sodomitas. En Lucas 17:28 y 30 el Señor dijo: “Asimismo como sucedió en los días de Lot;
comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban... así será el día en
que el Hijo del Hombre sea revelado”. Después de decir esto e
inmediatamente antes de exhortarnos a recordar la esposa de Lot, el Señor dijo:
“En aquel día, el que esté en la azotea,
y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el campo, asimismo
no vuelva a las cosas que dejó atrás” (Lc. 17:31). En Palestina las casas
tenían techos planos. El Señor estaba diciendo en otras palabras: “Si estáis en la terraza de vuestra casa
cuando Yo vuelva, no descendáis para tomar vuestras posesiones. Si lo hacéis,
os quedaréis. Si trabajáis en el campo, no regreséis a casa. Debéis olvidaros de todo, excepto de Mí”.
Inmediatamente después de estas palabras, el Señor dijo: “Acordaos de la mujer de Lot”.
Hoy en día, así como
los contemporáneos de Noé y los de Lot, muchos cristianos están embotados y
confusos, pues han perdido el sentido de las cosas de Dios. Incluso algunos enseñan que los
creyentes pueden ser arrebatados mientras juegan fútbol. Pero la Palabra santa enseña que cuando el Señor vuelva, El no tomará a
ningún santo que siga participando en las diversiones mundanas. Los
cristianos somos la labranza de Dios, la cual crece con Cristo como la simiente
de vida (Mt. 13:3-8, 18-23). Ningún cristiano maduro en vida
sigue participando en los esparcimientos mundanos. El Señor no
cosechará en el campo a los cristianos que siguen participando en las
diversiones mundanas, puesto que no han madurado y todavía están verdes y
crudos. Los cristianos confusos de hoy deben escuchar esta sobria palabra.
4) Una columna de sal
Encontramos el relato
de la esposa de Lot, la cual se convirtió en columna de sal, en la sección
sobre vivir en comunión con Dios. Esta sección de Génesis abarca los capítulos
del dieciocho al veinticuatro y es el relato de una vida en comunión con Dios,
pero incluye el relato oscuro de un salvo derrotado, de su esposa y sus dos
hijas. Lot tenía más hijas
además de las dos que aquí se mencionan, pero cuando los ángeles llegaron a
Sodoma, no pudieron encontrar a las demás. Dice en Génesis 19:15: “Y al rayar el alba, los ángeles daban prisa
a Lot, diciendo: levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí,
para que no perezcas en el castigo de la ciudad”. Los ángeles parecían decir: “Lot, sólo pudimos
encontrar a dos de tus descendientes. Dios nos mandó para rescatarte a ti y a
toda tu familia, pero sólo encontramos a éstas. Nuestra misión es
destruir la ciudad. Ahora tú, tu esposa y tus hijas deben escapar”. El
versículo siguiente dice que Lot se demoraba. El original nos muestra que no
sólo Lot se demoraba, sino que vacilaba, sin intención de abandonar la ciudad.
Su vacilación condujo a los ángeles a asir de su mano, y de la mano de su
mujer, y de las manos de las dos hijas, según la misericordia de Jehová para
con él; y lo sacaron y lo pusieron fuera de la ciudad. Cuando los ángeles
sacaron a estos cuatro de la ciudad, dijeron: “Escapa por tu vida; no mires tras ti” (v. 17). Pero el versículo
26 dice que “la mujer de Lot miró atrás,
a espaldas de él, y se volvió columna de sal” (heb.). La esposa de Lot fue
salva, pues fue librada de la ciudad y se salvó de la destrucción, pero a pesar de ser salva, se convirtió en columna de
sal. Es evidente que no es bueno convertirse en columna de sal; al contrario,
es una vergüenza.
Como he dicho
repetidas veces, el libro de Génesis contiene las semillas de casi todas las
verdades divinas. La columna de sal mencionada en Génesis 19:26 también puede
ser considerada como una semilla. El desarrollo de ésta se halla en Lucas
17:32, donde el Señor nos exhorta a recordar la esposa de Lot, y en 1 Juan
2:28, donde vemos que podemos ser avergonzados cuando aparezca el Señor. La
cosecha se encuentra en Apocalipsis 16:15, donde el Señor dice: “He aquí, Yo vengo como ladrón.
Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza”. El Señor vendrá como ladrón, sin previo aviso. Si en aquel tiempo nuestra
desnudez queda expuesta, seremos avergonzados. Por consiguiente, la
semilla de ser avergonzado se siembra en Génesis 19, se desarrolla en Lucas 17
y 1 Juan 2, y se cosecha en Apocalipsis 16. En este mensaje tengo la carga de
que ustedes reciban una vívida impresión de que el libro de Génesis no tiene
solamente la semilla de Abraham, sino también de Lot y de su esposa, que se
convirtió en una columna de sal, una señal de vergüenza.
El concepto fundamental de este mensaje se
resume en que una persona salva y genuina enfrenta la posibilidad de quedar
avergonzada.
No hagan caso a las enseñanzas confusas de esta era. En el cristianismo actual,
muchas enseñanzas aturden a la gente, y los que absorben estas enseñanzas ni
son sobrios en su mente ni viven en su espíritu. En este mensaje debemos oír
una palabra seria de parte del Señor, una palabra que modere nuestra mente y
vivifique nuestro espíritu.
a) La mujer de Lot
Como ya dijimos, no
cabe la menor duda de que la esposa de Lot fue
salva de la destrucción. Este hecho se revela tan claramente que nadie lo
refuta. Sin embargo, como vimos, ella miró atrás, a espaldas de su marido, y se
convirtió en una columna de sal. El hecho de que caminaba detrás de su esposo indica que ella tenía aún menos ganas que su marido de abandonar a Sodoma y que no
estaba contenta de seguirlo ni de abandonar la ciudad. Si ella se hubiera
alegrado de huir de Sodoma, habría caminado al lado de su esposo. Aun antes de
mirar atrás y convertirse en una columna de sal, ya estaba detrás de su marido.
Aprovecho este incidente para dirigirme a las esposas. Cuando se trata de
cometer un pecado, es bueno que una mujer esté renuente a seguir a su marido,
pero en cuanto a las cosas de Dios, no es bueno que ella se demore en seguirlo. En lo pertinente a las cosas de Dios, lo mejor que puede
hacer una esposa es estar de acuerdo con su marido y acompañarlo. Esposas, en
las cosas de Dios, no se queden atrás de sus maridos. Si lo hacen, podrían
sufrir y convertirse en una columna de sal como le ocurrió a la esposa de Lot.
Esta es una advertencia para todos nosotros.
El hecho de que
la esposa de Lot se convirtiera en una
columna de sal significa que ella
había perdido su función y, por ende, llegó a ser una señal de vergüenza. La sal es muy útil cuando se
ha pulverizado. Cuanto más fino sea el grano de sal, más útil es. Pero nadie
usa la sal en forma de estatua o columna. El Señor Jesús dijo que nosotros
los salvos y regenerados somos la sal de la tierra (Mt. 5:13). Nuestra función
consiste en matar a los microbios de este mundo corrupto. No obstante, si
llegamos a ser insípidos (Lc. 14:34), entonces igual que la esposa de Lot, habremos
perdido nuestra función. La esposa de Lot, por ser miembro del
pueblo de Dios, debía haber estado llena del sabor salado y capaz de matar los
microbios de la corrupción a su alrededor, pero ella perdió su
sabor y su función. Ella fue una señal de vergüenza.
Al escribir el libro
de Génesis, el Espíritu de Dios no quiso dar el nombre de la mujer de Lot. El nombre de la esposa de
Abraham, Sara, se menciona muchas veces, pero no se menciona el nombre de la mujer de Lot, pues no merece ser
recordado. Esta pobre santa andaba rezagada con relación a su marido
y miró atrás hacia la ciudad de Sodoma. Quizás haya mirado atrás pensando en sus hijos, su casa y demás pertenencias. Todas
sus pertenencias habían quedado allí en Sodoma. Sus intereses, su
corazón, sus deseos y su alma seguían allí, pese a que su cuerpo había sido
sacado de esa ciudad. En consecuencia, por haber mirado atrás hacia
ese lugar, el Señor la transformó en una columna de sal como advertencia y
ejemplo para todos nosotros.
En Lucas 17 el Señor
usó la esposa de Lot como advertencia para Sus discípulos. No obstante, son
pocos los cristianos que toman en cuenta esta advertencia en su vida diaria. No
obstante, debemos prestar atención a esa advertencia: la persona verdaderamente salva
enfrenta la posibilidad de ser avergonzada cuando el Señor aparezca.
Indudablemente no quiero convertirme en una columna de sal. ¿Y usted?
Convertirse en una columna de sal no es ninguna gloria; es una vergüenza. ¡Qué
vergüenza ver a un creyente convertido en una inerte columna de sal, al aire
libre donde sólo experimenta sufrimiento!
b) La gente que no
sigue al Señor incondicionalmente
En Lucas 14:25-33 se nos exhorta a ser incondicionales al seguir al Señor. Debemos seguir al Señor sin
reserva alguna. La
Biblia nos enseña a amar a los demás, pero aquí Lucas 14:26, unas palabras
santas que salen de la boca del Señor Jesús, dice: “Si alguno viene a Mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e
hijos, y hermanos, y hermanas, y aun la vida de su alma, no puede ser Mi discípulo”.
Nadie puede seguir al Señor como es debido si no es incondicional. Nuestros padres, esposas, hijos, hermanos, hermanas y nuestra propia vida
anímica deben pasar a un segundo plano. El Señor mismo debe ocupar
el primer lugar y debemos seguirle de manera incondicional. Cuando el Señor
habla de aborrecer a nuestros parientes por causa de El, no habla de odio en sí sino de aborrecerlos con amor.
En esta porción de la
Palabra, proferida por el Señor mismo, vemos que debemos seguirle sin ninguna
reserva. No se trata de adorar a Dios los domingos, ni de tener un estudio
bíblico en casa de la manera que nos plazca. Un estudio bíblico puede ser una
especie de entretenimiento o pasatiempo. A los ojos de Dios, un estudio bíblico
en el hogar quizás no difiera de un juego de baloncesto. Usted juega con el
“balón bíblico” en este estudio de la Biblia, y la sala de su casa es el campo
de juego. Uno no es incondicional al seguir al Señor. No estoy bromeando; hablo
en serio. No digo eso solamente a los demás sino a mí mismo. El Señor puede
atestiguar que mientras yo preparaba este mensaje, El me preguntó: “¿Y qué de ti? Te he dado la comisión de dar
este mensaje, pero ¿me sigues tú incondicionalmente?”. Que el Señor tenga
misericordia de mí para que no predique a los demás y yo mismo venga a ser
descalificado. Que El tenga misericordia de todos Sus queridos santos. ¡Cuánto
necesitamos una palabra sobria para salir de la confusión! Si creemos Juan 3:16, también
debemos creer Lucas 14:26-35. Se han predicado muchos mensajes sobre Juan 3:16
y se han publicado muchos folletos al respecto, pero ¿dónde están los mensajes
y los folletos acerca de Lucas 14:26-35? En el recobro del Señor, no
debemos esconder del pueblo de Dios ninguna verdad.
Los que no siguen sin reservas al Señor
se vuelven inútiles.
Díganme, ¿cuántos cristianos ahora son verdaderamente útiles en las manos del
Señor para la realización de la economía de Dios? Los cristianos, en su
gran mayoría, se han hecho inútiles en cuanto a la economía de Dios. Son como sal
desabrida (Lc. 14:34). Estos cristianos no
sólo son desabridos, sino que no son útiles “ni para la tierra ni para el estercolero”; deben ser arrojados
fuera, como lo indica Lucas 14:35. Esta tierra es el
campo que produce cosas para Dios a fin de que El cumpla Su propósito. El estercolero
del universo es el lago de fuego,
donde se amontonará toda la suciedad. Lucas 14:35 se refiere principalmente a
la era venidera del reino. En
la era del reino tendremos la tierra, donde se cumple el propósito de Dios, y
también tendremos el lago de fuego, el estercolero. El cristianismo siempre
dice que hay solamente dos lugares: el cielo y el infierno. Sin embargo, en este versículo el
Señor Jesús habla de un tercer lugar, cuando afirma que la sal desabrida,
inútil para la tierra o para el estercolero, es arrojada. ¿Dónde estaba la
columna de sal en que se convirtió la esposa de Lot? ¿Estaba en los cielos o en
Sodoma? En ninguno de los dos lugares, sino en un tercer sitio. Al leer repetidas veces el Evangelio de
Lucas, ¿ha visto usted en alguna ocasión que en este capítulo hay tres lugares?
¿Dónde estará usted: en la tierra, en el estercolero o arrojado al tercer
lugar?
En Mateo 25:30 el Señor dijo que el servidor inútil sería
arrojado a las tinieblas de afuera.
Las tinieblas de afuera deben de ser
también ese tercer lugar. La Biblia no dice lo que será eso ni dónde se halla,
pero sí dice que si uno es un servidor perezoso, no será útil para la tierra
cuando vuelva el Señor por no haber sido de ningún provecho, ni servirá para el
estercolero porque ya fue salvo.
Entonces ¿adónde irá uno? Al tercer lugar, un sitio que se encuentra
fuera del reino glorioso y del lago de fuego. Son pocos los cristianos que alguna
vez han visto en la Biblia que hay un
tercer lugar preparado para los salvos derrotados. Esto debe hacernos volver a la
sobriedad. Debemos ser impresionados profundamente por el hecho de que en la
plena revelación que da la Palabra divina acerca del hombre existen tres
lugares: un lugar de salvación, un lugar
de perdición y un lugar de vergüenza. ¿Dónde estaba la esposa de
Lot? Ella fue salva, pero se hallaba en el tercer lugar, el lugar de vergüenza.
Esto es lo que enseña el Señor Jesús en el Evangelio de Lucas. No intente
refutar esto.
c) Los creyentes
que viven en el mundo
como la gente mundana y procuran salvar su alma
c) Los creyentes
que viven en el mundo
como la gente mundana y procuran salvar su alma
Los creyentes que, al igual que la gente
mundana, viven en el mundo y buscan preservar su alma, la vida de su alma,
serán avergonzados como la esposa de Lot, y perderán su alma cuando vuelva el
Señor (Lc.
17:28-33). La mayoría de los creyentes están en esta
categoría. Son creyentes, pero viven como la
gente mundana, yendo de compras y vistiéndose como lo hace la gente del mundo.
Puesto que ellos viven y andan como la gente del mundo, no hay ninguna diferencia
entre ellos y la gente mundana.
Salvar al alma significa rehusarse a sufrir
por el Señor. Los cristianos que salvan su alma están apegados a sus placeres. Dicen:
“¿Qué hay de malo en asistir a eventos deportivos? Eso no es pecaminoso”. Tal
vez no sea pecaminoso, pero es mundano. No estoy diciendo que los
cristianos no deben hacer ningún ejercicio físico para conservar la salud.
Indudablemente lo necesitamos. Sin embargo, cuando un ejercicio se
convierte en deporte o en entretenimiento, llega a ser mundano. Si usted lo disfruta y lo encuentra placentero, eso significa que está
salvando su alma. Tener un disfrute psicológico y
mundano equivale a salvar el alma.
Este no es el tiempo en que nosotros los
cristianos debemos tener placeres o deleites psicológicos y mundanos; es tiempo
de sufrir en nuestra alma, en nuestra parte psicológica. Si podemos procurarnos
el sustento, eso es suficiente. No debemos buscar placeres psicológicos ni
mundanos. Desde la segunda guerra mundial, ¿quién ha dado una
palabra tan sobria? Durante los últimos treinta y un años he observado, pero no
he oído una palabra sobria ni una amonestación, que advierta a los
cristianos que no estamos en esta tierra para buscar deleites psicológicos y
mundanos, y que debemos sufrir la pérdida de toda clase de entretenimiento y
diversión. El placer
hallado en oír cierta música en casa
puede ser una manera de preservar su alma. Muchos cristianos no pueden vencer
sus programas de televisión. Ver
televisión puede constituir una forma de preservar el alma. No soy ni religioso
ni legalista, pero sí digo que hoy no es el tiempo en que debemos tener
diversiones psicológicas ni mundanas; es el tiempo en que debemos sufrir en
nuestra alma. El sufrimiento del alma
conduce a la salvación de la misma. Si usted no está dispuesto a sufrir para
salvar su alma, será puesto en vergüenza como le sucedió a la esposa de Lot y
perderá su alma cuando vuelva el Señor.
Es un error enseñar que todos los cristianos serán
arrebatados al mismo tiempo cuando vuelva el Señor. Esta enseñanza crea confusión
en el sentir espiritual del pueblo del Señor. En Lucas 17:34 y 35 el Señor dijo: “En aquella noche estarán
dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado”. Usted podría
argumentar, diciendo: “El que fue tomado es un creyente, y el que fue dejado es
un incrédulo”. Pero ésa es su propia interpretación. Ambos son idénticos, pues
hacen las mismas cosas en el mismo lugar, pero el Señor sólo conoce a aquel que
está entregado verdaderamente a El. Si usted lee el contexto de Lucas 17:22-37,
verá que esta palabra no estaba dirigida a los incrédulos sino a los discípulos
del Señor. El les dijo esto con respecto al tiempo de Su venida. En los
versículos 34 y 35, los “dos” se refieren a dos discípulos del Señor, de los
cuales uno será tomado y el otro dejado. Indudablemente el que sea tomado no
será como la esposa de Lot. El discípulo que sea dejado será semejante a
la esposa de Lot. Esta es una palabra sobria.
d) Los hijos de
Dios
que no permanecen en el Señor
como lo enseña la unción
d) Los hijos de
Dios
que no permanecen en el Señor
como lo enseña la unción
Los hijos de Dios que no permanecen en el
Señor como lo enseña la unción serán avergonzados cuando vuelva el Señor (1 Jn. 2:27-28). Quienes
estamos en el recobro del Señor sabemos lo que es la enseñanza interior de la
unción interna. Sin embargo, ¿permanecemos en el Señor
conforme a la enseñanza de la unción viva dentro de nosotros? En 1
Juan 2:27 y 28 se nos exhorta a permanecer en el Señor conforme a la unción. Por ejemplo, si usted está a
punto de ir de compras y la unción le dice que no debe, ¿dirá usted: “Amén,
Señor”? Si tal es el caso, está bien. Pero si dice: “Señor, no voy a comprar
nada malo”, el Señor podría contestar: “No me importa lo que vayas a comprar.
Simplemente no vayas”. Deberíamos limitarnos a contestar: “Amén, Señor,
permanezco simplemente en Ti conforme a la enseñanza de Tu unción interna”.
Todos debemos permanecer en el Señor de esta manera.
Si no permanecemos en
el Señor conforme a la unción, nos alejaremos de El avergonzados (1 Jn. 2:28).
Una cosa es sentir vergüenza, y otra es ser avergonzado. Este versículo no
dice que sentiremos vergüenza, sino que seremos avergonzados.
Observe que el griego no dice “delante de El” sino “alejados de El”. Aquí la
preposición griega es apo,
que significa “lejos”. Si permanecemos en el Señor conforme
a la unción, tendremos confianza, seguridad, denuedo y paz cuando El vuelva, y
no nos alejaremos de El. En el sentido literal, la expresión griega
traducida “en Su venida” equivale a “en Su presencia”. La voz griega que se
traduce presencia es parousia,
cuyo significado incluye la venida. Podemos tener Su venida sin Su
presencia. Por ejemplo, el presidente de los Estados Unidos podría
venir a Anaheim una noche, pero tal vez muy poca gente entre en su presencia,
es decir, en su parusía. El Señor Jesús vendrá, pero ¿será
usted digno de Su presencia? Si usted vive de manera mundana, amando
al mundo y poniendo al Señor al último lugar en su vida, ¿cómo podría ser
introducido en Su presencia cuando El venga? Debemos permanecer en el Señor
conforme a la unción interior para tener confianza, denuedo y seguridad delante
de El, en Su presencia, cuando El aparezca y no alejarnos de El avergonzados.
El Señor, en Su aparición, disciplinará a Sus
creyentes. Si Sus
creyentes lo siguen ahora y permanecen en El conforme a la unción interior,
tendrán paz, denuedo, seguridad y confianza, y serán introducidos en Su
parusía, Su presencia. Si ahora no permanecen en El, cuando
El aparezca se alejarán de El avergonzados. Alejarse de El
avergonzados significa ser puestos en ese tercer sitio, el lugar que no es ni
la labranza, donde se cumple el propósito de Dios, ni el estercolero, que es el
lago de fuego. Es el lugar de vergüenza fuera de Su presencia. Un creyente avergonzado y que se aleja de El no está condenado. Sigue
siendo salvo, pero debe ser avergonzado. El hecho de ser avergonzado lo
disciplinará, lo cual constituirá el castigo que el soberano Señor infligirá
sobre Sus creyentes derrotados. Este asunto es bastante claro y muy grave.
e) Los creyentes
que descuidan el regreso del Señor
y no llevan una vida apropiada
e) Los creyentes
que descuidan el regreso del Señor
y no llevan una vida apropiada
Los creyentes que no prestan atención al regreso del Señor y
no llevan una vida apropiada serán puestos en vergüenza (Ap. 16:15). En Apocalipsis 16:15, el Señor nos
exhorta a guardar nuestras ropas. En la Biblia el vestido siempre representa nuestro
andar y nuestro vivir. Debemos tener un andar limpio, y nuestro
vestido espiritual debe ser puro, blanco y aprobado por Dios. Debemos velar esperando el regreso del Señor y tener puros nuestros
vestidos. Si llevamos una vida limpia, no estaremos desnudos cuando
El venga, y los hombres no verán nuestra vergüenza. Este versículo también dice que el Señor vendrá como
ladrón. El no vendrá como un visitante que anuncia Su llegada con mucha
anticipación. El ladrón viene cuando menos lo imaginemos. Me han dicho que a
menudo los ladrones vienen sobre las tres o cuatro de la madrugada, cuando la
gente duerme profundamente. Debemos ser sobrios y velar. De lo contrario, el
Señor vendrá como ladrón y nuestra desnudez quedará expuesta. Una vez
más, esto nos dice que una persona salva puede ser avergonzada cuando vuelva el
Señor.
f) El pueblo de
Dios que no vive ni anda
conforme a la economía de Dios
f) El pueblo de
Dios que no vive ni anda
conforme a la economía de Dios
El pueblo
de Dios que no vive ni anda conforme a Su camino, es decir, conforme a Su economía,
no cumplirá Su propósito y será avergonzado. Como ya vimos, éste es el significado de la
columna de sal. No tome esto simplemente como un estudio bíblico, sino como una
advertencia para todos nosotros. Ni aun quienes estamos en el recobro del Señor podemos permitirnos vivir
licenciosamente ni ser indiferentes. Debemos ser sobrios y tener en cuenta que
la situación es bastante grave. Debemos llevar una vida y un andar que
cumplan el propósito de Dios. Entonces, cuando el Señor aparezca, estaremos en
Su parusía y no seremos arrojados a ese tercer lugar, el lugar de vergüenza.
Véase también:
Véase también:
Cristianos adictos al entretenimiento de Jhon Piper:
http://www.youtube.com/watch?v=AV0gZr5lfUA&feature=player_embedded
http://www.youtube.com/watch?v=AV0gZr5lfUA&feature=player_embedded
Mundanalidad es peor que Pecaminosidad:
http://txemarmesto.blogspot.com.es/2012/07/mundanalidad-es-peor-que-pecaminosidad.html
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