TRADUCTOR-TRANSLATE

Mostrando entradas con la etiqueta MATRIMONIO. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta MATRIMONIO. Mostrar todas las entradas

sábado, 15 de septiembre de 2012

EL AMOR CIEGO DE DIOS, QUE NO VE LAS FALTAS DE SU DESPOSADA (E.V. Éxodo, Witness Lee)


En Jeremías 31:3, el Señor dijo a Su pueblo: “Con amor eterno te he amado, por tanto, te prolongué Mi misericordia”. En otras partes, vemos que Dios amó a Jacob, pero aborreció a Esaú (Ro. 9:13). No parece haber ninguna razón para que Dios amara a Su pueblo; El parecía estar ciego de amor. El siguió amando a Su pueblo aun cuando no le era fiel. El amor ciega a la gente. El mejor amor es esta clase de amor. Si usted no está ciego, no podrá amar correctamente. Si sus ojos están abiertos a todos los errores de la persona que usted ama, quizá quiera una separación, o aún un divorcio. Pero si usted ama ciegamente, considerará que su marido o su esposa es lo mejor. Al amar a Su pueblo, Dios parecía cerrar Sus ojos y amarlos ciegamente. En el asunto del amor, no sea más sabio que Dios. Sígale a El y ame a su esposa ciegamente.

ESTUDIO- VIDA DE EXODO

MENSAJE CINCUENTA Y TRES

EL PROPOSITO DE DIOS AL DAR LA LEY
A SU PUEBLO CONSISTIA EN QUE LO AMARA

Lectura bíblica: Ex. 20:1-12; 3:14-15; Jer. 31:3, 32; 2:2; Os. 2:19-10; Is. 54:5; Ez. 16:8; Jn. 14:21, 23

II. DIOS HA BUSCADO A SU PUEBLO
COMO EL AMADO BUSCA AL AMOR

Según Cantar de Cantares, el hombre es el amado, y la mujer, aquella que lo busca con amor, es Su amor (1:13-16). Por consiguiente, el amado es el marido, mientras que su amor es la esposa. La Biblia revela que en el Antiguo Testamento, Dios buscaba a Su pueblo como el amado busca a su amor, su esposa. Si usted lee Exodo 1 a 20 desde esta perspectiva, verá que en estos capítulos, Dios vino muchas, veces para cortejar a Su pueblo. Después de cortejarlo, El se comprometió con el en el monte Sinaí.

A. Se reveló al pueblo como Jehová su Dios,
el gran Yo soy

En Exodo 3:14-15, el Señor se reveló a Sí mismo a su pueblo como Jehová su Dios, el gran Yo soy, Aquel que era, que es, y que será para siempre. El que se reveló al pueblo de esta manera era el que buscaba personas que lo amaran.

B. Los amó con amor (ciego) eterno

En Jeremías 31:3, el Señor dijo a Su pueblo: “Con amor eterno te he amado, por tanto, te prolongué Mi misericordia”. En otras partes, vemos que Dios amó a Jacob, pero aborreció a Esaú (Ro. 9:13). No parece haber ninguna razón para que Dios amara a Su pueblo; El parecía estar ciego de amor. El siguió amando a Su pueblo aun cuando no le era fiel. El amor ciega a la gente. El mejor amor es esta clase de amor. Si usted no está ciego, no podrá amar correctamente. Si sus ojos están abiertos a todos los errores de la persona que usted ama, quizá quiera una separación, o aún un divorcio. Pero si usted ama ciegamente, considerará que su marido o su esposa es lo mejor. Al amar a Su pueblo, Dios parecía cerrar Sus ojos y amarlos ciegamente. En el asunto del amor, no sea más sabio que Dios. Sígale a El y ame a su esposa ciegamente.
Cuando yo era joven, me preguntaba si Dios se habría equivocado al amar a Israel. Aunque Jacob fue un suplantador, Dios lo amaba. Dios sigue amando a Israel con un amor eterno, así como El lo hizo cuando El pronunció las palabras de amor en Jeremías 31:3. Muchas naciones se levantarán contra Israel, pero Dios seguirá amando a Su pueblo eternamente.

C. Los trató como a una esposa

Por querer que Su pueblo se convirtiese en Su amada, El los trató como Su esposa. Jeremías 2:2, Oseas 2:19-20, Isaías 54:5, y Ezequiel 16:8 indican esto claramente.

D. Al darles Su ley se les reveló tal como es

Hemos señalado repetidas veces que la ley de Dios es como un compromiso. Al dar la ley a Su pueblo de esta manera, les dio a conocer la clase de Dios que El es. En cada uno de los primeros cinco mandamientos, El se refería a Sí mismo de manera íntima como “Jehová tu Dios”. El se reveló como el Dios celoso, y exigía que ellos no tuviesen otros dioses, otro amado, que no fuese El. El anhelaba su amor para que obedecieran a Sus mandamientos y lo expresaran a El. Vemos el mismo concepto en Juan 14:21 y 23. El versículo 21 dice: “El que tiene Mis mandamientos, y los guarda, ése es el que Me ama; y el que me ama, será amado por Mi Padre, y Yo le amaré, y Me manifestaré a él”. Así como en Exodo 20:1-12, aquí vemos el amor del Señor al cortejarnos y al buscar un pueblo que lo ame. En Juan 14:23, el Señor continúa: “El que Me ama, Mi palabra guardará; y Mi padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. En el Nuevo Testamento como en el Antiguo Testamento, Dios es un hombre que corteja. Los mandamientos en 20:1-12 no fueron dados de manera legalista, sino con amor. Al dar la ley a Su pueblo, Dios quería que ellos se convirtiesen en personas que lo amen.
Si no amamos a Dios, no podremos obedecer Sus mandamientos, y por tanto, no podremos expresarlo a El. La meta del compromiso consiste en introducir a dos personas en una unidad. En el matrimonio un hombre y su esposa llega a ser una sola carne. Del mismo modo, Dios y Su pueblo escogido llegaron a ser uno por medio del compromiso que se produjo en Exodo 20. Esta unidad entre Dios y Su pueblo y entre el marido y la esposa es un principio fundamental en las Escrituras. No obstante, muchos maestros bíblicos descuidan este aspecto de cómo fueron dados los Diez Mandamientos. Por el contrario, recalcan la distancia entre Dios y Su pueblo y el hecho de que Dios deseaba que ellos obedecieran los mandamientos. Pero no podemos negar el hecho de que los Diez Mandamientos sirvieron como un contrato de compromiso y que este compromiso los llevó a la unidad.
En un matrimonio normal, un hombre y su esposa se unen más con el transcurso de los años. Gradualmente ellos, se hacen uno en hábitos, características y expresión. Del mismo modo, el pueblo escogido de Dios finalmente será como El es y por tanto, lo expresará verdaderamente a El. El Señor debe infundirnos como nuestro marido, pareciéndonos cada vez más a El. Entonces seremos Su expresión. Según la Biblia, este principio fundamental se aplica tanto al matrimonio humano como a la relación de amor entre Dios y Su pueblo.
La función de un contrato de compromiso es hacer que las dos partes: el hombre y la mujer, sean uno. En el mismo principio, la función de la Palabra de Dios consiste en hacernos uno con Dios. El hecho de que Dios diga que El desposó a Israel para Sí mismo significa que El se unió a Su pueblo como un esposo a su esposa. Las palabras de Dios hicieron que Su esposa fuese uno con El. La función más elevada de la ley consiste en introducir al pueblo escogido de Dios en unidad con El. Los Diez Mandamientos no son simplemente regulaciones promulgadas por Dios como la autoridad más elevada en el universo. La ley es un papel de compromiso que nos lleva a Dios y nos hace uno con El. Pasa lo mismo con la Biblia. La función principal de la Biblia consiste en llevarnos a Dios y en hacernos uno con El. Por amar a Dios, nosotros amamos también Su palabra. Mientras Sus palabras lo infunden a El mismo dentro de nosotros, llegamos a ser uno con El en vida, naturaleza y expresión. Esta comprensión de la ley como palabra viviente de Dios y de la Biblia muestra la función intrínseca de la ley y de la Biblia, la palabra de Dios.

jueves, 6 de septiembre de 2012

VIVIR EN UNIDAD CON DIOS O BUSCAR RELIGIOSAMENTE SU VOLUNTAD (E.V. Génesis, Witness Lee)

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

Eliezer trae a Rebeca ante Isaac

MENSAJE SESENTA


VIVIR EN COMUNION CON DIOS:

EL MATRIMONIO DE ISAAC,

UNA VIDA PRACTICA EN UNIDAD CON EL SEÑOR


Abraham era un hombre que vivía en unidad con Dios. Si vivo en unidad con cierto hermano día tras día, no será necesario que él me diga muchas cosas. Yo sabré lo que le gusta y lo que no le agrada, lo que le complace y lo que le ofende. Si lo amo y vivo en unidad con él, todo lo que yo diga y haga dependerá de lo que a él le guste o no le guste. Lamento decir que muchos cristianos no viven en unidad con Dios. Cuando surgen asuntos importantes, se arrodillan y oran: “Oh Señor, ¿cuál es Tu voluntad?” Y luego no siguen la voluntad de Dios sino su propio concepto. No conocemos la voluntad de Dios al orar de esta manera. Si queremos conocer la voluntad de Dios, debemos vivir en unidad con Él. Si vivimos en unidad con Él, Él no necesitará decirnos lo que desea, porque ya lo sabremos al ser uno con Él.

Aunque Abraham estaba desesperado por casar a su hijo, no estaba dispuesto a aceptar a una cananea como esposa de Isaac. Si fuésemos Abraham, podríamos haber seguido el camino fácil y decir: “Aquí en la tierra de Canaán hay muchas muchachas. ¿Por qué no puedo escoger a una de ellas como esposa para mi hijo? Puede haber una muy cerca”. Abraham no pensaba así, y por consiguiente mandó lejos a su viejo mayordomo, al país de donde él venía, a fin de encontrar esposa para Isaac. Dios no le dijo a Abraham que hiciera eso, pero Abraham obró conforme a la voluntad interior y al concepto de Dios. Como ya vimos, Abraham conocía la voluntad e intención de Dios porque vivía en unidad con Él en la práctica.

Abraham no era la única persona que habría de llevar esa vida. Todas las personas mencionadas en este capítulo vivían en un ambiente de unidad con Dios. Abraham, el viejo mayordomo, Rebeca, Labán, Betuel e Isaac vivían en unidad con Dios. Espero que todos los santos que estamos en las iglesias veamos que necesitamos esta vida para cumplir el propósito de Dios ahora. No debemos orar ni buscar la voluntad de Dios; debemos vivir en unidad con Él. Cuando vivimos en unidad con Dios, somos partícipes de Sus conceptos, y todo lo que pensemos y hagamos concordará con Su sentir. Dios no necesitará decir nada, pues percibiremos lo que Él piensa, y conoceremos Su sentir interior porque vivimos en unidad con Él.

...

(a) Obró conforme a la economía de Dios

Considere el caso de Abraham, el primero a quien Dios llamó. El fue el primero en ser llamado y, por ende, vemos en su caso el principio de la primera mención. Abraham no actuó de manera tradicional ni religiosa, pues no ayunó ni oró tratando de descubrir la voluntad de Dios. El no tuvo un sueño repentino, en el cual vio a Rebeca en la tierra de Caldea esperando al siervo de Abraham. Según el versículo 40, Abraham caminó delante del Señor. Como persona que anda en la presencia del Señor, no tuvo necesidad de ayunar ni de orar para conocer la voluntad de Dios. Al caminar en la presencia del Señor, él hizo todas las cosas conforme a la voluntad de Dios y a Su economía.

(b) Encomendó su siervo al Señor

Abraham no exhortó a su siervo a ser fiel y honesto, ni a hacer una buena labor, sino que lo encomendó al Señor (vs. 2-3, 9, 40-41). Aquí vemos que el ámbito en el cual vivía Abraham era el Señor mismo. Al encomendar su siervo al Señor, él lo introdujo en lo profundo del Señor. Del mismo modo, no debemos exhortar a la gente con nuestra sabiduría, ni siquiera con nuestro amor, sino con el Señor.

(c) Creyó en el Señor soberano

Abraham creyó en el Señor soberano, y le dijo a su siervo que el Señor enviaría Su ángel y que su camino sería próspero (v. 40). Abraham parecía decir: “Dios enviará Su ángel delante de ti. Aunque te mando con esta tarea, yo creo en Dios. En cierto sentido, no creo que tú puedas cumplir esta obra, pero confío en el Dios vivo. No necesitas sentir la carga ni preocuparte. Ve y haz el trabajo, pues mi Dios mandará Su ángel a fin de hacer la obra por ti”. ¡Qué maravillosa vida tuvo Abraham! Si fuésemos Abraham, habríamos dicho: “Siervo mío, debes entender que he pasado por muchas experiencias. Permíteme darte ahora un mapa y hablarte del pueblo y de sus costumbres”. Abraham no hizo eso. Sólo pidió a su mayordomo que sirviera al Señor, y le aseguró que Dios mandaría Su ángel delante de él y que su camino prosperaría. Aquí vemos la fe viva de Abraham.

(3) Rebeca

(a) Casta, amable y diligente

En el versículo 16 vemos que Rebeca “era de aspecto muy hermoso, virgen”. Rebeca era casta y pura. También era amable y diligente (vs. 18-20). Cuando el siervo de Abraham le pidió de beber, ella inmediatamente le dio agua. También sacó agua para sus camellos. A una muchacha le cuesta trabajo sacar agua del pozo y verterla en la pila para diez camellos, pero ella lo hizo. Si las hermanas jóvenes quieren estar bajo la soberanía de Dios, especialmente en cuanto a su matrimonio, deben ser amables y diligentes. Toda mujer joven que sea desagradable y descuidada debería quedarse soltera. Cuando la gente le pide a usted que le haga un favor, debe hacerle dos, y el segundo debe superar el primero. Usted no debe dar solamente agua al hombre, sino que también debe sacar agua para sus diez camellos. Si obra así, estará calificada para conseguir su marido, su Isaac. Este consejo es válido para todas las jóvenes solteras.

(b) Incondicional

Rebeca era incondicional (vs. 57-58, 61). Ella nunca había visto a Isaac, pero estuvo dispuesta a ir a él sin vacilar. Ella no le dijo a su madre: “Madre, nunca he visto a Isaac. Quizás debería escribirle primero y luego pedirle que me visite. Entonces yo podría decidir si me caso con él”. Rebeca no habló de esta manera. Su hermano y su hermana dudaban y le pedían que se quedara por lo menos otros diez días, pero ella dijo: “Iré”. Ella estaba absolutamente resuelta.

Durante los últimos cuarenta años, he visto hermanas jóvenes que han tenido problemas mentales como resultado de pensar demasiado en el matrimonio. Algunas han pasado días, semanas, meses y años preguntándose si cierto hermano era el que Dios había preparado para ellas. Cuando esas hermanas se me acercaron a preguntarme, les dije, con tono de reproche: “Si usted piensa que él es el hermano indicado, cásese con él ciegamente. Pero si él no lo es, olvídese de él y no hable más del asunto. Cuanto más considera, más perturba a Dios, a sí misma y también a mí. ¿Cómo le podría contestar sí o no? Si contesto sí, usted me dirá que yo no conozco bien al muchacho. Si le digo que no, no quedará satisfecha porque ya está enamorada de él. No lo piense más. Cásese con él u olvídelo”. Les respondí así con mucha seriedad. Hermanas jóvenes, si ustedes desean casarse, deben aprender a ser amables, diligentes e incondicionales.

(c) Sumisa

Rebeca también era sumisa (vs. 64-65). Cuando vio a Isaac y se dio cuenta de quién era, “tomó el velo, y se cubrió”. Hermanas, no se pongan un pedazo de tela sobre la cabeza como adorno o decoración. Debe ser una señal de sumisión. Cuando usted se casa, deja de ser su propia cabeza. Su cabeza debe estar cubierta, pues su marido es su cabeza. Este es el verdadero significado del matrimonio.

(5) Isaac

Isaac no era un hombre activo, pues él no hizo nada. El simplemente moraba cerca de un pozo, de un lugar de aguas vivas. Veamos el versículo 63: “Y había salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde”. Los traductores bíblicos tienen dificultades para traducir el hebreo de este versículo. Algunas versiones lo interpretan indicando que Isaac se fue al campo para orar, y otros dicen que él fue al campo para adorar. Tal vez Isaac estaba meditando en la presencia del Señor, quizás considerando su matrimonio. El había perdido a su madre, no tenía esposa, y el siervo más fiel se había ido de viaje. Isaac no sabía si el siervo regresaría. La familia no tenía ninguna seguridad, y él se encontraba en una situación desesperada. Por consiguiente, él salió al campo para buscar al Señor y meditar delante de Dios. Mientras él meditaba, vino Rebeca. Después de que el siervo hubo contado a Isaac todo lo que había sucedido, Isaac aceptó todo lo que su padre había hecho por él y se casó con Rebeca (vs. 66-67). Su matrimonio fue una herencia, y no un esfuerzo. El no se esforzó por conseguir esposa; sólo aceptó lo que su padre hizo por él. El no hizo nada para conseguir esposa. El sólo tomó lo que el padre había hecho por él. Al actuar así, él fue uno con el Señor para que se cumpliese el propósito de Dios en él. El tuvo un matrimonio firme y sólido sin ceremonia de bodas.

(6) Cumplió el propósito de Dios

El matrimonio de Isaac cumpliría el propósito de Dios (21:12b; 22:17-18). La vida de las personas mencionadas en este capítulo no tenía el único fin de servir a su propia vida humana; fue una vida que dio por resultado el cumplimiento del propósito eterno de Dios, una vida que produjo a Cristo y el reino de Dios para la economía de Dios.

miércoles, 11 de julio de 2012

ESPOSOS DE SANGRE PARA NUESTRAS SÉFORAS (La transcendencia de la circuncisión) (E.V. Éxodo, Witnees Lee)


ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO

MENSAJE NUEVE

LA AYUDA MASCULINA Y FEMENINA PARA EL QUE HA SIDO LLAMADO

(Ver completo: http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=22EEEF52)


...

II. EL CORTE DADO POR SÉFORA

A. Para completar la circuncisión
en la familia de Moisés

Llegamos ahora al relato de Moisés y Séfora (4:24-26). El versículo 24 dice: “Y aconteció en el camino, que en una posada Jehová le salió al encuentro y quiso matarlo”. En El versículo 23, parecía que el llamado de Moisés era completo. Por tanto, Moisés tomó a su esposa y a sus dos hijos y empezó a caminar desde el país de Madián a Egipto. Pero mientras estaban en una posada, el Señor salió al encuentro de Moisés y quiso matarlo. Moisés debió haberse sorprendido y Séfora debió haberse atemorizado. Séfora quizá haya preguntado a Moisés por qué Dios quien lo había llamado y enviado, ahora quería matarlo. Ella debe haberse preguntado qué pasaba. Creo que Moisés se dio cuenta inmediatamente del problema: su hijo menor no había sido circuncidado. Como esposa gentil, Séfora quizá no estuvo muy contenta cuando Moisés circuncidó al primer hijo, y esa pudo haber sido la causa por la cual se opuso a la circuncisión de su segundo hijo. Debido a la debilidad y el descuido de Moisés, además de la oposición de Séfora, el requisito del Señor no se había cumplido; por tanto, el Señor quiso matar a Moisés. No le resultó fácil a Séfora, una mujer gentil, aceptar este requisito. Séfora fue obligada a aceptar, aunque no estaba contenta al respecto.

B. Con un pedernal afilado

El versículo 25 dice: “Entonces Séfora tomó un pedernal afilado y cortó el prepucio de su hijo, y lo echó a sus pies, diciendo: a la verdad tú me eres un esposo de sangre. Al cortar el prepucio de su hijo, Séfora no usó un cuchillo, sino un pedernal afilado, una piedra, un instrumento cortante poco usual. Quizá ella usó este instrumento porque la circuncisión se llevó a cabo en un estado de urgencia. El uso de un pedernal afilado también parece indicar que la circuncisión fue llevada a cabo en un ambiente desagradable. Eso también queda indicado por el hecho de que Séfora echó el prepucio a los pies de Moisés y dijo: “tú me eres un esposo de sangre”. El ambiente no era agradable, pero Dios dejó que Moisés se fuese después de la circuncisión. Si el ambiente hubiera sido agradable, no cabe duda de que Séfora habría expresado su arrepentimiento y habría tenido comunión con Moisés. Ella habría pedido a Moisés que hiciera la circuncisión con un cuchillo para hacer el corte apropiado. Entonces el corte no habría sido tan doloroso.
No obstante, en nuestra experiencia sólo el Señor usa un cuchillo adecuado para llevar a cabo la obra de cortar. Aquí el corte es representado por la vida femenina, porque el corte es subjetivo. Pero todos nosotros, mayores o jóvenes, hermanos y hermanas, somos los que hacemos el corte. En la vida de iglesia, o cortamos o somos cortados. En casi todos los casos, este corte es hecho con instrumentos crudos y rudimentarios.

C. Llamó a Moisés “esposo de sangre”

Durante muchos años me inquietó esta porción de la Palabra. Después de ganar cierta experiencia comencé a entenderla. Mediante la experiencia, me di cuenta de que los que han sido llamados no solo necesitan la ayuda masculina, la ayuda de Aarón, sino también la ayuda femenina, la ayuda de Séfora. La ayuda masculina es el complemento, pero la ayuda femenina es el corte. Todo aquel que es llamado por Dios necesita tanto la ayuda masculina como la ayuda femenina, tanto el complemento como el corte.

Como todo hermano casado se da cuenta, las esposas son muy propensas a cortar. Hay momentos en que aún las esposas cristianas son “gentiles” con sus esposos. Si el marido no ama al Señor ni desea obedecer al Señor, la esposa quizá no actúe como una “gentil”. Pero en cuanto él empieza a amar al Señor, a seguir el camino del Señor, y a vivir por el Señor, la esposa queda expuesta como “gentil”, como “pagana”. Esto significa que una esposa que ha sido cristiana durante años de repente puede comportarse como alguien que no es separada para Dios y que no vive para Dios. Muchos cristianos contemporáneos siguen siendo paganos en su diario vivir: no aman al Señor, no son separados para el Señor, y no toman el camino del Señor. Son cristianos en el hecho de que han sido regenerados y han recibido la vida divina, pero no son cristianos en su diario andar. Cuando cierto hermano está en el mundo, sin preocuparse por los intereses del Señor, su esposa quizá no le cause ningún problema en cuanto al Señor. Pero en cuanto él empiece a vivir para el Señor, su esposa se comportará como una Séfora pagana, una mujer que no está totalmente separada para el Señor. Hasta cierto punto, su esposa lo apoyará, así como Séfora apoyó a Moisés. Pero en su situación, hay algo que no está circuncidado, algo que es común, impuro y que no ha sido separado, santificado, para el Señor. Si el Señor no interviene en la situación de este hermano, la naturaleza gentil de la esposa quizá no quede expuesta. Pero en cuanto el Señor interviene, quizá mientras el hermano está a punto de cumplir la comisión de Dios, la actitud de la esposa hacia la circuncisión de la carne será expuesta. Obligada a aceptar el corte del prepucio, la esposa lo lleva a cabo, pero no lo hace con una actitud positiva ni agradable. Por tener que aceptar la separación (consagración) de su marido al Señor, ella lo considera como “un esposo de sangre”.

Ser un “esposo de sangre” significa ser una persona bajo la muerte. A los ojos de Séfora, la circuncisión significaba que su marido Moisés estaba bajo sentencia de muerte. Si nosotros los hermanos somos absolutos con el Señor, también llegaremos a ser un “marido de sangre” a los ojos de nuestras esposas.
Observe cuidadosamente el cuadro de Moisés y Séfora en Éxodo 4. Mientras ellos estaban cumpliendo la comisión de Dios, Séfora aceptaba de algún modo lo que Moisés estaba haciendo. No obstante, Moisés era más absoluto para el Señor que Séfora. Él estaba dispuesto a que su hijo fuese circuncidado, pero Séfora no. No vemos ninguna indicación de que Moisés y Séfora estuviesen peleando sobre el asunto de la circuncisión, pero entre ellos había algo que no fluía. Debería ser una circuncisión, pero Séfora se oponía a ella. Ella no estaba de acuerdo con el hecho de cortar la carne como señal de separación para Dios. Pero el usar a alguien que todavía vivía en la carne o en la vida natural iba en contra del principio divino. La carne y la vida natural deben ser cortadas. Dios sólo puede usar a alguien que ha sido separado para Él.

El asunto de la circuncisión incluye un principio crucial en la economía de Dios. Sin la circuncisión, es imposible participar en el pacto que Dios hizo con Abraham acerca de la herencia de la buena tierra. Además, una persona incircuncisa no puede tener parte en el ministerio de Dios. El que Dios viniera para matar a Moisés significa que una situación incircuncisa podría acabar con él al servir a Dios. Pero el significado de la circuncisión consiste en ser introducido en Su ministerio.

Por consiguiente, mientras Moisés trataba de llevar a cabo la comisión de Dios, Dios no podía tolerar el descuido de Moisés en el asunto de la circuncisión. Por tanto, El vino a disciplinar a Moisés. Indudablemente Moisés fue débil al ceder, al menos un poco, a la oposición de su esposa de no circuncidar a su hijo. Debido a que esta debilidad ofendía al Señor, Él quiso matar a Moisés. Cuando el Señor salió al encuentro de Moisés, toda la situación salió a la luz. Moisés sabía que estaba equivocado, y Séfora se dio cuenta de cual era su responsabilidad. Puesto que la responsabilidad descansaba principalmente sobre ella por su oposición a la circuncisión, ella fue obligada a tomar acción. Ella (en situación de emergencia, improvisación y apresuramiento) cortó el prepucio con un instrumento poco común, un pedernal afilado. Pero debemos señalar que Séfora hizo el corte en amor. Ella amaba a Moisés y quería salvar su vida.

Al aplicar este incidente de forma espiritual, vemos que a menudo las esposas cortan a sus esposos de una manera poco común. Si las hermanas llevan este asunto al Señor en oración, Él les mostrará las maneras poco usuales en que ellas cortan a sus maridos. No obstante, no son siempre las esposas las que cortan. El apóstol Pablo nunca estuvo casado (todo apunta a que si lo estuvo, pero enviudó o se hizo eunuco por causa del evangelio, no tolerando la oposición de su Séfora particular), pero ciertamente fue cortado por otros.

La ayuda de Aarón, su compañero, era algo objetivo, mientras que la ayuda de Séfora, el corte, era subjetivo. A veces el Señor nos coloca en un ambiente donde somos cortados por otros, quizá por nuestros queridos hermanos en el Señor. En esos tiempos, estos hermanos no nos complementan sino que nos cortan. Quizá no luchen en contra de nosotros, pero aun cuando aparentemente están de acuerdo con nosotros, funcionan como personas que cortan. Todos debemos estar listos para recibir este corte.

Dios ha preparado no solamente a un Aarón para nosotros, sino que en Su soberanía, también ha preparado una Séfora. Nosotros no necesitamos escogerlos. Dios tiene los Aarones y las Séforas listos y esperando. Particularmente en la vida de iglesia hoy en día existen las personas que nos complementan y las que nos cortan (coartan, frenan). Manejar a los complementos es algo difícil, pero manejar a los que cortan es aún más difícil porque nos hacen un “marido de sangre”.

Después del complemento con Aarón y del corte de Séfora, el llamado de Moisés estaba completo. Él estaba listo para ir a Egipto y llevar a cabo la comisión de Dios.

Le damos gracias al Señor por el cuadro completo del llamado de Dios. Si llevamos esta palabra al Señor, Él nos iluminará. Entonces diremos: “Señor, cuanto te agradezco que conmigo estén algunos Aarones y algunas Séforas. Te alabo Señor por el complemento y por el corte”.



MENSAJE DIEZ

IV. EL COMPLEMENTO DEL HERMANO
Y EL CORTE DE LA ESPOSA

A. El complemento del hermano

Después de todo eso, Moisés todavía necesitaba la ayuda masculina y femenina. La ayuda masculina es la del complemento. Esta clase de ayuda nos equilibra, nos restringe y nos humilla.

Mediante el complemento de su hermano, Moisés aprendió a dejar que otros hicieran lo que él era capaz de hacer. No se imagine que Aarón era más elocuente que Moisés. Todo lo que hacía Aarón, Moisés era capaz de hacerlo también, pero él estaba restringido y no podía hacerlo. En la vida de iglesia, el Señor a menudo suscita un entorno que nos obliga a dejar que los otros hagan lo que nosotros podemos hacer. Esto debería ser un principio de nuestra función en la iglesia. Si un hermano es capaz de hacer cierta cosa, que la haga, aun cuando usted pueda hacerla mejor. Esto lo humillará a usted. No obstante, he visto a muchos santos, particularmente las hermanas, insistir en que sólo están autorizados a hacer cierta cosa. Conforme a como fuimos creados naturalmente, no queremos que los demás interfieran con lo que estamos haciendo. No obstante, todos debemos aprender a dejar que otros hagan lo mismo que nosotros podemos hacer.
No creo que Aarón fuera más capaz que Moisés. No obstante, Dios arregló soberanamente una situación que permitió que Aarón hiciera lo que Moisés podía haber hecho. En la vida de iglesia, no debemos hacer todo por nosotros mismos. Por el contrario, debemos dejar que otros hagan lo que nosotros podemos hacer. No obstante, esto no significa que debamos estar ociosos. Por el contrario, significa que en una relación complementaria estamos restringidos, equilibrados y humillados.

Esta restricción es una salvaguardia y una protección. No existe protección más grande en nuestra vida espiritual que el complemento de un hermano. Cuanto más somos complementados con otros, más somos protegidos.

B. El corte de la esposa

En 4:24-26, vemos que Séfora fue usada por Dios para hacer de Moisés “un marido de sangre”. El complemento es algo objetivo, pero el corte es muy subjetivo. En la Biblia, el varón representa la verdad objetiva, mientras que la mujer representa la experiencia subjetiva. Por tanto, el complemento de Aarón era exterior y objetivo, pero el corte de Séfora era interno y subjetivo.

Si deseamos ser usados por el Señor en Su recobro, debemos llevar la señal de que hemos sido cortados. Esto no significa que debemos hablar del corte que hemos experimentado. Por el contrario, significa que debemos llevarlo en silencio. Que los demás digan que hemos sido cortados. En Éxodo 4, fue Séfora, y no Moisés, quien dijo que él era un “marido de sangre”.

Tanto en la vida de iglesia como en la vida matrimonial, debemos ser este “marido de sangre”. Si un hermano desea ser llamado verdaderamente por Dios, debe ser cortado de una manera subjetiva. Aprendemos mucho por medio del corte. A veces mi esposa me corta al restringir mi comida. Este corte me mantiene sano y me impide caer en extremos. Debido a su corte útil, no puedo satisfacer mis apetitos carnales en la comida. Por tanto, el corte (de Séfora) me impide vivir según la vida natural.

Fuera del recobro, es difícil que un grupo de cristianos permanezcan juntos por más de quince años porque nadie está dispuesto a ser cortado. En lugar del corte, usan la diplomacia. Las personas dispuestas a ser cortadas son las únicas que Dios puede usar. Toda persona útil es un “marido de sangre”. A diario y a toda hora, debemos experimentar la circuncisión de la vida natural. No es suficiente ver simplemente que somos pecaminosos. Nuestra vida natural también debe ser circuncidada, por nuestros familiares o los hermanos y las hermanas en la iglesia. Estoy dispuesto a ser cortado (restringido). Yo me presento con todo gusto a aquellos que me cortan. Este corte es el último aspecto del llamado de Dios. Solo después de haber sido cortados podemos llevar a cabo la comisión de Dios. Después de que Moisés fue cortado, él fue verdaderamente útil en las manos de Dios.

Cuando comparamos los aspectos del llamado de Dios en Éxodo 3 y 4 con el relato del Nuevo Testamento, vemos que todo lo que experimentó Moisés, Pablo también lo experimentó. Además, todo eso debe ser nuestra experiencia hoy: Debemos tener la visión de la zarza ardiente, el Dios Triuno ardiendo dentro de Sus redimidos y sobre ellos, este es el punto de enfoque de la revelación divina en las Escrituras. Entonces necesitamos conocer quien es Dios y lo que Él es. Además, necesitamos conocer al diablo, la carne, y el mundo. Después de eso, necesitamos el complemento y el corte. Si estamos dispuestos a vivir la experiencia subjetiva de la circuncisión en nuestra vida natural, entonces viviremos por la vida de resurrección, seremos útiles en las manos del Señor para cumplir Su propósito eterno, y estaremos preparados para llevar a cabo la comisión de Dios. Que todos los aspectos del llamado de Dios sean nuestra experiencia hoy en el recobro del Señor. 

Artículo relacionado:
http://josemariaarmesto.blogspot.com.es/2017/09/gilgal-cap-5-el-lugar-de-la.html

martes, 10 de julio de 2012

TOMANDO LA SERPIENTE POR LA COLA-LAS TRES SEÑALES DE MOISÉS (E.V. Éxodo, Witness Lee)

HOY COLGAMOS EL ESTUDIO COMPLETO PORQUE ES TAN BUENO QUE NO PODEMOS OMITIR NADA.

ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO

MENSAJE OCHO

LAS TRES SEÑALES



Hemos visto que el relato acerca del llamamiento de Moisés es el más completo en la Biblia en cuanto al llamamiento de Dios. Cuando Moisés fue a la parte más lejana del desierto y se encontró allí con Dios, él vio una señal, la cual era una zarza que ardía sin ser consumida. Esta señal era algo maravilloso, pero muy objetivo. En este mensaje, examinaremos las tres señales del capítulo cuatro, que son muy subjetivas.
Es importante que veamos la razón por la cual se dieron estas tres señales subjetivas. Al final del capítulo tres, el llamamiento de Dios a Moisés parecía completo. Moisés había visto la señal objetiva de la zarza ardiente, y él había oído la voz de Dios. Dios dio a Moisés una revelación plena de Sí mismo. Por tanto, en cuanto a Dios, el llamamiento de Moisés era completo, pero, por el lado de Moisés no era así. Éxodo 4:1 dice: “Moisés respondió diciendo: he aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: no te ha aparecido Jehová”. Esto indica que aunque Moisés había recibido una señal maravillosa y había oído la voz de Dios, él no había sido inspirado ni conmovido. Por esta razón, se le dieron las tres señales del capítulo cuatro. Estas señales serían evidencia concluyente de que Moisés había sido verdaderamente llamado por Dios. El principio es el mismo con los llamados de Dios hoy en día. Todo aquel que pretende ser llamado por Dios debe tener la marca de estas tres señales subjetivas.
Es significativo que el Señor mostró tres señales a Moisés, no dos ni cuatro ni otra cantidad de señales. En la Biblia, el número tres es significativo. Puesto que Dios es Triuno, el número tres está relacionado con la economía de Dios, con Su dispensación. En Lucas 15 vemos tres parábolas relacionadas con el Hijo, el Espíritu y el Padre. Pero en Éxodo cuatro hay tres señales, acerca de la serpiente, la lepra y la sangre.
Como todo lector de la Biblia sabe, la serpiente representa a Satanás. En Génesis 3 vemos a Satanás como la serpiente sutil. La serpiente en Éxodo 4 es la misma serpiente que en Génesis 3 aquella que es llamada “la serpiente antigua” en el libro de Apocalipsis (12:9; 20:2). Toda persona llamada no solo debe conocer a Dios, sino también a la serpiente. No solamente debemos saber cómo hablar con Dios, tener contacto con Dios, cómo tener comunión con El, y confiar en El; también debemos ser capaces de vencer a la serpiente.
La lepra es la segunda señal y es un asunto de putrefacción, corrupción, inmundicia de la carne de pecado. Según el Antiguo Testamento, cada leproso tenía que declarar abiertamente que él era inmundo. El pecado representado por la lepra no es el pecado exterior, sino el pecado subjetivo, el pecado en nuestra carne. La putrefacción, corrupción e inmundicia proceden de este pecado.
La tercera señal es la del agua que se vuelve sangre. Aquí la sangre representa la muerte introducida por el mundo con sus deleites. Por tanto, la sangre en la tercera señal está relacionada con el mundo.
La serpiente, la lepra, y la sangre están relacionadas respectivamente con Satanás, el pecado en la carne y la muerte introducida por el mundo. Los que han sido llamados por Dios no deben tener solamente la señal objetiva de la zarza ardiente, sino las señales subjetivas de la serpiente, la lepra y la sangre. Como llamados, necesitamos algunas experiencias subjetivas, algunas evidencias subjetivas, para mostrar a los demás que hemos sido verdaderamente llamados por Dios y mandados por Él. Estas evidencias son la capacidad de vencer al diablo, la carne pecaminosa y la muerte introducida por el mundo. Suponga que cierta persona acude a usted pretendiendo ser enviada por Dios. Si esta persona no sabe cómo vencer a Satanás, a la carne y al mundo, usted no debe creer que es un enviado. La señal de una zarza ardiente no es una prueba adecuada para demostrar que alguien ha sido llamado por Dios. Una persona llamada debe ser capaz de vencer a la serpiente, la lepra y la sangre.
Hemos señalado que Éxodo es un libro de cuadros. ¡Qué cuadros maravillosos tenemos en el capítulo cuatro! En estos cuadros, vemos a Satanás, la carne pecaminosa, y el mundo de muerte. Si sabemos cómo vencer estas cosas, entonces seremos verdaderamente los enviados de Dios. Es crucial que todos sepamos el significado de las tres señales subjetivas en este capítulo y que tengamos estas experiencias.

I. UNA VARA QUE SE CONVIERTE EN SERPIENTE


A. La vara representa las cosas en que confiamos

Cuando Dios llamó a Moisés, él tenía una vara en la cual confiaba. Quizá cuando Moisés hablaba con Dios, él como hombre mayor, se apoyaba en esa vara. Su vara era su apoyo. Por tanto, la vara representa las cosas en las cuales confiamos.

B. La vara es echada en tierra
y es expuesta como una serpiente

Moisés estaba renuente a aceptar el llamamiento de Dios; él protestó diciendo que los hijos de Israel lo rechazarían afirmando que el Señor no se le había aparecido. Por tanto, el Señor le dijo a Moisés acerca de la vara: “échala en tierra. Y él la echó en tierra y se hizo una culebra; y Moisés huía de ella” (v. 3). Cuando la vara fue echada al suelo, la serpiente que se escondía allí quedó expuesta. Aún antes de que la vara fuese echada, la serpiente ya estaba allí pero de una manera muy escondida. La Biblia revela que la serpiente intenta siempre esconderse en algo, detrás de algo o debajo de algo. En realidad, la vara en la cual se apoyaba Moisés era la serpiente, Satanás. A los ojos de Moisés, la vara era simplemente una vara sobre la cual él podía apoyarse, pero a los ojos de Dios, era la serpiente, cuya meta consistía en usurpar al hombre.
Todas las cosas en que nos apoyamos son una vara. Por ejemplo, si un hermano confía en su trabajo, éste se convierte en una vara para él. Sin embargo, para Dios la serpiente está escondida en ese trabajo porque desde este escondite, Satanás, la serpiente, busca usurpar al hermano. Podemos confiar en muchas personas o cosas: nuestra esposa o esposo, padres, hijos, capacidad, educación, propiedades, cuenta bancaria. La Biblia nos muestra que todas las cosas en que confiamos se convierten en la serpiente que usurpa. En la actualidad Satanás usurpa a toda la humanidad al esconderse él mismo dentro de las varas sobre las cuales se apoya la gente.
Todo aquel que ha sido llamado por Dios debe darse cuenta de que toda cosa sobre la cual se apoya es un escondite para la serpiente. El usurpador, enemigo de Dios, puede esconderse en cualquier cosa, asunto o persona en que nos apoyamos. Con el transcurso de los años, he aprendido a confiar en el Señor y no a apoyarme en ninguna clase de vara.
Observe por favor que Dios no le ordenó a Moisés que se deshiciera de su vara. Por el contrario, Él le pidió a Moisés que la echara en tierra para que su verdadera naturaleza quedase expuesta. Aquí el punto es que todo lo que sea nuestra vara: nuestro marido o esposa, educación, trabajo, capacidad, cuenta bancaria, debe salir temporalmente de nuestras manos. Si la vara permanece en nuestra mano con la cabeza arriba, la serpiente no quedará expuesta. Pero si la echamos en tierra, entonces veremos con nuestros propios ojos, que nuestra vara en realidad es una serpiente. Éxodo 4:3 afirma que cuando la vara de Moisés se hizo serpiente, “Moisés huía de ella”. Esta vara debe haber estado en posesión de Moisés durante muchos años y debe haber sido preciada para él. Pero cuando fue echada, dejó de ser agradable para él porque la serpiente que se había escondido dentro de ella durante este tiempo quedó expuesta.

C. Cuando se toma a la serpiente por la cola se convierte en una vara de autoridad

El versículo 4 dice: “entonces dijo Jehová a Moisés: extiende tu mano, y tómala por la cola. Y él extendió su mano, y la tomó, y se volvió vara en su mano”. El Señor quiere que echemos nuestras varas en tierra, y no que nos deshagamos de ellas. No se deshaga de su educación ni de sus ahorros: échelos en tierra. Después de que la serpiente escondida haya quedado expuesta, debemos levantarla por la “cola”. Esta es la mejor manera de vencer a la serpiente. Si usted toma una serpiente por la cabeza, puede morderle. Pero si usted la toma por la cola, perderá su poder y quedará rígida.
El cuadro de Moisés tomando la serpiente por la cola muestra que debemos solucionar las cosas de manera opuesta a la práctica de la gente del mundo. Lo que hace u obtiene la gente del mundo es para ellos mismos. Pero todo lo que hacemos y todo lo que tenemos debe ser para el Señor. Por ejemplo, cuando la gente mundana se casa, su vida matrimonial es para ellos mismos. Pero nuestra vida matrimonial debe ser para el Señor. En el mismo principio, cuando la gente mundana va a la universidad, lo hace para su propio beneficio. Pero los jóvenes en el recobro del Señor deben asistir a la universidad y estudiar diligentemente no para ellos mismos, sino para el Señor. Este principio se puede aplicar a nuestra relación con todo el mundo y con todas las cosas. Todo debe ser para el Señor.
Si tenemos cierta cosa o si hacemos algo de una manera común, es decir, al hacerla o tenerla para nosotros mismos, entonces nuestra vara tiene la cabeza de la serpiente arriba y la cola de la serpiente abajo. Pero si tomamos la serpiente por la cola, la manejamos de una manera opuesta a la de este mundo. Debemos llevar una vida matrimonial y una educación correcta; no obstante, no debemos tener estas cosas de una manera común, a la manera del mundo, sino a la manera del Señor. La manera del Señor siempre hace que la serpiente pierda poder y quede paralizada.
En la década del 30 visité a una de las universidades más destacadas de China, una universidad renombrada por la alta calidad de su escuela de medicina. Muchos hermanos en el Señor estudiaban allí. No obstante, después de casarse, casi todos estos hermanos fueron distraídos y se alejaron del Señor, principalmente por causa de sus esposas. Estos hermanos no sabían cómo tomar su matrimonio por la “cola”.
La Biblia no nos pide renunciar a nuestro vivir humano en lo absoluto. Por el contrario, debemos tener un vivir adecuado. Por ejemplo, la Biblia no prohíbe que los jóvenes logren una buena educación. Pero los jóvenes deben aprender a tomar su educación por la “cola”. Los jóvenes también necesitan casarse; sin embargo, al hacer eso, no deben tomar la serpiente por la cabeza, sino por la cola. Esto significa que ellos no se casan conforme a la manera común, sino que deberían casarse de una manera que no es común, una manera que es para Dios. Esta manera es opuesta a la práctica común de la gente del mundo. Todos los hermanos casados deben amar a sus esposas, pero no deben amar a sus esposas de una manera común, es decir, al tomar la serpiente por la cabeza, sino de la manera que no es común, es decir, tomándola por la cola. En todos los aspectos de nuestro vivir humano, desde ir de compras hasta el corte de pelo, debemos tomar las cosas por la “cola. Todo puede ser un escondite para la serpiente. Aún en cada detalle de nuestro diario vivir práctico, la serpiente usurpadora está escondida, lista para morder a aquel que la toma por la cabeza en lugar de tomarla por la cola. Todo aquel que pretende ser enviado por el Señor debe saber que la serpiente se esconde en cada persona, en cada asunto, y en todas las cosas. Además, debe saber cómo echar este lugar escondido en tierra y cómo solucionar esta situación por la “cola”.
Finalmente, la serpiente que es tomada por la cola se convertirá en una vara de autoridad (4:4, 17; Lc. 10:19). Cuando Moisés tomó la serpiente por la cola, la serpiente se convirtió en la vara por la cual Moisés fue capaz de realizar señales (4:17). Esto indica que en las manos de Moisés, la vara transformada se convirtió en una vara de autoridad. Si somos las personas que manejan toda situación por la “cola”, tendremos poder, autoridad. Entonces la vara que tenemos no es una vara natural, sino una vara transformada. Esta vara está ahora en una posición invertida. Es esta clase de vara que constituye nuestra autoridad.
Hoy muchos cristianos hablan de poder. Pero cuanto más hablan de poder, menos poder tienen. No tienen el poder de vencer a la serpiente escondida. Nosotros los que somos ministros de Cristo, tenemos autoridad solamente al manejar las situaciones por la “cola”. Por ejemplo, si un hermano sabe como manejar la situación con su esposa por la “cola”, espontáneamente él tendrá autoridad. Sin embargo, yo he visto a muchos buenos hermanos, dotados y calificados pero con un punto muy débil: ellos daban demasiada importancia a sus esposas y les permitieron convertirse en la cabeza. Como resultado, estos hermanos perdieron poder y eran inútiles.
Si queremos ser llamados por Dios y enviados por Él, debemos aprender a manejar a nuestros maridos o esposas, a nuestros hijos, y a todas las situaciones, no de una manera ordinaria, una manera común, la manera natural, sino de una manera totalmente distinta, por la “cola”. Si manejamos a una persona o cosa de una manera natural, ésta se convertirá en un escondite de la serpiente.
Moisés no usó su vara de una manera común. Si él la hubiera usado de una manera ordinaria, la serpiente todavía habría estado escondida dentro de ella. Sin embargo, después de echar la vara, la serpiente escondida quedó expuesta. Esto indica que a menudo debemos alejarnos de una situación y esperar para ver lo que sale de ella. Al mantenernos alejados de las cosas en que nos apoyábamos, su verdadera naturaleza quedará expuesta. Entonces diremos: “Esto no es algo querido ni agradable; es una serpiente tremenda”. En ese mismo momento Dios nos pedirá tomar la serpiente por la cola. Si la vara que se hace serpiente es nuestra esposa, debemos volverla a tomar y quererla de una manera totalmente nueva; debemos tomar toda la situación por la “cola”. Cuando usted se casa, no puede abandonar la vida matrimonial. Los que hacen eso son inútiles para con el Señor. Usted debe permanecer casado, pero no de una manera común. Es fácil casarse de la manera común o abandonar la vida matrimonial. Esta es la razón por la cual existen tantos divorcios en este país. En lugar de tomar una de estas determinaciones, debemos tomar nuestro matrimonio por la “cola” y manejarlo para el Señor.
La señal de una vara que se hace serpiente es el cuadro de una experiencia muy subjetiva. Las personas o las cosas sobre las cuales nos apoyamos deben finalmente ser echadas y luego ser tomadas de nuevo cuando el Señor lo indique. Cuando los santos jóvenes están desilusionados por una situación particular, quizá quieran solucionarla al deshacerse de ella. Debemos alentarlos firmemente a no hacer eso. En lugar de deshacerse de ella, deben conservarla, no para ellos mismos ni por ellos mismos, sino para el Señor y por el Señor. No maneje ninguna situación por su capacidad natural; manéjela por la gracia. Manejarla por la gracia consiste en tomarla por la “cola”. Que todos aprendamos a manejar las cosas para el Señor y por Su gracia. Si hemos aprendido esta lección, esto es una señal firme, una evidencia clara de que hemos sido llamados por el Señor y enviados por él. Como llamados de él, sabemos cómo manejar cada situación como si fuese un escondite para la serpiente, y sabemos cómo vencer a la serpiente al tomarla por la “cola”. De esta manera tenemos autoridad.

II. LA MANO LE QUEDA LEPROSA


A. Al ponerla en su pecho

En el versículo 6, el Señor le pidió a Moisés que pusiera su mano en el pecho. Moisés pudo haber pensado que al colocar su mano en el pecho, él encontraría una perla, un diamante, o algún tesoro precioso. Por el contrario, la mano de Moisés quedó leprosa. El pecho representa lo que está dentro de nosotros, y la lepra representa el pecado (Ro. 7:17-18). Esto indica que además de conocer a Satanás, debemos también conocer la carne. La vara sobre la cual nos apoyamos es una serpiente, pero la carne es la corporificación de la lepra. Debemos saber que en nuestra carne, somos leprosos. En nuestra carne, no hay nada bueno, sino solamente lepra. Si tocamos la carne, quedaremos leprosos.
En los versículos 2 al 6, el Señor parecía decir: “Moisés, me pediste una prueba de que Yo te he enviado. La prueba es que Tú sabes cómo vencer a la serpiente. Otra prueba es que te des cuenta de que tu carne no es más que lepra. Moisés, coloca tu mano en tu pecho y verás lo que saldrá de ti”.
Existe un dicho que dice que una persona que se considera a sí misma como buena, debe colocar su mano en su corazón durante la noche y reconsiderar lo que realmente es. Si usted hace eso, descubrirá cuan malo es. Quizá cuando usted esté en compañía de otras personas, se puede jactar de su propia bondad. Pero cuando usted considera lo que está en su corazón durante la noche, verá que dentro de usted no hay más que lepra, nada más que pecado.
Alguien que se jacta de su bondad no es una persona llamada por Dios. Toda persona llamada se da cuenta de que dentro de ella hay lepra. Después de que a Moisés se le dio la señal de la mano que se vuelve leprosa, él sabía que su carne era la corporificación de la lepra. Moisés pudo haber dicho: “Antes de que el Señor me mostrara esta señal, pensaba que era bastante bueno. Pero cuando Dios me pidió que pusiera mi mano en mi pecho y que la sacara de nuevo, mi mano quedó leprosa. Esto me mostró que en mi carne no había más que lepra”.
Hoy en día todo aquel que es usado por el Señor en la iglesia debe tener esta conciencia acerca de su carne. Conocer la carne de esta manera subjetiva es una evidencia de que el Señor nos ha llamado y enviado. Como llamados y enviados, debemos llevar la señal que indica que nada bueno mora en nuestra carne. Todos estamos constituidos de lepra, somos la corporificación del pecado, de la putrefacción, de la corrupción, y de la inmundicia. Si no cree esto en cuanto a su carne, le sugiero que en el silencio de la noche, cuando todo esté tranquilo, toque su conciencia y escuche lo que le dice en cuanto a usted. Revelará que su carne no es más que lepra.
Los enviados de Dios deben conocer la carne hasta este punto. Cuando Isaías fue llamado por el Señor, él exclamó: “¡Ay de mí! Que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al rey, Jehová de los ejércitos” (Is. 6:5). Si nos encontramos con el Señor, esa reunión expondrá nuestra carne a nuestros propios ojos. Sabremos que dentro de nuestra carne sólo hay lepra.
En estos días hemos oído que todos los santos pueden ser los apóstoles y profetas de hoy. Pero si deseamos ser estos dones para el cuerpo, debemos saber que nuestra carne es la encarnación de la putrefacción, de la corrupción, de la inmundicia y del pecado. Es la corporificación misma del pecado. Ninguno de nuestros logros exteriores y ninguna de nuestras capacidades naturales pueden calificarnos como enviados. Para ser calificados debemos ver que en nuestra carne no hay nada bueno.

B. Somos limpiados al obedecer
la palabra del Señor

En el versículo 7, el Señor dijo a Moisés: “Vuelve a meter tu mano en tu seno”. Entonces Moisés “volvió a meter la mano en su seno; y al sacarla de nuevo del seno he aquí que se había vuelto como la otra carne”. Esto indica que la mano leprosa de Moisés fue limpiada por su obediencia a la Palabra del Señor. Obedecer la palabra del Señor consiste en obedecerle a Él. La desobediencia al Señor es el elemento básico del pecado. Cuando obedecemos al Señor y guardamos Su palabra, Su poder limpiador estará con nosotros y seremos lavados.

III. EL AGUA SE CONVIERTE EN SANGRE


Para la tercera señal, el Señor dijo a Moisés: “Toma de las aguas del río y derrámalas en tierra; y se cambiarán aquellas aguas que tomarás del río y se harán sangre en la tierra” (v. 9). Este río es el Nilo, que irrigaba al país de Egipto. El agua del Nilo representa el suministro terrenal y el disfrute terrenal. Según la Biblia, Egipto es rico en comida y en disfrute producidos por el Nilo. Lo que el agua del Nilo produce, aparentemente es suministro y disfrute. Pero a los ojos de Dios no es más que muerte. Todo el suministro, el disfrute y el entretenimiento del mundo son muerte. No obstante, para darnos cuenta de esto, debemos derramar el agua del Nilo sobre la tierra. Según Génesis 1, la tierra es la fuente que produce la vida. Cuando el disfrute mundano y el suministro terrenal son derramados sobre lo que produce vida, inmediatamente la muerte, representada por la sangre, quedará expuesta. Si usted conserva el agua del Nilo en un pozo, una vasija, una jarra, usted todavía considerará esta agua como la fuente de suministro y disfrute. Pero si usted la derrama sobre la tierra, la muerte quedará inmediatamente expuesta. Por tanto, la tercera señal revela que todo el suministro terrenal y el disfrute mundano no son más que muerte. Todos los deportes y entretenimientos en los cuales se complace la gente hoy son diferentes formas de muerte. El suministro mismo que nos proporciona el mundo también es muerte.
El agua del mundo en realidad no es agua; sino sangre. La gente mundana no bebe agua, sino sangre, es decir, muerte. Todo lo que disfrutan del mundo es muerte. Una persona llamada debe saber lo que es el mundo. Para la gente del mundo, el agua del Nilo es maravillosa. Sin embargo, para nosotros, es sangre. Los que han sido llamados por Dios deben poder decir a Su pueblo que no se queden en Egipto para beber el agua del Nilo, sino que salgan de Egipto y vayan al desierto a beber del agua de la peña hendida.
Además de conocer a Satanás y a la carne, debemos conocer al mundo. En el Nuevo Testamento, Satanás, la carne, y el mundo son vencidos continuamente. Aquellos que han sido llamados por Dios y enviados por Él conocen a la serpiente, la lepra y la sangre, es decir, conocen a Satanás, la carne, y el mundo. Según el Nuevo Testamento, Satanás se opone a Cristo (1 Jn. 3:8); la carne se opone al Espíritu Santo (Gá. 5:17); y el mundo se opone al Padre (1 Jn. 2:15). Por consiguiente, Satanás, la carne y el mundo se oponen al Dios Triuno en Su dispensación. Debido a Satanás, a la carne y al mundo, la dispensación de Dios no se ha llevado a cabo todavía. En la economía de Dios tal como la vemos en las tres parábolas de Lucas 15, el Hijo viene a buscar a los caídos y el Espíritu los ilumina para llevarlos de nuevo al Padre. Pero el diablo trabaja contra el Hijo, la carne lucha contra el Espíritu, y el mundo frustra a la gente y le impide regresar al Padre.
Todo aquel que es enviado por el Señor debe saber cómo tomar a la serpiente por la cola, vencer la lepra, vencer al mundo con su suministro y su disfrute. Si carecemos de estas tres calificaciones, entonces no somos llamados por Dios y por lo tanto no podemos ser Sus enviados. En una persona que Dios ha llamado, Satanás, la carne, y el mundo han perdido su terreno.
El hecho de que Éxodo 4 relata estas tres señales demuestra que la Biblia es inspirada divinamente. Ningún autor humano podría escribir estas cosas. En el capítulo tres de Éxodo, Dios mostró a Moisés una zarza que ardía sin ser consumida. Después de eso, en el capítulo cuatro, el Señor mostró a Moisés tres señales subjetivas para que él tomara conciencia de lo que son Satanás, la carne y el mundo. Esto indica que alguien que ha sido llamado debe tener primero la visión de la zarza ardiente. Entonces él necesita alguna experiencia subjetiva para conocer a Satanás, a la carne y al mundo.
¡Alabado sea el Señor por las señales de aquel que es llamado y enviado por Dios! Le damos gracias al Señor por el cuadro claro de estas señales en Éxodo 4. En estos días, muchos santos anhelan ser útiles en las manos del Señor. Pero como mencionamos en este mensaje, si queremos ser útiles para el Señor, debemos conocer a la serpiente, la lepra y la sangre, es decir, debemos saber cómo vencer a Satanás, a la carne y al mundo.

Otra visión de las tres señales aquí:
http://josemariaarmesto.blogspot.com.es/2014/12/las-tres-senales-de-moises-versus-las.html