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lunes, 17 de septiembre de 2012

PUEBLO DEL OCTAVO DÍA. EL ROMANCE DE DIOS CON EL HOMBRE (E.V. Éxodo, Witness Lee)


En el transcurso de los siglos, Dios ha tenido un romance con el hombre. Dios creó al hombre con el propósito de tener un complemento (Gn. 1:26). Al crear al hombre, El no quería siervos. Si leemos la Biblia con pureza, sin ningún concepto, nos daremos cuenta de que el propósito de Dios al crear el hombre era ganar un complemento. Dios no es un luchador; El es un enamorado. El creó al hombre a Su imagen como su enamorado. Esto significa que El creó al hombre para amarlo a El. En la eternidad, Dios estaba solo; incluso podemos decir que El era solitario. Su deseo de tener un amor no podía ser satisfecho por los ángeles. Por consiguiente, Dios creó al hombre conforme a Su propio ser. Dios es amoroso, y El desea que el hombre lo ame a El. De esta manera, habrá una relación mutua de amor entre Dios y la humanidad, aquellos que fueron creados para ser Su complemento.


ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO

MENSAJE CINCUENTA Y CINCO

GUARDAR LA LEY AL AMAR A DIOS,
A SU PALABRA Y SER UNO CON EL
(2)

Lectura bíblica Gn. 1:26; Jer. 31:3, 32; 2:2; Jn. 3:29; Mt. 9:15; Ef. 5:25-27; 2 Co. 11:2; Ap. 19:7; Jn. 21:15-17; 2 Co. 5:14-15; Jn. 14:21, 23; Cnt. 1:2-4.


...


IV. GUARDAR LA LEY DE DIOS AL SER UNO CON EL


En el mensaje anterior, hemos señalado que guardamos la ley de Dios amándolo a El. Además, guardamos la ley de Dios al ser uno con El. Esta unidad está relacionada con el hecho de que la ley era un contrato de compromiso, un pacto de desposorio. Al dar la ley, la meta de Dios consistía en unir a Su pueblo con El como una esposa se une a su marido. Entonces la ley impartiría la sustancia de Dios dentro de ellos, los introduciría en El, y los uniría con El en vida y naturaleza. Esta unión de Dios con Su pueblo en vida y naturaleza está representada en tipología por Adán y Eva en Génesis 2:18-24. Todo esto indica que la ley de Dios sólo puede ser guardada por los que aman a Dios y son uno con El en vida, naturaleza y expresión.

La Biblia es verdaderamente un libro de cortejo, y nuestro Dios es un Dios que corteja. Algunas personas no estarán de acuerdo con esta declaración. Pero debemos reconocer que ésta es una verdad, a menos que descartemos la Biblia. La Biblia revela claramente que Dios es un hombre que corteja.

Muchos cánticos del evangelio hablan del llamado del Señor, y muchos predicadores dicen que los creyentes son un pueblo llamado por Dios. Por supuesto, esto es cierto. No obstante, el llamado que hace Dios a los pecadores es Su manera de cortejarlos. Su llamado es Su cortejo, y los que le corresponden no solamente serán salvos, sino que también serán Su novia que lo aman a El con afecto.
Por la soberanía del Señor, el Cantar de los Cantares está incluido en las Escrituras. No obstante, algunos cristianos no están de acuerdo con el hecho de que el Cantar de Cantares sea parte de la Biblia, pues lo consideran como un libro seglar y no como un libro sagrado. Pero de hecho, el Cantar de Cantares es el más sagrado de los libros. En este libro, la que ama dice: “Yo soy de mi amado, y mi amado es mío” (6:3). Si no tuviéramos Cantar de Cantares, probablemente no tendríamos esa expresión acerca de nuestra relación con el Señor. El himno titulado “Amado con amor eterno” declara en el coro: “Soy suya, y El es mío”. Esto se refiere al Cantar de Cantares. Decir que “Pertenezco a mi amado” no significa que El es nuestro maestro y nosotros Sus siervos. Significa que somos Su amada. Esta relación no es la relación de un amo con su esclavo, sino la relación afectuosa entre el marido y la esposa. Cantar de Cantares es el libro más romántico que se ha escrito. No obstante, este libro trata de la relación amorosa entre Dios y Su pueblo escogido. Presenta un cuadro de la vida matrimonial de Cristo y de aquellos que lo aman a El.
Les recuerdo que el tema de este mensaje es guardar la ley de Dios al amarlo a El y a Su palabra y al ser uno con El. Guardar la ley de Dios tiene mucho que ver con amarlo a El como una esposa ama a Su marido. Hemos señalado repetidas veces que al dar la ley, Dios cortejaba a Su pueblo. Puesto que la ley fue dada como un contrato de compromiso, no debemos intentar guardarla sin amar al Señor y sin ser uno con El.
Algunos instructores cristianos piensan que en el Nuevo Testamento, Dios ha abandonado la ley. Esto no es cierto en absoluto. El contenido de la ley junto con la redención deben ser considerados como parte de la Biblia entera. Además, en cuanto a la ley de Dios, el contenido del Nuevo Testamento es esencialmente el mismo que el de los Diez Mandamientos. Por ejemplo, toda la Biblia declara que no debemos tener otro Dios que el único Dios verdadero. Dios es celoso, y no debemos tener ningún otro Dios aparte de El. Pablo se refiere a los celos de Dios en 2 Corintios 11:2, donde él indica que debemos ser una virgen casta para Cristo. El Señor debe ser nuestro único amado. Vemos esto no solamente en los Diez Mandamientos, sino en todas las Escrituras.
Toda la Biblia enseña que no debemos adorar ídolos. Esta exhortación no se limita a los Diez Mandamientos. Además, la Biblia nos enseña a usar correctamente el nombre del Señor y a jamás tomarlo en vano. Vemos una vez más, que este mandamiento no se limita a la ley.
En principio, ni siquiera el cuarto mandamiento, que trata de guardar el sábado, se restringe a la ley. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, el pueblo de Dios debía de tener un día de conmemoración como señal de que pertenecían al Señor. En la vieja creación, ese día era el sábado, el séptimo día de la semana. Pero en la nueva creación, es el octavo, el primer día de la semana, el día de la resurrección de Cristo. Como aquellos que viven en la nueva creación en resurrección, nuestro día de conmemoración es el octavo día, ya no es el séptimo. En la nueva creación, el día ha cambiado para nosotros, pero el principio no ha cambiado. Durante el milenio, la humanidad restaurada seguirá guardando el séptimo día (Is. 66:23). Basándose en este hecho, los adventistas del séptimo día argumentan que los creyentes en esta era deben seguir guardando el sábado. No obstante, en el milenio venidero, el sábado no será guardado por la gente regenerada de Dios, sino por la humanidad restaurada, preservada, sin ser regenerada. Ellos serán restaurados al estado del hombre en el tiempo de la creación, pero no tendrán la vida divina en resurrección. Mientras que ellos serán el pueblo del séptimo día, nosotros somos los del octavo día. En todo caso, la Biblia enseña que el pueblo de Dios debe tener un día particular como señal de su separación para el Señor.
Hemos visto que los primeros cuatro mandamientos son exaltados en todas las Escrituras. Pasa lo mismo con los seis últimos mandamientos acerca de honrar a los padres, en cuanto a no matar, no cometer adulterio, no robar, no dar falso testimonio y no codiciar. Si abandonamos la ley, ponemos a un lado toda la Biblia. Aunque no debemos abandonar la ley, debemos tener cuidado de no abusar de ella, ni de usarla incorrectamente. Tanto la ley en particular como la Biblia en su conjunto deben ser usadas correctamente. Si intentamos guardar la ley sin tener contacto con Dios, abusaremos de ella. Del mismo modo, si tomamos la Biblia sin tocar al Señor, usaremos las Escrituras incorrectamente.
Los judaizantes cometieron el error de intentar cumplir la ley sin tener contacto con Dios. Por consiguiente, no llegaron a ser Su complemento, aquellos que guardan Su ley al amarlo a El y al ser uno con El. En principio, muchos cristianos cometen el mismo error hoy en día. Ellos leen y estudian la Biblia, pero lo hacen sin tener contacto con el Señor. Mientras enseñan a otros el conocimiento bíblico, no los alientan a tener contacto con el Señor en la palabra. Por consiguiente, se convierten en los judaizantes contemporáneos, abusando de la Palabra de Dios y usándola incorrectamente.
Nosotros en el recobro del Señor apreciamos el orar-leer la Palabra. No queremos leer la Biblia sin tener contacto con el Señor de una manera viviente. Debemos tener cuidado de no leer la Biblia sin orar ni tocar al Señor. Si tenemos contacto con el Señor en la Palabra, seremos uno con El de una manera práctica en nuestra experiencia. Entonces llegaremos a ser Su complemento.
Al amar al Señor como nuestro amado y al ser uno con El, aun llegando a ser Su amada, Su palabra se convertirá en nuestro suministro de vida. La ley es la condensación de Su palabra.
Cuando tenemos contacto con el Señor directa e íntimamente, siendo uno con El, Su palabra nos suministra vida. Por esta vida, crecemos, llegamos a ser Su expresión, y vivimos de una manera que corresponde con lo que El es.
Este vivir corresponde con la ley de Dios y con Su palabra. Esta es la manera correcta de usar la ley de Dios y Su Palabra.

domingo, 29 de julio de 2012

LA CIRCUNCISIÓN NOS TRASLADA A LA ESFERA DE LA RESURRECCIÓN (E.V. Génesis Witness Lee)


ESTUDIO-VIDA DE GÉNESIS

MENSAJE CUARENTA Y NUEVE

CONOCER LA GRACIA
PARA CUMPLIR EL PROPÓSITO DE DIOS:
LA CIRCUNCISIÓN QUE CUMPLE
EL PROPÓSITO DE DIOS

(Anotaciones en letra color azul añadidas por el blog)



En el libro de Génesis están sembradas a modo de semillas casi todas las verdades divinas. En este mensaje llegamos a una verdad importante y fundamental de la Palabra santa, una verdad sembrada en Génesis 17: la circuncisión.

Si queremos entender la circuncisión, debemos ver los dos puntos principales de la revelación divina presentada en la Biblia. El primero es que el propósito eterno de Dios consiste en que Él sea expresado y representado por el hombre en la Tierra. Toda la Biblia revela este asunto, desde el primer capítulo de Génesis hasta el último capítulo de Apocalipsis. El segundo punto se relaciona con la manera en que Dios cumple Su propósito, la cual consiste en forjarse en el hombre como vida y como el todo para el hombre, a fin de que éste sea Su expresión y representación. El cumplimiento del propósito de Dios no depende de lo que nosotros podamos hacer, sino de que Dios se forje en nosotros. Si vemos estos dos aspectos, entonces podremos entender las verdades fundamentales de la Biblia.

Dios, con miras al cumplimiento de Su propósito eterno, llamó a Abraham a salir de Caldea, un país de demonios y de idolatría. Como ya vimos, Abraham no respondió de inmediato al llamado de Dios, sino que vaciló deteniéndose en el lodo y el agua. Su padre lo trajo a Harán, un lugar ubicado a medio camino. Por la misericordia de Dios, Abraham respondió a casi todo el llamado de Dios en Harán, atravesó el gran río, y llegó al lugar donde Dios lo quería. Ese lugar estaba cerca de la ciudad pecaminosa de Sodoma. No le resultó fácil a Abraham permanecer en el lugar donde Dios lo quería, y poco tiempo después descendió a Egipto. Sin embargo, por la soberanía de Dios, este Abraham, que salió de la Caldea demoníaca, que abandonó Harán, ubicada a medio camino, y que venció la Sodoma pecaminosa, fue liberado del Egipto mundano y devuelto al lugar que Dios había escogido.

Debemos recordar los nombres de tres personas muy importantes relacionadas con Abraham: Lot, Eliezer y Agar. Abraham tomó a Lot consigo cuando salió de Harán, y probablemente consiguió a Eliezer en Damasco y a Agar en Egipto. Ninguno de estos tres ayudó a Abraham; cada uno de ellos fue un problema. Dios rechazó a estas tres personas. Abraham usó su fuerza natural para producir, con la colaboración de Agar, su obra maestra: Ismael. Sin embargo, Ismael fue rotundamente rechazado por Dios.

6) La circuncisión cumple el propósito de Dios

Con este antecedente, llegamos ahora a la circuncisión (17:9-14). Por la época de Génesis 17, Abraham había sido privado de todos los lugares donde había estado y de todas las personas importantes que había adquirido. Caldea y Harán formaban parte del pasado, y no tenían nada que ver con Egipto. El estaba en la Tierra que Dios le había prometido, aunque todavía no le había sido entregada. Por consiguiente, Abraham no tenía a Caldea, ni a Harán, ni a Egipto, ni a Sodoma, y tampoco tenía una parcela en la Tierra Prometida. Además, Lot se había apartado de él, y tanto Eliezer como Ismael habían sido rechazados por Dios. Abraham se había quedado solo con Sara. Eran dos personas entradas en años que no habían ganado nada ni podían hacer nada. Tal vez Abraham haya mirado a Sara y le haya dicho: “¿Qué haremos? No tenemos nada y no podemos hacer nada”. En ese momento, Dios se reveló a Abraham como El-Shaddai, el Todopoderoso que todo lo provee. Entonces Dios le dijo a Abram que su nombre debía ser cambiado por Abraham y que el nombre de su esposa debía cambiarse de Sarai a Sara. Después, Dios le dijo a Abraham que debía circuncidarse. Abraham había sido despojado de todos los lugares y de todas las personas. Lo único que le quedaba era él mismo. Dios vino para poner fin al ego de Abraham, su carne, su fuerza natural y su capacidad natural. Este ego, la carne y la fuerza natural, habían de ser cortados, circuncidados. Si fuésemos Abraham, probablemente habríamos dicho: “Dios, ¿no ves que me has privado de muchas cosas? A nadie le ha sucedido eso en toda la Tierra. Todos tienen un lugar propio, pero yo no tengo nada. ¿Qué harás ahora: quitarme la vida?”. Dios quizás haya contestado: “Abraham, tienes razón. Te he quitado Caldea, Harán, Egipto, a Lot, a Eliezer, a Agar y a Ismael. Ya no te destituiré más, pero sí te cortaré a ti. Lo que has conseguido por ti mismo te ha sido quitado, y lo que eres debe ser cortado ahora”. Esta es la circuncisión.

¿Por qué es necesaria la circuncisión? Por una parte, Dios necesita al hombre para cumplir Su propósito; y por otra, no quiere nada del hombre. No obstante, ninguno de los llamados diría: “Dios, quiero entregarme incondicionalmente a Ti, pero no deseo que nada mío interfiera. Estoy dispuesto a que tomes todo lo que tengo y le pongas fin a todo lo que soy”. Por el contrario, todos dicen: “Alabado sea el Señor porque me llamó. De ahora en adelante, todo lo que tengo y lo que soy será para Él”. Considere el ejemplo de Pedro. Durante tres años y medio, el Señor dijo a Sus discípulos que debían amarle a Él y seguirle. Sin embargo, ninguno de los discípulos entendía que el Señor no quería nada de ellos. Cuando el Señor dijo a los discípulos que todos tropezarían a causa de Él, Pedro contestó: “Aunque todos tropiecen por causa de Ti, yo nunca tropezaré”, y “Aunque me sea necesario morir contigo, de ninguna manera te negaré” (Mt. 26:33,35). Mas el Señor le dijo a Pedro: “De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces” (Mt. 26:34). Aparentemente el Señor le decía a Pedro: “Pedro, no te jactes. No tienes por qué jactarte. Esta noche me negarás tres veces”. Efectivamente, Pedro negó al Señor tres veces, y estas negaciones en realidad fueron una circuncisión práctica. El Pedro orgulloso y seguro de sí mismo fue despedazado por el cuchillo de la circuncisión, que constituyó su acción de negar al Señor.

Todos debemos ver que Dios nos necesita para Su recobro, y que Él no quiere nada de nosotros. Nos resulta difícil entender eso. O bien nos apartamos del Señor, o bien nos presentamos delante de Él con todo lo que tenemos. Un hermano japonés podría decir: “Nosotros los japoneses somos las personas más pacientes del mundo. Serviré al Señor con mi paciencia japonesa”. Pero el Señor no necesita esta clase de paciencia. Algunas hermanas podrían decir: “El Señor ciertamente nos necesita a nosotras las hermanas, y estamos dispuestas a darnos incondicionalmente a Él. Nosotras las hermanas no somos tan toscas como los hermanos; somos bastante refinadas. En la vida de iglesia entregamos nuestro refinamiento al Señor”. Hermanas, ustedes tienen toda la razón al darse incondicionalmente al Señor, pero están totalmente equivocadas a entregarle a Él algo de ustedes. Todos debemos ser circuncidados porque Dios no quiere nada nuestro.

La semilla de la circuncisión no fue sembrada en Génesis 12 ni 15, sino en Génesis 17, después de que Abraham fue privado de muchas cosas. Luego Dios volvió a aparecérsele, se le reveló como el Todopoderoso que lo provee todo y que tiene ubre, y le cambió el nombre por Abraham. Abraham debía pasar por un cambio radical. Dios parecía decir: “Abraham, ahora debes ser circuncidado. Si no te circuncidas, no podré cumplir Mi propósito por medio de ti. Para tener un pueblo que cumpla Mi propósito, debe existir la simiente. De esta simiente brotará el pueblo y éste poseerá la Tierra en la cual tendré dominio, edificaré Mi templo para Mi expresión, y encontraré reposo. Este es Mi Plan. Para cumplir Mi propósito, no necesito nada que provenga de ti. Lo haré todo para ti y seré tu todo. Esta es la razón por la cual te he privado de todo lugar y de toda persona. Ahora te pido que te amoldes a mi voluntad y cooperes conmigo para desechar todo lo tuyo. Quiero que tu carne sea cortada, pero no quiero hacerlo directamente. Quiero que tú lo hagas por Mí. Quiero que cortes tu carne. ¿Estás dispuesto a cooperar conmigo?”. No debemos tomar esto como doctrina ni como una explicación de los relatos bíblicos. Todos debemos entender que hoy necesitamos ser circuncidados.

Estoy muy agradecido con el Señor porque muchos de nosotros hemos salido de Caldea y de Harán y no nos interesan Sodoma ni Egipto, sino que permanecemos en el lugar en el cual se halla el recobro del Señor. Ahora bien, ¿cómo puede el Señor obtener la simiente? ¿Cómo puede tomar posesión de la Tierra para tener la vida de iglesia apropiada para Su morada, Su dominio, Su satisfacción y Su descanso? No lo puede lograr con lo que nosotros hacemos por Él. Sólo lo conseguirá al privarnos de muchas cosas. Nuestra inteligencia, nuestra sabiduría, nuestra capacidad natural, nuestra fuerza natural y todo lo que somos en nuestro ser natural debe ser quitado por el Señor. ¿Está usted de acuerdo con eso? Si tal es el caso, deberá tomar el cuchillo de circuncisión y extirpar su carne, su ser natural. No se trata de vencer el pecado ni el mundo, sino de ponerse fin a sí mismo para que el que todo lo provee tenga la posibilidad de entrar y de ser la vida de usted, su todo y su mismo ser. Esta es la circuncisión. ¡Que el Espíritu nos revele esto a todos!

El mayor obstáculo para el mover del Señor al recobrar Él la vida de iglesia es nuestra capacidad natural. Lo que estorba el mover del Señor no es lo que no podemos hacer, sino lo que podemos hacer. Al usar Abraham su fuerza natural, alejó a Dios durante trece años. ¡Qué obstáculo más grande! Abraham fue despojado sobremanera, pero todavía tenía su carne, su capacidad natural y su fuerza natural. El produjo a Ismael por su carne, con la colaboración de Agar. En Génesis 17 ya había llegado el momento para que Dios tocase el elemento entorpecedor de la carne de Abraham. Dios parecía decir: “Abraham, te he quitado tanto. Queda una sola cosa que dificulta Mi obra de gracia en ti: tu carne. Deseo quitarte eso, pero al tratarse de algo tan subjetivo en tu ser, no te obligaré a hacerlo. Deseo que cooperes conmigo y te despojes tú de esto, y te circuncides para Mí. Abraham, nada de lo que tú puedas hacer por ti mismo me complacerá jamás; sólo me ofenderá y me insultará. Mientras permanezca tu fuerza natural, no podré entrar en ti para producir a Isaac. Abraham, tu fuerza natural, tu carne, debe ser cortada”. Este asunto de la circuncisión mencionada en Génesis 17 es algo muy crítico.

¿Qué significa la circuncisión? Significa despojarse de sí mismo. Dios tiene un propósito y tiene a los llamados, pero algo impide que produzca la simiente: nuestra carne. Entre nosotros muchos han llegado al punto crucial de anular la carne. En el transcurso de los años, nos hemos privado de muchas cosas, pero nuestra carne, nuestra fuerza natural y nuestra capacidad natural quizás permanezcan todavía. Si seguimos usando nuestra carne, no podremos producir a Isaac, ni siquiera podremos concebirlo. Así que nuestra necesidad consiste en ser circuncidados y en poner fin al ego, a la carne. Esto es lo que la Biblia llama circuncisión.

a) El significado de la circuncisión

(1) Despojarnos de nuestra carne

¿Cuál es el significado de la circuncisión? Primero consiste en despojarnos de nuestra carne (Col. 2:11,13a; Dt. 10:16; Jer. 4:4a; Hch. 7:51). Ahora muchos cristianos hablan de vencer el pecado, pero ése no es el punto esencial. El punto central consiste en despojarse de la carne. La carne es la carne pecaminosa. No obstante, en la Biblia la carne contiene mucho más, pues incluye también nuestra fuerza, nuestra capacidad, nuestro poder y nuestro talento naturales. Además, la carne es nuestro hombre natural, el ego, el yo. Por consiguiente, despojarse de la carne significa deshacerse del yo; implica acabar con el yo.

Hace muchos años yo procuraba obtener la victoria sobre el pecado, pero tuve un éxito limitado, hasta que comprendí que lo que yo necesitaba no era vencer el pecado sino acabar conmigo mismo. Empecé a ver que cuando yo estaba acabado, todo andaba bien. Esta es la razón por la cual Pablo dijo que todo aquel que ha muerto queda libre del pecado (Ro. 6:7). Cuanto más intentamos vencer al pecado, más nos enredamos en él y más nos perturba. La mejor manera de vencer el pecado es morir y ser sepultados. Entonces el pecado no tendrá nada que ver con nosotros. Por tanto, en la Biblia lo fundamental no es vencer el pecado, sino ponernos fin a nosotros mismos.

El libro de Génesis contiene casi todas las semillas de las verdades bíblicas, pero no contiene la semilla de la victoria sobre el pecado. La forma de afrontar el pecado no es vencerlo sino despojarnos de nosotros mismos, circuncidarnos. Al ser circuncidados y anulados, no tendremos más problema con el pecado. Si usted todavía procura vencer el pecado, eso significa que sigue vivo. Si se pone fin a usted mismo, habrá terminado con el pecado. Por consiguiente, no se trata de eliminar el pecado ni de intentar vencerlo; se trata de acabar con nosotros mismos. Este es el significado negativo de la circuncisión.

(2) Introducirnos en la resurrección

El significado positivo de la circuncisión consiste en introducirnos en la resurrección (Col. 2:12). La circuncisión solía hacerse al octavo día (17:12). En tipología, el número ocho representa la resurrección. Esto significa que no podemos tener la circuncisión sin la resurrección. La circuncisión debe hacerse en resurrección, y siempre nos lleva a la resurrección, así como la muerte introduce a la gente en la resurrección. Por una parte, fuimos crucificados juntamente con Cristo y fuimos sepultados con Él. Por otra parte, esta crucifixión y esta sepultura nos introducirán en Su resurrección. Cuando llegamos a nuestro fin y somos introducidos en la resurrección, nos convertimos en una nueva persona. Seguimos siendo nosotros mismos, pero ahora somos otra persona porque tenemos otra vida, otra naturaleza y otra constitución. Estamos en resurrección. Entonces, sólo podemos  cumplir el propósito eterno de Dios cuando estamos en resurrección. En nuestra fuerza natural, no podemos hacer nada que complazca a Dios ni que cumpla Su propósito. Nuestro ego y nuestra fuerza natural deben ser cortados en la circuncisión. Entonces en la resurrección podremos convertirnos en otra persona.

(3) Equivale al bautismo

La circuncisión del Antiguo Testamento equivale al bautismo del Nuevo Testamento (Col. 2:11-12). El bautismo y la circuncisión tienen el mismo propósito: anular nuestro ser natural e introducirnos en la resurrección. ¿Por qué somos bautizados después de creer en el Señor Jesús? Porque nos damos cuenta de que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él y que debemos ser sepultados a fin de ser uno con Él en Su resurrección. Por consiguiente, la circuncisión de Abraham tiene el mismo significado que nuestro bautismo. En la circuncisión y el bautismo, se aplica el mismo principio. Abraham fue justificado en Génesis 15, pero fue circuncidado en Génesis 17. Así como la circuncisión es la señal de la justificación de Abraham, el bautismo también es la señal de nuestra salvación. ¿Cómo podemos demostrar que fuimos salvos? Al llevar una vida de bautismo (no basta un momento de rito), la vida de una persona que ha sido crucificada, sepultada y resucitada. Si vivimos así, todos podrán ver en nosotros la señal de nuestra salvación. (el rito bautismal por si solo no nos llevará a la experiencia de la vida resucitada; el rito es la circuncisión objetiva, pero la circuncisión subjetiva vendrá bastante más adelante en el tiempo, en la ACAMPADA en Gilgal, tras morir al yo cruzando el Jordán).

(4) Corresponde al cambio de nombres humanos

La circuncisión corresponde al cambio de nombres humanos (17:5-6, 15-16). Como vimos, cambiar el nombre es lo mismo que cambiar a la persona. Cuando se le cambió el nombre a Abram, su persona también cambió. Le sucedió lo mismo a Jacob. Cuando el nombre de Jacob fue cambiado por Israel, su persona cambió (32:27-28). Este cambio de nombre se cumple solamente por medio de la circuncisión, al ser anulados e introducidos en resurrección. Entonces dejamos de ser personas naturales y venimos a ser personas resucitadas. Ser anulado e introducido en resurrección es el verdadero cambio de persona. Por consiguiente, la circuncisión corresponde al cambio de nombre. Ahora podemos entender la razón por la cual el cambio de nombre y la circuncisión se revelan en el mismo capítulo. En realidad, ambas cosas forman una sola. El cambio de nombre y la circuncisión significan que nuestro viejo ser es anulado y que somos introducidos en la resurrección para ser otra persona.

b) No exteriormente en la carne, en la letra,
sino interiormente en el corazón, en el espíritu

Romanos 2:28-29 revela que no es “la circuncisión la que lo es en lo exterior, en la carne”, sino “la del corazón, en espíritu, no en letra”. La circuncisión no es un asunto exterior, sino interior (Fil. 3:3). Sucede lo mismo con el bautismo. El bautismo no debería ser solamente una formalidad, sino una realidad interior. Permítanme contarles una historia que oí hace más de cuarenta años. En América Central, la Iglesia Católica aceptó y bautizó mucha gente que no era salva. Un día, un sacerdote roció la cabeza de un niño y le cambió el nombre por Juan. En aquel tiempo, la Iglesia Católica enseñaba que los viernes no se podía comer carne, sino sólo pescado. Un viernes, este Juan sólo tenía carne. Juan pensaba que iba a hacer con la carne lo que el sacerdote había hecho con él, a saber, rociarla y cambiarle de nombre. Por tanto, él roció la carne y la llamó pescado. Luego cocinó la carne. Mientras la carne hervía, el sacerdote vino. Percibió el olor de la carne hervida y se enojó con Juan y le preguntó qué estaba haciendo. Juan contestó: “No estoy haciendo nada malo. Eso no es carne, es pescado. ¿No recuerda que usted me roció la cabeza y me cambió el nombre por Juan? Seguí su ejemplo y rocié la carne y la llamé pescado”. Este no es el verdadero bautismo ni el verdadero cambio de nombre. El bautismo debe ser una realidad interior en el espíritu, y no una actividad exterior que consiste en rociar agua sobre la cabeza de una persona.

c) La circuncisión de Cristo

Colosenses 2:11 menciona la “circuncisión de Cristo”. La verdadera circuncisión se halla en Cristo. La circuncisión de Cristo, igual que el bautismo, significa poner fin a nuestro viejo ser y hacer de nosotros una nueva creación, una nueva persona. En Gálatas 6:15 leemos: “Ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación”. El libro de Colosenses revela que Cristo es nuestra porción eterna (1:12), nuestra vida (3:4), y nuestra esperanza de gloria (1:27), y que debemos vivir por Él como la simiente y andar en Él como la Tierra (2:6). Si deseamos andar en Cristo, no debemos distraernos con otras cosas. La manera de vivir por Cristo y de andar en Él consiste en ser sepultados juntamente con Él. Nosotros los que fuimos sepultados juntamente con Cristo fuimos introducidos en Su resurrección, no por nuestro esfuerzo sino por la obra de Dios, la cual lleva a cabo el Espíritu de Dios. Cuando nos demos cuenta (cuando sean abiertos nuestros ojos, cuando tengamos la revelación) de que fuimos terminados juntamente con Cristo, sepultados con Él e introducidos en Su resurrección, el Espíritu que mora en nosotros honrará nuestro entendimiento con Su operación, nos ministrará las riquezas de Cristo y hará que permanezcamos en resurrección. Esto no es simplemente cuestión de enseñanza; es la operación (experiencia o crisis) que Dios efectúa; es el ejercicio del Espíritu viviente dentro de nosotros. Esta es la circuncisión de Cristo.

Colosenses 3:9-10 nos dice que nos hemos despojado del viejo hombre y nos hemos revestido del nuevo. Este es el verdadero cambio de nombre, el verdadero significado de la circuncisión, y la experiencia auténtica del bautismo. Circuncidar la carne significa despojarse del viejo hombre y revestirse del nuevo. Entonces, como nuevo hombre, tendremos la simiente que cumple el propósito de Dios. Además, cuando estamos en el nuevo hombre, estamos en la Tierra, la Iglesia. Esto es un asunto de experimentar a Cristo. Cuando veamos que fuimos crucificados juntamente con Cristo e introducidos en Su resurrección, el Espíritu que mora en nosotros honrará esta comprensión y operará dentro de nosotros para que nos despojemos del viejo hombre y seamos revestidos del nuevo. De esta manera, Dios obtiene la simiente y la Tierra para cumplir Su propósito eterno.

d) No yo, sino Cristo

En Gálatas 2:20 leemos: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. El verdadero cambio de nombre es el cambio del yo por Cristo. Este es el significado de la circuncisión y del bautismo. La circuncisión de Cristo lleva a cabo una sola cosa: cambia al yo por Cristo. Entonces ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.

e) No yo, sino la gracia de Dios

Finalmente el “no yo sino Cristo” se convierte en “no yo, sino la gracia de Dios” (1 Co. 15:10). El apóstol Pablo dijo que él laboraba más que los otros apóstoles, pero no él, sino la gracia de Dios. ¿Qué es la gracia? Como ya vimos, la gracia es Dios mismo que viene a nosotros para ser nuestro todo.

En Génesis 18:10 y 14 encontramos algo muy extraño: “De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo”. ¿Qué significa eso? Dios no tenía ninguna necesidad de venir para que Sara tuviese un hijo. Si fuésemos Abraham, probablemente habríamos dicho: “Señor, Tú no necesitas hacer todo eso. Puedes quedarte en los cielos y simplemente decir una palabra, y Sara tendrá un hijo”. Sin embargo, el Señor dijo que el nacimiento de Isaac sería Su venida, Su llegada. Parece que la visitación de Dios estaba muy ligada al nacimiento de Isaac. Dios parecía decir: “El nacimiento de Isaac será Mi llegada. Isaac no provendrá de ti, sino de Mi venida. Cuando Yo vuelva a ti, Sara tendrá un hijo. Mi venida será el nacimiento de Isaac”. No estoy diciendo que Isaac sea Dios ni que Dios sea Isaac, sino que aparentemente el regreso de Dios equivalía casi al nacimiento de Isaac. Isaac fue una persona fuera de lo común. El era un ser humano, pero su nacimiento fue el resultado de una visitación divina. ¿Qué fue esa visitación divina? Fue la gracia. Por consiguiente, Abraham y Sara podían decir: “No yo, sino la gracia de Dios”.

Dios llamó el tiempo del nacimiento de Isaac el tiempo de la vida. Esta cita fue hecha en 17:21 donde Dios dijo: “Mas Yo estableceré Mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene”. Dios llamó esta cita el tiempo de la vida, diciendo que según el tiempo de la vida Él regresaría y Sara tendría un hijo. Esto es muy significativo. Todo lo que hacemos debe corresponder al tiempo de la vida y a la visitación de Dios. La simiente que producimos debe ser la venida del Señor en Su visitación de gracia. Esta visitación de gracia es el nacimiento de Isaac (el Príncipe de Paz se manifiesta o “encarna” en nosotros, cuando salimos en resurrección de la experiencia de sepultura. Es una experiencia real que nos cambia en nuevas personas, como la resurrección cambio a Cristo, al punto que ni la Magdalena, ni los apóstoles, ni los discípulos de Emaús le reconocían). Esto demuestra que sólo el Cristo que Dios ha forjado en nuestro ser puede ser la simiente que posee la Tierra y que cumple el propósito de Dios. Eso es todo un asunto de gracia. Ya no soy yo, sino Cristo. No soy yo, sino la gracia de Dios. Alabado sea el Señor porque Cristo y la gracia de Dios se han forjado en nosotros a fin de obtener la simiente y poseer la Tierra. Tenemos a Cristo como nuestra simiente y la vida de iglesia como nuestra Tierra. Ese es el resultado de la circuncisión.


miércoles, 11 de julio de 2012

ESPOSOS DE SANGRE PARA NUESTRAS SÉFORAS (La transcendencia de la circuncisión) (E.V. Éxodo, Witnees Lee)


ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO

MENSAJE NUEVE

LA AYUDA MASCULINA Y FEMENINA PARA EL QUE HA SIDO LLAMADO

(Ver completo: http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=22EEEF52)


...

II. EL CORTE DADO POR SÉFORA

A. Para completar la circuncisión
en la familia de Moisés

Llegamos ahora al relato de Moisés y Séfora (4:24-26). El versículo 24 dice: “Y aconteció en el camino, que en una posada Jehová le salió al encuentro y quiso matarlo”. En El versículo 23, parecía que el llamado de Moisés era completo. Por tanto, Moisés tomó a su esposa y a sus dos hijos y empezó a caminar desde el país de Madián a Egipto. Pero mientras estaban en una posada, el Señor salió al encuentro de Moisés y quiso matarlo. Moisés debió haberse sorprendido y Séfora debió haberse atemorizado. Séfora quizá haya preguntado a Moisés por qué Dios quien lo había llamado y enviado, ahora quería matarlo. Ella debe haberse preguntado qué pasaba. Creo que Moisés se dio cuenta inmediatamente del problema: su hijo menor no había sido circuncidado. Como esposa gentil, Séfora quizá no estuvo muy contenta cuando Moisés circuncidó al primer hijo, y esa pudo haber sido la causa por la cual se opuso a la circuncisión de su segundo hijo. Debido a la debilidad y el descuido de Moisés, además de la oposición de Séfora, el requisito del Señor no se había cumplido; por tanto, el Señor quiso matar a Moisés. No le resultó fácil a Séfora, una mujer gentil, aceptar este requisito. Séfora fue obligada a aceptar, aunque no estaba contenta al respecto.

B. Con un pedernal afilado

El versículo 25 dice: “Entonces Séfora tomó un pedernal afilado y cortó el prepucio de su hijo, y lo echó a sus pies, diciendo: a la verdad tú me eres un esposo de sangre. Al cortar el prepucio de su hijo, Séfora no usó un cuchillo, sino un pedernal afilado, una piedra, un instrumento cortante poco usual. Quizá ella usó este instrumento porque la circuncisión se llevó a cabo en un estado de urgencia. El uso de un pedernal afilado también parece indicar que la circuncisión fue llevada a cabo en un ambiente desagradable. Eso también queda indicado por el hecho de que Séfora echó el prepucio a los pies de Moisés y dijo: “tú me eres un esposo de sangre”. El ambiente no era agradable, pero Dios dejó que Moisés se fuese después de la circuncisión. Si el ambiente hubiera sido agradable, no cabe duda de que Séfora habría expresado su arrepentimiento y habría tenido comunión con Moisés. Ella habría pedido a Moisés que hiciera la circuncisión con un cuchillo para hacer el corte apropiado. Entonces el corte no habría sido tan doloroso.
No obstante, en nuestra experiencia sólo el Señor usa un cuchillo adecuado para llevar a cabo la obra de cortar. Aquí el corte es representado por la vida femenina, porque el corte es subjetivo. Pero todos nosotros, mayores o jóvenes, hermanos y hermanas, somos los que hacemos el corte. En la vida de iglesia, o cortamos o somos cortados. En casi todos los casos, este corte es hecho con instrumentos crudos y rudimentarios.

C. Llamó a Moisés “esposo de sangre”

Durante muchos años me inquietó esta porción de la Palabra. Después de ganar cierta experiencia comencé a entenderla. Mediante la experiencia, me di cuenta de que los que han sido llamados no solo necesitan la ayuda masculina, la ayuda de Aarón, sino también la ayuda femenina, la ayuda de Séfora. La ayuda masculina es el complemento, pero la ayuda femenina es el corte. Todo aquel que es llamado por Dios necesita tanto la ayuda masculina como la ayuda femenina, tanto el complemento como el corte.

Como todo hermano casado se da cuenta, las esposas son muy propensas a cortar. Hay momentos en que aún las esposas cristianas son “gentiles” con sus esposos. Si el marido no ama al Señor ni desea obedecer al Señor, la esposa quizá no actúe como una “gentil”. Pero en cuanto él empieza a amar al Señor, a seguir el camino del Señor, y a vivir por el Señor, la esposa queda expuesta como “gentil”, como “pagana”. Esto significa que una esposa que ha sido cristiana durante años de repente puede comportarse como alguien que no es separada para Dios y que no vive para Dios. Muchos cristianos contemporáneos siguen siendo paganos en su diario vivir: no aman al Señor, no son separados para el Señor, y no toman el camino del Señor. Son cristianos en el hecho de que han sido regenerados y han recibido la vida divina, pero no son cristianos en su diario andar. Cuando cierto hermano está en el mundo, sin preocuparse por los intereses del Señor, su esposa quizá no le cause ningún problema en cuanto al Señor. Pero en cuanto él empiece a vivir para el Señor, su esposa se comportará como una Séfora pagana, una mujer que no está totalmente separada para el Señor. Hasta cierto punto, su esposa lo apoyará, así como Séfora apoyó a Moisés. Pero en su situación, hay algo que no está circuncidado, algo que es común, impuro y que no ha sido separado, santificado, para el Señor. Si el Señor no interviene en la situación de este hermano, la naturaleza gentil de la esposa quizá no quede expuesta. Pero en cuanto el Señor interviene, quizá mientras el hermano está a punto de cumplir la comisión de Dios, la actitud de la esposa hacia la circuncisión de la carne será expuesta. Obligada a aceptar el corte del prepucio, la esposa lo lleva a cabo, pero no lo hace con una actitud positiva ni agradable. Por tener que aceptar la separación (consagración) de su marido al Señor, ella lo considera como “un esposo de sangre”.

Ser un “esposo de sangre” significa ser una persona bajo la muerte. A los ojos de Séfora, la circuncisión significaba que su marido Moisés estaba bajo sentencia de muerte. Si nosotros los hermanos somos absolutos con el Señor, también llegaremos a ser un “marido de sangre” a los ojos de nuestras esposas.
Observe cuidadosamente el cuadro de Moisés y Séfora en Éxodo 4. Mientras ellos estaban cumpliendo la comisión de Dios, Séfora aceptaba de algún modo lo que Moisés estaba haciendo. No obstante, Moisés era más absoluto para el Señor que Séfora. Él estaba dispuesto a que su hijo fuese circuncidado, pero Séfora no. No vemos ninguna indicación de que Moisés y Séfora estuviesen peleando sobre el asunto de la circuncisión, pero entre ellos había algo que no fluía. Debería ser una circuncisión, pero Séfora se oponía a ella. Ella no estaba de acuerdo con el hecho de cortar la carne como señal de separación para Dios. Pero el usar a alguien que todavía vivía en la carne o en la vida natural iba en contra del principio divino. La carne y la vida natural deben ser cortadas. Dios sólo puede usar a alguien que ha sido separado para Él.

El asunto de la circuncisión incluye un principio crucial en la economía de Dios. Sin la circuncisión, es imposible participar en el pacto que Dios hizo con Abraham acerca de la herencia de la buena tierra. Además, una persona incircuncisa no puede tener parte en el ministerio de Dios. El que Dios viniera para matar a Moisés significa que una situación incircuncisa podría acabar con él al servir a Dios. Pero el significado de la circuncisión consiste en ser introducido en Su ministerio.

Por consiguiente, mientras Moisés trataba de llevar a cabo la comisión de Dios, Dios no podía tolerar el descuido de Moisés en el asunto de la circuncisión. Por tanto, El vino a disciplinar a Moisés. Indudablemente Moisés fue débil al ceder, al menos un poco, a la oposición de su esposa de no circuncidar a su hijo. Debido a que esta debilidad ofendía al Señor, Él quiso matar a Moisés. Cuando el Señor salió al encuentro de Moisés, toda la situación salió a la luz. Moisés sabía que estaba equivocado, y Séfora se dio cuenta de cual era su responsabilidad. Puesto que la responsabilidad descansaba principalmente sobre ella por su oposición a la circuncisión, ella fue obligada a tomar acción. Ella (en situación de emergencia, improvisación y apresuramiento) cortó el prepucio con un instrumento poco común, un pedernal afilado. Pero debemos señalar que Séfora hizo el corte en amor. Ella amaba a Moisés y quería salvar su vida.

Al aplicar este incidente de forma espiritual, vemos que a menudo las esposas cortan a sus esposos de una manera poco común. Si las hermanas llevan este asunto al Señor en oración, Él les mostrará las maneras poco usuales en que ellas cortan a sus maridos. No obstante, no son siempre las esposas las que cortan. El apóstol Pablo nunca estuvo casado (todo apunta a que si lo estuvo, pero enviudó o se hizo eunuco por causa del evangelio, no tolerando la oposición de su Séfora particular), pero ciertamente fue cortado por otros.

La ayuda de Aarón, su compañero, era algo objetivo, mientras que la ayuda de Séfora, el corte, era subjetivo. A veces el Señor nos coloca en un ambiente donde somos cortados por otros, quizá por nuestros queridos hermanos en el Señor. En esos tiempos, estos hermanos no nos complementan sino que nos cortan. Quizá no luchen en contra de nosotros, pero aun cuando aparentemente están de acuerdo con nosotros, funcionan como personas que cortan. Todos debemos estar listos para recibir este corte.

Dios ha preparado no solamente a un Aarón para nosotros, sino que en Su soberanía, también ha preparado una Séfora. Nosotros no necesitamos escogerlos. Dios tiene los Aarones y las Séforas listos y esperando. Particularmente en la vida de iglesia hoy en día existen las personas que nos complementan y las que nos cortan (coartan, frenan). Manejar a los complementos es algo difícil, pero manejar a los que cortan es aún más difícil porque nos hacen un “marido de sangre”.

Después del complemento con Aarón y del corte de Séfora, el llamado de Moisés estaba completo. Él estaba listo para ir a Egipto y llevar a cabo la comisión de Dios.

Le damos gracias al Señor por el cuadro completo del llamado de Dios. Si llevamos esta palabra al Señor, Él nos iluminará. Entonces diremos: “Señor, cuanto te agradezco que conmigo estén algunos Aarones y algunas Séforas. Te alabo Señor por el complemento y por el corte”.



MENSAJE DIEZ

IV. EL COMPLEMENTO DEL HERMANO
Y EL CORTE DE LA ESPOSA

A. El complemento del hermano

Después de todo eso, Moisés todavía necesitaba la ayuda masculina y femenina. La ayuda masculina es la del complemento. Esta clase de ayuda nos equilibra, nos restringe y nos humilla.

Mediante el complemento de su hermano, Moisés aprendió a dejar que otros hicieran lo que él era capaz de hacer. No se imagine que Aarón era más elocuente que Moisés. Todo lo que hacía Aarón, Moisés era capaz de hacerlo también, pero él estaba restringido y no podía hacerlo. En la vida de iglesia, el Señor a menudo suscita un entorno que nos obliga a dejar que los otros hagan lo que nosotros podemos hacer. Esto debería ser un principio de nuestra función en la iglesia. Si un hermano es capaz de hacer cierta cosa, que la haga, aun cuando usted pueda hacerla mejor. Esto lo humillará a usted. No obstante, he visto a muchos santos, particularmente las hermanas, insistir en que sólo están autorizados a hacer cierta cosa. Conforme a como fuimos creados naturalmente, no queremos que los demás interfieran con lo que estamos haciendo. No obstante, todos debemos aprender a dejar que otros hagan lo mismo que nosotros podemos hacer.
No creo que Aarón fuera más capaz que Moisés. No obstante, Dios arregló soberanamente una situación que permitió que Aarón hiciera lo que Moisés podía haber hecho. En la vida de iglesia, no debemos hacer todo por nosotros mismos. Por el contrario, debemos dejar que otros hagan lo que nosotros podemos hacer. No obstante, esto no significa que debamos estar ociosos. Por el contrario, significa que en una relación complementaria estamos restringidos, equilibrados y humillados.

Esta restricción es una salvaguardia y una protección. No existe protección más grande en nuestra vida espiritual que el complemento de un hermano. Cuanto más somos complementados con otros, más somos protegidos.

B. El corte de la esposa

En 4:24-26, vemos que Séfora fue usada por Dios para hacer de Moisés “un marido de sangre”. El complemento es algo objetivo, pero el corte es muy subjetivo. En la Biblia, el varón representa la verdad objetiva, mientras que la mujer representa la experiencia subjetiva. Por tanto, el complemento de Aarón era exterior y objetivo, pero el corte de Séfora era interno y subjetivo.

Si deseamos ser usados por el Señor en Su recobro, debemos llevar la señal de que hemos sido cortados. Esto no significa que debemos hablar del corte que hemos experimentado. Por el contrario, significa que debemos llevarlo en silencio. Que los demás digan que hemos sido cortados. En Éxodo 4, fue Séfora, y no Moisés, quien dijo que él era un “marido de sangre”.

Tanto en la vida de iglesia como en la vida matrimonial, debemos ser este “marido de sangre”. Si un hermano desea ser llamado verdaderamente por Dios, debe ser cortado de una manera subjetiva. Aprendemos mucho por medio del corte. A veces mi esposa me corta al restringir mi comida. Este corte me mantiene sano y me impide caer en extremos. Debido a su corte útil, no puedo satisfacer mis apetitos carnales en la comida. Por tanto, el corte (de Séfora) me impide vivir según la vida natural.

Fuera del recobro, es difícil que un grupo de cristianos permanezcan juntos por más de quince años porque nadie está dispuesto a ser cortado. En lugar del corte, usan la diplomacia. Las personas dispuestas a ser cortadas son las únicas que Dios puede usar. Toda persona útil es un “marido de sangre”. A diario y a toda hora, debemos experimentar la circuncisión de la vida natural. No es suficiente ver simplemente que somos pecaminosos. Nuestra vida natural también debe ser circuncidada, por nuestros familiares o los hermanos y las hermanas en la iglesia. Estoy dispuesto a ser cortado (restringido). Yo me presento con todo gusto a aquellos que me cortan. Este corte es el último aspecto del llamado de Dios. Solo después de haber sido cortados podemos llevar a cabo la comisión de Dios. Después de que Moisés fue cortado, él fue verdaderamente útil en las manos de Dios.

Cuando comparamos los aspectos del llamado de Dios en Éxodo 3 y 4 con el relato del Nuevo Testamento, vemos que todo lo que experimentó Moisés, Pablo también lo experimentó. Además, todo eso debe ser nuestra experiencia hoy: Debemos tener la visión de la zarza ardiente, el Dios Triuno ardiendo dentro de Sus redimidos y sobre ellos, este es el punto de enfoque de la revelación divina en las Escrituras. Entonces necesitamos conocer quien es Dios y lo que Él es. Además, necesitamos conocer al diablo, la carne, y el mundo. Después de eso, necesitamos el complemento y el corte. Si estamos dispuestos a vivir la experiencia subjetiva de la circuncisión en nuestra vida natural, entonces viviremos por la vida de resurrección, seremos útiles en las manos del Señor para cumplir Su propósito eterno, y estaremos preparados para llevar a cabo la comisión de Dios. Que todos los aspectos del llamado de Dios sean nuestra experiencia hoy en el recobro del Señor. 

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