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lunes, 17 de septiembre de 2012

II-MANIPULADORES BAJO LA MANO QUEBRANTADORA DE DIOS (E.V. Génesis, Witness Lee)

La gente astuta siempre se presenta amable

Todo el que es amable con usted es astuto pero el que es osado con usted es honesto. 


ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE SETENTA Y UNO

BAJO LA MANO DE DIOS
(5)

La historia de Jacob que aparece en Génesis 30 y 31 es muy interesante. Basándonos en los dos principios de que la Biblia no desperdicia ninguna palabra y toda la Biblia es la Palabra de vida, debemos acudir al Señor para poder ver la vida contenida en este relato. He dedicado mucho tiempo a este pasaje de la Palabra. Hace muchos años, tomaba este relato como una simple historia. Pero después de llegar a comprender que todo lo que contiene la Biblia es la Palabra de vida, empecé a buscar la vida contenida en esta sección de la Palabra. Después de ser iluminado, vi que este relato está lleno de vida.
Los puntos principales contenidos en Génesis 30:25-43 y 31:1-16, 38-42 pueden ser clasificados bajo los tres títulos siguientes: la opresión de Labán, el engaño de Jacob y la bendición de Dios. En este relato, las tres personas más prominentes son Labán, Jacob y Dios. Dos de estos personajes son visibles y uno invisible. Labán, la primera persona, presionó a Jacob, mientras que Jacob, el segundo personaje, engañó a Labán. No obstante, ninguno de los dos pudo tomar una decisión final. Esto fue efectuado por el tercer personaje, la persona invisible, Dios mismo. Por mucho que Labán oprimiera a Jacob, de todos modos perdería, y aunque Jacob engañó mucho a Labán, no fueron esos engaños los que lo enriquecieron. Ni Labán ni Jacob tuvieron la última palabra; la tuvo Dios, el Señor de todo. Si queremos ver la vida que hay en esta sección de la Palabra y recibir el suministro de vida que contiene, debemos prestar atención a estos tres personajes. Si los vemos, valoraremos esta sección de la Palabra.
Ya dijimos que Abraham representa una vida justificada por Dios y en comunión con El, y que Isaac representa la vida que disfruta la gracia de Dios. En Jacob vemos el tercer aspecto de la vida espiritual: la transformación. Jacob, un hombre que estuvo bajo la mano transformadora de Dios, representa la vida de transformación. La presión que ejerció Labán sobre Jacob provenía de la soberanía de Dios. Jacob necesitaba la mano opresora de Labán, y Dios usó dicha mano para transformarlo.
Al leer el relato de la vida de Jacob, no considere que sea algo dirigido a los demás. Léalo para usted mismo, porque usted es el único Jacob. Aun las hermanas son Jacob. Muchas hermanas tienen maridos como Labán, pero ellas, las esposas artificiosas, son como Jacob. Por ser tan artificiosas, recibieron de Dios maridos como Labán para presionarlas. No obstante, también podemos decir que muchos maridos como Jacob se han casado con esposas como Labán. Casi todos los maridos son engañosos. El hermano casado aparenta ser un caballero, pero en realidad es un astuto Jacob. Todos los maridos son sagaces en el trato con sus esposas. Pero por muy engañosos que seamos, Dios sigue ejerciendo Su soberanía. El relato de Jacob es nuestra biografía y nuestra autobiografía. Lo narrado en la Biblia es nuestra biografía, y lo que sucede en nuestro diario vivir es nuestra autobiografía. Estamos escribiendo nuestra autobiografía día tras día. En nuestra relación con los demás, somos artificiosos (manipuladores); cuando sufrimos por obra de los demás, somos oprimidos.
Jacob fue escogido para ser la expresión de Dios. ¿Cómo podría un suplantador llegar a ser la expresión de Dios? No habría sido por una corrección externa, sino solamente por el proceso de transformación. ¿Cómo se puede llevar a cabo la transformación? Sólo al estar puestos, por el arreglo soberano de Dios, en ciertas circunstancias y bajo la mano de ciertas personas. El tiene la soberanía para disponer nuestro entorno. Quisiera decirles a los hermanos y hermanas que se van a casar pronto: Hermanos, no se imaginen que ustedes están a punto de casarse con una buena hermana. No, ustedes se van a casar con un Labán opresor. Hermanas, estén preparadas. Ustedes no se van a casar con un gigante espiritual sino con un astuto Jacob. Dios rige soberanamente en este asunto.
Dios nos escogió, pero nosotros somos suplantadores, personas que toman por el calcañar y que necesitan ser transformadas, sea que nos guste o no. He oído a muchas personas entre nosotros decir: “Señor Jesús, te amo”. ¿Sabe usted lo que significa decirle eso al Señor? Significa que usted acepta lo que El está haciendo con usted. Cuando usted dice: “Señor Jesús, te amo”, en realidad usted está diciendo: “Señor Jesús, soy uno contigo y estoy dispuesto a que me toques”. Es probable que usted no se haya dado cuenta de lo que implica decir: “Señor Jesús, te amo”. Supongamos que una mujer joven le dice a un joven que ella lo ama. Esto tiene muchas repercusiones y no debe decirse a la ligera. Al pronunciar estas sencillas palabras, ella se entrega a él. Del mismo modo, cuando decimos: “Señor Jesús, te amo”, somos cautivados por El y nos lanzamos al proceso de transformación. Muchos de nosotros podemos testificar que no teníamos problemas antes de empezar a amar al Señor. Pero desde que empezamos a decir: “Señor Jesús, te amo”, hemos afrontado problema tras problema. No obstante, estos problemas no nos matan. A veces podemos estar sumergidos en tantos problemas que deseemos morir. Pero en ese momento, el Señor dirá: “Quizá quieras morir, pero Yo no te dejaré morir. Te haré vivir para que seas transformado. No te predestiné para que murieras, sino para que fueses conformado a la imagen del Hijo primogénito de Dios”. Si examinamos esta porción de la Palabra con esta luz, nos daremos cuenta de lo llena de vida que está.

8) La opresión de Labán

Consideremos ahora la opresión de Labán (30:25-43; 41:1-16, 38-42). En el capítulo veintinueve, Labán recibió a Jacob y le dio hospedaje (29:14). Más adelante, Labán quizá haya descubierto que Jacob era bastante inteligente y que le podía ser de gran provecho. Afectando amabilidad, Labán le dijo a Jacob: “¿Por ser tú mi hermano, me servirás de balde? Dime cuál será tu salario” (29:15). Labán parecía decir: “Jacob, no es justo que te quedes conmigo sin recibir salario. Dime qué paga quieres”. Es posible que Labán se haya dado cuenta de que Jacob se había enamorado de su hija Raquel, y que haya pensado: “Jacob, no te daré a mi hija por un bajo precio. Tú la amas, y yo te la daré, pero debes pagar el precio”. Labán fue sabio y conocía el corazón de Jacob, pero no se lo dijo. Cuando Labán le preguntó qué iba a cobrar, Jacob contestó: “Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor” (29:18). Ya hemos hecho notar que el amor ciega a la gente y la vuelve insensata. El amor que Jacob sentía por Raquel lo hizo insensato, y ésta fue la razón por la cual él mismo se comprometió a trabajar siete años para conseguirla. Yo, en el lugar de Jacob, no habría trabajado más de doce meses. Labán quedó satisfecho con la oferta de Jacob. No obstante, cuando transcurrieron estos siete años, Labán no hizo nada para propiciar el matrimonio de Jacob con Raquel. Esto significa que él no tenía ningún interés en ello. Por lo tanto, Jacob se vio obligado a decirle: “Dame mi mujer, porque mi tiempo se ha cumplido, para unirme a ella” (29:21). Sin embargo, Labán le trajo a Lea en lugar de darle a Raquel. Cuando Jacob se dio cuenta, Labán se justificó diciendo que no se acostumbraba en ese país dar a la menor antes de la mayor (29:26). En cuanto a Raquel, Labán dijo: “Cumple la semana de ésta, y se te dará también la otra, por el servicio que hagas conmigo otros siete años” (29:27). Aquí vemos la presión de Labán. Si usted recuerda su pasado, verá que también ha sido presionado, quizá por su cónyuge.
Labán era hábil y astuto, y Jacob no lo pudo vencer. Jacob dijo en dos ocasiones que Labán le había cambiado diez veces el salario (31:7, 41). Jacob se quejó ante Labán, diciendo: “Así he estado veinte años en tu casa; catorce años te serví por tus dos hijas, y seis años por tu ganado, y has cambiado mi salario diez veces” (31:41). Además Jacob le dijo: “Si el Dios de mi padre, Dios de Abraham y temor de Isaac, no estuviera conmigo, de cierto me enviarías ahora con las manos vacías” (31:42). Jacob parecía decir: “Labán, no sólo he trabajado catorce años por tus hijas, y seis años por tu ganado, sino que ni siquiera estás dispuesto a darme mis esposas ni mis hijos ni mis rebaños. Has intentado retenerlo todo”. ¡Cuánto debió de haber sufrido Jacob bajo la mano opresora de Labán!
Labán oprimió a Jacob de muchas maneras. Lo obligó a trabajar para él catorce años por sus dos hijas y luego lo hizo laborar seis años por su rebaño (31:41). Vimos que le cambió el salario a Jacob diez veces, probablemente reduciéndolo en cada ocasión. Cuanto más exigía Labán de Jacob, menos le pagaba. Labán también le cobraba a Jacob cualquier oveja arrebatada por las fieras o robada (31:39). ¡Cuán injusto era eso! No obstante, Labán pensaba que aquello era justo y parecía decir: “Cuida mis ovejas. Debes reemplazar cualquiera oveja que arrebaten las fieras o que sea hurtada”. ¿Podría usted trabajar bajo una mano tan opresora? No obstante, Jacob fue paciente y soportó la opresión de Labán durante veinte años. Es posible que de vez en cuando Labán lo haya amenazado diciendo: “Si no quieres trabajar para mí conforme a mis exigencias, entonces vete. Yo me quedaré con mis hijas, mis nietos y mis rebaños”. Jacob tenía temor de esta posibilidad. El se había engrandecido considerablemente, pero todavía le temía a Labán. Cuando escapó, tuvo temor de decirle a Labán que se iba, ante la posibilidad de que éste le quitara sus esposas, sus hijos y sus rebaños. Labán había nacido allí, pero Jacob era un extranjero. Un nativo puede fácilmente relacionarse con un extranjero. Labán posiblemente amenazó a Jacob con la retención de todas sus pertenencias. No obstante, Jacob soportó esta situación. Aparte de todo eso, Labán hizo que Jacob se consumiera por el calor en el día y por la helada en la noche (31:40). En esa difícil situación, Jacob pudo decir: “El sueño huía de mis ojos” (31:40). Mientras Jacob apacentaba el rebaño de Labán, se encontraba al aire libre, y no tenía donde dormir. No había sombra para guarecerse del calor durante del día ni tenía abrigo alguno que lo protegiera de las heladas de la noche. En esa región, la temperatura era caliente durante el día y fría en la noche. Mientras Jacob sufría calor y frío, el sueño huía por estar bajo la opresión de Labán. Finalmente, como destacamos antes, Labán intentó retener a las mujeres de Jacob, a sus hijos y sus rebaños (30:26; 31:14-15, 42). Ninguno de nosotros estaría dispuesto a trabajar para una persona como Labán, pero Jacob lo hizo durante veinte años. En ese lapso, él estuvo bajo la mano opresora de Labán.
Si leemos este relato con esta luz, diremos: “Señor, cuánto te adoro. Desde el día en que empecé a amarte, las cosas me han sucedido de la misma manera y conforme al mismo principio”. Considere retrospectivamente los años que ha pasado en la vida de iglesia y recuerde las veces en que ha estado bajo presión. Así como la vida natural de Jacob necesitaba un Labán opresor, nuestra manera de ser natural también necesita presión. La mano aplastante de Labán no vino por azar, sino por la soberanía de Dios. Isaac, Rebeca y Esaú fueron usados por Dios para llevar a Jacob al horno de la transformación, y Labán fue el fuego que ardía en ese horno. Estas personas fueron usadas por Dios para transformar a Jacob. No se queje de su situación. En ocasiones, mientras me quejaba, vi repentinamente la luz, y era como si Dios me dijera: “¿Por qué te quejas? ¿Acaso no te das cuenta de que esto es lo que he dispuesto para ti? A tu esposa, tus hijos y todos tus hermanos de la iglesia Yo los he puesto ahí. Es una insensatez quejarte”. Su cónyuge y sus hijos son exactamente lo que necesita su manera de ser. Nosotros podemos equivocarnos, pero Dios jamás comete errores. Todo se encuentra en la mano del Señor, y no hay necesidad de quejarse. En lugar de quejarnos, debemos decir simplemente: “Gracias, Señor, por este buen Labán”.

9) Los ardides de Jacob

A pesar de las presiones y amenazas que Jacob recibió por parte de Labán, seguía utilizando sus ardides (39:31-43). Un día Jacob le dijo a Labán que quería regresar a su país y le pidió que le diera sus esposas y sus hijos por los cuales había servido durante tantos años (30:25-26). Labán contestó: “Halle yo ahora gracia en tus ojos, y quédate; he experimentado que Jehová me ha bendecido por tu causa” (30:27). Labán aparentaba ser una persona amable, pero era astuto. La gente astuta siempre se presenta amable. Todo el que es amable con usted es astuto pero el que es osado con usted es honesto. Labán fue muy hábil en la manera de tratar a Jacob, pues le dijo que había descubierto que al tenerlo consigo, había recibido la bendición del Señor. Cuando Labán le dijo a Jacob: “Señálame tu salario, y yo lo daré”, Jacob contestó: “Tú sabes cómo te he servido, y cómo ha estado tu ganado conmigo. Porque poco tenías antes de mi venida, y ha crecido en gran número, y Jehová te ha bendecido con mi llegada; y ahora, ¿cuándo trabajaré también por mi propia casa?” (30:28-30). Jacob parecía decir: “He trabajado aquí muchos años, y todavía no puedo proveer para las necesidades de mi propia casa. ¿Cuándo podré abastecer a mi propia familia?”. Labán, al darse cuenta de que la ida de Jacob quitaría la bendición de Dios sobre él, parecía decir: “Quédate conmigo, no me preocupa el salario que te tenga que pagar. Dime simplemente lo que quieres; mientras yo esté bajo la bendición de Dios, todo estará bien”.
Ahora vemos que Jacob, quien había sido oprimido por Labán, tenía la oportunidad de robar los bienes de Labán y de enriquecerse. Cuando Labán le preguntó qué salario debía darle, Jacob le dijo: “No me des nada; si hicieres por mí esto, volveré a apacentar tus ovejas. Yo pasaré hoy por todo tu rebaño, poniendo aparte todas las ovejas manchadas y salpicadas de color, y todas las ovejas de color oscuro, y las manchadas y salpicadas de color entre las cabras; y esto será mi salario. Así responderá por mí mi honradez mañana, cuando vengas a reconocer mi salario; toda la que no fuere pintada ni manchada en las cabras, y de color oscuro entre mis ovejas, se me ha de tener como de hurto” (30:31-33). Jacob parecía decir: “Tío Labán, prométeme una sola cosa y me quedaré. Toma de tu rebaño todas las ovejas manchadas y salpicadas de color y todas las ovejas de color oscuro y deja a todas las blancas a mi cargo. De ahora en adelante, las ovejas manchadas, salpicadas de color y de color oscuro serán mías”. Labán pensó que ésta era una sugerencia excelente, pues él sabía que las ovejas blancas sólo podían producir ovejas blancas y que no podían reproducir ninguna oveja manchada, salpicada de color, u oscura. Por lo tanto, Labán apartó de sus ovejas todas las que no eran perfectamente blancas y las dio a sus hijos (30:34-35). El rebaño que le quedó a Jacob era totalmente blanco. Labán pensaba que una vez más, Jacob había caído en su trampa, “y puso tres días de camino entre sí y Jacob; y Jacob apacentaba las otras ovejas de Labán” (30:36). Como veremos, esto le dio a Jacob la oportunidad de engañar a Labán.
En este engaño Jacob tomó “varas verdes de álamo, de avellano y de castaño, y descortezó en ellas mondaduras blancas, descubriendo así lo blanco de las varas” (30:37). Entonces Jacob tomó las varas que había descortezado y las ponía delante del ganado en los canales de los abrevaderos del agua donde venían a beber las ovejas, “las cuales procreaban cuando venían a beber” (30:38). En Génesis 30:39 vemos que “concebían las ovejas delante de las varas; y parían borregos listados, pintados y salpicados de diversos colores”. Entonces Jacob separó sus ovejas de las de Labán. Además, cuando las ovejas más fuertes estaban en celo, “Jacob ponía las varas delante de las ovejas en los abrevaderos, para que concibiesen a la vista de las varas. Pero cuando venían las ovejas más débiles, no las ponía; así eran las más débiles para Labán, y las más fuertes para Jacob” (30:41-42). En consecuencia, las ovejas manchadas, salpicadas de color y oscuras eran más fuertes, y el ganado blanco era más débil. No creo que el plan de Jacob haya producido los resultados; fue simplemente fruto de la astucia de su mente. No obstante, sea que el truco haya funcionado o no, los resultados se vieron, y Jacob pensó que su plan había tenido éxito.
Cuando Jacob vio que el semblante de Labán no era para con él como había sido antes, el Señor le dijo: “Vuélvete a la tierra de tus padres, y a tu parentela, y yo estaré contigo” (31:2-3). Según 31:4-5, “envió, pues, Jacob, y llamó a Raquel y a Lea al campo donde estaban sus ovejas”, y les dijo que el semblante de su padre había cambiado para con él. Después de esto, él contó un sueño que tuvo cuando las ovejas estaban en celo. En este sueño, él veía que “los machos que cubrían a las hembras eran listados, pintados y abigarrados”, y él oyó al ángel de Dios decir: “Alza tus ojos, y verás que todos los machos que cubren a las hembras son listados, pintados y abigarrados; porque yo he visto todo lo que Labán te ha hecho” (31:10-12). Cuando leí este sueño anteriormente, dudaba que fuese cierto. Pensaba que Jacob estaba mintiendo porque no quería divulgar su engaño a sus esposas. Finalmente, descubrí que el sueño no era una mentira, pues al contarlo, Jacob dijo que el ángel de Dios había dicho: “Soy el Dios de Bet-el, donde tú ungiste la piedra, y donde me hiciste un voto” (31:13). Estas palabras no podían ser falsas; por tanto, el sueño debe de haber sido auténtico. Mientras Jacob engañaba a Labán con sus varas descortezada, Dios le habló en un sueño, en el que le dijo que mirara los machos que cubrían a las hembras y que estos machos eran listados, pintados y abigarrados. De esta manera, Dios le indicó a Jacob que El no adquirió estas ovejas por su engaño sino por la soberanía de Dios. Es el mismo principio que operó en la primogenitura que Jacob obtuvo. Aunque Jacob hacía todo lo posible por obtenerla, en realidad le fue dada. Aparentemente, Jacob consiguió la primogenitura con sus artimañas, pero en realidad, le fue dada por la soberanía de Dios. Igualmente parecía que Jacob había obtenido las riquezas de las ovejas con su engaño; en realidad, estas riquezas venían por la soberanía de Dios.
Surge una dificultad en esta sección de la Palabra. En el capítulo treinta leemos que solamente las ovejas blancas se apareaban delante de las varas, pero en el sueño, vemos que eran los machos listados, pintados y abigarrados los que cubrían a las hembras, y no los machos blancos. ¿Cómo podemos reconciliar esto? De dos maneras. La primera consiste en decir que el sueño fue una mentira, con lo cual no estoy de acuerdo; y la segunda, en que esto es fruto de la soberanía de Dios. De acuerdo con esto, Dios transformó las ovejas blancas en ovejas listadas, pintadas y abigarradas de la misma manera en que tornó las maldiciones de Balaam en bendiciones (Nm. 23:11-12; 24:10). No obstante, por muchas explicaciones que demos a este caso, no creo que las ovejas listadas, pintadas y abigarradas fueran concebidas por el artilugio de Jacob sino por la soberanía de Dios. En el capítulo treinta y uno, el sueño de Jacob revela que el Dios soberano fue El que en realidad produjo estos resultados. Compare eso una vez más con el caso de la primogenitura que Jacob consiguió. Si Dios no hubiese obrado soberanamente en esa situación, y no le hubiera dado a Jacob la primogenitura, éste jamás la habría conseguido mediante sus tretas. Vemos el mismo principio aquí. Jacob no se enriqueció por sus engaños sino por la soberanía de Dios.
Jacob había sido escogido por Dios y se encontraba bajo Su bendición. El no tenía necesidad de emplear sus estratagemas para enriquecerse, pues estaba bajo la bendición de Dios, y por esta razón, Dios le había concedido Su bendición. Aparentemente, Jacob obtuvo estas riquezas por el éxito de su ardid, pero en realidad, le fueron dadas por la soberanía de Dios, por la mano de bendición. Este mismo principio es válido en lo que a nosotros se refiere hoy. Nosotros también fuimos escogidos por Dios y nos hallamos bajo Su bendición. No necesitamos esforzarnos ni engañar para conseguir la bendición de Dios. Dios nos concederá la bendición que necesitamos. Con todo, después de ser salvos, todos hemos luchado y engañado para conseguir la bendición. En muchos casos parecía que la bendición ha venido por nuestros esfuerzos y ardides; pero en realidad, la bendición vino mediante la soberanía de Dios. Lo mismo sucede con todo lo pertinente a nosotros. No debemos pensar que toda bendición proviene del éxito de nuestros esfuerzos. Por el contrario, debemos ser conscientes de que toda bendición, sea espiritual o material, viene mediante la soberanía de Dios.

10) La bendición de Dios

Ahora debemos considerar la bendición de Dios. Dios bendijo a Labán por causa de Jacob (30:27, 30). Dios preservó a Jacob, mediante Su bendición, de la opresión de Labán (31:7-12, 16, 42). Debemos postrarnos para adorar a Dios y aprender la lección de no preocuparnos por las presiones que los demás ejerzan sobre nosotros. Como pueblo escogido de Dios, nos encontramos bajo Su bendición. Aunque los demás ejerzan presión sobre nosotros, no debemos engañarlos. Cuantos más ardides usemos, más presión sufriremos. En todo caso, sea que engañemos o no, la bendición nos pertenece porque estamos destinados a recibirla.
Jacob empezó a utilizar sus tretas desde que estaba en el vientre de su madre y sólo cesó cuando fue transformado. Sólo al llegar a los últimos capítulos de Génesis, nos damos cuenta de que Jacob dejó de valerse de su astucia. Después de ser transformado en príncipe de Dios, Jacob dejó de utilizar estratagemas. Del mismo modo, sólo después de que Dios haya obrado en nosotros y nos haya transformado, dejaremos de engañar.
Como ya mencionamos, en este relato existen tres personajes principales: la parte opresora, la parte artificiosa y la parte que bendice. Dios pudo haberle dicho a Labán: “Labán, usaré tu opresión como medio para transformar a Jacob, Mi escogido. No le puedes robar Mi bendición. Cuanto más lo oprimas, más lo bendeciré”. Además, Dios pudo haberle dicho a Jacob: “Jacob no te enriqueciste gracias a tus engaños, sino a Mi bendición soberana. Tú pusiste las ovejas blancas delante de las varas descortezadas, pero el sueño muestra que el resultado no vino de tus engaños. A Mis ojos, las ovejas blancas en realidad eran listadas, pintadas y abigarradas. Lo que te enriqueció fue Mi bendición soberana, no tus engaños”. Todos debemos aprender a no temer a las circunstancias ni a las presiones, y a no engañar. Aunque usted siga engañando a los demás, un día su naturaleza artificiosa será quebrantada.
Jacob era astuto, pero Dios siguió bendiciéndolo. En el sueño, Dios no lo reprendió, sino que lo consoló diciendo: “Yo he visto todo lo que Labán te ha hecho” (31:12). Dios vio los sufrimientos y la aflicción de Jacob a manos de Labán y parecía decir: “Yo soy el Dios de Bet-el, el Dios de tu padre. Yo te cuidaré”. Cuando leemos este relato, vemos que Dios no se preocupó por lo que hiciera Jacob; lo único que le interesaba era Su propósito. Todo lo que Dios hizo tenía como fin la edificación y la transformación de Jacob.

EL COSTO DE PREFERIR EN VEZ DE ACEPTAR (E. V. Génesis, Witness Lee)

Con eso vemos que Dios le dejará a usted obtener lo que desea, pero que usted deberá pagar el precio por ello. Su preferencia siempre costará mucho, pues aparte de dársela, Dios le dará una añadidura. Dios parecía decir: “Jacob, ¿amas a Raquel? Te la daré, pero debes pagar el precio. Después de pagar un alto precio, te daré una añadidura. Esta añadidura concuerda con Mi voluntad”.
Raquel fue esposa de Jacob de acuerdo con la elección y preferencia de éste, pero Lea fue su esposa conforme al concepto y la voluntad de Dios.

Jacob, Lea y Raquel

ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE SETENTA

BAJO LA MANO DE DIOS

(4)




...

6) El engaño de Labán en el matrimonio
de sus dos hijas con Jacob

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La mano soberana de Dios actuó en esa situación. Jacob amaba a Raquel, pero Dios en Su soberanía la mantuvo alejada de él. Jacob no laboró ni un solo día por Lea, pero ella le fue dada como don gratuito, como añadidura. Con eso vemos que Dios le dejará a usted obtener lo que desea, pero que usted deberá pagar el precio por ello. Su preferencia siempre costará mucho, pues aparte de dársela, Dios le dará una añadidura. Dios parecía decir: “Jacob, ¿amas a Raquel? Te la daré, pero debes pagar el precio. Después de pagar un alto precio, te daré una añadidura. Esta añadidura concuerda con Mi voluntad”.
Raquel fue esposa de Jacob de acuerdo con la elección y preferencia de éste, pero Lea fue su esposa conforme al concepto y la voluntad de Dios. Esto queda demostrado en 49:31, donde vemos que Jacob sepultó a Lea en la cueva de Macpela, la cueva maravillosa en la cual Abraham, Sara, Isaac, y Rebeca fueron sepultados. Observe que Lea fue sepultada allí, y no Raquel. Dios es constante. A Sus ojos hay una sola esposa para un solo marido. Dios no reconoció a Raquel como esposa de Jacob, porque ella fue escogida por Jacob. Lea fue la verdadera esposa de Jacob. Dios le dio a Jacob lo que éste deseaba, y le enseñó con ello muchas lecciones. De la misma manera, usted, un obrero del Señor, puede preferir a cierto hermano como su colaborador. Sin embargo, este colaborador es escogido por usted según su preferencia y no por Dios conforme a Su voluntad. Nuestro Dios es grande. Si usted desea obtener lo que usted prefiere, Dios puede decir: “Te dejaré tener lo que prefieres. Pero ésta es una buena oportunidad para disciplinarte, transformarte y enseñarte algunas lecciones. Finalmente te daré como verdadero colaborador aquel que Yo haya escogido y que a ti no te gusta(Juan 21:18 -De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras).
Dios dio Lea a Jacob. ¿La amaba Jacob? Probablemente no. En Génesis 29:31 vemos que “Lea era menospreciada”. Primero fue menospreciada por Raquel, y luego por Jacob, que sin lugar a dudas estaba bajo la influencia de Raquel. Algunos enseñan que Dios jamás nos permite conseguir lo que nosotros deseamos. Esta enseñanza es incorrecta. Dios le permitirá tener lo que a usted le agrade, pero junto con ello, usted recibirá disciplina y transformación.

7) La competencia, la envidia y la pelea
entre las esposas de Jacob acerca de tener hijos

Las dos esposas de Jacob competían por tener hijos. Esta competencia puso a Jacob en el horno, y lo convirtió en una hormiga dentro de un horno caliente. Cuatro mujeres: las dos hijas de Labán y sus dos respectivas siervas, le hicieron la vida difícil a Jacob. Si él no hubiese tenido ninguna preferencia, habría tenido una sola esposa. Finalmente, debido a su preferencia, llegó a tener cuatro esposas. Según vimos, Raquel, la esposa que él prefería, no era su verdadera esposa; su verdadera esposa era Lea, la que a él no le agradaba. Por la rivalidad que existía entre Raquel y Lea, le fueron dadas a Jacob las dos siervas, Bilha y Zilpa, para que fuesen sus esposas (30:4, 9). Estas cuatro mujeres fueron un equipo que jugaba en contra de Jacob. Cuando comparamos a Jacob con Isaac, vemos que Isaac era una persona simple. El no tuvo ninguna preferencia, sino que aceptaba a todos y todo lo que llegaba a él. Por consiguiente, le fue dada la mejor (o lo mejor) esposa, Rebeca. En el caso de Isaac, no hubo complicaciones. Pero vemos muchas complicaciones en el caso de Jacob porque él tenía su preferencia. Sin embargo, el hecho de que Jacob tuviera su gusto, también era parte de la obra soberana de Dios. No se menosprecie a sí mismo, diciendo: “Me aborrezco. ¿Por qué no nací siendo una persona simple?” Por el contrario, usted debe alabar a Dios por no ser simple, y decir: “Oh Señor, gracias por no haberme creado como persona sencilla. Alabado seas, Señor, porque soy tan complicado”. ¿Ha agradecido y alabado a Dios usted de esta manera? No diga: “Oh lamento los errores que cometí en el pasado”. Hasta sus errores están bajo la soberanía de Dios. Si muchos de nosotros no hubiéramos cometido ningún error, es probable que no estuviéramos en la vida de iglesia hoy. ¡Alabado sea al Señor porque nuestros errores nos han introducido en la vida de iglesia! ¡Alabado sea Dios por Su soberanía!
Me río cada vez que leo cómo engañó Labán a Jacob. En toda la historia humana, es probable que no haya habido otro caso en que un suegro haya engañado así a su yerno. Solamente en la Biblia leemos tal cosa. Durante la noche, Jacob estaba en un sueño pensando que había obtenido a su elegida, pero cuando amaneció, vio que le habían dado la que (lo que) a él no le gustaba. Aquí vemos la soberanía de Dios. Luego, aparte de Lea y Raquel, le dieron a Jacob otras dos esposas. Jacob ciertamente no deseaba tener cuatro esposas. Como todos los hermanos casados pueden testificar, una sola esposa es suficiente. No obstante, Jacob ya no tenía alternativa. Le dieron cuatro esposas y no pudo hacer nada al respecto. El estaba rodeado por ellas y ya no tenía libertad de hacer lo que quería.
Un día Rubén, el primogénito de Jacob, encontró algunas mandrágoras en el campo y las dio a su madre Lea (30:14). Según el Cantar de los Cantares 7:13, las mandrágoras tipifican el fruto del amor. Cuando Raquel quiso las mandrágoras, Lea dijo: “¿Es poco que hayas tomado mi marido, sino que también te has de llevar las mandrágoras de mi hijo?” (30:15), a lo cual Raquel respondió que Lea podía tener a Jacob esa noche a cambio de las mandrágoras de Rubén. Cuando Jacob volvía del campo esa tarde, Lea fue a su encuentro, y le dijo: “Llégate a mí, porque a la verdad te he alquilado por las mandrágoras de mi hijo” (30:16). Jacob había perdido su libertad. El era como un balón de baloncesto que pasa de una persona a otra. Jacob estaba en una situación tan difícil porque sus esposas estaban compitiendo entre ellas por engendrar hijos.
Al leer la historia de Jacob, debemos adorar a Dios por Su soberanía, Su justicia, y por tener un propósito en todo. Jacob amaba a Raquel, y no a Lea. Pero la menospreciada Lea le dio cuatro hijos (29:31-35), mientras que la amada Raquel era estéril (30:1-2). En Génesis 29:31 dice: “Y vio Jehová que Lea era menospreciada, y le dio hijos; pero Raquel era estéril”. Aunque Lea era menospreciada, halló favor a los ojos de Dios. Cuando Lea dio a luz a Rubén, su primogénito, cuyo nombre significa “he aquí un hijo”, ella dijo: “Ha mirado Jehová mi aflicción” (29:32). El segundo hijo de Lea se llamó Simeón, nombre que significa “escuchar”. Después de dar a luz a Simeón, ella dijo: “Por cuanto oyó Jehová que yo era menospreciada, me ha dado también éste” (29:33). El tercer hijo de Lea se llamó Leví, que significa “unido”. Cuando Leví nació, Lea exclamó: “Ahora esta vez se unirá mi marido conmigo, porque le he dado a luz tres hijos” (29:34). En Génesis 29:35 vemos que Lea concibió otra vez, y dio a luz un hijo, y dijo: “Esta vez alabaré a Jehová; por esto llamó su nombre Judá; y dejó de dar a luz”. El nombre Judá significa “alabanza”. Después de engendrar estos cuatro hijos, lo único que pudo hacer Lea fue alabar al Señor.
...

LA VIDA NATURAL NOS TRAE SUFRIMIENTO, AUNQUE NO NOS PRIVA DE LA GRACIA (E.V. Génesis, Witness Lee)




La vida natural no entorpece la gracia, pero nos acarrea sufrimiento. No disminuirá la cantidad de gracia que recibamos, pero sí incrementará nuestra medida de sufrimientoMientras usted tenga parte de su vida natural, ésta le causará sufrimientos. Si usted no desea sufrir, no debe vivir en la vida natural. No se valga de su astucia, ni ejerza su sabiduría para ayudar a Dios, ni haga nada usando su vida natural. 
Esto solamente añadirá sufrimiento

ESTUDIO-VIDA DE GÉNESIS

MENSAJE SESENTA Y CINCO

UNA DEBILIDAD NATURAL COMO ABRAHAM
Y
UNA VIDA NATURAL COMO JACOB


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d. Una vida natural igual como la de Jacob

En Isaac no vemos solamente la debilidad natural sino también la vida natural. El seguía viviendo en el nivel natural. No llevaba una vida supuestamente espiritual todo el tiempo. Después de que Isaac oró, Dios le dio dos hijos: Esaú y Jacob. Isaac amaba a Esaú porque éste era un cazador muy hábil y porque “comía de su caza” (25:27-28). El amor de Isaac por su primogénito era limitado a la esfera de la vida natural, a su preferencia natural, como lo fue el amor de Jacob por José (37:3-4). El marido empezó a mostrar un amor parcializado; así que la esposa hizo lo mismo. Esaú, “diestro en la caza”, fue el hijo preferido de su padre, y Jacob, un hombre tranquilo que moraba en tiendas, fue el hijo predilecto de su madre. A las madres les gusta tener un hijo que se quede tranquilo cerca de ellas. Ninguna madre preferiría a un hijo agreste que disfruta de los deportes todo el día. En la familia de Isaac, el padre prefería a Esaú, y la madre a Jacob. ¿Qué clase de vida era ésta, acaso era una vida espiritual, una vida de resurrección? No. Era una vida natural, aunque no era una vida pecaminosa. No debemos pensar que somos diferentes, pues los padres tienen un amor parcializado. Si usted tiene varios hijos, amará a uno de ellos más que a los demás, conforme a su preferencia, y todos sus hijos sabrán quién es su predilecto. Este amor parcializado no corresponde a nuestro espíritu, sino a nuestras preferencias naturales. Amamos a un muchacho o a una muchacha en particular, porque corresponde a nuestro gusto natural. Esta es la vida natural.

La vida natural siempre nos causa problemas. La predilección en la vida de Isaac provocó la necesidad de suplantar. Rebeca quería que su hijo preferido recibiera la bendición. En el capítulo veintisiete vemos que ella perfectamente podía suplantar (vs. 5-7). Ella le enseñó a Jacob a suplantar. En el capítulo treinta Jacob engañó a su tío Labán en cuanto al rebaño (vs. 31-43). El principio se aplica también en el capítulo veintisiete. Rebeca preparó una carne gustosa y cubrió las manos y el cuello de Jacob con pieles de cabrito. Cuando Isaac lo palpó, dijo: “La voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú” (27:22). Aquí vemos que el arte de suplantar lo aprendió Jacob de su madre, quien formaba parte de su padre. En cierto sentido, la madre engañó al padre; eso significa que la segunda parte de una persona engañó a la primera. El engaño de esta familia consiste en engañarse a sí misma. Al final en la familia, todos fueron engañados. Cuando leí este capítulo, dije: “Rebeca, te creías muy lista, pero en realidad, fuiste necia. ¿Acaso no sabes que Dios había dispuesto que Jacob fuese el primero? Tú no necesitabas ayudar a Dios”. Rebeca al tratar de ayudar a su hijo, lo perdió. Génesis no nos dice cuánto tiempo vivió Rebeca. Es posible que haya muerto antes de que Jacob hubiese vuelto de la casa de Labán. Eso significa que Rebeca perdió a su hijo por causa del engaño. Rebeca probablemente no vivió lo suficiente para ver nuevamente a su hijo Jacob. Ella pensaba que lo estaba ayudando, pero en realidad, lo perdió por haber suplantado.

Resulta difícil pensar que una persona como Isaac hubiese tenido esta debilidad natural y hubiese llevado una vida tan natural. Isaac sufrió por causa de su vida natural (26:34-35; 27:41-46; 28:6-9). Isaac disfrutó siempre la gracia, pero hubo sufrimiento en su vida. Tanto Isaac como Rebeca sufrían por vivir de una manera natural, pues las mujeres de Esaú fueron “amargura de espíritu” para ellos (26:34-35).

Debido al amor parcializado predominante en esa familia, Esaú aborreció a Jacob y quería matarlo. Cuando Rebeca se enteró de esto, le pidió a Jacob que huyera a casa de su hermano Labán y se quedara con él hasta que la ira de Esaú hubiese desaparecido. No obstante, Rebeca le presentó a Isaac otra versión (27:46). Parecía decir: “Las esposas de Esaú nos han causado mucha amargura de espíritu y yo no podría vivir si Jacob tomara como esposa a una mujer de éstas. Debemos mandarlo lejos para que consiga esposa”. Rebeca dijo lo mismo de dos maneras distintas. Toda esposa sabia hace eso, pues cuenta la misma historia de dos maneras distintas. Igual que muchas esposas actuales, Rebeca le mintió a Isaac al decirle la verdad. Ella quería enviar a Jacob lejos para protegerlo de Esaú, pero no le dijo esto a Isaac, sino que le dijo que estaba cansada de sus nueras gentiles y que no quería que Jacob tomara esta clase de esposa, sugiriendo así que Isaac enviara lejos a Jacob para que consiguiera una esposa de su propio linaje. Lo que dijo era cierto, pero la intención era otra. Eso causó sufrimiento.

Mientras Isaac disfrutaba de la gracia, también sufría por vivir en la esfera natural. La vida natural no entorpece la gracia, pero nos acarrea sufrimiento. No disminuirá la cantidad de gracia que recibamos, pero sí incrementará nuestra medida de sufrimiento. Mientras usted tenga parte de su vida natural, ésta le causará sufrimientos. Si usted no desea sufrir, no debe vivir en la vida natural. No se valga de su astucia, ni ejerza su sabiduría para ayudar a Dios, ni haga nada usando su vida natural. Esto solamente añadirá sufrimiento. Es mejor que no llevemos una vida natural.

Isaac vivió en la vida natural, pero Dios obró soberanamente en todas las cosas. En cierto sentido, la vida natural ayudó a la soberanía de Dios. Dios había predestinado a Jacob para que tuviera la primogenitura y participara de la bendición del primogénito. La suplantación de Rebeca le causó sufrimientos, pero esto fue dispuesto soberanamente por Dios para cumplir Su propósito. Todo se encontraba bajo la soberanía de Dios para que se cumpliera Su propósito. Por lo tanto, podemos decir: “Alabado sea el Señor, porque el propósito de Dios se está cumpliendo, aunque yo sea bueno o malo, espiritual o no. No importa lo que suceda, me encuentro en la gracia y la disfruto”. Nada nos puede impedir que disfrutemos la gracia. No obstante, si queremos evitar el sufrimiento, no debemos vivir en la vida natural.

HEREDAR LA GRACIA: La vida cristiana no es solo una vida de sufrimiento (E.V. Génesis, Witness Lee)



ESTUDIO-VIDA DE GÉNESIS

MENSAJE SESENTA Y TRES

HEREDAR LA GRACIA

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El Nuevo Testamento afirma en cuanto a la experiencia de vida, que Abraham, Isaac y Jacob no deben ser considerados tres individuos separados, sino aspectos de la experiencia de vida de una persona completa. Abraham representa el aspecto del llamamiento, de vivir por la fe en Dios y en comunión con El. Isaac representa el aspecto de heredar la gracia y disfrutar la herencia de la gracia. Jacob representa el aspecto de ser elegido, de ser disciplinado por el Señor, y de ser transformado en príncipe de Dios. En la experiencia de vida, vemos el aspecto del deleite, la gracia. La mayoría de nosotros ha oído mensajes en los que se nos dice que la vida cristiana debe ser una vida de sufrimiento, de llevar la cruz y de gemir en oraciones. ¿No ha oído usted mensajes en los cuales se dice que éste no es el tiempo de disfrutar, sino de sufrir y de llevar la cruz, y que nuestro deleite empezará cuando vuelva el Señor? No digo que eso sea erróneo, pero sí afirmo que es sólo un aspecto de la vida cristiana. Existe otro aspecto: el aspecto del deleite.

En el sentido bíblico y en nuestra experiencia, la gracia significa disfrute. La gracia es el disfrute que tenemos en la vida cristiana. Nuestra vida cristiana presenta tres aspectos: el aspecto de Abraham, el de Isaac y el de Jacob. En el aspecto de Abraham, no tenemos mucho disfrute. Abraham fue bendecido y engrandecido, pero no tuvo mucho disfrute. El perdió a su padre, y Lot se le convirtió en un problema. Eliezer, en quién confiaba, fue rechazado, e Ismael, el hijo que engendró con su concubina por su propio esfuerzo, fue echado. Después de que nació de Isaac, Dios le exigió a Abraham que lo ofreciera como holocausto. Poco después de recuperar a Isaac, Abraham perdió a su querida esposa. En toda su vida, podemos ver el aspecto del despojo. La Biblia no muestra que Abraham haya sufrido mucho, pero lo perdió casi todo. ¿Es eso la totalidad de la vida cristiana? Si tal es el caso, entonces la vida cristiana es solamente una vida de pérdidas. Las pérdidas constituyen un aspecto de la vida cristiana. Romanos 5:2 no dice: “Tenemos acceso a esta pérdida en la cual estamos firmes”. Lo que dice es: “Hemos obtenido acceso por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes”. Dios no tiene ninguna intención de mantenernos en la pérdida. Su intención es introducirnos en la gracia, en el disfrute.

Dios desea conducirnos a disfrutar la gracia, pero algo estorba esta gracia: el yo. Nosotros mismos constituimos el obstáculo. Cristo vino, y con El la gracia, y nosotros hemos sido introducidos en la gracia en la cual estamos firmes; no obstante, usted y yo constituimos el estorbo más grande para esta gracia. Por lo tanto, antes de que podamos tener la experiencia de Isaac, necesitamos a Abraham, quien representa el primer aspecto de la experiencia de vida. La vida de Abraham revela que si deseamos disfrutar de la gracia de Dios y deleitarnos plenamente en las riquezas de Dios, debemos ser quebrantados, circuncidados y aniquilados. Si Abraham no hubiera sido circuncidado, Isaac jamás habría nacido. Isaac nació después de que Abraham fue circuncidado. Después de la circuncisión de Abraham en Génesis 17, Dios le dijo que Isaac nacería (17:19). Finalmente, en el capítulo veintiuno, nació Isaac. Este vino con la visitación de Dios; nació por la visitación de Dios, la cual corresponde al nacimiento de Isaac. Dios visitó a Sara, y esa visita se convirtió en el nacimiento de Isaac. Esta es la gracia.

Dios vino para ser disfrutado por los que El llamó. Sin embargo, si queremos tener ese disfrute, el yo debe desaparecer. Cuando el yo desaparece, viene Isaac. Eso significa que viene la gracia. No es fácil perder el yo. Nosotros debemos ser despojados para que el yo desaparezca. ¿Está usted dispuesto a perder su yo? No creo que nadie esté dispuesto a perder su ego. No obstante, debemos perdernos a nosotros mismos antes de que pueda venir la gracia. Perder el yo significa estar dispuesto a quedar mal. Cuando guardamos las apariencias, perdemos la gracia. Si queremos recibir gracia, debemos estar dispuestos a quedar mal. Hermanos, frente a su esposa en su vida diaria, deben estar preparados para perder. Si ustedes hacen eso, la gracia vendrá. Después de la circuncisión de Abraham, vino Isaac. Este es el principio. Nuestro ego debe irse, y la gracia vendrá. Primero debemos ser Abraham, y luego convertirnos en Isaac.

No le resultó fácil a Abraham perder su yo. En realidad, Dios le obligó a perderse a sí mismo. Cuando Dios llamó a Abraham, no dijo: “Abraham, debes perderte a ti mismo y entonces Yo vendré para ser tu gracia y tu deleite”. No, cuando Dios le llamó, El prometió bendecirle. La bendición del Antiguo Testamento corresponde en cierto modo a la gracia del Nuevo Testamento. ¿Cuál es la diferencia entre la bendición y la gracia? Aquello que Dios nos da gratuitamente es una bendición. Pero cuando esta bendición es forjada en nuestro ser, ella se convierte en gracia. Dios prometió a Abraham que le bendeciría. Cuando la bendición fue forjada en Abraham, ésta se convirtió en gracia. El ego de Abraham y su hombre natural constituyeron el mayor estorbo para la bendición de Dios y obligó a Dios a despojarle.

Sucede lo mismo en nuestra experiencia. Todos fuimos llamados, y Dios nos bendijo en Cristo (Ef. 1:3). No obstante, después de ser llamados, seguimos enfrascados en nosotros mismos, y tratamos de recibir la bendición de Dios por nuestro propio esfuerzo. Cuando yo era joven, me di cuenta de que mi carne no era buena. Cuando me dijeron que la carne fue clavada en la cruz, me alegré mucho. Entonces empecé a tratar de poner la carne en la cruz por mi propio esfuerzo. No obstante, al hacerlo por mi propio esfuerzo, entorpecí la gracia de Dios. La crucifixión de la carne ya se había realizado; no necesitaba valerme de mis esfuerzos. No obstante, yo, mi ego, estaba intentando poner mi carne en la cruz. Este yo era el mayor obstáculo para la gracia de Dios. Me separaba de la gracia. Si examinamos nuestra experiencia pasada, veremos que después de oír las buenas nuevas, a menudo procurábamos obtener por nuestra cuenta las cosas que oíamos en las buenas nuevas. Nuestros propios esfuerzos han sido un estorbo para la gracia de Dios. Por esta razón, Dios se ve obligado a quebrantarnos.
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El asunto de la gracia ha sido escondido, oculto y velado en el transcurso de los años. ¿Qué es la gracia? La gracia es algo de Dios forjado en nuestro ser, que obra en nosotros y por nosotros. No es nada exterior. La gracia es Dios en Cristo, forjado en nuestro ser para vivir, obrar y actuar por nosotros. Leamos lo que dice Pablo en 1 Corintios 15:10: “Por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo sino la gracia de Dios conmigo. Este es un pensamiento muy profundo. Pablo no dijo: “Por la gracia de Dios tengo lo que tengo. Tengo un buen automóvil, un buen trabajo y una buena esposa por la gracia de Dios”. Ni siquiera dijo: “Por la gracia de Dios hago lo que hago”. No se trata de actuar, de tener ni de laborar, sino de ser. Por lo tanto, Pablo dice: “Por la gracia de Dios soy lo que soy”. Eso significa que la gracia misma de Dios había sido forjada en su ser, y había hecho de él esa clase de persona. En Gálatas 2:20 Pablo dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Si unimos este versículo con 1 Corintios 15:10, vemos que la gracia no es más que Cristo vivo en nosotros. Ya no soy yo, sino la gracia de Dios, no yo, sino Cristo. La gracia no está fuera de nosotros ni a nuestro lado. Es una persona divina, Dios mismo en Cristo, forjado en nosotros para ser el constituyente de nuestro ser. Por la falta de revelación, los cristianos no han entendido correctamente la gracia y la han interpretado de manera errónea, pensando que es algo que está fuera de ellos. Pero la gracia no es más que el Dios Triuno forjado en nosotros para constituir nuestro ser y para vivir, obrar y actuar en nosotros a fin de que así podamos decir: “Soy lo que soy por la gracia de Dios. Y no yo, sino la gracia de Dios”.

A todos nosotros se nos ha enseñado a tener un buen comportamiento y a amarnos unos a otros. Como resultado, tratamos de comportarnos correctamente y de amar a los demás. No obstante, no importa si amamos a otros o no, pues Dios jamás aceptará nuestro amor. Abraham logró engendrar a Ismael, pero Dios lo rechazó. Dios parecía decir: “No, Abraham, eso no es lo que Yo quiero. Deseo algo que sea forjado en ti y expresado por medio de ti. Has producido a Ismael sin Mi visitación. Yo estaba en los cielos y tú en la tierra engendrando a Ismael. Puesto que él no tiene nada que ver conmigo ni con Mi visitación, jamás lo reconoceré. Un día visitaré a Sara, y Mi visitación producirá a Isaac; sólo le reconoceré a él”. Si amamos a los demás con nuestro propio esfuerzo, Dios jamás reconocerá este amor, pues no procede de Su visitación. Dios desea visitarnos, entrar en nosotros, vivir por nosotros e inclusive amar a los demás por nosotros. El sólo reconocerá esta clase de amor. El amor de usted es un Ismael; pero el amor por la visitación de Dios es un Isaac. El hecho de que usted sea humilde u orgulloso, perverso o justo no tiene ningún valor. Dios no reconoce nada que proceda de usted fuera de la visitación de El. Lo que no procede de la gracia no es reconocido ni estimado por Dios. Todos debemos decir: “Oh Señor, no haré nada sin Tu visitación. Señor, si Tú no me visitas ni haces nada por medio de mí, yo no haré nada. Ni aborreceré ni amaré. No seré orgulloso ni humilde. Quiero estar en blanco. Señor, sin Tu visitación no soy nada”. La visitación de Dios es la gracia práctica. Cuando amo a los demás y soy humilde por la visitación de Dios, y no por mi propio esfuerzo, estoy en el disfrute de la gracia.

Como ya vimos, Dios desea forjarse en un hombre corporativo para tener una expresión corporativa. Este es el concepto fundamental de la revelación divina de la Biblia. Este es el propósito eterno de Dios. Dios llamó a Abraham con el propósito de forjarse en él, pero Abraham tenía un fuerte yo. Este ego natural constituyó el mayor obstáculo para el propósito de Dios. Sucede lo mismo con nosotros hoy en día. El propósito de Dios consiste en forjarse en nosotros para ser nuestra vida y nuestro vivir, pero nuestro ego natural sigue siendo un estorbo. Por lo tanto, Dios debe quebrantarnos y cortarnos para poder entrar en nosotros y ser el todo para nosotros. Dios no necesita que amemos a los demás ni que seamos humildes para que la sociedad mejore. Si Dios deseara una sociedad mejor, sólo tendría que decir: “Mejor sociedad”, y ésta se producirá. El llama las cosas que no son como si fuesen (Ro. 4:17) y no necesita nuestra ayuda. Dios desea forjarse en nosotros para ser nuestra humildad y nuestro todo. El desea que digamos: “Señor, no soy nada y no haré nada. Sólo me abro a Ti para que entres y hagas Tu hogar en mí, vivas en mí y hagas todo por mí. Señor, vive en mí, y yo disfrutaré Tu vivir. Cada vez que obres en mí, yo diré: ‘Alabado seas Señor. ¡Esto es maravilloso!’ Yo no soy el que actúa, sino el que disfruta, el que aprecia todo lo que haces por mí’ ”.

Hoy en día, Dios desea quebrantar a Abraham para que surja Isaac. El desea romper nuestro ser natural a fin de que podamos experimentarlo plenamente en Cristo, quién se forja en nosotros para ser nuestro deleite.

He experimentado la vida matrimonial por casi cincuenta años; he experimentado mucho disfrute y mucho sufrimiento. Antes de casarme, amaba sinceramente al Señor, y le decía frecuentemente cuánto le amaba. Después de casarme, acudía al Señor y le decía, como expresión de lealtad: “Señor, por el amor que te tengo, quiero ser el mejor marido”. A la larga, fracasé. Acudí al Señor y confesé todos mis fracasos. Después de experimentar la unción, fui consolado e intenté nuevamente ser el mejor marido. Pero volví a fracasar, y esa experiencia de altibajos se repitió continuamente. Más adelante, hasta di un mensaje en el cual dije: “La vida cristiana tiene muchas noches y días. No se desaliente jamás por causa de sus fracasos. Sólo espere algunas horas y la mañana vendrá”. Durante muchos años, pasé días y noches, noches y días. Un día recibí la revelación y dije: “Necio, ¿quién te pidió hacer eso? Cristo está aquí esperando ser tu gracia. Tú debes decir: ‘Señor no soy nada ni puedo hacer nada, y aun si pudiera hacer algo, Tú no lo aceptarías. Ven Señor, y haz Tu obra y sé el mejor marido en mi lugar. Esto te corresponde a Ti, no a mí. Tú me exiges, te devuelvo lo que me pides y te pido que Tú lo cumplas. Señor sé el mejor marido, y yo te alabaré por eso’ ”. Cada vez que oré de esta manera, el Señor siempre hizo lo mejor. Esta es la gracia.
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1) Nace por gracia

Después de que la fuerza natural de Abraham y sus propios esfuerzos fueron eliminados por Dios, nació Isaac (17:15-19; 18:10-4; 21:1-7). Esto implica que Isaac nació por la gracia, la cual es representada por Sara (Gá. 4:24-28, 31). El relato de Génesis afirma que eso sucedió en “el tiempo de la vida” (18:10, 14). Cuando cesa el esfuerzo de la vida natural, llega el tiempo de la Vida. En el tiempo de la vida nace algo en gracia. La gracia está relacionada con la vida, y la vida acompaña a la gracia. Por lo tanto, la gracia es llamada “la gracia de la vida” (1 P. 3:7).

2) Criado en gracia

Isaac fue criado en gracia (21:8). En su historia vemos que él no hizo nada. El nació y fue criado. No digo que creció, sino que fue criado. Así como un campesino cultiva manzanas en su huerto, Dios cultivó a Isaac como un árbol en Su huerto. Isaac fue criado por Dios en gracia.

En 2 Pedro 3:18 se nos habla de crecer en la gracia. Esto indica que crecer significa alimentarse y recibir el riego como lo revela Pedro en 1 Pedro 2:2, y Pablo en 1 Corintios 3:2 y 6. Crecer en la gracia significa crecer en el disfrute de todo lo que Cristo es para nosotros como nuestra comida espiritual y nuestra agua de vida. Todas las riquezas de lo que Cristo es para nosotros son necesarias para nuestro crecimiento en vida. Cuanto más disfrutamos las riquezas de Cristo (Ef. 3:8), más crecemos en vida (Ef. 4:15).

3) Es heredero en la gracia

Isaac también llegó a ser heredero en la gracia (21:9-12). Todo lo que su padre tenía le fue dado a él, pues Abraham dio todas sus riquezas a este único heredero. Del mismo modo, no debemos hallar ningún disfrute en nosotros mismos. La herencia sólo debemos disfrutarla en la gracia.

4) Obedece en gracia

Isaac también obedeció en gracia (22:5-10). Al leer Génesis 22 anteriormente, no podía entender cómo Isaac, un joven, podía haber sido tan obediente. Finalmente, descubrí que él era obediente porque estaba saturado de la gracia. El estaba totalmente sumergido en la gracia, y obedecía en gracia. Esta obediencia trajo la provisión de Dios. Ocurre lo mismo en nuestro caso en la actualidad. Cuando obedecemos en gracia, recibimos la provisión de Dios.

La gracia de Dios es poderosa, pues nos permite sobrellevarlo todo. Pablo le dijo a Timoteo que se fortaleciera en la gracia que es en Cristo Jesús (2 Ti .2:1). La gracia puede inclusive reinar sobre todas las cosas (Ro. 5:21). No debemos caer de la gracia (Gá. 5:4), sino ser confirmados por ella (He. 13:9). Cuanto más sobrellevamos en la gracia, mayor provisión de gracia recibimos.

5) Lo hereda todo del padre

Isaac heredó todas las cosas de su padre (24:36; 25:5). Llegó a ser el heredero de las riquezas del padre por la gracia y no por su esfuerzo ... Dios nos llamó y nos bendijo con todas las bendiciones espirituales en Cristo (Ef. 1:3). En Cristo nos puso en la gracia para que seamos herederos de la gracia, y heredemos todas las riquezas de la plenitud divina como nuestro disfrute. Nuestra vida cristiana debe ser como la de Isaac, quien no hizo nada por su cuenta, sino que heredó y disfrutó todo lo que tenía su padre. Al heredar la gracia, debemos dejar de usar los esfuerzos de nuestra vida natural y mantenernos abiertos y disponibles para disfrutar de la gracia.

6) Hereda la promesa dada a su padre

... Abraham recibió esta promesa, e Isaac la heredó. Pero nosotros hoy tenemos el cumplimiento. Ahora disfrutamos al Dios Triuno como nuestra gracia. Al disfrutar de la gracia, el Reino de Dios se manifestará, y Dios en Cristo será plenamente expresado por la eternidad.