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lunes, 17 de septiembre de 2012

UN IDILIO CON DIOS QUE NOS HACE UNO CON ÉL; ASÍ ESPONTÁNEAMENTE GUARDAMOS SU LEY Y LA EXALTAMOS, NO LA CAMBIAMOS (E.V. Éxodo, Witness Lee)

 Recibimos la vida de Dios por medio de un proceso de concepción divina.
El hecho de que hemos nacido de Dios (Jn. 1:12-13) indica que
la vida de Dios entra en nosotros por medio de la concepción.
El nacimiento siempre involucra la concepción de la vida.
Nuestra vida física describe la vida espiritual. En principio, el nacimiento espiritual
es el mismo que el nacimiento físico.
Ambas clases de nacimiento involucran la concepción de la vida.
Por medio de la 
concepción y del nacimiento, hemos recibido la vida de Dios. 


Cristo como la Vid debe tuvo que
ser herido para poder ser injertado.

ESTUDIO-VIDA DE EXODO

MENSAJE CINCUENTA Y CUATRO

GUARDAR LA LEY AL AMAR A DIOS,
A SU PALABRA Y SER UNO CON EL
(1)

Lectura bíblica: Gn. 1:26; Jer 31:3, 32; 2:2; Jn. 3:29; Mt. 9:15; Ef. 5:25-27; 2 Co. 11:2; Ap. 19:7; Jn. 21:15-17; 2 Co. 5:14-15; Jn. 14:21, 23; Cnt. 1:2-4.

(Las anotaciones en letra azul han sido añadidas)


...

3. Un proceso de concepción divina

Puesto que las verdades bíblicas son tan profundas, no podemos entenderlas, a menos que usemos ejemplos y parábolas. Es lo mismo en cuanto a la manera en que la vida de Dios entra en nosotros. La vida de Dios no puede entrar en nosotros como el agua que se derrama en un vaso. Recibimos la vida de Dios por medio de un proceso de concepción divina. El hecho de que hemos nacido de Dios (Jn. 1:12-13) indica que la vida de Dios entra en nosotros por medio de la concepción. El nacimiento siempre involucra la concepción de la vida.
He sido condenado por enseñar la mezcla de Dios con el hombre. Permítanme preguntarles: ¿cómo podríamos ser concebidos de Dios y nacer de El sin estar mezclados con El? Juan 3:6 dice: “lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. Nuestra vida física describe la vida espiritual. En principio, el nacimiento espiritual es el mismo que el nacimiento físico. Ambas clases de nacimiento involucran la concepción de la vida. Por medio de la concepción y del nacimiento, hemos recibido la vida de Dios.
En el recobro del Señor, recalcamos los aspectos subjetivos de la verdad en la Biblia. Muchos religiosos se ofenden por eso. Cuando se dice que Cristo es grande, que El ha sido glorificado y entronizado en los cielos, se preguntan cómo el Cristo exaltado podría ser nuestra comida. Algunos hasta se burlan de nosotros, preguntando cuál es nuestra base para decir que Cristo es comestible. En su ceguera, ellos ignoran la verdad subjetiva de que Cristo, el pan de vida, es verdaderamente comestible. El mismo dijo: “El que me come, él también vivirá por causa de Mi” (Jn. 6:57). Comer a Cristo, es decir, vivir por El ciertamente son asuntos muy subjetivos.

C. Dos ejemplos de la unidad

1. El injerto

Hemos visto que la vida de Dios es la que nos une a El. Un ejemplo de esta unidad en vida lo es el injerto de una rama de un árbol a otro árbol. El injerto involucra un proceso metabólico. Unos palos muertos pueden ser clavados, pegados o atados, pero no pueden ser injertados. Sólo las cosas vivientes pueden ser injertadas.
Dos sustancias que se van a injertar deben ser similares en vida. Sabemos que nuestra vida humana y natural no es idéntica a la vida divina. Génesis 1 presenta un principio según el cual cada vida es conforme a su género. Pero aunque la vida humana no es divina, fue creada conforme a la vida divina, pues el hombre fue hecho a la imagen y a la semejanza de Dios. Sólo la vida humana fue creada conforme a Dios. Por ser similares en ciertos aspectos, la vida humana y la divina pueden ser injertadas. Cuando se produce este injerto, la esencia de la vida divina fluye dentro de la vida humana y produce una unidad maravillosa de Dios y el hombre. ¿Cómo podríamos ser uno con Dios y cómo El podría ser uno con nosotros? Esta unidad viene con el injerto de la vida humana dentro de la vida divina y viceversa. Juan 15 declara claramente que somos ramas en Cristo, quien es la vida. Conforme al ejemplo usado por Pablo en Romanos 11, somos ramas injertadas dentro de Cristo. Ahora que permanecemos en Cristo y que El permanece en nosotros, compartimos una sola vida. Esta unidad en vida nos hace verdaderamente uno.

2. Marido y esposa

Otro ejemplo de nuestra unidad con el Señor que se presenta en las Escrituras es la unidad entre un hombre y su esposa. Un marido y su esposa son uno tanto en naturaleza como en vida. Finalmente, después de muchos años, un hombre y una mujer que han disfrutado una verdadera vida matrimonial llegarán a ser uno aún en expresión. Durante la luna de miel, el marido y la esposa son uno en amor. Con el tiempo, se hacen uno en vida. Pero finalmente, los que desarrollan una vida matrimonial adecuada llegan a ser uno en expresión. Este es un cuadro de nuestra relación con el Señor. Primero somos uno con El en amor; luego somos uno con El en vida y naturaleza; y finalmente seremos uno con El en expresión. Cuando somos uno con El en amor, experimentamos Su vida y disfrutamos de Su naturaleza. Cuando llevamos Su vida y caminamos conforme a Su naturaleza, llegamos a ser Su expresión.
En el mensaje anterior mencionamos que la ley describe lo que Dios es. Esto significa que la ley es la expresión de Dios. Si llegamos a ser uno con Dios en amor, vida, naturaleza y expresión, obedeceremos Su ley automáticamente. No necesitamos proponernos obedecerla, pues viviremos espontáneamente conforme a la ley de Dios.

D. La ley es exaltada y no cambiada

Es importante ver que en el Nuevo Testamento, los Diez Mandamientos se repiten, desarrollan y exaltan. De hecho, la enseñanza del Nuevo Testamento va más allá de los Diez Mandamientos. Todo aquel que rechaza la ley de Dios, rechaza también todo el Nuevo Testamento, lo cual reitera de una manera extensa la ley promulgada en el Antiguo Testamento. En Mateo 5, el Señor Jesús completó la ley y la exaltó. Más de una vez, El dijo: “Oísteis que fue dicho a los antiguos ... pero Yo os digo...” (Mt. 5:21-22, 27-28, 31-32, 33-34, 43-44). El Señor Jesús vino sin ninguna intención de abolir la ley. El mismo dijo: “No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir” (Mt. 5:17). En cuanto a la ley, la enseñanza del Nuevo Testamento es esencialmente la misma que la de los Diez Mandamientos.
Cuando algunos lean eso, se preguntarán acerca del cuarto mandamiento: guardar el día de reposo. Aún en cuanto al día de reposo, el Nuevo Testamento no cambia en principio. En el Antiguo Testamento, el séptimo día era una conmemoración, una marca de la creación de Dios. No obstante, nosotros los santos en la iglesia, hemos sido regenerados en la resurrección de Cristo (1 P. 1:3), y por esta razón, no somos solamente de la creación de Dios, sino también de Su nueva creación. A diferencia de Adán, no somos los que viven en la creación de Dios, sino los que viven en la resurrección de Cristo. Por consiguiente, nuestro día de conmemoración ya no es el séptimo día; sino el octavo día, el primer día de la semana, el día de resurrección. Hechos 20:7 nos dice que los discípulos se reunían en ese día, y no en el séptimo día, para celebrar la mesa del Señor. Según 1 Corintios 16:2, también en este día se apartaban cosas materiales para el uso de Dios. Además, en Apocalipsis 1:10, Juan afirma que él estaba en el espíritu en el día del Señor, el cual era el primer día de la semana. Puesto que existe un día de conmemoración tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, está correcto decir que en cuanto al cuarto mandamiento, no hay ningún cambio en principio. Puesto que los santos del Antiguo Testamento vivían en la creación de Dios, su día de conmemoración era el séptimo día. No obstante, ya que, los santos del Nuevo Testamento, estamos en resurrección, nuestro día de conmemoración es el octavo día. Este día fue cambiado del séptimo día al octavo. No obstante, Dios no ha anulado el principio de apartar un día para el Señor. Vemos nuevamente que en principio, toda la Biblia, el Antiguo Testamento como el Nuevo, es consistente en cuanto a la ley.  (Ver: http://txemarmesto.blogspot.com.es/2012/07/sabado-o-domingo.html)

E. La meta de Dios

La meta de Dios consiste en hacernos uno con El. La manera en que podemos llegar a ser uno con El es con amor, vida, naturaleza y expresión. Nuestro amor por Dios debe ser como el amor de una mujer por su marido, el amor descrito en Cantar de Cantares. Para amar al Señor de esta manera, recibimos Su suministro de vida. Hemos dado muchos mensajes sobre la vida y la edificación, basándonos en Cantar de Cantares (ver Life and Building as Portrayed in the Song of Songs [La vida y edificación presentadas en Cantar de Cantares]). Mediante nuestro amor afectuoso por el Señor Jesús, recibimos el suministro de la vida. Mientras esta vida crece, se produce la edificación. En realidad, el crecimiento de vida es la edificación. Amar al Señor como a nuestro marido y experimentar Su vida y naturaleza, hará de nosotros Su expresión. El Cantar de Cantares describe esta secuencia. Finalmente, en un sentido auténtico, la que ama en Cantar de Cantares llega a ser igual a su amado. Los dos, el hombre y la mujer, llegan a ser uno absolutamente, aún en expresión, viviendo como si fuesen una sola persona.
En la unidad entre el hombre y la mujer, vemos la manera adecuada de obedecer la ley. No obedecemos la ley por el ejercicio de nuestra mente ni de nuestra voluntad. Lo hacemos amando al Señor como nuestro marido. Todos necesitamos este amor dulce, íntimo y afectuoso entre nosotros y el Señor. Debemos amarlo a El como una mujer ama a Su marido. Todos nosotros, jóvenes y ancianos, necesitamos esta clase de amor. Cuanto más amemos al Señor de esta manera, más compartiremos de Su vida y más lo viviremos a El espontáneamente según Su naturaleza. Entonces nuestro vivir se convertirá automáticamente en guardar Su ley. Lo que expresemos será conforme a la ley como Su descripción, definición y expresión.
Como veremos en un mensaje más adelante, si intentamos obedecer la ley de Dios sin tener este amor afectuoso por El, estaremos en tinieblas, seremos condenados, quedaremos expuestos y hasta esta ley acabará con nosotros. Este es el aspecto oscuro de la ley, el aspecto de las “tinieblas”. En este mensaje, nuestro enfoque ha sido considerar el aspecto resplandeciente, el aspecto de la “luz”. Al considerar este aspecto, vemos que sólo podemos obedecer la ley de Dios cuando lo amamos y somos uno con El.

PUEBLO DEL OCTAVO DÍA. EL ROMANCE DE DIOS CON EL HOMBRE (E.V. Éxodo, Witness Lee)


En el transcurso de los siglos, Dios ha tenido un romance con el hombre. Dios creó al hombre con el propósito de tener un complemento (Gn. 1:26). Al crear al hombre, El no quería siervos. Si leemos la Biblia con pureza, sin ningún concepto, nos daremos cuenta de que el propósito de Dios al crear el hombre era ganar un complemento. Dios no es un luchador; El es un enamorado. El creó al hombre a Su imagen como su enamorado. Esto significa que El creó al hombre para amarlo a El. En la eternidad, Dios estaba solo; incluso podemos decir que El era solitario. Su deseo de tener un amor no podía ser satisfecho por los ángeles. Por consiguiente, Dios creó al hombre conforme a Su propio ser. Dios es amoroso, y El desea que el hombre lo ame a El. De esta manera, habrá una relación mutua de amor entre Dios y la humanidad, aquellos que fueron creados para ser Su complemento.


ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO

MENSAJE CINCUENTA Y CINCO

GUARDAR LA LEY AL AMAR A DIOS,
A SU PALABRA Y SER UNO CON EL
(2)

Lectura bíblica Gn. 1:26; Jer. 31:3, 32; 2:2; Jn. 3:29; Mt. 9:15; Ef. 5:25-27; 2 Co. 11:2; Ap. 19:7; Jn. 21:15-17; 2 Co. 5:14-15; Jn. 14:21, 23; Cnt. 1:2-4.


...


IV. GUARDAR LA LEY DE DIOS AL SER UNO CON EL


En el mensaje anterior, hemos señalado que guardamos la ley de Dios amándolo a El. Además, guardamos la ley de Dios al ser uno con El. Esta unidad está relacionada con el hecho de que la ley era un contrato de compromiso, un pacto de desposorio. Al dar la ley, la meta de Dios consistía en unir a Su pueblo con El como una esposa se une a su marido. Entonces la ley impartiría la sustancia de Dios dentro de ellos, los introduciría en El, y los uniría con El en vida y naturaleza. Esta unión de Dios con Su pueblo en vida y naturaleza está representada en tipología por Adán y Eva en Génesis 2:18-24. Todo esto indica que la ley de Dios sólo puede ser guardada por los que aman a Dios y son uno con El en vida, naturaleza y expresión.

La Biblia es verdaderamente un libro de cortejo, y nuestro Dios es un Dios que corteja. Algunas personas no estarán de acuerdo con esta declaración. Pero debemos reconocer que ésta es una verdad, a menos que descartemos la Biblia. La Biblia revela claramente que Dios es un hombre que corteja.

Muchos cánticos del evangelio hablan del llamado del Señor, y muchos predicadores dicen que los creyentes son un pueblo llamado por Dios. Por supuesto, esto es cierto. No obstante, el llamado que hace Dios a los pecadores es Su manera de cortejarlos. Su llamado es Su cortejo, y los que le corresponden no solamente serán salvos, sino que también serán Su novia que lo aman a El con afecto.
Por la soberanía del Señor, el Cantar de los Cantares está incluido en las Escrituras. No obstante, algunos cristianos no están de acuerdo con el hecho de que el Cantar de Cantares sea parte de la Biblia, pues lo consideran como un libro seglar y no como un libro sagrado. Pero de hecho, el Cantar de Cantares es el más sagrado de los libros. En este libro, la que ama dice: “Yo soy de mi amado, y mi amado es mío” (6:3). Si no tuviéramos Cantar de Cantares, probablemente no tendríamos esa expresión acerca de nuestra relación con el Señor. El himno titulado “Amado con amor eterno” declara en el coro: “Soy suya, y El es mío”. Esto se refiere al Cantar de Cantares. Decir que “Pertenezco a mi amado” no significa que El es nuestro maestro y nosotros Sus siervos. Significa que somos Su amada. Esta relación no es la relación de un amo con su esclavo, sino la relación afectuosa entre el marido y la esposa. Cantar de Cantares es el libro más romántico que se ha escrito. No obstante, este libro trata de la relación amorosa entre Dios y Su pueblo escogido. Presenta un cuadro de la vida matrimonial de Cristo y de aquellos que lo aman a El.
Les recuerdo que el tema de este mensaje es guardar la ley de Dios al amarlo a El y a Su palabra y al ser uno con El. Guardar la ley de Dios tiene mucho que ver con amarlo a El como una esposa ama a Su marido. Hemos señalado repetidas veces que al dar la ley, Dios cortejaba a Su pueblo. Puesto que la ley fue dada como un contrato de compromiso, no debemos intentar guardarla sin amar al Señor y sin ser uno con El.
Algunos instructores cristianos piensan que en el Nuevo Testamento, Dios ha abandonado la ley. Esto no es cierto en absoluto. El contenido de la ley junto con la redención deben ser considerados como parte de la Biblia entera. Además, en cuanto a la ley de Dios, el contenido del Nuevo Testamento es esencialmente el mismo que el de los Diez Mandamientos. Por ejemplo, toda la Biblia declara que no debemos tener otro Dios que el único Dios verdadero. Dios es celoso, y no debemos tener ningún otro Dios aparte de El. Pablo se refiere a los celos de Dios en 2 Corintios 11:2, donde él indica que debemos ser una virgen casta para Cristo. El Señor debe ser nuestro único amado. Vemos esto no solamente en los Diez Mandamientos, sino en todas las Escrituras.
Toda la Biblia enseña que no debemos adorar ídolos. Esta exhortación no se limita a los Diez Mandamientos. Además, la Biblia nos enseña a usar correctamente el nombre del Señor y a jamás tomarlo en vano. Vemos una vez más, que este mandamiento no se limita a la ley.
En principio, ni siquiera el cuarto mandamiento, que trata de guardar el sábado, se restringe a la ley. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, el pueblo de Dios debía de tener un día de conmemoración como señal de que pertenecían al Señor. En la vieja creación, ese día era el sábado, el séptimo día de la semana. Pero en la nueva creación, es el octavo, el primer día de la semana, el día de la resurrección de Cristo. Como aquellos que viven en la nueva creación en resurrección, nuestro día de conmemoración es el octavo día, ya no es el séptimo. En la nueva creación, el día ha cambiado para nosotros, pero el principio no ha cambiado. Durante el milenio, la humanidad restaurada seguirá guardando el séptimo día (Is. 66:23). Basándose en este hecho, los adventistas del séptimo día argumentan que los creyentes en esta era deben seguir guardando el sábado. No obstante, en el milenio venidero, el sábado no será guardado por la gente regenerada de Dios, sino por la humanidad restaurada, preservada, sin ser regenerada. Ellos serán restaurados al estado del hombre en el tiempo de la creación, pero no tendrán la vida divina en resurrección. Mientras que ellos serán el pueblo del séptimo día, nosotros somos los del octavo día. En todo caso, la Biblia enseña que el pueblo de Dios debe tener un día particular como señal de su separación para el Señor.
Hemos visto que los primeros cuatro mandamientos son exaltados en todas las Escrituras. Pasa lo mismo con los seis últimos mandamientos acerca de honrar a los padres, en cuanto a no matar, no cometer adulterio, no robar, no dar falso testimonio y no codiciar. Si abandonamos la ley, ponemos a un lado toda la Biblia. Aunque no debemos abandonar la ley, debemos tener cuidado de no abusar de ella, ni de usarla incorrectamente. Tanto la ley en particular como la Biblia en su conjunto deben ser usadas correctamente. Si intentamos guardar la ley sin tener contacto con Dios, abusaremos de ella. Del mismo modo, si tomamos la Biblia sin tocar al Señor, usaremos las Escrituras incorrectamente.
Los judaizantes cometieron el error de intentar cumplir la ley sin tener contacto con Dios. Por consiguiente, no llegaron a ser Su complemento, aquellos que guardan Su ley al amarlo a El y al ser uno con El. En principio, muchos cristianos cometen el mismo error hoy en día. Ellos leen y estudian la Biblia, pero lo hacen sin tener contacto con el Señor. Mientras enseñan a otros el conocimiento bíblico, no los alientan a tener contacto con el Señor en la palabra. Por consiguiente, se convierten en los judaizantes contemporáneos, abusando de la Palabra de Dios y usándola incorrectamente.
Nosotros en el recobro del Señor apreciamos el orar-leer la Palabra. No queremos leer la Biblia sin tener contacto con el Señor de una manera viviente. Debemos tener cuidado de no leer la Biblia sin orar ni tocar al Señor. Si tenemos contacto con el Señor en la Palabra, seremos uno con El de una manera práctica en nuestra experiencia. Entonces llegaremos a ser Su complemento.
Al amar al Señor como nuestro amado y al ser uno con El, aun llegando a ser Su amada, Su palabra se convertirá en nuestro suministro de vida. La ley es la condensación de Su palabra.
Cuando tenemos contacto con el Señor directa e íntimamente, siendo uno con El, Su palabra nos suministra vida. Por esta vida, crecemos, llegamos a ser Su expresión, y vivimos de una manera que corresponde con lo que El es.
Este vivir corresponde con la ley de Dios y con Su palabra. Esta es la manera correcta de usar la ley de Dios y Su Palabra.

LOS QUE LE BUSCAN CON AMOR Y LOS QUE GUARDAN LA LETRA DE LA LEY (E.V. Éxodo, Witness Lee)


En principio la experiencia de los salmistas era la misma que se revela en el mismo testamento. Según el evangelio de Juan, cuando permanecemos en el Señor, El nos infunde con Su elemento, y absorbemos el jugo de vida de la vid dentro de nosotros. Luego fructificaremos

Esto no es un asunto de guardar la ley, sino de expresar la ley.


ESTUDIO-VIDA DE EXODO

MENSAJE CINCUENTA Y DOS

LA LEY ES LA PALABRA VIVIENTE DE DIOS
QUE INFUNDE SU SUSTANCIA EN AQUELLOS
QUE LO BUSCAN CON AMOR



...

II. DOS CLASES DE PERSONAS
RELACIONADAS CON LA LEY

A. Los que buscan a Dios con amor

Continuaremos viendo las dos clases de personas que tomaron la ley. Estas dos clases son los que buscan a Dios con amor (Mt. 22:36-38) y los que guardan la letra de la ley, los judaizantes.
Entre los que buscan a Dios con amor, consideremos la experiencia de los salmistas en el Antiguo Testamento y la de Simeón y Ana en el Nuevo Testamento.

1. Los salmistas

El libro de Salmos nos muestra que los salmistas amaban sumamente la ley. Algunos enseñan que la ley es algo negativo, pero los salmistas atesoraban la ley. Durante años, eso me molestó. Menosprecié un poco la ley en el libro Christ and the Church Revealed and Typified in the Psalms [Cristo y la iglesia según los revelan y tipifican los Salmos], donde señalé el contraste entre la ley en Salmo 1 y Cristo en Salmo 2. Sigo creyendo que es correcto hacer un contraste entre la ley de las letras y Cristo. Si amamos la ley fuera de Cristo, erramos al blanco. No obstante, es correcto amar la ley como testimonio de Dios y como tipología de Cristo. Consideremos ahora muchos pasajes de los Salmos que indican cómo los Salmistas consideraban a la ley de Dios.

a. Amaban a Dios

Los Salmistas amaban a Dios. El Salmo 18:1 dice: “Te amo, oh Jehová, fortaleza mía”. En 73:25, vemos el testimonio de alguien que amaba a Dios de manera absoluta: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a Ti? Y fuera de Ti nada deseo en la tierra”. El escritor de este Salmo amaba a Dios al punto de que sólo tenía a Dios, en el cielo y en la tierra.

b. Buscaban a Dios

Los salmistas también buscaban a Dios. Salmos 42:1 y 2 dice: “Como el siervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por Ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?” El autor de este salmo tenía sed de Dios, lo buscaba como el siervo brama por las corrientes de las aguas. El Salmo 43:4 muestra cómo el salmista buscaba a Dios como su alegría suprema, y Salmos 119:2 y 10, muestra cómo él buscaba a Dios con todo su corazón.

c. Moraban con Dios

En Salmos 27:4, vemos el deseo del salmista de morar con Dios: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en Su templo”. El salmista anhelaba morar en la casa de Dios toda su vida. Se expresa un deseo parecido en 84:1-7. Los que lean estos versículos ciertamente serán impresionados por la dulzura de morar con Dios. El Salmo 90:1 declara: “Señor, Tú nos has sido refugio de generación en generación”. Una vez más, vemos el deseo del salmista de morar con Dios y aún en Dios. Salmo 91:1 expresa el mismo deseo, pues el salmista declara: “El que habita al abrigo del santísimo morará bajo la sombra del Omnipotente”. En estos versículos, vemos algo que va más allá del cuidado por la letra de la ley. El salmista aspiraba a morar en el lugar secreto de la presencia de Dios. Ciertamente los que tengan esta aspiración serán infundidos del elemento de Dios.

d. Contemplaron Su belleza

El Salmo 27:4 expresa también el anhelo de los salmistas por contemplar la hermosura del Señor. Contemplar la hermosura del Señor consiste en verlo a El cara a cara. Vemos el mismo anhelo en 105:4: “Buscad a Jehová y Su poder, buscad siempre Su rostro”.

e. Las riquezas de Dios nos infunden

En su experiencia, los salmistas también recibieron la infusión de las riquezas de Dios. El Salmo 52:8 dice: “Yo estoy como olivo verde en la casa de Dios; en la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre”. Así como un árbol absorbe las riquezas del suelo, los salmistas absorbían las riquezas de Dios. Se parecían a los olivos plantados en la casa de Dios, y Sus riquezas los infundían a fin de que crecieran espiritualmente. Así como olivos, crecían con las riquezas que fueron infundidas dentro de ellos.
Salmo 92:13 y 14 también revelan que las riquezas de Dios también infundían a los salmistas: “Plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán. Aún en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes". Aquí vemos cuatro aspectos del recibir la infusión de las riquezas de Dios: plantados en la casa, floreciendo, fructificando, y estando vigorosos y verdes. Lo que vemos aquí no es una enseñanza ni una teología, sino la experiencia del Dios viviente como suministro de vida. Los salmistas no eran simplemente personas que guardaban la ley, sino aquellos que buscaban a Dios y recibían la infusión de Sus riquezas. Por consiguiente, ellos estaban plantados, florecían, fructificaban, y estaban vigorosos y verdes. Mediante esta infusión de Dios, espontáneamente fueron fortalecidos y guardaron la ley y la expresaron. En principio la experiencia de los salmistas era la misma que se revela en el mismo testamento. Según el evangelio de Juan, cuando permanecemos en el Señor, El nos infunde con Su elemento, y absorbemos el jugo de vida de la vid dentro de nosotros. Luego fructificaremos. Esto no es un asunto de guardar la ley, sino de expresar la ley.
El Salmo 92:10 dice: “Pero tú aumentarás mis fuerzas como las del búfalo; seré ungido con aceite fresco”. En el Antiguo Testamento, el aceite tipifica al Dios Triuno como el Espíritu. Por tanto, ser ungido con aceite fresco significa ser mezclado con el Espíritu fresco. No se trata simplemente de aprender la ley ni de esforzarnos en obedecerla. Se trata de buscar a Dios para ser plenamente mezclados con el Espíritu fresco a fin de que le vivamos espontáneamente y que tengamos un andar diario que corresponda con lo que El es. Repito: esto no es guardar la ley, sino expresar a Dios y por tanto tener un andar diario que corresponda con la ley de Dios. En lugar de intentar obedecer la ley, debemos vivir la ley al recibir la infusión de las riquezas de Dios.

f. Disfrutaban de las riquezas de vida

Los salmistas también disfrutaban de las riquezas de vida. Salmos 36:8 y 9 dice: “Serán completamente saciados de la grosura de Tu casa, y Tu los abrevarás del torrente de Tus delicias. Porque contigo está el manantial de la vida; en Tu luz veremos la luz”. Estos versículos se parecen mucho a una versión del Nuevo Testamento. En principio, los salmistas disfrutaban del Dios Triuno así como nosotros hoy en día. Estar satisfechos con la grosura de la casa de Dios y beber de los ríos de Sus deleites significa disfrutar del Dios Triuno. Decir que con El está la fuente de vida significa que en El se halla la fuente del suministro de vida. Una vez más vemos que los salmistas no intentaban obedecer los requisitos de la ley, sino que buscaban a Dios. En su búsqueda de Dios, El los infundía. Espontáneamente ellos no sólo vivían según la ley dada por Dios, sino también según Su naturaleza. Su vivir correspondía automáticamente a la ley de Dios, la cual era una expresión de Su naturaleza, la expresaban. Por consiguiente, vivían la naturaleza de Dios. En lugar de ser los que intentaban guardar la ley, eran los que vivían la ley. Agradecemos al Señor por mostrarnos este asunto importante.

g. Recibieron el suministro de Dios
para obedecer Su palabra

Además, los salmistas recibieron el suministro de Dios para obedecer Su palabra, la ley. El Salmo 119:57 dice: “Mi porción es Jehová; he dicho que guardaré Tus palabras”. Cuando juntamos los dos puntos de este versículo, vemos que los salmistas recibieron el suministro de Dios como su porción y por tanto pudieron obedecer Sus palabras. El uso de la palabra “porción” nos recuerda Colosenses 1:12, donde Pablo nos declara que Cristo es la porción de los santos. Puesto que Dios era la porción de los salmistas, ellos podían obedecer a la palabra de Dios, la cual llamaban la ley.
Para obedecer a la palabra de Dios, la palabra de la ley, los salmistas lo tomaron a El como su porción. No debemos pensar que por nosotros mismos podemos obedecer la ley de Dios. Obedecer los mandamientos de la ley es algo importante, y nosotros no podemos hacerlo. Si queremos obedecer la ley, necesitamos que Dios sea nuestra porción. Sólo cuando lo disfrutemos a El y recibamos Su suministro, podremos obedecer a la ley. Vemos nuevamente que en este principio, la experiencia de los salmistas en el Antiguo Testamento era la misma que nuestra experiencia hoy en día.

h. Atesoraban la ley de Dios

Los salmistas buscaban a Dios con amor y por tanto atesoraban la ley de Dios. 119:14 dice: “Me he gozado en el camino de tus testimonios más que toda riqueza”. Los salmistas atesoraban el testimonio de Dios como bienestar de ellos. El Salmo 119:72 continua: “Mejor me es la ley de Tu boca que millares de oro y plata”. Luego en 119:127, el salmista continua: “Por eso he amado Tus mandamientos más que el oro, y más que oro muy puro”. Estos versículos revelan que los salmistas no solamente amaban a Dios, sino que también atesoraban Su ley, la cual era para ellos la palabra y el testimonio de Dios. Ellos valoraban la ley de Dios más que la plata y el oro. Atesoraban la palabra de Dios.

i. Probaron la dulzura de la ley

Salmo 119:103 dice: “¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras! Más que la miel a mi boca”. Este versículo indica que los salmistas probaron la dulzura de la ley. ¡Cuán precioso era para ellos el dulce sabor de la palabra de Dios!

j. Esperaban en la palabra de Dios y moraban en ella

Los salmistas también esperaban en la palabra de Dios, la ley, y moraban en ella. El Salmo 119:147 y 148 lo indican: “Me anticipé al alba, y clamé; esperé en Tu palabra. Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche, para meditar en Tus mandatos”. Temprano por la mañana, antes del alba, los salmistas esperaban en la palabra de Dios y moraban en ella. Así vemos que los salmistas disfrutaban la palabra de Dios en el avivamiento matutino.
Todos estos versículos muestran que los salmistas buscaban a Dios con amor. Espontáneamente Dios los infundió y expresaron Su ley. Nos debe suceder lo mismo hoy en día. Si recibimos la infusión de Cristo, le viviremos a El. Así como la ley era la palabra de Dios, también Cristo, tipificado por la ley, es la palabra de Dios. Así como los salmistas amaban la ley de Dios, la atesoraban, la probaron, esperaban en ella, y meditaban en ella, también nosotros hoy en día debemos amar a Cristo, atesorarlo, probarlo, esperar en El, y morar en El y sobre El.
Lejos de ser negativa, la ley como la palabra viva de Dios es muy positiva.

2. Simeón y Ana

Simeón y Ana también buscaban a Dios con amor. Mientras esperaban a Cristo, el Espíritu Santo estaba sobre ellos (Lc. 2:25). También tuvieron la revelación del Espíritu Santo (Lc. 2:26) y caminaron por el Espíritu (Lc. 2:27). Moraban en el templo y servían a Dios con ayunos y oraciones (Lc. 2:37). Por tanto, disfrutaban a Dios y recibían Su infusión. Así como los salmistas, ellos vivían espontáneamente la ley de Dios, y su vivir era la expresión de Dios. Al recibir la infusión de la sustancia de Dios, pudieron llevar una vida que correspondía con la ley como expresión de Dios.

B. Los que guardan la letra de la ley

1. Los judaizantes

Ahora llegamos a una categoría de gente totalmente distinta, gente relacionada con la ley de Dios: los judaizantes. Cuando la ley estaba en manos de los salmistas, era algo agradable. Pero cuando estaba en manos de los judaizantes, se hizo algo negativo. Según Mateo 15:8, los judaizantes no tenían un corazón por Dios. Según Gálatas 6:12-13, ellos eran legalistas y dogmáticos en las letras de la ley. ¡Cuán diferentes eran de los salmistas, quienes amaban a Dios y tenían un corazón para El! Puesto que los salmistas eran vivientes y ricos en la experiencia de Dios, no eran legalistas ni dogmáticos como los judaizantes.

2. Saulo de Tarso

Antes de ser salvo, Saulo de Tarso era celoso por la ley (Fil. 3:5-6). Como judaizante, él aún blasfemaba contra el Señor y perseguía a los hombres (1 Ti. 1:13). Cuando Saulo fue judaizante, él no amaba verdaderamente a Dios. Por el contrario, él estaba afanado con la ley conforme a la tradición religiosa. Por esta razón, cuando Saulo se convirtió a Cristo, él repudió la ley. Por consiguiente, Pablo menospreció la ley que usaban erróneamente los judaizantes.

III. LOS VERDADEROS ADORADORES DE DIOS

Mientras hacemos el contraste de la situación de los que buscaban a Dios con amor y de los que guardaban la letra de la ley, vemos que en este asunto, el principio es el mismo tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. Si amamos al Señor, si lo buscamos de todo corazón, si moramos con El, y si disfrutamos de Sus riquezas, Su sustancia se infundirá dentro de nosotros. Espontáneamente El se convertirá en nuestro vivir. Por tanto, lo que expresemos será la expresión de Dios. Esta clase de vivir corresponde a la ley de Dios. Como resultado, llegamos a ser verdaderos adoradores de Dios. Los verdaderos adoradores de Dios son aquellos que se conforman a lo que El es, que corresponden a lo que El es, y que reflejan lo que El es. La observancia de la ley no hace de nadie un verdadero adorador. Un verdadero adorador es aquel que es infundido con Dios y lo expresa, y que por tanto se convierte en una persona conforme a lo que Dios es y corresponde a lo que El es. El vivir de esta persona corresponde al vivir de Dios y refleja lo que El es. Este es el testimonio viviente de Jesús.
Hemos señalado repetidas veces que en principio, el disfrute de los santos del Antiguo testamento era el mismo que el de los santos del Nuevo Testamento. Hemos visto que si moramos con Dios y El nos infunde, automáticamente lo expresaremos a El. Entonces nuestro vivir corresponderá a la ley de Dios, pues seremos uno con El y lo viviremos a El. Por consiguiente, en nuestra experiencia, la ley, Dios, y Cristo, serán uno.
Si leemos Exodo 20 con esta luz, este capítulo será totalmente nuevo para nosotros. Veremos que los Diez Mandamientos, dados al pueblo de Dios en el monte cuando tenían comunión con Dios, son palabras recibidas en comunión con Dios. Estas palabras traen la transfusión del elemento de Dios, que permite a Su pueblo tener un vivir que corresponde con lo que El es.
Existe una diferencia crucial entre los salmistas y los judaizantes: los salmistas guardaban la ley con Dios, mientras que los judaizantes perseguían la ley completamente fuera de Dios. La situación es la misma hoy en día en la manera en que los cristianos usan la Biblia. Si queremos ser los salmistas contemporáneos, buscaremos la Biblia, la palabra de Dios, con amor por el Señor y por Su palabra. No obstante, es posible que los estudiantes de la palabra lean la Biblia sin tener realmente un corazón por el Señor. Su intención puede ser ganar conocimiento con el cual formulan una teología sistemática. Por consiguiente, los estudiantes de las Escrituras pueden convertirse en los judaizantes de hoy.

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La ley es la Palabra de Dios, y ésta es Su aliento. Mediante Sus palabras, Dios pone Su aliento dentro de nosotros, infundiéndonos con Su sustancia para hacernos Su expresión. Con la sustancia divina infundida dentro de nosotros, automáticamente llevamos una vida que corresponde con lo que Dios es. Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo hablan de esto.
Hemos visto que Cristo mismo es la verdadera ley, palabra, aliento, y expresión de Dios. Hoy en día, debemos considerar la Biblia como el aliento de Dios. Al orar-leer la Palabra, inhalamos el elemento de Dios dentro de nosotros. De esta manera, Dios nos infunde de lo que El es, y espontáneamente empezamos a vivir a Cristo. Entonces nuestro vivir corresponderá a lo que Dios es. Así llegamos a ser la expresión viviente de Dios, Su ley viva.
Si oramos-leemos correctamente 20:1-17, estos versículos nos introducirán en Dios e infundirán Su sustancia en nosotros. Cuanto más contacto tengamos con Dios de esta manera, más seremos saturados con El. Por consiguiente, viviremos espontáneamente de una manera que corresponde con la ley de Dios. En lugar de intentar obedecer la ley, la expresaremos. En vez de ser judaizantes, seremos los salmistas contemporáneos, los que buscan al Señor con amor. Aquí la clave es nuestro amor por el Señor y por Su Palabra. Si lo amamos y guardamos Su Palabra, El vendrá a nosotros y hará Su morada con nosotros. ¡Cuán maravilloso es esto! Verdaderamente la Biblia es un libro de amor.
En conclusión, permítanme repetir que la ley como la Palabra de Dios es Su aliento de Dios para que lo respiremos, y podamos expresar la ley, la cual corresponde con la naturaleza y la expresión de Dios.

sábado, 15 de septiembre de 2012

LA PRESENCIA Y LA COMUNIÓN DE DIOS ¡AL FIN! (E.V. Éxodo Witness Lee)


ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO

MENSAJE CINCUENTA

INTRODUCIDOS EN LA PRESENCIA
Y EN EL CONOCIMIENTO DE DIOS

Lectura Bíblica: Ex. 19:1-25; 3:1, 12; 5:1, 3a

(Lo escrito en letra azul ha sido añadido al original)

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En realidad el capítulo diecinueve de Éxodo es muy positivo, pues aquí el pueblo escogido de Dios es llevado a la comunión con Él.

La distancia entre Egipto y el monte Sinaí constituía un viaje de aproximadamente tres días (Nota administrador: No creemos que esto sea así, pues el auténtico monte Sinaí es Jabal al-Lawz Arabia Saudita está a unos 700 km. ver 
https://www.google.es/maps/dir/El+Cairo,+Gobernaci%C3%B3n+de+El+Cairo,+Egipto/Jabal+al-Lawz+Arabia+Saudita/@29.3630124,31.0980183,7z/data=!3m1!4b1!4m14!4m13!1m5!1m1!1s0x14583fa60b21beeb:0x79dfb296e8423bba!2m2!1d31.2357116!2d30.0444196!1m5!1m1!1s0x15abab47c58d444b:0x2079827a3ea5ea2c!2m2!1d35.286253!2d28.6460625!3e0). Creo que ésta fue la razón por la cual Moisés le dijo a Faraón que los hijos de Israel debían emprender un viaje de tres días por el desierto. Además, 4:27 indica que Dios le encargó a Aarón que recibiera a su hermano Moisés, en el monte de Dios, en el desierto. La distancia entre Egipto y el monte Sinaí podía ser cubierta en tres días, pero a los hijos de Israel les tomó más de dos meses. Aunque pudimos haber tenido comunión con Dios inmediatamente después de nuestra salvación, en nuestra experiencia, la mayoría de nosotros, viaja, recorre y vaga. Sin embargo, en nuestro viaje, disfrutamos del suministro de Dios. Nuestro viaje puede estar bajo el cuidado y la guianza de Dios, pero todavía no estamos en comunión con Él. Pero en Éxodo 19, tenemos un punto muy precioso: Dios introduce a Su pueblo redimido en Su presencia. Antes de esto, habían oído hablar de Dios. No obstante, no habían oído la voz de Dios directamente. Pasa lo mismo entre muchos cristianos hoy en día. Han oído hablar de Dios, pero no han experimentado Su hablar directo. Antes de ir al monte de Dios, los hijos de Israel oyeron acerca de Dios por medio de la predicación y de las enseñanzas de Moisés. Pero aquí Dios los trajo directamente a Su presencia. El bajó del monte, se apareció al pueblo, y les habló. Por tanto, ellos oyeron la voz de Dios directa y personalmente, y no por medio de un intermediario. En la presencia de Dios, oyeron Su hablar directo ...

I. EXPERIMENTARON LA PLENA SALVACIÓN DE DIOS

Si queremos estar en comunión con Dios, debemos experimentar Su plena salvación. Debemos ser salvos de la condenación del pecado, del mundo, de Satanás, tal como lo vemos en los capítulos uno al catorce. Luego debemos disfrutar del rico suministro de Dios (15:1—17:7), conquistar la carne (17:8-16), y ser introducidos en el reino de Dios (18:1-27). Si no tenemos esta experiencia y disfrute, no podremos tener comunión con Dios.

Nuestra experiencia espiritual corresponde a la experiencia de los hijos de Israel. Primero somos salvos del pecado, del mundo y de Satanás. Luego disfrutamos del suministro de Dios. El agua amarga es cambiada en agua dulce, y comemos del maná, el alimento celestial, y bebemos del agua viva que fluye de la roca golpeada. Mediante el disfrute de estas provisiones divinas, somos equipados para conquistar la carne y someterla ...

II. INTRODUCIDOS EN LA PRESENCIA DE DIOS

A. En el monte Sinaí

Los hijos de Israel fueron introducidos en la presencia de Dios en el monte Sinaí (19:11). El significado del monte Sinaí es éste: es el lugar donde Dios habla. En el monte Sinaí, Dios no hace milagros. Por el contrario, El simplemente habla. Al hablar Dios viene también la visión celestial. Por consiguiente, el monte de Dios tiene un significado espiritual: es el lugar donde Dios habla y donde está Su visión. Primero los hijos de Israel oyeron el hablar de Dios, luego recibieron la visión. Esta visión pertenece al modelo de la morada de Dios en la Tierra.

Cuando nos reunimos como iglesia, debemos tener el hablar de Dios con Su visión. En muchos servicios religiosos hoy en día, Dios no habla ni está la visión. ¡Cuán disfrutable es oír el hablar directo de Dios y recibir la visión en las reuniones de la iglesia! Reunión tras reunión, podemos tener el hablar de Dios y ver más de Su visión. Oír el hablar de Dios y recibir Su visión, especialmente la visión acerca de Su morada, es algo muy importante. Es de vital importancia que nosotros vayamos al verdadero monte de Dios en la Tierra hoy en día.

Según el relato bíblico, Dios habló frecuentemente desde un monte. El Señor Jesús presentó la constitución del reino de los cielos mientras estaba en un monte con Sus discípulos (Mt. 5:1-2). También fue en un monte donde El dio la profecía acerca del fin de la era (Mt. 24:3). Dios el Padre habló a Pedro y a los otros discípulos mientras ellos estaban en el monte de la transfiguración (Mt. 17:1-2, 5). Juan fue llevado a un monte alto para recibir la visión del cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén. Por tanto, en nuestra experiencia debemos salir de Egipto, cruzar el mar Rojo, y viajar por el desierto hasta que lleguemos al monte de Dios. En este monte, somos introducidos en la presencia de Dios. Sin Su presencia, lo que decimos o lo que hacemos no significa nada. Su presencia lo es todo para nosotros. Muchos de nosotros podemos testificar que cuando nos reunimos en el nombre del Señor, disfrutamos de Su presencia. Oímos Su hablar y vemos Su visión en el monte de Dios ...

B. Por medio de la santificación

Somos llevados a la presencia de Dios por medio de la santificación. Éxodo 19:10 dice: “Y Yahweh dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos”. Los versículos 14 y 22 hablan también de la santificación. Ser santificado significa ser separado del mundo para Dios. Cuando los hijos de Israel se reunieron alrededor del monte Sinaí, ya estaban lejos de Egipto. Habían sido separados del mundo. En el monte Sinaí, vivieron en la presencia de Dios, fueron santificados, separados, para Él de una manera absoluta ...

C. En resurrección

Éxodo 19:11 dice: “Y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Yahweh descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí”. El hecho de que este versículo no habla del segundo día ni del cuarto, sino del tercer día es algo muy significativo. En las Escrituras, el tercer día representa la resurrección. Estar en resurrección significa que lo viejo fue quitado y que estamos totalmente en una nueva posición y situación.

Antes de que Dios hablara al pueblo, el pueblo se preparó a sí mismo. Si Dios hubiera hablado con ellos en el primer día, ellos no habrían estado listos. Supongamos que usted hubiera estado entre los hijos de Israel en aquellos días de preparación. ¿Qué habría hecho? Ciertamente usted no habría perdido tiempo en conversación inútil. Por el contrario, usted habría orado: “Señor, muéstrame todo lo que me separa de Ti. Señor, no quiero que haya nada entre tú y yo”. Usted habría usado su tiempo para prepararse para reunirse con Dios. Habría abandonado muchas cosas hasta que estuviese en resurrección, listo para reunirse con Dios. En lugar de abundar en críticas, chismes o quejas, habría orado hasta que estuviese en resurrección, hasta que las viejas cosas hubiesen pasado y se encontrase totalmente en una nueva posición.

D. Oír el hablar de Dios

Después de ser introducido en la presencia de Dios, el pueblo oyó Su hablar (v 9). Esta es la comunión. Tener el hablar de Dios significa estar en Su presencia.

III. INTRODUCIDOS EN EL CONOCIMIENTO DE DIOS

Cuando somos introducidos en la presencia de Dios y entramos en comunión con Él, espontáneamente somos introducidos en el conocimiento de Dios. Antes de entrar en comunión con Dios, ignoramos muchas cosas. No conocemos ni el mundo ni el edificio de Dios. No conocemos el Altar, el Candelero, la Mesa de la Proposición, ni el Arca. Todo lo que revelan los capítulos veinticinco al cuarenta corresponde con lo que Pablo describe como el pleno conocimiento de Dios. Muchos cristianos contemporáneos ignoran lo que es la Iglesia. No conocen el terreno de la Iglesia, su contenido, ni su función. Antes de que los hijos de Israel fuesen llevados a la presencia de Dios, ¿qué sabían del Atrio, del Lugar Santo, o del Lugar Santísimo? ¿Acaso sabían algo del Arca hecha de acacia y cubierta de oro? Ciertamente no. Ignoraban estas cosas.

Cuando lleguemos al capítulo veinte, veremos que la Ley es una revelación y una descripción de Dios mismo. La Ley muestra la clase de Dios que Él es. Antes de ser llevados a la presencia de Dios, los hijos de Israel no tenían este conocimiento de Él, aunque habían experimentado Su salvación, habían disfrutado Su suministro, habían vencido a Amalec y habían sido introducidos en el reino.


En la comunión de Dios, primero llegamos a conocer la gracia de Dios (empezamos a experimentar lo que es vivir en la gracia y no bajo la Ley). En Éxodo 19:4, el Señor dijo: “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios y como os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a Mí”. Esta es la gracia. Isaías 40:31 dice: “Pero los que esperan a Yahweh tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas”. Los que confían en el Señor serán llevados en alas de águilas ... Primero, Cristo es nuestro cordero pascual; luego Él es un águila.

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Al oír la voz del Señor y al recibir Su revelación, conocemos Su gracia.

B. Conocer la santidad de Dios

En la comunión con el Señor, también empezamos a conocer la santidad de Dios (desde ahora hilaremos muy fino y abandonaremos la presunción) (19:10-24) ... Sólo Moisés y Aarón tenían el privilegio de cruzar el límite. Indudablemente, sabían que su Dios era un Dios santo.
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No debemos considerar esta palabra acerca de la santidad de Dios como simple doctrina. Si usted considera su experiencia, verá que en la comunión con el Señor, primero usted se siente agradecido hacia Él por Su misericordia y gracia. Luego usted llega a darse cuenta de que necesita la santidad. En la presencia de Dios, debemos ser santos. Si deseamos permanecer en comunión con Él, debemos santificarnos a nosotros mismos y todo lo que se relaciona con nosotros. No debemos cruzar el límite de la santidad de Dios. Esta es una lección muy importante que encontramos en Éxodo 19. Aprecio mucho este capítulo porque presenta los detalles (los requisitos) de la comunión con Dios. Puedo testificar que su contenido corresponde a mi experiencia. Después de conocer la gracia del Señor, siento la necesidad de santidad, de santificación. La santificación es el aspecto de nuestra experiencia de la santidad. Cuando la santidad de Dios se convierte en nuestra experiencia, eso es santificación. Debemos estar separados del mundo para Dios. Esto es honrar el límite de la santidad de Dios. No obstante, todos podemos testificar que perdimos la comunión con Dios cuando violamos el límite de Su santidad. Nuestra comunión con Dios seguirá únicamente cuando mantengamos la santidad.

C. Ser la posesión personal de Dios
y Su tesoro particular

En la comunión con Dios, llegamos a ser la posesión personal de Dios y un tesoro particular (19:5). En el versículo 5, la expresión hebrea tiene un doble significado; significa posesión personal y también tesoro particular. Por ejemplo, una hermana puede poseer un anillo muy precioso. Este anillo es su posesión personal y también su tesoro particular. No lo cambiaría por nada. Del mismo modo, cuando el pueblo redimido de Dios fue introducido en la presencia de Dios, se convirtió en su posesión personal y tesoro particular. ¡Podemos llegar a ser la posesión personal de Dios! Podemos llegar a ser tan queridos y preciosos para Él que nos convirtamos en Su tesoro particular. Esto demuestra cuánto afecto íntimo existe en nuestra comunión con Dios. Nuestra comunión con el Señor debe alcanzar el punto en que disfrutamos tal afecto íntimo con Él y Él con nosotros, que Dios puede decir que somos Su tesoro particular, Su posesión personal. ¡Cuán íntimo, querido, y precioso es esto! Cuando entramos en esta comunión con Dios, Él nos considera como este tesoro y posesión.

D. Ser un reino de sacerdotes para Dios

Según Éxodo 19:6, los hijos de Israel deberían ser un reino de sacerdotes para el Señor. Al permanecer en la presencia de Dios, nos convertimos en un reino de sacerdotes para Él. Lo que describe el Antiguo Testamento al respecto se cumple en el Nuevo Testamento. Nosotros, los creyentes, somos un reino de sacerdotes para Dios (Ap 1:6). Como sacerdotes, vivimos en la presencia de Dios, disfrutando de Él como nuestra porción, así como Él disfruta de nosotros como Su tesoro. Este es un disfrute mutuo. Si existía en los tiempos del Antiguo Testamento, ¡con más razón debería ser nuestra experiencia en la era noetestamentaria! Lo que describe el Antiguo Testamento es simplemente un cuadro. En el Nuevo Testamento, tenemos la realidad. ¡Alabado sea el Señor porque somos el tesoro particular de Dios y sacerdotes, disfrutando de Él como nuestro todo!

E. Ser una nación santa

Finalmente, nos convertimos en una nación santa (19:6). El disfrute mutuo entre Dios y Su pueblo nos separa para El mismo. Nada nos puede separar para Dios como este disfrute mutuo. Cuando Dios nos disfruta como Su tesoro particular y le disfrutamos a Él como nuestro todo, somos totalmente separados de todo lo que no es Dios y somos apartados para Dios mismo. Como resultado, nos convertimos en una nación santa.

Éxodo 19 es un capítulo precioso. Efectivamente, habla de relámpagos, de nube y de humo. Si no prestamos atención a la santidad de Dios, experimentaremos estas cosas. No obstante, Moisés y Aarón no tenían miedo de los relámpagos. Se dieron cuenta de que el relámpago, la nube y el humo no eran para ellos; su porción era la presencia de Dios con Su hablar y Su disfrute. No debemos tener miedo de Dios, pues Él nos atesora como Su posesión personal. Somos sacerdotes para Él y somos una nación santa. ¿Por qué tendríamos que tener miedo?

¡Qué diferencia tan tremenda existe entre Éxodo 1 y Éxodo 19! En el capítulo uno, el pueblo de Dios estaba en Egipto bajo la tiranía de Faraón. Sin embargo, en el capítulo diecinueve, estaban en el monte de Dios, pues habían llegado a ser Su tesoro particular. Allí disfrutaban de Dios a lo sumo y estaban separados para Él. Le damos gracias al Señor por este cuadro, pero le agradecemos todavía más por la realidad, el cumplimiento que disfrutamos ahora.