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lunes, 17 de septiembre de 2012

HEREDAR LA GRACIA: La vida cristiana no es solo una vida de sufrimiento (E.V. Génesis, Witness Lee)



ESTUDIO-VIDA DE GÉNESIS

MENSAJE SESENTA Y TRES

HEREDAR LA GRACIA

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El Nuevo Testamento afirma en cuanto a la experiencia de vida, que Abraham, Isaac y Jacob no deben ser considerados tres individuos separados, sino aspectos de la experiencia de vida de una persona completa. Abraham representa el aspecto del llamamiento, de vivir por la fe en Dios y en comunión con El. Isaac representa el aspecto de heredar la gracia y disfrutar la herencia de la gracia. Jacob representa el aspecto de ser elegido, de ser disciplinado por el Señor, y de ser transformado en príncipe de Dios. En la experiencia de vida, vemos el aspecto del deleite, la gracia. La mayoría de nosotros ha oído mensajes en los que se nos dice que la vida cristiana debe ser una vida de sufrimiento, de llevar la cruz y de gemir en oraciones. ¿No ha oído usted mensajes en los cuales se dice que éste no es el tiempo de disfrutar, sino de sufrir y de llevar la cruz, y que nuestro deleite empezará cuando vuelva el Señor? No digo que eso sea erróneo, pero sí afirmo que es sólo un aspecto de la vida cristiana. Existe otro aspecto: el aspecto del deleite.

En el sentido bíblico y en nuestra experiencia, la gracia significa disfrute. La gracia es el disfrute que tenemos en la vida cristiana. Nuestra vida cristiana presenta tres aspectos: el aspecto de Abraham, el de Isaac y el de Jacob. En el aspecto de Abraham, no tenemos mucho disfrute. Abraham fue bendecido y engrandecido, pero no tuvo mucho disfrute. El perdió a su padre, y Lot se le convirtió en un problema. Eliezer, en quién confiaba, fue rechazado, e Ismael, el hijo que engendró con su concubina por su propio esfuerzo, fue echado. Después de que nació de Isaac, Dios le exigió a Abraham que lo ofreciera como holocausto. Poco después de recuperar a Isaac, Abraham perdió a su querida esposa. En toda su vida, podemos ver el aspecto del despojo. La Biblia no muestra que Abraham haya sufrido mucho, pero lo perdió casi todo. ¿Es eso la totalidad de la vida cristiana? Si tal es el caso, entonces la vida cristiana es solamente una vida de pérdidas. Las pérdidas constituyen un aspecto de la vida cristiana. Romanos 5:2 no dice: “Tenemos acceso a esta pérdida en la cual estamos firmes”. Lo que dice es: “Hemos obtenido acceso por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes”. Dios no tiene ninguna intención de mantenernos en la pérdida. Su intención es introducirnos en la gracia, en el disfrute.

Dios desea conducirnos a disfrutar la gracia, pero algo estorba esta gracia: el yo. Nosotros mismos constituimos el obstáculo. Cristo vino, y con El la gracia, y nosotros hemos sido introducidos en la gracia en la cual estamos firmes; no obstante, usted y yo constituimos el estorbo más grande para esta gracia. Por lo tanto, antes de que podamos tener la experiencia de Isaac, necesitamos a Abraham, quien representa el primer aspecto de la experiencia de vida. La vida de Abraham revela que si deseamos disfrutar de la gracia de Dios y deleitarnos plenamente en las riquezas de Dios, debemos ser quebrantados, circuncidados y aniquilados. Si Abraham no hubiera sido circuncidado, Isaac jamás habría nacido. Isaac nació después de que Abraham fue circuncidado. Después de la circuncisión de Abraham en Génesis 17, Dios le dijo que Isaac nacería (17:19). Finalmente, en el capítulo veintiuno, nació Isaac. Este vino con la visitación de Dios; nació por la visitación de Dios, la cual corresponde al nacimiento de Isaac. Dios visitó a Sara, y esa visita se convirtió en el nacimiento de Isaac. Esta es la gracia.

Dios vino para ser disfrutado por los que El llamó. Sin embargo, si queremos tener ese disfrute, el yo debe desaparecer. Cuando el yo desaparece, viene Isaac. Eso significa que viene la gracia. No es fácil perder el yo. Nosotros debemos ser despojados para que el yo desaparezca. ¿Está usted dispuesto a perder su yo? No creo que nadie esté dispuesto a perder su ego. No obstante, debemos perdernos a nosotros mismos antes de que pueda venir la gracia. Perder el yo significa estar dispuesto a quedar mal. Cuando guardamos las apariencias, perdemos la gracia. Si queremos recibir gracia, debemos estar dispuestos a quedar mal. Hermanos, frente a su esposa en su vida diaria, deben estar preparados para perder. Si ustedes hacen eso, la gracia vendrá. Después de la circuncisión de Abraham, vino Isaac. Este es el principio. Nuestro ego debe irse, y la gracia vendrá. Primero debemos ser Abraham, y luego convertirnos en Isaac.

No le resultó fácil a Abraham perder su yo. En realidad, Dios le obligó a perderse a sí mismo. Cuando Dios llamó a Abraham, no dijo: “Abraham, debes perderte a ti mismo y entonces Yo vendré para ser tu gracia y tu deleite”. No, cuando Dios le llamó, El prometió bendecirle. La bendición del Antiguo Testamento corresponde en cierto modo a la gracia del Nuevo Testamento. ¿Cuál es la diferencia entre la bendición y la gracia? Aquello que Dios nos da gratuitamente es una bendición. Pero cuando esta bendición es forjada en nuestro ser, ella se convierte en gracia. Dios prometió a Abraham que le bendeciría. Cuando la bendición fue forjada en Abraham, ésta se convirtió en gracia. El ego de Abraham y su hombre natural constituyeron el mayor estorbo para la bendición de Dios y obligó a Dios a despojarle.

Sucede lo mismo en nuestra experiencia. Todos fuimos llamados, y Dios nos bendijo en Cristo (Ef. 1:3). No obstante, después de ser llamados, seguimos enfrascados en nosotros mismos, y tratamos de recibir la bendición de Dios por nuestro propio esfuerzo. Cuando yo era joven, me di cuenta de que mi carne no era buena. Cuando me dijeron que la carne fue clavada en la cruz, me alegré mucho. Entonces empecé a tratar de poner la carne en la cruz por mi propio esfuerzo. No obstante, al hacerlo por mi propio esfuerzo, entorpecí la gracia de Dios. La crucifixión de la carne ya se había realizado; no necesitaba valerme de mis esfuerzos. No obstante, yo, mi ego, estaba intentando poner mi carne en la cruz. Este yo era el mayor obstáculo para la gracia de Dios. Me separaba de la gracia. Si examinamos nuestra experiencia pasada, veremos que después de oír las buenas nuevas, a menudo procurábamos obtener por nuestra cuenta las cosas que oíamos en las buenas nuevas. Nuestros propios esfuerzos han sido un estorbo para la gracia de Dios. Por esta razón, Dios se ve obligado a quebrantarnos.
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El asunto de la gracia ha sido escondido, oculto y velado en el transcurso de los años. ¿Qué es la gracia? La gracia es algo de Dios forjado en nuestro ser, que obra en nosotros y por nosotros. No es nada exterior. La gracia es Dios en Cristo, forjado en nuestro ser para vivir, obrar y actuar por nosotros. Leamos lo que dice Pablo en 1 Corintios 15:10: “Por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo sino la gracia de Dios conmigo. Este es un pensamiento muy profundo. Pablo no dijo: “Por la gracia de Dios tengo lo que tengo. Tengo un buen automóvil, un buen trabajo y una buena esposa por la gracia de Dios”. Ni siquiera dijo: “Por la gracia de Dios hago lo que hago”. No se trata de actuar, de tener ni de laborar, sino de ser. Por lo tanto, Pablo dice: “Por la gracia de Dios soy lo que soy”. Eso significa que la gracia misma de Dios había sido forjada en su ser, y había hecho de él esa clase de persona. En Gálatas 2:20 Pablo dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Si unimos este versículo con 1 Corintios 15:10, vemos que la gracia no es más que Cristo vivo en nosotros. Ya no soy yo, sino la gracia de Dios, no yo, sino Cristo. La gracia no está fuera de nosotros ni a nuestro lado. Es una persona divina, Dios mismo en Cristo, forjado en nosotros para ser el constituyente de nuestro ser. Por la falta de revelación, los cristianos no han entendido correctamente la gracia y la han interpretado de manera errónea, pensando que es algo que está fuera de ellos. Pero la gracia no es más que el Dios Triuno forjado en nosotros para constituir nuestro ser y para vivir, obrar y actuar en nosotros a fin de que así podamos decir: “Soy lo que soy por la gracia de Dios. Y no yo, sino la gracia de Dios”.

A todos nosotros se nos ha enseñado a tener un buen comportamiento y a amarnos unos a otros. Como resultado, tratamos de comportarnos correctamente y de amar a los demás. No obstante, no importa si amamos a otros o no, pues Dios jamás aceptará nuestro amor. Abraham logró engendrar a Ismael, pero Dios lo rechazó. Dios parecía decir: “No, Abraham, eso no es lo que Yo quiero. Deseo algo que sea forjado en ti y expresado por medio de ti. Has producido a Ismael sin Mi visitación. Yo estaba en los cielos y tú en la tierra engendrando a Ismael. Puesto que él no tiene nada que ver conmigo ni con Mi visitación, jamás lo reconoceré. Un día visitaré a Sara, y Mi visitación producirá a Isaac; sólo le reconoceré a él”. Si amamos a los demás con nuestro propio esfuerzo, Dios jamás reconocerá este amor, pues no procede de Su visitación. Dios desea visitarnos, entrar en nosotros, vivir por nosotros e inclusive amar a los demás por nosotros. El sólo reconocerá esta clase de amor. El amor de usted es un Ismael; pero el amor por la visitación de Dios es un Isaac. El hecho de que usted sea humilde u orgulloso, perverso o justo no tiene ningún valor. Dios no reconoce nada que proceda de usted fuera de la visitación de El. Lo que no procede de la gracia no es reconocido ni estimado por Dios. Todos debemos decir: “Oh Señor, no haré nada sin Tu visitación. Señor, si Tú no me visitas ni haces nada por medio de mí, yo no haré nada. Ni aborreceré ni amaré. No seré orgulloso ni humilde. Quiero estar en blanco. Señor, sin Tu visitación no soy nada”. La visitación de Dios es la gracia práctica. Cuando amo a los demás y soy humilde por la visitación de Dios, y no por mi propio esfuerzo, estoy en el disfrute de la gracia.

Como ya vimos, Dios desea forjarse en un hombre corporativo para tener una expresión corporativa. Este es el concepto fundamental de la revelación divina de la Biblia. Este es el propósito eterno de Dios. Dios llamó a Abraham con el propósito de forjarse en él, pero Abraham tenía un fuerte yo. Este ego natural constituyó el mayor obstáculo para el propósito de Dios. Sucede lo mismo con nosotros hoy en día. El propósito de Dios consiste en forjarse en nosotros para ser nuestra vida y nuestro vivir, pero nuestro ego natural sigue siendo un estorbo. Por lo tanto, Dios debe quebrantarnos y cortarnos para poder entrar en nosotros y ser el todo para nosotros. Dios no necesita que amemos a los demás ni que seamos humildes para que la sociedad mejore. Si Dios deseara una sociedad mejor, sólo tendría que decir: “Mejor sociedad”, y ésta se producirá. El llama las cosas que no son como si fuesen (Ro. 4:17) y no necesita nuestra ayuda. Dios desea forjarse en nosotros para ser nuestra humildad y nuestro todo. El desea que digamos: “Señor, no soy nada y no haré nada. Sólo me abro a Ti para que entres y hagas Tu hogar en mí, vivas en mí y hagas todo por mí. Señor, vive en mí, y yo disfrutaré Tu vivir. Cada vez que obres en mí, yo diré: ‘Alabado seas Señor. ¡Esto es maravilloso!’ Yo no soy el que actúa, sino el que disfruta, el que aprecia todo lo que haces por mí’ ”.

Hoy en día, Dios desea quebrantar a Abraham para que surja Isaac. El desea romper nuestro ser natural a fin de que podamos experimentarlo plenamente en Cristo, quién se forja en nosotros para ser nuestro deleite.

He experimentado la vida matrimonial por casi cincuenta años; he experimentado mucho disfrute y mucho sufrimiento. Antes de casarme, amaba sinceramente al Señor, y le decía frecuentemente cuánto le amaba. Después de casarme, acudía al Señor y le decía, como expresión de lealtad: “Señor, por el amor que te tengo, quiero ser el mejor marido”. A la larga, fracasé. Acudí al Señor y confesé todos mis fracasos. Después de experimentar la unción, fui consolado e intenté nuevamente ser el mejor marido. Pero volví a fracasar, y esa experiencia de altibajos se repitió continuamente. Más adelante, hasta di un mensaje en el cual dije: “La vida cristiana tiene muchas noches y días. No se desaliente jamás por causa de sus fracasos. Sólo espere algunas horas y la mañana vendrá”. Durante muchos años, pasé días y noches, noches y días. Un día recibí la revelación y dije: “Necio, ¿quién te pidió hacer eso? Cristo está aquí esperando ser tu gracia. Tú debes decir: ‘Señor no soy nada ni puedo hacer nada, y aun si pudiera hacer algo, Tú no lo aceptarías. Ven Señor, y haz Tu obra y sé el mejor marido en mi lugar. Esto te corresponde a Ti, no a mí. Tú me exiges, te devuelvo lo que me pides y te pido que Tú lo cumplas. Señor sé el mejor marido, y yo te alabaré por eso’ ”. Cada vez que oré de esta manera, el Señor siempre hizo lo mejor. Esta es la gracia.
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1) Nace por gracia

Después de que la fuerza natural de Abraham y sus propios esfuerzos fueron eliminados por Dios, nació Isaac (17:15-19; 18:10-4; 21:1-7). Esto implica que Isaac nació por la gracia, la cual es representada por Sara (Gá. 4:24-28, 31). El relato de Génesis afirma que eso sucedió en “el tiempo de la vida” (18:10, 14). Cuando cesa el esfuerzo de la vida natural, llega el tiempo de la Vida. En el tiempo de la vida nace algo en gracia. La gracia está relacionada con la vida, y la vida acompaña a la gracia. Por lo tanto, la gracia es llamada “la gracia de la vida” (1 P. 3:7).

2) Criado en gracia

Isaac fue criado en gracia (21:8). En su historia vemos que él no hizo nada. El nació y fue criado. No digo que creció, sino que fue criado. Así como un campesino cultiva manzanas en su huerto, Dios cultivó a Isaac como un árbol en Su huerto. Isaac fue criado por Dios en gracia.

En 2 Pedro 3:18 se nos habla de crecer en la gracia. Esto indica que crecer significa alimentarse y recibir el riego como lo revela Pedro en 1 Pedro 2:2, y Pablo en 1 Corintios 3:2 y 6. Crecer en la gracia significa crecer en el disfrute de todo lo que Cristo es para nosotros como nuestra comida espiritual y nuestra agua de vida. Todas las riquezas de lo que Cristo es para nosotros son necesarias para nuestro crecimiento en vida. Cuanto más disfrutamos las riquezas de Cristo (Ef. 3:8), más crecemos en vida (Ef. 4:15).

3) Es heredero en la gracia

Isaac también llegó a ser heredero en la gracia (21:9-12). Todo lo que su padre tenía le fue dado a él, pues Abraham dio todas sus riquezas a este único heredero. Del mismo modo, no debemos hallar ningún disfrute en nosotros mismos. La herencia sólo debemos disfrutarla en la gracia.

4) Obedece en gracia

Isaac también obedeció en gracia (22:5-10). Al leer Génesis 22 anteriormente, no podía entender cómo Isaac, un joven, podía haber sido tan obediente. Finalmente, descubrí que él era obediente porque estaba saturado de la gracia. El estaba totalmente sumergido en la gracia, y obedecía en gracia. Esta obediencia trajo la provisión de Dios. Ocurre lo mismo en nuestro caso en la actualidad. Cuando obedecemos en gracia, recibimos la provisión de Dios.

La gracia de Dios es poderosa, pues nos permite sobrellevarlo todo. Pablo le dijo a Timoteo que se fortaleciera en la gracia que es en Cristo Jesús (2 Ti .2:1). La gracia puede inclusive reinar sobre todas las cosas (Ro. 5:21). No debemos caer de la gracia (Gá. 5:4), sino ser confirmados por ella (He. 13:9). Cuanto más sobrellevamos en la gracia, mayor provisión de gracia recibimos.

5) Lo hereda todo del padre

Isaac heredó todas las cosas de su padre (24:36; 25:5). Llegó a ser el heredero de las riquezas del padre por la gracia y no por su esfuerzo ... Dios nos llamó y nos bendijo con todas las bendiciones espirituales en Cristo (Ef. 1:3). En Cristo nos puso en la gracia para que seamos herederos de la gracia, y heredemos todas las riquezas de la plenitud divina como nuestro disfrute. Nuestra vida cristiana debe ser como la de Isaac, quien no hizo nada por su cuenta, sino que heredó y disfrutó todo lo que tenía su padre. Al heredar la gracia, debemos dejar de usar los esfuerzos de nuestra vida natural y mantenernos abiertos y disponibles para disfrutar de la gracia.

6) Hereda la promesa dada a su padre

... Abraham recibió esta promesa, e Isaac la heredó. Pero nosotros hoy tenemos el cumplimiento. Ahora disfrutamos al Dios Triuno como nuestra gracia. Al disfrutar de la gracia, el Reino de Dios se manifestará, y Dios en Cristo será plenamente expresado por la eternidad.

domingo, 16 de septiembre de 2012

¿CÓMO NOS APROPIAMOS DE SU RESURRECCIÓN Y VIDA NUEVA? (D. Wilkerson)



FRIDAY, AUGUST 10, 2012
NUESTRA CRISIS ANTE LA CRUZ
by David Wilkerson
[May 19, 1931 – April 27, 2011]
¿Cómo obtenemos la victoria de Jesús en nuestras vidas? ¿Cómo nos apropiamos de Su resurrección y vida nueva?

Primero, déjeme preguntarle: ¿Cómo sabe usted que es salvo? Por supuesto, es por fe. El conocimiento de nuestra salvación viene únicamente por fe en la Palabra de Dios. De la misma manera, nosotros debemos tomar la cruz, abrazarla y recibir victoria por fe en el poder existente en la sangre derramada por Jesús (*). Nosotros debemos admitir, “Dios, yo no tengo poder. Yo no cuento con la habilidad para librarme o para crucificarme a mí mismo, o ningún poder sobre el pecado. Rindo todos mis propios esfuerzos para morir al pecado”.

Por fe, nosotros “en Cristo” - debemos disfrutar de los todos los beneficios que Él ha alcanzado. Usted observa cómo desde el mismo momento en que nacimos de nuevo, nosotros hemos estado en Cristo, y esto significa que nosotros entramos en todo aquéllo que le sucedió a Él. Esto incluye Sus victorias así como Su crucifixión. Si nosotros estamos de acuerdo con la Palabra de Dios acerca de que nuestros pecados son malvados en exceso, entonces debemos estar de acuerdo con las buenas cosas que la cruz ofrece. Éstas son nuestras, porque Jesús las obtuvo para nosotros.

La Palabra de Dios dice que una vez que nosotros abrazamos la Cruz somos crucificados en Cristo y resucitados con Él en una nueva vida. ¡Somos hechos libres! Podemos ofrecer nuestros cuerpos al servicio del Señor y ofrecer nuestros miembros como instrumentos de rectitud.

En ciertos momentos usted puede tropezar debido a incredulidad, pero usted puede agarrarse de la verdad que dice que al final la victoria es suya porque usted clamó, “Señor, yo voy a confiar en Ti hasta que la victoria llegue”.

Yo le agradezco a Dios por la Cruz de Cristo y le agradezco por Sus crisis. Por experiencia sé que la mejor “predicación sobre gracia” en el mundo es el predicar sobre la Cruz. ¿Ha traído usted su crisis ante la Cruz? ¿Qué tal sobre aquélla atadura de la cual usted desea ser liberado?

Hay liberación para usted hoy, pero ésta no vendrá hasta que usted se postre delante de Jesús y traiga su crisis frente a Su Cruz. Ahí usted deberá estar de acuerdo con Su palabra: “Yo no puedo continuar más en mi pecado, no por una hora más. ¡Dios, te lo traigo a ti hoy!"

(*) Claramente esto es así, pero añadimos desde este blog, que esta fe solo viene cuando vemos (revelación) que ya morimos con Cristo cuando él murió. Debemos pues orar, no por la liberación del pecado o de la carne, sino porque nuestros ojos sean abiertos a dicho hecho histórico objetivo. Esta revelación hará posible nuestra apropiación subjetiva del mismo. Dios, en Su tiempo, nos abrirá los ojos y ¡VEREMOS!

sábado, 15 de septiembre de 2012

LA PRESENCIA Y LA COMUNIÓN DE DIOS ¡AL FIN! (E.V. Éxodo Witness Lee)


ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO

MENSAJE CINCUENTA

INTRODUCIDOS EN LA PRESENCIA
Y EN EL CONOCIMIENTO DE DIOS

Lectura Bíblica: Ex. 19:1-25; 3:1, 12; 5:1, 3a

(Lo escrito en letra azul ha sido añadido al original)

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En realidad el capítulo diecinueve de Éxodo es muy positivo, pues aquí el pueblo escogido de Dios es llevado a la comunión con Él.

La distancia entre Egipto y el monte Sinaí constituía un viaje de aproximadamente tres días (Nota administrador: No creemos que esto sea así, pues el auténtico monte Sinaí es Jabal al-Lawz Arabia Saudita está a unos 700 km. ver 
https://www.google.es/maps/dir/El+Cairo,+Gobernaci%C3%B3n+de+El+Cairo,+Egipto/Jabal+al-Lawz+Arabia+Saudita/@29.3630124,31.0980183,7z/data=!3m1!4b1!4m14!4m13!1m5!1m1!1s0x14583fa60b21beeb:0x79dfb296e8423bba!2m2!1d31.2357116!2d30.0444196!1m5!1m1!1s0x15abab47c58d444b:0x2079827a3ea5ea2c!2m2!1d35.286253!2d28.6460625!3e0). Creo que ésta fue la razón por la cual Moisés le dijo a Faraón que los hijos de Israel debían emprender un viaje de tres días por el desierto. Además, 4:27 indica que Dios le encargó a Aarón que recibiera a su hermano Moisés, en el monte de Dios, en el desierto. La distancia entre Egipto y el monte Sinaí podía ser cubierta en tres días, pero a los hijos de Israel les tomó más de dos meses. Aunque pudimos haber tenido comunión con Dios inmediatamente después de nuestra salvación, en nuestra experiencia, la mayoría de nosotros, viaja, recorre y vaga. Sin embargo, en nuestro viaje, disfrutamos del suministro de Dios. Nuestro viaje puede estar bajo el cuidado y la guianza de Dios, pero todavía no estamos en comunión con Él. Pero en Éxodo 19, tenemos un punto muy precioso: Dios introduce a Su pueblo redimido en Su presencia. Antes de esto, habían oído hablar de Dios. No obstante, no habían oído la voz de Dios directamente. Pasa lo mismo entre muchos cristianos hoy en día. Han oído hablar de Dios, pero no han experimentado Su hablar directo. Antes de ir al monte de Dios, los hijos de Israel oyeron acerca de Dios por medio de la predicación y de las enseñanzas de Moisés. Pero aquí Dios los trajo directamente a Su presencia. El bajó del monte, se apareció al pueblo, y les habló. Por tanto, ellos oyeron la voz de Dios directa y personalmente, y no por medio de un intermediario. En la presencia de Dios, oyeron Su hablar directo ...

I. EXPERIMENTARON LA PLENA SALVACIÓN DE DIOS

Si queremos estar en comunión con Dios, debemos experimentar Su plena salvación. Debemos ser salvos de la condenación del pecado, del mundo, de Satanás, tal como lo vemos en los capítulos uno al catorce. Luego debemos disfrutar del rico suministro de Dios (15:1—17:7), conquistar la carne (17:8-16), y ser introducidos en el reino de Dios (18:1-27). Si no tenemos esta experiencia y disfrute, no podremos tener comunión con Dios.

Nuestra experiencia espiritual corresponde a la experiencia de los hijos de Israel. Primero somos salvos del pecado, del mundo y de Satanás. Luego disfrutamos del suministro de Dios. El agua amarga es cambiada en agua dulce, y comemos del maná, el alimento celestial, y bebemos del agua viva que fluye de la roca golpeada. Mediante el disfrute de estas provisiones divinas, somos equipados para conquistar la carne y someterla ...

II. INTRODUCIDOS EN LA PRESENCIA DE DIOS

A. En el monte Sinaí

Los hijos de Israel fueron introducidos en la presencia de Dios en el monte Sinaí (19:11). El significado del monte Sinaí es éste: es el lugar donde Dios habla. En el monte Sinaí, Dios no hace milagros. Por el contrario, El simplemente habla. Al hablar Dios viene también la visión celestial. Por consiguiente, el monte de Dios tiene un significado espiritual: es el lugar donde Dios habla y donde está Su visión. Primero los hijos de Israel oyeron el hablar de Dios, luego recibieron la visión. Esta visión pertenece al modelo de la morada de Dios en la Tierra.

Cuando nos reunimos como iglesia, debemos tener el hablar de Dios con Su visión. En muchos servicios religiosos hoy en día, Dios no habla ni está la visión. ¡Cuán disfrutable es oír el hablar directo de Dios y recibir la visión en las reuniones de la iglesia! Reunión tras reunión, podemos tener el hablar de Dios y ver más de Su visión. Oír el hablar de Dios y recibir Su visión, especialmente la visión acerca de Su morada, es algo muy importante. Es de vital importancia que nosotros vayamos al verdadero monte de Dios en la Tierra hoy en día.

Según el relato bíblico, Dios habló frecuentemente desde un monte. El Señor Jesús presentó la constitución del reino de los cielos mientras estaba en un monte con Sus discípulos (Mt. 5:1-2). También fue en un monte donde El dio la profecía acerca del fin de la era (Mt. 24:3). Dios el Padre habló a Pedro y a los otros discípulos mientras ellos estaban en el monte de la transfiguración (Mt. 17:1-2, 5). Juan fue llevado a un monte alto para recibir la visión del cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén. Por tanto, en nuestra experiencia debemos salir de Egipto, cruzar el mar Rojo, y viajar por el desierto hasta que lleguemos al monte de Dios. En este monte, somos introducidos en la presencia de Dios. Sin Su presencia, lo que decimos o lo que hacemos no significa nada. Su presencia lo es todo para nosotros. Muchos de nosotros podemos testificar que cuando nos reunimos en el nombre del Señor, disfrutamos de Su presencia. Oímos Su hablar y vemos Su visión en el monte de Dios ...

B. Por medio de la santificación

Somos llevados a la presencia de Dios por medio de la santificación. Éxodo 19:10 dice: “Y Yahweh dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos”. Los versículos 14 y 22 hablan también de la santificación. Ser santificado significa ser separado del mundo para Dios. Cuando los hijos de Israel se reunieron alrededor del monte Sinaí, ya estaban lejos de Egipto. Habían sido separados del mundo. En el monte Sinaí, vivieron en la presencia de Dios, fueron santificados, separados, para Él de una manera absoluta ...

C. En resurrección

Éxodo 19:11 dice: “Y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Yahweh descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí”. El hecho de que este versículo no habla del segundo día ni del cuarto, sino del tercer día es algo muy significativo. En las Escrituras, el tercer día representa la resurrección. Estar en resurrección significa que lo viejo fue quitado y que estamos totalmente en una nueva posición y situación.

Antes de que Dios hablara al pueblo, el pueblo se preparó a sí mismo. Si Dios hubiera hablado con ellos en el primer día, ellos no habrían estado listos. Supongamos que usted hubiera estado entre los hijos de Israel en aquellos días de preparación. ¿Qué habría hecho? Ciertamente usted no habría perdido tiempo en conversación inútil. Por el contrario, usted habría orado: “Señor, muéstrame todo lo que me separa de Ti. Señor, no quiero que haya nada entre tú y yo”. Usted habría usado su tiempo para prepararse para reunirse con Dios. Habría abandonado muchas cosas hasta que estuviese en resurrección, listo para reunirse con Dios. En lugar de abundar en críticas, chismes o quejas, habría orado hasta que estuviese en resurrección, hasta que las viejas cosas hubiesen pasado y se encontrase totalmente en una nueva posición.

D. Oír el hablar de Dios

Después de ser introducido en la presencia de Dios, el pueblo oyó Su hablar (v 9). Esta es la comunión. Tener el hablar de Dios significa estar en Su presencia.

III. INTRODUCIDOS EN EL CONOCIMIENTO DE DIOS

Cuando somos introducidos en la presencia de Dios y entramos en comunión con Él, espontáneamente somos introducidos en el conocimiento de Dios. Antes de entrar en comunión con Dios, ignoramos muchas cosas. No conocemos ni el mundo ni el edificio de Dios. No conocemos el Altar, el Candelero, la Mesa de la Proposición, ni el Arca. Todo lo que revelan los capítulos veinticinco al cuarenta corresponde con lo que Pablo describe como el pleno conocimiento de Dios. Muchos cristianos contemporáneos ignoran lo que es la Iglesia. No conocen el terreno de la Iglesia, su contenido, ni su función. Antes de que los hijos de Israel fuesen llevados a la presencia de Dios, ¿qué sabían del Atrio, del Lugar Santo, o del Lugar Santísimo? ¿Acaso sabían algo del Arca hecha de acacia y cubierta de oro? Ciertamente no. Ignoraban estas cosas.

Cuando lleguemos al capítulo veinte, veremos que la Ley es una revelación y una descripción de Dios mismo. La Ley muestra la clase de Dios que Él es. Antes de ser llevados a la presencia de Dios, los hijos de Israel no tenían este conocimiento de Él, aunque habían experimentado Su salvación, habían disfrutado Su suministro, habían vencido a Amalec y habían sido introducidos en el reino.


En la comunión de Dios, primero llegamos a conocer la gracia de Dios (empezamos a experimentar lo que es vivir en la gracia y no bajo la Ley). En Éxodo 19:4, el Señor dijo: “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios y como os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a Mí”. Esta es la gracia. Isaías 40:31 dice: “Pero los que esperan a Yahweh tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas”. Los que confían en el Señor serán llevados en alas de águilas ... Primero, Cristo es nuestro cordero pascual; luego Él es un águila.

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Al oír la voz del Señor y al recibir Su revelación, conocemos Su gracia.

B. Conocer la santidad de Dios

En la comunión con el Señor, también empezamos a conocer la santidad de Dios (desde ahora hilaremos muy fino y abandonaremos la presunción) (19:10-24) ... Sólo Moisés y Aarón tenían el privilegio de cruzar el límite. Indudablemente, sabían que su Dios era un Dios santo.
...

No debemos considerar esta palabra acerca de la santidad de Dios como simple doctrina. Si usted considera su experiencia, verá que en la comunión con el Señor, primero usted se siente agradecido hacia Él por Su misericordia y gracia. Luego usted llega a darse cuenta de que necesita la santidad. En la presencia de Dios, debemos ser santos. Si deseamos permanecer en comunión con Él, debemos santificarnos a nosotros mismos y todo lo que se relaciona con nosotros. No debemos cruzar el límite de la santidad de Dios. Esta es una lección muy importante que encontramos en Éxodo 19. Aprecio mucho este capítulo porque presenta los detalles (los requisitos) de la comunión con Dios. Puedo testificar que su contenido corresponde a mi experiencia. Después de conocer la gracia del Señor, siento la necesidad de santidad, de santificación. La santificación es el aspecto de nuestra experiencia de la santidad. Cuando la santidad de Dios se convierte en nuestra experiencia, eso es santificación. Debemos estar separados del mundo para Dios. Esto es honrar el límite de la santidad de Dios. No obstante, todos podemos testificar que perdimos la comunión con Dios cuando violamos el límite de Su santidad. Nuestra comunión con Dios seguirá únicamente cuando mantengamos la santidad.

C. Ser la posesión personal de Dios
y Su tesoro particular

En la comunión con Dios, llegamos a ser la posesión personal de Dios y un tesoro particular (19:5). En el versículo 5, la expresión hebrea tiene un doble significado; significa posesión personal y también tesoro particular. Por ejemplo, una hermana puede poseer un anillo muy precioso. Este anillo es su posesión personal y también su tesoro particular. No lo cambiaría por nada. Del mismo modo, cuando el pueblo redimido de Dios fue introducido en la presencia de Dios, se convirtió en su posesión personal y tesoro particular. ¡Podemos llegar a ser la posesión personal de Dios! Podemos llegar a ser tan queridos y preciosos para Él que nos convirtamos en Su tesoro particular. Esto demuestra cuánto afecto íntimo existe en nuestra comunión con Dios. Nuestra comunión con el Señor debe alcanzar el punto en que disfrutamos tal afecto íntimo con Él y Él con nosotros, que Dios puede decir que somos Su tesoro particular, Su posesión personal. ¡Cuán íntimo, querido, y precioso es esto! Cuando entramos en esta comunión con Dios, Él nos considera como este tesoro y posesión.

D. Ser un reino de sacerdotes para Dios

Según Éxodo 19:6, los hijos de Israel deberían ser un reino de sacerdotes para el Señor. Al permanecer en la presencia de Dios, nos convertimos en un reino de sacerdotes para Él. Lo que describe el Antiguo Testamento al respecto se cumple en el Nuevo Testamento. Nosotros, los creyentes, somos un reino de sacerdotes para Dios (Ap 1:6). Como sacerdotes, vivimos en la presencia de Dios, disfrutando de Él como nuestra porción, así como Él disfruta de nosotros como Su tesoro. Este es un disfrute mutuo. Si existía en los tiempos del Antiguo Testamento, ¡con más razón debería ser nuestra experiencia en la era noetestamentaria! Lo que describe el Antiguo Testamento es simplemente un cuadro. En el Nuevo Testamento, tenemos la realidad. ¡Alabado sea el Señor porque somos el tesoro particular de Dios y sacerdotes, disfrutando de Él como nuestro todo!

E. Ser una nación santa

Finalmente, nos convertimos en una nación santa (19:6). El disfrute mutuo entre Dios y Su pueblo nos separa para El mismo. Nada nos puede separar para Dios como este disfrute mutuo. Cuando Dios nos disfruta como Su tesoro particular y le disfrutamos a Él como nuestro todo, somos totalmente separados de todo lo que no es Dios y somos apartados para Dios mismo. Como resultado, nos convertimos en una nación santa.

Éxodo 19 es un capítulo precioso. Efectivamente, habla de relámpagos, de nube y de humo. Si no prestamos atención a la santidad de Dios, experimentaremos estas cosas. No obstante, Moisés y Aarón no tenían miedo de los relámpagos. Se dieron cuenta de que el relámpago, la nube y el humo no eran para ellos; su porción era la presencia de Dios con Su hablar y Su disfrute. No debemos tener miedo de Dios, pues Él nos atesora como Su posesión personal. Somos sacerdotes para Él y somos una nación santa. ¿Por qué tendríamos que tener miedo?

¡Qué diferencia tan tremenda existe entre Éxodo 1 y Éxodo 19! En el capítulo uno, el pueblo de Dios estaba en Egipto bajo la tiranía de Faraón. Sin embargo, en el capítulo diecinueve, estaban en el monte de Dios, pues habían llegado a ser Su tesoro particular. Allí disfrutaban de Dios a lo sumo y estaban separados para Él. Le damos gracias al Señor por este cuadro, pero le agradecemos todavía más por la realidad, el cumplimiento que disfrutamos ahora.


TIPOLOGÍA DEL REINO: CUANDO LA CARNE ES SOMETIDA, EL REINO LLEGA AUTOMÁTICAMENTE (E.V. Éxodo, Witness Lee)


ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO

MENSAJE CUARENTA Y NUEVE

UNA TIPOLOGÍA DEL REINO

Lectura Bíblica: Ex. 18; Dt. 1:9-18

(Ver completo: 
(Lo escrito en letra color azul ha sido añadido al original)


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II. LA DOCTRINA

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En Éxodo 17, Amalec es vencido. Esto representa el sometimiento de la carne, la cual frustra al pueblo de Dios y le impide seguir adelante con Él. Después de la derrota de Amalec, se necesita algo que describa el Reino de Dios. Bajo la inspiración divina, Moisés insertó un acontecimiento que sucedió más tarde para llenar el vacío entre los capítulos diecisiete y diecinueve y mostrarnos que en la salvación completa de Dios, el reino viene después de la derrota de la carne (Amalec). Después de la derrota de Amalec, se necesita que el Reino llegue para edificar la morada de Dios en la Tierra.
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Hemos señalado repetidas veces que Amalec representa la carne, el enemigo de Dios dentro del hombre ... el enemigo actual y subjetivo de Dios en el hombre es la carne. Por esta razón, Dios aborrece la carne del hombre.
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Según el Nuevo Testamento, cuando la carne del hombre es derrotada y sometida, el Reino de Dios llega inmediatamente. Este punto está claramente indicado en Gálatas 5:17-25. Gálatas 5:17 dice: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí”, el versículo 21 nos dice que los que practican las cosas de la carne no heredarán del reino de Dios. El versículo 24 usa la frase “han crucificado la carne”, la cual se refiere a la Cruz. Cuando la carne es crucificada, el Reino está presente con nosotros. Esto lo confirma nuestra experiencia. El Espíritu se opone a la carne. En el Espíritu se halla el poder de crucificar la carne. Cuando el Espíritu con el poder de la Cruz derrota nuestra carne y la somete, el Reino de Dios está con nosotros.

En Gálatas 5:17-25, vemos cuatro palabras cruciales: la carne, el Espíritu, crucificado (refiriéndose a la Cruz), y el Reino. Cada uno de estos cuatro términos puede ser representado por un color: la carne por el negro, el espíritu por el verde, la cruz por el rojo, y el reino por el azul ...

El libro de Éxodo se compone de dos secciones principales. Los capítulos uno al diecisiete forman la primera sección, y los capítulos diecinueve al cuarenta, la segunda sección. En la primera sección, vemos que nosotros, los que estábamos caídos, hemos sido redimidos, salvos y liberados. Además, vemos que hemos pasado a través del Mar Rojo y hemos entrado en el desierto, donde disfrutamos de la provisión de Dios y derrotamos la carne. ¡Qué salvación maravillosa es ésta!

En la segunda sección, los capítulos diecinueve al cuarenta, vemos una revelación de la edificación de la morada de Dios en la Tierra. En esta sección, vemos varios capítulos en torno a la Ley. No obstante, este hecho no nos debe impedir tener una visión completa del libro de Éxodo ... El pueblo escogido de Dios es salvo totalmente de su condición caída para entrar en la morada de Dios.
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En los primeros diecisiete capítulos de este libro, tenemos un cuadro de cómo Dios salvó a Su pueblo, lo liberó, lo rescató y los dio el suministró en el desierto. Luego, El los llevó al monte Sinaí para darles la visión de la edificación de Su morada a fin de que la construyeran conforme a esta visión.
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Entre las dos secciones principales de Éxodo, la sección sobre la salvación de Dios y sobre Su edificio, se necesita el Reino. Sin el Reino, no hay ningún resultado, ninguna consecuencia de la salvación de Dios. Esta es exactamente la situación que prevalece entre muchos cristianos hoy en día. Puesto que pocos cristianos aniquilan totalmente la carne, no se encuentra entre ellos el resultado adecuado de la salvación de Dios, es decir, el Reino. Un cristiano puede ser fundamentalista, bíblico y ético; sin embargo, puede encontrarse totalmente en la carne. Quizá ame a los demás y sea bastante humilde. Pero su amor y humildad pueden provenir de la carne. Aun su predicación del evangelio puede ser llevada a cabo en la carne. En nuestra predicación del evangelio, podemos ser agradables y humildes, hablando siempre con amabilidad a los demás sin argumentar nunca con ellos. Pero todo este comportamiento aparentemente bueno puede ser en la carne. Una cosa es predicar el evangelio en el Espíritu, y otra es predicar el evangelio en la carne. Primeramente Dios no se preocupa por lo que hacemos; El se preocupa por los medios que usamos para hacer las cosas: ¿las hacemos por el Espíritu o por la carne? Muchos cristianos no pueden entender esta palabra acerca de la carne. Disfrutan la salvación de Dios hasta cierto punto, pero en su disfrute no hay un resultado adecuado. Si disfrutamos la salvación de Dios hasta el punto de derrotar a Amalec, de vencer al enemigo de Dios dentro de nosotros, tendremos el Reino de Dios como resultado de la salvación de Dios. En el transcurso de los años que pasé en el ministerio, jamás he visto un grupo de cristianos que conozcan la carne de manera tan completa y que tengan un temor adecuado de actuar en la carne como los santos en el recobro del Señor hoy en día. Por esta razón, tenemos el Reino como el resultado de la salvación de Dios.

Cuando estamos en la carne, los demás nos pueden ofender fácilmente. Pero cuando estamos en el Espíritu, pasa lo contrario. Es muy difícil que alguien nos ofenda. Además, la carne tiene su propia preferencia, su propio sabor al hacer las cosas. Por ejemplo, a muchos cristianos les gusta exhibir el dinero que dan para alguna causa. Esperan recibir reconocimiento público por ello. Esto viene de la carne. Los cristianos contemporáneos hacen muchas cosas que provienen de la carne.

Algunos críticos del recobro del Señor han dicho que estamos bajo el control de alguien. No obstante, es evidente que nada ni nadie nos controla. Yo no controlo a los demás, y los demás no me controlan. Además, los ancianos no controlan a los santos. Sin embargo, todos estamos bajo el control del Espíritu viviente con la cruz que opera. Esto mata a la carne. Puedo testificar que el Espíritu con (contra???) la carne me impide argumentar con mi esposa. A veces he estado a punto de decir una palabra negativa, pero el Espíritu viviente que opera con la Cruz viene y somete mi carne. Por experimentar el aniquilamiento de la carne, mi esposa y yo tenemos una vida matrimonial tranquila.
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III. EL RETRATO DEL REINO

A. El Israel de Dios
ha derrotado a Su enemigo

Ahora estudiaremos el cuadro del Reino presentado en Éxodo 18. Como lo hemos indicado, el Reino viene después de que el enemigo de Dios, Amalec, que tipifica la carne, ha sido vencido (17:13-16). El Nuevo Testamento revela que el Reino viene cuando el pueblo escogido de Dios ha vencido a su enemigo. Antes de que el Reino sea presentado en Éxodo 18, el enemigo de Dios dentro de nosotros, tipificado por Amalec, es vencido en el capítulo diecisiete.

B. Los gentiles vienen
a alabar y a adorar a Dios

La Biblia indica también que cuando el Reino viene como resultado de las derrotas del enemigo de Dios, los gentiles que buscan a Dios vendrán a adorarle. Estos gentiles son representados por Jetro (18:1, 5, 10-12). Jetro, el suegro de Moisés, era un sacerdote de Madián. Según Jueces 6:3, los madianitas estaban cerca de los amalecitas. Los madianitas y los amalecitas estaban bastante mezclados. Después de la derrota de los amalecitas, algunos madianitas vinieron al pueblo de Dios de una manera muy piadosa. Jetro era un sacerdote no de ídolos, sino del Dios verdadero. El adoraba a Dios, le alababa y le ofrecía sacrificios. Por tanto, Jetro representa a los gentiles que se vuelven a Dios y que le buscan en el Reino.

C. La iglesia participa en el Reino

Cuando el Reino viene, la Iglesia participa en éste. De hecho, la Iglesia será la autoridad que gobierne en el Reino. En el capítulo dieciocho, la Iglesia es representada por Séfora, la esposa que Moisés se buscó durante el rechazo de Israel hacia él (2:13-22). Muchos estudiantes bíblicos se dan cuenta de que Séfora tipifica la iglesia gentil que Cristo ganó cuando El fue rechazado por los hijos de Israel. Aun hoy en día, Cristo es rechazado por los judíos. Durante este tiempo de rechazo, Cristo gana la Iglesia gentil, tomada del mundo gentil, así como Moisés ganó una esposa gentil.

Hasta ahora en el capítulo dieciocho, vemos tres puntos principales: la derrota del enemigo, la venida de los gentiles para adorar a Dios y la Iglesia representada por Séfora. Al juntar estos puntos, tenemos un cuadro del Reino. Algunos no están de acuerdo con el hecho de que pretendamos que el Reino está descrito en el capítulo dieciocho. No obstante, no vamos demasiado lejos cuando declaramos esto. Si Pablo no nos hubiera dicho que la Pascua describía a Cristo, ¿quién habría tenido el valor de decirlo? El apóstol Pablo tomó la delantera al alegorizar el libro de Éxodo cuando Él nos dijo que Cristo es nuestra Pascua. Además, el maná y la peña golpeada tipifican también a Cristo, y el agua que sale de la roca tipifica al Espíritu. También hemos señalado que en el capítulo diecisiete, Amalec representa la carne, Moisés representa al Cristo ascendido que intercede por nosotros, y Josué tipifica al Cristo que mora dentro de nosotros y combate por nosotros. Con todo este trasfondo, podemos decir que Jetro y Séfora en el capítulo dieciocho tienen también un significado típico. ¿Acaso Jetro y Séfora únicamente son personajes históricos? Ciertamente no. Pretender eso equivaldría a no entender que Éxodo es un libro de cuadros. Así como Faraón representa a Satanás y Egipto representa al mundo, Jetro representa a los gentiles, y Séfora, a la iglesia gentil. Según el principio que afirma que todo lo que contiene Éxodo es figurativo, los asuntos del capítulo dieciocho no deben ser considerados como excepciones. Sabemos que el capítulo dieciocho describe el Reino, porque aquí vemos que después de que Dios había vencido a Su enemigo, los gentiles piadosos se volvieron al pueblo de Dios para adorarle, alabarle y presentarle sacrificios. También vemos que la iglesia gentil prevalece. Cuando estas tres cosas están juntas, allí está el Reino de Dios.

Podemos aplicar el cuadro de Éxodo 18 a nuestra situación como cristianos hoy en día. Sabemos por experiencia que cuando nuestra carne es vencida, los incrédulos volverán a nosotros. Es bueno que todas las iglesias prediquen activamente el evangelio. No obstante, si vivimos en la carne y no vencemos a Amalec, podemos laborar mucho en la predicación del evangelio, pero pocos incrédulos se volverán a Dios. Si primeramente vencemos y sometemos a nuestra carne y luego seguimos y contactamos a la gente y le predicamos el Evangelio, Jetro vendrá a nosotros. Esto significa que de esta manera los incrédulos cambiarán. Cuando predicamos el evangelio por el Espíritu viviente que opera por medio de la cruz , del aniquilamiento de la carne, el pueblo vendrá a nosotros dondequiera que vayamos. Además prevalecerá la Iglesia, representada por Séfora. Por tanto, la predicación adecuada del evangelio debe ser el Reino. En las palabras de Mateo 24:14, el evangelio del Reino debe ser predicado a todos los habitantes de la Tierra.

El evangelio debe ser el Reino. Aunque prediquemos el evangelio, si vivimos en la carne pocos serán atraídos a Dios por medio de nosotros. Debemos ser personas que vencen a Amalec. Luego Jetro, representando a los gentiles, vendrá a Dios por medio de nosotros y la Iglesia prevalecerá.

D. La autoridad y orden del Reino

En 18:13-27, vemos un cuadro de la autoridad y orden del Reino. Cristo, representado por Moisés, es la Cabeza, la autoridad, y bajo ésta autoridad está el orden.

Algunos maestros bíblicos dicen que la propuesta de Jetro a Moisés era conforme a la manera humana de organización. El hermano Scofield afirma que esta manera de organización fue rechazada por Dios en Números 11:11-17, 24-30. No obstante, si estudiamos detenidamente Éxodo 18, Deuteronomio 1, y Números 11, veremos que estas porciones de la Palabra giran alrededor de dos eventos distintos y que el último no anula al anterior. Por el contrario, lo fortalece. Mientras Números 11 habla de setenta ancianos, no se mencionan los ancianos en Éxodo 19 ni en Deuteronomio 1. Más bien, en estos capítulos, vemos capitanes. Puesto que los hijos de Israel deben haber sido por lo menos dos millones de personas, los capitanes de millares, centenas, cincuentenas y decenas deben de haber sido miles de personas. Estos capitanes deben ser distintos de los setenta ancianos.

Si comparamos Éxodo 18 y Deuteronomio 1 con Números 11, veremos que Números 11 cubre un tema distinto que el que cubren Éxodo 18 y Deuteronomio 1. En estos dos capítulos, vemos el cansancio del pueblo, la carga que tenía, y las contiendas. Pero Números 11 describe la rebelión del pueblo contra Dios. Debido a esta rebelión, Moisés se quejó al Señor: “No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía” (Nm. 11:14). Entonces el Señor dijo a Moisés que reuniera a setenta hombres entre los ancianos de Israel (v. 16). En Números 11, la rebelión es muy distinta del cansancio, de las cargas y de las contiendas mencionadas en Éxodo 18 y Deuteronomio 1. El propósito del relato de Éxodo 18 y Deuteronomio 1 consiste en mantener un buen orden entre el pueblo de Dios en Su Reino, mientras que en Números 11 es cuidar la relación entre el pueblo de Dios y El mismo. Puede ser que a diario presentaban centenares de problemas a Moisés. Esta fue la razón por la cual Jetro propuso que Moisés designara capitanes de miles, centenas, cincuentenas, y decenas para ayudarle. Los problemas mencionados en Éxodo 18 y Deuteronomio 1 eran relativamente menores. Pero Números 11 abarca el asunto grave de nuestra relación adecuada con Dios. Esta fue la razón por la cual el Espíritu de Dios vino sobre de los setenta ancianos que llegaron a ser profetas. Estos setenta no remplazaron los capitanes de millares, centenas, cincuentenas, y decenas.

Al señalar este asunto, mi propósito es ayudarnos a ver que la propuesta de Jetro era muy positiva. Describe el orden bajo la autoridad divina en el Reino de Dios. Nos ayuda a ver que en el Reino de Dios no hay desorden. Por el contrario, bajo la autoridad de Cristo como Cabeza, representada por Moisés, todo está en orden. Bajo la autoridad de Cristo como Cabeza todo y todos están en orden.

Si en una iglesia local, todos esos asuntos, importantes y pequeños, se presentan a los ancianos, esa iglesia es débil. No es el Reino de Dios en una manera práctica. Si una iglesia local es verdaderamente el Reino de Dios, no sólo habrá ancianos, sino también capitanes. Hemos visto en el cuadro de Éxodo 18, que Séfora representa a la Iglesia. Entonces ¿qué representan los capitanes? Representan un buen orden. Así como Moisés no necesitaba tratar todas las cosas, tampoco en la actualidad se necesita presentar todas las cosas a los ancianos en la Iglesia. Por el contrario, debería haber capitanes en la vida de iglesia que, bajo la autoridad de Cristo como Cabeza, solucionen los problemas y mantengan el orden.

Supongamos que dos hermanos tienen un problema entre sí. Si se necesita llamar a los ancianos, el Reino de Dios no está presente en la iglesia de una manera práctica. Se carece claramente de vida y de autoridad. Aun cuando los hermanos y hermanas sean pocos, debe haber un capitán, alguien que les recuerde a los demás el Espíritu y la Cruz. Si un capitán hace esto, el problema entre los hermanos se solucionará, y el orden se mantendrá. La presencia de los capitanes en la vida de la iglesia es una señal del Reino. Es una indicación de que tenemos a Cristo representado por Moisés, como nuestra Cabeza y que todos estamos bajo esta autoridad.

En este mensaje, hemos señalado repetidas veces que Éxodo 18 presenta un cuadro del Reino. En este capítulo vemos cuatro aspectos de este cuadro: la derrota de Amalec, la carne, por parte del pueblo de Dios; la venida de gentiles piadosos en busca de Dios; la iglesia gentil prevaleciente; y el mantenimiento de un orden adecuado. Cuando juntamos estos cuatro asuntos, tenemos el Reino de Dios como resultado del disfrute de la salvación y de la provisión de Dios.

En los primeros diecisiete capítulos de Éxodo, el pueblo escogido de Dios disfrutó de Su salvación y de Su suministro. Ahora en el capítulo dieciocho, vemos el resultado de este disfrute: el Reino como la esfera, el ambiente, donde el pueblo de Dios puede recibir la visión del modelo de la morada de Dios y construir el Tabernáculo según este modelo. Puesto que el Reino es necesario para edificar la morada de Dios, Moisés, bajo inspiración divina, insertó un acontecimiento de Deuteronomio 1 entre los capítulos diecisiete y diecinueve de Éxodo a fin de completar el cuadro de la salvación completa de Dios. Según nuestra experiencia, podemos testificar que después de disfrutar de la salvación y del suministro de Dios, somos introducidos en Su reino, donde todo está en orden. ¡Cuánto alabamos al Señor por esto! La presencia del Reino nos permite construir el Tabernáculo como morada de Dios.