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jueves, 31 de mayo de 2012

CAMINAR CON DIOS Y AL PASO DE DIOS: La Manera de Escapar de la Consecuencia Final de la Caída del Hombre. (Witness Lee)


ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE VEINTISEIS

LA MANERA DE ESCAPAR DE
LA CONSECUENCIA FINAL
DE LA CAIDA DEL HOMBRE


a. Caminar con Dios

¿Espera usted ser arrebatado? Si es así, debe caminar con Dios. No sólo debe invocar el nombre del Señor, sino también caminar con Dios. Después de invocar viene el andar. Caminar con Dios no es: pasar por encima de Dios, ni es ser arrogantes, ni es obrar según nuestros conceptos y deseos, ni es actuar sin Dios. Caminar con Dios consiste en: tomarlo a El como nuestro centro y nuestro todo, en obrar conforme a Su revelación y dirección, y en hacerlo todo con El. No consiste solamente en vivir para Dios y hacer obras para El, sino en vivir y actuar conforme a Dios y con El. Enoc anduvo con Dios de esa manera, viviendo y obrando conforme a Dios y con El, y no según su propio deseo o concepto, ni según la corriente de la era en la cual vivía.
No es fácil caminar con otra persona. Cuando yo caminaba con los hermanos o con los miembros de mi familia, todos decían que yo caminaba demasiado rápido y que no podían seguirme el paso. Me pedían que caminara más despacio. Tengo una pregunta que dirigir a los hermanos y a mi familia: ¿Va usted a caminar conmigo o voy a caminar yo con usted? Determinemos primeramente quién va a caminar con quién. Si usted va a caminar conmigo, debe seguirme el paso. No me eche la culpa a mí por caminar demasiado rápido. Si se queja de que camino demasiado rápido, olvídese de mí y camine con alguien que ande al mismo ritmo que usted. Pero si desea caminar conmigo, debe ajustarse a mis normas. Si tengo la intención de caminar con usted, debo aminorar el paso y caminar a la misma velocidad que usted.
Haga el favor de contestarme: ¿Camina Dios con usted, o camina usted con Dios? ¿Caminaba Dios con Enoc o caminaba Enoc con Dios? La Biblia no dice que Dios caminaba con Enoc, sino que Enoc caminaba con Dios. Resulta difícil encontrar un pasaje bíblico donde se muestre que Dios caminaba con la gente. Encontramos un caso en Lucas 24. En el día de resurrección, el Señor Jesús caminó con dos discípulos que iban de Jerusalén a Emaús. Los discípulos no caminaron con el Señor Jesús; fue el Señor Jesús quien caminó con ellos. Cuando el Señor camina con usted, ello indica que usted va para abajo, que desciende de Jerusalén a Emaús. No obstante, cuando camina con el Señor, sube a Jerusalén desde Emaús. ¿Camina usted con el Señor o camina El con usted? En otras palabras, ¿va usted para abajo o para arriba? Por ejemplo, si va para abajo al cine, el Señor Jesús caminará allí con usted. A menudo el Señor ha caminado así hacia abajo con los santos. Muchos santos le han dicho al Señor: “Señor, no puedo quedarme contigo. Quiero ir a ver una película”. Entonces, el Señor ha dicho: “¿Vas a ver una película? Iré allí contigo; caminaré hacia abajo contigo. ¿Por qué voy a ir contigo allí? Porque te voy a traer de regreso. No debes ir hacia abajo a Emaús. Mi intención es que permanezcas en Jerusalén. Puesto que vas para abajo, tengo que ir contigo. Debo caminar contigo para traerte de regreso”.
Enoc caminó ascendentemente con Dios. No se imagine que el arrebatamiento de Enoc sucedió repentinamente. No se crea que en un momento él estaba en la tierra y que al momento siguiente estaba en los cielos. Enoc no tuvo altibajos con Dios, ni anduvo zigzagueando. El caminó continuamente hacia arriba hasta tocar los cielos. A la edad de trescientos sesenta y cinco años, cuando Enoc casi tocaba los cielos, Dios le dijo: “Querido hijo, estoy aquí. Ven conmigo”. Y Enoc fue arrebatado.
¿Cree usted que el andar de Enoc con Dios conoció altibajos? ¿Cree que Enoc anduvo con Dios de manera irregular y que Dios le dijo: “Pobre hijo, sube rápidamente”? No creo que haya sido así como Dios arrebató a Enoc. Enoc anduvo con Dios día y noche durante tres siglos, más de cien mil días. Enoc anduvo con Dios día tras día, acercándose a El cada día un poco más que el día anterior. Enoc vio la situación, el entorno, la gente y sus obras, y vio que todo era impío. Sin embargo, él siguió caminando con Dios de una manera piadosa y santa, y lo hizo por trescientos años.
Si queremos andar con Dios debemos estar con El. Debemos ser uno con El en nuestros pensamientos, nuestro amor y nuestras decisiones. Como dijimos, no es fácil caminar con otra persona. Supongamos que yo camino a su lado y tengo ideas diferentes a las suyas, y le digo: “Hermano, lo quiero y deseo caminar con usted, pero no vaya por allí. Venga por aquí. No quiero ir en esa dirección”. Si digo eso, no estoy caminado con usted, sino que discuto con usted. No obstante, eso es exactamente lo que hacen muchos creyentes que aman a Jesús. Dicen: “Señor, te amo y deseo seguirte. Quiero ir contigo”. No obstante, a la hora de la verdad, muchos no caminan con El, sino que discuten con El. Caminar con el Señor implica mucho de parte de usted: negarse a sí mismo, negarse a sus pensamientos y a su amor, negarse a todo lo que proviene de usted. Implica que usted se entrega a El, que deja que El rija y vaya delante. Caminar con el Señor no es una cosa insignificante. Al caminar con El usted muere. Mi esposa sufre cuando camina conmigo. Pero si usted desea caminar conmigo, debe negarse a sí mismo. Por otra parte, si yo deseo caminar con usted, debo olvidarme de mí mismo, condenarme a mí mismo, y renunciar a mí mismo a fin de ser uno con usted. Si no estoy dispuesto a hacer eso, no puedo caminar con usted ni con ninguna otra persona.
No se trata simplemente de invocar el nombre del Señor. Es maravilloso y disfrutable clamar: “Oh Señor Jesús”, pero ¿qué viene después de invocar? Cuando el Señor dice: “Sígueme”, ¿lo seguirá usted? ¿Caminará usted con El? Nunca olvide que en Génesis 4 se menciona invocar y que en Génesis 5 aparece el caminar. Si el caminar no viene después de invocar, éste no será muy sincero. En un mensaje posterior, veremos que después de caminar, tenemos la construcción. Enós invocó, Enoc caminó y Noé caminó y construyó. Debemos partir de Génesis 4 y pasar de invocar a caminar. La invocación trae la suministración, pero no mata. La invocación lo hace vivir a uno, mientras que el caminar siempre lo mata a uno, aunque también lo resucita. El caminar empieza por matarlo a uno, pero luego lo resucita para avivarlo cuando disfruta de la presencia de Dios. Uno vivirá al máximo, no de una manera natural, sino en resurrección. ¡Cuánto debemos caminar todos con Dios!

c. Creer en la Palabra de Dios

(Principio: Nuestra Paciencia Natural debe Agotarse)
...
En cierto sentido, yo aprecio a Matusalén. En otro sentido, no lo quiero mucho, porque vivió demasiado tiempo. Su vida fue más larga que cualquiera de las que menciona la Biblia. Indudablemente si nosotros viviéramos tanto tiempo, nuestra paciencia se habría agotado. Por tanto, oramos: “Señor, ven pronto”. Aunque el Señor nos dijo que El viene pronto (Ap. 22:7, 12, 20), han pasado más de mil novecientos años, y todavía no ha regresado. Aquí vemos un principio: nuestra paciencia natural debe agotarse. Si usted espera la venida del Señor con su paciencia natural, quedará desilusionado y agotado. Olvídese del tiempo y simplemente camine con Dios. Para El, mil años equivalen a un día. Si usted dice: “Señor Jesús, esto es demasiado tiempo”, El dirá: “Todavía no han pasado dos días. Para mí, mil años equivalen a un día. ¿Por qué estás impaciente? Estás impaciente porque no caminas conmigo. Si caminaras conmigo, me tendrías contigo, y no te preocuparías por el tiempo. La tierra será como los cielos porque cuando tú me tienes, estás en los cielos”.


LA FALSA INVASIÓN EXTRATERRESTRE (Bill Cooper) - SATANÁS Y LOS OVNIS (Armando Alducín)

Satanás y los OVNIS, Armando Alducín.



La falsa invasión extraterrestre (Bill Cooper) | dezpierta


CRISTO MORA EN MI ESPÍRITU, EL PECADO (SATANÁS) MORA EN MI CARNE.


ESTUDIO VIDA DE GENESIS

MENSAJE VEINTICUATRO

LA SEGUNDA CAIDA DEL HOMBRE
(2)


En este mensaje continuaremos nuestro estudio de la segunda caída del hombre. Como vimos en mensajes anteriores, en la primera caída el hombre comió algo equivocado. Según nuestro concepto humano, eso no era muy grave. Cuando yo era un cristiano joven, traté de alegar con Dios, y le preguntaba qué había de malo en comer un pedazo de fruta. Encontré a otros cristianos que tenían el mismo concepto. No obstante, si pasamos de Génesis 3 a Génesis 4, veremos las cosas malignas que brotan de esta pequeña semilla.

A la semilla que entró en el hombre en Génesis 3 Pablo la llama pecado en Romanos 7. Leamos lo que dice Pablo en Romanos 7:19-20: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso practico. Mas si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí”. Aunque la mayoría de los cristianos sabe que Gálatas 2:20 dice “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”, son pocos los que prestan atención a Romanos 7:20, donde vemos que ya no obro yo, sino que el pecado mora en mí. Gálatas 2:20 nos muestra que el Cristo que mora en nosotros es una persona. Cristo, la corporificación misma de Dios, mora en nosotros. Según el mismo principio, podemos decir que el pecado que mora en nosotros también debe de ser una persona viviente
No tengo ninguna duda de que el pecado es la corporificación de Satanás. Cristo es la corporificación de Dios y mora en nuestro espíritu; mientras que el pecado es la corporificación de Satanás y mora en nuestra carne. Satanás, el maligno, se ha inyectado en nuestra naturaleza. Esto se produjo en Génesis 3, pero el resultado de esta inyección aparece en el hombre caído de Génesis 4.
Esta simiente maligna empezó a expresarse religiosamente en forma de adoración a Dios. ¿Puede usted imaginar que la simiente de Satanás que mora en el hombre caído lo incitaría a adorar a Dios? No obstante, como mencionamos antes, la simiente que estaba en Caín lo incitó efectivamente a adorar a Dios, no conforme al camino de Dios ni a Su revelación, sino según sus conceptos de hombre caído. ¿Cuáles son los conceptos del hombre caído? Son la expresión de Satanás en el hombre. No olvide jamás el incidente relatado en Mateo 16:20-23, en el cual Pedro expresó su preocupación por el Señor. Pedro no se dio cuenta de que Satanás estaba presente en su concepto, pero el Señor lo reconoció y llamó a Pedro “Satanás”. Por consiguiente, el concepto del hombre caído no es más que la expresión de la presencia interior de Satanás.


miércoles, 30 de mayo de 2012

¡NO HACER NADA!, NO INVENTAR NI INICIAR NADA (CRISTO, ¿SACRIFICIO Y CAMINO, O ADORACIÓN CONTAMINADA?) (E. V. Génesis- Witness Lee)


...En mi interior brotó una profunda convicción: no me atrevía a hacer nada. Sólo podía decir: “Señor, no debo iniciar nada. Todo mi ser necesita que Tú lo laves, no que yo esté activo. Señor, sólo aplico Tu sangre. Señor, toma Tú la iniciativa. Si no haces nada, yo tampoco haré nada”. Fui capturado por la visión celestial. Había visto que todo mi ser era completamente pecaminoso, que no debía inventar nada ni iniciar nada, que todo lo que procedía de mí era corrupto a los ojos de Dios, que aun mis lágrimas de arrepentimiento debían ser lavadas por la sangre, y que en mi arrepentimiento se encontraba un elemento del ego que hacía de mi arrepentimiento algo impuro. Por tanto, tenía que arrepentirme de ese arrepentimiento...

ESTUDIO-VIDA DE GÉNESIS

MENSAJE VEINTITRÉS

CAÍN Y ABEL


I. CAÍN

B. Adoró a Dios según su propio concepto,
cuyo origen era Satanás

¿Qué había de malo en Caín? Desde el punto de vista humano, él no estaba equivocado inicialmente. Cuando yo era un joven cristiano, actuaba como abogado de Caín, buscando argumentos para defenderlo en la Corte Celestial. Pensaba que no había nada malo en él. Caín fue el primero en presentar una ofrenda a Dios, mientras que Abel fue segundo. El quizás aprendió eso de Caín. Yo pensaba que presentar una ofrenda a Dios como lo hizo Caín no estaba mal, pues no era como las apuestas, la mentira o el homicidio. Por tanto, estaba en desacuerdo con Dios, y le decía: “Dios, no fuiste justo con Caín. Tu injusticia lo incitó a matar a su hermano. Si hubieras sido justo en ese asunto, Caín probablemente habría amado mucho a su hermano”.

Hablé como un abogado ignorante, como un muchacho torpe en una corte. No obstante, Dios fue bondadoso para con Caín, pues no ejecutó Su juicio sobre él. Dios también fue misericordioso para conmigo, pues no me mató. Finalmente, con el transcurso de los años, entendí la razón por la cual Dios no aceptó ni miró a Caín ni a su ofrenda.

Permítanme explicarles la razón. Caín y Abel nacieron de padres caídos. Adán y Eva no estaban solamente mal con Dios, sino que se les había inyectado la naturaleza maligna de Satanás. La naturaleza de Satanás había entrado en la naturaleza de ellos, en su mente y en sus conceptos. Adán y Eva se dieron cuenta de su condición y reconocieron que estaban equivocados delante de Dios. De hecho, también se habían llenado del elemento maligno de Satanás. Se dieron cuenta de que Dios era misericordioso y que habían hallado gracia ante Él, pues les prometió la salvación y les proporcionó túnicas de pieles para cubrir su desnudez, lo cual representaba a Cristo como la verdadera justicia que había de venir. Como mencionamos en el mensaje anterior, Adán y Eva comunicaron eso a sus hijos y les declararon el camino de la obra salvadora de Dios. Por tanto, Caín y Abel no nacieron de padres puros; eran descendientes de padres contaminados, corruptos y arruinados.

Consideremos un vaso de agua pura y otro de agua contaminada. Si usted me ofrece el agua pura, yo se lo agradecería mucho, y la bebería para satisfacer mi sed. Pero si me ofrece el vaso de agua contaminada, eso me molestaría. A pesar de tener sed, rechazaría la propuesta de beber el agua contaminada. Si usted entiende este ejemplo, se dará cuenta de que Dios no fue injusto al rechazar lo que le ofrecía Caín. Queda claro que Dios no puede aceptar el agua contaminada, es decir, una ofrenda contaminada. Caín nació de padres contaminados y era impuro y contaminado por nacimiento. Al contrario, Dios es santo, justo y puro. Caín y Abel no sólo eran corruptos y pecadores, sino que dentro de ellos se encontraba el enemigo de Dios. Puesto que Satanás, el enemigo de Dios, vivía y actuaba en ellos y los motivaba a hacer cosas, todo lo que hacían por sí mismos constituía una acción del enemigo de Dios. Si usted fuese Dios y supiese que dentro de Caín estaba el diablo, su enemigo, ¿aceptaría usted su adoración? Esta adoración es un insulto para Dios.

Aparentemente no vemos al diablo en Génesis 4; vemos a Caín matando y mintiendo. Sin embargo, en Juan 8:44 el Señor Jesús dijo que fue el diablo el que mató y mintió. A los ojos de Dios, no fue solamente Caín, sino el diablo. Además, en 1 Juan 3:12 se afirma que Caín era “del maligno”. La palabra griega traducida “del” significa “proveniente de”. Por consiguiente, Caín provenía del maligno, del diablo. La fuente de Caín era Satanás. Estos dos versículos nos muestran clara y concluyentemente que Caín y el diablo, el diablo y Caín, eran uno.

Quizás usted se pregunte ¿cómo puede el diablo motivar a la gente a adorar a Dios? Considere el caso de Pedro en Mateo 16:21-23. Después de recibir la visión celestial acerca de Cristo, él fue incitado por Satanás a decirle al Señor Jesús, quien acababa de hablar de que padecería e iría a la muerte: “¡Dios tenga compasión de Ti, Señor!” El Señor se volvió y le dijo a Pedro: “¡Quítate de delante de Mí, Satanás”. Observe que el Señor no dijo: “¡Quítate de delante de Mí, Pedro!” Así que el que acababa de recibir una revelación del Padre se convirtió en Satanás. No se hizo Satanás por algo maligno, sino mostrándose interesado en el Señor.

Cuando nos exhortan a adorar a Dios, o cuando nos acercamos al Señor, y procuramos tener comunión con Él, constantemente Satanás, el insidioso, nos incita a no hacerlo, y nos propone un camino que difiera de la revelación de Dios, en su intento de alejarnos de la economía de Dios. Mientras Satanás nos aparte del camino de Dios y nos impida cumplir el propósito de Dios, nos motivará incluso a hacer cosas para Dios. Esta fue la manera en que obró en Caín.

Debemos tener cuidado, pues nos puede suceder lo mismo. Debemos comprender que no se trata de obrar sino de ser. La cuestión no es si adoramos a Dios o no, sino si somos uno con el diablo en lo que hagamos. Aun cuando usted ame a los demás, siendo uno con el diablo, esta clase de amor es un insulto para Dios, porque Satanás, el enemigo de Dios, está activo en tal acción. Así que, Caín presentó la ofrenda, pero el diablo fue el que lo motivó, el que inició su adoración. Supongamos que usted tiene un enemigo que se niega a reconciliarse con usted, pero que manda a alguien a que lo adore a usted. ¿No consideraría usted esa adoración como un insulto? Ahora podemos ver lo que estaba errado en Caín.

Caín ofreció a Dios el fruto de su propia labor (Gn. 4:3). El trajo del fruto de la tierra sin derramar sangre. Esto significa que había rechazado el camino redentor de Dios, que había oído de sus padres. El camino redentor de Dios, según había sido revelado a los padres de Caín, consistía en un sacrificio en el cual la sangre fuese derramada, pues sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados (He. 9:22). A los ojos de Dios el hombre había caído, estaba arruinado, era pecaminoso y estaba contaminado. Necesitaba el derramamiento de la sangre para la remisión de los pecados. Aunque los padres de Caín ciertamente le hablaron del camino redentor de Dios, él lo rechazó y lo hizo a un lado. A Caín no le interesó el camino de Dios, e inventó su propio camino según su propio concepto.

¿Qué es un concepto? Los conceptos humanos provienen del Árbol del Conocimiento. Al tomar Caín el camino del Árbol del Conocimiento, abrió su ser al diablo. Cuando hizo esto, quedó completamente atrapado por el maligno. Fue Caín quien inventó la religión. Usted argumentará: “Caín inventó la religión para adorar a Dios. El no inventó los casinos de apuestas”. Pero Dios no se interesa en lo que usted inventa; El se interesa en el origen. Las invenciones del hombre no se originan en Dios y no se conforman al espíritu del hombre, sino a su mente. Si su invención se inicia en usted, en su mente, esa invención, por muy buena que sea, tiene su origen en Satanás, pues Satanás, el insidioso, se halla en su mente. Cuando Caín diseñó su propia manera de adorar a Dios, él fue absolutamente uno con Satanás. El estaba lleno y saturado del diablo. Por consiguiente, el Señor Jesús en Juan 8:44 aludió a él cuando habló de Satanás. ¿Cómo se atrevió este hombre a presentar una ofrenda a Dios sin derramar sangre?

Ahora podemos entender la razón por la cual Dios no aceptó la ofrenda de Caín. Aunque Caín debió darse cuenta de que Dios deseaba un sacrificio con derramamiento de sangre, no lo hizo. El adoró a Dios según su propio concepto, sin derramamiento de sangre, y sin las pieles del sacrificio, con las cuales se podía cubrir. Esto significa que él rechazó el camino de Dios, que consistía en tomar a Cristo como la justicia de Dios para cubrirse, según lo revelan Filipenses 3:9 y 1 Corintios 1:30. El, al igual que los judíos religiosos, buscó establecer su propia justicia, haciendo a un lado la justicia de Dios, y negándose a someterse a ella como lo revela Romanos 10:3. Por tanto, su ofrenda constituía un insulto para Dios; era una abominación a Sus ojos, y Él la rechazó.

C. Siguió su propio camino (el camino de Caín)

Judas 11 habla de aquellos que “han seguido el camino de Caín”. ¿Cuál es el camino de Caín? Es hacer el bien para complacer a Dios y adorarlo, en arrogancia, con esfuerzos humanos y conforme a la propia invención del hombre motivado por el diablo. El camino de Caín consiste en adorar a Dios religiosamente sin Cristo. Desde el punto de vista humano, el camino de Caín no es malo, pues la religión es la mejor invención de la cultura humana. De hecho, la Biblia enseña que la religión fue la primera y la más destacada de las invenciones de la cultura humana. No obstante, debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Quién inventó la religión? No fue Caín, sino Satanás, quien motivaba interiormente a Caín. Satanás usurpó la primera generación humana al inducirla a que tomara del Árbol del Conocimiento. Sin embargo, Dios intervino para rescatar al hombre y recobrarlo por Su camino redentor. Aunque, en cierto sentido, tanto Adán como Eva estaban perdidos, Dios intervino y los volvió a Sí mismo, abriendo Su camino redentor, el camino del derramamiento de sangre. Fue así como Dios llevó a cabo la obra de rescatar, de salvar. Vimos que Adán y Eva comunicaron este camino a sus hijos y que Caín, su primogénito, lo rechazó, siguió su propio camino, y se unió con el diablo. Ese rechazo, es decir, el seguir su propio camino, equivalía a rechazar a Dios y seguir a Satanás. Este es el camino maligno de Caín.

Dios nos reveló plenamente Su camino. Por mucho que hayan predicado Adán y Eva a sus hijos, no tenían la Biblia como la tenemos nosotros. Tenemos la Biblia, la cual se compone de sesenta y seis libros que nos relatan claramente el camino de la salvación, el camino de la vida, el camino del derramamiento de sangre y el camino de Cristo. Tenemos el camino. No obstante, muchas personas han oído hablar de ese camino, o sea que han oído la predicación del evangelio, pero se han apartado de él y han seguido su propio camino, tratando de adorar a Dios según sus propios conceptos y procurando hacer el bien para complacer a Dios según su propio deseo. Mucha gente sigue el camino de Caín, el cual no consiste en apostar en las casas de juego, sino en fabricar una religión humana, una manera de adorar a Dios, que no concuerda con la revelación divina, sino con la invención del hombre. Aparentemente eso es bueno, pero en realidad es horrible, pues al inventar la religión, la segunda generación humana fue completamente capturada por Satanás. Satanás se apropió de la primera generación humana induciendo al hombre a comer del Árbol del Conocimiento, y capturó la segunda generación apartando al hombre del camino de Dios e induciéndolo a seguir las invenciones humanas.

El camino de Dios está en contraste con el bien y el mal. Muchas personas piensan que mientras no hagan nada malo, andan bien. Sin embargo, en tanto que usted se encuentre fuera del camino de Dios, no interesa si está en el lado del bien o en el del mal. A Dios no le interesa que usted esté en el lado bueno o en el malo; El sólo se preocupa por el hecho de que usted se halle en Su camino redentor. Tal vez usted piense que es superior y que su camino es mejor que el de Dios. Muchos religiosos, que han inventado su propia religión, se consideran superiores a los que siguen el camino de salvación de Dios. Tal vez sean más grandes que nosotros, pero nosotros estamos en el camino de Dios. El camino de Caín no es el camino del mal declarado, sino el camino del bien. No obstante, distrae al hombre y lo aparta de Dios. Satanás está tanto en el lado del bien como en el del malRecuerde que el Árbol de la Vida posee un solo factor: la vida. Pero el árbol del conocimiento tiene dos factores: el bien y el malPor tanto, mientras usted esté fuera del camino de Dios se encontrará en el camino de Satanás, independientemente de si hace el bien o el mal.

Quisiera dirigirme a los no salvos que leen este mensaje. Ustedes necesitan el camino redentor de Dios. No interesa cuánto bien hayan hecho o puedan hacer, deben entender que nacieron pecadores, que la naturaleza diabólica está en su carne, y que el elemento satánico se encuentra en su mente. Necesitan, entonces, el derramamiento de la sangre de Jesús, porque sin ella no hay remisión de pecados.

¡Agradecemos a Dios porque el Señor Jesús derramó Su sangre! Con ella tenemos la remisión de nuestros pecados. Mi esposa puede testificar que casi siempre que oramos juntos la primera palabra que digo es: “Señor, acudimos a Ti por Tu sangre. Señor, límpianos con Tu sangre. ¡Cuánto necesitamos que Tu sangre nos cubra!” Cuando nos encontramos en la vieja creación, todavía tenemos un elemento sucio y corrupto dentro de nosotros. Por consiguiente, necesitamos ser lavados por la sangre de Jesús. Frecuentemente he dicho al Señor en mis oraciones: “Señor, debemos pasar por el altar. Necesitamos que Tú seas nuestra ofrenda. Señor, te tomamos a Ti como nuestro sacrificio por el pecado y Te ofrecemos la grosura”. Caín erró el blanco. El rechazó el camino del derramamiento de la sangre y tomó el camino de Satanás.

Cuando el apóstol Pablo estaba en la religión judía, aventajaba a muchos de sus contemporáneos (Gá. 1:14). No obstante, en aquel tiempo él no consiguió la justicia de Dios. En Filipenses 3:9 él presentó una palabra profunda y excelente: “Y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por medio de la fe en Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe”. Pablo no quería ser hallado en sí mismo, con su propia justicia; él quería ser hallado en Cristo, con la justicia que es de Dios. Nosotros, igual que Pablo, debemos ser hallados en Cristo. El hecho de que Él sea nuestra justicia se expresa en las palabras de un himno muy conocido: “El Cristo de Dios es mi justicia, mi hermosura, mi vestido glorioso”. Cristo, como la justicia de Dios, es nuestro vestido bajo el cual permanecemos. Dios nos ha puesto en Cristo y lo ha hecho nuestra justicia (1 Co. 1:30). Permanecemos bajo Su cubierta. Somos uno con Él. Nuestra justicia es Él mismo, Su misma persona, y no uno de Sus atributos.

En Romanos 10:3 Pablo habló de los judíos incrédulos: “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios”. Esos judíos eran verdaderos seguidores de Caín. Caín fue el precursor de ellos, pues mostró el ejemplo de intentar establecer su propia justicia y de no someterse al camino de Dios, que consiste en tomar a Cristo como su justicia. De nuevo afirmo que éste es el camino de Caín. Cada vez que nosotros, estando fuera de Cristo, intentamos hacer el bien para complacer a Dios, a los ojos de Él seguimos los pasos de Caín. No haga eso jamás. Según la revelación dada por Dios, debemos darnos cuenta de que adorar a Dios según nuestro parecer es un insulto para Él.


II. ABEL

B. Adoró a Dios conforme
a la revelación de Dios

(No INVENTAR ni INICIAR nada)

Abel no presentó su sacrificio según sus conceptos, sus ideas o sus preferencias, sino conforme al camino de salvación de Dios. El adoró a Dios conforme a la revelación divina (He. 11:4). Al contrario de Caín, Abel presentó los primogénitos de su rebaño, que se componía probablemente de corderos. La Biblia dice que él “trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas” (Gn. 4:4). Cuando ofrecía la grosura, el animal era sacrificado y la sangre derramada, pues sin muerte era imposible presentar la grosura a Dios. Abel estaba consciente de que necesitaba una ofrenda con derramamiento de sangre. El sabía que había nacido de padres caídos y que era maligno, pecador y estaba contaminado a los ojos de Dios. Por tanto, ofreció algunos primogénitos de sus ovejas, derramando la sangre por su redención y quemando la grosura para satisfacer a Dios. ¿Quién le dijo que ofreciera los primogénitos de las ovejas? Indudablemente el obró conforme a las instrucciones de sus padres. Lo que Abel hizo correspondía exactamente a los requisitos de la Ley Mosaica que sería dada más tarde. Esto demuestra que su manera de adorar a Dios concordaba con la revelación divina, y no con su concepto.

Todo lo que nosotros, los seres caídos, pensamos, es pecaminoso. Aun cuando tengamos los mejores pensamientos, nuestra manera de pensar sigue siendo pecaminosa. Además, todo lo que vemos y decimos es pecaminoso. San Agustín dijo que aun nuestras lágrimas de arrepentimiento necesitan ser lavadas por la Sangre. Somos tan pecaminosos que hasta necesitamos arrepentirnos por nuestro arrepentimiento. Somos la corporificación del pecado. Por consiguiente, todo lo que se origina en nosotros, en nuestros pensamientos, en nuestras palabras, en lo que oímos y sentimos, es algo pecaminoso. Debemos quitarnos de en medio. En realidad quitarnos de en medio significa quitar de en medio al diablo, porque el diablo está en nuestro ego. Si nos hacemos al margen, rechazaremos simultáneamente a Satanás de manera absoluta. No diga: “Mi método es bueno. Mis pensamientos son excelentes”. Por muy buenos que sean sus pensamientos, Satanás está en ellos, y usted debe rechazarlos y tomar el camino de Dios conforme a lo que Él revela.

La ofrenda de Abel tipificaba a Cristo. Según Números 18:17, el primogénito de una vaca o de una oveja, que tipificaba a Cristo, no podía ser comido por los israelitas; tenía que ser ofrecido a Dios. Por consiguiente, en tipología, Abel ofreció Cristo a Dios. La ofrenda del primogénito de una vaca o de una oveja presentaba dos factores: la sangre, rociada sobre el altar para la redención, y la grosura, quemada sobre el altar como ofrenda, como olor grato a Yahweh, el cual le traía satisfacción. El Señor Jesucristo tenía estos dos factores. El tenía la sangre que fue derramada por nosotros, y la grosura que satisfacía el deseo de Dios. Abel obedeció lo que sus padres le habían comunicado con respecto al camino de salvación de Dios, y presentó esta ofrenda a Dios. Por tanto, Abel tomó a Cristo como su cubierta y fue justificado por Dios (He. 11:4; Mt. 23:35). Necesitamos la sangre de Cristo para ser limpios, y necesitamos a Cristo mismo para cubrirnos a fin de ser aceptos a Dios y satisfacerle.

Permítanme compartir con ustedes algunas experiencias mías. Cuando era un joven activo, pensaba que podía y debía hacer muchas cosas para Dios. Pensaba que era muy inteligente, muy capaz y con muchísima iniciativa. En consecuencia, soñaba con hacer muchas cosas por Dios y por la iglesia. Al poco tiempo, la luz celestial vino y resplandeció sobre mí. Aunque no vi mucho al principio, la luz siguió resplandeciendo día y noche, aun cuando yo dormía. Gradualmente recibí iluminación hasta el punto de inclinarme delante del Señor y decirle: “Señor, no me atrevo a mirarme ni a imaginar cómo soy. Todo lo que soy es una vergüenza. Cada parte de mi ser es horrible”. Me veía realmente así. En aquel tiempo, empecé a ver cuán valiosa es la sangre del Señor. Oré: Señor, no tengo nada que decir; sólo lávame. Lávame con Tu sangre. Limpia mis ojos, limpia mis pensamientos, limpia cada parte de mi ser. Señor, limpia todo mi ser”. 

Un día hice una larga confesión al Señor que duró medio día. A pesar de haber confesado cosas sin interrupción, sentí que mi confesión no era completa. En mi interior brotó una profunda convicción: no me atrevía a hacer nada. Sólo podía decir: “Señor, no debo iniciar nada. Todo mi ser necesita que Tú lo laves, no que yo esté activo. Señor, sólo aplico Tu sangre. Señor, toma Tú la iniciativa. Si no haces nada, yo tampoco haré nada”. Fui capturado por la visión celestial. Había visto que todo mi ser era completamente pecaminoso, que no debía inventar nada ni iniciar nada, que todo lo que procedía de mí era corrupto a los ojos de Dios, que aun mis lágrimas de arrepentimiento debían ser lavadas por la sangre, y que en mi arrepentimiento se encontraba un elemento del ego que hacía de mi arrepentimiento algo impuro. Por tanto, tenía que arrepentirme de ese arrepentimiento. Esto es lo que significa aplicar la sangre de Jesús y vestirnos de Cristo como nuestra justicia, como nuestra cubierta. He llegado a reconocer que necesito la sangre de Cristo. He entendido que todo lo que hago debe ser simplemente el vivir a Cristo como mi cubierta. “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. Este es el significado de ofrecer los primogénitos y la grosura al Señor. Puedo testificar que nunca estuve tan contento como aquella vez. Me embargaba la dulzura del Señor. Estaba en los cielos. Esta fue la experiencia de Abel. Sé que muchos de los que leen este mensaje han tenido esta clase de experiencia.

Lo que hizo Abel corresponde exactamente al evangelio del Nuevo Testamento, que nos exhorta a recibir el lavamiento de la sangre, a negarnos a nosotros mismos, a hacernos a un lado, y a tomar a Cristo como nuestra cubierta. Debemos confesar nuestros pecados y negarnos a nosotros mismos. Debemos ofrecer a Cristo como los primogénitos de las ovejas de Dios y presentar Su grosura como la dulzura que satisface a Dios, olvidándonos de nosotros mismos, rechazándonos a nosotros mismos, renunciando a nosotros mismos, quitándonos de en medio y tomándolo a El como nuestra cubierta. Si hacemos eso, no sólo viviremos para Él, sino también viviremos por Él. Cristo no es solamente el sacrificio para Dios, sino también el camino de Dios, el camino de redención y de vida. Hebreos 11:4 dice que por el sacrificio que ofreció en fe, el cual tipificaba a Cristo, Abel obtuvo el testimonio de que era justo. Con esa clase de fe él sigue hablando hoy en día.

LA RELIGIÓN A LA MANERA ARROGANTE DEL HOMBRE, COMO CAÍN, EMPIEZA SIRVIENDO A DIOS Y TERMINA MATANDO HOMBRES (E. V. Génesis-Witness Lee)


ESTUDIO-VIDA DE GENESIS

MENSAJE VEINTIDÓS

LA SEGUNDA CAÍDA DEL HOMBRE
(1)

2. La causa

b. La arrogancia del hombre al rechazar
el camino de la salvación que Dios le brinda

En Génesis 4 el diablo ya se había inyectado en el hombre, y Dios le había mostrado al hombre el camino de salvación. No obstante, Caín fue arrogante, pues rechazó el camino de la salvación que Dios le brindó. Esto significa que siguió al diablo y desechó la voluntad de Dios. Esta fue otra causa de la segunda caída. A Caín no le interesó la Palabra de Dios, el evangelio, ni escuchó la predicación de sus padres. Una vez más afirmo que creo que sus padres le predicaron el evangelio a él y a su hermano, hablándoles de la necesidad de tener túnicas que los cubrieran y que fueran hechas con las pieles de los corderos del sacrificio. Creo que esto justifica el deseo de Abel de ser un pastor de ovejas. Pero a Caín aquello no le interesaba en lo más mínimo, y por ende, rechazó el camino de Dios con arrogancia e inventó su propio camino.

3. El proceso

a. La arrogancia del hombre
al ofrecerle a Dios “el producto de la tierra”

Caín era arrogante y servía a Dios según su propio concepto. “Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová” (Gn. 4:3). Caín sirvió a Dios según su concepto. El inventó una religión basándose en su concepto humano. En Génesis 3 no se dice nada acerca de ofrecer a Dios el fruto de la tierra. A Dios le interesa un sacrificio en el cual la sangre sea derramada para satisfacer los requisitos de Su justicia y también le interesan las pieles de los corderos del sacrificio con las que se pueden cubrir los seres caídos y desnudos. Cuando Adán y Eva vieron que estaban desnudos, se cubrieron con vestiduras hechas con hojas de higuera, pero a Dios no le agradó esa clase de vestimenta. El mató algunos corderos para el sacrificio por el pecado, y con las pieles de esos corderos hizo túnicas a fin de cubrir al hombre y a la mujer. Ya vimos que Adán y Eva deben de haber contado eso a Caín y Abel y que Abel recibió su palabra y actuó conforme a ella, mientras que Caín se consideró más inteligente y menospreció los intereses de Dios, negándose a seguir Su camino. El no obedeció al evangelio de Dios, sino que inventó su propio método, una religión conforme a sus propios conceptos. ¿Quién le pidió que ofreciera el fruto de la tierra? El mismo se lo propuso, motivado por el enemigo insidioso. Esta práctica se originó en su mente.
Con el transcurso de los siglos y de las generaciones, Caín ha tenido incontables seguidores, personas de todas partes que inventan su propia religión. No incitaron al pueblo a pecar, sino a servir a Dios y a adorarle. En su arrogancia, estas personas creen estar sirviendo a Dios. Dicen: “¿Qué hay de malo en servir a Dios de esta manera? No apostamos ni robamos ni matamos. Servimos a Dios”. No obstante, quiero decirles: “Ustedes sirven a Dios conforme a sus propios conceptos. A la larga, ustedes no sirven a Dios, sino que se sirven a sí mismos. Ustedes sirven sus propios conceptos y no se preocupan por satisfacer a Dios. Dios no es su Dios; sus conceptos y su mentalidad son su dios.
Si usted lee Génesis 4 con prisa, tendrá el mismo problema que tuve yo cuando leí este pasaje en mi juventud. Dije: “Dios no es justo. Ambos hermanos le presentaron una ofrenda. ¿Qué había de malo con la ofrenda de Caín? El no apostaba ni robaba, y era religioso. Si no hubiese sido religioso, no habría presentado una ofrenda. El labró la tierra hasta que ésta produjo fruto, y luego apartó algunas frutas como ofrenda a Dios. ¿Acaso eso no estaba bien? ¿Cómo podría Dios condenarle por hacer eso?” No obstante, la Biblia dice: “Pero no miró a Caín y a la ofrenda suya” (Gn. 4:5, heb.). Dios parecía decirle a Caín: “Caín, hiciste algo religioso, pero ni siquiera lo miraré. Esto no es un servicio para Mí. Tú estás sirviendo a tus propios conceptos. No me interesa tu ofrenda en absoluto”. Cuando yo era joven, no podía entender por qué Dios obró de esa manera, respetando la ofrenda de Abel y rechazando la de Caín. Yo pensaba que Dios era injusto.
Con el paso de los años llegué a comprender que Caín no presentó su ofrenda a Dios conforme al camino de Dios, sino según sus propias ideas. El inventó una manera de adorar a Dios conforme a su propio concepto y deseo. En el cristianismo actual se inventan muchas novedades para adorar a Dios. Todas estas invenciones son arrogancia.
Caín en su ser natural ya no era puro. Adán era puro cuando fue creado por Dios, pero Satanás, el maligno, se inyectó en él como resultado de la caída. Por consiguiente, cada vez que el hombre actúa por su propia cuenta, está en unión con el diablo. Por tanto, el hombre no debería actuar por su propia cuenta, sino que debe rechazarse a sí mismo y depender de Dios. Debo entender siempre que soy una persona caída y que Satanás está dentro de mí, en mi naturaleza, en mis pensamientos, en mis deseos y en mi voluntad. Satanás se hace totalmente uno conmigo. No me atrevo a actuar según mi propia voluntad. Debo decir: “Señor, me desecho a mí mismo y pongo mi confianza en Ti. Señor, ve Tú primero; toma la iniciativa. Señor, quiero seguirte y permanecer en Tu camino”. No somos solamente pecadores, sino que nuestro ego se ha hecho diabólico porque Satanás está en nosotros. Todo lo que planeamos según nuestra naturaleza es en realidad una invención del diablo. Caín, igual que muchos hoy, no estaba consciente de eso. El pensaba que mientras hiciera algo por Dios, sirviéndole y adorándole, todo iría bien. Usted no debe pensar así. Debe entender en qué condición se encuentra usted y qué es. Como personas caídas, somos uno con el diablo. El no está solamente alrededor de nosotros y sobre nosotros, sino también dentro de nosotros, en nuestra naturaleza, en nuestra mente, en nuestra parte emotiva y en nuestra voluntad. Cada vez que usted se enoja, Satanás está allí. Cada vez que usa sus propias emociones, Satanás está activo en usted. No diga que es solamente usted el que se comporta así, pues Satanás está con usted y en usted. Vemos eso no solamente en las cosas malas, sino también en las buenas. Cuando Caín presentó el fruto de la tierra como ofrenda a Dios, Satanás estaba metido en dicha actividad. En Caín, Satanás presentó una ofrenda a Dios. Esta era la razón por la cual Dios no quiso mirarla. Dios parecía decir: “Caín, tu ofrenda es maligna. Es un insulto para Mí. Es una abominación a Mis ojos. Me niego a aceptarla”.

b. La ira del hombre

Cuando Caín vio que Dios no había mirado su ofrenda, “se ensañó ... en gran manera, y decayó su semblante” (Gn. 4:5). Pasa lo mismo con los religiosos hoy en día. Si usted no aprecia las obras que hacen, se enojarán y dirán: “¿Acaso no servimos nosotros a Dios? ¿Por qué no está de acuerdo usted conmigo?” Cuando los religiosos vean que otros sirven a Dios como El manda y obtienen así Su respeto, se enfurecerán más todavía. Caín fue el primero en actuar así. Si usted sirve a Dios de la manera que lo hizo Abel, lo cual significa que sigue el camino de Dios, los religiosos se enojarán con usted y le dirán: “¿No cree usted que nosotros también servimos a Dios? ¿Por qué Dios lo va a aceptar a usted y a nosotros no?” Con frecuencia hemos oído estas palabras. Le sugiero que tenga cuidado. Si bien usted sirve a Dios, ¿cómo lo hace, a su manera o la manera de Dios? ¿Sirve usted a Dios conforme a lo que El ha revelado, o según los conceptos que usted tiene o según sus propias invenciones? Decir simplemente que usted sirve a Dios no es suficiente. Es necesario determinar la manera en que lo hace. ¿Corresponde su servicio a la Palabra de Dios o a sus propias ideas?
No obstante, Dios tuvo mucha misericordia de Caín y siguió hablándole. Caín no oró a Dios ni le preguntó: “Dios, ¿qué hay de malo conmigo?” Aunque Caín no oró, Dios, quien es rico en misericordia, vino a él y le dijo a Caín: “Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante?” (Gn. 4:6). Dios preguntó a Caín por qué se había ensañado y por qué había decaído su semblante. Todos los que siguen el camino de Dios tienen un semblante elevado. Alzan su semblante y dicen: “¡Alabado sea el Señor! Amén, Aleluya. Jesús es Señor!” Según algunas versiones, Dios le dijo a Caín: “Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido?” El hebreo, el idioma original, también puede ser traducido: “Si bien hicieres, no tendrías el rostro en alto?” Si estamos en el camino de Dios, nuestro semblante será alzado. Aunque muchos religiosos sirven a Dios y lo adoran, Dios no los mira. Como resultado se enojan, diciendo: “¿Acaso no sirvo yo a Dios? ¿No estoy haciendo muchas obras para El?” Estas palabras de enojo son indicio de un semblante caído. Cuando Caín se enojó, Dios parecía decirle: “Caín, no debes enojarte. Tú eres un pecador. ¿Acaso no te han enseñado tus padres las buenas nuevas? Tengo un camino. ¿Por qué ha decaído tu semblante? Tú estás así porque has rechazado Mi camino, porque no has escuchado la predicación de tus padres, y porque no has creído el evangelio. Si tomas Mi camino y crees el evangelio, tu rostro se elevará. Caín, todavía no es tarde. Pero ten cuidado. Si sigues en este camino, el pecado te acecha y procura devorarte”.
En Génesis 4:7 Dios le dio a Caín una advertencia: “Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta”. La última parte de ese versículo es difícil de traducir. Algunas versiones dicen acertadamente: “A ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él”. Otras versiones dan a entender que el deseo del pecado es para Caín y que éste debe vencerlo. ¿A quién se refiere el pronombre “él” en este versículo? Encontramos la respuesta en Juan 8:44 y 1 Juan 3:12. Con la ayuda de estos versículos podemos ver que en Génesis 4:7 “él” es el diablo. Por consiguiente, Dios le dijo a Caín que el pecado estaba a la puerta y que su deseo, es decir, el deseo de Satanás, se dirigía a él, y que Caín debía vencerle. El pecado y Satanás son uno. ¡Tenga cuidado! Si usted rechaza el camino de salvación de Dios, el pecado acecha a la puerta para apoderarse de usted. El deseo del pecado, es decir, el deseo de Satanás, está dirigido a usted, y usted debe vencerlo. La mejor manera de vencer a Satanás consiste en huir de los conceptos de uno y refugiarse en la obra salvadora de Dios. La salvación de Dios es Jesús como sacrificio. Jesús derramó Su sangre por nuestros pecados y se dio a Sí mismo por nosotros como la justicia que cubre nuestra desnudez. Este es el camino que nos permite huir de Satanás y escapar del pecado que está a nuestro acecho. Si alguno de ustedes lee este mensaje y no toma a Jesús como su Salvador, debo decirle que el pecado acecha a su puerta como una fiera voraz, esperando la oportunidad de apoderarse de usted y devorarle. Este pecado es Satanás, el enemigo insidioso, el mentiroso, aquel que es homicida desde el principio.

c. El hombre asesinó a su hermano

“Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató” (Gn. 4:8). Cuando comparamos este versículo con Juan 8:44, descubrimos que Caín no fue el único homicida; Satanás también era homicida. En ese pasaje el Señor Jesús se refería al diablo, cuando dijo: “El ha sido homicida desde el principio”. Aunque Abel fue muerto por Caín, Satanás cometió el homicidio al realizar Caín esta acción. Caín, por haber rechazado el camino de Dios y Su advertencia, fue atrapado por Satanás, el homicida, y se convirtió en homicida junto con Satanás. Por consiguiente, dos homicidas cometieron el mismo crimen. Cuando Caín mató a su hermano, vino a ser totalmente poseído por el diablo, pues éste asesinó a Abel con las manos de Caín y con su cooperación. Caín desdeñó la predicación de sus padres y no hizo caso a la advertencia de Dios. Por tanto, motivado por Satanás, sirvió a Dios conforme a su propia invención y finalmente fue totalmente poseído por Satanás y se convirtió en homicida. Esta fue la segunda caída del hombre.
La segunda caída del hombre empezó cuando éste inventó la religión. No empezó con el robo; empezó con la adoración a Dios conforme al concepto humano. Adorar a Dios conforme a la religión fabricada por el hombre no constituyó una salida de la primera caída, sino una continuación de ella. La segunda caída, que empezó con la religión que creó el hombre, se completó con ese homicidio. ¿Cree usted que los religiosos pueden cometer homicidios? Si usted lee la historia, descubrirá que la Iglesia Católica Romana ha dado muerte a más cristianos auténticos que el Imperio Romano. Millares de cristianos fueron inmolados por el Imperio Romano, y la Iglesia Católica Romana continuó esta persecución, matando más creyentes verdaderos. Si usted procura ser un cristiano genuino en Portugal o en España, debe tener cuidado, pues los religiosos de esos países podrían intentar quitarle la vida. La religión humana siempre es así: empieza sirviendo a Dios y acaba matando a la gente. Esto corresponde exactamente a lo dicho por el Señor Jesús en Juan 16:2: “Viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios”.
¿En qué consistió la primera caída del hombre? La primera caída del hombre consistió en que éste ingirió algo que no era Dios. El hombre no hizo nada malo; simplemente absorbió un elemento ajeno a Dios. ¿Cuál fue la segunda caída del hombre? La segunda caída del hombre fue la invención de la religión, lo cual condujo a un acto de homicidio. La segunda caída ocurrió por la arrogancia del hombre. La arrogancia significa que el hombre no se preocupa por la economía de Dios, por el camino de Dios, sino que sólo se interesa en sus propios deseos y conceptos. Cuando el hombre se negó a seguir el camino de Dios, e inventó su propia religión, se convirtió finalmente en un homicida del pueblo de Dios. Esta fue la segunda caída del hombre.
Resulta muy útil entender la caída, pues nos permite ver más de la obra salvadora de Dios. Espero que entre ustedes nadie se convierta en Caín. Todos deberíamos ser Abeles justos. Seamos todos como Abel, creamos el evangelio, practiquémoslo y vivamos por él.