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lunes, 10 de septiembre de 2012

LA CARNE SE REBELA CONTRA EL TRONO DE DIOS (E.V. Éxodo, Witness Lee)

... Satanás, el pecado y el mundo están subordinados a la carne. Cuando en nuestra experiencia cristiana, la carne es aniquilada, el mundo no nos puede retener, el pecado no puede operar en nosotros, y Satanás queda impotente para obrar sobre nosotros. El mundo prevalece, el pecado es fuerte, y Satanás está activo porque estamos todavía en la carne. Estos tres enemigos dependen de la carne...



ESTUDIO-VIDA DE EXODO
MENSAJE CUARENTA Y SEIS
LA DERROTA DE AMALEC
Lectura Bíblica: Ex. 17:8-16; 1 P. 2:11; Dt. 25:17-19; 1 S. 15:2; Ro. 7:24; 8:34b; He. 7:25; Gá. 5:16-17; Ro. 8:13; Nm. 24:20


Es importante ver que el libro de Exodo constituye un cuadro completo de la salvación completa que Dios efectúa. Este hecho se confirma con el cuadro presentado en 17:8-16. En el capítulo dieciséis, vemos el maná del cielo como el suministro de vida, y en el diecisiete, el agua viva que fluye de la roca para satisfacer nuestra sed. Luego en Exodo 17:8-16, vemos la guerra contra Amalec. Ciertamente, esta secuencia no es ninguna coincidencia. Al contrario, se conforma al plan de Dios. Según el cuadro presentado en los capítulos dieciséis y diecisiete, después que hemos recibido el suministro de vida celestial y el agua viva de la roca, estamos listos para combatir contra Amalec.
La batalla en contra de Amalec fue el primer combate de los hijos de Israel. Cuando estaban en Egipto, nunca combatieron. En el mar Rojo hubo una guerra entre Dios y Faraón, pero los hijos de Israel no combatieron contra el ejército de Faraón. Sin embargo, en el capítulo diecisiete, vemos a los hijos de Israel envueltos en una batalla contra Amalec. Muchos estudiantes de la Biblia saben que este combate describe el conflicto entre la carne y el Espíritu. Esto demuestra que al seguir al Señor, el primer combate se produce entre la carne y el Espíritu. Esto indica que luego de ser salvos y bautizados, el primer conflicto que experimentaremos será la guerra entre la carne y el Espíritu que nos regeneró.
En los capítulos catorce y diecisiete, vemos un cuadro de muchas experiencias por las cuales pasamos después del bautismo. Estas experiencias incluyen a Mara y Elim, el comer del maná celestial para satisfacer nuestra hambre, y beber del agua viva para satisfacer nuestra sed. Después de estas experiencias, estamos equipados y listos para combatir en contra de la carne. Nuestra experiencia con el Señor lo confirma. Después de ser salvos y bautizados, pasamos por las experiencias en Mara y en Elim. Luego comimos del maná y bebimos del agua viva. Es sólo entonces que descubrimos cuanto nos frustra la carne y nos impide seguir al Señor. La carne es el enemigo que nos impide seguir adelante con el Señor. En este asunto, la carne es un enemigo más temible que el mundo.
I. EL APOYO PARA LUCHAR
Si internamente tenemos hambre y sed, no podremos luchar contra la carne. Para luchar, primero debemos satisfacer nuestra hambre y sed. Necesitamos el maná, el alimento celestial, y el agua de la roca, el agua viva. Entonces tendremos la fuerza para combatir. El maná y el agua viva sostuvieron a los hijos de Israel en su combate contra Amalec. Sin este apoyo, los hijos de Israel no hubieran podido combatir. Pasa lo mismo en nuestra experiencia espiritual. Si no disfrutamos del maná celestial cada día y bebemos del agua viva continuamente, seremos vencidos y sometidos por la carne. Los cristianos que no participan del maná ni beben del agua viva ya están sometidos por la carne. Sin el maná y el agua viva, somos espontáneamente uno con la carne y andamos conforme a ella. Sólo cuando somos suministrados por Cristo y con El nuestra sed es satisfecha por el Espíritu vivificante, estamos listos para combatir contra la carne.
Exodo 17:8 dice: “Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim”. Este versículo indica que Amalec tomó la iniciativa de pelear contra los hijos de Israel. Amalec los atacó por envidia. Los amalecitas habían oído lo que les había pasado a los hijos de Israel y los envidiaban. Por tanto, Amalec salió a pelear contra el pueblo de Dios.
Cuando no estamos satisfechos con Cristo y no recibimos el suministro del Espíritu vivificante, somos sometidos a la carne. Pero cuando nos levantamos y disfrutamos de Cristo como nuestro maná y bebemos del Espíritu vivificante, como el agua viva, ya no somos sometidos por la carne. Por supuesto, las actividades de la carne son instigadas por Satanás, quien obra a través de la carne. La carne no puede tolerar nuestro disfrute de Cristo y el hecho de que bebamos el agua viva. Por esta razón, la carne se levanta para combatir contra nosotros e intentar someternos.
Antes de empezar a disfrutar de Cristo como nuestro alimento y del Espíritu vivificante como nuestra agua viva, no teníamos ninguna conciencia de que la carne luchaba contra nosotros. En aquel entonces, estábamos totalmente sometidos por la carne. Vivíamos en la carne, actuábamos por ella, y andábamos conforme a ella. Todo lo que hacíamos era en la carne. No obstante, no teníamos ninguna conciencia de que la carne era tan activa y prevaleciente. Eramos víctimas sin esperanzas bajo el poder maligno de la serpiente, Satanás. La serpiente podía obrar en nosotros y sobre nosotros, y no lo sabíamos. Pero un día, empezamos a compartir del alimento celestial y a beber del agua viva. Entonces empezamos a levantarnos y a alejarnos de la mano de Satanás y rehusamos ser víctimas por más tiempo. En ese momento, Satanás instiga a la carne a que combata contra nosotros. Muchos podemos testificar esto. Podemos testificar que después de empezar a disfrutar a Cristo y a beber del agua viva, fuimos atacados por la carne. ¡Alabado sea el Señor porque tenemos el maná celestial y el agua viva que nos sostiene en nuestro combate contra la carne!
Días tras día, recibimos el suministro del maná, el Cristo celestial, como nuestra porción. El Señor Jesús nos enseñó a orar: “el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. Cada día debemos orar así: “Señor, danos hoy nuestra porción diaria de Cristo”. Me gusta orar de esta manera. A menudo digo: “Señor, gracias por otro nuevo día. Te pido que me des la porción de gracia de este día”. Cada día necesitamos una porción de gracia particular de Cristo como nuestro suministro de vida. También necesitamos al Espíritu como el agua viva. Tenemos el Cristo celestial y también el Espíritu vivificante. El Cristo celestial es el maná que satisface nuestra hambre, y el Espíritu es el agua viva que sacia nuestra sed. ¿Disfruta de este maná y de esta agua viva día tras día? Puedo testificar que hoy he disfrutado mi porción de Cristo, y he bebido mucha agua viva. Por lo tanto, no estoy sometido por la carne. Mi hambre ha sido satisfecha, y mi sed también. Por tanto, tengo algo que compartir con los santos. El agua viva puede brotar de mi interior y saciar la sed de otros.
Aunque participamos de Cristo como el maná celestial y bebemos del Espíritu como el agua viva, Amalec está cerca para combatir contra nosotros. Debemos recordar el hecho de que Amalec, la carne, está siempre con nosotros. Inmediatamente después de disfrutar del Señor en el avivamiento matutino, algo puede suceder, quizás en el desayuno, para provocar la carne. La carne envidia nuestro disfrute de Cristo. Por tanto, Satanás levanta la carne para combatir contra nosotros a fin de frustrarnos e impedirnos seguir al Señor.
La única razón por la cual Amalec atacó fue su envidia hacia el pueblo de Dios. El no quería ver que un pueblo pudiese ser tan brillante y victorioso. Los hijos de Israel habían sido satisfechos por el maná celestial, y estaban bebiendo del agua viva maravillosa. Según dice Pablo, la roca de la cual salía agua viva los seguía (1 Co. 10:4). Los hijos de Israel deben haber estado contentos con el maná y el agua viva. ¿Acaso usted no habría estado contento si hubiera estado allí? Ellos no necesitaban preocuparse por la comida. Tenían el suministro diario del maná celestial. Además, podían beber del agua que salía de la roca. ¡Qué escena más hermosa! No obstante, supongamos que los hijos de Israel no tuviesen el maná ni el agua viva. En tal caso, el pueblo indudablemente se habría peleado unos con otros y aún habría combatido uno contra otro. Esta situación no le habría causado celos al enemigo. Pero Amalec sintió celos al oír acerca de un pueblo radiante, feliz y victorioso. Motivado por la envidia, él combatió contra ellos para destruirlos.
Las Escrituras prestan mucha atención a la guerra entre la carne y el Espíritu. Esta guerra no aparece solamente en Exodo 17, sino también en 1 Samuel 15. La Biblia tiene mucho que decir acerca de Amalec. Esto es porque en la historia de la experiencia cristiana, la carne ocupa mucho espacio. Si usted tuviese que escribir una biografía de algún creyente, tendría que dedicar gran atención a la carne. Por el lado negativo, la vida cristiana es una historia, un relato de la carne. Cada día en nuestro andar cristiano, la carne nos molesta. Quizás al sentarse en las reuniones de la iglesia, usted recuerda ciertas ofensas o maltratos por parte de otras personas; sus pensamientos en cuanto a estas ofensas pueden estar en la carne. Después de la reunión, usted quizá sea atacado fuertemente por la carne. Es posible que Amalec venga a combatir contra usted. Por el lado negativo, la vida cristiana se preocupa principalmente por la carne. La carne se levanta para atacarnos de muchas maneras distintas.

II. AMALEC

A. Belicoso, destructivo y perturbador

El nombre Amalec significa belicoso. La carne disfruta del combate y jamás desea mantener la paz. Además, la carne es muy destructiva. El principal destructor de la vida cristiana es la carne. La carne destruye nuestra vida matrimonial, nuestra vida de familia y la vida de iglesia. Busca destruir todo lo positivo. Considere cuanto ha destruido la carne desde que usted fue salvo.
La carne no es solamente belicosa y destructiva, sino también extremadamente perturbadora. Si usted lee Romanos 7, verá los disturbios causados por la carne. Según este capítulo, Pablo estaba tan perturbado que clamó: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte?” (v. 24). Aparentemente esta molestia fue causada por el pecado. En realidad se debía a la carne. ¡Cuán belicosa, destructiva y perturbadora es la carne!

B. Un descendiente de Esaú

Amalec era un descendiente de Esaú (Gn. 36:12), el hermano gemelo de Jacob. Esaú y Jacob eran muy cercanos. Esto indica que la carne, representada por Esaú, está cerca de nuestro ser regenerado, representado por Jacob, quien llegó a ser Israel. Esaú nació primero, y luego Jacob. Esto indica que la carne pertenece al primer hombre y que nuestro ser regenerado, al segundo.
La Biblia habla de dos Amalec distintos. El Amalec mencionado en Génesis 14:7 es diferente del Amalec que era descendiente de Esaú (Gn. 36:12). No obstante, algunos estudiantes de la Biblia, que no están conscientes de esta distinción, piensan que estos dos Amalec son la misma persona. Por tanto, debemos entender claramente que la Biblia nos habla de dos Amalec distintos. El Amalec de Exodo 17 era descendiente de Esaú. Por tanto, fue el segundo Amalec, el que descendía de Esaú, el que perturbó al pueblo de Dios. Nuestra preocupación se centra en este Amalec. Nuestra carne es el descendiente de Esaú. Esto significa que la carne pertenece al primer hombre, es decir, al viejo hombre. La carne es el resultado, la consecuencia, del primer hombre.

C. Cerca de Jacob

Hemos señalado que así como Esaú estaba cerca de Jacob, la carne lo está de nuestro ser regenerado. En ninguna parte la Biblia nos enseña que los descendientes de Esaú dejaron de existir. Al contrario, los edomitas, descendientes de Esaú, eran un problema permanente para los israelitas.

D. Combate contra Israel

Hemos visto que Amalec, uno de los descendientes de Esaú, fue el primero en combatir contra los hijos de Israel. Esto es un cuadro de la carne que combate contra los creyentes. Pedro se refiere a esta pelea: “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma” (1 P. 2:11).

E. El primer enemigo de Israel
de camino a la buena tierra

Amalec fue el primer enemigo que los hijos de Israel enfrentaron en su camino hacia la buena tierra (Dt. 25:17-18; 1 S. 15:2). Esto indica que nuestra carne es nuestro principal enemigo y toma la iniciativa sobre el pecado, el mundo y Satanás para combatir contra nosotros. La carne, el pecado, el mundo y Satanás están relacionados uno con otro. Estas cuatro cosas se entremezclan. La carne es la más prominente entre ellos al combatir contra los creyentes. Satanás, el pecado y el mundo están subordinados a la carne. Cuando en nuestra experiencia cristiana, la carne es aniquilada, el mundo no nos puede retener, el pecado no puede operar en nosotros, y Satanás queda impotente para obrar sobre nosotros. El mundo prevalece, el pecado es fuerte, y Satanás está activo porque estamos todavía en la carne. Estos tres enemigos dependen de la carne. Por eso, la Biblia da un cuadro completo de Amalec como el primer enemigo que combatió contra los hijos de Israel. Muchos de nosotros podemos testificar que desde la primera vez que buscamos al Señor y anduvimos en Su camino, la carne ha estado combatiendo contra nosotros. La carne es el enemigo principal que nos frustra y nos impide seguir adelante con el Señor.
Bajo la orientación de Dios, la meta de los hijos de Israel era entrar en la buena tierra. El propósito de Amalec al atacar al pueblo de Dios era impedirles entrar en la tierra. Nosotros también tenemos la meta de entrar en el Cristo todo-inclusivo como nuestra buena tierra y poseerlo como tal. Hemos sido salvos, hemos emprendido un éxodo maravilloso fuera de Egipto, hemos cruzado el mar Rojo, y hemos viajado por el desierto, donde tuvimos muchas experiencias maravillosas. No obstante, todavía no hemos alcanzado la meta. No hemos entrado en el Cristo todo-inclusivo. El enemigo, Amalec, sabe que esta meta está delante de nosotros y procura impedirnos alcanzarla. Es crucial que reconozcamos que el deseo de Satanás al usar carne para combatir contra nosotros es impedirnos disfrutar plenamente de Cristo. El propósito de que la carne combata contra nosotros es impedirnos entrar en Cristo como la tierra todo-inclusiva. Debemos reconocer que pocos cristianos, aún entre nosotros, han entrado en el pleno disfrute del Cristo todo-inclusivo. Principalmente hemos sido frustrados por la carne. Aunque podemos disfrutar al Señor en el avivamiento matutino, muchas veces la carne nos ataca después. Este ataque nos impide disfrutar del Cristo todo-inclusivo durante el día. Como resultado, durante el día, tenemos poco disfrute de Cristo. El propósito de la carne al combatir contra nosotros es impedirnos disfrutar plenamente de Cristo.

III. LA DERROTA DE AMALEC

A. Por hombres débiles

Al derrotar a Amalec, el Señor usó hombres débiles (Ex. 17:9; Ro. 7:24). En 17:9, Moisés le dijo a Josué: “Escógenos varones y sal a pelear contra Amalec”. La palabra hebrea traducida por “varones” en este versículo denota personas débiles. A los ojos de Dios, los hijos de Israel eran hombres débiles. Esto se aplica a los creyentes hoy en día. Usted puede pensar que cierto hermano es muy fuerte; no obstante, a los ojos de Dios, en realidad él es débil. Nuestra debilidad queda demostrada por el hecho de que podemos ser fácilmente vencidos, aun por nuestros hijos o nietos. Un hermano puede ser vencido por una expresión de descontento sobre la cara de su esposa. No debemos considerarnos fuertes. No, somos débiles. No obstante, Dios no usa a los fuertes para combatir a Amalec. A Josué se le pidió que escogiera hombres débiles para el combate. Nosotros escogeríamos hombres fuertes, pero Dios escogió a los que son débiles. Los que vencieron a Amalec eran hombres débiles.

B. Con Moisés, quien levantó
sus brazos en la cima del monte

Aparentemente la batalla contra Amalec fue peleada por hombres débiles. En realidad, fue peleada por Dios mismo. Esto queda demostrado por el hecho de que la victoria o la derrota se decidía por los brazos levantados de Moisés. Exodo 17:11 dice: “Y sucedía que cuando alzaba Moisés su brazo, Israel prevalecía; más cuando él bajaba su brazo, prevalecía Amalec”. El hecho de que Moisés alzara su brazo en la cima del monte representa al Cristo ascendido que intercede en los cielos (Ro. 8:34b; He. 7:25). El asunto de la victoria o de la derrota no dependía del combate de los hombres débiles. Aunque ellos tenían que combatir, la victoria no dependía de ellos. Dependía de que Moisés alzara su brazo con la vara de Dios. Aunque debemos combatir contra Amalec, no debemos pensar que podemos ser victoriosos por nuestro combate. Al contrario, sólo estamos calificados para ser derrotados. En nuestro combate, debemos reconocer la necesidad no de combatir por nosotros mismos, sino de combatir por medio de Moisés y Josué.

C. Con Josué, quien combatía por el pueblo

Por una parte, Moisés alzaba su brazo en la cima del monte, por otra, Josué combatía por el pueblo (17:10a, 13). Hemos visto que el maná tipifica a Cristo y que el agua viva tipifica al Espíritu. Ahora debemos seguir adelante y señalar que Moisés tipifica al Cristo celestial, y Josué, al Espíritu que mora en nosotros y combate contra la carne (Gá. 5:16-17; Ro. 8:13). Muchos cristianos se dan cuenta de que en tipología, Josué representa a Jesús. De hecho, la palabra griega Jesús es la forma griega del nombre hebreo Josué. Aunque Josué tipifica a Jesús, en Exodo 17 tipifica al Espíritu. Según el cuadro de Exodo 17, el Cristo celestial, tipificado por Moisés, intercede, y el Cristo que mora en nosotros, tipificado por Josué, acaba con el enemigo. El maná, el agua viva, Moisés y Josué tipifican a Cristo. Cristo es el suministro de la vida, el agua viva, Aquel que intercede en los cielos, y el que mora en nosotros y combate contra el enemigo. En resumen, Cristo lo es todo. El cuadro de Exodo está muy claro al respecto.
El hecho de que Cristo es tipificado en Exodo en todas estas maneras no es ninguna coincidencia. En Su sabiduría soberana, Dios preparó estas tipologías y las ordenó en una secuencia maravillosa. Primero tenemos el maná y el agua viva; luego tenemos a Moisés en la cima del monte y a Josué combatiendo. Todos debemos llegar a conocer a Cristo como el maná celestial, el agua viva, el Moisés que intercede, y el Josué que combate. También debemos experimentar a Cristo en el aspecto del maná, del agua viva, de Aquel que intercede, y que lucha. Como el Espíritu que mora en nosotros, Cristo es nuestro Josué actual y práctico que combate contra la carne y la aniquila. En este combate, debemos cooperar con él. Cuando El combate, nosotros también debemos combatir. No obstante, nuestro combate en sí no cuenta para nada. Sin embargo, Cristo todavía desea que combatamos junto con El. Esta es la manera de derrotar a Amalec, la manera de vencer la carne.

IV. EL DESTINO DE AMALEC

A. El recuerdo de Amalec
será erradicado de debajo del cielo

En primer lugar, el destino de Amalec es tener su recuerdo erradicado de debajo del cielo. En 17:14, el Señor le dijo a Moisés: “Raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo”. Por muy fuerte, terca, o prevaleciente que sea la carne, su memoria será erradicada. Esto implica el odio que Dios le tiene a la carne. Según Romanos 8:7 y 8, la carne es un enemigo de Dios. No tiene la intención ni la capacidad de obedecer a Dios. Por lo tanto, el destino de la carne es ser erradicada.
No obstante, en Exodo Amalec no fue erradicado. En 1 Samuel 15, vemos que los amalecitas existían todavía y eran muy prevalecientes. Sin embargo, Dios ha decidido que la carne debe ser erradicada. Esto sucederá durante la era del reino en el milenio. En la actualidad, todavía debemos combatir contra la carne. Pero cuando venga el reino, la carne será erradicada de debajo del cielo.

B. Dios peleará contra Amalec,
de generación en generación

Dios odia tanto a la carne porque la mano de Amalec se levantó contra el trono del Señor. Exodo 17:16 dice: “Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra contra Amalec de generación en generación”. La carne es una mano contra el trono, contra el gobierno de Dios. Puesto que la carne se opone al trono del Señor, El debe combatirla. El Señor hará guerra contra Amalec de generación en generación.
La carne se rebela contra Dios y contra Su trono. La carne es horrible simplemente porque está en contra del trono, de la administración, y del plan de Dios. Este es un asunto muy significativo. No obstante, pocos creyentes saben que la carne es tan maligna. La carne no comete simplemente maldades menores. Es una mano contra el trono mismo de Dios. Puesto que la carne es una mano contra el trono de Dios, Dios ha decidido pelear contra ella. Amalec, la carne, todavía es una mano alzada contra la administración de Dios. Esto significa que nuestra carne se rebela contra la administración gubernamental de Dios. La carne se opone a todo lo que Dios hace en Su gobierno. Por ejemplo, entre muchos cristianos, la carne se opone firmemente a la iglesia, ya que ésta es la administración de Dios. La iglesia es burlada, y se hacen muchas blasfemias contra ella. Esto indica que a los ojos de Dios, la carne es rebelde. Ciertamente la carne es una mano contra el trono del Señor. Por lo tanto, el Señor peleará contra este rebelde y erradicará su memoria.

C. Se edificó un altar
de conmemoración llamado Jehová-nisi

En Exodo 17:15, vemos que Moisés “edificó un altar, y llamó su nombre Jehová-nisi”. El nombre Jehová-nisi significa “Jehová, mi bandera”. El hecho de que Jehová sea nuestra bandera significa que Jehová Dios es nuestra victoria. Moisés edificó un altar y luego lo llamó Jehová-nisi. El altar representa la cruz que termina con nuestra carne (Gá. 5:24). Por una parte, nuestra carne debe ser erradicada; por otra, la cruz debe ser una conmemoración. Mediante la cruz, disfrutamos de la victoria del Señor. Eso significa que por el altar, disfrutamos a Jehová-nisi.
El altar edificado y llamado por Moisés en Exodo 17 significa que la cruz de Cristo es una conmemoración de nuestra victoria. Por medio de la cruz, experimentamos al Señor como nuestra bandera. Lo disfrutamos a El como el victorioso, y disfrutamos la victoria mediante la cruz del Señor. Según el libro de Gálatas, la carne debe ser desechada, pero la cruz debe llegar a ser nuestra jactancia. Pablo declara que él no se jactaba en la circuncisión sino en la cruz de Cristo. El recuerdo de la carne debe ser erradicado, y la memoria de la cruz debe ser edificada. Debemos recordar la cruz de Cristo a través de la cual disfrutamos al Señor como nuestra bandera, nuestra victoria. Esta cruz es la conmemoración de que la carne ha sido erradicada.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

LA FUNCIÓN SACERDOTAL DEL PADRE CREYENTE ES PERDONAR Y ABSOLVER EL PECADO (Charles Elliott Newbold, Jr.)


Tomado de:
EN BUSCA DE PAPÁ
Llamando al Papá que hay en el hombre
Charles Elliott Newbold, Jr.


- La función sacerdotal es la de perdonar y absolver el pecado:
Si tenemos entendimiento, podremos llevar a nuestras familias al arrepentimiento y al perdón.
Jesús ha dado a todos los creyentes autoridad para perdonar y absolver los pecados 
de otros. Él dijo a Sus discípulos, “A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; 
y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” (Juan 20:23). “Remitir pecados” 
significa conceder el perdón por una falta, una ofensa, o una herida; perdonar, excusar u 
ofrecer el perdón. “Retener” significa tener y mantener la posesión de uno, sostener, reservar.
La función sacerdotal es una función en la que pueden involucrarse todos los creyentes y es
especialmente poderosa para que los papás funcionen correctamente. No retenemos los
pecados de terceros por despecho o por una motivación injusta. El papá expresa y muestra el
corazón perdonador del Padre-Dios.
Un padre piadoso disciplinará a sus hijos conforme a la palabra de Dios. Como profeta, los
llamará al arrepentimiento y como sacerdote, los absolverá de sus pecados —todos, en el
nombre de Jesús. ¡Qué liberación tener a alguien en autoridad sobre nuestras vidas que
declare, “¡Tus pecados han sido perdonados!” Todos necesitamos ver más perdón expresado
en nuestras relaciones, especialmente dentro de la familia. Los papas dan el ejemplo.

- La función sacerdotal es interceder en oración:
Tener a una persona en autoridad orando por nosotros e intercediendo por nosotros, es algo
muy poderoso. “Confesaos vuestras ofensas unos a otros y orad unos por otros, para que 
seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.” (Santiago 5:16). Dios
escucha y responde a la oración. No siempre nos da lo que Le pedimos pero cuando
nosotros estamos en contacto con el cielo, sabremos como orar conforme a Su voluntad,
para que Su voluntad sea hecha en la tierra, como lo es en el cielo.
Queremos depender más en Dios en oración y menos en nuestras propias fuerzas.

- La función sacerdotal es hablar las bendiciones de Dios:
Dios se pone en acción cuando el papá habla la bendición sobre su familia.
Necesitamos disciplinarnos a nosotros mismos en imponer las manos sobre los miembros de 
nuestra familia y pronunciar bendiciones sobre ellos.
Por medio de ello romperemos maldiciones, muchas de las cuales han pasado de una
generación a otra por causa de los pecados y las maldiciones de los padres.

- La función sacerdotal es romper el pan y derramar el vino de la comunión:
El pan y el vino celebran la vida, la crucifixión, la resurrección y la ascensión de nuestro
Señor y salvador Jesucristo. El papá , al actuar en estos varios aspectos del servicio (como
pastor, protector, médico, profeta y sacerdote), demuestra la vida de Jesús. Él está rompiendo
el pan de vida y derramando el vino de la vida centrada en su familia como el sacerdote de
su familia. Vincula a su familia, unos miembros con otros, junto en un cordón de tres dobleces
que no se rompe fácilmente.

miércoles, 1 de agosto de 2012

HABITANDO EN LA MISERICORDIA DE DIOS (David Wilkerson)



David Wilkerson Today
WEDNESDAY, AUGUST 1, 2012
by David Wilkerson
[May 19, 1931 – April 27, 2011]
Amado, este mensaje no es para atacarlo o sermonearlo. Por el contrario, yo creo tener para usted una palabra de esperanza. Permítame explicarle por qué le ha de resultar difícil ser el cristiano amable, con gracia y misericordia que usted desea ser.

Nosotros podemos encontrar la clave en el Salmo 119. Aquí el salmista hace una afirmación poderosa: “Sea ahora tu misericordia para consolarme, conforme a lo que has dicho a tu siervo". (Salmo 119:76). En este pasaje el significado es: “Señor, Tu Palabra me dice que yo soy consolado al saber que Tú eres misericordioso y lleno de compasión para conmigo. Déjame encontrar consuelo en esta gran verdad.”

Si usted busca en la concordancia bíblica las palabras “misericordioso” y “misericordia,” usted podrá encontrar miles de referencias. La Palabra de Dios nos abruma con numerosas promesas acerca de Su maravillosa gracia, su bondad y compasión. Él quiere impregnar en nosotros el conocimiento de que Él es misericordioso, piadoso, tardo para la ira respecto a nuestras fallas, debilidades y tentaciones“Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira y grande en misericordia.” (Salmo 103:8).

Todas las promesas de misericordia de parte de Dios nos son dadas para consolarnos durante nuestras pruebas. Cuando le fallamos a Dios, nosotros pensamos que Él está enojado con nosotros, que está listo para juzgarnos. Pero en su lugar, Él quiere que nosotros sepamos, “Yo te sacaré adelante. Simplemente arrepiéntete. Yo no estoy enojado contigo. Yo soy misericordioso, lleno de gracia y amor para contigo. Encuentra consuelo en esto.” Es reconfortante saber que Su misericordia nunca nos abandonará. Cuán reconfortante es saber que cuando nosotros pecamos o fallamos, Su amor hacia nosotros crece aún más fuerte.

A menos de que nosotros encontremos consuelo en la misericordia que Dios nos muestra, no podremos ofrecer la misericordia que ofrece consuelo a los demás. Solamente cuando nosotros experimentamos la absoluta misericordia de Dios entonces habrá un flujo de misericordia hacia todos los que nos rodean. ¡Nosotros llegamos a ser personas misericordiosas porque nosotros mismos estamos habitando en la misericordia de Dios! 

MI ESPÍRITU CRÍTICO Y MI FALTA DE MISERICORDIA (David Wilkerson)


David Wilkerson Today
TUESDAY, JULY 31, 2012
NUNCA OLVIDE LO QUE ÉL HA HECHO POR USTED
by David Wilkerson
[May 19, 1931 – April 27, 2011]
Jesús presentó una parábola acerca de un siervo a quien le había sido perdonada su deuda. (Mateo 18:23-35). Este hombre encontró gracia y misericordia ante su maestro, pero él dio por sentada dicha gracia y misericordia. Inmediatamente tras ser perdonado, él partió y empezó a ahorcar a un hombre que le debía una cantidad insignificante y le demandó, “¡Págame lo que me debes!” Cuando el deudor le pidió misericordia, el hombre se rehusó y el deudor fue encarcelado.

¿Por qué este hombre fue tan crítico? ¿Por qué le faltó misericordia? Esto sucedió porque él no consideró su propia falta de valor. Él no comprendió cuán desesperanzadora y llena de pecado era su vida. Él no tomó en cuenta el peligro en que había estado, lo cercano que se había encontrado a la muerte antes de que le fuera otorgada misericordia. Cuando el maestro supo de la falta de misericordia de este hombre a su deudor, él lo encarceló de por vida.

Mientras trabajaba en este mensaje, el Señor me detuvo y dijo, “David, olvida tu mensaje ahora mismo. Yo quiero hablarte acerca de tu espíritu crítico y de tu falta de misericordia.”

Yo pensé, “¿Yo, Señor? Yo soy uno de los predicadores más misericordiosos en América.” Pero Él empezó a mostrarme todas las cosas que yo les había compartido a predicadores jóvenes, cosas que habían sido dichas fuertemente. Entonces Él me recordó todas las cosas insensibles que yo le he dicho a la gente que me ha fallado y cómo me he dado por vencido con ciertas personas.

Ese momento me fatigó. Lloré delante del Señor. Cuando le pregunté a Dios cómo pudo haber sucedido esto, Él contestó, “Tú has olvidado todo lo que yo he hecho por ti, la increíble misericordia que yo te he otorgado. ¿Cuántas veces yo te saqué de algo que te pudo haber destruído? Tú no estarías aquí sin Mi misericordia.”

Amado, antes de que usted pueda otorgarle misericordia a alguien más, usted debe recordar el hoyo en el que usted se encontraría si no contara con la misercordia de Dios. Entonces usted solamente podrá decir, “O, Dios, yo sé lo que Tú hiciste por mí y tú puedes hacer lo msimo por mi amigo quien se encuentra viviendo bajo pecado. En algún momento yo fui tan malvado delante de tus ojos. Yo no puedo juzgar a mi amigo porque Tú has tenido misericordia de mí.”

¡Es aquí donde usted debe comenzar!


SEÑOR JESÚS, GRACIAS POR HABLARME HOY. PERDÓNAME POR MI ESPÍRITU CRÍTICO Y MI FALTA DE MISERICORDIA. AMÉN.

sábado, 28 de julio de 2012

PROGRESAR DE MARA (las aguas dulces de Mdme. Guyón y Sra. Penn-Lewis) HASTA ELIM (aguas que fluyen y hacen crecer las palmas de victoria) (E.V. Éxodo, Witness Lee)


ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO

                                                             MENSAJE TREINTA Y UNO      

LA EXPERIENCIA DE ISRAEL EN ELIM

Lectura bíblica: Ex. 15:27; Nm. 33:9; Jn. 7:38-39; Sal. 92:12a; Lv. 23:40; Neh. 8:15; Jn. 12:13; Ap. 7:9; Ex. 24:4, 1; Nm. 11:16, 24-25; Lc. 9:1; 10:1


(Nota: Las anotaciones en letra azul son del blog)

...

V. ACAMPARON COMO UN EJÉRCITO

Al final de Éxodo 15:27, vemos que los hijos de Israel “acamparon allí junto a las aguas”. La palabra acamparon indica que el pueblo de Dios había sido formado en un ejército. La vida que fluye y que crece suple al pueblo de Dios como Su ejército. Cuando lleguemos al capítulo diecisiete, veremos que el pueblo de Dios libró batalla como ejército. En Elim estaban llenos del disfrute de la vida que los calificó para combatir. Esto les permitió combatir a fin de llevar a cabo el propósito de Dios de edificar su morada.
En Sinaí, el pueblo de Dios recibió la visión celestial acerca de la construcción del tabernáculo. El largo viaje desde Egipto hasta Sinaí no pudo ser emprendido sin luchas. Al principio, el pueblo no luchó por sí mismo. Dios luchó por ellos y venció al faraón y a su ejército, al destruir a Faraón y a sus carros en las aguas del mar Rojo. Después de que el pueblo de Dios cruzó el mar Rojo y tuvo las experiencias en Mara y Elim, fueron fortalecidos como ejército de Dios y calificados a fin de combatir por el propósito de Dios. Esta fue la razón por la cual Dios no luchó por ellos en el capítulo 17. Ellos mismos pudieron combatir por medio de la vida que fluye y que crece.
Si deseamos ser fortalecidos como el verdadero ejército de Dios, primeramente nosotros también debemos experimentar el fluir de las doce fuentes y el crecimiento de las setentas palmeras. Necesitamos la vida que fluye y que crece, una vida perfecta y completa. Sólo así estaremos calificados y equipados como ejército a fin de combatir por el propósito de Dios. En el recobro del Señor, sabemos que estamos comprometidos en la lucha espiritual. No sólo estamos en nuestras localidades; acampamos en ellas. Para combatir, no es suficiente comer el cordero pascual con las hierbas amargas y los panes sin levadura, también debemos experimentar la cruz y la resurrección, es decir, debemos pasar por Mara y llegar a Elim.
Al estudiar Éxodo 15:27 nos damos cuenta de que nosotros también debemos llegar a Elim. Tengo la seguridad de que por lo menos hasta cierto grado, las iglesias en el recobro del Señor están acampando en Elim, disfrutando de las doce fuentes y las setenta palmeras. ¡Cuánto agradecemos al Señor por este cuadro de la vida de resurrección! ¿Ha visto usted las fuentes que fluyen y las palmeras que crecen? ¿Ha visto que el resultado de esta vida que fluye y que crece es un ejército fortalecido para combatir por el propósito de Dios? ¡Alabado sea Él porque somos Su ejército acampando en la vida que fluye y que crece!

VI. DESDE MARA HASTA ELIM

En nuestra experiencia, no sólo necesitamos las aguas dulces, sino también las aguas que fluyen. Esto significa que necesitamos el agua que fue cambiada y pasó de amarga a dulce y también el agua que fluye desde las doce fuentes en Elim. Para tener el agua que fluye, debemos seguir adelante desde Mara, la experiencia de la cruz, hasta Elim, la experiencia de resurrección.
Desde la época de Madame Guyon y sus contemporáneos hasta la época de la señora Penn-Lewis, la mayor parte del pueblo de Dios se encontraba en Mara. Mediante el ministerio de la señora Penn-Lewis, la experiencia subjetiva de la cruz fue recobrada plenamente. En los años que siguieron a la señora Penn-Lewis, el Señor ha seguido adelante y ha ido desde Mara hasta Elim. En Elim, El cuida de Su plantación con las doce fuentes y las setenta palmeras. No obstante, muchos de los que buscan al Señor todavía aprecian mucho a Mara y desean permanecer allí. No han progresado más allá de los escritos de la señora Penn-Lewis acerca de la cruz. Por el contrario, todavía recalcan esta experiencia. Sin embargo, no prestan mucha atención a las fuentes que fluyen y a las palmeras que crecen. Testifican principalmente que su amargura fue cambiada en dulzura por la aplicación de la cruz. Los que se quedan en Mara tienen el árbol de sanidad, pero no las setenta palmeras que crecen y expresan las riquezas y la victoria de la vida divina. En Mara no hay ninguna plantación. Hay solamente un árbol cortado y echado en las aguas amargas.
Mi intención no consiste en despreciar a los que nos han precedido en el recobro del Señor. Mi intención es señalar la necesidad que tenemos de progresar desde Mara hasta Elim. Debemos seguir adelante desde el árbol de sanidad hasta las palmeras que crecen y que florecen. Hoy en Su recobro, Dios no desea que nos quedemos en Mara. Él necesita que sigamos adelante hasta Elim y que seamos fortalecidos allí como Su ejército.

Hace poco recibí una carta de alguien que pedía libros escritos por los místicos de hace tres siglos, en particular los escritos de Madame Guyon y del hermano Lawrence. En realidad, la autobiografía de Madame Guyon es una historia de la experiencia en Mara. Pasa lo mismo con The imitation of Christ [Imitación de Cristo]. Los que recalcaron la experiencia en Mara en los últimos tres siglos no pusieron mucho énfasis en las doce fuentes que fluyen y en las setenta palmeras que crecen. Hoy, el Señor desea que experimentemos las fuentes que riegan la plantación de Dios a fin de que las palmeras crezcan y expresen las riquezas de Su vida y Su victoria. Puesto que en Mara no hay ninguna plantación, sino más bien el cambio de amargura en dulzura, no vemos ningún crecimiento allí. Pero en Elim, disfrutamos de la labranza de Dios, de las palmeras que expresan las riquezas de la vida divina y la victoria completa de Su administración. En nuestra experiencia, las aguas que han sido cambiadas de amargas a dulces, deben convertirse en aguas que fluyen, en las cuales, por las cuales, y con las cuales crecemos como palmeras que expresan la rica vida de Dios y Su plena victoria.

viernes, 27 de julio de 2012

CIRCUNCISIÓN ESPIRITUAL es Despojarse de la Carne, el Ego y el Hombre Viejo (E. V. Génesis, Witness Lee)


Velo del templo rasgado, tipo de la circuncisión del corazón:
Cuando el velo del alma se rasga, el espíritu tiene paso libre para fluir.

ESTUDIO-VIDA DE GÉNESIS

MENSAJE CUARENTA Y SIETE

CONOCER LA GRACIA
PARA CUMPLIR EL PROPOSITO DE DIOS:
LA CIRCUNCISION CONFIRMA EL PACTO DE DIOS

4) El pacto de Dios confirmado


(Nota: Las anotaciones en letra azul son del blog)

...

d) El pacto confirmado con la circuncisión

Si queremos que Dios nos sea añadido y se amplíe, debemos ser circuncidados. El pacto que Dios hizo con Abraham en Génesis 15 fue confirmado en Génesis 17 con la circuncisión. No era necesario que Dios lo confirmara nuevamente, pues ya lo había confirmado una vez, pero el pacto tenía que ser confirmado por parte de Abraham. Dios fue fiel a Su pacto, pero Abraham no lo fue porque había usado su fuerza natural para producir a Ismael. Puesto que Abraham usó su energía natural con Agar para producir a Ismael, lo cual causó un problema, Dios confirmó Su pacto al mandar que Abraham fuese circuncidado (17:9-11,13).

En el Nuevo Testamento encontramos el significado de la circuncisión. Ser circuncidado espiritualmente equivale a despojarse de la carne, del ego y del hombre viejo. En Colosenses 2:11-12 dice: “En Él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al despojaros del cuerpo carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados juntamente con Él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados juntamente con Él, mediante la fe de la operación de Dios, quien le levantó de los muertos”. La circuncisión se relaciona con despojarse de la carne, el viejo hombre; no se trata de eliminar el pecado. En realidad, la circuncisión no tiene nada que ver con eliminar el pecado; se trata de ser crucificado y sepultado juntamente con Cristo. La circuncisión significa aniquilar el ego y matar la carne. Abraham usó su carne en Génesis 16, pero en Génesis 17 Dios quería cortar de raíz su carne. En Génesis 16 él había usado la energía de su fuerza natural, pero en Génesis 17 su fuerza debía ser erradicada. En esto consiste la circuncisión.

Tenemos el mismo problema ahora. Mientras permanezca nuestra fuerza natural, Dios difícilmente podrá intervenir y ser nuestro todo y cumplir Su propósito. Dios desea entrar en nosotros para ser nuestro todo, pero nuestra carne, nuestro ser y nuestra fuerza naturales, nuestro viejo hombre y el viejo yo, impiden que Dios sea nuestro todo. Este ego, el viejo hombre, debe ser aniquilado. Debe ser circuncidado, es decir, crucificado.

Quiero darle la buena noticia de que nuestro viejo hombre ya fue crucificado (Ro. 6:6). En el caso de Abraham, él había de ser crucificado, pero en el nuestro, ya fuimos crucificados. Todos debemos ver eso, reconocerlo, y aceptarlo por la fe. Por la fe podemos declarar que nuestra carne, nuestro hombre natural con su fuerza, ya fue crucificado: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20). Todos debemos vivir con la consciencia de que el viejo hombre, el ego, ya fue crucificado. Si declaramos eso y vivimos conforme a ello, entonces el Dios de resurrección podrá entrar en nosotros, ser nuestro todo y llevar a cabo Su economía.

La circuncisión es una señal, un sello, de la justificación por la fe (Ro. 4:11). No obstante, muchos cristianos descuidan esta señal. Tal vez entiendan y declaren que fueron justificados por la fe, pero después de ser justificados por la fe, carecen de la señal del aniquilamiento del ego. ¿Cómo puede usted mostrar que ya Dios lo justificó? Usted debe llevar una vida en la cual el ego es aniquilado. Debe mostrar que ya no vive por sus propios esfuerzos sino por Cristo. Entonces su vida demostrará que usted fue justificado. Llevar una vida crucificada en la resurrección de Cristo es una señal de nuestra justificación. Supongamos que yo, una persona salva y justificada por Dios, sigo viviendo, actuando y laborando por mí mismo, haciendo todo por mis esfuerzos. En ese caso, a cualquiera le costará trabajo reconocer que soy una persona justificada. Quizás la gente hasta dude que yo sea salvo. Pero si llevo una vida crucificada, despojándome de mí mismo y tomando a Cristo como mi vida, nadie podrá dudar de que fui justificado por la fe. Todos dirán: “¡Alabado sea el Señor! Sin lugar a dudas, este hermano fue justificado por Dios”. La vida en la cual el ego es aniquilado constituye una señal y un sello de nuestra justificación.

La confirmación del pacto con la circuncisión estaba relacionada con la simiente y la Tierra, las cuales cumplen el propósito de Dios (17:2-8). Si queremos cumplir el propósito eterno de Dios, que consiste en que el hombre lo exprese y lo represente, debemos tener a Cristo como nuestra simiente y como nuestra tierra. Si queremos tener a Cristo como la simiente y la tierra para cumplir el propósito de Dios, debemos ser circuncidados y llevar una vida crucificada. La circuncisión sirve para cumplir el propósito de Dios. Cuando la carne, el ego, y el viejo hombre han sido aniquilados, la puerta queda abierta para que Dios entre y produzca a Isaac (Cristo formado en nosotros).

Entre los judíos, la circuncisión siempre se administraba en el octavo día (17:12). El octavo día era el primer día de una nueva semana y denotaba un nuevo inicio, un nuevo comienzo en resurrección. Cuando llevamos una vida crucificada, tenemos un nuevo comienzo en resurrección. Cuando rechazamos y nos negamos a nuestro ego y llevamos una vida crucificada, tenemos inmediatamente un nuevo comienzo en resurrección. Quizás usted esté casado desde hace muchos años, pero si hoy empieza a llevar una vida crucificada, tendrá un nuevo comienzo en resurrección en su matrimonio, y éste será renovado. La circuncisión siempre viene al octavo día. En otras palabras, cuando llevamos una vida crucificada, estamos en resurrección.

Todos los incircuncisos están excluidos de este pacto. En Génesis 17:14, Dios le dijo a Abraham: “Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto”. Esto también es válido ahora. Si no llevamos una vida crucificada, estamos despojados de Cristo, de la vida de iglesia, y de la suministración de la ubre divina. Cuando no estamos dispuestos a ser circuncidados, no podemos cumplir el propósito eterno de Dios. Ahora el deleite que tenemos de Dios, nuestro vivir por Cristo, y nuestra práctica de la vida de iglesia dependen de una sola cosa: la circuncisión, es decir, llevar una vida crucificada.

e) La promesa del nacimiento de Isaac

En Génesis 17:15-21 vemos la promesa del nacimiento de Isaac más claramente que nunca. Sabemos que esta promesa es más específica porque se menciona el nombre Isaac, y porque su madre fue designada. En los capítulos anteriores, Dios dijo que le daría a Abraham una simiente y que Abraham la produciría, pero Dios no mencionó que la simiente habría de venir de Sara. Tampoco dijo que la simiente se llamaría Isaac. Sin embargo, en estos versículos vemos que Dios prometió claramente que la simiente sería Isaac y que éste nacería de Sara.

(1) Después de que Abraham había envejecido
y estaba como muerto, y Sara ya no podía tener hijos

La promesa del nacimiento de la simiente fue confirmada claramente cuando Abraham envejeció y cuando Sara ya no podía tener hijos. Es posible que Abraham le haya dicho a Sara: “Sara, tengo cien años de edad y tú noventa. Me estoy muriendo y tu matriz se ha cerrado. Ya no somos nada y no podemos hacer nada. Es maravilloso convertirse en nada, pues entonces el Todopoderoso que tiene ubre puede venir y hacerlo todo por nosotros. Quisiera tener cien años de edad y no ser nada. El hecho de no ser nada le proporciona al Todopoderoso, al que todo lo suministra, la mejor oportunidad de alimentarme y abastecerme con todo lo que a Él le plazca. A veces a Dios le gustaría darme una nueva porción de leche, pero yo digo: “No, todavía tengo otra posibilidad, tengo algo de energía, algo de fuerza”. Todos debemos ser como una persona de cien años de edad. Pero no intenten actuar como si ya tuviesen cien años de edad. Después de leer este mensaje, que le exhorta a tener cien años de edad y a no ser nada, usted quizás haga como si tuviese cien años. Pero no puede algo reducirse a nada de la noche a la mañana. El Señor sabe lo que todavía tenemos. No obstante, el principio es éste: todos debemos ser nada para que el Todopoderoso que todo lo provee venga y sea nuestro todo con Su ubre abastecedora, a fin de proporcionarnos lo que necesitemos.

(2) No por la fuerza natural de Abraham
sino por la visitación de Dios

Después de que Abraham y Sara llegaron a ser nada, Dios prometió que Isaac de nacería de Sara (17:16, 19, 21). Esto significa que el nacimiento de Isaac no fue el resultado de la energía de Abraham y Sara, sino de la visitación de Dios llena de gracia. En Génesis 18:10, 14 vemos claramente que el nacimiento de Isaac se debió a que Dios había vuelto a Abraham en el tiempo de la vida. Su visitación a Abraham, llena de gracia, incluía la nutrición y el suministro que le proporcionaba de todo lo que Él era. Dios tenía que ser la ubre que suministraba la leche que Abraham necesitaba para producir a Isaac. Isaac no fue producido por ningún elemento del ser natural de Abraham; fue producido por el suministro completo de Dios, que brota de la ubre divina.

(3) Ismael, la simiente producida por la carne,
es rechazado por Dios

Ismael, la simiente producida por la carne, fue rechazado por Dios (17:18; 21:10). Todo lo que hagamos con nuestra capacidad o con nuestro ego natural será rechazado por Dios. Es probable que usted haga buenas cosas y guarde la Ley, pero será rechazado por Dios. Todo lo que vivamos, hagamos u obremos por nuestro yo y por el hombre natural será completamente rechazado. Pocos cristianos entienden que aun su bondad natural es rechazada por Dios. Todo lo que hagamos por nuestro ego, nuestra fuerza natural, nuestra capacidad natural, o nuestro hombre natural, por muy bueno que sea, será rechazado por Dios.

(4) Isaac, la simiente producida
por la gracia de Dios,
confirmado para cumplir el propósito de Dios

Sólo Isaac, la simiente producida por la gracia de Dios, por la suministración de la ubre divina, fue confirmado para cumplir el propósito eterno de Dios (17:19, 21; 21:12; Ro. 9:7-9). Dios sólo honrará lo que procede de Él porque sólo la simiente producida por Él mediante el suministro de Su gracia puede cumplir Su propósito. Esto significa que Dios sólo honrará a Cristo, y no lo que salga de nuestro ego, de nuestro hombre natural. Sólo el Cristo que experimentamos de la ubre divina como nuestro suministro de gracia puede cumplir el propósito de Dios. Sólo este Cristo será confirmado como la verdadera simiente que cumple el propósito de Dios. Nuestro Ismael fue rechazado, pero nuestro Isaac, es decir, Cristo, ha sido y será confirmado en la economía de Dios.

Ahora podemos ver lo que es la gracia. La gracia significa que Dios nos trasmite algún elemento Suyo para ser nuestro suministro, y que este suministro se convierte en el elemento mismo por el cual producimos a Isaac a fin de cumplir el propósito eterno de Dios. Después de ser llamado Abraham, aprendió a vivir por la fe en Dios en lo relacionado con su subsistencia. Luego, a partir de Génesis 15, Dios empezó a adiestrarlo en el conocimiento de la gracia para cumplir Su propósito. Vimos eso claramente en los capítulos quince, dieciséis y diecisiete. Nuestro ego, nuestra carne, nuestra fuerza natural, nuestro hombre natural, y nuestro viejo hombre deben ser llevados a su fin para que tomemos a Dios como nuestro suministro y para que algo (Alguien: Cristo) del ser de Dios se forje en nosotros (hijitos míos por los que vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros –Gál. 4:19) con la finalidad de ser el elemento que produzca a Isaac a fin de que así se cumpla la promesa de Dios. En esto consiste la gracia.

EL SECRETO QUE CAMBIA LA HIEL EN MIEL (E.V. Éxodo, Witness Lee)



ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO

MENSAJE TREINTA

LA EXPERIENCIA DE ISRAEL EN MARA

Lectura bíblica: Ex. 15:22-26; Ro. 6:4; 1 P. 2:24; 1 Co. 2:2b; Fil. 3:10; Sal. 103:3; Mt. 8:17; 9:12


(Nota: Las anotaciones en letra azul son del blog)

...

III. LAS AGUAS DE MARA

Dios guió al pueblo hasta Mara, que significa amargura. Éxodo 15:23 dice: “Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara”. El hecho de que Dios llevara a Su pueblo hasta Mara indica que mientras caminamos en la esfera de la resurrección, Dios nos conducirá a un lugar de amargura, a Mara. La columna de nube condujo al pueblo hasta un lugar donde había agua, pero estas aguas eran amargas. Cuando el pueblo descubrió que las aguas eran amargas, “murmuraron contra Moisés y dijeron: ¿Qué hemos de beber?” (v. 24). Tal como los hijos de Israel, nosotros también nos hemos quejado, hemos murmurado acerca de nuestras circunstancias amargas. A menudo hemos dicho en tono de queja: “¿Qué haré? ¿Qué beberemos? ¿Qué clase de ayuda es ésta?” Si yo hubiese sido Moisés, le habría dicho al pueblo que no se quejaran conmigo. Les habría recordado que ellos fueron conducidos a ese lugar por la misma nube que los protegió de Faraón y de su ejército tres días antes. Pero como verdadero siervo del Señor, en lugar de luchar contra las murmuraciones y las quejas del pueblo, Moisés clamó al Señor (v. 25).
En respuesta a su clamor, el Señor le mostró un árbol (v. 25). Cuando Moisés echó el árbol en las aguas, éstas se endulzaron. 1 Pedro 2:24 indica que ese árbol significa la cruz de Cristo. Por tanto, el árbol que sanó a las aguas amargas denota la cruz sobre la cual fue crucificado el Señor. La cruz de Cristo, es la única que salva.
Este cuadro corresponde con nuestra experiencia espiritual. Después de ser bautizados y de empezar a caminar en novedad de vida, estamos perturbados porque no tenemos agua natural. Por un lado, nos parecemos al pueblo que se quejaba y murmuraba. Por otro, somos como Moisés que clama al Señor. Cuando clamamos al Señor en oración, Él nos muestra la visión del Cristo crucificado. Debemos recibir la visión de la cruz. Al tener esta visión, aplicamos la cruz de Cristo a nuestra situación, e inmediatamente las aguas amargas se endulzan. Tengo la plena seguridad de que cualquiera que ha sido realmente bautizado en Cristo ha tenido esta clase de experiencia. Nuestras experiencias pueden ser distintas en grado, pero el principio y naturaleza son los mismos.
Según Romanos 6:4, andamos en la esfera de la resurrección, en novedad de vida, después de ser bautizados. Esta esfera es el verdadero desierto de Shur. Una esfera en la cual somos separados del mundo por la pared y por el mar. Mientras andamos en esta esfera, no tenemos ningún recurso natural, y nos enfrentamos a mucha amargura. Pero en resurrección, podemos experimentar la cruz de Cristo y llevar una vida crucificada. Al hacer esto, nuestra situación amarga se endulza.
El año pasado mi esposa y yo llegamos verdaderamente a Mara, una situación muy amarga. No obstante, por caminar en la esfera de la resurrección, pudimos experimentar la cruz del Señor Jesús y llevar una vida crucificada. Disfrutamos ricamente del árbol de sanidad que fue echado en la situación amarga. Este árbol endulzó las aguas amargas. Por esta razón, el año pasado di varios mensajes acerca de la vida crucificada. Efectivamente, mi esposa y yo sufrimos de la amargura en nuestra situación. No obstante, finalmente disfrutamos de la dulzura porque el árbol de sanidad con la vida crucificada fue aplicado a nuestras circunstancias. Esta es la manera de experimentar y disfrutar la muerte de Cristo en la esfera de la resurrección.
Todo lo que experimentamos en la esfera de la resurrección es una experiencia de la misma. En el desierto de Shur, los hijos de Israel experimentaron la cruz de Cristo en la resurrección. Las aguas amargas de Mara fueron cambiadas en aguas dulces en la esfera del desierto. En el mismo principio, en la esfera de la resurrección, experimentamos la muerte de Cristo que cambia nuestra amargura en dulzura. Que el Señor nos dé más experiencias al respecto.
No experimentamos las aguas amargas de Mara de una vez y por todas. Mientras vivamos en la tierra, caminaremos en la esfera de la resurrección y llegaremos continuamente a Mara. La experiencia de los hijos de Israel en Mara muestra un principio, y no simplemente un incidente. Este principio es fundamental en nuestra vida cristiana. Mientras caminemos en la esfera de la resurrección, tendremos sed, y descubriremos que no hay agua natural para satisfacer nuestra necesidad. Sólo hay aguas de amargura. Cuando estamos en esta situación, debemos recibir la visión del árbol y luego aplicarlo a nuestras circunstancias. Este árbol sanará nuestra situación y cambiará las aguas amargas por aguas dulces.

IV. EL SEÑOR ES EL SANADOR

Inmediatamente después de que las aguas fueron endulzadas, el Señor dio al pueblo un estatuto y una ordenanza “Y ahí los probó” (v. 25). Luego Él dijo: “Si oyereis atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hiciereis lo recto delante de sus ojos, y diereis oído a sus mandamientos, y guardareis todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti, porque soy Jehová, tu sanador (Jehová Rotheka, v. 26). Cuando leí esta promesa por primera vez, no pude entender por qué se mencionaba inmediatamente después de la sanidad de las aguas amargas. Si consideramos esto a la luz de nuestra experiencia, nos daremos cuenta de que la cruz de Cristo no sólo sana nuestra situación amarga, sino que nos sana también a nosotros. Las aguas en nuestras circunstancias no son lo único amargo, nosotros mismos también somos amargos y necesitamos sanidad. Nuestro mismo yo es amargo. En otras palabras, el yo está enfermo. Estamos enfermos física, psicológica y también espiritualmente. Hay amargura en nuestro cuerpo, alma y espíritu.
Cuando me he encontrado en circunstancias amargas, a menudo el Señor me ha mostrado la cruz de Cristo. Me he dado cuenta que necesitaba tomar la cruz y llevar una vida crucificada. Esto me salvó de mi situación amarga, y mis circunstancias amargas fueron sanadas. No obstante, al mismo tiempo, el Señor me ha mostrado a menudo que hay amargura dentro de mí. Vi que había amargura en mi yo y también en mis circunstancias. También vi que había amargura en todo mi ser, mi espíritu, alma y cuerpo y que necesitaba aplicar la cruz de Cristo a cada aspecto de mi ser. Espiritual, psicológica y físicamente, necesitaba aplicar la cruz de Cristo. He experimentado continuamente la sanidad del Señor de esta manera. Mientras sanaba mi situación, yo era sanado interiormente. Tanto en mis circunstancias como en mi ser, la amargura fue cambiada en dulzura.
Tal vez piense que no tiene necesidad de ser sanado en su mente, parte emotiva o voluntad y mucho menos en su espíritu. Permítame decirle que todos tenemos problemas con estas partes de nuestro de ser. Seamos viejos o jóvenes, hombres o mujeres, estamos enfermos en nuestra mente, parte emotiva, y voluntad. Estamos enfermos aún en nuestro espíritu. Antes de ser salvo, mi voluntad no funcionaba adecuadamente. Cuando debía tomar alguna decisión, no lo hacía. Pero cuando no debía tomar decisiones de una manera particular, seguía adelante y la tomaba ¿Acaso no ha experimentado esto? Además nuestra parte emotiva quizás no esté equilibrada. Cuando estamos alegres, nos regocijamos sin control; cuando lloramos, lloramos sin restricción. Por tanto, necesitamos mucha sanidad. Nos damos cuenta de esto cada vez que el árbol de sanidad es echado en nuestras circunstancias amargas.
Mientras caminemos en la esfera de la resurrección, seremos conducidos a Mara continuamente. Cada vez que experimentamos el árbol de sanidad echado en nuestras circunstancias, espontáneamente nos damos cuenta de que algo en nuestro ser debe ser sanado. Tal vez sintamos la necesidad de sanidad en la mente, o nos demos cuenta de que nuestra voluntad debe ser ajustada, o veamos que nuestra parte emotiva deben estar equilibradas. En otras ocasiones, podemos ser conscientes de que nuestro espíritu está amargado hacia los demás y debe ser sanado.
Así como el Señor probó a los hijos de Israel en Mara, Él usa nuestra experiencia de Su cruz en circunstancias amargas para probarnos. Al probarnos, Él nos muestra donde estamos y lo que somos. El expone nuestros motivos, intenciones y deseos. No hay nada que nos pruebe más que la experiencia de la cruz. La experiencia de la cruz en circunstancias amargas nos prueba y expone cada aspecto de nuestro ser. Cuando estamos expuestos de esta manera debemos orar: “Señor, te necesito, y necesito más experiencia de la cruz. Debo poner el árbol no solamente en mis circunstancias, sino también en mi ser. Debo aplicar este árbol a mi mente, parte emotiva y voluntad. Debo aplicarlo a mi espíritu y a mi actitud hacia los demás”. El Señor nos sana por medio de esta aplicación de la cruz.
Esta clase de sanidad difiere mucho de las llamadas sanidades que se produce en las campañas de sanidad. He asistido a estas campañas, y ni una sola vez vi una sanidad verdadera. La verdadera sanidad se produce cuando recibimos la disciplina de la cruz. Somos sanados cuando somos sometidos y cuando prestamos atención a la voz de Dios, escuchamos Sus estatutos y obedecemos Sus mandamientos. Entonces la vida de resurrección de Cristo se convierte en nuestro poder de sanidad, y el Señor se convierte en nuestro sanador.
Mediante su obra de redención Cristo desea ser nuestro sanador. Hablando de sanidades cumplidas por el Señor Jesús, Mateo 8:17 dice: “Para que se cumpliese por medio del profeta Isaías cuando dijo: El mismo tomó nuestras debilidades, y llevó nuestras enfermedades”. Todas las sanidades llevadas a cabo en la humanidad caída son realizadas por medio de la redención del Señor. Mediante Su redención, el Señor es nuestro sanador. En Mateo 9:12, el Señor indica que Él es nuestro médico: “Más hoy, al oír esto dijo: Los que están fuertes no tienen necesidad de médico sino los enfermos”. Como nuestro médico, Él nos cuida no solamente físicamente sino también psicológica y espiritualmente. Él puede sanar todo nuestro ser.
1 Pedro 2:24 dice: “Quien llevó El mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, a fin de que nosotros, habiendo muerto a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”. Este versículo indica que la cruz es el árbol y que aquel que murió en la cruz es nuestro sanador. Él fue crucificado para nuestra sanidad. Si deseamos experimentar Su sanidad, debemos identificarnos con Su crucifixión. Por ejemplo, supongamos que usted tiene problemas gástricos. Para ser sanado de esta enfermedad, usted necesita que su estómago se identifique con la cruz de Cristo. Si su estómago se identifica con la crucifixión de Cristo, el Cristo crucificado se convertirá en su sanador. El problema gástrico puede ser causado por el hecho de vivir conforme al yo. En su manera de comer, usted necesita la disciplina de la cruz. La cruz debe disciplinar al yo en cuanto a la comida. En el mismo principio, su mente puede estar enferma porque nunca ha sido disciplinada por la cruz, ni se ha identificado con la crucifixión de Cristo. Puede pasar lo mismo con su espíritu. Posiblemente su espíritu no esté correcto ni puro. La causa de impureza y de la falta de rectitud es que su espíritu no ha sido tocado por la cruz de Cristo.
Algunos hermanos no han permitido que su actitud hacia sus esposas sea disciplinada por la cruz. Por esta razón, en su relación con sus esposas están enfermos. Por lo tanto, se necesita sanidad en la vida matrimonial. Esta sanidad viene solamente por la aplicación de la cruz de Cristo. Este principio debería ser aplicado a cada parte de nuestro ser (vemos que la sanidad es algo que viene en el tiempo en la medida en que nos conformamos a Su muerte y resurrección).
La palabra del Señor en Éxodo 15:26 indica que a Sus ojos, los hijos de Israel estaban enfermos y necesitaban sanidad. De otro modo, el Señor no hubiera usado el título: “Jehová tu sanador”. Como lo dijo el Señor Jesús, sólo aquellos que están enfermos necesitan un médico. El que los hijos de Israel necesitaran que Jehová fuese su sanador indica que estaban enfermos. En la actualidad pasa lo mismo con nosotros. En ciertas partes de nuestro ser interior, seguimos enfermos y necesitamos la sanidad del Señor. Como mencionamos, el proceso de sanidad se produce cuando somos tocados por la cruz de Cristo. La única manera de ser tocados por la cruz consiste en recibir la visión del árbol y en echar este árbol en el lugar preciso que necesita ser sanado. Si su mente esta amargada, eche el árbol en su mente. Si su actitud hacia cierta persona, cierta cosa es amarga, eche el árbol en su actitud. Haga eso con cada parte de su ser, y poco a poco será sanado. Cada vez que experimentemos la cruz de Cristo, nos daremos cuenta de una manera más profunda de nuestra necesidad de ser sanados por medio del toque de la cruz. Debemos identificarnos con la crucifixión de Cristo para aplicar Su cruz a cada parte de nuestro ser que esté amargada y enferma. Entonces todas estas partes serán sanadas. De esta manera, cada día y aún a cada hora, el Señor Jesús llega a ser nuestro sanador.
Cuanto más somos sanados por el Señor, más tenemos un oído que escucha Su voz, un corazón que guarda Sus estatutos, y tenemos la disposición de obedecerle. Si no somos sanados, permaneceremos rebeldes en todos los aspectos de nuestro ser. Nuestro ser natural está constituido de rebeldía, porque el elemento de la misma está en todas nuestras partes interiores. ¡Cuánto necesitamos ser sanados al ver la cruz y al aplicarla a nosotros! Debemos ver el árbol sobre el cual Cristo fue crucificado y luego aplicarlo a cada parte de nuestro ser. Debemos permitir que la cruz de Cristo llene nuestras partes interiores. Mientras se aplica la cruz a nuestro ser, nuestras partes interiores serán sanadas y sometidas. Entonces estas partes escucharán la voz del Señor, obedecerán Su Palabra, y guardarán Sus estatutos. Como resultado, esas partes se harán uno con el Señor de una manera práctica. Que todos experimentemos esta sanidad día tras día.