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sábado, 18 de febrero de 2012

CONOCER LA VIDA EN ASCENSIÓN, Witness Lee


CAPITULO DIECISEIS

CONOCER LA ASCENSION



IV. LA NECESIDAD DE CONOCER
LA POSICION EN LA BATALLA

Para conocer la ascensión, debemos en cuarto lugar, conocer nuestra posición en la batalla. Nuestra posición espiritual en la batalla está absolutamente en los lugares celestiales. Siempre que perdemos la posición de ascensión, somos incapaces de llevar a cabo alguna batalla espiritual. En el campo de batalla, todas las estrategias militares le prestan atención al problema de la posición. El que ocupa el terreno alto en contra del que está en el terreno bajo, puede ganar la batalla. En el campo de batalla espiritual, este principio es aún más importante. Podemos decir que la lucha espiritual depende solamente del problema de la posición. Si deseamos ganar la batalla, la posición de ascensión debe ser claramente conocida y mantenida.

Debemos ver el hecho de que la lucha espiritual mencionada en el sexto capítulo de Efesios está basada en la posición de ascensión mencionada en el segundo capítulo. El segundo capítulo de Efesios declara que estamos sentados juntamente con Cristo en los lugares celestiales. Luego el sexto capítulo pasa a hablar de nuestra lucha contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales (v.12). Esto significa que primeramente debemos ser hombres que están en ascensión y que tienen la posición de ascensión antes de que podamos atacar al enemigo en el aire. Si somos hombres terrenales y perdemos la posición de ascensión, caeremos en las manos del enemigo y no podremos luchar contra él. Por lo tanto, la posición de la lucha espiritual está absolutamente en los cielos.

Génesis 3:14 nos dice que después de que la serpiente sedujo a Eva, Dios le juzgó obligándole a moverse sobre su pecho y a comer polvo todos los días de su vida. Moverse sobre su pecho limita su esfera de actividad. La serpiente sólo puede arrastrarse sobre la tierra. Comer polvo limita el objetivo de su actividad devoradora; sólo puede comer cosas que pertenecen al polvo de la tierra. La serpiente de Génesis 3 es la in-corporación de Satanás. Por lo tanto, el juicio contra la serpiente es también el juicio contra Satanás. Hoy, la esfera de la actividad de Satanás es la tierra, y el objeto de su actividad devoradora es el hombre terrenal. En 1 Corintios 15:47-48 se nos dice que Adán y todos los suyos son terrenales. Por eso, siempre que vivimos en la vida terrenal de Adán, somos terrenales y estamos en la tierra. No sólo no podemos luchar contra Satanás, sino que también caemos en la esfera de su actividad y nos hacemos el objeto de su actividad devoradora. Por el contrario, cuando vivimos en la vida celestial de Cristo, somos celestiales y estamos en el Cielo. De este modo trascendemos la esfera de actividad de Satanás y ya no somos objeto de su actividad devoradora. Por lo tanto, podemos atacarlo y vencerlo.

Este principio de lucha es también muy evidente en nuestro diario vivir, nuestro vivir práctico. Ya sea en la iglesia, en la casa o en el lugar de trabajo, siempre que somos manchados por el pecado, sentimos algún amor por el mundo, nos enojamos, tratamos con la astucia, o vivimos en la vida terrenal, simplemente no podemos ser fuertes ante el enemigo para luchar contra él. En ese caso, ya somos terrenales y hemos caído en manos del enemigo. Por otro lado, si tenemos comunión constante con el Señor, andamos en el espíritu y vivimos en la vida celestial, somos celestiales y habitamos en la posición de ascensión. Entonces podemos mantenernos en un terreno más alto en nuestra lucha contra el terreno más bajo y tratar con Satanás. En este momento, si la iglesia encuentra dificultades, podemos entregarnos a la oración prevaleciente delante de Dios, pidiéndole a Dios que se levante para juzgar a Su enemigo. Podemos levantarnos para expresar nuestra actitud a Dios, diciendo: “No podemos permitir que estas cosas ocurran en la iglesia”. También podemos decirle seriamente a Satanás: “Estamos disgustados con esto. Estamos en contra de esto”. Cuando hacemos una declaración tan severa y proferimos una expresión tan fuerte, todas las huestes de Satanás se retirarán, y su obra también será completamente destruida. Pero si vivimos la vida terrenal, usando métodos y medios naturales, nunca podremos resolver estos problemas. Ya hemos caído del Cielo y hemos perdido la posición de batalla. No tenemos manera de tratar con el enemigo de Dios y anular sus obras.

¿Por qué la posición de ascensión hace que seamos victoriosos en la batalla? Porque sólo en la posición de ascensión podemos tener la autoridad celestial. Para poder pelear la batalla espiritual, necesitamos depender de nuestra autoridad celestial. Sólo hay un lugar donde podemos obtener la autoridad celestial. Este lugar es el Cielo. Si pasamos por la muerte y resurrección para alcanzar el ámbito celestial, indudablemente obtendremos la autoridad celestial. En consecuencia, seremos victoriosos en la batalla.

Muchos cristianos hoy día están muy preocupados con el problema del poder. Pero el Señor nos ha salvado y puesto en la posición no sólo de tener poder, sino también en la posición de tener autoridad. Aquellos que están en el ámbito celestial tienen no sólo poder, sino también autoridad. Aquellos que tienen poder sólo pueden hacer que otros se muevan. Pero aquellos que tienen autoridad no sólo hacen que otros se muevan, sino que sean reverentes y temerosos. Por ejemplo, considere el caso de algunos hermanos y hermanas que aman el mundo y viven conforme a la carne. Cuando éstos ven a los hermanos o las hermanas que aman al Señor, que le buscan y que viven en el espíritu, los admiran mucho y son conmovidos. Esto es un asunto de poder. Pero si encuentran a otros hermanos o hermanas que viven en la esfera de ascensión, ellos no sólo sentirán cierto poder que les conmueve sino también cierto fenómeno que hace que sean reverentes y temerosos. En tales hermanos o hermanas existe una realidad celestial; por consiguiente, ellos también están llenos de la autoridad celestial. Por eso, mientras ellos andan entre los hombres, traen consigo cierta apariencia temible que causa que otros sean reverentes.

Cuando leemos el Cantar de los Cantares en el Antiguo Testamento, vemos que aquella que buscaba al Señor crece en vida al punto que su expresión es muy noble y respetuosa. En el Cantar de los Cantares 6:10 dice: “¿Quién es ésta que se muestra como el alba, hermosa como la luna, esclarecida como el sol, imponente como ejércitos en orden?” Aquí la luz matutina, la luna y el sol son cosas que están en el Cielo. Por lo tanto, para entonces la condición de ésta es enteramente celestial. En otras palabras, su experiencia de vida ha llegado a la esfera de la ascensión. De modo que, su condición le da a otros el sentido de temor. Esto se debe a que ella está en la posición de ascensión y tiene la autoridad celestial. Esta autoridad es la que hace que otros sean temerosos y llenos de reverencia.

La autoridad que obtenemos en la posición de ascensión es la base sobre la cual tratamos con Satanás y le vencemos. En Lucas 10:19 el Señor dice: “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará”. Las “serpientes” mencionadas por el Señor se refieren a Satanás, y los “escorpiones” son los espíritus malignos, los mensajeros de Satanás. Estos son nuestros enemigos. Todo lo que tienen es poder, pero lo que el Señor nos da es autoridad. El Señor nos da autoridad para tratar con el poder del enemigo. Podemos mostrar esto con el ejemplo de un automóvil que se mueve a lo largo de la carretera. Aunque tiene mucho poder, el policía tiene autoridad sobre él. Cuando él suena el silbato, el automóvil tiene que detenerse. También es como un ejército, aunque tiene un gran poder, el general tiene la autoridad. Cuando él da una orden, el ejército debe obedecer. Esto prueba que la autoridad está por encima del poder y que puede controlar el poder; por lo tanto, la autoridad es superior al poder.

Pero la autoridad depende enteramente de la posición. Con la posición está la autoridad; sin la posición, no hay autoridad. Un policía sin su uniforme y sin pararse en su puesto correspondiente no tiene autoridad para dirigir el tránsito. Un general que toma unas vacaciones de sus deberes no tiene autoridad para comandar un ejército. Igualmente, nuestra autoridad celestial depende sólo de nuestra posición de ascensión. Siempre que perdemos la posición de ascensión perdemos también la autoridad espiritual. Por lo tanto, para pelear la batalla espiritual, debemos primeramente conocer la posición de ascensión y, en segundo lugar, mantener la posición de ascensión. Sólo entonces podremos tratar con el enemigo.

En el segundo viaje de Pablo, cuando estaba predicando en Filipos, cierta esclava que tenía un espíritu de adivinación le seguía e iba gritando. Pablo, estando ya bastante molesto, se volvió y le dijo al espíritu: “Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella”. Y el espíritu salió inmediatamente (Hch. 16:16-18). Pablo aquí estaba parado en la posición de ascensión y ejerció la autoridad celestial para detener el poder perturbador del enemigo. Igualmente, hoy, si nos paramos en la posición de ascensión, podemos dar órdenes directamente al ambiente, reprender las dificultades y destruir todas las obras del enemigo.

Desafortunadamente, las oraciones de la Iglesia hoy contienen muy pocas órdenes con autoridad. Al contrario, las oraciones son mayormente lamentos suplicantes. Por lo tanto, no pueden tratar con el enemigo; sólo pueden apelar a la misericordia de Dios. Esto prueba que nuestra posición verdadera todavía es terrenal y aún no ha ascendido a los cielos. Ya que no estamos en la posición de ascensión, no tenemos la autoridad celestial. No podemos aparentar en este asunto. Por otro lado, si un hombre tiene la realidad de la ascensión, no tiene la necesidad de demostrar espectacularmente su poder ni de ser arrogante; está naturalmente vestido con una apariencia celestial; él está lleno de una atmósfera celestial y adornado con belleza como la luna y con pureza como el sol. Esto hace que él se muestre imponente. No sólo los hombres le temerán, sino que hasta los espíritus malignos le tendrán miedo. Sólo este tipo de hombre puede pararse en la posición celestial, ejercer la autoridad celestial y entrar en la batalla espiritual. Por lo tanto, para poder conocer la ascensión, debemos también conocer la posición en la batalla.

V. LA EXPERIENCIA DE LA ASCENSIÓN

Obtenemos la posición de ascensión en el momento que somos salvos. ¿Pero cómo podemos experimentar la ascensión? En términos sencillos, la experiencia de la ascensión es el resultado de la experiencia que tenemos de la resurrección a través de la muerte. Tal como Cristo ascendió a los lugares celestiales a través de la muerte y la resurrección, también nosotros podemos experimentar la ascensión a través de la muerte y la resurrección.

Consideremos la historia de los israelitas cuando entraron a la tierra de Canaán. Una vez que dejaron de vagar por el desierto y cruzaron el Jordán, entraron en Canaán. La tierra de Canaán representa al Cristo todo-inclusivo que está en los cielos. Al mismo tiempo esto tipifica la esfera celestial. De modo que cuando los israelitas entraron a Canaán, en tipología, ellos entraron en esta esfera celestial. Cuando cruzaron el Jordán, ellos enterraron doce piedras en el fondo del río, lo cual representa su muerte y sepultura. Luego sacaron doce piedras del fondo del río, lo cual representa su resurrección. Trajeron estas doce piedras a la tierra de Canaán, lo cual representa su paso por la muerte y resurrección, y su entrada a la esfera celestial. Por lo tanto, su entrada a Canaán después de cruzar el Jordán tipifica la experiencia que tenemos de la ascensión a través de la muerte y resurrección. Siempre que experimentamos muerte y resurrección, llegamos a la esfera de la ascensión.

Veamos otra vez a aquella persona que busca al Señor en el Cantar de los Cantares. Ella también, a través de la experiencia de muerte y resurrección, obtiene gradualmente la realidad de la ascensión. En Cantares 1:9, el Señor la alaba por primera vez diciendo que ella es como una “yegua de los carros de Faraón”. Una yegua del carro de Faraón es un caballo egipcio. Aunque sea veloz y fuerte, de todos modos es de Egipto, lo cual tipifica el mundo. Esto muestra que, aunque en ese momento era extremadamente veloz y estaba llena de fortaleza en su búsqueda del Señor y en seguirle a Él, aún así, ella era mundana. Luego en el capítulo 2, versículo 2, El Señor la alaba cuando dice que es “como el lirio entre los espinos”. Esto significa que, aunque como lirio vivía una vida limpia y una vida que recibía el tierno cuidado de Dios, con todo y eso, crecía en la tierra. Cuando llegamos al capítulo 3, versículo 6, el Señor habla de ella como “ésta que sube del desierto como columna de humo, sahumada de mirra y de incienso, y de todo polvo aromático”. El desierto significa el estado del vagar espiritual cristiano. De hecho ella ha estado vagando por el desierto. Ahora ella viene del desierto, dejando atrás su vida de vagar espiritualmente. Al mismo tiempo, está perfumada con mirra en incienso y con todo polvo aromático de los mercaderes. La mirra expresa la muerte de Cristo; el incienso expresa la resurrección de Cristo, y los polvos de los mercaderes significan las riquezas obtenidas por un precio. Ahora que ella ha pagado un precio en su búsqueda, está perfumada con la muerte y la resurrección de Cristo. De ahí que su condición es semejante a una columna de humo que asciende de la tierra. Ella ha pasado por la muerte y la resurrección, y ha comenzado a tener un poco de la experiencia de ascensión. Más adelante, en el capítulo 6, versículo 10, la alabanza del Señor para ella es completamente celestial. Para entonces, la condición espiritual de ella es como la luz del alba, como la luna y como el sol. Ella realmente se asemeja al sol, a la luna y a las estrellas de Génesis 1:16-17, las cuales están ordenadas en el cielo e iluminan toda la Tierra, para que la gente en la Tierra reciba su suministro. Al mismo tiempo ella tiene consigo la autoridad celestial; es majestuosa e imponente. Ahora ha experimentado plenamente la ascensión.

En conclusión, la ascensión es el resultado de la resurrección de la muerte. Una vez que hemos pasado por la muerte de la cruz y que hemos entrado en la resurrección, llegamos a la esfera de la ascensión. Por eso, si queremos experimentar la ascensión, debemos primero buscar la experiencia de la muerte y la resurrección. Nosotros debemos severamente hacer morir, mediante la cruz del Señor, todo lo relacionado con los pecados, el mundo, el mal genio, la carne, el yo y la constitución natural, y debemos entrar en la resurrección del Señor por el Espíritu Santo. Entonces podremos experimentar la ascensión y ser personas celestiales en la esfera de la ascensión.

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