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domingo, 26 de febrero de 2012

REGRESANDO A JERUSALÉN TRAS LOS PASOS DE ABRAHAM Acción versus Posición (Recuerda de dónde has caído y arrepiéntete), Administrador





REGRESANDO A JERUSALÉN
TRAS LOS PASOS DE ABRAHAM
Acción versus Posición
(Recuerda de dónde has caído y arrepiéntete)



Génesis 13:1-4
Subió, pues, Abram de Egipto hacia el Neguev, él y su mujer, con todo lo que tenía, y con él Lot. Y Abram era riquísimo en ganado, en plata y en oro. Y volvió por sus jornadas desde el Neguev (desierto) hacia Bet-el (Canaán)hasta el lugar donde había estado antes su tienda entre Bet-el y Hai, al lugar del altar que había hecho allí antese invocó allí Abram el nombre de Yahweh.


Abram -aún no era Abraham porque su corazón todavía no había sido circuncidado-, habiendo llegado a la Tierra Prometida, y abandonando su altar, se pasó de largo y tomó un desvío a Egipto. Esto fue algo parecido a lo que les ocurrió a los que habían regresado de Babilonia a Jerusalén en tiempos de Hageo, para luego volver a las andadas (Hag. 1:4). Esto le ocurrió por no haber llegado a la plena obediencia al llamado y mandato de Dios de salir de su tierra y de su parentela, para alcanzar una total separación o santificación para Dios.

El llamado 'Padre de la fe' era más o menos tan incrédulo que nosotros, pues en lugar de obedecer y salir de Ur de los Caldeos sin su parentela, se llevó a su padre Taré y a su sobrino Lot.

Watchman Nee en "El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob" (también titulado en otra editorial “Transformados a Su Semejanza”) nos dice que Taré significa "mora, retardo" y que Lot significa "velo". Debido a esto, es decir, velado por su desobediencia, acabó llegando a Harán, ciudad situada al norte en lugar de al sur donde estaba la Tierra Prometida.

¡Sí, la desobediencia y una visión velada lo retardaron y desviaron del rumbo correcto! Tuvo que morir su padre Taré en Harán, para que Abram reanudara la marcha poniendo fin a su demora, pero aún continuaba velado porque Lot siguió a su lado. El velo, mundano y babilónico, de su sobrino aún lo cegaba y, confundiendo una vez más el camino, esta vez se pasó de largo descendiendo a Egipto. No pudo distinguir bien, porque por su corazón incircunciso todavía "veía a los hombres como árboles" (Mar. 8:24); necesitaba de un segundo toque, de una segunda obra de gracia, que circuncidando su corazón para separarlo de la carne, le diera una visión espiritual nítida, un discernimiento cabal (Heb. 4:12).

Por su renuencia a deshacerse de todo lo babilónico, mundano y carnal que aun traía consigo y que Lot representaba, Abram abandonó el altar, su consagración y total dependencia de Dios y, dejando de confiar solamente en Él para su guarda y sustento, descendió a Egipto en busca de las habichuelas y el éxito; quizás con la excusa de 'evangelizar' a los egipcios.

Eso fue un fatal error, porque apoyarse en los carros y caballos de Egipto, en la fuerza de Faraón, le costó tan caro que a punto estuvo de perder a su amada Sarai. Habiendo decidido desenvolverse sin tener que recurrir a Dios, se vio obligado a echar mano de las mismas triquiñuelas y marrullerías egipcias que tanto detestaba, como las medias verdades, que, por hipócritas, son peores que las mentiras (Gén. 12:13,19). Y a la postre tuvo que salir de allí por piernas, echado por el mismo brazo de hombre en que se había apoyado (Jer. 17:5) ¡y solo Dios sabe como salvó su pellejo!

Isaías 31:1 ¡Ay de los que descienden a Egipto por ayuda, y confían en caballos; y su esperanza ponen en carros, porque son muchos, y en jinetes, porque son valientes; y no miran al Santo de Israel, ni buscan a Yahweh! 

No le quedó más remedio que subir, "regresar por sus jornadas", esto es, sobre los pasos dados en su extravío, hasta el lugar del desvío en que abandonó su tienda. El peligro fue tan real, que esta vez ni las muchas riquezas conseguidas por su contubernio mundanal lo disuadieron de recordar su paz en la humilde tienda y el gozo del sencillo altar, en Canaán.

La tienda había estado entre Hai (montón de ruinas) y Bet-el (casa de Dios). Volvió pues al valle de la decisión: ¿Bet-el o Hai?, ¿Las ruinas o la Casa de Dios? Tuvo que regresar allí donde comenzó su extravío, donde había estado antes su tienda, donde había estado antes su altar; es decir, a su posición o morada en Cristo y a su relación de favor con Dios: permanecer en el Señor y depender  de Él para el sustento y la protección, hallando gracia en el altar en lugar de apoyarse en sus propias fuerzas y en Egipto.

Fue en esta humillación del arrepentimiento e invocación de Su nombre, en el altar y en el lugar adecuado, que Dios pudo aplicarle el colirio para que pudiera ver la porquería que cargaba en la albarda del camello (Gén. 31:34), la "plasta escondida bajo la alfombra" y tomara la dolorosa pero sabia decisión:

Génesis 13:5-9
También Lot, que andaba con Abram, tenía ovejas, vacas y tiendas. Y la tierra no era suficiente para que habitasen juntos, pues sus posesiones eran muchas, y no podían morar en un mismo lugar. Y hubo contienda entre los pastores del ganado de Abram y los pastores del ganado de Lot; y el cananeo y el ferezeo habitaban entonces en la tierra. Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos. ¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda.

En la posición correcta de obediencia, arrodillado ante el altar, Dios pudo mostrarle a Abram la causa de todos sus males, el velo babilónico que lo cegaba: su pariente Lot no debía de haberle acompañado, sino haberse quedado en la babilónica Ur, cuyo sistema de vida tanto añoraba. Ahora debería echarlo de su lado, si quería permanecer en una posición correcta de total obediencia y rendición a Dios.

Esta vez Abram sí fue valiente para romper con todo: la religión babilónica y la mundanalidad egipcia. Ahora, lejos de Babilonia y de Egipto, en la tienda de la montaña y en la cercanía del altar de piedras, lejos de la ciudad y de la casa de ladrillos hechos por mano de hombre, Melquisedec pudo acercársele y bendecirlo (Gén. 14) y Dios pudo renovar, en visión, Sus promesas acerca de la Tierra y de su futura paternidad (Gén. 15).

En Gén. 16, debido a la presión de Sarai, engendró a Ismael de Agar.

En Gén. 17 Abram estaba listo para abandonar el Viejo Pacto de la ley y las obras y entrar al Nuevo Pacto de la fe que sabe recibir por gracia y habitar en la Casa de Dios en Bet-el. Morando su tienda entre Hai y Bet-el Yahweh se le aparece a sus 99 años, ya agotada su fuerza natural para engendrar, se le cambia el nombre a Abraham (padre de multitudes), se le renuevan una vez más las promesas, se le da el pacto perpetuo de la circuncisión, son circuncidados él, su hijo Ismael y todo su campamento en el mismo día y se le cambia también el nombre a Sara por Sarai.

En Gén. 18 esperando sentado a la puerta de su tienda, al calor del día (al medio día, cuando el día es perfecto) (Isa. 30:15a), siendo ya ambos viejos, de edad avanzada y habiendo ya Sara dejado de menstruar; es decir agotados todos los medios naturales de ambos para poder engendrar, tiene una nueva aparición de Dios quien le dice que en nueve meses Isaac llegará. Este Abraham que sabe esperar sentado a la perfección de Su luz, puede ahora ser usado por Dios como intercesor en favor de su babilónico y mundano sobrino Lot, que con su familia habitaba en la pútrida Sodoma. Sin embargo, el intercesor aún tendrá una recaída en las antiguas andadas recurriendo a las medias verdades, al tratar de proteger carnalmente a Sara de manos de Abimelec pues le dijo: "es mi hermana"; lo cual era medio cierto, aunque omitiendo decirle que también era su esposa.

Pero la gran misericordia y paciencia de Dios no se habían agotado para alcanzarlos, evitando el desastre que Satanás quiso causar para abortar el plan de Dios, y en Gén. 21 siendo ya Abraham de 100 años Isaac nació.

¡Sí!, fue justo después de ser circuncidado él junto con Ismael (el ministerio carnal fruto de su impaciencia). Allí, en la quietud y dependencia de la montaña, descansando sentado a la puerta de su tienda, a la nítida luz del meridiano del día, estando en la posición correcta y agotadas todas sus muertas acciones carnales, su anhelado Isaac nació.

Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.

La acción realizada fuera de la correcta posición es fútil. Mientras no recuperemos nuestra posición correcta en Él, de nada servirán la evangelización, las obras "buenas" de la carne (obras muertas), ni cualquier tipo de obra que pretendamos hacer "para el Señor". Seguir adentrándonos a través de un camino errado, desviado, no es más que abundar en la deriva que nos alejará más y más del destino correcto, del lugar al que Dios quiere llevarnos.

Debemos pedirle al Espíritu Santo que nos recuerde en que punto del camino comenzamos a desviarnos, el lugar donde caímos y entonces arrepentirnos. ¡Sí, eso supone detenernos ahora y tener que volver sobre nuestros pasos hasta el lugar del desvío; pero no hacerlo hará que nos precipitemos barranco abajo!

En tales casos hay que regresar a las obras del primer amor; es decir, a la confianza del niño, que ni puede ni se preocupa por cuidar de sí mismo, y mucho menos de trabajar para Su Padre en pago por Sus dádivas. Este niño confía en el amor de Su Papá, todo lo espera de Él y de Él todo lo recibe, por Su gracia y por Su amor. Sabe que es Su Papá quien trabaja y provee para él y no él para Su Papá. Este niño no hace nada que no vea hacer a Su Papá.

Estos son pues los pasos para regresar al punto del desvío:

1- Pedirle al Espíritu que nos recuerde el lugar de la caída.
2- Arrepentirse, es decir, volver o regresar a dicho lugar.
3- Recuperar la posición original de relación o permanencia en Dios del primer amor.

Es hora ya de que la pródiga Iglesia de Dios regrese desde país de las algarrobas a la posición o lugar correcto: su hogar en Jerusalén. Allí ha de entrar a la espera quieta en el Aposento Alto (en este caso de Tabernáculos) y allí, cesados todos los vanos intentos del hombre natural, el gran milagro se producirá: Dios hará desde Arriba lo que solo Él puede hacer. 

¡Esto evitará que no apaguemos más al Espíritu y perdamos nuestro candelero!

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