TRADUCTOR-TRANSLATE

martes, 21 de febrero de 2012

LA LUCHA ESPIRITUAL



CAPITULO DIECIOCHO

LA LUCHA ESPIRITUAL



II. EL REINO DE DIOS EN
CONTRASTE CON EL REINO DE SATANAS

Hemos dicho que en el universo se encuentran el reino de Dios y también el reino de Satanás. La lucha espiritual de la cual hablamos se lleva a cabo entre estos dos reinos. Por lo tanto, para envolvernos en la lucha espiritual, debemos conocer primeramente la oposición que existe entre el reino de Dios y el de Satanás.
El reino de Dios es eterno, tanto en el tiempo como en el espacio. Ya que Dios mismo existe desde la eternidad hasta la eternidad, así también permanece Su reino, desde la eternidad hasta la eternidad. Además, ya que Dios mismo está en luz, así también Su reino está en luz.
El reino de Satanás no es eterno. En cuanto al tiempo, éste está limitado al tiempo, en cuanto a espacio, está limitado a los aires y a la tierra. Además, el reino de Satanás está en tinieblas, exactamente lo opuesto al reino de Dios.
Además, hay otra gran diferencia: el reino de Dios es legal, mientras que el reino de Satanás es ilegal. El universo entero fue creado por Dios y le pertenece a El; por consiguiente, Dios tiene el derecho legal de reinar sobre él. Por el contrario, el reino de Satanás se estableció en rebelión contra Dios; por lo tanto es completamente ilegal.
En Isaías 14:12-15 y Ezequiel 28:11-17, usando al rey de Babilonia y el rey de Tiro (quienes fueron instrumentos utilizados por Satanás), Dios narra el proceso de la rebelión de Satanás. Satanás originalmente era un querubín ungido, un arcángel que ocupaba un lugar especial delante de Dios. Por el orgullo de su corazón y su deseo de enaltecerse para igualarse a Dios, se rebeló contra Dios y trató de derribar Su autoridad para así establecer la suya propia. Desde entonces, ha existido en el universo el reino ilegal de Satanás.
El reino de Satanás es la esfera de su dominio. El Señor Jesús una vez se refirió a Satanás como “el príncipe de este mundo” (Jn. 14:30). Esto revela que Satanás no sólo tiene su reino, sino que también tiene dominio sobre él. Además, dentro de su reino se encuentran mensajeros de varios rangos, todos los cuales eran ángeles que siguieron a Satanás en su rebelión contra Dios. Hoy día, estos son los principados, potestades, gobernadores de las tinieblas y huestes de maldad en las regiones celestes, siendo Satanás la cabeza de ellos (Ef. 6:12; 2:2; 1:21).
Además, en el reino de Satanás hay muchos demonios, espíritus malignos, quienes son sus sirvientes. Con base en varios pasajes de la Biblia, podemos asegurar que antes de los seis días de la obra de restauración de los cielos y la tierra (Gn. 1), existió un mundo donde habitaban seres vivientes que tenían espíritu. Cuando Satanás se rebeló contra Dios, todos ellos le siguieron y se rebelaron con él. Por lo tanto, Dios juzgó ese mundo, por un lado apagando el sol y la luna para que no dieran luz, y por otro, destruyendo la tierra y los seres vivientes con agua. Al ser juzgados estos seres vivientes por agua, sus cuerpos fueron separados de sus espíritus. Esos espíritus incorpóreos, que moran en las aguas del juicio, son los demonios y los espíritus malignos mencionados en la Biblia.
Por lo tanto, originalmente hubo tres grupos de personajes en el reino de Satanás: primero, Satanás la cabeza, el gobernante; segundo, los ángeles que le siguieron en su rebelión contra Dios y que le servían como sus ministros y oficiales, gobernando para él en los aires; tercero, los espíritus incorpóreos, o demonios, los espíritus malignos, quienes operaban como sirvientes de Satanás para ejecutar sus mandatos en la tierra.
Después de que los hombres fueron creados, Satanás vino para seducirlos, y logró su propósito. Los hombres se hicieron súbditos de su reino, y fueron manipulados y maltratados por él. Por lo tanto, existen cuatro tipos de personajes en el reino de Satanás hoy día. En el aire están Satanás y sus mensajeros, y en la tierra están sus sirvientes y súbditos, los incontables demonios y miríadas de personas. Durante el tiempo en que el Señor Jesús predicó el evangelio en la tierra, se encontró con personas de todo lugar, quienes estaban poseídas por demonios. Hoy día, todavía hay una gran cantidad de demonios que manipulan a las gentes de este mundo. Aunque su morada está en el mar, les gusta buscar un cuerpo donde habitar. Cuando decimos que una persona está poseída por un demonio usualmente nos referimos a que el cuerpo humano está poseído por un demonio.
En resumen, el reino de Satanás consta de estas cuatro clases de seres. Todos ellos están organizados en un sistema mediante el cual Satanás usurpó los aires y la tierra con el fin de derrocar la autoridad de Dios y así establecer su propio reino. Por lo tanto este reino, organizado por las fuerzas rebeldes de Satanás, es absolutamente ilegal.
No fue sino hasta cuatro mil años después de la caída de la raza humana, en el principio de la dispensación del Nuevo Testamento, que el Señor Jesús comenzó Su ministerio y proclamó: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Lo que el Señor quiso decir fue que antes de esto, estaba el reino de la tierra, el reino de Satanás, donde éste gobernaba y dominaba, pero ahora, está el reino de los cielos, el reino de Dios, que viene a esta tierra para regir. Más tarde, El enseñó a Sus discípulos a orar: “Venga tu reino”. El cumplimiento pleno de este asunto se verá en el futuro cuando suene la séptima trompeta (Ap. 11:15). Entonces el reino de este mundo vendrá a ser el reino de Dios y de Cristo. Asimismo el reino de Dios se establecerá sobre la tierra en forma práctica y completa.
Antes de que llegue ese día, el período en que vivimos es propicio para que el pueblo de Dios luche por El aquí en la tierra. Desde el tiempo en que el Señor Jesús comenzó Su ministerio hasta que El venga por segunda vez, todas las obras que el pueblo de Dios hace para El son ejemplos de la lucha espiritual. El deseo de Dios es rescatar, a través de aquellos que le pertenecen, a todos aquellos que fueron cautivos por Satanás, y recobrar la tierra que fue usurpada por éste. De acuerdo con lo que el Señor nos enseñó en Mateo 12, este rescate y recobro de la tierra es la lucha que hay entre el reino de Dios y el reino de Satanás.

IV. LOS PRINCIPIOS DE LA LUCHA ESPIRITUAL

Cuando experimentamos la lucha espiritual de una manera práctica, debemos mantener varios principios básicos:

A. No usar armas carnales

El primer principio de la lucha espiritual es que no podemos usar armas carnales. El apóstol Pablo nos dice esto muy claramente en 2 Corintios 10:3-5, lo cual ya hemos citado previamente. El dice: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne, porque las armas de nuestra milicia no son carnales”. Estas armas carnales no sólo se refieren a perder la paciencia, sino que también incluye todas las tretas humanas y los métodos naturales. Por ejemplo, podemos pensar que cierto hermano está en un error y que tal error ya se ha convertido en un problema en la iglesia. Queremos corregirlo, sin embargo, sentimos que no es apropiado hacerlo. Luego recordamos que hay otro hermano que tiene una estrecha relación con él, así que le pedimos a ese hermano que vaya y hable con él. Aun esta clase de maniobra es un arma carnal; ya que con el tiempo veremos que no puede resolver el problema espiritual. En la sociedad y en el mundo de los negocios se emplean muchas estratagemas como éstas, pero en el campo de batalla espiritual no podemos utilizar tales estratagemas. Siempre que usamos los designios de nuestra carne, hemos caído ya en las manos del enemigo. ¿Cómo entonces podremos liberar a otros de las manos del enemigo?
Vemos que Pablo fue un hombre que nunca usó armas carnales. En sus tratos con las iglesias y en sus contactos con los santos, él era perfectamente recto, tan recto como “una flecha”. El prefería ser tratado como un necio que emplear estratagemas ingeniosas por un solo momento. Por esta razón él podía ser “poderoso en Dios para la destrucción de fortalezas” y de este modo obtener la victoria en la lucha espiritual.
De esta misma forma, si deseamos ganar la victoria en todas nuestras obras espirituales y ser eficaces, debemos abandonar todas las armas carnales. Por ejemplo, al predicar el evangelio está bien usar folletos ilustrados como ayuda para la presentación, pero si continuamente dependemos de varios métodos o usamos ganancias materiales para atraer personas, eso es usar armas carnales. Cuando mucho esto sólo puede ayudar a las personas a convertirse en miembros de una iglesia; esto no los puede liberar de las garras de Satanás. Por lo tanto, el primer principio de la lucha espiritual es abandonar todas las armas carnales.

B. Mantener la posición de ascensión

El segundo principio de la lucha espiritual es mantener la posición de ascensión. Hemos hablado bastante en cuanto a la lucha espiritual; de hecho, hay solamente una clase de personas que puede entrar en lucha espiritual: aquellos que han recibido la salvación, que han sido levantados de la muerte y que están ahora sentados con Cristo en los cielos. Sólo esta clase de hombres puede atacar al enemigo en los aires desde una posición trascendental en los cielos. Por lo tanto, para poder entrar en la lucha espiritual debemos mantener la posición celestial. Cada vez que no somos suficientemente celestiales, cada vez que perdemos nuestra condición celestial, todo está terminado. Si nuestro evangelio carece de poder, es porque no somos suficientemente celestiales, sino que somos terrenales y estamos usando métodos terrenales y armas carnales para predicar el evangelio. Como resultado, podemos salvar a algunos, pero su condición será de confusión, y no podrán ser liberados completamente del poder de Satanás. Si realmente deseamos librar a los hombres del poder de Satanás, de modo que no sólo sean salvos, sino completamente librados de las manos de Satanás, nosotros que predicamos el evangelio debemos ser hombres que estemos sentados en los cielos y que mantengamos la posición de ascensión.
El mismo principio se aplica con relación a edificar a los santos. Si perdemos la posición de ascensión, no podremos abastecer ni ayudar a los santos. Si los mensajes que predicamos son meras doctrinas y la comunión que tenemos es mero conocimiento, que no contiene ningún elemento de lucha, cuando mucho podremos sólo impartir enseñanzas a la mente y estímulos a las emociones; no podremos liberar a la gente del poder de Satanás y traerla a Dios en una forma práctica. Por lo tanto, si deseamos que nuestra obra sea una guerra eficaz, una obra que libera hombres de las manos de Satanás, debemos mantener la posición de ascensión y vivir continuamente en la condición celestial. Esta es una clave sumamente importante.
Puesto que muchos de nosotros no hemos alcanzado todavía el ámbito de ascensión en nuestra experiencia, ¿por qué, entonces, es posible que podamos dirigir a otros a ser salvos y a que amen al Señor? Esto se debe al hecho de que a pesar de todo, en nosotros hay una parte que es celestial, que tiene la condición celestial; por lo tanto, desde esa posición podemos ayudarles y edificarlos. A pesar de que estamos contaminados con el pecado, amamos al mundo y seguimos la mente carnal, aún así, parte de nuestra condición es celestial; así, podemos echar fuera parte del poder de las tinieblas en los hombres y hacer que se vuelvan al Señor y le amen. Por lo tanto, el principio sigue siendo el mismo. Sólo aquellos que viven en la esfera celestial pueden hacer frente al poder de las tinieblas que está en el aire y echar fuera al diablo. La ayuda, es decir, la liberación, que les traemos a otros está basada únicamente en aquella parte de nosotros que tiene una naturaleza celestial. La medida en que echemos fuera el poder de las tinieblas depende directamente de nuestra condición celestial. Si tenemos más elemento celestial, podemos participar más en la lucha espiritual. Si tenemos sólo un poco del elemento celestial, de ningún modo podemos tener mucho elemento de lucha espiritual. Los dos están en una proporción directa el uno al otro. Cuando un hombre ha alcanzado totalmente la esfera celestial, entonces todo su ser, su vida, sus obras y sus acciones, están en lucha espiritual. Puede echar fuera el poder de las tinieblas dondequiera que vaya y de todas las personas con las cuales él se encuentre. Por lo tanto, cuando en nuestra experiencia hayamos llegado a la posición de ascensión y podamos reinar, ése será el tiempo en que podremos pelear por el reino de Dios, recobrar para Dios la tierra perdida y traer Su reino.

C. Usar armas espirituales

El tercer principio de la lucha espiritual es que debemos usar armas espirituales. Cuando entramos en la lucha espiritual, no es suficiente que mantengamos nuestra posición celestial; tenemos que poder emplear activamente las armas espirituales. Las armas espirituales son “toda la armadura” mencionada en Efesios 6:10-17, que incluye el cinto de la verdad, la coraza de justicia, el calzado del evangelio de paz, el escudo de la fe, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu. Todas estas armas son espirituales, y cuando las usemos tenemos que estar en el espíritu. Podemos decir que el principio básico para emplear las armas espirituales es que todas nuestras actividades deben llevarse a cabo en el espíritu. La predicación del evangelio, la edificación de los santos y la administración de la iglesia pertenecen al espíritu. Cada una de nuestras actividades, cualquiera que sea, debe pertenecer al espíritu y debe liberar el espíritu. Cualquier cosa que no sea del espíritu, cualquier cosa que concuerde con nuestro punto de vista, o nuestro concepto, nuestra sabiduría y nuestra inteligencia, es indiscutiblemente una especie de estratagema humana y por lo tanto un arma carnal, no espiritual. Por lo tanto, cuando estamos luchando, todas nuestras actividades deben ser del espíritu, y deben tocar el sentir que hay en nuestro espíritu. Esto también es un principio extremadamente básico.

D. Hacer oraciones de lucha

El cuarto principio de la lucha espiritual es hacer oraciones de lucha. Después de que el apóstol mencionó las diferentes clases de armas espirituales en Efesios 6, de inmediato dijo: “Orando en todo tiempo en el espíritu”. La lucha espiritual no puede descuidar la oración, ya que la lucha espiritual depende en gran parte de la oración. Lo que Satanás más teme es las rodillas dobladas de los santos ante el Señor o la oración de la iglesia delante de Dios. Aun en el Antiguo Testamento podemos ver varios ejemplos de oraciones de lucha. Por ejemplo, cuando Daniel oró, hubo acción en el trono. Pero cuando la contestación vino desde el trono, encontró resistencia en el aire. Daniel oraba continuamente. Sus oraciones fueron una especie de batalla. La persona que mantiene la posición de ascensión, reina en los cielos. Puede también emplear armas espirituales, y la oración que sale de él puede mucho; puede tocar el trono de Dios y afectar el poder de Satanás. Dios desea que Sus santos tengan esa clase de oración para que laboren juntamente con El y luchen por El.

E. Por medio de la sangre,
la palabra del testimonio
y no amando la vida del alma

En la lucha espiritual, además de abandonar las armas carnales, de mantener la posición de ascensión, de emplear las armas espirituales y de ofrecer oraciones de lucha, debemos aplicar la sangre, dar testimonio de la palabra y no amar la vida de nuestras almas (Ap. 12:11). Esto también es un principio muy importante en la lucha espiritual.
Participar en la lucha espiritual por medio de la sangre significa aplicar la sangre del Señor como nuestra cubierta y usar la sangre del Señor para contrarrestar las acusaciones y ataques de Satanás. Ya que estamos en la tierra hasta este día y en un cuerpo de carne, no podemos evitar tener algo de contaminación, corrupción, debilidad, fallas ni estar en condiciones indeseables. Cuando luchamos contra Satanás, lo primero que él hace es señalarnos nuestras debilidades y faltas en nuestra conciencia y luego nos acusa y ataca. La acusación de Satanás no sólo es interna sino que a veces él las dice abiertamente. En cierta ocasión, cuando alguien estaba sacando un demonio, el demonio señaló las debilidades escondidas y las reveló públicamente por medio de aquel que estaba poseído. Esta clase de incidente hasta se narra en el Antiguo Testamento. Zacarías 3:1-5 habla de Josué, quien estaba vestido de vestiduras viles, y Satanás vino a oponérsele y a atacarlo. Estas son cosas que el diablo ciertamente hará en la lucha espiritual. En tal ocasión necesitamos conocer el poder y la eficacia de la sangre. De esta manera podemos aplicar la sangre para responderle a Satanás todas sus acusaciones. Podemos decirle: “A pesar de que tenemos esas debilidades, la sangre del Señor ha sido derramada y Dios está satisfecho”. Por lo tanto, podemos ser fuertes y tener confianza delante del enemigo y pelear contra él.
Segundo, podemos testificar. Esto es, debemos declarar lo que el Señor Jesús ha hecho: la victoria de la cruz, el logro de la resurrección y la posición de ascensión. Esto no es asunto de predicación, sino de testificar y de declarar con palabras.
Satanás es por cierto un acusador muy sutil. Algunas veces cuando comenzamos a hablar acerca de vencer al mundo, inmediatamente él nos acusa interiormente, diciendo: “¿No estás tú todavía amando al mundo?” En el momento en que él interrumpe y nos hace tal pregunta, flaqueamos interiormente. Este es el momento en que debemos inmediatamente declarar la victoria del Señor. Debemos decir: “A pesar de que aún no he sido liberado del mundo, el Señor Jesús ya ha vencido el mundo”. Así podemos resistir estos ataques.
Tercero, no debemos amar nuestras vidas; no debemos amarnos ni preocuparnos por nosotros mismos. Amarnos a nosotros mismos y ocuparnos de nosotros mismos serán la causa de que perdamos la posición de lucha y no podremos luchar. Por esto, para entrar en la batalla, debemos aborrecer la vida de nuestra alma, hasta la muerte.
En conclusión, toda obra espiritual es una especie de lucha espiritual. No hay ninguna ocasión en que al levantarnos para trabajar, no nos encontremos con el ataque del enemigo. En el día en que Nehemías restauró la ciudad de Jerusalén, cada uno de los edificadores trabajaba en la obra con una mano, y en la otra mano tenía la espada, debido al disturbio provocado por el enemigo (Neh. 4:17). Igualmente, nosotros los que servimos hoy al Señor debemos trabajar con una mano y pelear con la otra. No debemos preocuparnos por nuestra ganancia o nuestra pérdida, sino que, mediante la sangre y estando en la posición de ascensión, debemos declarar la victoria del Señor. Así, ejercitando las varias armas espirituales para luchar en contra de Satanás, podremos echar fuera su poder y traer el reino de Dios. No debemos descuidar ninguno de estos principios mientras estemos participando en la lucha espiritual de una manera práctica.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Agradecemos cualquier comentario respetuoso y lo agradecemos aún más si no son anónimos. Los comentarios anónimos no serán respondidos.