Recibimos la vida de Dios por medio de un proceso de concepción divina. El hecho de que hemos nacido de Dios (Jn. 1:12-13) indica que la vida de Dios entra en nosotros por medio de la concepción. El nacimiento siempre involucra la concepción de la vida.Nuestra vida física describe la vida espiritual. En principio, el nacimiento espiritual es el mismo que el nacimiento físico. Ambas clases de nacimiento involucran la concepción de la vida. Por medio de la concepción y del nacimiento, hemos recibido la vida de Dios. |
Cristo como la Vid debe tuvo que ser herido para poder ser injertado.
ESTUDIO-VIDA DE EXODO
MENSAJE CINCUENTA
Y CUATRO
GUARDAR LA LEY AL AMAR A DIOS,
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3. Un proceso de
concepción divina
Puesto que las verdades bíblicas son tan profundas, no podemos
entenderlas, a menos que usemos ejemplos y parábolas. Es lo mismo en cuanto a
la manera en que la vida de Dios entra en nosotros. La vida de Dios no puede
entrar en nosotros como el agua que se derrama en un vaso. Recibimos la vida de Dios por medio de
un proceso de concepción divina. El
hecho de que hemos nacido de Dios (Jn. 1:12-13) indica que la vida de Dios entra en nosotros por medio de la concepción. El
nacimiento siempre involucra la concepción de la vida.
He sido condenado por
enseñar la mezcla de Dios con el hombre. Permítanme preguntarles: ¿cómo
podríamos ser concebidos de Dios y nacer de El sin estar mezclados con El? Juan 3:6 dice: “lo que es nacido de la carne, carne es; y
lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. Nuestra vida física describe la vida espiritual. En
principio, el nacimiento espiritual es el mismo que el nacimiento físico. Ambas
clases de nacimiento involucran la concepción de la vida. Por medio de la concepción y del nacimiento, hemos recibido la vida de Dios.
En el recobro del Señor, recalcamos los aspectos subjetivos de la
verdad en la Biblia. Muchos religiosos se ofenden por eso. Cuando se dice que
Cristo es grande, que El ha sido glorificado y entronizado en los cielos, se
preguntan cómo el Cristo exaltado podría ser nuestra comida. Algunos hasta se burlan de
nosotros, preguntando cuál es nuestra base para decir que Cristo es comestible.
En su ceguera, ellos
ignoran la verdad subjetiva de que Cristo, el pan de vida, es verdaderamente
comestible. El mismo dijo: “El que me
come, él también vivirá por causa de Mi” (Jn. 6:57). Comer a Cristo, es
decir, vivir por El ciertamente son asuntos muy subjetivos.
C. Dos ejemplos de la unidad
1. El injerto
Hemos visto que la vida de Dios es la que nos une a El.
Un ejemplo de esta unidad en vida lo es el
injerto de una rama de un árbol a otro árbol. El injerto involucra un proceso metabólico. Unos palos muertos
pueden ser clavados, pegados o atados, pero no pueden ser injertados. Sólo las cosas vivientes pueden ser
injertadas.
Dos sustancias que se van a
injertar deben ser similares en vida.
Sabemos que nuestra vida humana y
natural no es idéntica a la vida
divina.
Génesis 1 presenta un principio según el cual cada vida es conforme
a su género. Pero aunque la vida humana no es divina, fue creada conforme a
la vida divina, pues el hombre fue hecho a la imagen y a la semejanza de Dios.
Sólo la vida humana fue creada conforme a Dios. Por ser similares
en ciertos aspectos, la vida humana y la divina pueden ser injertadas. Cuando se produce este injerto, la
esencia de la vida divina fluye dentro de la vida humana y produce una unidad
maravillosa de Dios y el hombre. ¿Cómo podríamos ser uno con Dios y cómo El podría ser uno
con nosotros? Esta unidad viene con el injerto de la vida humana dentro de la
vida divina y viceversa. Juan 15 declara claramente que somos ramas en
Cristo, quien es la vida. Conforme
al ejemplo usado por Pablo en Romanos 11, somos
ramas injertadas dentro de Cristo. Ahora
que permanecemos en Cristo y que El permanece en nosotros, compartimos una sola vida. Esta unidad en vida nos hace
verdaderamente uno.
2. Marido y
esposa
Otro ejemplo de nuestra unidad con el Señor que se presenta en las
Escrituras es la unidad entre un hombre y su esposa. Un marido y su
esposa son uno
tanto en naturaleza como en vida. Finalmente, después de muchos años, un hombre y una
mujer que han disfrutado una verdadera vida matrimonial llegarán a ser uno aún en expresión. Durante la luna de miel, el marido y la esposa
son uno en amor. Con el tiempo, se
hacen uno en vida. Pero finalmente,
los que desarrollan una vida matrimonial adecuada llegan a ser uno en expresión. Este es un cuadro de
nuestra relación con el Señor. Primero somos uno con El en amor; luego somos uno con El en vida y naturaleza; y finalmente seremos uno con El en expresión. Cuando somos uno con El en
amor, experimentamos Su vida y disfrutamos de Su naturaleza. Cuando llevamos Su
vida y caminamos conforme a Su naturaleza, llegamos a ser Su expresión.
En el mensaje anterior mencionamos que la ley describe lo que Dios es. Esto significa que
la ley es la expresión de Dios. Si
llegamos a ser uno con Dios en amor, vida, naturaleza y expresión, obedeceremos
Su ley automáticamente. No necesitamos proponernos obedecerla, pues viviremos espontáneamente conforme a la ley de
Dios.
D. La ley es exaltada y no cambiada
Es importante ver que en el Nuevo Testamento, los Diez Mandamientos se
repiten, desarrollan y exaltan. De hecho, la enseñanza del Nuevo Testamento va más allá de los Diez Mandamientos. Todo aquel que rechaza la ley de Dios, rechaza
también todo el Nuevo Testamento, lo cual reitera de una manera extensa la ley
promulgada en el Antiguo Testamento. En Mateo 5, el Señor Jesús completó la ley
y la exaltó. Más de una vez, El dijo: “Oísteis
que fue dicho a los antiguos ... pero Yo os digo...” (Mt. 5:21-22, 27-28,
31-32, 33-34, 43-44). El
Señor Jesús vino sin ninguna intención de abolir la ley. El mismo dijo: “No penséis que he venido para abolir la ley
o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir” (Mt. 5:17).
En cuanto a la ley, la enseñanza del Nuevo Testamento es esencialmente la misma
que la de los Diez Mandamientos.
Cuando algunos lean eso, se
preguntarán acerca del cuarto
mandamiento: guardar el día de
reposo. Aún en cuanto al día de
reposo, el Nuevo Testamento no cambia en principio. En el Antiguo
Testamento, el séptimo día era una conmemoración, una marca de la creación de
Dios. No obstante, nosotros los santos en la iglesia, hemos sido regenerados en
la resurrección de Cristo (1 P. 1:3), y por esta razón, no somos solamente de
la creación de Dios, sino también de
Su nueva creación. A diferencia de Adán, no somos los que
viven en la creación de Dios, sino los que viven en la resurrección de Cristo.
Por consiguiente, nuestro día de conmemoración ya no es el séptimo día; sino el
octavo día, el primer día de la semana, el día de resurrección. Hechos 20:7 nos dice que los discípulos se reunían en ese día, y no
en el séptimo día, para celebrar la mesa del Señor. Según 1 Corintios 16:2,
también en este día se apartaban cosas materiales para el uso de Dios. Además,
en Apocalipsis 1:10, Juan afirma que él estaba en el espíritu en el día del
Señor, el cual era el primer día de la semana. Puesto
que existe un día de conmemoración
tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, está correcto decir que en
cuanto al cuarto mandamiento, no hay ningún cambio en principio. Puesto que los santos del
Antiguo Testamento vivían en la creación de Dios, su día de conmemoración era
el séptimo día. No
obstante, ya que, los santos del
Nuevo Testamento, estamos en resurrección, nuestro día de conmemoración es el octavo día. Este día fue cambiado
del séptimo día al octavo. No obstante,
Dios no ha anulado el principio de apartar un día para el Señor. Vemos
nuevamente que en principio, toda la Biblia, el Antiguo Testamento como el
Nuevo, es consistente en cuanto a la ley. (Ver: http://txemarmesto.blogspot.com.es/2012/07/sabado-o-domingo.html)
E. La meta de Dios
La meta de Dios consiste en hacernos uno con El. La manera en que podemos llegar a ser uno con El es con amor, vida,
naturaleza y expresión. Nuestro amor por Dios debe ser como el amor de una mujer por su
marido, el amor descrito en Cantar de Cantares. Para amar al Señor de esta
manera, recibimos Su suministro de vida. Hemos dado muchos mensajes sobre la
vida y la edificación, basándonos en Cantar de Cantares (ver Life
and Building as Portrayed in the Song of Songs [La vida y edificación presentadas en
Cantar de Cantares]). Mediante
nuestro amor afectuoso por el Señor Jesús, recibimos el suministro de la vida.
Mientras esta vida crece, se produce la edificación. En realidad, el crecimiento de vida es la edificación. Amar
al Señor como a nuestro marido y experimentar Su vida y naturaleza, hará de
nosotros Su expresión. El Cantar de Cantares describe esta secuencia. Finalmente, en un sentido auténtico, la que ama en Cantar de Cantares
llega a ser igual a su amado. Los dos, el hombre y la mujer, llegan a ser uno
absolutamente, aún en expresión, viviendo como si fuesen una sola persona.
En la unidad entre el hombre y la mujer, vemos la manera adecuada de
obedecer la ley. No obedecemos la ley por el ejercicio de nuestra mente ni de
nuestra voluntad. Lo hacemos amando al Señor como nuestro marido. Todos necesitamos este amor
dulce, íntimo y afectuoso entre nosotros y el Señor. Debemos amarlo a El como
una mujer ama a Su marido. Todos nosotros, jóvenes y ancianos, necesitamos esta
clase de amor. Cuanto más
amemos al Señor de esta manera, más compartiremos de Su vida y más lo viviremos
a El espontáneamente según Su naturaleza. Entonces nuestro vivir se convertirá
automáticamente en guardar Su ley. Lo que expresemos será conforme a la ley
como Su descripción, definición y expresión.
Como veremos en un mensaje más adelante, si intentamos obedecer la ley
de Dios sin tener este amor afectuoso por El, estaremos en tinieblas, seremos
condenados, quedaremos expuestos y hasta esta ley acabará con nosotros. Este es el aspecto oscuro de
la ley, el aspecto de las “tinieblas”. En este mensaje, nuestro enfoque ha sido
considerar el aspecto resplandeciente, el aspecto de la “luz”. Al considerar este aspecto, vemos que sólo podemos obedecer la ley de
Dios cuando lo amamos y somos uno con El.
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