Las personas legalistas tienden a hacer juicios muy críticos contra los demás. Quizá conozcas a Bob, o a Jane, o a Suzy o a Tom. Con cualquier otro nombre, todos son iguales. Son los que han olvidado lo que eran antes de convertirse. Han olvidado que ellos, una vez también estuvieron perdidos, fueron rebeldes, tercos, egoístas y personas de carne y de pecado, llenos de voluntad propia. Algunos nunca supieron que estuvieron perdidos, rebeldes, tercos, egoístas y llenos de voluntad propia. Ellos, que una vez necesitaron compasión y misericordia, no tienen compasión y misericordia hacia los demás. “Fueron salvos” y por alguna extraña razón endurecieron sus corazones hacia los que no son salvos todavía. En casos severos, no tendrán nada que ver con “el pecador”, o con cualquier sistema de creencias que sea diferente del suyo propio. Las personas juiciosas hacen evaluaciones críticas de los demás y quieren imponer la idea de la justicia sobre los demás.
Lo qué juzgamos, es diferente de cómo juzgamos. Si juzgamos con malicia y contienda en nuestros corazones, nos volvemos críticos y por tanto, caemos en pecado. La crítica mordaz juzga a los demás por la intolerancia propia de la carne del que critica. Ministra condenación a los que son juzgados. Olvidamos que seremos juzgados por el Señor en un día.
Capítulo 15 - Legalismo
Los que gobiernan las
iglesias son típicamente legalistas.
Técnicamente, el legalismo
es la conformidad excesiva, estricta, literal, a la ley, a un sistema religioso.
Bob Hughey dice, “El legalismo es el sistema por medio del cual hacemos cosas
para tratar de llegar a Dios.” “Es poner
la confianza en la carne, en un intento de encontrar aceptación por parte de
Dios.”
Pablo escribió a los
creyentes de Filipo en referencia a esto y les dijo que se guardaran de los de
la circuncisión (también llamados judaizantes), que enseñaban que “a menos que
os circundéis conforme a la ley de Moisés, no podéis ser salvos.” Hechos 15:1.
Hicieron de la circuncisión una pre-condición para ser cristiano. Pablo clarificó
el tema con los Gálatas diciéndoles, “Nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios, y nos
gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.” Fil.
3:2-3. El grupo de la circuncisión ponía su confianza en la carne para
encontrar aceptación de parte de Dios.
Podemos estar agradecidos
por esta controversia que Pablo tuvo con los Judaizantes porque eso le inspiró
a marcar una línea muy clara entre la gracia y el legalismo. Sin embargo,
desafortunadamente, los que confían en la carne son todavía muchos entre
nosotros. Casi siempre gobiernan las iglesias.
Por tanto, esta línea divisoria entre la gracia y el legalismo tiene que seguir
siendo trazada.
De todos los engaños
perpetuados en el sistema de la iglesia,
el legalismo es el más alarmante porque parece tan correcto, y sin embargo es
tan erróneo. Las obras de la ley, o en términos más actuales, las leyes de la iglesia y de la obra de iglesia—se presentan como “el camino” a
la salvación por encima de la obra de la gracia de Dios por medio de
Jesucristo. Estas obras se convierten en sustitutos de Jesús.
EL LEGALISMO REQUIERE ALGO MÁS
La gente legalista requiere
más de nosotros que Dios mismo. Vivimos cerca de unos Menonitas. Aunque sus
casas están dispersadas en la comunidad, son una comunidad en sí mismos. Llevan
ropas diferentes, viven ciertos códigos y adoran juntos en un edificio al que
han dado nombre conforme a ellos mismos. Yo respeto mucho a esta gente. La
simplicidad y la modestia de su estilo de vida es algo a desear. Sin embargo,
tengo que preguntar, ¿Tengo que ser un
Menonita para ser cristiano? Si no, ¿Entonces para qué podría yo querer
convertirme en un Menonita? ¿No es suficiente ser un creyente en Cristo Jesús
bautizado? Pedro dijo a los presentes el día de Pentecostés, “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros
en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el
don del Espíritu Santo.” Hechos 2:38. Ningún otro requisito se les demandó para
tener lo que los doce tenían. Si yo no puedo ser cristiano sin ser Menonita,
¿Entonces que tengo que hacer para ser un Menonita? ¿Tengo que llevar la
indumentaria, cumplir el código y asistir a cada reunión? ¿Hasta que punto
puedo ser considerado un Menonita hecho y derecho? A partir de la observación,
parecería que tendría que hacer más para ser un Menonita, que para ser un
católico-romano, episcopal, luterano, metodista, presbiteriano, bautista,
pentecostal, carismático, miembro de la Iglesia de Cristo, o alguna otra iglesia independiente. Sin embargo, en cada uno de
estos grupos, tengo que “hacer” algo aparte de creer en Jesús para ser uno de ellos—como mínimo, tendría que unirme a su iglesia.
Se esperaría que yo me uniera a algo a lo que Jesús jamás me demandó que me
uniera, algo que ni siquiera existía en los días del Nuevo Testamento—iglesia. Así pues, ¿Qué es esto a lo que
quieren que me una? ¿No es éste el grupo
de la circuncisión, disfrazado?
EL LEGALISMO ES EL HACER LAS COSAS EXTERNAMENTE
La gente
legalista son los que se concentran en hacer cosas externamente para obtener el
favor de Dios. Cualquier intento por ganar
nuestra salvación se denomina obras-justicia. Sin embargo, Pablo
escribió a los creyentes romanos afirmando que ninguna carne puede ser
justificada por hechos (obras) de la ley. En lugar de ellos, somos justificados
libremente por la gracia de Jesucristo a través de la redención que hay en Él.
Por tanto, Pablo llegó a la conclusión de que el hombre es justificado por la
fe sin las obras de la ley. Rom. 3:20,24,28.
El legalismo se basa en la
actuación. Implica que somos recompensados por lo que hacemos y que somos
castigados por lo que no hacemos. Se basa en las obras. Esta es precisamente la
razón por la que las iglesias están
muertas. Pablo escribió. “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis, de la gracia habéis
caído.” Gál 5:4. Cuando regresamos a la ley, tanto si es la ley del Antiguo
Testamento, o la ley de la iglesia
moderna, caemos de la gracia.
La ley es hacer. La gracia
es ser. La ley tiene que ver con lo que “deberíamos” hacer, pero no podemos. La
gracia tiene que ver con lo que Dios ya ha hecho por nosotros. (Llamamos a la
gente a ser como María, sentarse a los pies de Jesús, pero amamos tener a
nuestro alrededor a las Martas. La mayor parte de las actividades en las
iglesias depende de las Martas). Lucas 10:38-42).
Si yo trato de
legislar lo que debes hacer para actuar como un buen cristiano, entonces estoy
bajo la ley y poniéndote bajo la ley. Por otro lado, si te presento a Jesús,
que es la ley perfecta de Dios, y Él legisla su ley desde dentro, cambiando tu
naturaleza, entonces te estoy llevando a la gracia de Dios La gracia es el
poder de Dios obrando en ti para cumplir Su palabra en ti. La fe persigue
activamente a la gracia de Dios. La fe nunca seguirá a la ley.
El escritor de Hebreos
describió por qué los israelitas no entraron el reposo que Dios había
prometido. Si Dios lo prometió, entonces tiene que haber un pueblo que sí
entre. Su reposo prometido es un reposo de obras muertas. “Porque el que ha
entrado en Su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.” Heb. 4:10.
EL LEGALISMO INTENTA PERFECCIONAR POR LA CARNE
La gente legalista es la que
intenta perfeccionarse a sí misma y a los demás por medio de la carne. Pablo
escribió, “¡Oh, gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la
verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo ya fue presentado claramente
entre vosotros como crucificado? Esto solo quiero saber de vosotros.
¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan
necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la
carne?” Gál. 3:1-3.
Pensamos que sabemos lo que
Dios espera de nosotros mental, física, espiritual y moralmente, y tratamos de
legislarlo en nuestra vida y en la de los demás. Inventamos códigos de vestido
y comportamiento que pensamos que ejemplifica la santidad. Sin embargo, a menos
que haya tenido lugar un cambio de naturaleza dentro de nosotros, los cambios
por fuera son en vano. Somos falsos. Lo interno de nosotros siempre tiene una
forma de brillar a través de ese exterior dorado, delgado y transparente que
mostramos a los demás.
Dios es el único que puede
cambiarnos por dentro. Ezeq. 36:25-27. Él hizo una promesa a Israel a través del
profeta Jeremías: “Este es el pacto que haré con la casa de Israel después de
aquellos días,” declara el Señor.”Daré mi ley en su mente y las escribiré en su
corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.” Jeremías 31:33. Esto fue cumplido por
Cristo, que fue y es la “palabra hecha carne” (Juan 1:14). La Palabra de Dios
es injertada en todos los que creemos en el nombre del Señor Jesucristo.
“Recibid con mansedumbre la
palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.” Santiago 1:21.
La ley de Dios ha sido
depositada dentro de nuestros espíritus humanos y hemos sido transformados por
medio de ella. Por tanto, ya no necesitamos vivir conforme a la operación
externa de la ley, sino por la operación
interna de la ley de Dios. ¡Eso es la gracia!
EL LEGALISMO DIVIDE
Las personas legalistas
tienden a ser divisivas. Puede que no pretendan serlo, pero sus caminos
legalistas causan división. Cuanto más legalistas son, más tienden a separarse
por causa de cosas pequeñas, no esenciales.
Me contaron la historia de
dos grupos cristianos sectarios, que vivían en comunidades muy distantes una de
la otra, y que desarrollaron un plan para que sus jóvenes se casaran fuera de
su comunidad local. Los líderes de estos dos grupos no pudieron llegar a un
acuerdo con tal plan por causa de un asunto religioso. Un grupo creía que los
hombres tenían que llevar cinco broches en sus abrigos, y el otro creía que
tenían que llevar solo cuatro.
Había dos
iglesias de Cristo en un pequeño pueblo de Tennessee, donde, conforme a su
propia doctrina, una sola debía existir. Un grupo creía que estaba bien tener
una cocina en el edificio de la iglesia, mientras que el otro creía que no. Esa
fue la causa de su división.
Con mucha frecuencia, normas
tontas e insignificantes causan divisiones y profundas heridas que a veces
llevan al rechazo de individuos por sus propias familias. Iglesias de todo tipo se han dividido por asuntos no esenciales.
Las iglesias, por su propia
naturaleza, están programadas para la separación.
Pablo explicó a los
corintios: “Siendo solo uno el pan,
nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel
mismo pan.” 1ª Cor. 10:17. Después
escribió, “Porque así como el cuerpo es
uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo
muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu
fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o
libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Pero ahora son muchos
los miembros. Pero el cuerpo es uno solo. Para que no haya desavenencias en el
cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros.” 1ª Cor. 12:12-13,20,25.
Pablo llamó a los Efesios a
soportarse con paciencia unos a otros con toda humildad, mansedumbre,
paciencia, amor, esforzándose por mantener la unidad del Espíritu en el vínculo
de la paz, por una verdad ineludible: “Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma
esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre
de todos, el cual es sobre todos y por todos y en todos.” Efesios 4:2-6.
Hay un solo cuerpo. Este
único cuerpo de Cristo no es ni puede ser muchos cuerpos. Por tanto, si donde
estás, está dividido, no es lo verdadero.
EL LEGALISMO LLEVA AL AISLAMIENTO
Los líderes legalistas en
situaciones extremas tienden a aislarse a sí mismos y a los que les siguen. El
temor controla su comportamiento. Estos líderes temen que los que se encuentran
bajo su influencia, puedan abandonarles. Cuánto más protectores sientan que
tienen que ser, más restrictivos se vuelven. Limitan las preguntas que sus
seguidores puedan hacer, las personas que puedan llegar a conocer, la
literatura que les permiten leer, y las cosas que tengan permiso de escuchar.
Tienen que proteger a los que se hallan bajo su pulgar de las influencias que
les harían dudar, o peor aún, dejar el rebaño. A quienes no cumplan esto, se
les hace sentir blasfemos.
Hemos de ser santos,
santificados. Las palabras santidad y santificación proceden de la misma
palabra griega que significa separación. Hebreos 12:14 dice: “Seguid la paz con
todos, y la santidad, sin la cual,
nadie verá al Señor.” Tenemos que separarnos a nosotros mismos del pecado y del
mundo para Dios, pero esta clase de separación no es aislamiento. Somos un
cuerpo, Su cuerpo, enviado para cumplir Su obra en el mundo. No podemos cumplir
Su obra como Su cuerpo si nos aislamos los unos de los otros. A pesar del
moderno ecumenismo (las iglesias intentando
la cooperación pero manteniendo sus diferencias), las iglesias por su propia naturaleza, se dividen unas de las otras.
EL LEGALISMO ES UN RITUAL MECÁNICO, VACÍO
Las personas legalistas
hacen obras desde un sentido del deber sin gozo, pensando que Dios va a
agradarse con su actuación o que Él pueda concederles favor “merecido”. Es un
ritual vacío.
Así sucede con el lavamiento
de los pies. Algunas tradiciones creen que lavarse los pies es una ordenanza
como lo es el bautismo en agua y la cena del Señor. Pueden apartar arbitrariamente
unas ciertas ocasiones durante el mes, cada tres meses o una vez al año, para
lavarse los pies unos a otros. Cuando el Espíritu Santo lleva a alguien a lavar
los pies de otro, puede resultar ser algo poderoso y lleno de significado, y
normalmente transmite un mensaje de significado espiritual; pero imponer el
lavamiento de los pies como un requisito para la salvación, para poder
justificarse, o para poder ser espiritual, es volver a obras muertas
legalistas. Lo mismo podemos decir de cualquier acto de adoración o servicio.
Cuando las cosas se hacen mecánicamente, generalmente son obras de la carne sin
sentido.
Los escribas y los fariseos
eran muy dados a la observancia mecánica ritual de leyes, tiempos, días—la
mayoría de las cuales eran hábitos de sus propias tradiciones. En unas de sus
muchas críticas mordaces a ellos, Jesús citó a Isaías diciendo: “Este pueblo de
labios me honra, más su corazón está lejos de Mí. Pues en vano me honran,
enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.” Mateo 15:8-9.
EL LEGALISMO ES JUCIOSO
Las personas legalistas
tienden a hacer juicios muy críticos contra los demás. Quizá conozcas a Bob, o
a Jane, o a Suzy o a Tom. Con cualquier otro nombre, todos son iguales. Son los
que han olvidado lo que eran antes de convertirse. Han olvidado que ellos, una
vez también estuvieron perdidos, fueron rebeldes, tercos, egoístas y personas
de carne y de pecado, llenos de voluntad
propia. Algunos nunca supieron que estuvieron perdidos, rebeldes, tercos,
egoístas y llenos de voluntad propia. Ellos, que una vez necesitaron compasión
y misericordia, no tienen compasión y misericordia hacia los demás. “Fueron
salvos” y por alguna extraña razón endurecieron sus corazones hacia los que no
son salvos todavía. En casos severos, no tendrán nada que ver con “el pecador”,
o con cualquier sistema de creencias que sea diferente del suyo propio. Las
personas juiciosas hacen evaluaciones críticas de los demás y quieren imponer
la idea de la justicia sobre los demás.
Lo qué juzgamos, es diferente de cómo
juzgamos. Si juzgamos con malicia y contienda en nuestros corazones, nos
volvemos críticos y por tanto, caemos en pecado. La crítica mordaz juzga a los
demás por la intolerancia propia de la carne del que critica. Ministra
condenación a los que son juzgados. Olvidamos que seremos juzgados por el Señor
en un día. “Pero tú, ¿Por qué juzgas a
tu hermano? O tú también ¿Por qué menosprecias a tu hermano? Porque
todos compadeceremos ante el tribunal de Cristo.” Rom. 14:10. Una cosa es
llamar a un hermano al arrepentimiento desde el amor y la compasión por su
alma, y otra muy distinta es destinarle al infierno con contienda en nuestros
corazones. Por tanto, tenemos que cuidar como
juzgamos.
Este libro completo es un
juicio contra esa Cosa que llamamos iglesia.
Tenemos que discernir lo que Dios está diciendo. Entonces nosotros hablamos
esas revelaciones, visiones, sueños y entendimientos dados por Dios a nosotros
para que, si fuera necesario, nos llamemos
unos a otros al arrepentimiento.
Llamamos pecado al pecado. Juzgamos lo que Dios juzga, pero cuando
traemos nuestros propios planes, opiniones o sentimientos en una situación
concreta, convertimos el juicio justo, en una crítica legalista y mordaz.
En cuánto al sistema de la
iglesia ramera de las tradiciones de los hombres, que llamamos iglesia, ya ha sido juzgada por Dios.
Apocalipsis 17:1 dice: “Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las
siete copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia
contra la gran ramera, la que está sentada
sobre muchas aguas.” Y Apocalipsis 18:10: “Parándose lejos por el temor
de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad
fuerte; porque en una hora vino tu juicio!” Me siento empujado por el Espíritu
Santo de Dios a “enseñar a la casa de Israel esta casa”, no a juzgar a otros,
sino a llamar al arrepentimiento a aquellos cuyos corazones se han entregado a
sus idolatrías en lugar de al Señor.
EL LEGALISMO ES ESCLAVITUD
Los legalistas atan a los
demás a sus obras. Pablo exhortó a los Gálatas: “Estad pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo
libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.” Gál. 5:1
El legalismo nos ata a la
misma ley. La gracia nos da el poder de Dios para obedecer al Dador de la ley.
James Ryle ha definido esencialmente la gracia como la presencia poderosa de
Dios que nos permite ser quienes Él nos ha llamado a ser y hacer lo que Él nos
ha llamado a hacer en Cristo. La esencia de la gracia requiere que nuestra
relación con Dios y nuestras obras de obediencia se basen en lo que Dios ha
hecho y no en lo que nosotros alguna vez podamos hacer.
Aunque la novia de Cristo ha
sido liberada por la gracia de Dios, en su mayor parte sigue en las iglesias y prisionera de las leyes de iglesia. Cuando estamos en la carne, en
incredulidad, bajo la ley, o haciendo obras que Dios no ha ordenado, seremos
cautivos de estas cosas---carne,
incredulidad, ley y obras. Cuando estamos en el Espíritu, en fe, en gracia y en
reposo, seremos libres de estas cosas—carne, incredulidad, ley y obras.
La cautividad del legalismo
tiene lugar cuando nuestras leyes, normas y reglas, colocan a Dios en una caja,
y después intentamos ajustar a todos los demás en esas mismas cajas. Si no se
ajustan a la caja, se consideran intrusos e incluso infieles.
EL LEGALISMO NOS CONDENA
Las personas legalistas
ponen al resto bajo condenación. Cuando somos sujetos a leyes hechas por el
hombre que no podemos cumplir, nos sentimos culpables, avergonzados y
condenados. La ley nos condena. Pablo escribió: ”Porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.” Rom.
3:20.
La gracia, por otro lado,
nos absuelve. La ley de Dios nos dice lo que se demanda de nosotros, pero no
tiene poder para hacernos obedientes. La gracia es el poder de Dios. La ley
nos condena, la gracia nos llena de poder. Romanos 8:1 dice: “Ninguna
condenación hay para los que están en Cristo
Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”
El Señor trató con Larry
sobre el asunto de ir al médico. Larry tuvo que llegar a un punto de confianza
en el Señor de que todas las cosas están bajo su control. No era ya por mas
tiempo una cuestión de sanidad para Larry; era una cuestión de que la voluntad
de Dios se cumpliera. Larry tenía fe. No era su fe, sino la fe de Dios en él de
que soportaría cualquier mal y enfermedad que viniera sobre él sin someterse a
tratamiento médico. Larry se cuidó de no hacer de esta norma, una norma para
todo el mundo. Si él hubiera dicho: “El Señor me ha mostrado que está mal ir al
médico y por tanto, es incorrecto que cualquiera vaya al médico”, se habría
desplazado de la gracia al legalismo. Si hacemos de ir o de no ir al médico una
norma para todo el mundo, somos legalistas. Esas leyes pronto se convierten en
requisitos imposibles para la salvación.
EL LEGALISMO SE BASA EN EL TEMOR
Los legalistas motivan con
el temor. Las consecuencias son terribles si no permanecemos en esas leyes.
“Yo nací, fui bautizada, y recibí instrucciones en la
Iglesia Católica”, dijo Lillie. “Todos nosotros fuimos enseñados a seguir las
directrices de los curas. Recibíamos los sacramentos con frecuencia, la Santa
Comunión y la Confesión. En ese momento, la Iglesia Católica no animaba a sus
miembros a leer la Biblia. Eso quedaba reservado para los curas. No fue hasta
casarme y tener cinco hijos, que sentí un hambre de conocer a Dios de forma más
personal. No podía hablarte nada del Antiguo o del Nuevo Testamento. Mi marido
y yo comenzamos a asistir a una iglesia no denominacional donde enseñaban sobre
la Biblia. Sinceramente experimenté la presencia del Espíritu Santo allí. Sin
embargo, no podía romper con el yugo que la Iglesia Católica tenía sobre mí.
Íbamos a misa temprano el domingo por la mañana, y después íbamos a esta otra
iglesia. Hicimos esto durante tres años. El temor de no recibir la Eucaristía y
de perder sus gracias, posiblemente incluso de perder nuestra salvación, nos
mantenía atados a la iglesia Católica. Lentamente, fuimos librados de temor al
recibir más entendimiento de las Escrituras.”
Pablo escribió, ”Pues no
habéis recibido el espíritu de
esclavitud para estar otra vez en temor; sino que habéis recibido el Espíritu
de adopción por el cual clamamos ¡Abba, Padre!”. Rom. 8:15. "Porque no
nos ha dado Dios espíritu de cobardía,
sino de poder, de amor y de dominio propio.” 2ª Tim. 1:7. Hemos de temer a
Dios; no a los hombres; ni a las leyes
religiosas prefabricadas, normas ni reglas impuestas por hombres.
EL LEGALISMO NOS MATA
Las personas legalistas
privan a otras de la vida de Dios con sus obras. Pablo escribió a los corintios
explicándoles, Dios “nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no
de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu
vivifica.” 2ª Cor. 3:6.
Los gálatas seguían observando
los días religiosos, los meses, las estaciones y los años sobre los que Pablo
se angustiaba, “Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.”
Gál. 4:8-11.
La mayoría de los cristianos
están atados por lo que su sistema de iglesia
afirma ser práctica cristiana apropiada. En algunas tradiciones, los individuos
tienen poco que decir sobre la forma de vestirse, dónde ir, qué hacer, qué
creer y cómo han de comportarse. Estas cosas les son dictadas a ellos y las
hacen de memoria. Rara vez saben por qué les requieren estas cosas. Los
sistemas de iglesia no tienen vida
qué dar. Además, apagan el espíritu con sus reuniones carnales, formalidades,
tradiciones, rituales, dogmas, programas y reglas.
Tendemos a hacer leyes
religiosas y sistemas de las verdades de Dios y las seguimos en lugar de seguir
a Dios. EL Reino de Dios tiene que ver con la realidad viviente de Jesucristo y
el poder de su Espíritu Santo que obra en nosotros, para cumplir las
intenciones finales de Dios. Jesús nunca podría haber sido oprimido dentro de
los sistemas y de las fórmulas que elaboramos desde nuestras mentes carnales.
¡Cuidado con ellos! Son asesinos.
Es muy probable que los que
se reúnen solo en el nombre de Jesús dirigidos por el Espíritu Santo, expresen
espontáneamente la vida de Jesús en medio de ellos. Cuando el Espíritu de Jesús
está presente, también lo estará el fruto del Espíritu Santo. La novia de
Cristo se caracteriza por la libertad, amor, alabanza, la palabra, el fruto, el
ministerio, los dones del Espíritu Santo, la comunión, la edificación y el
servicio.
EL LEGALISMO ES UNA MALDICIÓN
Las personas legalistas
sujetan al resto a la maldición de la ley. Pablo dijo, “Porque todos los que
dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está,
Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro
de la ley, para hacerlas.” Gál. 3:10. La ley fue dada para mostrarnos la
perfecta voluntad de Dios. Se requiere de nosotros que guardemos toda la ley de
Dios si vamos a ser justos delante de Dios. Puesto que es imposible para
nosotros guardar toda la ley, se vuelve una maldición para nosotros. En lugar
de darnos vida, nos mata. Rom. 7:7. Pablo afirma que cuánto más intentamos
obedecer la ley externamente, más tendemos a hacer eso que precisamente no
deseamos hacer. Rom. 7:21.
A lo sumo, las leyes que son
puestas sobre nosotros por los religiosos en los sistemas de iglesia, pueden ser obedecidas
externamente. Ningún cambio de naturaleza tiene lugar. Por tanto, cualquier
requisito de adherirnos a un sistema de creencias, unirnos a él y asistir a la iglesia, vestir de una cierta forma,
obrar ciertos rituales, o cumplir ciertas leyes, normas y reglas, nos coloca
bajo una maldición. Nos hallaremos a nosotros mismos tratando de hacernos
justos por medio de leyes que no podemos
obedecer en nuestros corazones.
Los que imponen la ley sobre
los demás no solo los ponen bajo maldición, sino que son malditos ellos mismos.
Pablo advirtió a los Gálatas que si “aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del
que os hemos anunciado, sea anatema.” Gál. 1:8. Iba en serio y por eso lo
repitió otra vez: “Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: si alguno
os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.” Gál. 1:9.
Gracias a Dios que “Cristo nos redimió de la
maldición de la ley, hecho por nosotros maldición, porque está escrito: Maldito
todo el que es colgado de un madero.” Gál 3:13. La gracia bendice.
EL LEGALISMO NOS HECHIZA
Las personas legalistas hechizan a otros por medio de la
persuasión y de la intimidación. Pablo exhortó, “Oh, Gálatas insensatos, ¿Quién
os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo
fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?” Gál. 3:1. Era
como si un encantamiento hubiera sido arrojado sobre los Gálatas por el grupo
de la circuncisión, al caer presos de su falsa enseñanza. Los espíritus de
seducción a menudo acompañan a las falsas enseñanzas, extraviándoles de la obediencia
a la verdad.
Nuestras enseñanzas
(doctrinas) a menudo se convierten en el evangelio que predicamos. Un conocido
mío me dijo de sí mismo, “Yo predico la fe”. Después declaró, “Funciona”. Sin
embargo, el apóstol Pablo proclamó que él predicaba a Cristo, y a Cristo
crucificado. Jesús es lo que funciona
y Jesús no es una cosa. Que
sorprendente que la fe, la solución adecuada a la ley, pudiera ser tan
mañosamente convertida de nuevo en ley. Cuantos cristianos bien intencionados y
que buscan a Dios han sido hipnotizados por esta falsa enseñanza.
Algunas denominaciones han
hecho del bautismo en agua y de la membresía de su iglesia en el camino de la salvación. Consecuentemente, muchos
están siendo inconscientemente bautizados en el nombre de esa iglesia en lugar de en el nombre de
Jesús. Qué afrenta para Jesús, que dijo claramente, “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por Mí.”
Juan 14:6.
Cualquier práctica, enseñanza, doctrina, ritual,
programa, norma, regulación, sistema, organización, asociación, o gobierno de
iglesia que ate y oprima a las personas en lugar de liberarlas en Cristo, no es
de Dios. Es legalismo. El Legalismo es carnal. La carne es manipuladora. La
manipulación es la práctica de la brujería—manipular para que los demás hagan
cosas en contra de su voluntad. Podemos estar seguros que donde se practique la
brujería, los demonios de la brujería estarán colonizando.
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