...EL Ministro Babilónico se ve a sí mismo no solo como alguien que ha sido apartado, sino como alguien que ha sido puesto por encima del “laicado”. El es el “profesional”. Se pone títulos en su ambición personal de edificar para sí mismo una ciudad, una torre, y un nombre. La reputación es algo muy importante para él. Aunque a sí mismo se llama el siervo de ellos, con más frecuencia que no, llama al rebaño para que le sirva, para sus planes y para sus programas. Sin embargo, él está eternamente atareado haciendo el trabajo de la iglesia en lugar del de la gente—obra de iglesia, no obra del reino de Dios ...
Capítulo 8 – El Ministerio
Mientras
conducía a casa un gélido día de invierno, después de compartir con algunos
creyentes en Georgia, yo seguía escuchando las palabras que retumbaban a mi
alrededor: “Deja el
Ministerio”. La palabra era de lo más preocupante porque yo pensaba que
ya lo había dejado. Y sin embargo, ahí estaba, acosándome sin parar: “Deja el
Ministerio”. Después descubrí el énfasis en el artículo: “Deja EL Ministerio”. Sabía que
se trataba de una palabra purificadora de Dios obrando en mí. EL Ministerio, con el énfasis en el artículo “EL” y “M” mayúscula,
era una fortaleza dentro de mí que me habían pasado a través de generaciones de
tradición religiosa. Esta fortaleza es lo que
llamamos "Estar en EL Ministerio".
“¿Qué
significa dejar EL Ministerio?”, Pregunté a mi esposa Nancy. Como siempre, con
una percepción muy aguda, sabiendo que tenía que ver conmigo en particular,
contestó pensativamente,”Significa no sentirte
responsable de la gente de los grupitos a los que ministramos, haciendo un temario o un libro de todo lo que te
viene, sistematizando todo hasta
convertirlo en una enseñanza formal, con la idea que tienes de enseñarlo,
comenzar una escuela ministerial,
enviar circulares de información, ni
pastorear a nadie. Significa simplemente ser”.
“Eso
lo entiendo”, le dije, “pero no sé como parar. ¿Cómo paro lo
que ha sido programado dentro de mí desde mi infancia?”
Desde ese comienzo, el Espíritu Santo
abrió mis ojos para ver algunas cosas sobre EL Ministerio y comencé a ser libre de las falsas expectativas
que van junto con el hecho de estar en EL Ministerio.
EXTENSIÓN IDOLÁTRICA DEL YO
Por
fuera, EL
Ministerio parece ser una vida noble entregada al sacrificio del Yo; pero
cuando lo interno es expuesto a la
luz, se descubre una vida de
egocentrismo y auto-exaltación. Como sucede con
la Cosa que llamamos iglesia, así
sucede con EL Ministerio. Puede ser igualmente una extensión idolátrica del Yo, algo que existe
fuera de y en adición al que está en el ministerio. Es un manto que nos ponemos nosotros mismos, pero
que Dios no ha tejido para nosotros.
Hacemos
algo de estar en el ministerio cuando suponemos: “Estoy en ministerio, por tanto, yo tengo
un ministerio.” Muchos santos bien intencionados han comenzado Ministerios
sobre el fundamento de un testimonio poco usual, o unos dones poco usuales. Es
bueno compartir nuestros testimonios. Probablemente ésa sea la razón por la que
los tenemos, pero no
tenemos que entrar en EL Ministerio sólo porque tengamos un testimonio. No tenemos que entrar en EL
Ministerio sólo porque tengamos dones
para evangelizar, profetizar, sanar, enseñar, cantar o predicar. No tenemos que
entrar en EL Ministerio sólo porque sintamos
el llamado de Dios al servicio. Dios nos ha llamado a todos a
ministrar. Todos tenemos que hacer el ministerio de los santos.
Pablo,
el apóstol, ilustró como todos somos miembros del cuerpo de Cristo y como cada
uno tiene una función diferente. Estas funciones son dones y servicios de unos
a otros, en el cuerpo. Pablo dijo que si tenemos el don de profecía, entonces
hemos de profetizar de acuerdo con la medida de nuestra fe. Si tenemos el don
para el ministerio, entonces tenemos que ministrar. Si enseñanza, enseñar. Si
exhortación, exhortar. Si dar, dar con simplicidad. Si el de dirección, dirigir
con diligencia, si muestras misericordia, entonces con alegría. Rom. 12:6-8. En ninguna parte sugiere él
remotamente que hemos de comenzar una
empresa, un nombre privado de entidad sin ánimo de lucro, darle nombre, y solicitar los fondos para que podamos ser quienes somos en el
cuerpo de Cristo. Tan solo tienes que hacer conforme con quien tú eres.
Cuando comenzamos en EL Ministerio,
comenzamos algo que Dios no ha comenzado, porque estamos queriendo algo para el
Yo. Nos volvemos posesivos de esta cosa que llamamos
Ministerio. Nos referimos a ello como “MI Ministerio”, o “ESTE Ministerio”. Incluso lo convertimos en un
negocio. Le damos nombre, lo legalizamos, le preparamos una base de datos,
solicitamos los fondos para ello, y traficamos
con nuestros dones, como mercadería de una tienda de toma y daca.
OBLIGACIONES DEL MINISTERIO
Cuando alguien escoge entrar en EL
Ministerio como una carrera, una profesión, una forma de pensar, adopta
innecesariamente un sistema de
obligaciones falsas que siente dentro de él mismo y que le esclavizan a esa
Cosa que llamamos EL Ministerio. Estas son algunas
de las obligaciones falsas:
El que entra en EL Ministerio se siente obligado a pensar de si mismo, a
comportarse y a cumplir sus obligaciones
de una cierta manera para poder
vivir a la altura de las expectativas que acompañan a la posición ministerial. Se siente obligado a
producir sermones, realizar rituales, conducir servicios, visitar a sus
feligreses, desarrollar programas, imprimir boletines, enviar circulares
informativas, aumentar el crecimiento numérico, aumentar las finanzas, escribir
libros, vender cintas cassette, estar en la televisión y en la radio, vestir
conforme al código, y en algunos círculos, sanar a los enfermos y obrar
milagros. Estas son la clase de cosas que atestiguan
falsamente de su éxito.
El que está en EL Ministerio se siente
obligado a establecer el escenario en el
que puede interpretar la iglesia,
para poder guiarnos a todos los demás a interpretar la iglesia. Interpretar la iglesia es hacer algo religioso que no
esta inspirado ni potenciado por el Espíritu Santo. Es hacer fielmente
todas las cosas que hacemos en la iglesia
que nos hacen sentir que hemos cumplido nuestra responsabilidad religiosa.
Interpretamos la iglesia por la
forma en que vestimos para ir a allí, por la forma pretenciosa en que nos saludamos unos a
otros, por los programas y
rituales que seguimos, por la forma en que nos colocamos en filas en los bancos, y por la forma en que hacemos cosas
unos por otros sin ni siquiera tener un sentir de estar involucrados unos con
otros. Expresamos más exactamente lo que significa ser el cuerpo de Cristo cuando hacemos
cosas con y para los demás. Nuestras reuniones deberían ser para “considerarnos unos a otros
para estimularnos al amor y a las buenas obras, exhortándonos unos a
otros, y tanto más cuando veis que aquel día se acerca”. Heb. 10:24-25.
Cumplimos estas cosas siendo sensibles al Espíritu Santo, que es el único que
sabe como ministrar a nuestras necesidades individuales. Nos ministramos
unos a otros por el Espíritu con los dones del Espíritu nombrados en 1ª Cor.
12:1-11.
El que está en EL Ministerio se siente obligado a justificar Su Ministerio.
Descansa sobre pruebas externas fingidas de su éxito, contando narices,
aumentando el presupuesto, multiplicando su salario, edificando grandes
edificios, haciendo muchas visitas, pasando largas horas en la oficina,
aconsejando a más gente, aumentando el número de programas, adquiriendo más
invitaciones para ministrar, programando más apariciones por televisión,
comprometiéndose con una audiencia cada vez mayor y vendiendo más libros y casetes.
¿Podría ser ésta la fuerza de atracción para aquellos que registran la asistencia y
ofrecen cifras en el tablón de anuncios sobre la pared de la iglesia cada
domingo, en comparación con las del año anterior?”
El que está en EL Ministerio se siente obligado a presentarse a sí mismo de una
cierta manera delante de su público, con el fin de impresionarlo, para que le
den su aprobación. Puede ser mediante su forma de vestir, su forma de
peinarse, o su forma de hablar; puede ser la clase de coche que conduce y la
casa en la que vive.
El que está en EL Ministerio se siente obligado a ser piadoso y
religioso, pretendiendo ser más espiritual de lo que es realmente. Se
convierte en un hipócrita al ponerse su fingida máscara religiosa. La piedad y la religión no tienen nada que
ver con la simplicidad de seguir a Jesús honestamente y en quebrantamiento, y
dejando que Su Espíritu Santo nos cambie de dentro a fuera.
EL que está en EL Ministerio se siente obligado a permanecer distante de
los otros santos. Como resultado, lo que están en EL
Ministerio a menudo crean fraternidades exclusivas, como evidencia la
existencia de asociaciones ministeriales, la celebración de conferencias para el clero, y otras
reuniones que refuerzan la existencia antibíblica del clero y el laicado.
El que está en EL Ministerio hoy se siente más frecuentemente obligado a
establecer una entidad legal que ofrezca deducciones de impuestos para sus
contribuyentes. Sin embargo, a menudo, esta entidad de
papel se convierte incluso en algo más que en una empresa que ofrece ventajas
fiscales. Se convierte en el nombre y la imagen de “su” ministerio. El se presenta a sí mismo como el presidente
y el fundador de ello. Habla
de “este Ministerio” en tercera persona, como si fuera la fuente de la que
emana el ministerio de Cristo. Al hacer esto, se presenta a sí mismo
incluso más grande de lo que Dios le ha hecho ser.
El
que está en EL Ministerio, se siente obligado a comenzar algo—sea lo que sea. No puede presentarse improductivo.
Organiza, institucionaliza, formaliza, establece y sistematiza las cosas. Con
una profunda preocupación sincera, comienza cosas por sus propias fuerzas, y tiene que mantener la marcha de dichas
cosas en su propia fortaleza. Cuando deja de trabajar su plan, sus planes
dejan de funcionar para él. Pero lo que Dios comienza en el poder del Espíritu
Santo, Dios lo acaba en el poder del Espíritu Santo.
El que está en EL Ministerio se siente obligado a edificar su reputación
y a promocionar sus talentos, dones y mercancías. Consecuentemente, tiene que tener su propio
programa de relaciones públicas para promocionarse a sí mismo. Con orgullo pone
su nombre y su rostro en el trabajo que él cree que Dios le ha llamado a hacer.
Sin embargo, Santiago escribe: “Dios
resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos delante del
Señor y Él os exaltará”. Santiago 4:6,10.
El que está en EL Ministerio se siente obligado a conocer más de la
Biblia y de la religión que aquellos a quienes él ministra. Por tanto, se
siente obligado a obtener proezas
académicas que a menudo le exponen al orgullo y al intelectualismo.
No está satisfecho de que la gente tenga conocimiento. Necesita que la gente sepa que él
sabe. Se siente obligado a competir
con otros ministerios para conocer tanto o más que ellos, y para ser tan
bueno o mejor que ellos. A veces siente que es necesario mantener a los que ministra en ignorancia, y por tanto, dependientes de
él.
El que está en EL Ministerio se siente obligado a solicitar apoyo para
su ministerio, sea de sus “asociados” o desde una posición salarial. Cuando
recibe un sueldo por su “así llamado” papel de liderazgo en el cuerpo de
Cristo, él distingue entre el mismo y las ovejas. Ignora el hecho de que él, también
es una oveja y que todas las ovejas están en el ministerio. El que está en EL
Ministerio no tiene la fe en la
capacidad de Dios de usarle a su debido tiempo y proveer para él sin tener que
manipular a otros para apoyar “su” ministerio.
El que está en EL Ministerio se siente obligado a tener un título para
sí mismo—Pastor, Reverendo, Obispo, Apóstol, Doctor.
Cuanto más prestigioso sea el título, mejor. Bob Hughey afirma, “Los títulos dividen, la función
unifica. Un testimonio es mejor que un
título”.
El que está en EL Ministerio se siente obligado a clonar a otros para
que sean como él o como su clase de iglesia.
Necesita clonarles con el fin de poseerlos. Si no los posee, teme perder
su apoyo.
El que está en EL Ministerio se siente obligado a apartarse del
“laicado”, mediante la ordenación. Muchas
tradiciones de iglesia ordenan a su clero a través de lo que la iglesia histórica llama “sucesión
apostólica”. La sucesión
apostólica es la perpetuación de la autoridad espiritual mediante la ordenación
sucesiva del clero desde los tiempos de los apóstoles. En las iglesias
católico-romana y anglicana, y en la tradiciones ortodoxas orientales, el clero
es ordenado por sucesión apostólica para poder administrar los sacramentos y
las órdenes. Aunque Bernabé y Pablo fueron confirmados apóstoles por los
profetas y maestros en Antioquia (Hechos 13:1-3) y los ancianos tenían que ser
nombrados en cada ciudad (Tito 1:5), la tradición común de la ordenación tal y como se practica en el
Cristianismo occidental, no se encuentra en el Nuevo Testamento. Bernabé y
Pablo no fueron apartados por los doce apóstoles sino por unos ciertos maestros
y profetas en Antioquia. (Hechos 13:1-3). La unción para el ministerio procede
de Dios y no de los hombres. Efesios 4:11.
El
que está en EL Ministerio se siente obligado a perpetuar la industria del
Ministerio. EL Ministerio es un gran negocio. Controla la economía de seminarios y
escuelas bíblicas, iglesias con los
puestos de su personal, construcción de nuevas empresas, mobiliario de iglesia,
Ministerios, casas editoriales, empresas de grabación, librerías, conferencias
y programas de radio y televisión. Es una red de apoyo económico en la que el
Ministro mismo es atrapado y que no puede romper fácilmente. Los que están en
EL Ministerio viven vidas comprometidas
bajo las influencias de espíritus de agradar al hombre. Los mercantes que venden su mercadería a los
que están en EL Ministerio y los que están en EL Ministerio dependen unos de
otros para su existencia. Esta
dependencia mutua para su existencia es otra razón por la que todo este sistema
es una fortaleza que no es derribada fácilmente.
EL que está en EL Ministerio se siente obligado a perpetuar la
institución de EL Ministerio así como la institución de la iglesia. EL
Ministerio es una institución dentro de la institución de la iglesia y es la
fuerza más poderosa y singular que perpetúa la institución de la iglesia.
Si hubiéramos de erradicar esta noción errónea de EL Ministerio de la ecuación
de la iglesia, esta cosa que llamamos
iglesia caería en pedazos.
Igualmente, sin el sistema de la iglesia,
EL Ministro no tendría contexto en el que practicar su oficio. La iglesia es sostenida por el
dinero. Cuando se acaba el dinero, la institución de la iglesia se viene abajo. De igual modo, cuando se acaba el dinero,
EL Ministerio se termina, porque los que están en EL Ministerio dependen del
dinero y del sistema.
LA BASE DE DATOS
El que está en EL Ministerio se siente
obligado a construir una base de datos para mantener la visibilidad con sus
supuestos ayudadores. Vive bajo el código de temor: “fuera de la vista, fuera
de la mente”. Puede que mantenga un registro de bautismos, bodas, funerales que
él haya presidido, así como del número de asistentes a sus reuniones y los
nuevos miembros que trae, como si fueran muescas en el gatillo de pistola
espiritual.
El
que tiene una base de datos con el propósito de traer ganancia personal para sí
en el ministerio, quiere ampliar su esfera de influencia.
Tiende a pensar que es dueño de la
gente de su base de datos.
Tiende a pensar que tiene una
responsabilidad hacia la gente que aparece en su base datos—que
necesita responder a ellos.
Tiende a pensar que la gente que hay en
su base de datos debe apoyo a “su ministerio”.
Tiende a medir su éxito en EL
Ministerio por el tamaño de su base de datos. Los Nombres son como trofeos. Cuantos más tenga, más quiere y mejor
piensa de sí mismo. Periódicamente, con orgullo hará un
inventario de los números solo para ver cuántos hay en su lista de direcciones
de correo.
Puede
terminar sintiéndose obligado hacia su base de datos, incluso si esos nombres
solo ocupan el tamaño de un fax corto o de
una pequeña lista de direcciones de e-mail. La base de datos puede
poseer parte de él y atarle a ella. El no habrá cesado en EL
Ministerio hasta que el haya destruido sus bases de datos que utiliza para su
propio provecho. La incapacidad para desechar bases de datos que le sirvan de
provecho propio, puede ser un indicativo de que son un ídolo en su vida.
La
palabra clave para los que están en EL Ministerio es “provecho propio”. La mayoría de los “boletines” que yo
he visto, se leen como un panfleto que promociona al que está en EL Ministerio,
es decir, a quien los ha enviado. La mayoría de ellos buscan apoyo financiero
para sí mismos.
Tenemos que evaluar honestamente:
¿Existe nuestra base de datos para nosotros mismos o para Jesús? Juan el
Bautista tuvo una visión del Reino de Dios cuando dijo: “El (Jesús) debe crecer, pero yo debo menguar”. Juan 3:30. EL Ministerio es un ministerio de crecimiento del Yo, mientras que el
verdadero “ministerio” es el ministerio del crecimiento de Cristo en otros.
PROFESIONALES A TIEMPO COMPLETO
El que está en el Ministerio a menudo
lo busca como una carrera a tiempo completo, o una ocupación con la esperanza
de poder obtener unas entradas para él. Tal es el caso de
John y Sue. Ellie escribió lo siguiente sobre ellos:
“Había
pasado un tiempo desde la última vez que había oído de Sue. Me alegré mucho de
tener noticias de ella pero sentí
las mismas emociones que siento cuando llaman los amistosos tele-vendedores.
Insegura en cuanto a mi percepción, continué una amable conversación. Ambas familias éramos libres
para no ser parte de una iglesia
local y habíamos decidido
independientemente quedarnos en casa los domingos por la mañana. Sin embargo,
desde entonces, Sue y su marido John, habían comenzado una iglesia por si mismos.
Finalmente
terminó preguntándome a qué iglesia
íbamos. Le dije que
sentíamos que no debíamos estar en una iglesia
en ese momento. Suspiró e hizo un comentario sobre cuánto tiempo ellos dedicaban a la
oración. “Cuando comienzas una obra, tienes que pasar mucho tiempo en oración”,
dijo. “De hecho”, añadió, “todavía no sabemos si”... Su voz y su vocabulario le
fallaron. Yo podía afirmar
que ella estaba triste de pensar que su obra bien podría dejar de proveerles un
modo de vida. En un intento por animarla, le dije: “No importa lo que
suceda, el crecimiento que tú ves y la relación que estás desarrollando con
estas otras personas es eterna y está por encima de El Ministerio y de Una Obra.”
Sue
contestó con toda sinceridad,”realmente sentimos el llamado al ministerio, y
si el ministerio va a ser nuestro modo
de vida, entonces de alguna manera tendrá que ser viable y algo más que un par
de familias reuniéndose en un salón”.”
El
Ministerio en el Espíritu Santo procede de lo que somos en Jesús y no es
una posición que buscar en el mundo. Cuando necesitamos una congregación
para obtener unos ingresos para nosotros mismos, tenemos la condición de ramera
en nuestros corazones.
Estamos buscando algo para el Yo. Si somos realmente llamados a ser ancianos
que pastorean a las ovejas de Dios, hemos
de alimentar a Sus ovejas. Dios no quiera que nos alimentemos de ellos.
LA SILLA DE MANOS
“Supuestamente
era un tiempo de celebración”, recordaba Bill Shipman. “Estamos enviando a
algunos líderes desde nuestra iglesia a Chicago para comenzar una nueva
iglesia. Les inundamos de costosos regalos, ignorando las necesidades de los
demás en medio de nosotros. Una pareja, necesitaba un refrigerador. Tenían que
comprar hielo. Era un desequilibrio”, recordaba.
Bill,
compartiendo una visión que tuvo del Espíritu Santo en referencia a esto, vio a
estos hombres siendo levantados sobre llamativas y recargadas sillas de manos.
Las
sillas eran doradas y tenían forma de espiral rizada, y con tapices elegantes
que colgaban con borlas en la parte superior. Las sillas de mano parecían pesadas.
Estos hombres estaban
siendo levantados y llevados por los pequeñitos de la iglesia. Los
pequeñitos estaban contentos de llevarlos en peso cuando comenzaron a atravesar
un desierto.
El
Espíritu Santo habló una palabra de advertencia a aquellos líderes que estaban
siendo enviados diciendo, “Salís, pero salís en vuestra
propia voluntad. No vais en Mi voluntad”.
Poco
después de su marcha, yo vi que aquellos que llevaban a los líderes se
debilitaban y las sillas de mano se
tambaleaban. La gente siguió intentando sostenerlos financieramente, orando por
ellos, intercediendo por ellos, pero todo el mundo se cansaba cada vez más.
Finalmente, cayeron exhaustos y tuvieron que soltarlas. Las sillas de mano se
cayeron y de hicieron pedazos.
“Esos
hermanos y hermanas en Chicago estaban pasando un mal momento financieramente,”
dijo Bill. “Vendieron sus casas antes de marcharse. No hicieron el mejor uso de
los recursos de Dios tal y como lo hicieron. Todo se hizo en egocentrismo. La gente comenzó a
marcharse. No podían seguir sosteniéndoles por más tiempo. El liderazgo se sintió
abandonado, pero no era abandono. Los
hijos nunca tenían que haber sostenido a los Padres; los padres son los que
están hechos para sostener a los hijos”.
TABLAS DE SUMINISTROS FALSAS
“Los
líderes falsos todavía quieren quitar el polvo de esas sillas de mano para
conseguir que las personas les estén sometidos”, matizó Bill. “Esto sucede por
todo el mundo. Los líderes de esta misión Haitiana mostraban la tabla de
suministros de su organización con mucho orgullo. El nombre del líder principal de la misión se había colocado en la
parte superior de la pirámide. Seguidamente estaban los otros líderes
con la gente que formaba la línea base. Me preguntaron, “¿Qué piensas de esto?”
“¿Quieres
saberlo de verdad?”, respondí.
“Seguro,
hermano Bill”.
“Si Jesús entrara en este instante, el
la arrancaría de la pared, la pondría boca abajo y diría, “Ahora si es una
tabla de suministros”.
Bill terminó, “Los líderes verdaderos
ponen a la gente en lugares de honor y les llevan en silla de mano que son
adornadas con tierno cuidado y misericordia. Si el ministro no se ve a sí mismo como uno entre la novia desposada de
Cristo, violará a la novia, usándola para beneficio propio”.
EL Ministro Babilónico se ve a sí
mismo no solo como alguien que ha sido apartado,
sino como alguien que ha sido puesto por encima del “laicado”. El es el
“profesional”. Se pone títulos en su ambición personal de edificar para sí mismo una ciudad, una torre, y un nombre. La
reputación es algo muy importante para él. Aunque a sí mismo se llama el siervo
de ellos, con más frecuencia que no, llama al rebaño para que le sirva, para
sus planes y para sus programas. Sin embargo, él está eternamente atareado haciendo el trabajo de la iglesia en lugar del de la gente—obra de iglesia, no obra del reino de
Dios.
La tradición ha obligado a este
ministerio --que es el único hombre en su propio show-a cumplir muchas funciones que
no están dentro de sus dones. Muchos en EL Ministerio caen en orgullo cuando intentan tomar
responsabilidades que no pertenecen a sus dones. Ese orgullo y ambición lleva a
la frustración y al agotamiento.
SIERVOS
Tanto si decimos que “estamos en EL Ministerio“ o que “tenemos
un Ministerio”, asumimos algo que es
ajeno a la idea del ministerio del Nuevo Testamento. EL Ministerio con “M”
mayúscula es un concepto babilónico,
mientras que la idea de ministros con “m” minúscula es bastante
neotestamentaria. No tenemos “un”
Ministerio. Todos somos el ministerio de Cristo. EL Ministerio, tal y como ha sido
conceptualizado, es un estorbo al verdadero ministerio del Nuevo Testamento,
porque reprime a los santos del
cumplimiento de sus ministerios. EL Ministerio está
en directa oposición al verdadero ministerio del Nuevo Testamento.
La
palabra “ministerio” en el Nuevo Testamento se traduce de diversas palabras
griegas. Doulos (esclavo) y diakonos (siervo) son dos de los términos que han sido traducidos como
“ministerio”. Todos los santos son ministerios/siervos de acuerdo con el
patrón establecido en el Nuevo Testamento. Aunque hay algunos a quienes el Señor Jesús nombra
apóstoles, profetas, evangelistas, pastores (ancianos) y maestros, son dados al
cuerpo para equipar a los otros santos para la obra del servicio (ministerio).
Efesios 4:11-12. Esos
siervos que equipan (apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros) no
son posiciones clericales dentro de la iglesia.
No son oficios. El término oficio no
es una palabra griega del Nuevo Testamento. {15}. Los nombramientos de siervo son funciones dentro del cuerpo de Cristo. Los que se
exaltan a sí mismos como apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros
son “manchas en nuestros ágapes y nubes
sin agua”. Judas 12.
Los
que tienen el manto de un verdadero anciano no usan sus dones para enseñorearse
sobre los santos. Se ven a sí mismos iguales que el rebaño.
Pablo advirtió a los ancianos de Éfeso cuando estaban con él en Mileto: “Mirad
por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por
obispos, para apacentar la Iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia
sangre” Hechos 20:28. Los ancianos se encuentran entre las ovejas, y no colocados
piadosamente sobre las ovejas.
Pablo
les advirtió que se guardasen en sus propios corazones porque después de su
marcha, sabía que entrarían lobos rapaces para atacar el rebaño. Algunos, en
medio de ellos, ganarían preeminencia, retorcerían la verdad, y atraerían a los
discípulos para conseguir que les siguieran. Hechos 20:29-30. Los Ministros de
las iglesias de hoy son igualmente
territoriales. Persiguen a cualquiera que perciban como ladrones de “sus”
ovejas. ¡Parecen olvidar
que los santos de Dios no son sus
ovejas! ¡Son Sus ovejas!
El siervo no busca exaltarse a sí
mismo—aumentarse en poder, posición, riquezas, y dominio. Está contento de permanecer sin nombre y sin
rostro para servir cuando, donde y como el Espíritu Santo dirija. Hace esto sin esperar nada para el Yo.
SIGUIENDO A JESÚS
Llamé
a Bill Shipman para decirle que había dejado EL Ministerio. Después de valorar
mis noticias durante un instante, me contestó lleno de alegría en su voz: “Yo pensaba que se suponía que solo teníamos que seguir a Jesús”.
Cesar
en EL Ministerio no significa inactividad. Tenemos un camino que andar. Hemos de seguir a Jesús dondequiera
que ÉL vaya y no tenemos que convertirlo en un negocio, darle un nombre o
utilizar un título sobre nosotros mismos.
Cada
uno de nosotros tiene un don—un ministeriocon “m” minúscula--, tanto si es
grande o pequeño, y del que tenemos que ser fieles mayordomos. Tenemos una
responsabilidad de responder al Espíritu Santo cuando nos llame a operar en ese
don o ministerio para la edificación del cuerpo, para que podamos edificarnos
unos a otros para morada espiritual, como la familia de Dios. Efesios 2:19-22. Estas son funciones, no posiciones.
EL
Ministerio implica que algunos entre nosotros son peces gordos, mientras que el
resto, carecemos completamente de trascendencia. Implica una relación de arriba a abajo entre los que disponen de grandes dones
sobre todos los demás. Si alguna vez ha habido peces gordos
en el Reino de Dios, los doce apóstoles escogidos ciertamente estarían
aprobados. Sin embargo, Jesús enseñó a sus doce que no
habían de ser como los príncipes de los gentiles que se enseñoreaban de la gente.
Mat. 20:25-26. Con los doce de entonces, e incluso con nosotros
hoy, “el que quiera ser el primero entre
vosotros será vuestro siervo [(diakonos),
que significa literalmente “siervo”(doulos), que significa literalmente “esclavo”)]; como el Hijo del Hombre no vino para ser
servido, sino para servir (diokonesai),
que literalmente significa, “servir”, y
para dar su vida en rescate por muchos “. Mat. 20:27-28.
Los
cinco siervos que equipan en Efesios 4:8 tienen las unciones para equipar al resto del cuerpo de
Cristo para la obra del servicio, pero esto no los hace mayores que el resto
del cuerpo de Cristo. Los que tienen la unción apostólica son los mejores remadores. Recordando su
experiencia de conversión ante Agripa, Pablo citó al Señor, como si le hubiera dicho,
“Pero levántate, y ponte en pie, porque
te he aparecido para este propósito, para hacerte un ministro.” Hechos
26:16. La palabra para ministrar usada aquí viene de la raíz huperetes que significa “remero”. Este término náutico
generalmente se refiere a cualquier
subordinado que trabaja bajo la dirección de otro. Los Apóstoles están
subordinados a la autoridad de Cristo, que los ha apartado y los envía. En 1ª
Cor. 3:21-41, Pablo
incluye a Apolos y a Cefas como remeros: “Téngannos
los hombres por servidores de Cristo”. Este término también se uso
en referencia a Juan Marcos en Hechos 13:5.
He
descubierto que cuando intento hacer
un ministerio—es decir, cuando intento hacer que suceda en
mis propias fuerzas, la unción me evade. Cuando descanso en ser quién soy sin
tratar de hacer ministerio, la unción me empuja. Soy mucho mas productivo
para el Reino cuando mantengo resignación respecto del EL Ministerio que cuando
lo busco activamente. Cuando persigo EL Ministerio, no encuentro el Reino.
Cuando persigo el Reino, el ministerio (no EL Ministerio), me persigue. EL verdadero ministerio es la medida de
Jesús que Él desea derramar a través de mí.
Muchos
individuos que están en esta Cosa que llamamos EL Ministerio son Nicolaítas y
tienen un espíritu Nicolaita.
paso visitando su blog reciban muchísimas bendiciones desde mi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
ResponderEliminarMUCHAS GRACIAS NOEMÍ. NOS COMPLACE SU DELEITE EN EL MENSAJE DE JESÚS PARA ESTE KAIROS QUE NOS TOCA VIVIR. POR SUPUESTO QUE LE ECHAREMOS UNA MIRADA A ESE BLOG. BENDICIONES EN NUESTRO PRECIOSO SEÑOR JESUCRISTO.
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