En la cueva de Adulam, David representa al pueblo que hoy está suspirando por la bebida espiritual. Aunque él se encontraba interceptado y cercado por los que impedían el paso por el camino que llevaba al pozo - al pozo de Belén -, sin embargo, tres hombres esforzados se arriesgaron a todo, incluso a perder sus vidas, para conseguir esa agua para David. ¡Qué gloriosa simbología! ...
Esos tres hombres esforzados representan a los «hijos» que Dios está llevando hoy a la madurez. Estos son aquellos que se están levantando con gran unción y con gran fe, y que se están abriendo paso valientemente por entre las filas del enemigo, arriesgándolo todo - sin miedo - con el fin de traer la bebida espiritual para los que tienen sed...
Capítulo Once
EL LUGAR SANTÍSIMO
Permítasenos examinar la puerta del lugar que
Ezequiel describe tan bellamente en el capítulo 44. A diferencia de
los demás profetas del exilio, cuyos ministerios fueron especialmente
para Judá o para el reino de las diez tribus de Israel, Ezequiel es
la voz del SEÑOR para toda la casa de Israel.
Hablando de una manera general, el propósito
del ministerio de Ezequiel
en Babilonia fue el de poner de presente, ante
la generación nacida en el exilio, no solamente los pecados de la
nación, que habían
hecho caer tan bajo a Israel, sino también sostener la fe de los exiliados
mediante la predicación de la
restauración nacional. Ciertamente, cualquier exégeta de la Biblia
reconocería que Ezequiel no fue solamente para nosotros el narrador de
un libro histórico de algo que ocurrió hace 2.500 años. Este libro nos muestra un cuadro tremendo de la Iglesia de
hoy día, y de la obra de Dios del fin de los tiempos
para Su «hijo varón» del Apocalipsis. Este “hijo varón” ha llegado
a conocer a Dios (1) como Jesús (el,
Salvador); (2) como el Cristo (que unge con el Espíritu Santo), y (3) como único Señor.
Esta “compañía del hijo varón” no
está satisfecha por estar en el atrio con solo la
congregación, sino que está decidida a ser uno de los pocos sacerdotes levitas
de Dios al que le sea permitido entrar en el Lugar Santo. Además
El hijo
varón representa un pueblo que no estará satisfecho solamente
con las Fiestas de la Pascua y de Pentecostés, sino que su espíritu
interior clamará también por participar en la Fiesta de los Tabernáculos. Este pueblo no estará satisfecho sólo con la experiencia
del atrio exterior ni con la del atrio intermedio, sino que ellos
se empecinarán hasta que hayan pasado del todo por el Lugar Santo y
entren en el Lugar Santísimo. Ellos no permanecerán como
los «niños,» poniendo su énfasis en lo que pueden recibir. Tampoco podrán estar satisfechos por permanecer como los
«jóvenes,» con el simple deseo de saberlo que pueden hacer. Este es un pueblo que
se moverá en la Paternidad, ocupado
y preocupado las 24 horas del día en ser lo que Dios quiere que ellos sean.
Por medio de la revelación, Juan vio a este pueblo,
y dijo: «Conozco tus
obras: He aquí, he dejado la puerta abierta delante de ti, y ninguno la puede cerrar; porque tienes
algo de potencia, y has guardado mi
Palabra, y no has negado mi Nombre.... Porque has guardado la Palabra de mi paciencia, yo te guardaré
de la hora de la tentación, que
ha de venir en todo el universo mundo, para probar a los que moran en la tierra.» «He aquí, que yo
vengo presto; retén lo que tienes,
para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca
más saldrá fuera; y escribiré
sobre él el Nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios, que es la nueva Jerusalén, la
cual ha descendido del cielo con mi
Dios, y mi Nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.»
En el capítulo 44, Ezequiel habla sobre aquellos a
los que se les permitirá entrar al Lugar Santísimo en «el tiempo
señalado,» «al final de los tiempos.»
A éstos se les permitirá ministrar no solamente
para la casa y para el pueblo, sino también son aquellos que
«estarán calificados para
ministrar ante El, y para estar delante de El y ofrecerle la grosura y la sangre.»
En Ezequiel 44:4-16, leemos:
4. Y me llevó hacia la puerta del norte por
delante de la casa; y miré, y he aquí la gloria de Jehová había llenado la casa
de Jehová; y me postré sobre mi rostro.
5. Y me dijo Jehová: Hijo de hombre, pon
atención, y mira con tus ojos, y oye con tus oídos todo lo que yo hablo contigo
sobre todas las ordenanzas de la casa de Jehová, y todas sus leyes; y pon
atención a las entradas de la casa, y a todas las salidas del santuario.
6. Y
dirás a los rebeldes, a la casa de Israel: Así ha dicho Jehová el Señor: Basta
ya de todas vuestras abominaciones, oh casa de Israel;
7. de traer extranjeros, incircuncisos de corazón e incircuncisos de
carne, para estar en mi santuario y para contaminar mí casa; de ofrecer mi pan,
la grosura y la sangre, y de invalidar mi pacto con todas vuestras
abominaciones.
8. Pues no habéis guardado lo establecido
acerca de mis cosas santas, sino que habéis
puesto extranjeros como guardas de las ordenanzas en mi santuario.
9. Así ha dicho Jehová el Señor: Ningún hijo de extranjero, incircunciso de
corazón e incircunciso de carne, entrará en mi santuario, de todos los
hijos de extranjeros que están entre los hijos de Israel.
10. Y
los levitas que se apartaron de mí cuando Israel se alejó de mí, yéndose tras
sus ídolos, llevarán su iniquidad.
11. Y servirán en mi santuario como porteros a las puertas de la casa y sirvientes en la casa; ellos matarán
el holocausto y la víctima para el pueblo, y estarán ante él para servirle.
12. Por
cuanto les sirvieron delante de sus ídolos, y fueron a la casa de Israel por
tropezadero de maldad; por tanto, he alzado mi mano y jurado, dice Jehová el
Señor, que ellos llevarán su iniquidad.
13. No se acercarán a mí para servirme como
sacerdotes, ni se acercarán a ninguna de mis cosas santas, a mis cosas
santísimas, sino que llevarán su vergüenza y las abominaciones que hicieron.
14. Les pondré, pues, por guardas
encargados de la custodia de la casa, para todo el servicio de ella, y para
todo lo que en ella haya de hacerse.
15. Mas los sacerdotes levitas hijos de Sadoc, que
guardaron el ordenamiento del santuario cuando los hijos de Israel se apartaron
de mí, ellos se acercarán para
ministrar ante mí, y delante de mí estarán para ofrecerme la grosura y la
sangre, dice Jehová el Señor.
16. Ellos entrarán en mi santuario, y se acercarán a mi mesa para
servirme, y guardarán mis ordenanzas.
Qué
triste es ver, en el sistema de la
iglesia babilónica de hoy, que una gran parte de los sacerdotes,
de los ungidos, se han desviado en pos
de otros ídolos, [ahora
nosotros, los bautizados (ungidos) por el Espíritu, somos los sacerdotes] y han permitido mucha inmundicia en medio de nosotros y en nuestro
culto.
Aunque Dios les permitiera ministrar en ese día a
la casa y para el pueblo a los que están en el atrio intermedio, y se
los esté permitiendo hoy, debe hacérseles
saber que, porque ministraron delante de sus ídolos,
esto hizo que la casa de Israel cayera en la iniquidad, y que la mano
de Dios se alzará contra ellos. Por causa de los que aprobaron tal
compromiso, no les será permitido en ese día oficiar como
sacerdotes en el Lugar Santísimo, en el
Santo de los Santos. Sin embargo, alabado sea Dios por el reino de sacerdotes que son de los hijos de Sadoc, que han
decidido de nuevo en el día de hoy no seguir el mal camino, sino que han seguido en pos de Él, y le han ministrado a El en
el Lugar Santísimo. Ellos han afirmado «su vocación y elección.» Ellos, y sólo ellos, «entrarán en el santuario y se acercarán a Su mesa para ministrarle a
El.»
En la cueva de Adulam, David
representa al pueblo que hoy está suspirando por la bebida
espiritual. Aunque él se encontraba interceptado
y cercado por los que impedían el paso por el camino que
llevaba al pozo - al pozo de Belén -, sin embargo, tres hombres esforzados
se arriesgaron a todo, incluso a perder sus vidas, para conseguir
esa agua para David. ¡Qué gloriosa simbología! El pozo de agua pura de Belén representa ese «río
resplandeciente como cristal»
(Apocalipsis 22:1), que un día, casi 1.000 años después del profético deseo de David, fluiría
del costado abierto del Galileo, del único que nos llamaría «amigos.»
Esos tres hombres esforzados
representan a los «hijos» que Dios está llevando hoy a la
madurez. Estos
son aquellos que se están levantando
con gran unción y con gran fe, y que se están abriendo paso valientemente por entre las
filas del enemigo, arriesgándolo todo - sin miedo - con el fin de traer la bebida espiritual para los que tienen sed.
¡Cómo se regocija mi corazón por aquellos que no tuvieron
miedo, que estuvieron dispuestos a correr el riesgo; por aquellos
que, de algún modo, como Jesús que «no ganó renombre,» no
les importó lo que alguien pensara o dijera! Ellos se dieron cuenta
de que había algo, más valioso que el oro, que manaba de ese pozo
de Belén. Ellos pudieron ver, por el Espíritu, que había un río de
vida que manaba del costado abierto del Crucificado que iba a nacer en Belén.
Aquí había algo para ver, para participar en ello, algo que no iba a estar
disponible para el ojo o para el gusto del observador casual. Esto daba Nueva
Vida, aun más abundante. Esto era algo que no sólo daba la sanidad Divina, sino que daba también la salud Divina. Estoy feliz de que ellos pudieran ver a Aquel
que fue, que es y que será por todas las incontables edades de la eternidad; a
Aquel a quien vio Moisés en la zarza que ardía, el día
en que él también respondió: «¡Heme aquí!»
Qué
maravilloso sería que hubiera de aquellos que hoy día están dispuestos a ocultarse en la caverna, los
que están dispuestos a separarse de Saúl y de todas las
deficiencias de éste, los que están dispuestos a continuar en
medio de la persecución y del mal entendimiento.
Hermano mío, hermana mía: «No tenemos lucha
contra sangre o carne;
sino contra principados, contra potestades.» Toda la
creación está gimiendo con dolores de parto: el ateo, el proxeneta,
el borracho, el drogadicto, todos están «gimiendo con dolores de parto.»
También
la Iglesia: los pentecostales, los evangélicos, los liberales, los católicos, están
«gimiendo con dolores de parto,» esperando la manifestación de los hijos de Dios; esperando, deseando y
anhelando vehementemente que aquellos gigantes se abran paso por entre las líneas enemigas,
arriesgándolo todo, con el fin
de poder traer algo más, algo mejor, algo más alto, algo que está Más Allá del Pentecostés,
para un pueblo que está sediento, hambriento,
desnutrido. ¿Estarían ustedes dispuestos a pagar el precio
para ser uno de aquellos que, en los últimos días, estarán simbolizados por los
tres valientes de David?
El
mensaje de la condición filial, y el apremio por entrar al «Lugar Santísimo,» es un camino solitario de la obediencia que acarreará para
muchos la separación. Estos
hijos deben ser llevados de gloria en gloria, hasta cuando ellos hayan tenido la comprensión. Así como la cabeza es pequeña
en comparación con todo el cuerpo humano, así también la Compañía del Hijo será
pequeña en comparación con todo el cuerpo de
Cristo. Pero
será un grupo que estará dispuesto a
pagar el precio de la crucifixión de la carne, con el fin de entrar en la «cabeza»
que es El, «cada uno en su debido orden».
Lo que Dios está haciendo ahora es una obra de «primicias,» una obra
preparatoria para la gran promesa dispensacional de que, en la plenitud de los
tiempos, ella será consumada con Su
«entrada repentina de Él, en Su Templo.»
Este será el hecho culminante para el tiempo de la humanidad. Dios entrará en Sus hijos y los llevará a «Su gloria.»
En la adoración en el templo había una progresiva
aproximación a Dios: (1) el Atrio Exterior; (2) el Lugar Santo, y
(3) el Lugar Santísimo. El primer atrio representa el lugar del sacrificio. El segundo
atrio es el lugar de las ordenanzas y de
las ceremonias, donde ministraban los sacerdotes. El tercero, es el
lugar de Su Presencia, en el
cual sólo entraba el sumo sacerdote. Por medio de la
condición filial, Dios está llevando a
Sus escogidos al ministerio del
Sumo Sacerdocio del cual Jesús fue el precursor. Él
fue y es «el primogénito entre muchos hijos» llevados a la
gloria.
Dios está llevando un pueblo más allá del
velo de la «carne.» El sacrificio era necesario, y las ordenanzas
cumplieron un propósito. Pero ahora, Él está llevando a Sus
escogidos - porque muchos son los llamados y pocos los
escogidos - para que lleguen a un franco y completo cara a cara
con el velo (con la carne).
Cuando Cristo, el Señor, entre en nosotros, del mismo modo en que Él
entró en el cuerpo de Jesús - el Hijo del Hombre -, Su
ministerio de Sumo Sacerdote se identificará con nosotros, y nosotros
con Él, y el velo de nuestra carne se
romperá de arriba abajo para que podamos entrar. Muchos se detienen en el altar, y siempre
están haciendo sacrificios. Otros se contentan con el lugar de los mandamientos
y de las ordenanzas, y
con lo que sigue a esto. Pero habrá una “compañía del sumo
sacerdocio” que entrará más allá, ¿quiere usted ser parte de ella?
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