CRISTO, NUESTRA VIDA
Y HÁBITAT
La oración del
peregrino
Cristo
ha de ser nuestra vida, nuestro aire, nuestro ambiente ... ¡nuestro
todo! De tal modo, que cuando nos salgamos de Él como
nuestro hábitat nos sintamos mal, como los peces que se agitan,
retuercen y mueren fuera del agua. Así, siendo Cristo
nuestra vida y hábitat, Le absorbemos en una especie
de ósmosis santa, en la que nosotros vamos desapareciendo hasta quedar solo Él.
Solo
en Cristo estamos como pez en el agua
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1-LA
ORACIÓN DEL PEREGRINO RUSO:
La
práctica de INVOCAR, me recuerda mucho a la oración descrita en el
libro anónimo "El
Peregrino Ruso"
(véase en este mismo blog, la etiqueta "Oración
Continua"),
un Santo
que, después de muchos años de experiencia en las cosas del Señor,
llegó a la conclusión de que la mejor oración era la sencilla
oración que hizo a Jesús el ciego Bartimeo:
Mar.
10:47
¡Jesús,
Hijo de David, ten misericordia de mí!
Así
que en su peregrinación solo repetiría esa oración y la fue
acortando hasta lograr que dicha oración se acompasase con su
respiración:
¡Jesús,
Hijo de David, ten misericordia de mí!
¡Jesús,
ten misericordia de mí!
¡Jesús,
ten misericordia!
Al
final su mejor oración se redujo a un simple nombre:
¡Jesús!
El
nombre de Jesús (Yahshua), que quiere decir "Dios
Salvador", Yahweh Salvador, "Aquel
que Yahweh es Su salvación" o "Aquel que Yahweh es Su
salvador", etc., encierra y resume el evangelio en una sola
palabra, porque Jesús es
todo lo que el hombre necesita.
Con
el paso del tiempo esa oración se convirtió en una oración
INTERNA, ESPONTÁNEA y CONTINUA. El peregrino, al fin, podía "ORAR
SIN CESAR".
2-CRISTO,
NUESTRA VIDA Y HÁBITAT:
Estoy
de acuerdo en que la invocación es una buena y práctica forma de
beber el agua de vida; sin embargo mi experiencia me dice que
no es la única; es más, quizás ni siquiera la mejor; sino una
parte de lo que se conoce como "la práctica de la presencia
de Dios".
En
mi vida esa práctica ha sido la transformación operada al mirarme
en el espejo de Cristo (2ª Cor. 3:18); es decir, el contacto con
Jesús, volviendo a Él mi mente en cualquier tiempo y forma, en una
bendita obsesión de Cristo, solo Cristo y nada más que Cristo.
AbsorbiéndoLe, cual esponjas sumergidas en Él, que es la
bendita Agua de Vida, hasta que ya no sepamos dónde acaba la esponja
ni dónde empieza el agua. Esto es tener la mente continuamente
puesta en Sus cosas, las cosas del Espíritu: sentirLe,
beberLe, comerLe, respirarLe, degustarLe, oírLe,
olerLe, invocarLe, cantarLe, orarLe,
hablarLe, alabarLe, escucharLe; pasear con
Él, sentarnos frente a Él, acostarnos y despertarnos
pensando en Él; esto es también leer la Biblia y libros que
hablen de Él; acudir a cultos, conferencias y reuniones donde
Él sea el centro; escuchar audios sobre Él y música y
canto que Le celebran y ensalzan …; y sí, también orar en
lenguas, porque el que ora
en lenguas a sí mismo se edifica (se carga, como una batería
eléctrica), aunque hable misterios que ni el mismo entiende (1ª
Cor. 14:4; 14:2)
Cuando
Cristo es nuestra vida, nuestro aire, nuestro ambiente ... ¡nuestro
todo!; de tal modo que cuando nos salimos de Él como nuestro
hábitat, nos sentimos mal, cuales peces que se agitan, retuercen y
mueren fuera del agua. Así, siendo Cristo nuestra vida y hábitat,
Le absorbemos en una especie de ósmosis santa, en la
que nosotros vamos desapareciendo hasta quedar solo Él.
Cuando Cristo sea nuestra vida y hábitat otros lo notarán:
Hechos 4:13
Entonces
viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin
letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían
estado con Jesús.
Marcos
14:70
Pero
él negó otra vez. Y poco después, los que estaban allí dijeron
otra vez a Pedro: verdaderamente tú eres de ellos; porque
eres galileo, y tu manera de hablar (acento
galileo) es semejante a la de ellos.
2
Corintios 2:14-16
Mas
a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús,
y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor
de su conocimiento. Porque para Dios somos
grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se
pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte,
y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas cosas,
¿quién es suficiente?
Por
eso, precioso Dios nuestro, aumenta más y más nuestra hambre y sed
de Ti y luego,
"sácianos
de la grosura de Tu casa y abrévanos en el torrente de Tus
delicias". Sal. 36:18
Amén.
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