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sábado, 15 de septiembre de 2012

LA PRESENCIA Y LA COMUNIÓN DE DIOS ¡AL FIN! (E.V. Éxodo Witness Lee)


ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO

MENSAJE CINCUENTA

INTRODUCIDOS EN LA PRESENCIA
Y EN EL CONOCIMIENTO DE DIOS

Lectura Bíblica: Ex. 19:1-25; 3:1, 12; 5:1, 3a

(Lo escrito en letra azul ha sido añadido al original)

...
En realidad el capítulo diecinueve de Éxodo es muy positivo, pues aquí el pueblo escogido de Dios es llevado a la comunión con Él.

La distancia entre Egipto y el monte Sinaí constituía un viaje de aproximadamente tres días (Nota administrador: No creemos que esto sea así, pues el auténtico monte Sinaí es Jabal al-Lawz Arabia Saudita está a unos 700 km. ver 
https://www.google.es/maps/dir/El+Cairo,+Gobernaci%C3%B3n+de+El+Cairo,+Egipto/Jabal+al-Lawz+Arabia+Saudita/@29.3630124,31.0980183,7z/data=!3m1!4b1!4m14!4m13!1m5!1m1!1s0x14583fa60b21beeb:0x79dfb296e8423bba!2m2!1d31.2357116!2d30.0444196!1m5!1m1!1s0x15abab47c58d444b:0x2079827a3ea5ea2c!2m2!1d35.286253!2d28.6460625!3e0). Creo que ésta fue la razón por la cual Moisés le dijo a Faraón que los hijos de Israel debían emprender un viaje de tres días por el desierto. Además, 4:27 indica que Dios le encargó a Aarón que recibiera a su hermano Moisés, en el monte de Dios, en el desierto. La distancia entre Egipto y el monte Sinaí podía ser cubierta en tres días, pero a los hijos de Israel les tomó más de dos meses. Aunque pudimos haber tenido comunión con Dios inmediatamente después de nuestra salvación, en nuestra experiencia, la mayoría de nosotros, viaja, recorre y vaga. Sin embargo, en nuestro viaje, disfrutamos del suministro de Dios. Nuestro viaje puede estar bajo el cuidado y la guianza de Dios, pero todavía no estamos en comunión con Él. Pero en Éxodo 19, tenemos un punto muy precioso: Dios introduce a Su pueblo redimido en Su presencia. Antes de esto, habían oído hablar de Dios. No obstante, no habían oído la voz de Dios directamente. Pasa lo mismo entre muchos cristianos hoy en día. Han oído hablar de Dios, pero no han experimentado Su hablar directo. Antes de ir al monte de Dios, los hijos de Israel oyeron acerca de Dios por medio de la predicación y de las enseñanzas de Moisés. Pero aquí Dios los trajo directamente a Su presencia. El bajó del monte, se apareció al pueblo, y les habló. Por tanto, ellos oyeron la voz de Dios directa y personalmente, y no por medio de un intermediario. En la presencia de Dios, oyeron Su hablar directo ...

I. EXPERIMENTARON LA PLENA SALVACIÓN DE DIOS

Si queremos estar en comunión con Dios, debemos experimentar Su plena salvación. Debemos ser salvos de la condenación del pecado, del mundo, de Satanás, tal como lo vemos en los capítulos uno al catorce. Luego debemos disfrutar del rico suministro de Dios (15:1—17:7), conquistar la carne (17:8-16), y ser introducidos en el reino de Dios (18:1-27). Si no tenemos esta experiencia y disfrute, no podremos tener comunión con Dios.

Nuestra experiencia espiritual corresponde a la experiencia de los hijos de Israel. Primero somos salvos del pecado, del mundo y de Satanás. Luego disfrutamos del suministro de Dios. El agua amarga es cambiada en agua dulce, y comemos del maná, el alimento celestial, y bebemos del agua viva que fluye de la roca golpeada. Mediante el disfrute de estas provisiones divinas, somos equipados para conquistar la carne y someterla ...

II. INTRODUCIDOS EN LA PRESENCIA DE DIOS

A. En el monte Sinaí

Los hijos de Israel fueron introducidos en la presencia de Dios en el monte Sinaí (19:11). El significado del monte Sinaí es éste: es el lugar donde Dios habla. En el monte Sinaí, Dios no hace milagros. Por el contrario, El simplemente habla. Al hablar Dios viene también la visión celestial. Por consiguiente, el monte de Dios tiene un significado espiritual: es el lugar donde Dios habla y donde está Su visión. Primero los hijos de Israel oyeron el hablar de Dios, luego recibieron la visión. Esta visión pertenece al modelo de la morada de Dios en la Tierra.

Cuando nos reunimos como iglesia, debemos tener el hablar de Dios con Su visión. En muchos servicios religiosos hoy en día, Dios no habla ni está la visión. ¡Cuán disfrutable es oír el hablar directo de Dios y recibir la visión en las reuniones de la iglesia! Reunión tras reunión, podemos tener el hablar de Dios y ver más de Su visión. Oír el hablar de Dios y recibir Su visión, especialmente la visión acerca de Su morada, es algo muy importante. Es de vital importancia que nosotros vayamos al verdadero monte de Dios en la Tierra hoy en día.

Según el relato bíblico, Dios habló frecuentemente desde un monte. El Señor Jesús presentó la constitución del reino de los cielos mientras estaba en un monte con Sus discípulos (Mt. 5:1-2). También fue en un monte donde El dio la profecía acerca del fin de la era (Mt. 24:3). Dios el Padre habló a Pedro y a los otros discípulos mientras ellos estaban en el monte de la transfiguración (Mt. 17:1-2, 5). Juan fue llevado a un monte alto para recibir la visión del cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén. Por tanto, en nuestra experiencia debemos salir de Egipto, cruzar el mar Rojo, y viajar por el desierto hasta que lleguemos al monte de Dios. En este monte, somos introducidos en la presencia de Dios. Sin Su presencia, lo que decimos o lo que hacemos no significa nada. Su presencia lo es todo para nosotros. Muchos de nosotros podemos testificar que cuando nos reunimos en el nombre del Señor, disfrutamos de Su presencia. Oímos Su hablar y vemos Su visión en el monte de Dios ...

B. Por medio de la santificación

Somos llevados a la presencia de Dios por medio de la santificación. Éxodo 19:10 dice: “Y Yahweh dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos”. Los versículos 14 y 22 hablan también de la santificación. Ser santificado significa ser separado del mundo para Dios. Cuando los hijos de Israel se reunieron alrededor del monte Sinaí, ya estaban lejos de Egipto. Habían sido separados del mundo. En el monte Sinaí, vivieron en la presencia de Dios, fueron santificados, separados, para Él de una manera absoluta ...

C. En resurrección

Éxodo 19:11 dice: “Y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Yahweh descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí”. El hecho de que este versículo no habla del segundo día ni del cuarto, sino del tercer día es algo muy significativo. En las Escrituras, el tercer día representa la resurrección. Estar en resurrección significa que lo viejo fue quitado y que estamos totalmente en una nueva posición y situación.

Antes de que Dios hablara al pueblo, el pueblo se preparó a sí mismo. Si Dios hubiera hablado con ellos en el primer día, ellos no habrían estado listos. Supongamos que usted hubiera estado entre los hijos de Israel en aquellos días de preparación. ¿Qué habría hecho? Ciertamente usted no habría perdido tiempo en conversación inútil. Por el contrario, usted habría orado: “Señor, muéstrame todo lo que me separa de Ti. Señor, no quiero que haya nada entre tú y yo”. Usted habría usado su tiempo para prepararse para reunirse con Dios. Habría abandonado muchas cosas hasta que estuviese en resurrección, listo para reunirse con Dios. En lugar de abundar en críticas, chismes o quejas, habría orado hasta que estuviese en resurrección, hasta que las viejas cosas hubiesen pasado y se encontrase totalmente en una nueva posición.

D. Oír el hablar de Dios

Después de ser introducido en la presencia de Dios, el pueblo oyó Su hablar (v 9). Esta es la comunión. Tener el hablar de Dios significa estar en Su presencia.

III. INTRODUCIDOS EN EL CONOCIMIENTO DE DIOS

Cuando somos introducidos en la presencia de Dios y entramos en comunión con Él, espontáneamente somos introducidos en el conocimiento de Dios. Antes de entrar en comunión con Dios, ignoramos muchas cosas. No conocemos ni el mundo ni el edificio de Dios. No conocemos el Altar, el Candelero, la Mesa de la Proposición, ni el Arca. Todo lo que revelan los capítulos veinticinco al cuarenta corresponde con lo que Pablo describe como el pleno conocimiento de Dios. Muchos cristianos contemporáneos ignoran lo que es la Iglesia. No conocen el terreno de la Iglesia, su contenido, ni su función. Antes de que los hijos de Israel fuesen llevados a la presencia de Dios, ¿qué sabían del Atrio, del Lugar Santo, o del Lugar Santísimo? ¿Acaso sabían algo del Arca hecha de acacia y cubierta de oro? Ciertamente no. Ignoraban estas cosas.

Cuando lleguemos al capítulo veinte, veremos que la Ley es una revelación y una descripción de Dios mismo. La Ley muestra la clase de Dios que Él es. Antes de ser llevados a la presencia de Dios, los hijos de Israel no tenían este conocimiento de Él, aunque habían experimentado Su salvación, habían disfrutado Su suministro, habían vencido a Amalec y habían sido introducidos en el reino.


En la comunión de Dios, primero llegamos a conocer la gracia de Dios (empezamos a experimentar lo que es vivir en la gracia y no bajo la Ley). En Éxodo 19:4, el Señor dijo: “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios y como os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a Mí”. Esta es la gracia. Isaías 40:31 dice: “Pero los que esperan a Yahweh tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas”. Los que confían en el Señor serán llevados en alas de águilas ... Primero, Cristo es nuestro cordero pascual; luego Él es un águila.

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Al oír la voz del Señor y al recibir Su revelación, conocemos Su gracia.

B. Conocer la santidad de Dios

En la comunión con el Señor, también empezamos a conocer la santidad de Dios (desde ahora hilaremos muy fino y abandonaremos la presunción) (19:10-24) ... Sólo Moisés y Aarón tenían el privilegio de cruzar el límite. Indudablemente, sabían que su Dios era un Dios santo.
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No debemos considerar esta palabra acerca de la santidad de Dios como simple doctrina. Si usted considera su experiencia, verá que en la comunión con el Señor, primero usted se siente agradecido hacia Él por Su misericordia y gracia. Luego usted llega a darse cuenta de que necesita la santidad. En la presencia de Dios, debemos ser santos. Si deseamos permanecer en comunión con Él, debemos santificarnos a nosotros mismos y todo lo que se relaciona con nosotros. No debemos cruzar el límite de la santidad de Dios. Esta es una lección muy importante que encontramos en Éxodo 19. Aprecio mucho este capítulo porque presenta los detalles (los requisitos) de la comunión con Dios. Puedo testificar que su contenido corresponde a mi experiencia. Después de conocer la gracia del Señor, siento la necesidad de santidad, de santificación. La santificación es el aspecto de nuestra experiencia de la santidad. Cuando la santidad de Dios se convierte en nuestra experiencia, eso es santificación. Debemos estar separados del mundo para Dios. Esto es honrar el límite de la santidad de Dios. No obstante, todos podemos testificar que perdimos la comunión con Dios cuando violamos el límite de Su santidad. Nuestra comunión con Dios seguirá únicamente cuando mantengamos la santidad.

C. Ser la posesión personal de Dios
y Su tesoro particular

En la comunión con Dios, llegamos a ser la posesión personal de Dios y un tesoro particular (19:5). En el versículo 5, la expresión hebrea tiene un doble significado; significa posesión personal y también tesoro particular. Por ejemplo, una hermana puede poseer un anillo muy precioso. Este anillo es su posesión personal y también su tesoro particular. No lo cambiaría por nada. Del mismo modo, cuando el pueblo redimido de Dios fue introducido en la presencia de Dios, se convirtió en su posesión personal y tesoro particular. ¡Podemos llegar a ser la posesión personal de Dios! Podemos llegar a ser tan queridos y preciosos para Él que nos convirtamos en Su tesoro particular. Esto demuestra cuánto afecto íntimo existe en nuestra comunión con Dios. Nuestra comunión con el Señor debe alcanzar el punto en que disfrutamos tal afecto íntimo con Él y Él con nosotros, que Dios puede decir que somos Su tesoro particular, Su posesión personal. ¡Cuán íntimo, querido, y precioso es esto! Cuando entramos en esta comunión con Dios, Él nos considera como este tesoro y posesión.

D. Ser un reino de sacerdotes para Dios

Según Éxodo 19:6, los hijos de Israel deberían ser un reino de sacerdotes para el Señor. Al permanecer en la presencia de Dios, nos convertimos en un reino de sacerdotes para Él. Lo que describe el Antiguo Testamento al respecto se cumple en el Nuevo Testamento. Nosotros, los creyentes, somos un reino de sacerdotes para Dios (Ap 1:6). Como sacerdotes, vivimos en la presencia de Dios, disfrutando de Él como nuestra porción, así como Él disfruta de nosotros como Su tesoro. Este es un disfrute mutuo. Si existía en los tiempos del Antiguo Testamento, ¡con más razón debería ser nuestra experiencia en la era noetestamentaria! Lo que describe el Antiguo Testamento es simplemente un cuadro. En el Nuevo Testamento, tenemos la realidad. ¡Alabado sea el Señor porque somos el tesoro particular de Dios y sacerdotes, disfrutando de Él como nuestro todo!

E. Ser una nación santa

Finalmente, nos convertimos en una nación santa (19:6). El disfrute mutuo entre Dios y Su pueblo nos separa para El mismo. Nada nos puede separar para Dios como este disfrute mutuo. Cuando Dios nos disfruta como Su tesoro particular y le disfrutamos a Él como nuestro todo, somos totalmente separados de todo lo que no es Dios y somos apartados para Dios mismo. Como resultado, nos convertimos en una nación santa.

Éxodo 19 es un capítulo precioso. Efectivamente, habla de relámpagos, de nube y de humo. Si no prestamos atención a la santidad de Dios, experimentaremos estas cosas. No obstante, Moisés y Aarón no tenían miedo de los relámpagos. Se dieron cuenta de que el relámpago, la nube y el humo no eran para ellos; su porción era la presencia de Dios con Su hablar y Su disfrute. No debemos tener miedo de Dios, pues Él nos atesora como Su posesión personal. Somos sacerdotes para Él y somos una nación santa. ¿Por qué tendríamos que tener miedo?

¡Qué diferencia tan tremenda existe entre Éxodo 1 y Éxodo 19! En el capítulo uno, el pueblo de Dios estaba en Egipto bajo la tiranía de Faraón. Sin embargo, en el capítulo diecinueve, estaban en el monte de Dios, pues habían llegado a ser Su tesoro particular. Allí disfrutaban de Dios a lo sumo y estaban separados para Él. Le damos gracias al Señor por este cuadro, pero le agradecemos todavía más por la realidad, el cumplimiento que disfrutamos ahora.


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