La vida natural no entorpece la gracia, pero nos acarrea sufrimiento. No disminuirá la cantidad de gracia que recibamos, pero sí incrementará nuestra medida de sufrimiento. Mientras usted tenga parte de su vida natural, ésta le causará sufrimientos. Si usted no desea sufrir, no debe vivir en la vida natural. No se valga de su astucia, ni ejerza su sabiduría para ayudar a Dios, ni haga nada usando su vida natural.
Esto solamente añadirá sufrimiento.
ESTUDIO-VIDA DE GÉNESIS
MENSAJE SESENTA Y
CINCO
UNA DEBILIDAD NATURAL COMO ABRAHAM
Y
UNA VIDA NATURAL COMO JACOB
(Ver completo en: http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=2BE9E7A2)
...
d. Una vida natural
igual como la de Jacob
En Isaac no vemos solamente la debilidad natural sino también la vida natural. El seguía viviendo en el nivel natural. No llevaba una
vida supuestamente espiritual todo el tiempo. Después de que Isaac
oró, Dios le dio dos hijos: Esaú y Jacob. Isaac amaba a Esaú porque éste era un
cazador muy hábil y porque “comía de su
caza” (25:27-28). El
amor de Isaac por su primogénito era limitado a la esfera de la vida natural, a
su preferencia natural, como lo fue
el amor de Jacob por José (37:3-4). El marido empezó a mostrar un amor parcializado; así que la esposa hizo lo mismo. Esaú, “diestro en la caza”, fue el hijo
preferido de su padre, y Jacob, un hombre tranquilo que moraba en tiendas, fue
el hijo predilecto de su madre. A las madres les gusta tener un hijo que se
quede tranquilo cerca de ellas. Ninguna madre preferiría a un hijo agreste que
disfruta de los deportes todo el día. En la familia de Isaac, el padre
prefería a Esaú, y la madre a Jacob. ¿Qué clase de vida era ésta, acaso era una
vida espiritual, una vida de resurrección? No. Era una vida natural, aunque no
era una vida pecaminosa. No debemos pensar que somos diferentes,
pues los padres tienen un amor parcializado. Si usted tiene varios hijos, amará a uno de ellos más que
a los demás, conforme a su preferencia, y todos sus hijos sabrán quién es su
predilecto. Este amor parcializado no
corresponde a nuestro espíritu, sino a nuestras preferencias naturales.
Amamos a un muchacho o a una muchacha en particular, porque corresponde a
nuestro gusto natural. Esta es la vida natural.
La vida natural siempre nos causa
problemas. La predilección en la vida de Isaac
provocó la necesidad de suplantar.
Rebeca quería que su hijo preferido recibiera la bendición. En el capítulo
veintisiete vemos que ella perfectamente podía suplantar (vs. 5-7). Ella le enseñó a Jacob a
suplantar. En el capítulo treinta Jacob engañó a su tío Labán en cuanto
al rebaño (vs. 31-43). El principio se aplica también en el capítulo
veintisiete. Rebeca preparó una carne gustosa y cubrió las manos y el cuello de
Jacob con pieles de cabrito. Cuando Isaac lo palpó, dijo: “La voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú”
(27:22). Aquí vemos que el
arte de suplantar lo aprendió Jacob de su madre, quien formaba parte de su
padre. En cierto
sentido, la madre engañó al padre; eso significa que la segunda parte de una
persona engañó a la primera. El engaño de esta familia consiste en engañarse a
sí misma. Al final en la familia, todos fueron engañados. Cuando leí
este capítulo, dije: “Rebeca, te creías
muy lista, pero en realidad, fuiste necia. ¿Acaso no sabes que Dios había
dispuesto que Jacob fuese el primero? Tú no necesitabas ayudar a Dios”. Rebeca al tratar de ayudar a su hijo, lo perdió. Génesis no nos
dice cuánto tiempo vivió Rebeca. Es posible que haya muerto antes de que Jacob
hubiese vuelto de la casa de Labán. Eso significa que Rebeca perdió a su hijo por causa del engaño. Rebeca
probablemente no vivió lo suficiente para ver nuevamente a su hijo Jacob. Ella
pensaba que lo estaba ayudando, pero en realidad, lo perdió por haber
suplantado.
Resulta difícil pensar
que una persona como Isaac hubiese tenido esta debilidad natural y hubiese
llevado una vida tan natural. Isaac sufrió por causa de su vida natural (26:34-35; 27:41-46; 28:6-9).
Isaac disfrutó siempre la gracia,
pero hubo sufrimiento en su vida.
Tanto Isaac como Rebeca sufrían por vivir de una manera natural, pues las
mujeres de Esaú fueron “amargura de
espíritu” para ellos (26:34-35).
Debido al amor parcializado predominante en esa
familia, Esaú aborreció a Jacob y quería matarlo. Cuando Rebeca se
enteró de esto, le pidió a Jacob que huyera a casa de su hermano Labán y se
quedara con él hasta que la ira de Esaú hubiese desaparecido. No obstante,
Rebeca le presentó a Isaac otra versión (27:46). Parecía decir: “Las esposas de Esaú nos han causado mucha
amargura de espíritu y yo no podría vivir si Jacob tomara como esposa a una
mujer de éstas. Debemos mandarlo lejos para que consiga esposa”. Rebeca dijo lo mismo de dos maneras distintas. Toda esposa sabia hace
eso, pues cuenta la misma historia de dos maneras distintas. Igual que muchas esposas
actuales, Rebeca le mintió a Isaac al decirle la verdad. Ella quería enviar a
Jacob lejos para protegerlo de Esaú, pero no le dijo esto a Isaac, sino que le
dijo que estaba cansada de sus nueras gentiles y que no quería que Jacob tomara
esta clase de esposa, sugiriendo así que Isaac enviara lejos a Jacob para que
consiguiera una esposa de su propio linaje. Lo que dijo era cierto, pero la intención era otra. Eso causó
sufrimiento.
Mientras Isaac
disfrutaba de la gracia, también sufría por vivir en la esfera natural. La
vida natural no entorpece la gracia, pero nos acarrea sufrimiento. No
disminuirá la cantidad de gracia que recibamos, pero sí incrementará nuestra
medida de sufrimiento. Mientras usted tenga parte de su vida
natural, ésta le causará sufrimientos. Si usted no desea sufrir, no debe vivir
en la vida natural. No se valga de su astucia, ni ejerza su sabiduría para
ayudar a Dios, ni haga nada usando su vida natural. Esto solamente añadirá
sufrimiento.
Es mejor que no llevemos una vida natural.
Isaac vivió en la vida natural, pero Dios obró
soberanamente en todas las cosas. En cierto sentido, la vida natural ayudó a la
soberanía de Dios. Dios había predestinado a Jacob para que tuviera la
primogenitura y participara de la bendición del primogénito. La suplantación de
Rebeca le causó sufrimientos, pero esto fue dispuesto soberanamente por Dios
para cumplir Su propósito. Todo se encontraba bajo la soberanía de Dios para
que se cumpliera Su propósito.
Por lo tanto, podemos decir: “Alabado sea el Señor, porque el propósito de Dios se está cumpliendo,
aunque yo sea bueno o malo, espiritual o no. No importa lo que suceda, me
encuentro en la gracia y la disfruto”. Nada
nos puede impedir que disfrutemos la gracia. No obstante, si queremos evitar el
sufrimiento, no debemos vivir en la vida natural.
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