La gente astuta siempre se presenta amable.
Todo el que es amable con usted es astuto pero el que es osado con usted es honesto.
ESTUDIO-VIDA DE GENESIS
MENSAJE SETENTA Y
UNO
BAJO LA MANO DE DIOS
(5)
La historia de Jacob
que aparece en Génesis 30 y 31 es muy interesante. Basándonos en los dos
principios de que la Biblia no desperdicia ninguna palabra y toda la Biblia es
la Palabra de vida, debemos acudir al Señor para poder ver la vida contenida en
este relato. He dedicado mucho tiempo a este pasaje de la Palabra. Hace muchos
años, tomaba este relato como una simple historia. Pero después de llegar a
comprender que todo lo que contiene la Biblia es la Palabra de vida, empecé a buscar la vida
contenida en esta sección de la Palabra. Después de ser iluminado, vi
que este relato está lleno de vida.
Los puntos principales
contenidos en Génesis 30:25-43 y 31:1-16, 38-42 pueden ser clasificados bajo
los tres títulos
siguientes: la opresión de Labán, el engaño de Jacob y la bendición de Dios.
En este relato, las tres personas más prominentes son Labán, Jacob y Dios. Dos
de estos personajes son visibles y uno invisible. Labán, la primera persona,
presionó a Jacob, mientras que Jacob, el segundo personaje, engañó a Labán. No
obstante, ninguno de los dos pudo tomar una decisión final. Esto fue efectuado
por el tercer personaje, la persona invisible, Dios mismo. Por mucho que Labán oprimiera a
Jacob, de todos modos perdería, y aunque Jacob engañó mucho a Labán, no fueron
esos engaños los que lo enriquecieron. Ni Labán ni Jacob tuvieron la última
palabra; la tuvo Dios, el Señor de todo. Si queremos ver la vida que hay
en esta sección de la Palabra y recibir el suministro de vida que contiene,
debemos prestar atención a estos tres personajes. Si los vemos, valoraremos
esta sección de la Palabra.
Ya dijimos que Abraham
representa una vida justificada por Dios y en comunión con El, y que Isaac
representa la vida que disfruta la gracia de Dios. En Jacob vemos el tercer
aspecto de la vida espiritual: la transformación. Jacob, un hombre que estuvo
bajo la mano transformadora de Dios, representa la vida de transformación. La
presión que ejerció Labán sobre Jacob provenía de la soberanía de Dios. Jacob
necesitaba la mano opresora de Labán, y Dios usó dicha mano para transformarlo.
Al leer el relato de
la vida de Jacob, no considere que sea algo dirigido a los demás. Léalo para
usted mismo, porque usted es el único Jacob. Aun las hermanas son Jacob. Muchas hermanas tienen maridos como Labán, pero ellas, las esposas
artificiosas, son como Jacob. Por ser tan artificiosas, recibieron de Dios
maridos como Labán para presionarlas. No obstante,
también podemos decir que muchos maridos como Jacob se han casado con esposas
como Labán. Casi todos los maridos son engañosos. El hermano casado aparenta
ser un caballero, pero en realidad es un astuto Jacob. Todos los maridos son
sagaces en el trato con sus esposas. Pero por muy engañosos que seamos, Dios sigue ejerciendo Su
soberanía. El relato de Jacob es nuestra biografía y nuestra autobiografía. Lo
narrado en la Biblia es nuestra biografía, y lo que sucede en nuestro diario
vivir es nuestra autobiografía. Estamos escribiendo nuestra autobiografía día
tras día. En nuestra relación con los demás, somos artificiosos (manipuladores); cuando sufrimos por obra de los demás,
somos oprimidos.
Jacob fue escogido
para ser la expresión de Dios. ¿Cómo
podría un suplantador llegar a ser la expresión de Dios? No habría sido por una
corrección externa, sino solamente
por el proceso de transformación.
¿Cómo se puede llevar a cabo la transformación? Sólo al estar puestos, por el arreglo soberano de Dios, en ciertas
circunstancias y bajo la mano de ciertas personas. El tiene la soberanía
para disponer nuestro entorno. Quisiera decirles a los hermanos y
hermanas que se van a casar pronto: Hermanos, no se imaginen que ustedes están a punto de casarse con una
buena hermana. No, ustedes se van a casar con un Labán opresor. Hermanas, estén
preparadas. Ustedes no se van a casar con un gigante espiritual sino con un
astuto Jacob. Dios rige soberanamente en este asunto.
Dios nos escogió, pero
nosotros somos suplantadores, personas que toman por el calcañar y que necesitan
ser transformadas, sea que nos guste o no. He oído a muchas personas entre
nosotros decir: “Señor Jesús,
te amo”. ¿Sabe usted lo que significa decirle eso al Señor?
Significa que usted acepta lo que El está haciendo con usted. Cuando
usted dice: “Señor Jesús, te amo”, en
realidad usted está diciendo: “Señor
Jesús, soy uno contigo y estoy dispuesto a que me toques”. Es probable que
usted no se haya dado cuenta de lo que implica decir: “Señor Jesús, te amo”. Supongamos que una mujer joven le dice a un
joven que ella lo ama. Esto tiene muchas repercusiones y no debe decirse a la
ligera. Al pronunciar estas sencillas palabras, ella se entrega a
él. Del mismo modo, cuando decimos: “Señor Jesús, te amo”, somos cautivados por El y nos lanzamos al
proceso de transformación. Muchos
de nosotros podemos testificar que no teníamos problemas antes de empezar a
amar al Señor. Pero desde que empezamos a decir: “Señor Jesús, te amo”, hemos afrontado problema tras problema. No
obstante, estos problemas no nos matan. A veces podemos estar sumergidos en
tantos problemas que deseemos morir. Pero en ese momento, el Señor dirá: “Quizá quieras morir, pero Yo no te dejaré
morir. Te haré vivir para que seas transformado. No te predestiné para que
murieras, sino para que fueses conformado a la imagen del Hijo primogénito de
Dios”. Si examinamos esta porción de la Palabra con esta luz, nos
daremos cuenta de lo llena de vida que está.
8) La opresión de Labán
Consideremos ahora la
opresión de Labán (30:25-43; 41:1-16, 38-42). En el capítulo veintinueve, Labán
recibió a Jacob y le dio hospedaje (29:14). Más adelante, Labán quizá haya
descubierto que Jacob era bastante inteligente y que le podía ser de gran
provecho. Afectando amabilidad, Labán le dijo a Jacob: “¿Por ser tú mi hermano, me servirás de
balde? Dime cuál será tu salario” (29:15). Labán parecía decir: “Jacob, no es justo que te quedes conmigo
sin recibir salario. Dime qué paga quieres”. Es posible que Labán se haya
dado cuenta de que Jacob se había enamorado de su hija Raquel, y que haya
pensado: “Jacob, no te daré a mi hija por
un bajo precio. Tú la amas, y yo te la daré, pero debes pagar el precio”. Labán fue sabio y conocía el corazón de Jacob, pero no se lo dijo.
Cuando Labán le preguntó qué iba a cobrar, Jacob contestó: “Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor” (29:18). Ya
hemos hecho notar que el amor ciega a la gente y la vuelve insensata. El amor
que Jacob sentía por Raquel lo hizo insensato, y ésta fue la razón por la cual
él mismo se comprometió a trabajar siete años para conseguirla. Yo, en el lugar
de Jacob, no habría trabajado más de doce meses. Labán quedó satisfecho con la
oferta de Jacob. No obstante, cuando transcurrieron estos siete años, Labán no
hizo nada para propiciar el matrimonio de Jacob con Raquel. Esto significa que
él no tenía ningún interés en ello. Por lo tanto, Jacob se vio obligado a
decirle: “Dame mi mujer, porque mi tiempo
se ha cumplido, para unirme a ella” (29:21). Sin embargo, Labán le trajo a
Lea en lugar de darle a Raquel. Cuando Jacob se dio cuenta, Labán se justificó
diciendo que no se acostumbraba en ese país dar a la menor antes de la mayor
(29:26). En cuanto a Raquel, Labán dijo: “Cumple
la semana de ésta, y se te dará también la otra, por el servicio que hagas
conmigo otros siete años” (29:27). Aquí vemos la presión de Labán. Si usted recuerda su
pasado, verá que también ha sido presionado, quizá por su cónyuge.
Labán era hábil y astuto, y Jacob no lo pudo vencer.
Jacob dijo en dos ocasiones que Labán le había cambiado diez veces el salario (31:7, 41). Jacob se quejó
ante Labán, diciendo: “Así he estado
veinte años en tu casa; catorce años te serví por tus dos hijas, y seis años
por tu ganado, y has cambiado mi salario diez veces” (31:41). Además Jacob
le dijo: “Si el Dios de mi padre, Dios de
Abraham y temor de Isaac, no estuviera conmigo, de cierto me enviarías ahora
con las manos vacías” (31:42). Jacob parecía decir: “Labán, no sólo he trabajado catorce años por tus hijas, y seis años
por tu ganado, sino que ni siquiera estás dispuesto a darme mis esposas ni mis
hijos ni mis rebaños. Has intentado retenerlo todo”. ¡Cuánto debió de haber sufrido
Jacob bajo la mano opresora de Labán!
Labán oprimió a Jacob
de muchas maneras. Lo obligó a trabajar para él catorce años por sus dos hijas
y luego lo hizo laborar seis años por su rebaño (31:41). Vimos que le cambió el
salario a Jacob diez veces, probablemente reduciéndolo en cada ocasión. Cuanto más exigía Labán de
Jacob, menos le pagaba. Labán también le cobraba a Jacob cualquier oveja arrebatada
por las fieras o robada (31:39). ¡Cuán injusto era eso! No obstante, Labán
pensaba que aquello era justo y parecía decir: “Cuida mis ovejas. Debes reemplazar cualquiera oveja que arrebaten las
fieras o que sea hurtada”. ¿Podría usted trabajar bajo una mano tan
opresora? No obstante, Jacob fue paciente y soportó la opresión de
Labán durante veinte años. Es posible que de vez en cuando Labán lo
haya amenazado diciendo: “Si no quieres trabajar para mí
conforme a mis exigencias, entonces vete. Yo me quedaré con mis hijas, mis
nietos y mis rebaños”. Jacob tenía temor de esta posibilidad. El se había engrandecido
considerablemente, pero todavía le temía a Labán. Cuando escapó, tuvo temor de
decirle a Labán que se iba, ante la posibilidad de que éste le quitara sus
esposas, sus hijos y sus rebaños. Labán había nacido allí, pero Jacob
era un extranjero. Un nativo puede fácilmente relacionarse con un extranjero.
Labán posiblemente amenazó a Jacob con la retención de todas sus pertenencias.
No obstante, Jacob soportó esta situación. Aparte de todo eso, Labán hizo que Jacob se consumiera
por el calor en el día y por la helada en la noche (31:40). En esa
difícil situación, Jacob pudo decir: “El
sueño huía de mis ojos” (31:40). Mientras Jacob apacentaba el rebaño de Labán, se encontraba al aire
libre, y no tenía donde dormir. No había sombra para guarecerse del calor
durante del día ni tenía abrigo alguno que lo protegiera de las heladas de la
noche. En esa región, la temperatura era caliente durante el día y fría
en la noche. Mientras Jacob sufría calor y frío, el sueño huía por estar bajo
la opresión de Labán. Finalmente, como destacamos antes, Labán intentó retener
a las mujeres de Jacob, a sus hijos y sus rebaños (30:26; 31:14-15, 42). Ninguno de nosotros estaría dispuesto a trabajar para una persona como
Labán, pero Jacob lo hizo durante veinte años. En ese lapso, él estuvo bajo la
mano opresora de Labán.
Si leemos este relato
con esta luz, diremos: “Señor, cuánto te adoro. Desde
el día en que empecé a amarte, las cosas me han sucedido de la misma manera y
conforme al mismo principio”. Considere retrospectivamente los años
que ha pasado en la vida de iglesia y recuerde las veces en que ha estado bajo
presión. Así como la vida natural de Jacob necesitaba un Labán opresor, nuestra
manera de ser natural también necesita presión. La mano aplastante de Labán no
vino por azar, sino por la soberanía de Dios. Isaac, Rebeca y Esaú fueron
usados por Dios para llevar a Jacob al horno de la transformación, y Labán fue
el fuego que ardía en ese horno. Estas personas fueron usadas por Dios para
transformar a Jacob. No se queje de su situación. En ocasiones, mientras me
quejaba, vi repentinamente la luz, y era como si Dios me dijera: “¿Por qué te quejas? ¿Acaso no te das cuenta
de que esto es lo que he dispuesto para ti? A tu esposa, tus hijos y todos tus
hermanos de la iglesia Yo los he puesto ahí. Es una insensatez quejarte”. Su cónyuge y sus hijos son exactamente lo que necesita su manera de
ser. Nosotros podemos equivocarnos, pero Dios jamás comete errores. Todo se encuentra en la mano
del Señor, y no hay necesidad de quejarse. En lugar de quejarnos, debemos decir
simplemente: “Gracias, Señor, por este
buen Labán”.
9) Los ardides de Jacob
A pesar de las
presiones y amenazas que Jacob recibió por parte de Labán, seguía utilizando
sus ardides
(39:31-43). Un día Jacob le dijo a Labán que quería regresar a su país y le
pidió que le diera sus esposas y sus hijos por los cuales había servido durante
tantos años (30:25-26). Labán contestó: “Halle
yo ahora gracia en tus ojos, y quédate; he experimentado que Jehová me ha
bendecido por tu causa” (30:27). Labán aparentaba ser una persona amable,
pero era astuto. La gente astuta siempre se presenta amable.
Todo el que es amable con usted es astuto pero el que es osado con usted
es honesto. Labán fue muy hábil en la manera de tratar a Jacob, pues
le dijo que había descubierto que al tenerlo consigo, había recibido la
bendición del Señor. Cuando Labán le dijo a Jacob: “Señálame tu salario, y yo lo daré”, Jacob contestó: “Tú sabes cómo te he servido, y cómo ha
estado tu ganado conmigo. Porque poco tenías antes de mi venida, y ha crecido
en gran número, y Jehová te ha bendecido con mi llegada; y ahora, ¿cuándo
trabajaré también por mi propia casa?” (30:28-30). Jacob parecía decir: “He trabajado aquí muchos años, y todavía no
puedo proveer para las necesidades de mi propia casa. ¿Cuándo podré abastecer a
mi propia familia?”. Labán, al darse cuenta de que la ida de Jacob quitaría
la bendición de Dios sobre él, parecía decir: “Quédate conmigo, no me preocupa el salario que te tenga que pagar.
Dime simplemente lo que quieres; mientras yo esté bajo la bendición de Dios,
todo estará bien”.
Ahora vemos que Jacob, quien había sido oprimido por
Labán, tenía la oportunidad de robar los bienes
de Labán y de enriquecerse.
Cuando Labán le preguntó qué salario debía darle, Jacob le dijo: “No me des nada; si hicieres por mí esto,
volveré a apacentar tus ovejas. Yo pasaré hoy por todo tu rebaño, poniendo
aparte todas las ovejas manchadas y salpicadas de color, y todas las ovejas de
color oscuro, y las manchadas y salpicadas de color entre las cabras; y esto
será mi salario. Así responderá por mí mi honradez mañana, cuando vengas a
reconocer mi salario; toda la que no fuere pintada ni manchada en las cabras, y
de color oscuro entre mis ovejas, se me ha de tener como de hurto” (30:31-33). Jacob
parecía decir: “Tío Labán, prométeme una
sola cosa y me quedaré. Toma de tu rebaño todas las ovejas manchadas y
salpicadas de color y todas las ovejas de color oscuro y deja a todas las
blancas a mi cargo. De ahora en adelante, las ovejas manchadas, salpicadas de
color y de color oscuro serán mías”. Labán pensó que ésta era una sugerencia excelente, pues
él sabía que las ovejas blancas sólo podían producir ovejas blancas y que no
podían reproducir ninguna oveja manchada, salpicada de color, u oscura.
Por lo tanto, Labán apartó de sus ovejas todas las que no eran perfectamente
blancas y las dio a sus hijos (30:34-35). El rebaño que le quedó a Jacob era
totalmente blanco. Labán pensaba que una vez más, Jacob había caído en su
trampa, “y puso tres días de camino entre
sí y Jacob; y Jacob apacentaba las otras ovejas de Labán” (30:36). Como
veremos, esto le dio a Jacob la oportunidad de engañar a Labán.
En este engaño Jacob
tomó “varas verdes de álamo, de avellano
y de castaño, y descortezó en ellas mondaduras blancas, descubriendo así lo
blanco de las varas” (30:37). Entonces Jacob tomó las varas que había
descortezado y las ponía delante del ganado en los canales de los abrevaderos
del agua donde venían a beber las ovejas, “las
cuales procreaban cuando venían a beber” (30:38). En Génesis 30:39 vemos
que “concebían las ovejas delante de las
varas; y parían borregos listados, pintados y salpicados de diversos colores”.
Entonces Jacob separó sus ovejas de las de Labán. Además, cuando las ovejas más
fuertes estaban en celo, “Jacob ponía las
varas delante de las ovejas en los abrevaderos, para que concibiesen a la vista
de las varas. Pero cuando venían las ovejas más débiles, no las ponía; así eran
las más débiles para Labán, y las más fuertes para Jacob” (30:41-42). En consecuencia, las ovejas
manchadas, salpicadas de color y oscuras eran más fuertes, y el ganado blanco
era más débil. No creo que el plan de Jacob haya producido los
resultados; fue simplemente fruto de la astucia de su mente. No obstante, sea
que el truco haya funcionado o no, los resultados se vieron, y Jacob pensó que
su plan había tenido éxito.
Cuando Jacob vio que
el semblante de Labán no era para con él como había sido antes, el Señor le
dijo: “Vuélvete a la tierra de tus
padres, y a tu parentela, y yo estaré contigo” (31:2-3). Según 31:4-5, “envió, pues, Jacob, y llamó a Raquel y a
Lea al campo donde estaban sus ovejas”, y les dijo que el semblante de su
padre había cambiado para con él. Después de esto, él contó un sueño que tuvo
cuando las ovejas estaban en celo. En este sueño, él veía que “los machos que cubrían a las hembras eran
listados, pintados y abigarrados”, y él oyó al ángel de Dios decir: “Alza tus ojos, y verás que todos los machos
que cubren a las hembras son listados, pintados y abigarrados; porque yo he
visto todo lo que Labán te ha hecho” (31:10-12). Cuando leí este sueño
anteriormente, dudaba que fuese cierto. Pensaba que Jacob estaba mintiendo
porque no quería divulgar su engaño a sus esposas. Finalmente, descubrí que el
sueño no era una mentira, pues al contarlo, Jacob dijo que el ángel de Dios
había dicho: “Soy el Dios de Bet-el,
donde tú ungiste la piedra, y donde me hiciste un voto” (31:13). Estas
palabras no podían ser falsas; por tanto, el sueño debe de haber sido
auténtico. Mientras Jacob engañaba a Labán con sus varas descortezada, Dios le
habló en un sueño, en el que le dijo que mirara los machos que cubrían a las
hembras y que estos machos eran listados, pintados y abigarrados. De esta
manera, Dios le indicó a Jacob que El no adquirió estas ovejas por su engaño sino por la soberanía de Dios. Es el mismo principio que operó en la
primogenitura que Jacob obtuvo. Aunque Jacob hacía todo
lo posible por obtenerla, en realidad le fue dada.
Aparentemente, Jacob consiguió la primogenitura con sus artimañas, pero en
realidad, le fue dada por la soberanía de Dios. Igualmente parecía que Jacob
había obtenido las riquezas de las ovejas con su engaño;
en realidad, estas riquezas venían por la soberanía de Dios.
Surge una dificultad en esta sección de la Palabra. En el
capítulo treinta leemos que solamente las ovejas blancas se apareaban delante
de las varas, pero en el sueño, vemos que eran los machos listados, pintados y
abigarrados los que cubrían a las hembras, y no los machos blancos. ¿Cómo
podemos reconciliar esto?
De dos maneras. La primera consiste en decir que el sueño fue una mentira, con
lo cual no estoy de acuerdo; y la segunda, en que esto es fruto de la soberanía de Dios. De acuerdo con esto, Dios
transformó las ovejas blancas en ovejas listadas, pintadas y abigarradas de la
misma manera en que tornó las maldiciones de Balaam en bendiciones (Nm.
23:11-12; 24:10). No obstante, por muchas explicaciones que demos a este
caso, no creo que las ovejas listadas, pintadas y abigarradas fueran concebidas
por el artilugio de Jacob sino por la soberanía de Dios. En el capítulo treinta
y uno, el sueño de Jacob revela que el Dios soberano fue El que en realidad
produjo estos resultados. Compare eso una vez más con el caso de la
primogenitura que Jacob consiguió. Si Dios no hubiese obrado soberanamente en
esa situación, y no le hubiera dado a Jacob la primogenitura, éste jamás la
habría conseguido mediante sus tretas. Vemos el mismo principio aquí. Jacob no se enriqueció por sus engaños sino por la soberanía de Dios.
Jacob había sido escogido por Dios y se
encontraba bajo Su bendición. El no tenía necesidad de emplear sus estratagemas para enriquecerse, pues estaba bajo la
bendición de Dios, y por esta razón, Dios le había concedido Su bendición.
Aparentemente, Jacob obtuvo estas riquezas por el éxito de su ardid, pero en realidad, le fueron dadas por la
soberanía de Dios, por la mano de bendición. Este mismo principio es válido en lo que a
nosotros se refiere hoy. Nosotros también fuimos escogidos por
Dios y nos hallamos bajo Su bendición. No necesitamos esforzarnos
ni engañar para conseguir la bendición de Dios. Dios nos concederá
la bendición que necesitamos. Con todo, después de ser salvos, todos hemos
luchado y engañado para conseguir la bendición. En muchos casos parecía que la
bendición ha venido por nuestros esfuerzos y ardides; pero en realidad, la
bendición vino mediante la soberanía de Dios. Lo mismo sucede con todo lo
pertinente a nosotros. No debemos pensar que toda bendición proviene del éxito
de nuestros esfuerzos. Por el contrario, debemos ser conscientes de que toda
bendición, sea espiritual o material, viene mediante la soberanía de Dios.
10) La bendición de Dios
Ahora debemos
considerar la bendición de Dios. Dios bendijo a Labán por causa de Jacob (30:27, 30). Dios preservó a
Jacob, mediante Su bendición, de la opresión de Labán (31:7-12, 16, 42).
Debemos postrarnos para adorar a Dios y aprender la lección de no
preocuparnos por las presiones que los demás ejerzan sobre nosotros.
Como pueblo escogido de Dios, nos encontramos bajo Su bendición. Aunque los demás ejerzan presión sobre nosotros, no debemos engañarlos. Cuantos
más ardides usemos, más presión sufriremos.
En todo caso, sea que engañemos o no, la bendición nos pertenece porque estamos
destinados a recibirla.
Jacob empezó a utilizar sus tretas desde que estaba en el
vientre de su madre y sólo cesó cuando
fue transformado. Sólo al llegar a los últimos capítulos de Génesis, nos
damos cuenta de que Jacob dejó de valerse de su astucia. Después de ser transformado en príncipe de Dios, Jacob dejó de utilizar estratagemas.
Del mismo modo, sólo después de que Dios haya obrado en nosotros y nos haya
transformado, dejaremos de engañar.
Como ya mencionamos,
en este relato existen tres personajes principales: la parte opresora, la parte
artificiosa
y la parte que bendice. Dios pudo haberle dicho a Labán: “Labán, usaré tu opresión como medio para transformar a Jacob, Mi
escogido. No le puedes robar Mi bendición. Cuanto más lo oprimas, más lo
bendeciré”. Además, Dios pudo haberle dicho a Jacob: “Jacob no te enriqueciste
gracias a tus engaños, sino a Mi bendición
soberana. Tú pusiste las ovejas blancas delante de las varas descortezadas,
pero el sueño muestra que el resultado no vino de tus engaños.
A Mis ojos, las ovejas blancas en realidad eran listadas, pintadas y
abigarradas. Lo que te enriqueció fue Mi bendición soberana, no tus engaños”. Todos debemos aprender a no temer a las
circunstancias ni a las presiones, y a no engañar.
Aunque usted siga engañando a los demás, un día
su naturaleza artificiosa será quebrantada.
Jacob era astuto,
pero Dios siguió bendiciéndolo. En el sueño, Dios no lo reprendió, sino que lo
consoló diciendo:
“Yo he visto todo lo que Labán te ha
hecho” (31:12). Dios vio los sufrimientos y la aflicción de Jacob a manos
de Labán y parecía decir: “Yo soy el Dios
de Bet-el, el Dios de tu padre. Yo te cuidaré”. Cuando leemos este relato,
vemos que Dios no se preocupó por lo que hiciera Jacob; lo único
que le interesaba era Su propósito. Todo lo que Dios hizo tenía como fin la
edificación y la transformación de Jacob.
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