En principio la experiencia de los salmistas era la misma que se revela en el mismo testamento. Según el evangelio de Juan, cuando permanecemos en el Señor, El nos infunde con Su elemento, y absorbemos el jugo de vida de la vid dentro de nosotros. Luego fructificaremos.
Esto no es un asunto de guardar la ley, sino de expresar la ley.
ESTUDIO-VIDA DE EXODO
MENSAJE CINCUENTA
Y DOS
LA LEY ES LA PALABRA VIVIENTE DE
DIOS
QUE INFUNDE SU SUSTANCIA EN AQUELLOS
QUE LO BUSCAN CON AMOR
(Ver completo en: http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=2BE9EDA2)
...
II. DOS CLASES DE PERSONAS
RELACIONADAS CON LA LEY
A. Los que buscan a Dios con amor
Continuaremos viendo las dos clases de personas que tomaron la ley.
Estas dos clases son los que buscan a
Dios con amor (Mt. 22:36-38) y los
que guardan la letra de la ley, los judaizantes. Entre los que buscan a Dios con amor, consideremos la experiencia de los salmistas en el Antiguo Testamento y la de Simeón y Ana en el Nuevo Testamento.
1. Los salmistas
El libro de Salmos nos muestra que los salmistas amaban sumamente la ley. Algunos enseñan que la ley
es algo negativo, pero los salmistas atesoraban la ley. Durante años, eso me
molestó. Menosprecié un
poco la ley en el libro Christ and the Church Revealed and
Typified in the Psalms [Cristo
y la iglesia según los revelan y tipifican los Salmos], donde señalé el
contraste entre la ley en Salmo 1 y Cristo en Salmo 2. Sigo creyendo que es correcto hacer un contraste
entre la ley de las letras y Cristo. Si amamos la ley fuera
de Cristo, erramos al blanco. No obstante, es correcto amar la
ley como testimonio de Dios y como tipología de Cristo. Consideremos
ahora muchos pasajes de los Salmos que indican cómo los Salmistas consideraban
a la ley de Dios.
a. Amaban a Dios
Los Salmistas amaban a Dios. El Salmo 18:1 dice: “Te amo, oh Jehová, fortaleza mía”. En
73:25, vemos el testimonio de alguien que amaba a Dios de manera absoluta: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a Ti?
Y fuera de Ti nada deseo en la tierra”. El escritor de este Salmo amaba a
Dios al punto de que sólo tenía a Dios, en el cielo y en la tierra.
b. Buscaban a
Dios
Los salmistas también buscaban a Dios.
Salmos 42:1 y 2 dice: “Como el siervo
brama por las corrientes de las aguas, así clama por Ti, oh Dios, el alma mía.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré
delante de Dios?” El autor de este salmo tenía sed de Dios, lo buscaba como
el siervo brama por las corrientes de las aguas. El Salmo 43:4 muestra cómo el
salmista buscaba a Dios como su alegría suprema, y Salmos 119:2 y 10, muestra
cómo él buscaba a Dios con todo su corazón.
c. Moraban con
Dios
En Salmos 27:4, vemos el
deseo del salmista de morar
con Dios: “Una cosa he
demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los
días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en Su
templo”. El salmista anhelaba morar en la casa de Dios toda su vida. Se
expresa un deseo parecido en 84:1-7. Los que lean estos versículos ciertamente
serán impresionados por la dulzura de morar con Dios. El Salmo 90:1 declara: “Señor, Tú nos has sido refugio de
generación en generación”. Una vez más, vemos el deseo del salmista de morar con Dios y aún en Dios.
Salmo 91:1 expresa el mismo deseo, pues el salmista declara: “El que habita al abrigo del santísimo
morará bajo la sombra del Omnipotente”. En estos versículos, vemos algo que
va más allá del cuidado por la letra de la ley. El salmista aspiraba a morar en el lugar secreto de la presencia de Dios.
Ciertamente los que tengan esta aspiración serán infundidos del elemento de
Dios.
d. Contemplaron
Su belleza
El Salmo 27:4 expresa también el anhelo de los salmistas por contemplar la hermosura del Señor. Contemplar la hermosura
del Señor consiste en verlo a El cara a cara.
Vemos el mismo anhelo en 105:4: “Buscad a
Jehová y Su poder, buscad siempre Su rostro”.
e. Las riquezas
de Dios nos infunden
En su experiencia, los salmistas también recibieron la
infusión de las riquezas de Dios. El Salmo 52:8 dice: “Yo estoy como olivo verde en la casa de
Dios; en la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre”. Así como un árbol absorbe las
riquezas del suelo, los salmistas absorbían las riquezas de Dios. Se
parecían a los olivos plantados en la casa de Dios, y Sus riquezas los infundían
a fin de que crecieran espiritualmente. Así como olivos, crecían con las
riquezas que fueron infundidas dentro de ellos.Salmo 92:13 y 14 también revelan que las riquezas de Dios también infundían a los salmistas: “Plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán. Aún en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes". Aquí vemos cuatro aspectos del recibir la infusión de las riquezas de Dios: plantados en la casa, floreciendo, fructificando, y estando vigorosos y verdes. Lo que vemos aquí no es una enseñanza ni una teología, sino la experiencia del Dios viviente como suministro de vida. Los salmistas no eran simplemente personas que guardaban la ley, sino aquellos que buscaban a Dios y recibían la infusión de Sus riquezas. Por consiguiente, ellos estaban plantados, florecían, fructificaban, y estaban vigorosos y verdes. Mediante esta infusión de Dios, espontáneamente fueron fortalecidos y guardaron la ley y la expresaron. En principio la experiencia de los salmistas era la misma que se revela en el mismo testamento. Según el evangelio de Juan, cuando permanecemos en el Señor, El nos infunde con Su elemento, y absorbemos el jugo de vida de la vid dentro de nosotros. Luego fructificaremos. Esto no es un asunto de guardar la ley, sino de expresar la ley.
El Salmo 92:10 dice: “Pero tú aumentarás mis fuerzas como las del búfalo; seré ungido con aceite fresco”. En el Antiguo Testamento, el aceite tipifica al Dios Triuno como el Espíritu. Por tanto, ser ungido con aceite fresco significa ser mezclado con el Espíritu fresco. No se trata simplemente de aprender la ley ni de esforzarnos en obedecerla. Se trata de buscar a Dios para ser plenamente mezclados con el Espíritu fresco a fin de que le vivamos espontáneamente y que tengamos un andar diario que corresponda con lo que El es. Repito: esto no es guardar la ley, sino expresar a Dios y por tanto tener un andar diario que corresponda con la ley de Dios. En lugar de intentar obedecer la ley, debemos vivir la ley al recibir la infusión de las riquezas de Dios.
f. Disfrutaban de
las riquezas de vida
Los salmistas también disfrutaban de las riquezas de vida. Salmos 36:8 y 9 dice: “Serán completamente saciados de la grosura
de Tu casa, y Tu los abrevarás del
torrente de Tus delicias. Porque contigo está el manantial de la vida; en Tu luz veremos la luz”. Estos
versículos se parecen mucho a una versión del Nuevo Testamento. En principio, los salmistas disfrutaban del Dios Triuno así como nosotros
hoy en día. Estar
satisfechos con la grosura de la casa de Dios y beber de los ríos de Sus
deleites significa disfrutar del Dios Triuno. Decir que con El está la
fuente de vida significa que en El se halla la fuente del suministro de vida.
Una vez más vemos que los salmistas no intentaban
obedecer los requisitos de la ley, sino que buscaban a Dios. En su
búsqueda de Dios, El los infundía. Espontáneamente ellos no sólo vivían según
la ley dada por Dios, sino también según Su naturaleza. Su vivir correspondía automáticamente a la ley de
Dios, la cual era una expresión de Su
naturaleza, la expresaban. Por consiguiente, vivían la
naturaleza de Dios. En lugar de ser los que intentaban guardar
la ley, eran los que vivían la ley. Agradecemos al
Señor por mostrarnos este asunto importante.
g. Recibieron el
suministro de Dios
para obedecer Su palabra
Además, los
salmistas recibieron el suministro de
Dios para obedecer Su palabra, la ley. El Salmo 119:57 dice: “Mi porción es Jehová; he dicho que guardaré
Tus palabras”. Cuando juntamos los dos puntos de este versículo, vemos que
los salmistas recibieron
el suministro de Dios como su porción y por tanto pudieron obedecer Sus
palabras. El uso de la palabra “porción”
nos recuerda Colosenses
1:12, donde Pablo nos declara que Cristo es la porción de los santos. Puesto
que Dios era la porción de los salmistas, ellos podían obedecer a la
palabra de Dios, la cual llamaban la ley.Para obedecer a la palabra de Dios, la palabra de la ley, los salmistas lo tomaron a El como su porción. No debemos pensar que por nosotros mismos podemos obedecer la ley de Dios. Obedecer los mandamientos de la ley es algo importante, y nosotros no podemos hacerlo. Si queremos obedecer la ley, necesitamos que Dios sea nuestra porción. Sólo cuando lo disfrutemos a El y recibamos Su suministro, podremos obedecer a la ley. Vemos nuevamente que en este principio, la experiencia de los salmistas en el Antiguo Testamento era la misma que nuestra experiencia hoy en día.
h. Atesoraban la
ley de Dios
Los salmistas buscaban a
Dios con amor y por tanto atesoraban la
ley de Dios. 119:14 dice: “Me he gozado en el camino de tus
testimonios más que toda riqueza”. Los salmistas atesoraban el testimonio
de Dios como bienestar de ellos. El Salmo 119:72 continua: “Mejor me es la ley de Tu boca que millares de oro y plata”. Luego
en 119:127, el salmista continua: “Por
eso he amado Tus mandamientos más que el oro, y más que oro muy puro”.
Estos versículos revelan que los salmistas no solamente amaban a Dios, sino que también atesoraban
Su ley, la cual era para ellos la palabra y el testimonio de Dios. Ellos
valoraban la ley de Dios más que la plata y el oro. Atesoraban la palabra de
Dios.
i. Probaron la
dulzura de la ley
Salmo 119:103 dice: “¡Cuán
dulces son a mi paladar Tus palabras! Más que la miel a mi boca”. Este
versículo indica que los
salmistas probaron la dulzura de la ley.
¡Cuán precioso era para ellos el dulce sabor de la palabra de Dios!
j. Esperaban en
la palabra de Dios y moraban en ella
Los salmistas también esperaban en la palabra de Dios, la ley, y
moraban en ella. El Salmo 119:147 y 148 lo indican: “Me anticipé al alba, y clamé; esperé en Tu palabra. Se anticiparon mis
ojos a las vigilias de la noche, para meditar en Tus mandatos”. Temprano
por la mañana, antes del alba, los salmistas esperaban en la palabra de Dios y
moraban en ella. Así vemos
que los salmistas disfrutaban la palabra de Dios en el avivamiento matutino.Todos estos versículos muestran que los salmistas buscaban a Dios con amor. Espontáneamente Dios los infundió y expresaron Su ley. Nos debe suceder lo mismo hoy en día. Si recibimos la infusión de Cristo, le viviremos a El. Así como la ley era la palabra de Dios, también Cristo, tipificado por la ley, es la palabra de Dios. Así como los salmistas amaban la ley de Dios, la atesoraban, la probaron, esperaban en ella, y meditaban en ella, también nosotros hoy en día debemos amar a Cristo, atesorarlo, probarlo, esperar en El, y morar en El y sobre El.
Lejos de ser negativa, la ley como la palabra viva de Dios es muy positiva.
2. Simeón y Ana
Simeón y Ana también buscaban a Dios con amor. Mientras esperaban a Cristo, el Espíritu Santo estaba sobre ellos (Lc. 2:25). También tuvieron la revelación del Espíritu Santo (Lc.
2:26) y caminaron por el Espíritu
(Lc. 2:27). Moraban en el templo y servían a Dios con ayunos y oraciones
(Lc. 2:37). Por tanto, disfrutaban a Dios y recibían Su infusión.
Así como los salmistas, ellos vivían
espontáneamente la ley de Dios, y su
vivir era la expresión de Dios. Al recibir la infusión de la sustancia de Dios, pudieron
llevar una vida que correspondía con la ley como expresión de Dios.
B. Los que guardan la letra de la ley
1. Los
judaizantes
Ahora llegamos a una categoría de gente totalmente distinta, gente
relacionada con la ley de Dios: los
judaizantes. Cuando la
ley estaba en manos de los salmistas, era algo agradable. Pero cuando estaba en manos de los judaizantes, se hizo
algo negativo. Según Mateo 15:8, los
judaizantes no tenían un corazón por Dios. Según Gálatas 6:12-13, ellos eran legalistas y dogmáticos en las
letras de la ley. ¡Cuán diferentes eran de los salmistas, quienes amaban
a Dios y tenían un corazón para El! Puesto que los salmistas eran vivientes y ricos en la experiencia de
Dios, no eran legalistas ni dogmáticos como los judaizantes.
2. Saulo de Tarso
Antes de ser salvo, Saulo de Tarso era celoso por la ley (Fil. 3:5-6). Como judaizante, él aún blasfemaba
contra el Señor y perseguía a los hombres (1 Ti. 1:13). Cuando Saulo fue judaizante, él no amaba verdaderamente a Dios. Por el contrario, él estaba afanado
con la ley conforme a la tradición religiosa. Por esta razón, cuando
Saulo se convirtió a Cristo, él repudió la ley. Por consiguiente, Pablo
menospreció la ley que usaban erróneamente los judaizantes.
III. LOS VERDADEROS ADORADORES DE
DIOS
Mientras hacemos el contraste de
la situación de los que buscaban a Dios
con amor y de los que guardaban la
letra de la ley, vemos que en este
asunto, el principio es el mismo tanto en el Antiguo Testamento como en el
Nuevo. Si amamos al
Señor, si lo buscamos de todo corazón, si moramos con El, y si disfrutamos de
Sus riquezas, Su sustancia se infundirá dentro de nosotros. Espontáneamente El
se convertirá en nuestro vivir. Por tanto, lo que expresemos será la expresión
de Dios. Esta clase de vivir corresponde a la ley de Dios. Como resultado, llegamos a ser verdaderos adoradores de Dios.
Los verdaderos adoradores de Dios son aquellos que se conforman a lo que El es, que corresponden a lo que El es, y que reflejan lo que El es. La observancia de la ley no hace de nadie un
verdadero adorador. Un verdadero adorador es aquel que es
infundido con Dios y lo expresa, y que por tanto se convierte en una persona conforme a lo
que Dios es y corresponde a lo que El es. El vivir de esta persona
corresponde al vivir de Dios y refleja lo que El es. Este es el testimonio
viviente de Jesús.Hemos señalado repetidas veces que en principio, el disfrute de los santos del Antiguo testamento era el mismo que el de los santos del Nuevo Testamento. Hemos visto que si moramos con Dios y El nos infunde, automáticamente lo expresaremos a El. Entonces nuestro vivir corresponderá a la ley de Dios, pues seremos uno con El y lo viviremos a El. Por consiguiente, en nuestra experiencia, la ley, Dios, y Cristo, serán uno.
Si leemos Exodo 20 con esta luz, este capítulo será totalmente nuevo para nosotros. Veremos que los Diez Mandamientos, dados al pueblo de Dios en el monte cuando tenían comunión con Dios, son palabras recibidas en comunión con Dios. Estas palabras traen la transfusión del elemento de Dios, que permite a Su pueblo tener un vivir que corresponde con lo que El es.
Existe una diferencia crucial entre los salmistas y los judaizantes: los salmistas guardaban la ley con Dios, mientras que los judaizantes perseguían la ley completamente fuera de Dios. La situación es la misma hoy en día en la manera en que los cristianos usan la Biblia. Si queremos ser los salmistas contemporáneos, buscaremos la Biblia, la palabra de Dios, con amor por el Señor y por Su palabra. No obstante, es posible que los estudiantes de la palabra lean la Biblia sin tener realmente un corazón por el Señor. Su intención puede ser ganar conocimiento con el cual formulan una teología sistemática. Por consiguiente, los estudiantes de las Escrituras pueden convertirse en los judaizantes de hoy.
...
La ley es la Palabra de Dios, y ésta es Su aliento. Mediante Sus palabras, Dios pone Su aliento dentro de nosotros, infundiéndonos con Su sustancia para hacernos Su expresión. Con la sustancia divina infundida dentro de nosotros, automáticamente llevamos una vida que corresponde con lo que Dios es. Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo hablan de esto.
Hemos visto que Cristo mismo es la verdadera ley, palabra, aliento, y expresión de Dios. Hoy en día, debemos considerar la Biblia como el aliento de Dios. Al orar-leer la Palabra, inhalamos el elemento de Dios dentro de nosotros. De esta manera, Dios nos infunde de lo que El es, y espontáneamente empezamos a vivir a Cristo. Entonces nuestro vivir corresponderá a lo que Dios es. Así llegamos a ser la expresión viviente de Dios, Su ley viva.
Si oramos-leemos correctamente 20:1-17, estos versículos nos introducirán en Dios e infundirán Su sustancia en nosotros. Cuanto más contacto tengamos con Dios de esta manera, más seremos saturados con El. Por consiguiente, viviremos espontáneamente de una manera que corresponde con la ley de Dios. En lugar de intentar obedecer la ley, la expresaremos. En vez de ser judaizantes, seremos los salmistas contemporáneos, los que buscan al Señor con amor. Aquí la clave es nuestro amor por el Señor y por Su Palabra. Si lo amamos y guardamos Su Palabra, El vendrá a nosotros y hará Su morada con nosotros. ¡Cuán maravilloso es esto! Verdaderamente la Biblia es un libro de amor.
En conclusión, permítanme repetir que la ley como la Palabra de Dios es Su aliento de Dios para que lo respiremos, y podamos expresar la ley, la cual corresponde con la naturaleza y la expresión de Dios.
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