ESTUDIO-VIDA DE GÉNESIS
MENSAJE SESENTA Y
TRES
HEREDAR LA GRACIA
...
El Nuevo Testamento afirma en cuanto a la experiencia de
vida, que Abraham, Isaac y Jacob no deben ser considerados tres individuos
separados, sino aspectos de la experiencia de vida de una persona completa. Abraham
representa el aspecto del llamamiento, de vivir por la fe en Dios y en comunión
con El. Isaac representa el aspecto de heredar
la gracia y disfrutar la herencia de la gracia. Jacob
representa el aspecto de ser elegido, de ser disciplinado por el Señor, y de
ser transformado en príncipe de Dios. En la experiencia de vida, vemos el aspecto del deleite, la gracia. La mayoría de nosotros ha oído mensajes en los que se nos dice que la
vida cristiana debe ser una vida de sufrimiento, de llevar la cruz y de gemir
en oraciones. ¿No ha oído usted mensajes en los cuales se dice que éste no es
el tiempo de disfrutar, sino de sufrir y de llevar la cruz, y que nuestro
deleite empezará cuando vuelva el Señor?
No digo que eso sea erróneo, pero sí afirmo que es sólo
un aspecto de la vida cristiana. Existe otro aspecto: el aspecto del deleite.
En el sentido bíblico
y en nuestra experiencia,
la gracia significa disfrute. La
gracia es el disfrute que tenemos en
la vida cristiana. Nuestra
vida cristiana presenta tres aspectos: el aspecto de Abraham, el de Isaac y el
de Jacob. En el aspecto de Abraham, no tenemos mucho disfrute. Abraham fue bendecido y engrandecido,
pero no tuvo mucho disfrute. El perdió a su padre, y Lot se le convirtió
en un problema. Eliezer, en quién confiaba, fue rechazado, e Ismael, el hijo
que engendró con su concubina por su propio esfuerzo, fue echado. Después de
que nació de Isaac, Dios le exigió a Abraham que lo ofreciera como holocausto.
Poco después de recuperar a Isaac, Abraham perdió a su querida esposa. En toda su vida, podemos ver el
aspecto del despojo. La
Biblia no muestra que Abraham haya sufrido mucho, pero lo perdió casi todo. ¿Es
eso la totalidad de la vida cristiana? Si tal es el caso, entonces la vida
cristiana es solamente una vida de pérdidas. Las pérdidas constituyen un
aspecto de la vida cristiana. Romanos
5:2 no dice: “Tenemos acceso a esta
pérdida en la cual estamos firmes”. Lo que dice es: “Hemos obtenido acceso por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes”. Dios no tiene ninguna
intención de mantenernos en la pérdida. Su intención es introducirnos en la
gracia, en el disfrute.
Dios desea conducirnos a disfrutar la gracia,
pero algo estorba esta gracia: el yo. Nosotros mismos constituimos el obstáculo. Cristo vino, y con El la
gracia, y nosotros hemos sido introducidos en la gracia en la cual estamos
firmes; no obstante, usted y yo constituimos el estorbo más grande para esta
gracia. Por lo tanto, antes de que podamos tener la experiencia
de Isaac, necesitamos a Abraham, quien representa el primer aspecto de la
experiencia de vida. La vida de Abraham revela que si
deseamos disfrutar de la gracia de Dios y deleitarnos plenamente en las
riquezas de Dios, debemos ser quebrantados, circuncidados y aniquilados.
Si Abraham no hubiera sido circuncidado, Isaac jamás habría nacido. Isaac nació
después de que Abraham fue circuncidado. Después de la circuncisión de Abraham
en Génesis 17, Dios le dijo que Isaac nacería (17:19). Finalmente, en el
capítulo veintiuno, nació Isaac. Este vino con la visitación de Dios; nació por
la visitación de Dios, la cual corresponde al nacimiento de Isaac. Dios visitó
a Sara, y esa visita se convirtió en el nacimiento de Isaac. Esta es la gracia.
Dios vino para ser disfrutado por los que El llamó. Sin
embargo, si queremos tener ese disfrute,
el yo debe desaparecer.
Cuando el yo desaparece, viene Isaac. Eso significa que viene la gracia. No es
fácil perder el yo. Nosotros debemos ser despojados para que el yo desaparezca.
¿Está usted dispuesto a perder su yo? No creo que nadie esté dispuesto a perder
su ego. No obstante, debemos perdernos a nosotros mismos antes de que pueda
venir la gracia. Perder el yo significa estar dispuesto a quedar mal. Cuando guardamos las apariencias,
perdemos la gracia. Si queremos recibir gracia, debemos estar dispuestos a
quedar mal. Hermanos,
frente a su esposa en su vida diaria, deben estar preparados para perder.
Si ustedes hacen eso, la gracia vendrá. Después de la circuncisión de Abraham,
vino Isaac. Este es el principio. Nuestro ego debe irse, y la gracia vendrá.
Primero debemos ser Abraham, y luego convertirnos en Isaac.
No le resultó fácil a
Abraham perder su yo. En realidad, Dios le obligó a perderse a sí mismo. Cuando
Dios llamó a Abraham, no dijo: “Abraham,
debes perderte a ti mismo y entonces Yo vendré para ser tu gracia y tu deleite”.
No, cuando Dios le llamó, El prometió bendecirle. La bendición del Antiguo Testamento corresponde en cierto
modo a la gracia del Nuevo Testamento. ¿Cuál es la
diferencia entre la bendición y la gracia? Aquello que Dios nos da
gratuitamente es una bendición. Pero cuando esta bendición es forjada en
nuestro ser, ella se convierte en gracia. Dios prometió a Abraham que le bendeciría. Cuando la bendición fue forjada en Abraham, ésta se convirtió en
gracia. El ego de Abraham y su hombre natural constituyeron el mayor estorbo
para la bendición de Dios y obligó a Dios a despojarle.
Sucede lo mismo en nuestra experiencia. Todos fuimos
llamados, y Dios nos bendijo en Cristo (Ef. 1:3). No obstante, después de ser
llamados, seguimos enfrascados en nosotros mismos, y tratamos de recibir la bendición de Dios por nuestro propio esfuerzo. Cuando yo era joven, me di
cuenta de que mi carne no era buena. Cuando me dijeron que la carne fue clavada
en la cruz, me alegré mucho. Entonces empecé a tratar de
poner la carne en la cruz por mi propio esfuerzo. No obstante, al hacerlo por
mi propio esfuerzo, entorpecí la gracia de Dios. La crucifixión de la carne ya
se había realizado; no necesitaba valerme de mis esfuerzos. No
obstante, yo, mi ego, estaba intentando poner mi carne en la cruz. Este yo era
el mayor obstáculo para la gracia de Dios. Me separaba de la gracia. Si examinamos nuestra
experiencia pasada, veremos que después
de oír las buenas nuevas, a menudo procurábamos obtener por nuestra cuenta las
cosas que oíamos en las buenas nuevas. Nuestros propios
esfuerzos han sido un estorbo para la gracia de Dios. Por esta razón, Dios
se ve obligado a quebrantarnos.
...
El asunto de la gracia
ha sido escondido, oculto y velado en el transcurso de los años. ¿Qué es la gracia? La gracia
es algo de Dios forjado en nuestro ser, que obra en nosotros y por nosotros.
No es nada exterior. La gracia es Dios en Cristo, forjado
en nuestro ser para vivir, obrar y actuar por nosotros. Leamos lo
que dice Pablo en 1 Corintios 15:10: “Por
la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano,
antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo sino la gracia de Dios conmigo”.
Este es un pensamiento muy profundo. Pablo no dijo: “Por la gracia de Dios tengo lo que tengo. Tengo un buen automóvil, un
buen trabajo y una buena esposa por la gracia de Dios”. Ni siquiera dijo: “Por la gracia de Dios hago lo que hago”.
No se trata de actuar, de tener ni de laborar,
sino de ser. Por lo tanto,
Pablo dice: “Por la gracia de Dios soy lo
que soy”. Eso significa que la gracia misma de Dios había sido forjada en
su ser, y había hecho de él esa clase de persona. En Gálatas 2:20 Pablo dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”.
Si unimos este versículo con 1 Corintios 15:10, vemos que la gracia no es
más que Cristo vivo en nosotros. Ya no soy yo, sino la gracia de
Dios, no yo, sino Cristo. La gracia no está fuera de nosotros ni a nuestro
lado. Es una persona divina, Dios mismo en Cristo, forjado en nosotros para ser
el constituyente de nuestro ser. Por la falta de revelación, los cristianos no han entendido
correctamente la gracia y la han interpretado de manera errónea, pensando que
es algo que está fuera de ellos. Pero la gracia no es más que el
Dios Triuno forjado en nosotros para constituir nuestro ser y para vivir, obrar
y actuar en nosotros a fin de que así podamos decir: “Soy lo que soy por la gracia de Dios. Y no yo, sino la gracia de Dios”.
A todos nosotros se nos ha enseñado a tener un buen
comportamiento y a amarnos unos a otros. Como resultado, tratamos de
comportarnos correctamente y de amar a los demás. No obstante, no importa si amamos a otros o no, pues Dios jamás
aceptará nuestro amor.
Abraham logró engendrar a Ismael, pero Dios lo rechazó. Dios parecía decir: “No, Abraham, eso no es lo que Yo quiero.
Deseo algo que sea forjado en ti y expresado por medio de ti. Has producido a
Ismael sin Mi visitación. Yo estaba en los cielos y tú en la tierra engendrando
a Ismael. Puesto que él no tiene nada que ver conmigo ni con Mi visitación,
jamás lo reconoceré. Un día visitaré a Sara, y Mi visitación producirá a Isaac;
sólo le reconoceré a él”. Si amamos a los demás con
nuestro propio esfuerzo, Dios jamás reconocerá este amor, pues no procede de Su
visitación. Dios desea visitarnos, entrar en nosotros, vivir por
nosotros e inclusive amar a los demás por nosotros. El sólo reconocerá esta
clase de amor. El amor de usted es un Ismael; pero el amor por la visitación de
Dios es un Isaac. El hecho de que usted sea
humilde u orgulloso, perverso o justo no tiene ningún valor. Dios no reconoce
nada que proceda de usted fuera de la visitación de El. Lo que no
procede de la gracia no es reconocido ni estimado por Dios. Todos debemos
decir: “Oh Señor, no haré nada sin Tu
visitación. Señor, si Tú no me visitas ni haces nada por medio de mí, yo no
haré nada. Ni aborreceré ni amaré. No seré orgulloso ni humilde. Quiero estar
en blanco. Señor, sin Tu visitación no soy nada”. La visitación de Dios es la gracia práctica.
Cuando amo a los demás y soy humilde por la visitación de Dios, y no por mi
propio esfuerzo, estoy en el disfrute de la gracia.
Como ya vimos, Dios
desea forjarse en un hombre corporativo para tener una expresión corporativa.
Este es el concepto fundamental de la revelación divina de la Biblia. Este es
el propósito eterno de Dios. Dios llamó a Abraham con el propósito de forjarse
en él, pero Abraham tenía un fuerte yo. Este ego natural constituyó el mayor
obstáculo para el propósito de Dios. Sucede lo mismo con nosotros hoy en día.
El propósito de Dios consiste en forjarse en nosotros para ser nuestra vida y
nuestro vivir, pero nuestro ego natural sigue siendo un estorbo. Por lo tanto,
Dios debe quebrantarnos y cortarnos para poder entrar en nosotros y ser el todo
para nosotros. Dios no necesita que amemos a los demás ni que seamos
humildes para que la sociedad mejore. Si Dios deseara una sociedad mejor, sólo
tendría que decir: “Mejor sociedad”,
y ésta se producirá. El llama las cosas que no son como si fuesen (Ro. 4:17) y
no necesita nuestra ayuda. Dios desea forjarse en nosotros para ser
nuestra humildad y nuestro todo. El desea que digamos: “Señor, no soy
nada y no haré nada. Sólo me abro a Ti para que entres y hagas Tu hogar en mí,
vivas en mí y hagas todo por mí. Señor, vive en mí, y yo disfrutaré Tu vivir.
Cada vez que obres en mí, yo diré: ‘Alabado seas Señor. ¡Esto es maravilloso!’
Yo no soy el que actúa, sino el que disfruta, el que aprecia todo lo que haces
por mí’ ”.
Hoy en día, Dios desea
quebrantar a Abraham para que surja Isaac. El desea romper nuestro ser natural
a fin de que podamos experimentarlo plenamente en Cristo, quién se forja en
nosotros para ser nuestro deleite.
He experimentado la vida matrimonial por casi cincuenta
años; he experimentado mucho disfrute y mucho sufrimiento. Antes de casarme,
amaba sinceramente al Señor, y le decía frecuentemente cuánto le amaba. Después
de casarme, acudía al Señor y le decía, como expresión de lealtad: “Señor, por el amor que te tengo, quiero ser
el mejor marido”. A la larga, fracasé. Acudí al Señor y confesé todos mis
fracasos. Después de
experimentar la unción, fui consolado e intenté nuevamente ser el mejor marido.
Pero volví a fracasar, y esa experiencia de altibajos se repitió continuamente.
Más adelante, hasta di un mensaje en el cual dije: “La vida cristiana tiene muchas noches y días. No se desaliente jamás
por causa de sus fracasos. Sólo espere algunas horas y la mañana vendrá”.
Durante muchos años, pasé días y noches, noches y días. Un día recibí la
revelación y dije: “Necio, ¿quién te pidió hacer
eso? Cristo está aquí esperando ser tu gracia. Tú debes decir: ‘Señor no soy
nada ni puedo hacer nada, y aun si pudiera hacer algo, Tú no lo aceptarías. Ven
Señor, y haz Tu obra y sé el mejor marido en mi lugar. Esto te corresponde a Ti,
no a mí. Tú me exiges, te devuelvo lo que me pides y te pido que Tú lo cumplas.
Señor sé el mejor marido, y yo te alabaré por eso’ ”. Cada vez que oré de esta
manera, el Señor siempre hizo lo mejor. Esta es la gracia.
...
1) Nace por gracia
Después de que la
fuerza natural de Abraham y sus
propios esfuerzos fueron eliminados por Dios, nació Isaac (17:15-19; 18:10-4; 21:1-7).
Esto implica que Isaac nació por la gracia, la cual es representada por Sara
(Gá. 4:24-28, 31). El relato de Génesis afirma que eso sucedió en “el tiempo de la vida” (18:10, 14). Cuando cesa el esfuerzo de la vida natural, llega el tiempo de la Vida.
En el tiempo de la vida nace algo en gracia. La gracia está relacionada con la vida, y la vida
acompaña a la gracia. Por lo tanto, la gracia es llamada “la gracia de la vida” (1 P. 3:7).
2) Criado en gracia
Isaac fue criado en
gracia (21:8). En su historia vemos que él
no hizo nada. El nació y fue criado. No digo que creció, sino que fue
criado. Así como un campesino cultiva manzanas en su huerto, Dios cultivó a
Isaac como un árbol en Su huerto. Isaac fue criado por Dios en gracia.
En 2 Pedro 3:18 se nos habla de crecer en la gracia. Esto indica que crecer significa alimentarse y
recibir el riego como lo revela
Pedro en 1 Pedro 2:2, y Pablo en 1 Corintios 3:2 y 6. Crecer en la
gracia
significa crecer en el disfrute de todo
lo que Cristo es para nosotros como nuestra comida espiritual y nuestra
agua de vida. Todas las riquezas de lo que Cristo es para nosotros son
necesarias para nuestro crecimiento en vida. Cuanto más disfrutamos las
riquezas de Cristo (Ef. 3:8), más crecemos en vida (Ef. 4:15).
3) Es heredero en la gracia
Isaac también llegó a
ser heredero en la gracia (21:9-12). Todo lo que su padre tenía le fue dado a
él, pues Abraham dio todas sus riquezas a este único heredero. Del mismo modo, no debemos
hallar ningún disfrute en nosotros mismos. La herencia sólo debemos disfrutarla
en la gracia.
4) Obedece en gracia
Isaac también obedeció
en gracia (22:5-10). Al
leer Génesis 22 anteriormente, no podía entender cómo Isaac, un joven, podía
haber sido tan obediente. Finalmente, descubrí que él era obediente porque estaba saturado de la gracia. El estaba
totalmente sumergido en la gracia, y obedecía en gracia. Esta obediencia trajo la
provisión de Dios. Ocurre lo mismo en nuestro caso en la actualidad.
Cuando obedecemos en gracia,
recibimos la provisión de Dios.
La gracia de Dios es poderosa, pues nos
permite sobrellevarlo todo.
Pablo le dijo a Timoteo que se fortaleciera en la gracia que es en Cristo Jesús
(2 Ti .2:1). La gracia puede inclusive reinar sobre todas las
cosas (Ro. 5:21). No debemos caer de la gracia (Gá. 5:4), sino ser
confirmados por ella (He. 13:9). Cuanto más sobrellevamos en la gracia, mayor
provisión de gracia recibimos.
5) Lo hereda todo del padre
Isaac heredó todas las
cosas de su padre (24:36; 25:5). Llegó a ser el heredero de las riquezas del padre por la gracia y no por su esfuerzo ... Dios
nos llamó y nos bendijo con todas las bendiciones espirituales en Cristo (Ef.
1:3). En Cristo nos puso en la gracia para que seamos herederos de la gracia, y
heredemos todas las riquezas de la plenitud divina como nuestro disfrute.
Nuestra vida cristiana debe ser
como la de Isaac, quien no hizo nada por
su cuenta, sino que heredó y disfrutó todo lo que tenía su padre. Al
heredar la gracia, debemos
dejar de usar los esfuerzos de nuestra vida natural y mantenernos abiertos
y disponibles para disfrutar de la gracia.
6) Hereda la promesa dada a su padre
... Abraham recibió esta promesa, e Isaac la heredó.
Pero nosotros hoy tenemos el cumplimiento. Ahora disfrutamos al Dios Triuno
como nuestra gracia. Al disfrutar de la gracia, el Reino de
Dios se manifestará, y Dios en Cristo será plenamente expresado por la
eternidad.
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