Podemos aplicar este principio a nuestra experiencia espiritual. En cuanto a la santificación, no somos ni ovejas ni vacas, sino asnos. Hemos sido redimidos, pero nuestro hombre natural todavía es impuro a los ojos de Dios. Por lo tanto, para ser santificados para el Señor, necesitamos que Cristo sea nuestro sustituto.
¡DIOS MÍO, CUANTO NECESITA TU PUEBLO LAS EXPERIENCIAS DE MUERTE AL YO, SEPULTURA Y RESURRECCIÓN!
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ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO
MENSAJE
VEINTISIETE
EL ÉXODO DE ISRAEL FUERA DE EGIPTO
(2)
Lectura bíblica:
Ex. 12:14, 37; 13:1-22; Gn. 50:24-25;
He. 11:22; Jos. 24:32; Ez. 37:1, 10
(Ver completo: http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=26D6C0D2)
(NOTA: -Las anotaciones en letra azul son del blog).
En este mensaje seguiremos estudiando el éxodo del pueblo de Dios
fuera de Egipto. En el mensaje anterior, vimos que Faraón y los egipcios fueron
sometidos por Dios; luego echaron a los hijos de Israel fuera de Egipto
(12:29-33; 11:1). Los hijos de Israel no tuvieron tiempo de leudar su pan
(12:34, 39), pero según el mandato de Dios, despojaron a los egipcios de su
plata, oro y vestidos (12:35-36; 3:21-22; 11:2-3). Además, vimos que los hijos
de Israel salieron de Egipto con sus hijos, sus ovejas y ganado (12:37-38,
31-32). Su estancia en la tierra gentil había durado cuatrocientos treinta años
(12:40-41). La noche de su éxodo fue una noche de vigilia (12:42). Finalmente,
cuando los hijos de Israel emprendieron su éxodo fuera de Egipto, habían
llegado a ser los ejércitos del Señor (12:41, 51). Por lo tanto, según Éxodo
13:18, salieron de Egipto de una manera militar.
En este mensaje, cubriremos cuatro puntos adicionales, que se
encuentran en el capítulo trece. En contraste con lo mencionado en el mensaje
anterior, estos puntos están relacionados con asuntos espirituales.
Tal parece que el capítulo trece es una inserción entre los
capítulos doce y catorce y que el catorce debería seguir directamente al doce.
En cierto sentido, esto puede estar correcto. No obstante, desde el punto de
vista espiritual, el capítulo trece no es una inserción, sino una continuación
clara del capítulo doce.
Todos los puntos mencionados en el capítulo trece se relacionan
con la experiencia espiritual por el lado positivo. Por ejemplo, Éxodo 13:2
habla de la santificación de los primogénitos. Ciertamente esto representa
cierto aspecto de la experiencia espiritual del pueblo de Dios al salir de
Egipto. Indica que el
propósito de nuestro éxodo fuera del mundo es que seamos santificados para el
Señor.
Éxodo 13:3-10 habla acerca de un día de conmemoración festejado en
el mes de Abib. En ese día de conmemoración, los hijos de Israel no debían
comer pan leudado. El día en que los hijos de Israel salieron de Egipto debía
ser un día de panes sin levadura y un día de conmemoración. Según 13:3, la
conmemoración, el recuerdo, consistía en comer los panes sin levadura. La
manera de recordar el éxodo consistía en eliminar toda la levadura. Por lo
tanto, tres cosas van juntas: el día del recuerdo, los panes sin
levadura, y el mes de Abib.
En Éxodo 13:19, vemos que Moisés “tomó también consigo los huesos de José”, ya que le había pedido
esto a los hijos de Israel: “Dios
ciertamente os visitará y haréis subir mis huesos de aquí con vosotros”. Es
significativo que este detalle no se mencione ni en el capítulo doce ni en el
catorce sino inmediatamente después de un versículo que nos cuenta cómo Dios
condujo al pueblo por el desierto (v. 18). Como veremos más adelante, Dios los condujo de una manera opuesta a lo que esperaríamos según el
concepto natural. Nosotros esperamos que Él tome
el camino corto, pero en lugar de esto, Él tomaría un camino complicado.
Además, en los versículos que siguen inmediatamente al relato acerca de los
huesos de José, vemos que el Señor iba delante de los hijos de Israel, de día
en una columna de nube y de noche en una columna de fuego. Por lo tanto, al considerar
este capítulo a la luz de la experiencia espiritual, debemos relacionar el
asunto de los huesos de José con la manera en que Dios guía.
Al ver este
capítulo en su conjunto, nos damos cuenta de que empieza con la santificación y culmina con la presencia
de Dios como la guía para su pueblo.
¡Cuán maravilloso es esto! Estudiaremos ahora los detalles de este capítulo
maravilloso.
IX. LOS HIJOS DE
ISRAEL
SON SANTIFICADOS PARA JEHOVÁ
La santificación se basa en la redención. Éxodo 13:2 dice: “Conságrame todo primogénito. Cualquiera que
abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales,
mío es”. El Señor exigía que sólo los primogénitos fuesen santificados
porque eran los redimidos. Esto implica que todo aquel que es
redimido también debe ser santificado. Este principio se aplica a
nosotros los que creemos en Cristo. Por haber sido redimidos, también debemos ser santificados. De otro modo, permaneceremos en Egipto, en
el mundo. Si deseamos experimentar un verdadero éxodo fuera de
Egipto, debemos ser redimidos y también santificados. Nadie puede salir de
Egipto sin ser santificado para el Señor. Según los requisitos divinos, todos
los redimidos deben ser santificados también.
La redención nos sirve de garantía,
mientras que nuestra santificación
sirve para el propósito de Dios. Si tenemos una visión
estrecha, quizá veamos solamente la redención, la cual es para nuestro
provecho. Pero si tenemos el discernimiento adecuado, veremos que la redención
debe ser seguida por la santificación (Ro. 6:22), la cual cumple el propósito
de Dios.
Debido a que los primogénitos fueron redimidos por el cordero
pascual, todos ellos, tanto de los hombres como de las bestias debían ser
santificados para el Señor. Para la santificación de los primogénitos, las vacas y ovejas no
necesitaban que otra clase de animal los sustituyera. Ellos eran animales
puros, aceptables para el Señor como sacrificio. No obstante, el
versículo 13 declara: “Más todo
primogénito de asno redimirás con un cordero”. Por ser impuros a los ojos de Dios, los asnos no
pueden ser aceptados por Él y no pueden satisfacerle. Por lo tanto, el
primogénito de un asno debía ser redimido con un cordero.
En este punto, debemos hacernos una pregunta bastante extraña. Puesto que el primogénito de un asno ya había sido redimido por el
cordero pascual, ¿por qué necesitaba ser redimido de nuevo en santificación?
La respuesta es que
aunque el asno había sido redimido, seguía siendo un animal impuro. Para ser
santificado, y ofrecido en el altar al Señor para Su satisfacción, el asno
todavía debía ser redimido con un cordero. No estaba calificado para ser
sacrificado al Señor para Su satisfacción.
Podemos aplicar este
principio a nuestra experiencia espiritual. En
cuanto a la santificación, no somos ni ovejas ni vacas, sino asnos. Hemos sido
redimidos, pero nuestro hombre natural todavía es impuro a los ojos de Dios. Por lo tanto, para ser santificados para el Señor,
necesitamos que Cristo sea nuestro sustituto. En el versículo 13, vemos
que no solamente el primogénito de los asnos, sino todo primogénito de los
hombres entre los hijos de Israel debía ser redimido. Esto indica que
debían ser redimidos en santificación. Necesitaban la redención no solamente en
el tiempo de la Pascua, sino también para su santificación. Esto significa que
se necesitaba un sustituto para la redención y también para la santificación.
El cordero pascual
representa a Cristo como nuestro Redentor. Hemos sido redimidos por medio de Él
como nuestro sustituto. Sin embargo, por
ser todavía impuros y naturales, no podemos ser un sacrificio vivo que
satisfaga a Dios; necesitamos que Cristo sea nuestro sustituto en la
santificación. Este cuadro indica que necesitamos a Cristo como nuestro
sustituto, tanto para nuestra salvación
como para nuestra santificación.
En Gálatas 2:20, Pablo dijo: “Ya
no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Necesitamos a Cristo no solamente para nuestra redención,
sino también para nuestro vivir como
sacrificio a Dios. Hemos sido redimidos, pero nuestra naturaleza todavía no ha
cambiado. En cuanto a nuestra naturaleza, todos somos “asnos” impuros a los
ojos de Dios y por tanto no aceptables por Él para Su satisfacción. Por esta
razón, necesitamos a Cristo para nuestra santificación. Podemos ser
un sacrificio vivo para Dios, aceptable y satisfactorio para Él, sólo al tener
a Cristo como nuestro sustituto.
La mayoría de los cristianos sólo se da cuenta de que necesitan a Cristo
como su sustituto para la redención. Pocos están conscientes de que también lo
necesitan como su sustituto en la santificación para ser un sacrificio vivo que
satisface a Dios. Según 13:13, si un asno no era redimido, se debía romper su cerviz.
Esto significa que todo primogénito de un asno que no era redimido debía ser
matado. Puesto que muchos cristianos no toman a Cristo como su sustituto para
su santificación, es como si su “cerviz” hubiera sido quebrada, es decir,
espiritualmente hablando, están muertos. No practican tomar a Cristo como su sustituto para su vida con Dios. Por
el contrario, se ofrecen a sí mismos
en el altar como si pudiesen ser un sacrificio aceptable para Dios. Esto es un error grave. Dios nunca
aceptará al hombre natural como sacrificio. Por el contrario, la “cerviz” del
hombre natural debe ser quebrada.
Todos debemos quedar impresionados por el hecho de que necesitamos
a Cristo como nuestra seguridad para
la redención y que necesitamos a Cristo como nuestro sustituto para la santificación a fin de ser aceptables
para Dios y complacerlo. En nosotros mismos, no estamos calificados para ser
aceptados por Dios ni para complacerlo. En nosotros mismos, no estamos
calificados para ser redimidos y salvos. Del mismo modo, en nosotros mismos no
estamos calificados para ser santificados para Dios y así satisfacerle. Por lo
tanto, así como Cristo fue nuestro sustituto para la redención, Él
también tiene que convertirse en nuestro sustituto para la santificación. Luego
en nuestro vivir, seremos un sacrificio aceptable y agradable para Dios.
Al considerar el cuadro del libro de Éxodo, vemos que para nuestra
seguridad y salvación, necesitamos a Cristo como nuestro sustituto para ser
redimidos. También vemos que para emprender nuestro éxodo fuera de Egipto,
servir a Dios, y ser un sacrificio vivo que agrade a Dios, necesitamos a Cristo
como nuestro sustituto. Tomar a Cristo como nuestro sustituto para la
santificación forma parte de nuestra redención.
X. UN DÍA DE
CONMEMORACIÓN
EN EL MES DE ABIB, EN EL CUAL NO SE DEBÍA COMER
NINGÚN PAN LEUDADO
Si deseamos ser
santificados para Dios al tomar a Cristo como nuestro sustituto, debemos
experimentar el mes de Abib (13:4), un período de tiempo que representa toda nuestra
vida cristiana, durante el cual disfrutamos de una nueva vida. Hemos
señalado que la palabra Abib significa brote, retoño.
Por lo tanto, denota un nuevo comienzo de vida. Para ser
santificados al Señor y satisfacerle, necesitamos este nuevo comienzo de vida.
Debemos ser una nueva espiga de trigo que brota con nueva vida.
En este nuevo comienzo de vida, no debe haber ninguna levadura. Hemos señalado que en la
Biblia, la levadura representa lo pecaminoso o la corrupción.
Debemos eliminar todo
pecado expuesto. No debemos tolerar ningún pecado después de que haya
sido expuesto. Comer los panes sin levadura de esta manera significa tener una
verdadera conmemoración para el Señor, un verdadero recuerdo. Al tener a Cristo como sustituto
y al empezar una nueva vida sin pecado, los santificados llevarán una vida
cotidiana digna de ser una conmemoración.
Si experimentamos adecuadamente la salvación de Dios, tendremos una historia
espiritual maravillosa. Después
de nuestra Pascua, seremos santificados para el Señor al tomar a Cristo como nuestro
sustituto para que Él viva en nosotros. Entonces tendremos un
nuevo comienzo de vida, y todo pecado expuesto será eliminado. Nuestro vivir
será una conmemoración, un recuerdo. Cualquier día vivido de esta manera, será un día de
conmemoración. En nuestra
vida cristiana, cada día debe ser ese día de conmemoración. Cualquier día que
no sea una conmemoración es un día de fracaso.
Me preocupa el hecho de que muchos cristianos tendrán muy poco que
recordar, cuando estén en la Nueva Jerusalén. Pero si vivimos con Cristo como
nuestro sustituto; si tenemos un nuevo comienzo de vida, y si eliminamos todos
los pecados expuestos, tendremos mucho que recordar en la eternidad. Cada día
vivido de esta manera, es un día digno de ser recordado. Es posible que cada
día de nuestra vida cristiana sea un día de conmemoración. Que el Señor nos
salve, y no tengamos que arrepentirnos por los días desperdiciados, días en los
cuales no tenemos un nuevo comienzo de vida ni eliminamos totalmente la
levadura. Después de ser salvos por medio de Cristo, nuestro cordero pascual,
debemos tomarlo a Él como nuestro sustituto y empezar una nueva vida sin
pecado. Entonces tendremos muchos días de conmemoración.
XI. LOS HUESOS DE JOSÉ
SON SACADOS
DE EGIPTO JUNTO CON LOS HIJOS DE ISRAEL
Éxodo 13:19 indica que los huesos de José fueron sacados de Egipto
junto con los hijos de Israel. Tal vez parezca extraño que estos huesos se
mencionen en el mismo capítulo que habla del mes de Abib. Aparentemente, no
existe ninguna relación entre ambas cosas. Las espigas tiernas de trigo,
representadas por Abib están llenas de vida. Pero los huesos muertos no tienen
ninguna vida. No obstante, debemos recordar que en la Biblia, el hueso representa una vida inquebrantable, una vida en resurrección
(Jn. 19:36). Por tanto, los huesos en 13:19 están relacionados con la vida de
resurrección.
Hebreos 11:22 dice: “Por la
fe, José, estando a punto de morir, mencionó el éxodo de los hijos de Israel, y
dio mandamiento acerca de sus huesos”. José creía que algún día, Dios
visitaría a Su pueblo y lo sacaría de Egipto y lo llevaría a la tierra que Él
le había prometido a Abraham, Isaac y Jacob. Además, José “hizo jurar a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os
visitará y haréis llevar de aquí mis huesos” (Gn. 50:24-25). Sacar los huesos de José fuera de la tierra de Egipto y llevarlos a la
buena tierra representa la resurrección. La única manera en que los
huesos muertos y secos podrían entrar en la tierra de Canaán fue por la
resurrección. Según el cuadro,
los huesos que fueron sacados de la tumba y llevados a la buena tierra
representan la vida de resurrección.
En 1 Corintios 15:50, Pablo declara: “La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios”. La
Biblia enseña que la carne y la sangre denotan el
hombre natural (Mt. 16:17; Gá. 1:16). En resurrección,
Cristo tiene carne y huesos pero no tiene sangre (Lc. 24:39). El que los huesos de José
fueran llevados a la buena tierra indica que los santos que han muerto entrarán
en el reino en resurrección (los santos vivientes serán arrebatados y luego entrarán en el
reino). Los que participen
del reino ya no estarán en la vida natural representada por la carne y la
sangre; estarán en la vida de resurrección representada por los huesos de José.
Como pueblo de Dios hoy, debemos estar en resurrección; debemos ser los huesos
que se mueven en la vida de resurrección.
A los ojos de Dios, todos los hijos de Israel han estado muertos y
sepultados en Egipto. Esa era la situación de ellos antes de la Pascua. Egipto era un cementerio inmenso
en el cual el pueblo de Dios fue sepultado. Por lo tanto, desde el punto de vista
de Dios, Su pueblo en Egipto era huesos secos. El cuadro de los
huesos secos en Ezequiel 37 muestra la condición de los hijos de Israel en
Egipto. Ellos eran huesos secos que necesitaban resucitar y formar un ejército
(Ez. 37:1, 10). Por tanto, el éxodo fuera de Egipto era en
realidad una resurrección. Vemos eso particularmente en el cruce del mar Rojo.
El principio de resurrección se aplica al asunto de la sustitución para la
santificación.
Según Gálatas 2:20, hemos sido crucificados juntamente con Cristo. Ya no
vivimos nosotros, es Cristo el que vive dentro de nosotros. El hecho de que
Cristo es nuestro sustituto para la santificación significa que estamos en
resurrección.
Sin resurrección, es imposible que el pueblo de Dios salga del mundo. Tanto los huesos de
José como el cruce del mar Rojo señalan la resurrección. En nuestra vida natural, no podemos emprender un éxodo fuera del mundo.
Para emprender tal éxodo, debemos ser un pueblo resucitado. Nosotros somos huesos secos,
pero somos huesos que se mueven. Así como los huesos en Ezequiel 37, seremos
avivados y nos convertiremos en un ejército.
Así como los hijos de Israel eran huesos secos en Ezequiel 37, también
lo eran en el tiempo de Moisés. No obstante, fueron resucitados para
convertirse en el ejército de Dios. Esta debe ser también nuestra experiencia
hoy en día.
La razón por la cual se mencionan los huesos de José en Éxodo 13:19 es
para mostrarnos que el éxodo se cumple solamente en la resurrección. Somos santificados para el
Señor y hechos aceptables para Él y lo satisfacemos en resurrección. Sólo en la resurrección podemos tener un nuevo comienzo de vida sin pecado
y por tanto un día de conmemoración. Todos los aspectos del éxodo
fuera de Egipto están relacionados con la resurrección.
Podemos testificar por nuestra experiencia que sin la vida de resurrección no puede haber un éxodo
fuera del mundo. El éxodo se lleva a cabo solamente en la resurrección. Se dan
muchos sermones exhortando a los cristianos a no amar el mundo y a emprender su
éxodo fuera del mundo. Estos sermones están llenos de palabras vanas. Nadie puede dejar el mundo
sin estar avivado por la vida de resurrección. Si deseamos salir de Egipto,
debemos ser huesos secos sepultados en el mundo. A pesar de haber sido
sepultados, hemos sido escogidos por Dios y saldremos en resurrección.
Tal vez seamos huesos muertos, pero éstos representan una vida
inquebrantable y divina. Somos capaces de emprender un éxodo fuera del mundo
sólo cuando esta vida surge de la resurrección. Por lo tanto,
salimos de Egipto, no por nuestra propia energía ni por nuestra vida natural,
sino por la vida de resurrección. Aunque José fue escogido por Dios, fue
sepultado en Egipto. Sin embargo, en resurrección sus huesos fueron sacados de
Egipto. Hoy,
para nosotros es lo mismo. Hemos sido escogidos por Dios pero hemos sido
sepultados en el mundo. No obstante, en la resurrección los huesos muertos pueden
moverse fuera del mundo. ¡Esta es la vida que sale de la muerte! ¡Aleluya por la vida de
resurrección que nos saca del mundo!
XII. LA MANERA EN
QUE DIOS NOS GUÍA
A. En la
resurrección
Inmediatamente después de
lo dicho acerca de los huesos de José, tenemos un relato acerca de la dirección
y de la guianza del Señor (13:20-21; véase también 13:17-18; 12:37). Esta secuencia maravillosa indica que Dios no puede guiar
a Su pueblo sin la vida de resurrección. Su dirección está disponible sólo para los huesos que se mueven en
resurrección. Cuando los huesos secos se
avivan y empiezan a salir de Egipto, la dirección de Dios llega a ellos.
Durante muchos años, me
pregunté por qué se mencionan los huesos de José en relación con la columna de
nube y la columna de fuego (13:19-22), las cuales representan a Dios mismo. El hecho de que la columna de nube y la columna de fuego
se mencionen en relación con los huesos de José indica que la dirección
viviente de Dios está relacionada con la vida de resurrección. Cuando los huesos muertos
se mueven, Dios está guiándolos. Cuando nos movemos en la vida de
resurrección, espontáneamente Dios nos guía.
Muchos cristianos hoy en día buscan la voluntad de Dios; desean
sinceramente Su dirección y Su guianza. No obstante, cuanto más buscan estas
cosas, menos las tienen. La razón de esa carencia es que esos creyentes no son huesos que fueron
sepultados y resucitados; ellos no son huesos que se mueven con el poder de la
vida de resurrección. Para tener la guianza y la dirección de Señor, los
huesos sepultados deben ser levantados de la tumba y empezar a moverse.
B. Seguir el
mandato del Señor
El capítulo doce habla del
éxodo de los hijos de Israel, pero no dice nada acerca de la dirección del Señor. Eso lo vemos
eso en el capítulo trece. Si los hijos de Israel hubieran
salido de Egipto por sí solos, habrían cometido un grave error. Para emprender
un éxodo correcto, ellos debían tener la guianza y la dirección de Señor.
En Éxodo 12, tenemos el
mandato del Señor, y en Éxodo
13, tenemos la guianza del Señor. En asuntos espirituales, no es suficiente tener solamente el mandato del Señor sin Su guianza. Tener sólo Su mandato sería trágico. Su
mandato debe ser seguido siempre por Su guianza.
La celebración de la Pascua por parte de los hijos de Israel era
algo correcto. Su entorno había sido sometido por el Señor, y ellos estaban
listos para salir de Egipto. No obstante, como lo aclaran los últimos
versículos del capítulo trece, el pueblo de Dios pudo haber tomado uno de los
dos caminos: el camino corto o el complicado. Según la comprensión natural,
ellos seguramente habrían escogido el camino corto, y no el complicado, el cual
es más largo. No obstante, el camino que los hijos de
Israel debían tomar no dependía de ellos. Ni siquiera dependía de Moisés ni de
Aarón. Dependía solamente de la dirección del Señor por medio de la columna de
fuego y de la columna de nube. Fuera de la dirección del Señor, el
pueblo de Dios no tenía ningún derecho de moverse. Si los hijos de Israel se hubiesen movido sin la
dirección del Señor en la columna de fuego o en la columna de nube, se habrían
movido por sí solos. En asuntos espirituales, jamás se debe hacer esto. Junto
con el mandato del Señor, debemos
tener Su guianza y Su dirección.
Si Él nos pide hacer algo, no
debemos hacerlo por nosotros mismos. Por el contrario, debemos orar: “Señor
puesto que Tú me pediste hacer esto, debes guiarme. Guíame por la columna de
fuego o por la columna de nube”.
Aunque el capítulo trece parece ser una inserción entre los
capítulos doce y catorce, en realidad no es una inserción. Al contrario, este
capítulo es necesario. Revela que necesitamos la guianza del Señor así como Su mandato.
C. Conforme a
ciertas condiciones
Además, este capítulo revela que la guianza y la dirección del Señor vienen solamente
cuando se cumplen ciertas condiciones. Su dirección y guianza no son incondicionales. La primera condición es la santificación. Si no somos santificados,
no podemos tener la dirección del Señor. También debemos experimentar el nuevo comienzo de una vida sin
levadura. Ser santificados y tener el nuevo comienzo de una vida sin pecado son
los primeros dos requisitos para poder recibir la guianza del Señor.
La resurrección es otra condición. Para ser guiados por el
Señor, no debemos estar en el hombre natural. Nuestros huesos deben resucitar y
moverse. Entonces, cuando ya no estemos en el hombre natural, tendremos la dirección
y la guianza del Señor.
Mencionamos que la Biblia se refiere al hombre natural como carne
y sangre. Cuando Pedro recibió la revelación de que Jesús era el Cristo, el
Hijo de Dios vivo, el Señor le dijo: “Bienaventurado
eres Simón Barjona, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que
está en los cielos” (Mt. 16:17). Además, después de que Cristo fue revelado
a Pablo, él no consultó a carne ni a sangre, es decir él no consultó al hombre
natural (Gá. 1:16). Como lo hemos señalado, el mover los huesos de José
representa la resurrección. Estos huesos estaban secos, pero todavía podían
moverse. Este es un cuadro de un hombre en resurrección. Esta persona puede ser
guiada por el Señor y conducida por Él. Cuando estamos en resurrección, estamos
calificados para recibir la guianza del Señor y Su dirección.
En realidad, la
dirección del Señor y Su guianza son simplemente el Señor mismo en la columna de fuego durante la noche y en la
columna de nube durante el día. Al salir fuera de Egipto de una manera
militar, los hijos de Israel fueron conducidos por la columna de
fuego o por la columna de nube. Los egipcios se deben haber aterrorizado por
esta visión.
El cuadro de los hijos de Israel saliendo de Egipto conforme a la
guianza del Señor revela que Su dirección se da únicamente cuando se cumplen sus condiciones.
Debemos ser santificados, debemos empezar una nueva vida sin pecado y debemos
estar en resurrección. Entonces seremos guiados por el Señor y conducidos por Él.
D. No por el camino
corto,
sino por el camino más complicado
Al guiar a los hijos de Israel, el Señor no los llevó por el
camino corto. Al contrario, Él los condujo a tomar un camino complicado, un
camino que parecía ser un desvío. En nuestra opinión, los hijos de Israel
debían ir directamente a través de la tierra de los filisteos hasta la buena
tierra. No obstante, Éxodo 13:17 declara: “Dios
no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos que estaba cerca;
porque dijo Dios: Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra y se
vuelva a Egipto”. Puesto que existía la posibilidad de una guerra con los
filisteos, Dios no los condujo por este camino. Como lo indica 13:20: “Partieron de Sucot y acamparon en Etam, a
la entrada del desierto”.
Según la mentalidad humana,
la manera en que el Señor condujo a Su pueblo era extraña y aún insensata. Si nosotros fuéramos Dios,
ciertamente habríamos conducido al pueblo por otro camino, para evitar la
posibilidad de que Faraón los persiguiera. Sin embargo, Dios condujo a Su pueblo por el camino
largo. Como lo veremos en el próximo mensaje, esto tentó a Faraón a perseguirlos. Dios pareció equivocarse
en la manera en que Él condujo a Su pueblo. En realidad, la dirección del Señor
nunca está equivocada. Todo camino que Dios nos hace tomar está correcto, Él
nunca se equivoca.
Éxodo 13:18 dice: “Más hizo
Dios que el pueblo rodease por el camino del desierto del mar Rojo”. Aquí
el idioma hebreo indica que Dios hizo que el pueblo diera la vuelta. Por la
columna de fuego y la columna de nube, Él los condujo de una manera complicada.
Muchas veces en mi vida cristiana, Dios me ha conducido en caminos
que yo consideraba equivocados. Pero he llegado a adorar al Señor por Su
dirección. Su dirección siempre está correcta. Desde nuestro
punto de vista humano, podemos pensar que Él debería conducirnos de cierta
manera. Pero si Él nos guía por ese camino, no habría ninguna lección que
aprender, y podríamos estar en peligro de regresar a Egipto. Por lo
tanto, Dios nos hace tomar un camino indirecto, aun un desvío largo. Por ser conducidos de esta manera, los hijos de Israel finalmente
tuvieron que vagar en el desierto durante treinta y ocho años. La mayor parte
de ese tiempo, fueron en círculo. Esta es también la experiencia de muchos cristianos hoy en día; dan
vueltas sin ningún progreso aparente. No obstante, por medio de
esta clase de viajes, aprendemos lecciones importantes, como lo aclaran los
libros de Números y Deuteronomio. Podemos esperar ser conducidos de una manera directa, pero en
lugar de esto, Dios nos conduce a tomar un camino complicado, un desvío. Él aún
nos hace cruzar el mar Rojo y luego viajar por un desierto grande y terrible.
Una vez leí un libro titulado Caminos directos para los hijos de Israel. No obstante, a menudo no
existe ningún camino directo para el pueblo de Dios. Cuando esperamos que Dios
tome un camino directo, Él nos lleva por un desvío. En el transcurso de siete
años podemos tener muchos desvíos. No obstante, con estos desvíos
somos ayudados, equipados, educados, entrenados y disciplinados. Esta es la
razón por la cual Dios no nos conduce por caminos directos.
Cuando era joven, apreciaba este libro sobre los caminos directos
para los hijos de Israel. Pero ya no, porque en mi experiencia cristiana, he
aprendido que el Señor a menudo nos conduce por desvíos. Considere el viaje de
los hijos de Israel por el desierto. ¿Tomaron un camino directo? No, su camino
estaba lleno de desvíos. No obstante, ellos no escogieron
tomar estos desvíos. Fueron guiados por la presencia del Señor en la nube y en
el fuego.
E. Por sí mismo en
la columna de nube de día
y por la columna de fuego en la noche
Éxodo 13:21 y 22 dicen: “Y
Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el
camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles a fin de que
anduviesen de día y de noche”. Nunca se apartó de delante del pueblo la
columna de nube en el día ni de noche la columna de fuego. En realidad las dos columnas son
una misma cosa. Cuando anochece, la nube se convierte en fuego. Pero
cuando amanece, el fuego se convierte en nube. Sin embargo, el fuego y la nube
son una misma cosa.
En tipología, la nube representa el Espíritu.
Cuando Él nos alcanza, el Espíritu de Dios se parece a una nube. Aquí el fuego representa la Palabra de Dios, la cual es una luz para nosotros.
Por lo tanto, la guianza
viviente e instantánea que Dios nos da viene por medio del Espíritu o de la
Palabra. Cuando el cielo está claro, Él
es la nube, pero cuando el cielo está oscuro Él es el fuego. Cuando el Señor conduce como columna de fuego por la noche, la luz de
esta columna hace que la noche se convierta en día. De esa manera, los hijos de
Israel podían viajar día y noche.
En la vida cristiana, no debería haber ninguna diferencia entre el día
y la noche. En realidad, nosotros los
cristianos no deberíamos tener ninguna noche en nuestra vida con el Señor. Al
contrario, nuestra noche debe convertirse en día. Si nuestra noche no se
convierte en día, somos vencidos. Cuando estamos en tinieblas y dormimos,
experimentamos una noche en nuestra vida como cristianos. Pero cuando invocamos
el nombre del Señor, somos iluminados y nuestra noche se hace día.
Tanto la nube como el fuego simbolizan a Dios, pues Él es el Espíritu y
también la Palabra. Además la Palabra es también el Espíritu (Jn. 6:63; Ef.
6:17). El Señor, el Espíritu y la Palabra son uno para conducirnos y guiarnos
continuamente. Cuando entendemos claramente, Dios nos guía por medio
del Espíritu. Pero cuando no entendemos claramente, Él nos está guiando por medio
de la Palabra. A medida que entendemos la
Palabra, ésta se va convirtiendo en el Espíritu en nuestra experiencia. (la Palabra se hace carne en nosotros)
Como nube o como fuego, la
guianza de Dios es siempre una columna.
En la Biblia, una
columna denota fuerza. Por lo tanto, la guianza de Dios es fuerte; permanece
derecha y soporta peso. Por medio de esta guianza clara, Dios condujo a
los hijos de Israel.
Debemos agradecer al Señor
por todos los detalles presentados en Éxodo 13. Aquí vemos la sustitución para santificación, el día de conmemoración, y el comienzo de una nueva vida sin
pecado. Aquí vemos también la vida de
resurrección en la cual disfrutamos de la presencia del Señor como la guianza
en la columna de nube y en la columna de fuego. Adoremos al Señor por Su
dirección, aun cuando Él no nos guíe por un camino directo, sino por un camino
complicado. ¡Alabado sea Él por todos los desvíos!
¡DIOS MÍO, CUANTO NECESITA TU PUEBLO LAS EXPERIENCIAS DE MUERTE AL YO, SEPULTURA Y RESURRECCIÓN!
¡DIOS MÍO, CUANTO NECESITA TU PUEBLO LAS EXPERIENCIAS DE MUERTE AL YO, SEPULTURA Y RESURRECCIÓN!
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