En el transcurso de los
siglos, Dios ha tenido un romance con el
hombre. Dios creó al hombre con el propósito de tener un complemento (Gn. 1:26). Al crear al hombre, El no quería siervos. Si leemos la
Biblia con pureza, sin ningún concepto, nos daremos cuenta de que el propósito
de Dios al crear el hombre era ganar un complemento. Dios no es un luchador; El es un enamorado. El creó al hombre a Su
imagen como su enamorado. Esto significa que El creó al hombre para amarlo a El. En la eternidad, Dios estaba
solo; incluso podemos decir que El era solitario. Su deseo de tener un amor no podía ser satisfecho por los ángeles. Por
consiguiente, Dios creó al hombre conforme a Su propio ser. Dios es amoroso, y
El desea que el hombre lo ame a El. De esta manera, habrá una relación
mutua de amor entre Dios y la humanidad, aquellos que fueron creados para ser
Su complemento.
ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO
MENSAJE CINCUENTA
Y CINCO
GUARDAR LA LEY AL AMAR A DIOS,
A SU PALABRA Y SER UNO CON EL
(2)
Lectura bíblica Gn. 1:26; Jer. 31:3, 32; 2:2; Jn. 3:29; Mt.
9:15; Ef. 5:25-27; 2 Co. 11:2; Ap. 19:7; Jn. 21:15-17; 2 Co. 5:14-15; Jn.
14:21, 23; Cnt. 1:2-4.
(Ver completo: http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=17A7FD0F)
...
IV. GUARDAR LA LEY DE DIOS AL SER
UNO CON EL
En el mensaje anterior, hemos señalado que guardamos la ley de
Dios amándolo a El. Además, guardamos la ley de Dios al ser uno con El. Esta
unidad está relacionada con el hecho de que la ley era un contrato de
compromiso, un pacto de desposorio. Al dar la ley, la meta de Dios consistía en
unir a Su pueblo con El como una esposa se une a su marido. Entonces la ley
impartiría la sustancia de Dios dentro de ellos, los introduciría en El, y los
uniría con El en vida y naturaleza. Esta unión de Dios con Su pueblo en vida y naturaleza está representada
en tipología por Adán y Eva en Génesis 2:18-24. Todo esto indica que la ley de Dios sólo puede ser guardada por los que aman a Dios y son
uno con El en vida, naturaleza y expresión.
La Biblia es verdaderamente un libro de cortejo, y nuestro Dios es
un Dios que corteja. Algunas personas no estarán de acuerdo con esta declaración.
Pero debemos reconocer que ésta es una verdad, a menos que descartemos la
Biblia. La Biblia revela claramente que Dios es un hombre que corteja.
Muchos cánticos del evangelio hablan del llamado del Señor, y
muchos predicadores dicen que los creyentes son un pueblo llamado por Dios. Por
supuesto, esto es cierto. No obstante, el llamado que hace Dios a los pecadores
es Su manera de cortejarlos. Su llamado es Su cortejo, y los que le
corresponden no solamente serán salvos, sino que también serán Su novia que lo
aman a El con afecto.
Por la soberanía del Señor, el Cantar de los Cantares está
incluido en las Escrituras. No obstante, algunos cristianos no están de acuerdo
con el hecho de que el Cantar de Cantares sea parte de la Biblia, pues lo
consideran como un libro seglar y no como un libro sagrado. Pero de hecho, el Cantar de Cantares es el más sagrado de
los libros. En este libro, la que ama dice: “Yo soy de mi amado, y mi amado es mío” (6:3). Si no
tuviéramos Cantar de Cantares, probablemente no tendríamos esa expresión acerca
de nuestra relación con el Señor. El himno titulado “Amado con amor eterno”
declara en el coro: “Soy suya, y El es mío”. Esto se refiere al Cantar de
Cantares. Decir que “Pertenezco
a mi amado” no significa que El es nuestro maestro y nosotros Sus siervos.
Significa que somos Su amada. Esta relación no es la relación de un amo con su
esclavo, sino la relación afectuosa entre el marido y la esposa. Cantar
de Cantares es el libro más romántico que se ha escrito. No obstante, este
libro trata de la relación amorosa entre Dios y Su pueblo escogido. Presenta un
cuadro de la vida matrimonial de Cristo y de aquellos que lo aman a El.
Les recuerdo que el tema de
este mensaje es guardar la ley de Dios al amarlo a El y a Su palabra y al ser
uno con El. Guardar la ley de Dios tiene
mucho que ver con amarlo a El como una esposa ama a Su marido. Hemos señalado repetidas
veces que al dar la ley, Dios cortejaba a Su pueblo. Puesto que la ley fue dada
como un contrato de compromiso, no debemos intentar guardarla sin amar al Señor
y sin ser uno con El.
Algunos instructores
cristianos piensan que en el Nuevo Testamento, Dios ha abandonado la ley. Esto
no es cierto en absoluto. El contenido de la ley junto con la redención deben ser
considerados como parte de la Biblia entera. Además, en cuanto a la ley de Dios, el contenido del
Nuevo Testamento es esencialmente el mismo que el de los Diez Mandamientos.
Por ejemplo, toda la Biblia declara que no debemos tener otro Dios que el único
Dios verdadero. Dios es celoso, y no debemos tener ningún otro Dios aparte de
El. Pablo se refiere a los celos de Dios en 2 Corintios 11:2, donde él indica
que debemos ser una virgen casta para Cristo. El Señor debe ser nuestro único
amado. Vemos esto no solamente en los Diez Mandamientos, sino en todas las
Escrituras.
Toda la Biblia enseña que no debemos adorar ídolos. Esta
exhortación no se limita a los Diez Mandamientos. Además, la Biblia nos enseña
a usar correctamente el nombre del Señor y a jamás tomarlo en vano. Vemos una
vez más, que este mandamiento no se limita a la ley.
En principio, ni siquiera el cuarto mandamiento, que trata de guardar el sábado, se restringe a la
ley. Tanto en el Antiguo
Testamento como en el Nuevo, el pueblo de Dios debía de tener un día de conmemoración
como señal de que pertenecían al Señor. En la vieja creación, ese día era el sábado, el séptimo día de la semana. Pero en la nueva creación, es el octavo,
el primer día de la semana, el día de la resurrección de Cristo. Como aquellos
que viven en la nueva creación en resurrección, nuestro día de conmemoración es
el octavo día, ya no es el séptimo. En la nueva creación, el día ha cambiado para nosotros, pero el
principio no ha cambiado. Durante el
milenio, la humanidad restaurada seguirá guardando el séptimo día (Is. 66:23).
Basándose en este hecho, los
adventistas del séptimo día argumentan que los creyentes en esta era deben
seguir guardando el sábado. No obstante, en el milenio venidero, el sábado no
será guardado por la gente regenerada de Dios, sino por la humanidad
restaurada, preservada, sin ser regenerada. Ellos serán restaurados al estado
del hombre en el tiempo de la creación, pero no tendrán la vida divina en
resurrección. Mientras que ellos serán el pueblo del séptimo día, nosotros somos
los del octavo día.
En todo caso, la Biblia enseña que
el pueblo de Dios debe tener un día particular como señal de su separación para
el Señor.
Hemos visto que los primeros cuatro mandamientos son exaltados en
todas las Escrituras. Pasa lo mismo con los seis últimos mandamientos acerca de
honrar a los padres, en cuanto a no matar, no cometer adulterio, no robar, no
dar falso testimonio y no codiciar. Si abandonamos la ley, ponemos a un lado toda la Biblia. Aunque no
debemos abandonar la ley, debemos tener cuidado de no abusar de ella, ni de
usarla incorrectamente. Tanto la ley en particular como la Biblia en su
conjunto deben ser usadas correctamente. Si intentamos guardar la ley sin tener
contacto con Dios, abusaremos de ella. Del mismo modo, si tomamos la Biblia sin
tocar al Señor, usaremos las Escrituras incorrectamente.
Los judaizantes cometieron el error de intentar cumplir la ley sin
tener contacto con Dios. Por consiguiente, no llegaron a ser Su complemento, aquellos que
guardan Su ley al amarlo a El y al ser uno con El. En principio, muchos cristianos cometen el
mismo error hoy en día. Ellos leen y estudian la Biblia, pero lo hacen sin
tener contacto con el Señor. Mientras enseñan a otros el conocimiento bíblico,
no los alientan a tener contacto con el Señor en la palabra. Por consiguiente,
se convierten en los judaizantes contemporáneos, abusando de la Palabra de Dios
y usándola incorrectamente.
Nosotros en el recobro del Señor apreciamos el orar-leer la
Palabra. No queremos leer la Biblia sin tener contacto con el Señor de una
manera viviente. Debemos
tener cuidado de no leer la Biblia sin orar ni tocar al Señor. Si tenemos
contacto con el Señor en la Palabra, seremos uno con El de una manera práctica
en nuestra experiencia. Entonces llegaremos a ser Su complemento.
Al amar al Señor como
nuestro amado y al ser uno con El, aun llegando a ser Su amada, Su palabra se
convertirá en nuestro suministro de vida. La ley es la condensación de Su
palabra.
Cuando tenemos contacto con el Señor directa e íntimamente, siendo uno
con El, Su palabra nos suministra vida. Por esta vida, crecemos, llegamos a ser
Su expresión, y vivimos de una manera que corresponde con lo que El es.
Este vivir corresponde con la ley de Dios y con Su palabra. Esta es la
manera correcta de usar la ley de Dios y Su Palabra.
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