...Sin embargo, estas instituciones están vacías de vida. Nos hipnotizan, neutralizan, atrapan y esclavizan. Nos enredamos en ellas y se convierten en nuestros ídolos. No pasa mucho tiempo hasta que nuestras instituciones altruistas, orfanatos, casas de la tercera edad, colegios, universidades, seminarios, hospitales, cementerios, edificios de iglesia y “ministerios”, cobren mayor importancia que las personas para quienes se iniciaron. Finalmente, las personas existen para servir y preservar dichas instituciones en lugar de que esas instituciones existan para servir a esas personas. Sus programas de marketing pueden defender estar satisfaciendo necesidades personales e incluso que ya estén satisfaciendo necesidades personales, pero la motivación subyacente de sus programas de marketing es con mucha frecuencia, aumentar la clientela para mantener o hacer crecer la institución...
Capítulo 7- Institucionalizada
Bob y Joy, Chris y Jena, Troy, Rachel y
Darlene se sintieron conectados unos con otros en el Espíritu de Cristo y
comenzaron a reunirse en sus respectivos hogares. Cantaban canciones
espirituales, compartían revelaciones y enseñanzas que el Señor les daba. Bob
se encargaba principalmente de la enseñanza. Tenía el don para ello. Oraban por las necesidades de cada
uno. Eran libres para ir y venir como quisieran. Cuando corrió la palabra de
que el Señor se estaba manifestando es sus reuniones, más personas comenzaron a
asistir. Pronto eran demasiados para los
salones de sus casas y decidieron alquilar un lugar para reunirse. Comenzaron a
levantar ofrendas para cubrir los gastos. El grupo creció y decidieron que Bob
tenía que dedicarse al pastorado a tiempo completo. Había suficiente dinero y
para actuar de forma responsable, decidieron abrir una cuenta bancaria. El
banco exigía un nombre. De esta forma, se pusieron un nombre. Siguieron
creciendo y decidieron ahorrarse el dinero del alquiler comprando un local de
su propiedad. Escogieron ancianos para supervisar el negocio en el que se
estaban convirtiendo. Años mas tarde
ocuparon el hermoso local para el que se habían endeudado. Pero algo diferente
había sucedido. La gente ya no se sentía libre de ir y venir a su antojo. Se
esperaba que estuvieran allí y que pagaran sus diezmos allí. Ahora tenían un
presupuesto. Pasaron de ser una
comunidad de creyentes a una iglesia.
En el momento en que se pusieron nombre, se convirtieron
en una Cosa. Se institucionalizaron a si mismos.
Las
instituciones parecen tomar su existencia de si mismas, como si tuvieran mentes
en sí. A menudo se hacen más grandes que la suma de los individuos que las
instituyen. Pueden conquistar y consumir todo y a todos a su alrededor.
Sin embargo, estas instituciones están vacías de vida. Nos hipnotizan,
neutralizan, atrapan y esclavizan. Nos enredamos en ellas y se convierten en
nuestros ídolos. No
pasa mucho tiempo hasta que nuestras instituciones altruistas, orfanatos, casas
de la tercera edad, colegios, universidades, seminarios, hospitales,
cementerios, edificios de iglesia y “ministerios”, cobren mayor importancia que las personas para quienes se iniciaron.
Finalmente, las personas existen para
servir y preservar dichas instituciones en lugar de que esas instituciones existan para servir a
esas personas. Sus programas de marketing pueden defender estar satisfaciendo
necesidades personales e incluso que ya estén satisfaciendo necesidades personales, pero la motivación subyacente de sus programas de marketing es con
mucha frecuencia, aumentar la clientela para mantener o hacer crecer la
institución.
Don
Potter escribió en el Morning Star Journal que había hablado con Jim Bakker
después de su salida de la cárcel, y Bakker admitió haber cuestionado que Dios estuviera en alguna de las
cosas que ellos hacían en su mega ministerio de televisión. Todo creció tan rápido que nada le haría
parar. Bakker no podía imaginar poder llegar a fallar a tanta gente. Don
comentó: “Estaba atrapado en una
maquinaria de ministerio que había comenzado a funcionar sola, por sí misma”
{12} Esto sucede a iglesias y ministerios de todos los
tamaños.
La
Instituciones con frecuencia acumulan
grandes sumas de dinero de la gente asociada a ellas. La gente se siente bien dando a esas
instituciones, pero con frecuencia, descubren que la mayor parte de su tiempo,
de sus energías, y de sus recursos, se consume meramente para alimentar el
sistema. El altruismo en el sistema es con demasiada frecuencia reducido
a una ficha. Muchos
ministerios de la televisión utilizan llamados altruistas para arrastrar las
emociones de los donantes potenciales, pero
terminan usando la mayor parte del dinero para que la propia maquinaria de su
ministerio siga dando vueltas.
INSTITUCIONALIZADO
Es
bastante extraño que parezca que estas instituciones tengan vida propia. Es de
por si extraño como nuestras instituciones nos institucionalizan.
El
tiempo que pasó Brooks en la cárcel de Shawshank fue cincuenta años. La mayor
parte de esos años fue el bibliotecario de la cárcel. Sucedió repentinamente. Le dieron la
condicional. ¿Buenas noticias? No para Brooks. Se volvió loco. Le liberaron, y
unos días después apareció ahorcado de una soga hecha por el mismo. Los
internos nuevos no comprendían. Estaban confusos esperando que Red les
explicara. Red había pasado la mayor parte de su vida detrás de esos muros. El
conocía la historia. Red contestó filosóficamente, “Estaba institucionalizado.
Había estado aquí cincuenta años. Es lo único que conocía. Aquí era un hombre
importante. Un hombre educado. Pero fuera no era nada. Solo un viejo con
artritis en ambas manos. Probablemente ni siquiera pudiera coger una tarjeta de
biblioteca aunque lo intentara... Estos muros son divertidos. Al principio los odias. Después te
acostumbras a ellos. Pasa bastante tiempo, y empiezas a depender de ellos. Eso
es estar institucionalizado.” {13}
VOLVIÉNDONOS COMO ELLAS
Cuanto más tiempo pasamos en nuestras
instituciones, mas nos volvemos como ellas. Hace unos años me
desperté de un sueño en el que alguien me decía: “Ten cuidado de no volverte como el club al que te unas”. Este
dicho tenía un giro de humor cuando lo oí en el sueño. Por otro lado, sonaba
como una advertencia de no volverme como aquello a lo que me uniera. Por otro
lado sugería que ya estaba en el club al que me había unido. ¿Por qué otra
razón me uniría a ello? Un club está compuesto por gente. Una vez que te unes
al club, tú eres el club. Una vez que te unes a
una iglesia, tú eres esa iglesia.
Algo dentro de nosotros nos atrae a las
cosas a las que nos unimos. Poco después de unirnos a esas cosas, parece que
tenga la forma de poseernos. Se convierten en nosotros, y nosotros nos
convertimos en ellas. Encontramos nuestra identidad en
ellas. Nos jactamos, “Soy presbiteriano”, “Soy bautista”, “Soy metodista”, “Soy
católico romano”, “Soy pentecostal”. Después no podemos resistir preguntar,
“¿Qué eres tú?”
Jesús
nos dijo que nosotros estábamos en Él y Él en nosotros, así como Él estaba en
el Padre y el Padre en Él. Esa no fue mi experiencia al crecer en la iglesia institucional. Yo me sentía mas unido a ella
que a Cristo. Yo estaba en ella y ella estaba en mí. Estaba programado para ser uno con ella, y para llevar a otros a esa unión
mística, profana, e ilegal con ella.
O estamos en Cristo o estamos en la
ramera.
CREER LO QUE ELLOS CREEN
Para
pertenecer sinceramente a una de estas instituciones, se requiere de alguna
manera que creamos lo que nos dicen aquellos que las gobiernan. A menudo
desconocemos lo que creemos aparte de las doctrinas de nuestra iglesia. Jerry Wilson dice: “Mientras estudiaba para el ministerio, un compañero
comenzó a hacerme preguntas sobre lo que creía. Contesté a cada una diciéndole
lo que los bautistas creían. Seguí así un rato. Después sonrió y me dijo, ‘¿Así
que tú no crees en nada?’”
Hemos
de creer en Jesús. Nuestra fe en Dios a través de Jesucristo es la forma de
entrar al Reino. “Porque por gracia sois
salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios.”
Efesios 2:8. Creer lo que
nos dice que creamos nuestra institución no nos salva. Y sin embargo, tendemos
a pensar que sí.
HACIÉNDONOS DEPENDIENTES DE ELLOS
De
la misma forma que Brooks se hizo dependiente de esos muros en la Cárcel de
Shawshank, así nosotros también nos hacemos dependientes de nuestras instituciones. Confiamos en
que ellas cuidarán de nosotros. De forma similar, nuestras instituciones nos necesitan. Las autoridades
dentro de ellas necesitan que seamos dependientes de dichas autoridades y de la
institución, para poder perpetuar su existencia y la de la institución.
Bill
Shipman descubrió este principio de la dependencia cuando trabajaba en un
centro de desarrollo de delincuentes menores.
En lugar de animarles a convertirse en ciudadanos productivos, las
autoridades procedían de forma que convertían a los internos en personas más
dependientes. Si alguno de los internos mostraba signos de individualismo, le
prescribían más valium. Aquellos
que cuidaban de ellos querían que se ajustassen a ellos en lugar de
reformarlos. Necesitaban que los internos dependiesen de ellos.
En
varias ocasiones Bill
intentó conseguir que algunos de los internos salieran de la dependencia, pero
fue detenido por otros miembros del personal. Usaban el miedo para conseguir
que los jóvenes siguieran sintiéndose inseguros con respecto de ellos mismos.
“Lo mejor es que no escuchéis a Bill”, decían. “Saldréis y en cuestión de días,
estaréis de vuelta aquí”.
“Veía
cosas en esta institución,” contaba Bill, “que se parecían muchísimo a lo que
yo había visto en la iglesia, a través de líderes muy
fuertes, con ambiciones egoístas. Todo va bien cuando tratas de mejorar la institución o
sus posiciones, pero cuando lo que tratas de mejorar es los clientes—la gente
necesitada—entonces eres abucheado.”
“Lo
mismo sucedía en Haití”, recordaba Bill. “Los sacerdotes primero llegaban a
Haití con una misión genuina de ayudar a la gente. Bajo la influencia del
gobierno, los superiores de la iglesia,
con actitudes politizadas, persuadían a los sacerdotes a actuar de forma
distinta. Se les decía que enseñaran a los esclavos que eran ciudadanos de
segunda en el Reino de Dios, y que la única forma de entrar al Reino era
sirviendo a los blancos. Los haitianos negros llegaron a creer eso de ellos
mismos. Todavía les cuesta romper esa forma de pensar. La idea está
institucionalizada en su pensamiento”.
No
puedes preservar la institución y al mismo tiempo, trabajar para salir del
negocio. Las instituciones pueden comenzar a hacer
el bien, pero por su propia naturaleza, casi siempre terminan fomentando la
dependencia.
PREEMINENCIA DE LA INSTITUCIÓN
Nuestras
instituciones con frecuencia se vuelven más importantes que la gente para las
que se crearon. Aquí tenemos un buen ejemplo. Corría el año
1750.
Los
misioneros jesuitas se hallaban alrededor de las tierras fronterizas de
Argentina, Paraguay y Brasil. Los portugueses querían tomar la posesión del
territorio y hacer que la misión les transfiriera la tierra a ellos. Comenzó la guerra contra la misión y muchos
de los nativos perdieron sus vidas en la batalla. En la película La Misión, sobre esta historia verídica,
el padre Gabriel estaba perplejo por la decisión de sus superiores de
sacrificar las vidas de los nativos para que pudieran cumplir con las demandas
portuguesas.
El Señor Hatar, tratando de lograr que
el Padre Gabriel entendiera, preguntó lo que él pensaba que estaba en juego en
este asunto.
“Yo creo que la obra de Dios esta en
juego aquí”, contestó el Padre Gabriel ingenuamente.
“no”, contestó el Señor Hatar. “Lo que
está en juego es la misma existencia de la orden Jesuita tanto aquí como en
Europa”.
Para salvar la orden, el Señor Hatar
hizo lo que él pensaba que tenía que hacer. Permitió la
matanza de muchos nativos y la destrucción de la misión. Su base lógica “Si los
Jesuitas resisten a los portugueses, entonces la orden jesuita será expulsada
de Portugal—y si de Portugal y España, quizás también de Italia, quien sabe. Si tu orden (jesuita) ha de sobrevivir,
Padre, la misión aquí tiene que ser sacrificada.” {14}. La preservación de la
institución—en este caso la orden Jesuita—era una causa mayor que las vidas de
la gente que vino a salvar.
Cuando
vemos la verdad e intentamos hablar en contra de los abusos de la
institucionalización, se nos mira como el enemigo. No somos útiles a la
institución. Cuando cesamos de ser de útiles a la institución, la institución
busca formas de expulsarnos.
LA IGLESIA EMPRESA
Muchas organizaciones de iglesia han escogido legalizarse de acuerdo con las leyes de los
estados, principalmente con el fin de obtener ventajas fiscales, y ofrecer
deducciones de impuestos a los donantes.
Las
iglesias con frecuencia tienen este
status fiscal sin necesidad de legalizarse oficialmente. Sin embargo, tanto si
se han legalizado oficialmente o no, la mayoría se han estructurado conforme a los principios y políticas de
las empresas. Han convertido lo que son como comunidad de creyentes en un
negocio y han dado al negocio el poder de controlar las actividades de sus
miembros.
La
iglesia empresa, como las empresas
del mundo, tiene características específicas. Son típicamente iniciadas por el
ser humano, gobernadas, dirigidas y orientadas al beneficio, movidas por el
éxito, amigables con sus clientes, centradas en su producto (programas y
servicios) y conscientes de su propia imagen.
Tiene que hacerse una clara distinción
entre las empresas de los hombres y el cuerpo de Cristo. No estamos necesariamente sirviendo a Dios y contribuyendo a Sus
causas solo porque servimos y contribuimos a estas empresas.
El ministerio de Cristo se logra en y a través de los miembros del cuerpo de
Cristo, al servirse unos a otros, y no a través de documentos legales dentro de
archivadores. El edificio de Dios no se hace con las manos, sino que es eterno,
en los cielos. 2ª Cor. 5:1.
La
mentalidad de la iglesia empresa es
un invento moderno del mundo occidental, que es completamente ajeno a la
expresión del Nuevo Testamento de lo que significa ser el cuerpo de Cristo.
Sin embargo, comités misioneros y celotes cristianos venden los principios y
políticas de la mentalidad de iglesia empresa
por todo el mundo. Este concepto mundano es
promovido como la única manera de hacer iglesia.
Los creyentes que se atreven a quedarse fuera de este sistema, se les considera
apartados.
Bob Hughey afirma, “Lo que comenzó como un movimiento en Israel, se convirtió
en una filosofía en Grecia, una institución en Roma, una cultura en Europa y
una enorme y rica empresa en América.
JERARQUÍAS INSTITUCIONALES
Todas
las instituciones, sean gubernamentales, educativas, sociales, científicas o
religiosas, tienen alguna forma de posiciones de poder jerárquicas
estructuradas dentro de sí. Estas
son la vieja guardia, por así decirlo, aquellos a los que no sólo les ha sido
conferida la autoridad, sino que también tienen el poder para ejercitar un
control muy estricto. Muy poco puede
suceder o permitirse sin su autorización. Esto no es menos verdad en las iglesias.
Esta
jerarquía a menudo se establece en capas, como en la iglesia católico-romana,
anglicana, o en las tradiciones ortodoxas de Oriente. La posición más alta
dentro de la iglesia romana es el papa, que ha recibido una autoridad
extraordinaria y una gran estima. La escuela de cardenales se haya por dejado
del papa, habiendo sido nombrada por el papa para ayudarle. Los obispos en la
iglesia católico-romana, anglicana, o en las tradiciones ortodoxas de Oriente,
son clérigos que están por encima de los curas, y tienen autoridad para ordenar
y confirmar, y con frecuencia para gobernar una diócesis. En estas tradiciones,
los curas son clérigos que se encuentran por debajo del obispo, y están
autorizados a realizar los ritos sagrados de sus iglesias. Los diáconos en estas tradiciones son clérigos que se
encuentran por debajo de un cura. En la mayoría de las otras tradiciones de iglesias cristianas, los diáconos son
laicos, elegidos para desarrollar varias funciones en la adoración, el cuidado
pastoral o la administración.
Tradiciones
menos litúrgicas, como las que existen en la mayoría de las iglesias protestantes, tienen su propia
forma de jerarquía. Casi todos los grupos de iglesia tienen alguna forma de tribunal superior en sus asambleas
generales, convenciones o conferencias, en las que se eligen oficiales y se les
dan poderes limitados. La gente rara vez permanece en un puesto tiempo
suficiente para edificar una maquinaria política.
Sin
embargo, el control en estas tradiciones probablemente brote a través de
ciertos individuos de influencia que a menudo se hallan escondidos dentro del
sistema. Hugh era uno de estos hombres. Él influyó en silencio mucho de las
políticas sociales de su denominación. Durante mas de cuatro décadas desde que fuera contratado
para su posición burocrática por el centro administrativo de su denominación,
el transformó la teología de su iglesia
desde una posición conservadora hacia otra liberal.
Algunas
asociaciones se han formado para englobar iglesias
de naturaleza semejante. Estas asociaciones son generalmente encabezadas por
una personalidad carismática, que a cambio, tiene un círculo interno de
zánganos que le ayudan a cumplir su agenda—una variación del escenario del
papado y del cardenal. Igualmente, las asambleas locales tienen posiciones de
autoridad jerárquica dentro de ellas—pastores, ancianos, diáconos, comités.
Muchas tradiciones pentecostales tienen obispos que reciben mayor estima que
otros. Estas jerarquías dentro las iglesias son las tradiciones
de los hombres y no tienen ningún fundamento en las Escrituras, pero parecen
necesarias para la perpetuación de las instituciones.
NORMAS INSTITUCIONALES Y REGULACIONES
Muchas cosas que han comenzado por el Espíritu y que han sido fundadas sobre sólidos
principios bíblicos, luego se han institucionalizado. El proceso es muy simple,
natural y común. Una vez que ha comenzado la actividad, los hombres tienden a
organizarla. Desean darle alguna forma de estructura para
controlarla o al menos para mantener el control dentro de ella. La estructura
institucionalizada se hace generalmente por medio de rígidas normas y
regulaciones. Una vez que se han colocado en su lugar, estas reglas son
difíciles de cambiar. Se convierten en la autoridad sobre aquellos que las han
hecho. Incluso la gente que las hace, se sujeta a las reglas y por tanto, las
levanta hasta convertirlas en su máxima autoridad.
Cualquier tipo de organización demanda
unas reglas. Una vez que instituimos reglas y normas para
gobernar nuestras relaciones unos con otros, casi nos hemos institucionalizado a nosotros mismos.
Limitamos la libertad del Espíritu Santo para dirigirnos. El control es uno
de los mayores enemigos a nuestra libertad en el Espíritu. Lo más
probable es que las reglas que los hombres hacen para controlar la vida de la iglesia se conviertan en limitaciones
insanas. Con frecuencia terminamos esclavizándonos a estas reglas.
No obstante, las reglas buenas dan
límites sanos y son necesarias incluso para nuestra participación en las vidas
de los demás en el cuerpo de Cristo. Estas reglas están
generalmente en la categoría de “amaos los unos a los otros”. La Palabra de
Dios es la ley de Dios y sirve al bienestar de aquellos que la guardan. Tenemos
la capacidad de guardar la ley de Dios por el poder del Espíritu Santo obrando
en nosotros.
Sin embargo, con mucha frecuencia, las
reglas de la institución reemplazan la palabra y el Espíritu de Dios.
Tal fue el caso cuando yo creía que el Espíritu Santo quería abolir la Escuela
Dominical. Las reglas de la organización no permitían eso. “No hacemos eso
aquí”, es la excusa común. Las reglas de la iglesia
confinan las actividades del Espíritu Santo.
Necesitamos distinguir entre la ley de Dios que nos hace libres en
Cristo, y las leyes de la iglesia, que imponen restricciones
sobre nosotros y nos atan a los hombres.
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