ESTUDIO-VIDA DE GÉNESIS
MENSAJE CUARENTA Y
NUEVE
CONOCER LA GRACIA
PARA CUMPLIR EL PROPÓSITO DE DIOS:
LA CIRCUNCISIÓN QUE CUMPLE
EL PROPÓSITO DE DIOS
(Anotaciones en letra color azul añadidas por el blog)
En el libro de Génesis
están sembradas a modo de semillas casi todas las verdades divinas. En este
mensaje llegamos a una verdad importante y fundamental de la Palabra santa, una
verdad sembrada en Génesis 17: la circuncisión.
Si queremos entender
la circuncisión, debemos ver los dos puntos principales de la
revelación divina presentada en la Biblia. El primero
es que el propósito eterno de Dios consiste en que Él sea expresado y
representado por el hombre en la Tierra. Toda la Biblia revela este
asunto, desde el primer capítulo de Génesis hasta el último capítulo de
Apocalipsis. El segundo punto se relaciona con la
manera en que Dios cumple Su propósito, la cual consiste en forjarse en el
hombre como vida y como el todo para el hombre, a fin de que éste sea Su
expresión y representación. El cumplimiento del propósito de Dios no
depende de lo que nosotros podamos hacer, sino de que Dios se forje en
nosotros. Si vemos estos dos aspectos, entonces podremos entender las verdades
fundamentales de la Biblia.
Dios, con miras al
cumplimiento de Su propósito eterno, llamó a Abraham a salir de Caldea, un país
de demonios y de idolatría. Como ya vimos, Abraham no respondió de inmediato al
llamado de Dios, sino que vaciló deteniéndose en el lodo y el agua. Su padre lo
trajo a Harán, un lugar ubicado a medio camino. Por la misericordia de Dios,
Abraham respondió a casi todo el llamado de Dios en Harán, atravesó el gran
río, y llegó al lugar donde Dios lo quería. Ese lugar estaba cerca de la ciudad
pecaminosa de Sodoma. No le resultó fácil a Abraham permanecer en el lugar
donde Dios lo quería, y poco tiempo después descendió a Egipto. Sin embargo,
por la soberanía de Dios, este Abraham, que salió de la Caldea demoníaca, que
abandonó Harán, ubicada a medio camino, y que venció la Sodoma pecaminosa,
fue liberado del Egipto mundano y devuelto al lugar que Dios había escogido.
Debemos recordar los
nombres de tres personas muy importantes relacionadas con Abraham: Lot, Eliezer
y Agar. Abraham tomó a Lot consigo cuando salió de Harán, y probablemente
consiguió a Eliezer en Damasco y a Agar en Egipto. Ninguno de estos tres ayudó
a Abraham; cada uno de ellos fue un problema. Dios rechazó a estas tres
personas. Abraham usó su
fuerza natural para producir, con la colaboración de Agar, su obra maestra:
Ismael. Sin embargo, Ismael fue rotundamente rechazado por Dios.
6) La circuncisión cumple el propósito
de Dios
Con este antecedente,
llegamos ahora a la circuncisión (17:9-14). Por la época de Génesis 17,
Abraham había sido privado de todos los lugares donde había estado y de todas
las personas importantes que había adquirido. Caldea y Harán
formaban parte del pasado, y no tenían nada que ver con Egipto. El estaba en la Tierra que Dios le había prometido, aunque todavía no le había sido entregada.
Por consiguiente, Abraham
no tenía a Caldea, ni a Harán, ni a Egipto, ni a Sodoma, y tampoco tenía una
parcela en la Tierra Prometida. Además, Lot se había apartado de él, y
tanto Eliezer como Ismael habían sido rechazados por Dios. Abraham se había quedado solo con
Sara. Eran dos personas entradas en años que no habían ganado nada ni podían
hacer nada. Tal vez Abraham haya mirado a Sara y le haya dicho: “¿Qué
haremos? No tenemos nada y no podemos hacer nada”. En ese momento, Dios se reveló a Abraham como El-Shaddai, el Todopoderoso que todo lo provee. Entonces Dios le dijo a Abram que su
nombre debía ser cambiado por Abraham y que el nombre de su esposa debía
cambiarse de Sarai a Sara. Después, Dios le dijo a Abraham que debía circuncidarse. Abraham había sido despojado
de todos los lugares y de todas las personas. Lo único que le quedaba era él
mismo. Dios vino para poner fin al ego de Abraham, su carne, su
fuerza natural y su capacidad natural. Este ego, la carne y la fuerza natural,
habían de ser cortados, circuncidados. Si fuésemos Abraham,
probablemente habríamos dicho: “Dios, ¿no ves que me has privado de muchas
cosas? A nadie le ha sucedido eso en toda la Tierra. Todos tienen un lugar propio, pero yo no tengo nada. ¿Qué harás
ahora: quitarme la vida?”. Dios
quizás haya contestado: “Abraham, tienes razón. Te he quitado Caldea, Harán, Egipto, a Lot, a Eliezer, a Agar y a Ismael. Ya no te destituiré más,
pero sí te cortaré a ti. Lo que has conseguido por ti mismo te ha sido quitado, y lo que eres debe ser cortado ahora”.
Esta es la circuncisión.
¿Por qué es necesaria la circuncisión? Por una parte,
Dios necesita al hombre para cumplir Su propósito; y por otra, no quiere nada
del hombre. No obstante, ninguno de los llamados diría: “Dios,
quiero entregarme incondicionalmente a Ti, pero no deseo que nada mío
interfiera. Estoy dispuesto a que tomes todo lo que tengo y le pongas fin a
todo lo que soy”. Por el contrario, todos dicen: “Alabado sea el Señor porque
me llamó. De ahora en adelante, todo lo que tengo y lo que soy será para Él”.
Considere el ejemplo de Pedro. Durante tres años y medio, el Señor dijo a Sus
discípulos que debían amarle a Él y seguirle. Sin embargo, ninguno de los
discípulos entendía que el Señor no quería nada de ellos. Cuando el Señor dijo
a los discípulos que todos tropezarían a causa de Él, Pedro contestó: “Aunque todos tropiecen por causa de Ti, yo
nunca tropezaré”, y “Aunque me sea
necesario morir contigo, de ninguna manera te negaré” (Mt. 26:33,35). Mas
el Señor le dijo a Pedro: “De cierto te
digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces” (Mt.
26:34). Aparentemente el Señor le decía a Pedro: “Pedro, no te jactes. No tienes
por qué jactarte. Esta noche me negarás tres veces”. Efectivamente, Pedro negó al Señor tres veces, y estas
negaciones en realidad fueron una circuncisión práctica. El Pedro
orgulloso y seguro de sí mismo fue despedazado por el cuchillo de la circuncisión, que constituyó su acción de negar al Señor.
Todos debemos ver que
Dios nos necesita para Su recobro, y que Él no quiere nada de nosotros. Nos resulta difícil entender eso. O bien nos apartamos del Señor, o bien
nos presentamos delante de Él con todo lo que tenemos. Un hermano
japonés podría decir: “Nosotros los japoneses somos las personas más pacientes
del mundo. Serviré al Señor con mi paciencia japonesa”. Pero el Señor no
necesita esta clase de paciencia. Algunas hermanas podrían decir: “El Señor ciertamente
nos necesita a nosotras las hermanas, y estamos dispuestas a darnos
incondicionalmente a Él. Nosotras las hermanas no somos tan toscas como los
hermanos; somos bastante refinadas. En la vida de iglesia entregamos nuestro
refinamiento al Señor”. Hermanas, ustedes tienen toda la razón al darse incondicionalmente al Señor,
pero están totalmente equivocadas a entregarle a Él algo de ustedes. Todos
debemos ser circuncidados porque Dios no quiere nada nuestro.
La semilla de la circuncisión no fue
sembrada en Génesis 12 ni 15, sino en Génesis
17, después de que Abraham fue privado
de muchas cosas.
Luego Dios volvió a aparecérsele, se le reveló como el Todopoderoso que lo
provee todo y que tiene ubre, y le cambió el nombre por Abraham. Abraham debía
pasar por un cambio radical. Dios
parecía decir: “Abraham, ahora debes ser circuncidado. Si no te circuncidas, no
podré cumplir Mi propósito por medio de ti. Para tener un pueblo que cumpla Mi
propósito, debe existir la simiente. De esta simiente brotará el pueblo y éste
poseerá la Tierra en la cual tendré dominio, edificaré Mi templo para Mi
expresión, y encontraré reposo. Este es Mi Plan. Para cumplir Mi propósito, no necesito nada que provenga
de ti. Lo haré todo para ti y seré tu todo. Esta es la razón por la cual te he privado de todo lugar y de toda persona.
Ahora te pido que te
amoldes a mi voluntad y cooperes conmigo para desechar todo lo tuyo. Quiero que
tu carne sea cortada, pero no quiero hacerlo directamente. Quiero que tú lo
hagas por Mí. Quiero que cortes tu carne. ¿Estás dispuesto a cooperar
conmigo?”. No debemos tomar esto como doctrina ni como una explicación
de los relatos bíblicos. Todos
debemos entender que hoy necesitamos ser
circuncidados.
Estoy muy agradecido
con el Señor porque muchos de nosotros hemos salido de Caldea y de Harán y no
nos interesan Sodoma ni Egipto, sino que permanecemos en el lugar en el cual se
halla el recobro del Señor. Ahora bien, ¿cómo puede el Señor obtener la
simiente? ¿Cómo puede tomar posesión de la Tierra para tener la vida de iglesia
apropiada para Su morada, Su dominio, Su satisfacción y Su descanso? No lo
puede lograr con lo que nosotros hacemos por Él. Sólo lo conseguirá al
privarnos de muchas cosas. Nuestra inteligencia, nuestra sabiduría, nuestra
capacidad natural, nuestra fuerza natural y todo lo que somos en nuestro ser
natural debe ser quitado por el Señor. ¿Está usted de acuerdo con eso? Si tal
es el caso, deberá tomar el cuchillo de circuncisión y
extirpar su carne, su ser natural. No se trata
de vencer el pecado ni el
mundo, sino de ponerse fin a sí mismo para que el que todo lo provee
tenga la posibilidad de entrar y de ser la vida de usted, su todo y su mismo
ser. Esta es la circuncisión. ¡Que el Espíritu nos revele esto a
todos!
El mayor obstáculo
para el mover del Señor al recobrar Él la vida de iglesia es nuestra capacidad
natural. Lo que estorba el mover del Señor no es
lo que no podemos hacer, sino lo que podemos hacer. Al usar Abraham
su fuerza natural, alejó a Dios durante trece años. ¡Qué obstáculo más grande!
Abraham fue despojado sobremanera, pero todavía tenía su carne, su capacidad
natural y su fuerza natural. El produjo a Ismael por su carne, con la colaboración de Agar. En Génesis 17 ya había llegado el momento para que Dios tocase el
elemento entorpecedor de la carne de Abraham. Dios parecía decir: “Abraham, te
he quitado tanto. Queda una sola cosa que dificulta Mi
obra de gracia en ti: tu carne. Deseo quitarte eso, pero al tratarse de algo
tan subjetivo en tu ser, no te obligaré a hacerlo. Deseo que cooperes conmigo y
te despojes tú de esto, y te circuncides para Mí. Abraham, nada de
lo que tú puedas hacer por ti mismo me complacerá jamás; sólo me ofenderá y me
insultará. Mientras permanezca tu fuerza natural, no podré entrar en ti para
producir a Isaac. Abraham, tu fuerza natural, tu carne, debe ser cortada”. Este
asunto de la circuncisión mencionada en Génesis 17 es algo muy crítico.
¿Qué significa la circuncisión? Significa
despojarse de sí mismo.
Dios tiene un propósito y tiene a los llamados, pero algo impide que produzca
la simiente: nuestra carne. Entre nosotros muchos han llegado al punto crucial
de anular la carne. En el transcurso de los años, nos hemos privado de muchas
cosas, pero nuestra carne, nuestra fuerza natural y nuestra capacidad natural
quizás permanezcan todavía. Si seguimos usando nuestra
carne, no podremos producir a Isaac, ni siquiera podremos concebirlo.
Así que nuestra necesidad consiste en ser circuncidados y en poner fin al ego,
a la carne. Esto es lo que la Biblia llama circuncisión.
a) El significado
de la circuncisión
(1) Despojarnos de
nuestra carne
¿Cuál es el significado de la circuncisión? Primero consiste en despojarnos de nuestra carne
(Col. 2:11,13a; Dt. 10:16; Jer. 4:4a; Hch. 7:51). Ahora muchos cristianos
hablan de vencer el pecado, pero ése no es el punto esencial. El punto central
consiste en despojarse de la carne. La carne es la carne pecaminosa. No obstante, en la Biblia la carne
contiene mucho más, pues incluye también nuestra fuerza, nuestra capacidad,
nuestro poder y nuestro talento naturales. Además, la carne es nuestro hombre
natural, el ego, el yo. Por consiguiente, despojarse de la carne
significa deshacerse del yo; implica acabar con el yo.
Hace muchos años yo
procuraba obtener la victoria sobre el pecado, pero tuve un éxito limitado,
hasta que comprendí que lo que yo necesitaba no era vencer el pecado sino
acabar conmigo mismo. Empecé a ver que cuando yo estaba
acabado, todo andaba bien. Esta es la razón por la cual Pablo dijo que todo
aquel que ha muerto queda libre del pecado (Ro. 6:7). Cuanto más intentamos vencer al
pecado, más nos enredamos en él y más nos perturba. La mejor manera de vencer
el pecado es morir y ser sepultados. Entonces el pecado no tendrá nada
que ver con nosotros. Por tanto,
en la Biblia lo fundamental no es vencer el pecado, sino ponernos fin a
nosotros mismos.
El libro de Génesis
contiene casi todas las semillas de las verdades bíblicas, pero no contiene la
semilla de la victoria sobre el pecado. La forma de afrontar el pecado no es
vencerlo sino despojarnos de nosotros mismos, circuncidarnos. Al ser
circuncidados y anulados, no tendremos más problema con el pecado. Si usted
todavía procura vencer el pecado, eso significa que sigue vivo. Si se pone fin
a usted mismo, habrá terminado con el pecado. Por consiguiente, no se trata de
eliminar el pecado ni de intentar vencerlo; se trata de acabar con nosotros
mismos. Este es el significado negativo de la circuncisión.
(2) Introducirnos
en la resurrección
El significado
positivo de la circuncisión consiste en introducirnos en la resurrección (Col. 2:12). La circuncisión solía hacerse al octavo día (17:12). En tipología, el número ocho representa la resurrección. Esto
significa que no podemos tener la circuncisión sin la resurrección. La circuncisión debe hacerse
en resurrección, y siempre nos lleva a la resurrección, así como la muerte
introduce a la gente en la resurrección. Por una parte, fuimos crucificados
juntamente con Cristo y fuimos sepultados con Él. Por otra parte, esta
crucifixión y esta sepultura nos introducirán en Su resurrección. Cuando llegamos a nuestro fin y somos introducidos en la resurrección, nos
convertimos en una nueva persona. Seguimos siendo nosotros mismos, pero ahora somos otra
persona porque tenemos otra vida, otra
naturaleza y otra constitución. Estamos en resurrección. Entonces, sólo
podemos cumplir el propósito eterno de Dios cuando estamos en
resurrección. En nuestra fuerza natural, no podemos hacer nada que complazca a
Dios ni que cumpla Su propósito. Nuestro ego y nuestra fuerza natural
deben ser cortados en la circuncisión. Entonces en la resurrección podremos
convertirnos en otra persona.
(3) Equivale al
bautismo
La circuncisión del Antiguo Testamento
equivale al bautismo del Nuevo Testamento (Col. 2:11-12). El bautismo y la circuncisión
tienen el mismo propósito: anular nuestro ser natural e introducirnos en la
resurrección. ¿Por qué somos bautizados después de creer en el Señor Jesús?
Porque nos damos cuenta de que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente
con Él y que debemos ser sepultados a fin de ser uno con Él en Su resurrección.
Por consiguiente, la circuncisión de Abraham tiene el mismo significado que
nuestro bautismo. En la circuncisión y el bautismo, se aplica el mismo
principio. Abraham fue justificado en Génesis 15, pero fue circuncidado en
Génesis 17. Así como la circuncisión es la señal de la
justificación de Abraham, el bautismo también es la señal de nuestra salvación. ¿Cómo podemos demostrar que fuimos salvos? Al llevar una vida de bautismo (no
basta un momento de rito), la vida de una persona que ha sido crucificada, sepultada y
resucitada. Si
vivimos así, todos podrán ver en
nosotros la señal de nuestra salvación. (el rito bautismal por si solo no nos llevará a la experiencia de la vida resucitada; el rito es la circuncisión objetiva, pero la circuncisión subjetiva vendrá bastante más adelante en el tiempo, en la ACAMPADA en Gilgal, tras morir al yo cruzando el Jordán).
(4) Corresponde al
cambio de nombres humanos
La circuncisión corresponde al cambio de
nombres humanos
(17:5-6, 15-16). Como vimos, cambiar el nombre es lo mismo
que cambiar a la persona. Cuando se le cambió el nombre a Abram,
su persona también cambió. Le sucedió lo mismo a Jacob. Cuando el nombre de
Jacob fue cambiado por Israel, su persona cambió (32:27-28). Este cambio de nombre se cumple
solamente por medio de la circuncisión, al ser anulados e introducidos en
resurrección. Entonces dejamos de ser personas
naturales y venimos a ser personas
resucitadas. Ser anulado e introducido en resurrección es el
verdadero cambio de persona. Por consiguiente, la circuncisión corresponde al
cambio de nombre. Ahora podemos entender la razón
por la cual el cambio de nombre y la circuncisión se revelan en el mismo
capítulo. En realidad, ambas cosas forman una sola. El cambio de
nombre y la circuncisión significan que nuestro viejo ser es anulado y que
somos introducidos en la resurrección para ser otra persona.
b) No exteriormente
en la carne, en la letra,
sino interiormente en el corazón, en el espíritu
Romanos 2:28-29 revela
que no es “la circuncisión la que lo es
en lo exterior, en la carne”, sino “la del corazón, en espíritu, no en letra”.
La circuncisión no es un asunto exterior, sino interior (Fil. 3:3). Sucede lo
mismo con el bautismo. El bautismo no debería ser solamente una formalidad, sino una realidad interior. Permítanme contarles
una historia que oí hace más de cuarenta años. En América Central, la Iglesia
Católica aceptó y bautizó mucha gente que no era salva. Un día, un sacerdote
roció la cabeza de un niño y le cambió el nombre por Juan. En aquel tiempo, la
Iglesia Católica enseñaba que los viernes no se podía comer carne, sino sólo
pescado. Un viernes, este Juan sólo tenía carne. Juan pensaba que iba a hacer
con la carne lo que el sacerdote había hecho con él, a saber, rociarla y
cambiarle de nombre. Por tanto, él roció la carne y la llamó pescado. Luego
cocinó la carne. Mientras la carne hervía, el sacerdote vino. Percibió el olor
de la carne hervida y se enojó con Juan y le preguntó qué estaba haciendo. Juan
contestó: “No estoy haciendo nada malo. Eso no es carne, es pescado. ¿No
recuerda que usted me roció la cabeza y me cambió el nombre por Juan? Seguí su
ejemplo y rocié la carne y la llamé pescado”. Este no es el verdadero bautismo
ni el verdadero cambio de nombre. El bautismo debe ser una realidad interior en el espíritu, y no una actividad exterior que consiste en rociar agua sobre la cabeza de
una persona.
c) La circuncisión
de Cristo
Colosenses 2:11
menciona la “circuncisión de Cristo”.
La verdadera circuncisión se halla en Cristo. La circuncisión de
Cristo, igual que el bautismo, significa poner fin a nuestro viejo ser y
hacer de nosotros una nueva creación, una nueva persona. En Gálatas
6:15 leemos: “Ni la circuncisión vale
nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación”. El libro de
Colosenses revela que Cristo es nuestra porción eterna (1:12), nuestra vida
(3:4), y nuestra esperanza de gloria (1:27), y que debemos vivir por Él como la
simiente y andar en Él como la Tierra (2:6). Si deseamos andar en Cristo, no
debemos distraernos con otras cosas. La manera de vivir por Cristo y
de andar en Él consiste en ser sepultados juntamente con Él. Nosotros los que fuimos
sepultados juntamente con Cristo fuimos introducidos en Su resurrección, no por
nuestro esfuerzo sino por la obra de Dios, la cual lleva a cabo el Espíritu de
Dios. Cuando nos demos cuenta (cuando
sean abiertos nuestros ojos, cuando tengamos la revelación) de que fuimos terminados juntamente con
Cristo, sepultados con Él e introducidos en Su resurrección, el Espíritu que mora en
nosotros honrará nuestro entendimiento con Su operación, nos ministrará las riquezas de
Cristo y hará que permanezcamos en resurrección. Esto no es simplemente cuestión de enseñanza; es la operación (experiencia
o crisis) que Dios efectúa; es el ejercicio del
Espíritu viviente dentro de nosotros. Esta es la circuncisión de Cristo.
Colosenses 3:9-10 nos dice que nos hemos despojado del viejo hombre y nos hemos revestido del nuevo. Este es el verdadero cambio de nombre, el
verdadero significado de la circuncisión, y la experiencia auténtica del bautismo. Circuncidar la carne significa
despojarse del viejo hombre y revestirse del nuevo. Entonces, como nuevo
hombre, tendremos la simiente que cumple el propósito de Dios. Además, cuando
estamos en el nuevo hombre, estamos en la Tierra, la Iglesia. Esto es un asunto
de experimentar a Cristo. Cuando veamos que fuimos crucificados juntamente
con Cristo e introducidos en Su resurrección, el Espíritu que mora en nosotros honrará esta comprensión y operará
dentro de nosotros para que nos despojemos del viejo hombre y seamos revestidos
del nuevo. De esta manera, Dios obtiene la simiente y la Tierra para
cumplir Su propósito eterno.
d) No yo, sino
Cristo
En Gálatas 2:20 leemos: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y
ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. El verdadero cambio de nombre es
el cambio del yo por Cristo. Este es el significado de la
circuncisión y del bautismo. La circuncisión de Cristo lleva a cabo una sola
cosa: cambia al yo por Cristo. Entonces
ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.
e) No yo, sino la
gracia de Dios
Finalmente el “no yo sino Cristo” se convierte en “no
yo, sino la gracia de Dios” (1 Co. 15:10). El apóstol Pablo dijo que él
laboraba más que los otros apóstoles, pero no él, sino la gracia de Dios. ¿Qué
es la gracia? Como ya vimos, la gracia
es Dios mismo que viene a nosotros para ser nuestro todo.
En Génesis 18:10 y 14
encontramos algo muy extraño: “De cierto volveré a ti; y según el tiempo
de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo”. ¿Qué significa eso?
Dios no tenía ninguna necesidad de venir para que Sara tuviese un hijo. Si
fuésemos Abraham, probablemente habríamos dicho: “Señor, Tú no necesitas hacer
todo eso. Puedes quedarte en los cielos y simplemente decir una palabra, y Sara
tendrá un hijo”. Sin embargo, el Señor dijo que el nacimiento de
Isaac sería Su venida, Su llegada. Parece que la
visitación de Dios estaba muy ligada al nacimiento de Isaac. Dios
parecía decir: “El nacimiento de Isaac será Mi llegada. Isaac no provendrá de
ti, sino de Mi venida. Cuando Yo vuelva a ti, Sara tendrá un
hijo. Mi venida será el nacimiento de Isaac”. No estoy diciendo que
Isaac sea Dios ni que Dios sea Isaac, sino que aparentemente el regreso de Dios
equivalía casi al nacimiento de
Isaac. Isaac fue una persona fuera de lo común. El era un ser
humano, pero su nacimiento fue el resultado de una visitación divina. ¿Qué fue
esa visitación divina? Fue la gracia. Por consiguiente, Abraham y
Sara podían decir: “No yo, sino la gracia
de Dios”.
Dios llamó el tiempo del nacimiento de Isaac el tiempo de la vida. Esta cita fue hecha en 17:21
donde Dios dijo: “Mas Yo estableceré Mi
pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo el año que viene”.
Dios llamó esta cita el tiempo de la vida, diciendo que según el tiempo de la
vida Él regresaría y Sara tendría un hijo. Esto es muy significativo. Todo lo que hacemos debe
corresponder al tiempo de la vida y a la visitación de Dios. La simiente que producimos debe ser la venida del Señor en Su visitación
de gracia. Esta visitación de gracia es el nacimiento de Isaac (el
Príncipe de Paz se manifiesta o “encarna” en nosotros, cuando salimos en
resurrección de la experiencia de sepultura. Es una experiencia real que nos
cambia en nuevas personas, como la resurrección cambio a Cristo, al punto que
ni la Magdalena, ni los apóstoles, ni los discípulos de Emaús le reconocían). Esto demuestra que sólo el
Cristo que Dios ha forjado en nuestro ser puede ser la simiente que posee la Tierra y que cumple el propósito de Dios. Eso es todo un asunto de gracia. Ya
no soy yo, sino Cristo. No soy yo, sino la gracia de Dios. Alabado sea el Señor
porque Cristo y la gracia de Dios se han forjado en nosotros a fin
de obtener la simiente y poseer la Tierra. Tenemos a Cristo como nuestra
simiente y la vida de iglesia como nuestra Tierra. Ese es el resultado de la
circuncisión.
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