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viernes, 27 de julio de 2012

EL SECRETO QUE CAMBIA LA HIEL EN MIEL (E.V. Éxodo, Witness Lee)



ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO

MENSAJE TREINTA

LA EXPERIENCIA DE ISRAEL EN MARA

Lectura bíblica: Ex. 15:22-26; Ro. 6:4; 1 P. 2:24; 1 Co. 2:2b; Fil. 3:10; Sal. 103:3; Mt. 8:17; 9:12


(Nota: Las anotaciones en letra azul son del blog)

...

III. LAS AGUAS DE MARA

Dios guió al pueblo hasta Mara, que significa amargura. Éxodo 15:23 dice: “Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara”. El hecho de que Dios llevara a Su pueblo hasta Mara indica que mientras caminamos en la esfera de la resurrección, Dios nos conducirá a un lugar de amargura, a Mara. La columna de nube condujo al pueblo hasta un lugar donde había agua, pero estas aguas eran amargas. Cuando el pueblo descubrió que las aguas eran amargas, “murmuraron contra Moisés y dijeron: ¿Qué hemos de beber?” (v. 24). Tal como los hijos de Israel, nosotros también nos hemos quejado, hemos murmurado acerca de nuestras circunstancias amargas. A menudo hemos dicho en tono de queja: “¿Qué haré? ¿Qué beberemos? ¿Qué clase de ayuda es ésta?” Si yo hubiese sido Moisés, le habría dicho al pueblo que no se quejaran conmigo. Les habría recordado que ellos fueron conducidos a ese lugar por la misma nube que los protegió de Faraón y de su ejército tres días antes. Pero como verdadero siervo del Señor, en lugar de luchar contra las murmuraciones y las quejas del pueblo, Moisés clamó al Señor (v. 25).
En respuesta a su clamor, el Señor le mostró un árbol (v. 25). Cuando Moisés echó el árbol en las aguas, éstas se endulzaron. 1 Pedro 2:24 indica que ese árbol significa la cruz de Cristo. Por tanto, el árbol que sanó a las aguas amargas denota la cruz sobre la cual fue crucificado el Señor. La cruz de Cristo, es la única que salva.
Este cuadro corresponde con nuestra experiencia espiritual. Después de ser bautizados y de empezar a caminar en novedad de vida, estamos perturbados porque no tenemos agua natural. Por un lado, nos parecemos al pueblo que se quejaba y murmuraba. Por otro, somos como Moisés que clama al Señor. Cuando clamamos al Señor en oración, Él nos muestra la visión del Cristo crucificado. Debemos recibir la visión de la cruz. Al tener esta visión, aplicamos la cruz de Cristo a nuestra situación, e inmediatamente las aguas amargas se endulzan. Tengo la plena seguridad de que cualquiera que ha sido realmente bautizado en Cristo ha tenido esta clase de experiencia. Nuestras experiencias pueden ser distintas en grado, pero el principio y naturaleza son los mismos.
Según Romanos 6:4, andamos en la esfera de la resurrección, en novedad de vida, después de ser bautizados. Esta esfera es el verdadero desierto de Shur. Una esfera en la cual somos separados del mundo por la pared y por el mar. Mientras andamos en esta esfera, no tenemos ningún recurso natural, y nos enfrentamos a mucha amargura. Pero en resurrección, podemos experimentar la cruz de Cristo y llevar una vida crucificada. Al hacer esto, nuestra situación amarga se endulza.
El año pasado mi esposa y yo llegamos verdaderamente a Mara, una situación muy amarga. No obstante, por caminar en la esfera de la resurrección, pudimos experimentar la cruz del Señor Jesús y llevar una vida crucificada. Disfrutamos ricamente del árbol de sanidad que fue echado en la situación amarga. Este árbol endulzó las aguas amargas. Por esta razón, el año pasado di varios mensajes acerca de la vida crucificada. Efectivamente, mi esposa y yo sufrimos de la amargura en nuestra situación. No obstante, finalmente disfrutamos de la dulzura porque el árbol de sanidad con la vida crucificada fue aplicado a nuestras circunstancias. Esta es la manera de experimentar y disfrutar la muerte de Cristo en la esfera de la resurrección.
Todo lo que experimentamos en la esfera de la resurrección es una experiencia de la misma. En el desierto de Shur, los hijos de Israel experimentaron la cruz de Cristo en la resurrección. Las aguas amargas de Mara fueron cambiadas en aguas dulces en la esfera del desierto. En el mismo principio, en la esfera de la resurrección, experimentamos la muerte de Cristo que cambia nuestra amargura en dulzura. Que el Señor nos dé más experiencias al respecto.
No experimentamos las aguas amargas de Mara de una vez y por todas. Mientras vivamos en la tierra, caminaremos en la esfera de la resurrección y llegaremos continuamente a Mara. La experiencia de los hijos de Israel en Mara muestra un principio, y no simplemente un incidente. Este principio es fundamental en nuestra vida cristiana. Mientras caminemos en la esfera de la resurrección, tendremos sed, y descubriremos que no hay agua natural para satisfacer nuestra necesidad. Sólo hay aguas de amargura. Cuando estamos en esta situación, debemos recibir la visión del árbol y luego aplicarlo a nuestras circunstancias. Este árbol sanará nuestra situación y cambiará las aguas amargas por aguas dulces.

IV. EL SEÑOR ES EL SANADOR

Inmediatamente después de que las aguas fueron endulzadas, el Señor dio al pueblo un estatuto y una ordenanza “Y ahí los probó” (v. 25). Luego Él dijo: “Si oyereis atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hiciereis lo recto delante de sus ojos, y diereis oído a sus mandamientos, y guardareis todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti, porque soy Jehová, tu sanador (Jehová Rotheka, v. 26). Cuando leí esta promesa por primera vez, no pude entender por qué se mencionaba inmediatamente después de la sanidad de las aguas amargas. Si consideramos esto a la luz de nuestra experiencia, nos daremos cuenta de que la cruz de Cristo no sólo sana nuestra situación amarga, sino que nos sana también a nosotros. Las aguas en nuestras circunstancias no son lo único amargo, nosotros mismos también somos amargos y necesitamos sanidad. Nuestro mismo yo es amargo. En otras palabras, el yo está enfermo. Estamos enfermos física, psicológica y también espiritualmente. Hay amargura en nuestro cuerpo, alma y espíritu.
Cuando me he encontrado en circunstancias amargas, a menudo el Señor me ha mostrado la cruz de Cristo. Me he dado cuenta que necesitaba tomar la cruz y llevar una vida crucificada. Esto me salvó de mi situación amarga, y mis circunstancias amargas fueron sanadas. No obstante, al mismo tiempo, el Señor me ha mostrado a menudo que hay amargura dentro de mí. Vi que había amargura en mi yo y también en mis circunstancias. También vi que había amargura en todo mi ser, mi espíritu, alma y cuerpo y que necesitaba aplicar la cruz de Cristo a cada aspecto de mi ser. Espiritual, psicológica y físicamente, necesitaba aplicar la cruz de Cristo. He experimentado continuamente la sanidad del Señor de esta manera. Mientras sanaba mi situación, yo era sanado interiormente. Tanto en mis circunstancias como en mi ser, la amargura fue cambiada en dulzura.
Tal vez piense que no tiene necesidad de ser sanado en su mente, parte emotiva o voluntad y mucho menos en su espíritu. Permítame decirle que todos tenemos problemas con estas partes de nuestro de ser. Seamos viejos o jóvenes, hombres o mujeres, estamos enfermos en nuestra mente, parte emotiva, y voluntad. Estamos enfermos aún en nuestro espíritu. Antes de ser salvo, mi voluntad no funcionaba adecuadamente. Cuando debía tomar alguna decisión, no lo hacía. Pero cuando no debía tomar decisiones de una manera particular, seguía adelante y la tomaba ¿Acaso no ha experimentado esto? Además nuestra parte emotiva quizás no esté equilibrada. Cuando estamos alegres, nos regocijamos sin control; cuando lloramos, lloramos sin restricción. Por tanto, necesitamos mucha sanidad. Nos damos cuenta de esto cada vez que el árbol de sanidad es echado en nuestras circunstancias amargas.
Mientras caminemos en la esfera de la resurrección, seremos conducidos a Mara continuamente. Cada vez que experimentamos el árbol de sanidad echado en nuestras circunstancias, espontáneamente nos damos cuenta de que algo en nuestro ser debe ser sanado. Tal vez sintamos la necesidad de sanidad en la mente, o nos demos cuenta de que nuestra voluntad debe ser ajustada, o veamos que nuestra parte emotiva deben estar equilibradas. En otras ocasiones, podemos ser conscientes de que nuestro espíritu está amargado hacia los demás y debe ser sanado.
Así como el Señor probó a los hijos de Israel en Mara, Él usa nuestra experiencia de Su cruz en circunstancias amargas para probarnos. Al probarnos, Él nos muestra donde estamos y lo que somos. El expone nuestros motivos, intenciones y deseos. No hay nada que nos pruebe más que la experiencia de la cruz. La experiencia de la cruz en circunstancias amargas nos prueba y expone cada aspecto de nuestro ser. Cuando estamos expuestos de esta manera debemos orar: “Señor, te necesito, y necesito más experiencia de la cruz. Debo poner el árbol no solamente en mis circunstancias, sino también en mi ser. Debo aplicar este árbol a mi mente, parte emotiva y voluntad. Debo aplicarlo a mi espíritu y a mi actitud hacia los demás”. El Señor nos sana por medio de esta aplicación de la cruz.
Esta clase de sanidad difiere mucho de las llamadas sanidades que se produce en las campañas de sanidad. He asistido a estas campañas, y ni una sola vez vi una sanidad verdadera. La verdadera sanidad se produce cuando recibimos la disciplina de la cruz. Somos sanados cuando somos sometidos y cuando prestamos atención a la voz de Dios, escuchamos Sus estatutos y obedecemos Sus mandamientos. Entonces la vida de resurrección de Cristo se convierte en nuestro poder de sanidad, y el Señor se convierte en nuestro sanador.
Mediante su obra de redención Cristo desea ser nuestro sanador. Hablando de sanidades cumplidas por el Señor Jesús, Mateo 8:17 dice: “Para que se cumpliese por medio del profeta Isaías cuando dijo: El mismo tomó nuestras debilidades, y llevó nuestras enfermedades”. Todas las sanidades llevadas a cabo en la humanidad caída son realizadas por medio de la redención del Señor. Mediante Su redención, el Señor es nuestro sanador. En Mateo 9:12, el Señor indica que Él es nuestro médico: “Más hoy, al oír esto dijo: Los que están fuertes no tienen necesidad de médico sino los enfermos”. Como nuestro médico, Él nos cuida no solamente físicamente sino también psicológica y espiritualmente. Él puede sanar todo nuestro ser.
1 Pedro 2:24 dice: “Quien llevó El mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, a fin de que nosotros, habiendo muerto a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”. Este versículo indica que la cruz es el árbol y que aquel que murió en la cruz es nuestro sanador. Él fue crucificado para nuestra sanidad. Si deseamos experimentar Su sanidad, debemos identificarnos con Su crucifixión. Por ejemplo, supongamos que usted tiene problemas gástricos. Para ser sanado de esta enfermedad, usted necesita que su estómago se identifique con la cruz de Cristo. Si su estómago se identifica con la crucifixión de Cristo, el Cristo crucificado se convertirá en su sanador. El problema gástrico puede ser causado por el hecho de vivir conforme al yo. En su manera de comer, usted necesita la disciplina de la cruz. La cruz debe disciplinar al yo en cuanto a la comida. En el mismo principio, su mente puede estar enferma porque nunca ha sido disciplinada por la cruz, ni se ha identificado con la crucifixión de Cristo. Puede pasar lo mismo con su espíritu. Posiblemente su espíritu no esté correcto ni puro. La causa de impureza y de la falta de rectitud es que su espíritu no ha sido tocado por la cruz de Cristo.
Algunos hermanos no han permitido que su actitud hacia sus esposas sea disciplinada por la cruz. Por esta razón, en su relación con sus esposas están enfermos. Por lo tanto, se necesita sanidad en la vida matrimonial. Esta sanidad viene solamente por la aplicación de la cruz de Cristo. Este principio debería ser aplicado a cada parte de nuestro ser (vemos que la sanidad es algo que viene en el tiempo en la medida en que nos conformamos a Su muerte y resurrección).
La palabra del Señor en Éxodo 15:26 indica que a Sus ojos, los hijos de Israel estaban enfermos y necesitaban sanidad. De otro modo, el Señor no hubiera usado el título: “Jehová tu sanador”. Como lo dijo el Señor Jesús, sólo aquellos que están enfermos necesitan un médico. El que los hijos de Israel necesitaran que Jehová fuese su sanador indica que estaban enfermos. En la actualidad pasa lo mismo con nosotros. En ciertas partes de nuestro ser interior, seguimos enfermos y necesitamos la sanidad del Señor. Como mencionamos, el proceso de sanidad se produce cuando somos tocados por la cruz de Cristo. La única manera de ser tocados por la cruz consiste en recibir la visión del árbol y en echar este árbol en el lugar preciso que necesita ser sanado. Si su mente esta amargada, eche el árbol en su mente. Si su actitud hacia cierta persona, cierta cosa es amarga, eche el árbol en su actitud. Haga eso con cada parte de su ser, y poco a poco será sanado. Cada vez que experimentemos la cruz de Cristo, nos daremos cuenta de una manera más profunda de nuestra necesidad de ser sanados por medio del toque de la cruz. Debemos identificarnos con la crucifixión de Cristo para aplicar Su cruz a cada parte de nuestro ser que esté amargada y enferma. Entonces todas estas partes serán sanadas. De esta manera, cada día y aún a cada hora, el Señor Jesús llega a ser nuestro sanador.
Cuanto más somos sanados por el Señor, más tenemos un oído que escucha Su voz, un corazón que guarda Sus estatutos, y tenemos la disposición de obedecerle. Si no somos sanados, permaneceremos rebeldes en todos los aspectos de nuestro ser. Nuestro ser natural está constituido de rebeldía, porque el elemento de la misma está en todas nuestras partes interiores. ¡Cuánto necesitamos ser sanados al ver la cruz y al aplicarla a nosotros! Debemos ver el árbol sobre el cual Cristo fue crucificado y luego aplicarlo a cada parte de nuestro ser. Debemos permitir que la cruz de Cristo llene nuestras partes interiores. Mientras se aplica la cruz a nuestro ser, nuestras partes interiores serán sanadas y sometidas. Entonces estas partes escucharán la voz del Señor, obedecerán Su Palabra, y guardarán Sus estatutos. Como resultado, esas partes se harán uno con el Señor de una manera práctica. Que todos experimentemos esta sanidad día tras día.

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