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sábado, 22 de enero de 2011

¿UN NACIDO DE NUEVO EN LA GEHENNA? !SI!

a. Antes de presentar la ofrenda a Dios uno debe reconciliarse con el hermano

Los versículos 23 y 24  (Mt 5:21-26) dicen: “Por tanto, si estás presentando tu ofrenda ante el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”. El sacrificio, como el sacrificio por el pecado, se hace para expiar el pecado, mientras que una ofrenda se presenta para tener comunión con Dios. El altar mencionado en el versículo 23 era un mueble (Ex. 27:1-8) que estaba en el atrio del templo (1 R. 8:64). En este altar eran ofrecidos todos los sacrificios y ofrendas (Lv. 1:9, 12, 17). El Rey, al promulgar la nueva ley del reino, se refiere aquí a la ofrenda y al altar de la antigua dispensación porque, durante Su ministerio en la tierra, un período de transición, la ley ritual de la antigua dispensación todavía no se había terminado. En los cuatro Evangelios, antes de la muerte y resurrección del Señor, El trataba a Sus discípulos como a judíos conforme a la ley antigua en los asuntos relacionados con las circunstancias exteriores; mientras que en asuntos referentes al espíritu y a la vida, los consideraba creyentes, quienes constituían la iglesia, conforme a la economía neotestamentaria.

Las palabras “algo contra ti” en el versículo 23 deben referirse a una ofensa causada por el enojo o reprimenda del versículo 22. Según el versículo 24, primero debemos reconciliarnos con nuestro hermano para que ya no quede recuerdo de la ofensa y nuestra conciencia esté libre de ofensa. Luego podemos acercarnos con nuestra ofrenda al Señor y tener comunión con El, con una conciencia pura. El Rey del reino nunca permitirá que dos hermanos que no se hayan reconciliado participen de la realidad del reino ni reinen en su manifestación. Si usted, al hacer contacto con el Señor, siente que un hermano o una hermana tiene motivo para quejarse de usted, debe interrumpir su comunión con el Señor e ir a este individuo para reconciliarse con él. Luego, podrá regresar y seguir teniendo comunión con el Señor. Aunque ésta es una cosa pequeña, no es fácil hacerla. Sin embargo, debemos hacerla.

b. Antes de morirse, antes de que se muera el opositor o antes de que regrese el Señor

Los versículos 25 y 26 dicen: “Ponte a buenas con tu adversario cuanto antes, mientras estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo: De ningún modo saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante”. Necesitamos ponernos a buenas con nuestro adversario cuanto antes, no sea que nos muramos, nuestro adversario se muera, o el Señor regrese, porque en tal caso no habrá oportunidad para que seamos reconciliados con nuestro oponente. Las palabras “en el camino” significan “mientras estamos en esta vida”. El asunto de ser entregados al juez, al alguacil, y echado en la cárcel se llevará a cabo en el tribunal de Cristo cuando El regrese (2 Co. 5:10; Ro. 14:10). El juez será el Señor, el alguacil será el ángel, y la cárcel será el lugar de disciplina. Salir de allí, es decir, salir de la cárcel, se refiere a ser perdonado en la edad venidera, el milenio.

Un cuadrante romano era una pequeña moneda de bronce, equivalente a la cuarta parte de un asarion, el cual equivalía a un centavo, lo cual da a entender que debemos resolver aun el asunto más insignificante. Así se ve lo estricta que es la nueva ley.

Debemos reconciliarnos con nuestro adversario antes de morirnos, antes de que el se muera o antes de que el Señor regrese. Si no resolvemos el asunto ahora, tendremos que hacerlo en la edad venidera. No esperemos la era venidera, porque en ese entonces la solución del asunto nos costará más. Debemos resolver todos los problemas ahora, antes de morirnos o antes de que nuestro adversario se muera. Mientras que ambos están vivos, tenemos la oportunidad de reconciliarnos. Además, si esperamos, el Señor podría regresar antes de que nos reconciliemos. Por un lado, el regreso del Señor será maravilloso. Por otro, será algo muy serio, porque cerrará la oportunidad para resolver los problemas en esta edad y nos obligará a resolverlos en la edad venidera. Por lo tanto, es mucho mejor solucionar todos los problemas antes de la edad venidera. Esto significa que debemos resolver cada problema antes de morirnos, antes de que la otra persona se muera, o antes de que el Señor regrese.

E. Con respecto al adulterio

1. La vieja ley: no cometer adulterio

El versículo 27 dice: “Oísteis que fue dicho: ‘No cometerás adulterio’”. Esta es la vieja ley, el mandamiento acerca de no cometer adulterio (Ex. 20:14; Dt. 5:18).

2. La nueva ley que complementa: no mirar para codiciar

La nueva ley, la cual complementa a la vieja, se encuentra en el versículo 28, donde dice con respecto al adulterio: “Pero Yo os digo que todo el que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. La ley de la antigua dispensación se dirige al problema del acto externo de adulterio, mientras que la nueva ley del reino se dirige a la motivación interior del corazón.

a. La gravedad de este pecado en relación con el reino

Debemos considerar la gravedad de este pecado en relación con el reino. Lo dicho por el Señor en los versículos 29 y 30 nos muestra la seriedad de este pecado. Estos hablan de sacar nuestro ojo y echarlo de nosotros y de cortar nuestra mano y echarla de nosotros. En los dos versículos el Señor dijo: “Más provechoso te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado en la Gehena”. Sin embargo, no debemos observar esto literalmente; sólo se puede llevar a cabo espiritualmente, como se revela en Romanos 8:13 y Colosenses 3:5. Conozco los casos de algunos que aplicaron esta palabra de manera literal. Uno de los casos tenía que ver con un jugador de azar que realmente se cortó la mano después de leer esta porción de la Palabra. Con el tiempo, él descubrió que, con la mano cortada, todavía tenía por dentro una mano interior que deseaba el juego de azar. Aprendió que no le sirvió el cortarse la mano, porque el problema era su mano interior. Aunque esta palabra no debe tomarse literalmente, revela lo serio que es este pecado.

Conforme a lo que dijo el Señor en los versículos 29 y 30, es posible que una persona salva sea echada en la Gehena. Esto significa que es posible que aun los salvos sean perjudicados por la segunda muerte. En Apocalipsis 2:11 el Señor Jesús dijo: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venza, no sufrirá ningún daño de la segunda muerte”. Como hemos indicado, la Gehena es un símbolo del lago de fuego, el cual constituye la segunda muerte (Ap. 20:15). Lo dicho por el Señor en Apocalipsis 2:11 indica que es posible que los creyentes sufran daño de la segunda muerte. Su palabra en Apocalipsis 2:11 corresponde a lo que dice en Mateo 5:29 y 30. Si usted, siendo persona salva, no toma en serio esta clase de pecado y no se guarda de ello ante el Señor, algún día sufrirá daño de la segunda muerte. Según lo que el Señor Jesús dice en este versículo, usted será echado a la Gehena. Esto no significa que perecerá, sino que será disciplinado. Además, la Gehena de fuego no alude al purgatorio del catolicismo. Sin embargo, esta palabra acerca de la Gehena le advierte a uno de que si no toma en serio este pecado y no lo resuelve hoy en día, cuando el Señor Jesús regrese, El le juzgará. (Véase el Estudio-vida de Apocalipsis, mensaje once, págs. 136-138 para leer algo más acerca del daño que uno puede sufrir de la segunda muerte: http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=%24%2F5%5F5%2A%20%20%20%0A).

Hemos visto que las tres clases de juicio mencionadas en Mateo 5:22 se refieren al juicio que Cristo ejecuta en Su tribunal. Este juicio no tiene nada que ver con los que no son salvos, quienes serán juzgados en el gran trono blanco después del milenio (Ap. 20:12, 15). Ninguna persona no salva tendrá los requisitos para poder presentarse ante el tribunal de Cristo cuando El venga. Todos los que se presenten ante este juicio serán los que hayan sido salvos. Los creyentes serán juzgados allí, no con respecto a la salvación y la perdición, sino a la recompensa y el castigo.

Las palabras que el Señor habló en referencia al juicio y a ser echado en la Gehena de fuego son muy serias. Deben de provocar en nosotros una actitud muy sobria y también deben de guardarnos de una actitud relajada con respecto a esta clase de pecado. Nunca debemos considerar este pecado como algo insignificante. La situación actual en cuanto a la fornicación es deplorable. Nunca debemos descuidarnos en cuanto a ésta. Las propias palabras del Señor nos muestran cuán serio es este asunto. Debemos ser sobrios y confrontarlo de manera muy seria. No obstante, no tratamos a los miembros de nuestro cuerpo de manera literal. Al contrario, debemos hacer morir nuestros miembros pecaminosos por la cruz de Cristo. Según se revela en Romanos 8:13, debemos por el Espíritu “hacer morir los hábitos del cuerpo”, y como dice Colosenses 3:5, debemos aplicar la muerte a nuestros “miembros terrenales”. Esta es la manera correcta de tratar nuestros miembros pecaminosos.

b. Quitar el motivo de tal pecado a toda costa

Mateo 5:29 y 30 también indican que debemos quitar el motivo de esta clase de pecado a toda costa. La intención del Señor en este versículo es llevarnos a la sobriedad para que quitemos no sólo la acción, sino también el motivo de esta clase de pecado. Si no lo hacemos, El nos pondrá en la Gehena de fuego cuando regrese. Esta es una palabra muy seria.

Del mensaje 18:

UNA ADVERTENCIA CON RESPECTO AL JUICIO DE LOS CREYENTES

Semana tras semana muchos son embotados por las enseñanzas del cristianismo, las cuales ni advierten a los cristianos ni les dicen la verdad. Pocos reciben la advertencia de que el enojo y el menosprecio o condenación a otros les causará muchos problemas, así como la entrega a sus lujurias. Aún por menospreciar en algo a nuestro hermano, seremos reos de juicio (5:22). Esto no significa que pereceremos. No, una persona salva nunca perecerá, y nadie que está perdido tendrá los requisitos para presentarse ante el tribunal de Cristo. Sólo los que han sido salvos según el principio de la fe, estarán capacitados para estar allí. Pero no pensemos que es imposible que usted tenga un problema ante el tribunal de Cristo. Tal vez diga al Señor: “Nunca robé un banco ni asesiné a nadie”. Pero el mero acto de perder la paciencia podría traerle a usted condenación.

En Mateo 5:22 el juicio de los creyentes en el tribunal de Cristo se describe con tres clases de juicio según la historia del pueblo judío: el juicio en la puerta de la ciudad, el juicio ante el sanedrín y el juicio de la Gehena de fuego. Estos tres niveles de juicio se refieren a un solo juicio: el del tribunal de Cristo. Nosotros los cristianos, quienes hemos sido salvos conforme al principio de la fe, no seremos juzgados en el trono blanco mencionado en Apocalipsis 20. Al contrario, seremos juzgados en el tribunal de Cristo mil años antes del juicio en el trono blanco. El juicio que se ejecuta en el gran trono blanco será para los incrédulos y tendrá que ver con su perdición eterna. Pero el juicio ejecutado en el tribunal de Cristo será para los creyentes y tratará sobre si recibirán un galardón o un castigo.

Aunque muchos de ustedes estuvieron en el cristianismo por muchos años, probablemente nunca oyeron un mensaje tan serio. ¿Acaso oyó usted un sermón en el cual se le dijo que, aunque usted es salvo por la fe mediante la gracia, es necesario que viva conforme a una norma moral más elevada que la que se requiere bajo la ley antigua? ¿Acaso le dijeron a usted que debe vivir una vida en la que nunca se enoje ni mire a una mujer para codiciarla? La ley superior, la del reino de los cielos, no sólo toca los actos externos, sino también los motivos internos. ¡Cuán alta es la norma de esta ley! La advertencia dada por el Señor con respecto a la norma de esta ley es seria. Incluso habla de ser echado en la Gehena de fuego. Vuelvo a decir que esto no significa que los creyentes perecerán. El pobre cristianismo sólo dice a los hombres que van a ir a los cielos o al infierno. Pero la Biblia afirma claramente que después de haber sido salvos conforme al principio de la fe, debemos cumplir todos los requisitos de la nueva ley. La ley ya no es el principio según el cual somos salvos, pero sí es la norma de moralidad que debemos satisfacer. El principio de la ley fue abolido, pero la moralidad que los mandamientos de la ley requieren permanece y ha sido elevada. No debemos pensar que no es necesario ocuparnos de la moralidad porque no somos salvos por la ley. Este es un concepto completamente erróneo. El punto crítico de la promulgación del Señor con respecto a la ley es que no necesitamos guardar la ley para poder ser salvos, pero sí es necesario que mantengamos una norma de moralidad mucho más elevada que la norma de la ley antigua después de ser salvos por la fe.

OBLIGADOS A PERMANECER CON CRISTO

Después de escuchar todo esto, es posible que usted diga que no puede cumplir con ello. Es bueno decir que no podemos hacerlo, porque es necesario que Cristo entre en nosotros. Aquel que plenamente satisfizo la ley y que murió por nosotros ha entrado en nosotros en resurrección para ser nuestra vida. La advertencia que el Señor da en Mateo 5 debe obligarnos a permanecer con Cristo. Debemos vivir diariamente con temor y temblor. Debemos decir: “Tengo que quedarme muy cerca al Cristo resucitado. Debo ser uno con El. Necesito confiar en El y depender de El. Debido a que la norma de moralidad del reino de los cielos es demasiado alta para que yo la satisfaga, tengo que permanecer con el Señor. Tan sólo por enojarme con mi hermano, podría quemarme en el fuego”. ¡Cuán serio es esto!

Cuando algunos maestros cristianos oigan esto, tal vez dirán: “Es herético enseñar que los salvos se quemarán en el fuego”. Vuelva a leer Mateo 5. Las palabras de este capítulo no fueron dirigidas a los incrédulos, sino a los discípulos, los salvos, los hijos de Dios. Si ellos no refrenan su enojo, serán echados en la Gehena de fuego. Quizás algunos dirían: “Esta es la Gehena de fuego y no el lago de fuego”. No discutamos acerca de cuál fuego es, porque aun el fuego más pequeño puede causarnos mucho sufrimiento. Cada domingo, muchísimos cristianos se llenan de las enseñanzas azucaradas. Nunca han oído la palabra de cordura hallada en Mateo 5. Agradecemos al Señor por Su misericordia y Su gracia y por la fe que nos dio mediante la cual somos salvos. ¡Cuán maravilloso es ser salvo por la fe! Pero como personas salvas, debemos escuchar lo seria que es la palabra de advertencia! Incluso el enojo para con nuestro hermano puede llevarnos a ser quemados en la Gehena de fuego.

El pensamiento de ser quemado por fuego se halla tanto en 1 Corintios 3 como en Hebreos 6. En 1 Corintios 3:15 dice: “Si la obra de alguno es consumida, él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego”. Aunque éste será salvo, lo será pasado por fuego. Hebreos 6:7 y 8 dicen: “Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos para los cuales es labrada, participa de la bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada”. En estos versículos los creyentes son comparados con la tierra, la cual tiene la capacidad de producir hierba aprobada por Dios o espinos y abrojos que serán quemados. ¡Cuán terrible sería pasar por tal fuego! Más aún, en Apocalipsis 2:11 el Señor dijo: “El que venza, no sufrirá ningún daño de la segunda muerte”. Con esta palabra se da a entender que los cristianos derrotados sufrirán daño de la segunda muerte, el lago de fuego (Ap. 20:15). Sufrir daño de la segunda muerte equivale a ser tocado por el lago de fuego. Ciertamente ninguno de nosotros quiere que el lago de fuego le toque.

EL CASTIGO LIMITADO A LA DISPENSACION

La idea de que los creyentes sean juzgados y posiblemente sufran daño por el fuego no es compartido por el calvinismo ni por el arminianismo. Según el calvinismo, una vez que seamos salvos, así seremos para siempre, y no habrá ningún otro problema. En cierto sentido esto está correcto, pues una vez que somos salvos, lo somos eternamente. Sin embargo, no debemos decir que no habrá otros problemas. Existe la posibilidad de ser quemados en el fuego. Según el arminianismo, algunos pueden ser salvos por la mañana y perder su salvación en la noche. Su salvación sube y baja como un ascensor. Ni el calvinismo ni el arminianismo concuerda con la palabra pura de la Biblia. La Biblia revela que somos salvos por la eternidad; pero después de ser salvos, necesitamos vencer toda cosa pecaminosa. Si no, recibiremos disciplina, castigo. Si usted no se arrepiente confesando su pecado, sino que se queda en el adulterio, en la era venidera será echado en el fuego y quemado, no como perdición eterna, sino como un castigo limitado a la dispensación.

HUIR DE NUESTRO MAL GENIO Y DE NUESTRA LUJURIA

La edad en que vivimos es una edad de fornicación y de adulterio. Todos los países están llenos de inmoralidad. Muchísimos han sido embotados por el “ajo” y han perdido su capacidad para sentir lo pecaminoso que es. ¡Que esto nos haga sobrios! Tenemos que apartarnos y guardarnos de esta tendencia. Nada ofende más a Dios que la fornicación, la cual perjudica al hombre que El creó a Su imagen. Todos debemos huir de nuestro mal genio y de nuestra lujuria. ¡Huya de su mal genio! ¡Huya de su lujuria! No es cosa insignificante que nos enojemos o que nos entreguemos a la lujuria. Entregarnos a estas cosas podría hacer que seamos quemados. Así que, necesitamos prestar atención a esta palabra de cordura, la cual nos obligará a estar cerca de Cristo. Necesitamos orar: “Señor, tengo el mal genio y la lujuria dentro de mí. Pero, Señor, te doy las gracias porque Tú estás en mi espíritu. Señor, no quiero permanecer en mi lujuria física, ni en mi enojo psicológico. Quiero permanecer en mi espíritu junto a Ti, querido Señor Jesús”. Aquí tenemos nuestra salvación, nuestro rescate, nuestra santidad: día y noche tenemos que permanecer con el Señor Jesús en nuestro espíritu, acudiendo a El, haciendo contacto con El y confiando en El.

El mal genio, un problema para todos los cristianos, es como una ardilla terrestre: está escondido, es sutil y prevaleciente. Todos debemos estar alerta al respecto. La lujuria también es un gran problema. Siento decir que aún entre los santos ha habido varios casos de fornicación. ¡Qué vergüenza es ésta! Entre los santos nada es más vergonzoso que la fornicación o el adulterio. Esto perjudica a las personas que Dios creó, daña la vida de iglesia y también el testimonio de la iglesia. El apóstol Pablo nos advirtió una y otra vez que ningún fornicario tendrá parte en el reino de Dios (1 Co. 6:9-10; Gá. 5:19-21; Ef. 5:5). Los creyentes que cometen adulterio o fornicación están acabados con respecto al reino de los cielos. El pueblo del reino debe tener el nivel más alto de justicia. No se enoje ni mire a una mujer para codiciarla. ¡Tenga cuidado! Necesita considerar estos asuntos con toda seriedad y terminar con su raíz. Esta palabra no es una amenaza, sino una advertencia que nos obliga a permanecer cerca de Cristo.

Gracias al Señor porque tenemos el Evangelio de Mateo así como el Evangelio de Juan. Necesitamos confiar en la vida revelada en el Evangelio de Juan. ¡Aleluya, tenemos esta vida! Es la vida de resurrección, la vida vencedora. Cristo ya venció y ahora, en resurrección, El vive en nosotros. Esta es la vida por la cual satisfacemos los requisitos más altos del reino de los cielos.


( Tomado del ESTUDIO VIDA DE MATEO, Mensajes 17-18: "La promulgación de la Constitución del Reino; por WITNESS LEE. http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=%24%2F5%5F4%2AP%20%20%0A;)

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