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domingo, 11 de marzo de 2012

LA ESPERA, LA PRUEBA SUPREMA DEL HOMBRE, G.Davis y M.Clarck





La espera, la prueba suprema del hombre

Rara vez Dios hace algo antes de un largo período de espera. El hace esto por varias razones. Quiere probarnos, mostrarnos lo que hay en nuestros corazones, como hizo esperar a Israel en el desierto para humillarlos y probarlos con el fin de darles a conocer lo que había en sus corazones (lee Deuteronomio 8:2). Quiere ver quien es el que va a esperar en Él en fe y quién el que va a actuar en su propia presunción/incredulidad.

También deja pasar suficiente tiempo hasta que sea quitada toda esperanza de ver la promesa cumplida en nuestras propias fuerzas y capacidades. Esos tiempos prueban la fe y la paciencia de los elegidos. Abraham es una ilustración clásica de esto. Fue después de un largo período de espera que Abraham fue aprobado como justo. Sara, estéril en su vejez, no era una prueba suficiente. Agar seguía siendo una opción. La semilla de Abraham también tenía que secarse para que muriera toda esperanza en su capacidad para hacer que sucediera la promesa.

Después tenemos a Daniel. Entendía por los libros el cumplimiento del número de años (setenta) de la cautividad babilónica, y sin embargo no comenzó un “Movimiento de Restauración Jerusalén”. Daniel sabía que solo la poderosa mano de Dios podía acabar con la cautividad de Su pueblo. Daniel esperó la salvación de Israel. No comenzó a tocar el tambor ni a dar conferencias. Jamás reunió al pueblo sino que “puso su rostro hacia Dios”, ayunando y orando. Fue Daniel, actuando al unísono con Dios, entretejido con el corazón y el propósito de Dios, lo que trajo la libertad a Israel y lo que logro romper el cautiverio de Babilonia. En nuestro día, la cautividad del pueblo de Dios en Babilonia la Grande y sus hijas rameras, será rota por los que esperan en fe en el Padre, con una devoción que no puedo ser menor que esto.

En el libro de los Hechos los discípulos esperaron en el aposento alto hasta recibir el poder de lo alto. Los auténticos avivamientos de la historia también han nacido de una espera y de una llenura de poder semejantes. La verdadera pregunta es: 

¿Vamos a esperar el verdadero mover del cielo, 
o vamos a hacer que las cosas comiencen a suceder
 por nosotros mismos?

A menos que Dios nos haya dado una palabra certera y nos haya llamado a salir de la espera, lo mejor es no moverse. Actuar antes es presunción al más alto nivel. Recuerda que nuestro Salvador esperó treinta y tres años antes de ser abiertamente revelado en las orillas del río Jordán, como el Hijo en quién Dios tomaba complacencia. Esperar es lo más difícil para un hombre. En tiempos así es cuando escuchas el clamor impaciente: 

“No puedes quedarte quieto sin hacer nada! ¡Hagamos algo aunque esté mal!”

Finalmente, nos gustaría compartir el último capítulo de “La Vida Cristiana Normal”, de Watchman Nee, que ha sido una fuente de bendición para ambos. ¡Esperamos que también lo sea a vosotros! Se titula “Desperdicio” ¿Has pensado alguna vez que a los ojos del hombre pecador y del cristiano carnal, desperdiciarnos para Dios es un derroche? 

¿Estás desesperado porque es como si Dios te tuviera retenido, desperdiciando tu vida mientras que los “edificadores” cristianos están muy ocupados con el levantamiento de sus reinos? Y por si eso no fuera suficientemente malo, ¿te están criticando por no haberte unido a ellos y por haber dejado tu lugar de reposo a sus pies? 

Recuerda, fueron los edificadores los que rechazaron la Principal Piedra del Ángulo (lee Salmos 118:22) en su celo por dejar sus marcas en esta tierra. (lee Mateo 21:33­46).

g.davis y m.clarck

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