En qué
consiste la obra de los vencedores
(Josué
3:8,13,15-17; 4:10-11,15-18. 2ª Cor. 4:10-12)
Debemos
notar, al examinar el principio de los vencedores, dos cosas: a) que cuando todo
el cuerpo fracasa, Dios escoge a unos pocos relativamente para que
representen a todo el cuerpo, y b) que Dios llama a estos pocos para que
lleven a cabo su mandamiento, de manera que por medio de ellos Él pueda más
adelante alcanzar a los muchos.
Cuando Dios
escogió al pueblo de Israel lo llamó con el propósito de que todos ellos
fuesen sacerdotes entre las naciones (Ex. 19:5-6), pero ellos adoraron el
becerro de oro en el Monte Sinaí y le fallaron de una manera estrepitosa.
Debido a esto, Dios escogió a los levitas, que guardaron su mandamiento para
ser sus vencedores. A ellos les fue entregado el sacerdocio en lugar de los
hijos de Israel (Ex. 32:15-29).
Cuando Dios
obra, comienza por unos pocos y más adelante, por medio de estos pocos, obra
en los muchos. Antes de poder salvar a los hijos de Israel, Dios salvó a
Moisés, librando a Moisés de Egipto antes de librar a los israelitas de
Egipto. Él se manifestó primeramente a David y a continuación libró a los
israelitas de mano de los filisteos para que se convirtiesen en una gran
nación. Se deben alcanzar los fines espirituales a través de medios
espirituales también. Dios trató con Moisés y con David de tal manera que
ellos no hicieran uso de la carne a la hora de ayudar a Dios a realizar su
propósito.
Al
principio, Dios se ganó a 12 personas, más adelante a 120, y de ese modo
nació la Iglesia. El principio de los vencedores es la llamada de Dios a unos
pocos, para que éstos realicen la obra que, a su vez, se convierte en
bendición para muchos. Unos pocos son llamados para que muchos puedan recibir
la vida, plantando Dios la cruz en el corazón de unos cuantos y haciendo que
ellos acepten el principio de la cruz en el medio en que se desenvuelven, así
como en sus hogares, permitiéndoles, de esa manera, derramar la vida sobre
otras personas. Dios tiene necesidad de canales de vida para derramar, por
medio de ellos, la vida a otros.
Ante la
muerte para que otros vivan
Dios colocó
a los sacerdotes ante la muerte con el propósito de que los hijos de Israel
pudiesen encontrar el camino de la vida. Los sacerdotes fueron los primeros
que se introdujeron en el agua y los últimos en salir de ella, actuando como
los vencedores. Dios está buscando en la actualidad a un grupo de personas
que, al igual que hicieron los antiguos sacerdotes, estén dispuestas a
meterse en el agua, a pasar por la muerte, a aceptar la intervención de la
cruz y colocarse frente a la muerte, a fin de poder abrir para la Iglesia una
senda de vida. Dios los coloca en el lugar de la muerte con el propósito de
dar la vida a otros, y los vencedores son, al mismo tiempo, los pioneros de
Dios.
Los
sacerdotes fueron capaces de realizar algo sólo por el hecho de que llevaban el Arca. Tenían que llevar el Arca y llegar al lecho del río. Nosotros debemos
permitir que Cristo (el Arca, en este caso, viene a ser el símbolo de Cristo)
sea el centro, vistiéndonos con los ropajes de Cristo y entrando en el agua.
Los pies de los sacerdotes estuvieron sobre la orilla y dentro del río, y
sobre sus hombros cargaron el Arca, y estando en la muerte, por así decirlo,
elevaron a Cristo.
El lecho
del río es el lugar de la muerte. No era cómodo, ni mucho menos, ni nada que
fuese atractivo. No se podía reposar, ni sentarse, ni acostarse, sólo estar
de pie. Si yo vivo dominado por mi mal genio, Cristo no puede vivir en otros,
pero si me encuentro en el fondo del río, otras personas cruzarán el Jordán y
obtendrán la victoria. La muerte obra en mí, pero la vida obra en otros. Si
soy obediente hasta la muerte, la vida operará en los demás por su propia
obediencia a Dios. La muerte de Cristo vivifica su vida en nosotros, pues sin
muerte no puede haber vida.
Resultaba
de lo más desesperante tener que llevar el Arca hasta el fondo del río,
porque requería una gran diligencia, puesto que si se producía el menor
descuido, Dios los destruiría. Ellos se encontraban en aquel lugar,
contemplando cómo iban pasando uno tras otro los israelitas y se quedaron los
últimos. Por lo tanto, el apóstol declaró lo siguiente: «Porque según
pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros … como la
escoria del mundo, el desecho de todos» (1ª Corintios 4:9-13). Él deseaba
que otros creyesen en el evangelio, pero sin sus cadenas (Hechos 26:29). Cada
uno de nosotros deberíamos de preguntarnos: Lo que hago, ¿lo hago con el afán
de adquirir fama, o prosperidad o para ganarme la simpatía de los demás? ¿O
lo que busco es la vida de la Iglesia de Dios? Espero que todos podamos
pronunciar la siguiente oración: «Oh Señor, permíteme morir para que otros
puedan vivir». Dios dice
claramente que esto no nos iba a resultar fácil; sin embargo, es el único
camino por el cual se habrá de cumplir el Plan Eterno de Dios.
Permanecer en el fondo del río hasta que hubieran pasado todos los hijos de
Dios, habla de cómo tampoco nosotros podemos escapar a la muerte hasta que no
llegue por fin el Reino. Afortunadamente Josué (que viene a ser figura de
Cristo) dio por fin el mandamiento: «Salid del Jordán». Nuestro Josué
victorioso también habrá de llamarnos a que salgamos de las aguas de la
muerte y eso señalará el comienzo del Reino.
Hay muchas
personas que no son desobedientes, pero tampoco se puede decir de ellas que
obedezcan a la perfección. En el caso de muchas personas, no se trata de no pagar un precio, sino más bien de pagar una suma insuficiente. En muchos
casos no se trata de que la persona no gaste ningún dinero o de que no mande
ningún soldado, sino que es más bien una entrega que no es absoluta (véase
Lucas 14:25-35). Para llegar a Getsemaní hay que pasar por el Camino de la Cruz, y sin lo acontecido en ella nadie puede decir: «No sea como yo
quiero, sino como tú» (Mateo 26:39). Son muchos los que aspiran a recibir
el llamamiento de Abraham, pero aborrecen la consagración del monte
Moriah.
¿Me lamento
yo a causa de la vida tan fácil que lleva mi prójimo? Dios me coloca sobre el
fondo del río para que sea su vencedor y permite que yo esté encadenado para
que otros puedan oír las buenas nuevas. La muerte obra en mí, pero en los otros
obra la vida y éste es el único canal de vida. La muerte de Jesús me llena a
mí primeramente de vida y a continuación permite que esa vida fluya para
alcanzar a los demás (2 Cor. 4:10-12).
¿Qué es lo
que hace el vencedor? Se encuentra en la muerte de Cristo a fin de que otros
puedan recibir la vida. Es necesario que antes de que podamos predicarles a
otros experimentemos en nosotros mismos la Palabra de la Biblia, y esa luz de
la verdad tiene que transformarse primeramente en luz en nosotros antes de
que pueda transformarse en luz para los demás.
Dios hace
que sus vencedores sean la verdad y la demuestren en sus propias vidas y
entonces estén en condiciones de llevar a muchos a la obediencia de esta
verdad. La verdad tiene que estar organizada en nosotros y llegar a
convertirse en una parte de nuestro ser. Antes de que podamos hablarles a los
demás acerca de la fe, la oración y la consagración, es preciso que nosotros
mismos poseamos la experiencia de esa fe, de esa oración y de esa
consagración. De otro modo, serán sencillamente palabras que carecen de todo
significado. Dios nos hace pasar por la muerte para que otras personas puedan
tener la vida y tenemos que experimentar toda suerte de sufrimientos y
dolores antes de que pueda haber vida en los demás.
Con el fin de que podamos aprender la
verdad respecto de Dios, es necesario, en primer lugar, colocarnos en el
fondo del río. La Iglesia no puede cruzar a tierra firme, para poder alcanzar
la victoria, debido a que hay una falta de sacerdotes que se encuentren sobre
el fondo del río Jordán, pero todos aquellos que se encuentran en el fondo de
este río son capaces de crear en
otros un corazón que está buscando. Si una verdad se ha aferrado
profundamente en mí, hará que otros se aproximen y busquen lo mismo.
Muchas de las verdades de Dios están esperando arraigarse dentro de los
hombres. Cuando permitimos que la verdad obre y se arraigue en nosotros,
logramos que la estatura de Cristo crezca unos centímetros en nosotros. Los
vencedores reciben vida de arriba para suplir al Cuerpo.
Nuestro propósito no es comunicar conocimiento, ni métodos bíblicos a los
santos, sino ayudar a los que ya siguen al Señor y caminan en esta senda con
el objeto de avanzar.
El verdadero ministerio se concibe en el vientre del sufrimiento, nace con
fatiga y con dolor, y se mece en una cruz.
Ciertamente hay un camino solitario para los que buscan andar con Dios. Pero
cuando andemos con el Señor, vamos a encontrar compañía en otros que también
conocieron el rechazo y el sufrimiento cuando anduvieron con Dios, y
aprendieron sus caminos
Ningún verdadero siervo del Señor debe permitir que sus pensamientos y
emociones actúen independientemente. Cuando su hombre interior requiera
liberación, el hombre exterior deberá proporcionarle un canal por el cual el
espíritu pueda salir y llegar a otros. Si no hemos aprendido esta lección,
nuestra efectividad en la obra del Señor será muy limitada.
“Señor, por el bien de la Iglesia, por el avance del evangelio, para que Tú tengas libertad de actuar y para que yo mismo pueda avanzar espiritualmente,
me entrego a Ti total e incondicionalmente. Señor, con gusto y humildemente
me pongo en Tus manos. Estoy dispuesto a que te expreses libremente por medio
de mí”.
“Señor, doblega a la Iglesia para que salves al mundo”, Evan Roberts
¡Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai -
Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - - – - - - - Jesus é o Senhor - Jesus
är Herre
Fuente: Pilar Medrano
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sábado, 28 de abril de 2012
LA OBRA DE LOS VENCEDORES: Permanecer en la Cruz para impartir vida.
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