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viernes, 17 de diciembre de 2010

CUANDO WATCHMAN NEE ESTABA EN LA PRISIÓN, Testimonio





Cuando Watchman Nee Estaba en la Prisión, por Wu Yo-Chi

ADMINISTRADOR:
Un precioso testimonio, que llegó a mi doblemente, a través de Jamesson Chen  y Carlos Jiménez, que destaca la no beligerancia del hermano Nee contra el gobierno establecido por Dios y su preciosa longanimidad en las durísimas pruebas que soportó por amor al Señor.



Queridos hermanos y hermanas, yo soy de Shangai, China. Mi nombre es Wu Yo-Chi. Me volví (convertí) a los 68 en el año 2003. Solía ser un maestro de escuela secundaria. Yo estaba acusado de anti-revolucionario en 1960 porque estaba opuesto al movimiento de las "tres banderas rojas" y condenado a 7 años. Yo estaba encarcelado en la prisión más grande en el extremo oriental de la China—La prisión de Ti Lan Chau en Shangai.

El hermano Nee fue detenido en 1952. Pareciera que esta persona había desaparecido de la tierra. Nadie sabía qué sucedió con él. Alabado sea el Señor. El Señor tuvo misericordia de una persona humilde como yo. Él me amó y me ha mantenido para que yo tenga la oportunidad de decirles todo lo que sé sobre la permanencia del hermano Nee en la cárcel.

Estuve con el hermano Nee 9 años en total (1963-1972). Estuvimos separados por casi 2 años. Alabado sea el Señor que Él finalmente nos puso juntos otra vez hasta 3 días antes de que el hermano Nee fuera llevado por el Señor. Hay mucho para testificar de todos estos años. El hermano Nee también era un ser humano. Hoy quisiera testificar sobre él desde el aspecto humano.

En 1963, a causa de algunos arreglos en la cárcel, me movieron al mismo piso, mismo grupo y en la misma célula que el hermano Nee. Desde ese momento no se cortó nuestra relación.

La prisión de Ti Lan Chau era muy grande. Había 10 edificios en total. Cada edificio tenía 5 plantas. En cada planta había 90 celdas. Si había 3 personas en cada celda, cada edificio contendría más de 1.000 prisioneros. En una prisión tan enorme de más de diez mil personas, encontrarse con una persona en particular no era fácil. Me encontré con el hermano Nee en la celda número 3 y fue por la soberanía del Señor.

En nuestra celda, estaban el Tío Nee [Nota de traductor: en China se suele llamar a los mayores de edad tíos o tías respetuosamente], yo y un chico de 20 años de edad. Este último tenía un problema mental y, por lo tanto, no podía hablar claramente. Sólo podía decir "O - O - O...". También era un anti-revolucionario.

Estimados santos, quiero decirles que cuando llegué a esta célula, no era amistoso con el hermano Nee en absoluto. No me gustaba. Era hostil hacia él. Le odiaba y no quería hablar con él. ¿Por qué? Porque en ese entonces él era un líder de grupo. En la cárcel, había líderes de grupo sobre los prisioneros. A mi parecer todos los líderes de grupo halagaban a los guardias. Eran los informantes para el Gobierno Popular. Ellos mejoraban su propia condición aprovechándose de los demás para reducir sus propias sentencias mientras aumentaban cada vez más las sentencias de los demás. Además, me preguntaba ¿por qué estaba yo en la prisión? No asalté a nadie, no he robado, y no he matado... Lo único que hice fue sólo decir algo y me detuvieron. Así que tenía miedo de él. No tenía deseos de hablar con él. Había tres prisioneros en nuestra celda; uno tenía un problema mental y no podía hablar, Nee era el otro y yo era el tercero. Él escribía todos los días. ¿Si él no estaba reportando sobre mí, entonces sobre quien estaba reportando? ¿Por qué me interesaría hablar a mí con él? Las 24 horas al día no hablaba ni una palabra con él. Él escribía en frente de la puerta. ¿Por qué la puerta? Nuestra celda era de aproximadamente 1.5-1.6 metros de ancho. Si estirara mis brazos podía tocar las paredes. Era de unos 2 metros de largo. Paredes en tres lados sin ventana. Una puerta de hierro en la parte delantera. Había algo de luz cerca de la puerta. Cuando escribía, el hermano Nee siempre se sentaba al lado de la puerta de hierro. Ponían la comida y el agua en frente de la puerta. No se necesitaba abrirla. Todo lo que necesitábamos hacer era estirar el brazo y podíamos ingresar la comida en la celda. Él se sentaba próximo a la puerta por lo que siempre era él quien nos pasaba las cosas del exterior. Yo no quería hablar con él y nunca le di las gracias. Él hacía eso voluntariamente. Nuestra relación fue muy mala.

Luego algo ocurrió por disposición del Señor. Mi único familiar era mi esposa. Ella se graduó de la escuela marítima en Shangai y enseñaba química en el colegio. Teníamos una niña. Las familias de prisioneros podían visitarnos una vez al mes y traernos algunas cosas. Mi esposa me quería mucho. Me visitaba cada mes. Pensaba que ella todavía enseñaba, pero realmente algo le sucedió a ella.

Un día, el director del colegio le preguntó: "Sra. Chou, [Nota de traductor: Es costumbre china referirse a las mujeres profesionales por sus apellidos de solteras] he escuchado que tu marido es un anti-revolucionario y ¿está actualmente en la cárcel?" Ella le dijo: "Sí". El director dijo: "Tienes que divorciarle". Mi esposa dijo: "¿Por qué?" Él dijo: "Es la política del Gobierno Popular. Las familias de anti-revolucionarios no pueden ser profesores de las personas. Tu marido es un anti-revolucionario. Su pensamiento tiene problemas. Si está en contacto contigo, ¿cómo puedes enseñar a los alumnos? Así que tienes que divorciarle". Mi esposa dijo: "Cuando me se casé con él, no era un anti-revolucionario. Era un boxeador. Representó a Shangai para la competencia internacional. Se convirtió en un anti-revolucionario después de que me casé con él. Si le divorcio ahora y me caso con otra persona, no hay ninguna garantía de que el otro hombre no llegue a ser un anti-revolucionario en el futuro. ¿Entonces tendría que divorciarle y casarme otra vez? Además ya tenemos una niña y yo soy joven. Si me caso tendré más niños y niñas de este otro marido. Eso no sería bueno para mi hija. Por otra parte, Wu Yo-Chi fue condenado sólo por 7 años. Yo puedo esperar por él y luego podemos seguir edificando el socialismo. Podemos todavía ser marido y mujer". Lo que dijo tenía toda la razón. El director no pudo argüir con ella; ¿pero desistiría? Imposible. Poco después, el director le preguntó nuevamente: "¿Has decidido sobre esa cuestión?" Ella le respondió: "No hay ninguna posibilidad". El director dijo: "Entonces no hay posibilidad de parte de nosotros tampoco. Esta es la política. Entrega tu permiso de trabajo. Vete de este colegio si no te divorcias". En esa época la situación era totalmente diferente que ahora. No habría ningún trabajo una vez que saliera el colegio. No podía hacer nada por sí misma. Mi esposa lloró en todo el camino regresando a casa. No había futuro. “¿Qué puedo hacer para vivir? ¿Qué puedo hacer para mi hija?” Cuando llegó a casa continuaba llorando abrazando a nuestra hija y nadie estaba allí para consolarla.

Luego cuando me visitó, me contó todo. Me enojé al escuchar su relato. “¡Bajo el cielo no existe tal irracionalidad!” Yo ya estaba acusado de anti-revolucionario sin causa y ahora no dejan a mi esposa ni a mi hija en paz. Mi esposa dijo: "Acabo de vender mi reloj y me vine para acá. No sé qué hacer para el futuro".

Estimados santos, no he cometido ningún acto malo, no era un nacionalista [Nota del traductor: los nacionalistas estaban en contra de los comunistas], ni era un espía, ni tampoco un terrateniente [Nota del traductor: los comunistas odiaban a la clase privilegiada]. ¿Qué tipo de anti-revolucionario era yo? Yo no había colgado ni un pedazo de propaganda anti-revolucionaria. ¿Entonces cómo pudiera ser yo un "anti-revolucionario"? No entendía. Pero ¿qué podía hacer? Mi esposa lloró mucho, pero yo no dejé derramar ni una lágrima. Me crié bajo el régimen comunista y los comunistas me enseñaron a no lagrimear delante del enemigo. Decía para mí: “Hoy no voy a derramar ni una lágrima. Antes no era vuestro enemigo. Os apoyaba. Tenía sólo 12 años de edad cuando ustedes los comunistas tomaron el poder. Incluso les brindaba flores rojas a los soldados del ejército rojo. Pero fueron ustedes los que me impulsaron al lado de sus enemigos; el hecho que hoy sea vuestro enemigo fue causado por ustedes”. Los 5 minutos de visita se acabaron de pronto. Mi esposa se fue con nuestra hija en sus brazos. Yo las miraba mientras se alejaban y no sabía qué hacer o qué sucederá en el futuro. No estaba seguro si ella se iba a divorciar de mí. De repente ella se volvió y gritó: "¡Cuídate!" Ese grito suena en mis oídos aún ahora. Ese fue un grito desgarrador que quebró mi corazón. No podía hacer nada. No podía simplemente salir, no tenía armas, no podía pelear contra ellos. Sólo podía dejarme ser torturado por ellos.

El guardia de la prisión me devolvió a la celda. Al regresar a la celda no pude aguantar y derramé las lágrimas. En nuestra celda no había ni escritorio, ni silla, ni cama. Apoyándome a la pared solté un llanto. Próximamente me di cuenta que alguien se había tomado de mi mano. Ya que éramos sólo tres, sabía que era el fastidioso Tío Nee que se asió de mí. Yo estaba muy enojado y él era la persona más despreciada por mí. ¿Qué hace asiendo de mi mano cuando ni hablo con él? No necesitaba su simpatía. Quería quitar su mano de encima de la mía. Yo era un boxeador y era joven. Él era mayor y padecía de enfermedad del corazón. Todo lo que necesitaba hacer es darle un empujón y le hubiera arrojado contra la puerta. Pero, estimados santos, fue algo muy extraño. No podía levantar mi mano. Tío Nee no estaba fuerte, traté al menos tres veces y simplemente no podía levantar mi mano. Y entonces oí a Tío Nee diciéndome a mi oreja: "Yo-Chi, déjate llorar. Es bueno llorar. Llorando te sentirás mejor". Su palabra me conmovió mucho. Debido a la política de la cárcel, no se permitía llorar en voz alta. Porque todos los prisioneros estaban deprimidos. Si uno llora, otro también llorará y toda la prisión estaría llorando, lo cual sería terrible y sería mala evidencia para la “re-educación”. Pensaba que Tío Nee debió haberme dicho: "Yo-Chi, no llores. No es apropiado llorar. Tienes que obedecer la re-educación". El era el líder de grupo y debe estar al lado del Gobierno Popular. Nunca hubiera imaginado que él me dijera, déjate llorar, llorando te sentirás mejor. Con la palabra que me dio, empecé a cambiar mi opinión de él. Entonces empecé a desahogarme llorando en voz alta no importándome nada. No me importaba si venía el guardia de prisión a regañarme o a golpearme o matarme a tiros. Mi familia ya estaba destruida. No me importaba si muriera. Fue muy extraño que incluso no vino el guardia de prisión. Lloré hasta que me quedé totalmente agotado. Tío Nee me dio la toalla para limpiar mi cara y me dio agua para beber. Estábamos los dos sentados en el suelo. Desde ese momento comencé a hablar con él. Le conté lo que me había ocurrido. Y no me imaginaba cuán franco era él porque empezó a contarme lo que aconteció a su familia.

Desde ese día conversábamos más y más. Me contaba que tenía mucho que hacer porque era cristiano. Y me decía que su esposa le amaba mucho. Que ella tenía hipertensión y estaba en una condición muy seria, su tensión baja estaba en 104 o 105, y su tensión alta estaba en 200 o más. Podría morir en cualquier momento y que todo dependía del sostén y la misericordia del Señor.

Él esperaba que su sentencia podría cumplirse pronto y ser liberado para poder al menos verla. Pero si la sentencia no se cumplía y su esposa muriera, no podría verla otra vez en esta vida. Su esposa era como la mía, ellas amaban mucho a sus maridos. Él me contó muchas otras cosas y nuestra conversación se hizo más y más agradable. Él me dijo que un cristiano no debe ser uno que se opone al liderazgo de una nación porque Dios los ha instalado y empezó a predicarme el evangelio a mí. Escuchándole pensaba: “Estoy claro que a mí me impresionaron injustamente, pareciera que a él también le impresionaron injustamente pero no se ha opuesto al Gobierno Popular”. No es apropiado para un cristiano estar en contra de los líderes, sin embargo está acusado de anti-revolucionario, ¿no es esto injusto? Por lo que le pregunté: “¿En este momento todavía crees en el Señor?” Él respondió: “Ustedes no creen, yo creo; ustedes no ven, yo veo”. Ésta fue su palabra. Una palabra simple, aun lo recuerdo.

Hace 24 años un hermano vino a visitarme y yo le conté este relato. Le dije: “Todavía no entiendo porqué no podía levantar mi mano. Una persona tan energética como yo, él se asía de mí y yo no podía zafarme de su mano”. “Hermano”, me dijo, “tienes razón, no podías levantar tu mano, El Señor no lo permitió”. Al escuchar esa palabra entendí de inmediato. Cierto, soy una persona humilde, El Señor me encontró, me escogió, por lo que no podía levantar mi mano.

Nuestra relación se mejoró y conversábamos agradablemente. El otro, el loquito, él también estaba contento y se reía constantemente y hablaba mucho. Pero yo no le entendía, a lo máximo un 50 por ciento, pero Tío Nee le entendía perfectamente y servía de traductor para mí. Así los tres pasábamos duramente nuestros días.

Pero la paz no duró. Un día el guardia sacó a Tío Nee por un largo tiempo y no regresó a la hora del almuerzo. Ahora que nuestra relación estaba mejor, envolví su almuerzo en una toalla. Anteriormente le ignoraba, y si se desperdiciaba su almuerzo, a mí qué me importaba. Después que regresó lo noté un poco descontento y se sentó en el suelo. Le pregunté: “¿Qué querían contigo?” Él dijo: “Ellos me pidieron negar mi fe”. Dije: “¿Y usted aceptó?” Respondió: “No, no lo acepté”. Y continuó: “Ellos querían que negase mi fe, y si lo hiciese, me liberarían”. Yo dije: “¿Y porqué no se puso de acuerdo?” Él dijo: “Yo no estoy de acuerdo. Habían dos otros conmigo, uno se apellida Lan y el otro Chang”. El que se llamaba Lan era director de un hospital muy grande en Shangai y Chang era jefe de un condado de Shangai. Son personas prominentes en la Iglesia Católica. Le pregunté a Tío Nee: “¿Y qué de ellos?” Dijo: “Los dos se rindieron. Ya te enterarás”. De pronto el altavoz de la prisión entonó y era el jefe de nuestra prisión diciendo: “Hay dos prisioneros, habiendo pasado por el programa de re-educación, han cambiado su pensar, y se han presentado bien. Desean renunciar públicamente la fe que tenían y abandonar su posición de anti-revolucionarios. Ahora ellos quieren dar una palabra”. Entonces Lan y Chang cada uno habló. Lo primero que hicieron fue reprocharse a sí mismos y luego a la Iglesia Católica diciendo que la Iglesia Católica era un instrumento de espionaje usado por el imperialismo y es anti-revolucionaria. Que estaban engañados pero habiendo pasado por la re-educación del Gobierno Popular, ahora querían renunciar públicamente esa superstición, y que abandonarían esa organización anti-revolucionaria y que se arrepentían profundamente. Lloraban mientras hablaban. Después de hablar, el jefe de nuestra prisión anunció que estos dos serán liberados habiendo sido aprobado por el director de la prisión (el jefe es sólo de nuestro edificio mientras que el director de la prisión es de todo el complejo) y hoy regresarán a sus casas. Hermanos y hermanas, cuando escuchamos este anuncio todos los prisioneros y también yo nos quedamos atónitos. Tío Nee estaba a mi lado. Mirándole intensamente le dije: “Hace pocos días me decía cómo le amaba su esposa y cómo se amaban los dos y que su esposa no estaba de buena salud estando en gran peligro de perder su vida y también que usted extrañaba tanto a su esposa. Hoy con tan sólo una palabra hubiera logrado que el Gobierno Popular le dejara irse ¿y no quiere? ¿No dice ni una palabra? ¿Qué clase de persona es usted? ¿Ha creído en el Señor hasta este grado? Realmente no le entiendo. ¡Cuán preciosa es la libertad! El Gobierno Popular le ofrece a usted, Tío Nee, la libertad, y usted, Tío Nee, no la quiere”. El Tío Nee, por amor al Señor, sacrificó su vida, su amada esposa, y aun su libertad. Tío Nee estaba dispuesto a sacrificar estas tres cosas, cómo amaba al Señor, cómo creía en El Señor, ¡me conmovía muchísimo!

El método de los comunistas tiene como objetivo quebrar el espíritu del hombre [Nota del traductor: La palabra “espíritu” se usa aquí en el sentido secular]. Fue muy duro para el Tío Nee. ¿No te rindes? Bien, liberaremos a los otros dos, haber qué haces. Pero Tío Nee no se dejó convencer; su espíritu no fue quebrado. Pero a mí sí me quebraron el espíritu. Sabía que el Tío Nee no era una persona insensata, con falta de sabiduría. Para que él creyera tanto en Jesús debía de haber una razón, tiene que ser algo muy bueno para que él Le creyera tanto. Yo también deseaba creer en Jesús, yo también deseaba creer en Jesús como Tío Nee. Desde ese momento para adelante sentía que tenía que creer en el Señor. Que todos deben creer en el Señor. Para no estar oprimidos, hay que creer en el Señor; para tener paz, hay que creer en el Señor.

Hermanos y hermanas me han preguntado qué libro, qué artículo del Hermano Nee he leído el cual me llevó a creer en el Señor. Contesté que no creí en el Señor porque leí algo escrito por él. Cuando le conocí aún no creía en el Señor, no había leído de sus escritos. Creí en el Señor estudiando su persona. Hay un dicho en chino que dice: “La educación de palabras no alcanza a la educación de la acción”. Porque vi su comportamiento, creí en el Señor habiendo sido conmovido por lo que vi. Tío Nee es un ser humano; y conociendo a esta persona en una forma subjetiva, lo cual me conmovió, es así que creí en el Señor. Lo que le aconteció me afectó profundamente.

Así, por medio del Tío Nee es que me salvé. En la prisión, él no había tomado una posición de mando, levantando la mano y declarando: Amigos, ¡todos tienen que creer en el Señor! Tampoco miles creyeron en el Señor. Ni tampoco estaba Tío Nee luchando en la prisión en contra de los comunistas, haciéndose un héroe, un gran hombre. No, no era así. Esas eran mentiras, no existía tal situación. Lo único que hizo fue estar firme y no negar su fe. Tenemos que hablar la verdad y habló la verdad en Cristo, y no mentiras. Mi conciencia tocada por el Espíritu Santo testifica de esto.

La segunda vez que nos encontramos fue en el campamento de trabajos forzados de Bai-Mao Ling en la provincia de Anhui. Allí estuvimos juntos otros 5 años. Ambos fuimos muy conmovidos al encontraros otra vez. En ese entonces él ya se encontraba muy débil, de edad avanzada, y no podía caminar bien. Donde vivíamos estaba a como unos 60 a 70 metros del comedor. Estábamos cuesta abajo del comedor el cual estaba ubicado en un nivel alto al lado de la carretera. Para llegar al comedor a recoger la comida había que pasar por dos pendientes y cruzar la carretera. No era posible para Tío Nee lograr eso. Por eso yo le traía las tres comidas del día. De repente un día el guardia me llamó a la oficina y me preguntó porqué le llevaba la comida al señor Nee. Yo le dije: Él es de edad avanzada, no tiene buena salud, no puede escalar las dos pendientes, y es mí deber llevarle la comida. No podía imaginar que el guardia se pusiera muy serio y dijera: “Hablas tonterías. Él está fingiendo enfermedad; déjalo buscar su comida por sí mismo, ya no le ayudarás”. Se me hizo muy claro que estaban torturando a Tío Nee a propósito. Pero no le hice caso.

Pasados unos días, cuando fui otra vez a buscar la comida, los que servían la comida me dijeron que el guardia les instruyó que nadie le podía llevar comida al señor Nee, que tenía que venir personalmente a buscarla. Bajo esta situación no podía hacer nada más que volverme a nuestra habitación y contarle al Tío Nee los detalles. Sabía que Tío Nee era persona de amplia sabiduría y le pedí que buscara una manera. Y esperé que me diera su sugerencia. Después de un largo silencio, por fin abrió su boca y dijo: “Dejémoslo así”. Al escuchar su palabra me quedé atónito— ¡Dejarlo así y obedecer al Señor en cualquier situación! Yo estaba realmente enojado y desesperado. No había esperado que dijera tal cosa. ¿No quiere comer? No quería ir en contra de él. Lo único que podía hacer era compartir mi porción entre los dos. Mientras hacíamos eso, gracias al Señor, Él me dio a mí, una persona insensata, una buena idea. Normalmente como 5 onzas (medida China menor que la onza occidental) de arroz para el almuerzo. Puedo decirle al que sirve las comidas que trabajé muy duro ese día y necesito una onza más. Ellos no sospecharán. Entonces tomaré 6 onzas y cuando regrese a la celda, le daré a Tío Nee 2 onzas. Para su edad, 2 onzas serán suficientes y yo me comeré 4 onzas. Aunque no bastaba, podría aguantarme. De esta manera los dos compartíamos la comida todos los días y así vencimos la dificultad.

En 1971, el guardia me permitió pasarle una carta a Tío Nee de su familia. La carta decía que su esposa, Tía Nee, se cayó de la silla y se quebró dos costillas y que estaba en urgencias en el hospital. Por un lado le aconsejaba a Tío Nee que no se preocupara, por otro lado le urgía que solicitara regresar a Shangai para una visita familiar y que yo le podía acompañar. De hecho, en aquel año tanto yo como Tío Nee habíamos ya cumplido con nuestra sentencia; ya no éramos condenados. Pero en 1966 estalló la Gran Revolución Cultural Proletaria, y no liberaron a ningún preso desde entonces aunque hubieran cumplido con sus sentencias. Aun así, según las reglas, supuestamente teníamos el derecho de visitar familias por lo menos una vez al año por dos semanas. Creía que con este incidente tan serio, seguro que nos dejarán salir esta vez. Al principio el guardia de la prisión le dijo a Tío Nee, “Déjanos considerar tu caso”. Después decían, “Tú tienes un padecimiento del corazón muy serio, y ni siquiera puedes caminar, ¿cómo vas a regresar a Shangai?” Tío Nee les dijo que yo podía acompañarle. El guardia dijo, “Déjanos considerarlo con más tiempo”. Así se demoró más de medio mes. Cuado inquirimos una vez más, el guardia se puso bravo y dijo: “¿De qué sirve que regreses? Tú ni eres médico. Además, tu esposa ya está mejor, hemos indagado. Analizamos tu solicitud de visita familiar y no la aprobamos”. Tío Nee no dio ni una palabra de argumento con ellos ni tampoco me permitió razonar con ellos y regresamos a nuestra celda. Tío Nee se quedó orando en silencio. Cuando los otros presos vieron mover los labios del Tío Nee, me preguntaron: “¿Está orando ese Nee?” Yo contesté: “No, él está haciendo ejercicios de respiración”. El guardia también vino a preguntarme y le constaté igual. Pero yo sabía que Tío Nee no dejaba de orar ni un solo día.

Por fin un día cuando regresé de mi trabajo vi al Tío Nee con su rostro regado de lágrimas. Tía Nee había fallecido. Por un lado le animaba a no estar entristecido, por otro le aconsejaba hacer petición otra vez para regresar a Shangai y asistir al funeral. Estaba seguro que esta vez sí que lo aprobarían. Sin embargo, uno no podía imaginarse, que con una demora y con otra demora, al fin y al cabo le negaron igual. El guardia dijo: “Ya murió, ¿de qué sirve que regresases?” Hermanos y hermanas, ¿quién ha sufrido un tormento más profundo que éste? ¡Cómo le rompió el corazón! Él amaba al Señor y era firme en su fe, y él lo soportó.

Tío Nee amó al Señor toda su vida y a causa de eso padeció enormemente.

Después de unos días le pasó la agonía a Tío Nee y volvió a su vida cotidiana, todos los días perseverando en oración.

Tío Nee no sólo padeció físicamente sino que soportó indecibles abusos psicológicos. En toda su vida sufrió mucho sin obtener nada, pero ganó al Señor. Pudimos ver al Señor a través de él. Él era sólo un vaso, ¡pero en este vaso estaba el tesoro!

Hoy podemos estar aquí e invocar en voz alta y con libertad: “¡Oh, Señor, te amo!” Hoy en cualquier lugar en China uno también puede invocar: “!Oh, Señor, te amo¡” Pero en esos años bajo el régimen de la extrema izquierda uno no podía hacer eso. Tío Nee amó al Señor toda su vida, pero fue restringido por veinte años cuando no se le permitió invocar: “!Oh, Señor, te amo¡” Piénsenlo, si por veinte años no se les permite decir: “¡Mamá, te amo¡” No se les permite decir: “¡Hija, te amo¡”, o, “¡Esposa, te amo!” ¿Lo podrían soportar? Sin embargo, Tío Nee lo soportó todo.

Hoy, en su honor, clamemos todos a una voz tres veces, “¡Oh, Señor, te amo! ¡Oh, Señor, te amo! ¡Oh, Señor, te amo!”


ADMINISTRADOR: Añadimos este fragmento que nos ha llegado hoy de la mano de Rafael Restrepo. (No creemos que sea cierto lo que se dice al final de que le sacaron los ojos, le cortaron la lengua y las manos):


Aún no hemos resistido hasta la sangre...

En el verano de 1966, al mismo tiempo que los Beatles grababan en Londres: "Sergent Pepper" y Martín Luther King junior marchaban a través de las calles de Chicago; el cuerpo decadente de un pastor y obrero chino caía en el suelo infestado de ratas de una celda china de cuatro y medio por nueve y medio pies, localizada en las espaldas de las calles de Shanghai. Esta antigua prisión inglesa tomó el nombre de: "Primer Lugar de Detención", por sus más recientes dueños: la Armada Roja del Pueblo de la República de China. Un mejor nombre hubiese sido: "El Último Lugar". 

Después de catorce años de encarcelamiento el prisionero había hecho la paz con su sufrimiento sin saber que los estudiantes, guardias rojos, aún buscaban contrarrevolucionarios a quienes molestar. Ellos encontraron a Watchman Nee. 

Y ahora, con su brazo derecho quebrado, doblado en un ángulo inimaginable, el prisionero se levantó torpemente del piso hacia su cama. Su respiración era dolorosa, su corazón latía pesadamente en su pecho. De casi seis pies de altura y razonablemente saludable al momento de su arresto, él ahora pesaba menos de cincuenta kilos. Le sobrevino una tos repentina y  accidentalmente égolpeó su brazo fracturado contra la pared. Un fuerte dolor penetró en su costado derecho. Sus ojos se llenaron de lágrimas involuntarias, él se levanto por sí mismo ayudado por su otro brazo, aprisionó sus dientes ... ¡y sonrió! 

"Podría haber sido peor", pensó. "Yo todavía no he resistido hasta la sangre", dijo, citando al apóstol Pablo, "incluso hay una canción, siempre habrá una canción". 

Su suave voz recorrió las celdas aliviando la soledad de los prisioneros, terminando en las quebradas mesas de los desafortunados guardias. 

Sólo unas cuantas millas más, amado Y nuestros pies dejarán de doler;No más pecado y no más tristeza; estemos firmes, Jesús va adelante

Como él lo había hecho en tantas otras noches, el guardia se acercó a la puerta para escuchar con más atención la canción. Y yo escuché a Él susurrando dulcemente, 

"No desmayes, no temas, continua adelante;Porque esto podría acabar mañana; el largo viaje terminará".

Después de un momento de silencio el carcelero susurró: "pastor Nee, pastor Nee, ¿está usted ahí?"

"Tus preguntas son siempre extraordinarias, Wong Shu-yen. Si, estoy aquí", le respondió. 

"Pastor Nee, su canción me asusta. Yo no la había escuchado antes".

Él respondió, "Yo simplemente no la he cantado antes. ¿Por qué te asusta?" 

"Tengo miedo de que usted se esté muriendo", dijo el carcelero.
"No, mi joven amigo. Yo soy muy testarudo para la muerte. Y por otro lado, Él no me dejará ir antes de que tú creas".

"Pero yo creo. Yo creo que usted es el mejor hombre que yo haya conocido". 

"Entonces tú estas muy lejos de creer, querido Shu-yen. Cuando tú hallas encontrado a Cristo, sabrás que yo soy el peor hombre que tu hayas conocido". 

"Este hablar me atemoriza más que su muerte. Mi pobre esposa me ruega que lo ignore a usted. Si yo sigo a su Cristo, terminaré en el lado equivocado de esta puerta y ella terminará sola".
"Sin Cristo, ella está sola".
"Pastor, sus palabras son como martillo para mi corazón. ¿Qué debo hacer para ser salvo?" 

"Mi amado Wong tus preguntas siempre son maravillosas".

Levantando su cadavérico, mas aún radiante rostro al cielo, Watchman Nee suavemente cantó, 

"¿Puedes tú escuchar Su dulce susurro?Tu viaje acaba de empezar".

Así, como Sansón mató más enemigos en su muerte, que cuando estaba vivo, de la misma manera Watchman Nee tocó muchas vidas para Cristo en su celda. Sus sermones aparecieron en Inglaterra y Estados Unidos. Ambas, su causa y su persona, llegaron a ser legendarias para los cristianos que no toman su libertad como algo garantizado. Rumores se esparcieron diciendo que sus captores le quitaron los ojos por llevar a los guardias a Cristo. Pero muchos de sus sermones fueron publicados después de esto. Después se dijo que los comunistas cortaron su lengua, pero más libros aparecieron. Finalmente se dijo que cortaron sus manos, sólo para encontrar más de sus escritos en las manos de aquellos que estaban fuera de la prisión en Shangai. Aunque algunas historias fueron exageradas, aún con todo, éstas nos muestran la real preocupación de los cristianos por la persecución de Watchman Nee". 

(Prólogo de The Books Series "Heroes of the Faith")

4 comentarios:

  1. Oh, Señor Jesús!!! que maravilloso es que a través de nuestro hermano Nee y sus escritos, hoy muchos cristianos han encontrado un camino de victoria en Jesucristo, por medio de sus testimonios que son herramientas latentes para muchos cristianos hoy, no ofrecer resistencia ante las situaciones es manifestar el Reino de Dios en vuestros cuerpos.
    Nuestra carta sois vosotros, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo... 2 de Corintios 3:2-3

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    1. He quedado inpresionado la vdd , yo en ocaciones paso por cosas y decaigo , mis problemas no se conparan con los del hno , anelo serbir al señor

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    2. Muchas gracias Patricia. El era un hermano muy fuerte porque vivía muy unido a Cristo. No se desanime y persevere. Si lee del hermano Nee será muy fortalecida. Esta senda de la Cruz es costosa, pero solo ella no puede llevar a la victoria de la experiencia de resurreccción aquí en la tierra. Oramos que así sea.

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