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lunes, 4 de julio de 2011

SALID DE ELLA PUEBLO MÍO, Peter White

SALID DE ELLA, PUEBLO MÍO

Por: Peter White

Este material me lo envió uno de los tantos hermanos en Cristo que aportan a nuestro trabajo enviando todo lo que les parece positivo. Confieso que lo archivé para mejor oportunidad sin leer ni una letra.
Es más; no tomé de esto ni una coma ni una tilde para escribir ninguno de mis libros por una simple razón: no lo había leído. Si lo hubiera hecho, quizás mis trabajos hubieran sido diferentes, ya que en muchos casos digo exactamente lo mismo que aquí hallarás escrito.
Creo en la tarea del Espíritu Santo abriendo ojos espirituales a mucha gente en este tiempo. Pero siempre se trata de gente que está buscando genuinamente a Dios y que ama la verdad. Por eso es que no ha caído en las garras del engaño, la Biblia lo dice.
Obvio resulta decirte que no conozco a Peter White ni a lo que pueda haber sido su obra o trabajo. Es más: ni siquiera sé si es una persona que vive o si es alguien que ya está con el Señor. En la Web no encontré de él nada más que pequeñas menciones a este trabajo.
De todos modos, me place y me honra estar en un mismo espíritu con él, me alienta haber recibido una palabra en el mismo tenor que la que él ha recibido. Me place comprobar que su calidad de trabajo es superior a la mía y también quizás su formación.
Ello, una vez más, confirma lo que ya tantas veces hemos dicho y que no siempre terminamos de creer: Dios sólo necesita gente obediente. Dios no necesita doctores en teología ni master en divinidades, aunque si son obedientes bienvenidos sean. Por lo que a mí respecta, Dios sigue levantando a viles y necios para avergonzar a tantos y tantos sabios. Amén.
PREFACIO
La Cristiandad, como la hemos conocido, está en un proceso de división y desmoronamiento. La Iglesia se divide multiplicadamente a diario. Los miembros dejan una iglesia, se unen a otro grupo, y poco tiempo después encuentran que, dentro de sí mismos, se sienten tan insatisfechos y con tanta infelicidad como cuando estaban en su antigua iglesia.
Otros abandonan la iglesia, no se unen a ninguna parte, y se dan cuenta que se les comprendió mal, que los rechazaron o los hicieron a un lado, por no conformarse a los sistemas aceptados por la tradición.
Los ministros renuncian a su ministerio y toman empleos seculares. Y dondequiera que vayamos, hay creyentes firmes en Cristo y en las Escrituras como la Palabra de Dios, que ya no están satisfechos con "asistir a la iglesia" y comportarse como si fueran buenos miembros de un club.
Las fallas humanas quizás tengan que ver con mucho de esto, pero hoy la gran mayoría de creyentes que no encuentran satisfacción en el "iglesismo" de hecho reciben la guía del Espíritu Santo, porque DIOS SÍ ESTÁ EN SU OBRA.
Esta es una visión total y absolutamente correcta de lo que se está viviendo. No digo correcta en su interpretación, (Cada uno puede tener la suya), pero sí en lo lineal, en lo conceptual e informativo de un modo objetivo.
Los caminos del Señor no son nuestros caminos (Isaías 55:8-9), y nos asombraremos al descubrir que Jesús se puede multiplicar, inclusive por medio de la división. Para muchos de nosotros esta es una experiencia traumática, pues el anhelo de nuestros corazones está en conflicto con mucho de lo que se acepta como un cristianismo "adecuado."
Absolutamente real. Lo digo en mis libros publicados, sobre todo en el último que habla, precisamente, de cómo se vive una vida cristiana fuera de los templos que, por años, determinaron o no nuestro cristianismo o ateísmo.
Con toda humildad examinamos ansiosa­mente nuestros corazones delante del Señor, porque nos preocupa que en nuestro interior haya algo equivocado y malo. Después de años de estar a gusto con los conceptos tradicionales de la "religión" y de las iglesias cristianas, estamos confusos porque ya no nos podemos identificar más con los caminos antiguos y, al mismo tiempo, mantener una buena conciencia.
Nuestro hombre interior se rebela contra el sistema y sus estructuras, y en muchos de nosotros falta la seguridad de si es el Espíritu Santo quien nos dirige o si estamos en pleno engaño. Pero, ¡Tengamos ánimo! No nos encontramos solos.
Por todo el mundo el Espíritu Santo mueve los corazones para sacarlos de Babilonia y llevarlos a la Nueva Jerusalén. En todas partes vemos miles de cristianos confundidos, o infelices por alguna situación de sus iglesias, o por haber salido de la iglesia y preguntarse qué hacer después.
 Mi viaje personal a lo largo de esta extraña ruta, comenzó hace casi veinte años, pero antes había pasado treinta años en el cristianismo tradicional. Este libro es un intento de ayuda a quienes están en el comienzo de ese camino y se ha escrito con la esperanza de ayudarles a encontrar un Jesús más fresco, muchísimo más vivo, como la única autoridad sobre el ser y función de su Cuerpo y de su Novia.
Si estás perfectamente contento con "tu iglesia" y te preguntas de qué trata todo esto, entonces, POR FAVOR, NO LEAS ESTE LIBRO... PORQUE NO SE ESCRIBIÓ PARA TI.
Peter Whyte
25 Victoria Drive, Highlands
Harare, Zimbabwe
INTRODUCCIÓN
La iglesia a la que pertenecemos puede ser aquella a la que asistieron nuestros padres, o aquella donde nacimos de nuevo, o una a la que fuimos atraídos por su predicador carismático, su doctrina, o quizás por sus cánticos y su alabanza.
Cualesquiera sean las razones, al final sostendremos las creencias del grupo al que nos hemos unido. Si asistimos a un instituto bíblico o a un seminario, nuestros conceptos, filosofías y ritos, se forman según los de esa escuela particular de pensamiento.
Pero, muy pronto, nos encontraremos incapaces de estar de acuerdo con millones de otros cristianos tan sólo porque su "indoctrinación" ha sido distinta de la nuestra. Aunque todos los creyentes han pasado del reino de las tinieblas al reino del amado Hijo de Dios, permanecemos divididos en miles de denominaciones y de grupos en desacuerdo.
 Estas son las consecuencias de nuestros conceptos, ideas, y tradiciones. Necesitamos sostenerlos más ligeramente, es decir, con menos firmeza, y estar preparados para, cuando sea el caso, descartarlos por completo del todo, si queremos movernos con Dios.
Tremendo. Si cualquier cristiano más o menos considerado dijera algo así, inmediatamente sería expulsado casi sin juicio sumarísimo previo. Por blasfemo, o hereje, o insujeto o por todas las cosas juntas. Peter lo dice y para mí, es Palabra Confirmada y yo también lo digo. Somos dos. ¿O somos más?
Nuestros antecedentes ambientales, sean las normas de nuestra sociedad, las enseñanzas de otros, o nuestros estudios y lecturas de la Palabra, afectan toda nuestra vida y nuestro ministerio. De hecho, influyen en todas y cada una de nuestras decisiones y acciones.
En general, en nosotros hay la tendencia a tener sobre todas las cosas un punto de vista "popular." Esta posición es compartida por la mayoría de los cristianos en nuestro círculo. Sin embargo, eso no garantiza que sea el punto de vista de Dios.
Pertenecer a una "iglesia" reconocida, con un edificio, un ministro "ordenado," ancianos, diáconos, y estar comprometidos con todas las actividades que se asocian con el concepto popular de ser buenos cristianos, puede ser un engaño muy sutil.
 Podemos ser engañados por esas actividades y pensar que son un comportamiento que agrada a Dios, cuando en realidad para Dios son de muy poca importancia, a menos que obedezcamos a su Hijo. En el monte de la transfiguración Dios habló audiblemente:
"Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd" (Mat. 17:5).
Cuando Dios ordenó a los discípulos "OIR" a Jesús, en realidad les mandó: "OBEDECER A JESUS." Sin obediencia al Rey Jesús siempre estaremos impedidos y obstaculizados en nuestro crecimiento espiritual.
A esto que mi hermano White ha escrito tan acertadamente, habría que ampliarlo, incorporarlo a un letrero de grandes dimensiones y colgarlo en las paredes de todos los templos evangélicos del planeta. Y si digo evangélicos es porque siempre nos hemos preciado de respetar genuinamente la Palabra, cosa que otros credos por lo menos no dicen.
Permaneceremos siempre carnales, como hombres-bebés. Ninguna cantidad de conocimiento bíblico, ni de actividades religiosas, o de buenas obras, tiene importancia en el Reino de Dios si no obedecemos al Rey.
La observancia religiosa, es decir, la práctica rutinaria de la religión, no es la prioridad de los discípulos del Rey y su Reino. Jesús y sus primeros discípulos constantemente chocaron con los líderes religiosos, por no conformarse a sus tradiciones y a los patrones aceptados del comportamiento religioso.
Cuando Jesús vino a anunciar las Buenas Nuevas del Reino de Dios, la Biblia afirma en forma clara: ....Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, 15diciendo:  El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio" (Mar. 1:14-15).
El evangelio del Reino consiste simplemente en que se restaure el Gobierno de Dios, de manera que quienes creemos que hemos sido llamados, dejemos que el Rey reine sobre nuestras voluntades individuales libres.
Aquí, si has sabido leerlo, hay una palabra clave. Una palabra de la que todos quienes estamos en este mismo sentir valoramos mucho y que, por contrapartida, en las iglesias tradicionales se ve devaluada por desconfianzas incomprensibles e insostenibles: libre.
En todos y cada uno de los hijos de Dios existe el llamamiento a ser como Cristo en compañerismo amoroso y en sumisión a Dios, y a convertirse en "vencedor," para participar en el Gobierno de Dios sobre la tierra.
Durante siglos satanás ha estado trabajando como ángel de luz para engañar a la Iglesia de Jesucristo. El engaño es su mayor arma, porque por medio del engaño nos mantiene en su ciudad espiritual de Babilonia, aunque seamos creyentes llenos del Espíritu que "ganamos almas" para nuestras iglesias.
¿Está claro, verdad? A eso le llamo yo nombrar a las cosas por su verdadero nombre y dejar de lado los eufemismos hipócritas con que nos hemos manejado durante años y años. ¿Es engaño y no errores involuntarios? Pues digamos engaño y se acabó Y hay más.
Babilonia representa el gobierno de satanás y es el nombre que Dios da en Apocalipsis para describir el reino de satanás sobre todo el sistema mundial, inclusive el sistema de las iglesias. El Espíritu Santo nos llama a salir de Babilonia y a entrar en la Nueva Jerusalén.
 Este es el motivo para el gran "revolcón" en el Cuerpo de Cristo y la incapacidad en millones de nosotros para continuar con la "iglesia de costumbre." Hay un gran sacudi­miento que tiene lugar una vez más a medida que Dios sacude la tierra. Y todo lo que hemos construido se quitará y se reducirá a escombros, hasta cuando lo único que permanezca sea el Reino de Dios.
Jesús enseñó que los terremotos, guerras, rumores de guerras, pestes, hambres, no son señales del fin, en cambio: ...será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin" (Mat. 24:14).
El evangelio del Reino sólo se está comenzando a entender en la segunda mitad del siglo 20. Aún estamos a un largo camino de ver que lo que Jesús llamó "este evangelio del reino" se predique para testimonio "en todo el mundo." Casi todos los predicadores entienden muy poco de esto; por esto vemos a algunos de ellos con sus mentes sin renovar que discuten y pelean sobre su comprensión carnal del Reino de Dios.
Tal cual. Nadie podría haberlo explicado con mayor precisión. Siempre hemos dicho que lo que se estaba predicando y aún se hace en las iglesias tradicionales, no era el evangelio del Reino de Dios sino una especie de cosa moderada con la cual ya podías ingresar como miembro a una congregación.
Sin embargo, se oye "venir un estruendo por las copas de las balsame­ras"  (1 Crónicas 14:15). El Espíritu Santo está sacando de los sistemas eclesiales a millones de cristianos y en todas partes se levanta callada y misteriosamente una Iglesia gloriosa.
Cantidades innumerables de pequeños grupos de cristianos que indudablemente son guiados por el Espíritu de Dios se reúnen sin necesidad de edificios, templos, bancas, declaraciones de fe, ministros profesionales, coros, compañías de danza, servicios fijos, equipos de sonido, ni comités de todas las cosas que son tan necesarias para perpetuar las iglesias en Babilonia. En lugar de las prácticas de la "religión cristiana," una vez más el Señor nos enseña a entender EL CAMINO DE ESTA VIDA.
La Iglesia del Reino, la Iglesia que Jesús construye, es UNA IGLESIA, UNA CON EL SEÑOR Y ÚNICA EN CADA UNO. No guarda ninguna semejanza ni tiene ningún parecido con las iglesias, estructuras y organizacio­nes que los seres humanos hemos construido en todos los siglos pasados.
La Iglesia del Reino es la Iglesia de los Vencedores.
Generalmente fracasamos en ser vencedores porque de manera muy sutil nos han engañado al hacernos pensar que la base para pertenecer a una iglesia se encuentra en estar de acuerdo sobre las doctrinas. Esta es justamente una de las más exitosas mentiras de satanás. Debemos detener su perpetuación si la rehusamos y decidimos no volverla a aceptar más.
La Iglesia de Jesucristo existe porque es una familia con un mismo Padre. Existe de la misma manera que lo hace una familia natural, no porque todos sus miembros estén de acuerdo entre sí, sino porque tienen un mismo padre. El único criterio para ser miembro de la Iglesia de Jesucristo es ser uno de los hijos de Dios. Si Dios es nuestro Padre, entonces somos miembros de su Iglesia.
Todos estamos de acuerdo en que Jesucristo es Señor y creemos en Él, pero creer EN Él no es suficiente.DEBEMOS CREERLE A ÉL.  Debemos creer TODO CUANTO DIJO Y OBEDECERLE A ÉL.
Antes que podamos entrar a la Nueva Jerusalén debemos regresar a esa simplicidad infantil que afirma: "SI JESUS LO DIJO, ENTONCES NO HAY DISCUSION Y PUNTO." Sólo entonces podremos ser libres de las redes de las diversas doctrinas y tradiciones que nos mantienen en Babilonia y comenzar nuestro viaje a la Ciudad cuyo arquitecto, constructor y hacedor es Dios.
La Iglesia primitiva estaba formada por personas a quienes se había enseñado LA PALABRA DE CRISTO, es decir, todo cuanto Jesús dijo a sus discípulos que enseñaran. Debemos enfrentar la realidad que Jesús nunca ha cambiado sus instrucciones.
La vía que tenemos por delante es arrepentirnos de nuestros antiguos conceptos, doctrinas, tradiciones, y prácticas, si son contrarios a las palabras del Rey y, de una vez por todas, DAR A JESUCRISTO EL PRIMER LUGAR EN TODO.
Es tan simple y parece tan complicado. Así es esto. Falta todavía todo el libro en sí, pero lo dicho hasta aquí por Peter White encierra un argumento tan contundente que, solamente con ceguera espiritual no se podrá verlo en toda su magnitud.

(Los comentarios en verde pertenecen a Néstor A. Matínez de "Tiempo de Victoria")
O AQUÍ:

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