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viernes, 5 de noviembre de 2010

COMO DEJAR A CRISTO VIVIR SU VIDA EN MI, por Watchman Nee.


 
   (Extracto del libro LA SALVACIÓN DEL ALMA, libro en que W. Nee nos enseña a distinguir entre la salvación del alma y la salvación del espíritu)


...sabemos que sólo Cristo es victorioso. Sabemos también que Él vive en nosotros, porque cuando creemos en Él le tenemos. Con todo, día tras día, yo sigo siendo yo mismo, como si nada hubiera sucedido. ¿Qué debemos hacer para que Cristo pueda vivir su vida en nosotros? Hay dos formas, o podemos decir que hay dos condiciones: Primero, entregarse; segundo, creer.

1-Entregarse:
Sí, Cristo está en realidad en mí, pero Él no puede hacer nada a menos que yo le deje. Tu y yo hemos de obedecer a Dios. ¿Que es precisamente entregarse? Entregarse no es prometer a Dios que haremos su voluntad, ni es hacer un pacto con Dios de que haremos lo que no podemos hacer. Entregarse es que yo quite mis manos de mi propia vida. Es dejar en las manos de Dios lo que es bueno y malo en mí, mis puntos fuertes y débiles, mi pasado y futuro, mi misma vida y mi YO, de modo que sólo Dios obre en mí. Si no quitamos nuestras manos de nuestras vidas, Dios en modo alguno puede vivir su vida en nosotros. Supongamos que das un libro a alguien, pero tu mano no suelta el libro; ¿va a poder recibirlo tu amigo? Cuando voy a Dios debo decirle: "te entrego todo lo que es bueno y malo, lo que me gusta y no me gusta, lo que quiero y lo que no quiero, mis síes y mis noes. ¿Estás dispuesto a hacerlo? Si no lo estás no es posible que Dios haga algo por ti. Es nuestra propia responsabilidad el entregar nuestro YO derrotado. Dios está siempre dispuesto, esperando que tu y yo hagamos eso, que estemos dispuestos a entregarle nuestro YO.
Esta condición de entrega no es pedir de nosotros lo que nosotros no podemos hacer. Sólo se nos requiere que entreguemos lo bueno y lo malo en nosotros, nuestras debilidades y nuestros puntos fuertes, nuestro todo. Una vez leí una historia de un joven que había declarado que estaba dispuesto a todo, excepto una cosa. Esa cosa era que si Dios le pidiera que fuera a predicar a un país católico, estaba decidido a no hacerlo. !Oh!, déjame que te pregunte: ¿Estás dispuesto a entregar un corazón mal dispuesto al Señor?
Entregarse implica dos aspectos: Uno es ofrecerse para ser usado por Dios; el otro es ofrecer a Dios el dejarle que haga Su Obra como Él quiera. Con todo, cuántos hay que piensan en el entregarse sólo en términos de ofrecerse para ser usados por Dios y descuidan el otro aspecto. En realidad Dios te pide que hagas sólo una cosa, que es entregarte a Él a partir de este punto; y esto constituye un morir para uno mismo. Es ser librado de la propia carne. Tienes que entregarte a ti mismo. ¿Estás dispuesto a hacerlo?. Harás bien si lo haces.
!Qué difícil es que quites la mano de la persona o cosa que amas! Digo que es muy difícil; porque te das cuenta que has de pagar un precio muy alto y estás resistiéndote a soltar. Por ejemplo, sabes que con frecuencia eres derrotado en la cuestión de la amistad. Es muy difícil para ti decir a Dios: "tanto si mis amigos son buenos como si son malos, te los entrego a ti y te pido que me libres de ellos". O bien, para usar otro ejemplo, si oras en favor de uno por el cual no tienes un profundo interés, puedes fácilmente creer que Dios vaya a ayudarle; y el que sea ayudado o no, es algo que no te causa ningún problema a ti. Pero, supongamos que es tu padre o esposa o marido o hijo o un amigo muy íntimo que está enfermo; entonces vas a descubrir lo arduo que es encomendarle y soltarle, a él o ella, a Dios: porque en caso de que no sea ayudado o curado, temes que pueda morir. Esto prueba que cuanto más amas, menos fácil te es dejarlos de la mano, soltarlosLo que Dios requiere hoy no es cuánto bien debes hacer. El sólo pide que tu te entregues totalmente a Él, con todas tus cosas, asuntos y relaciones personales.
Encontramos tanta derrota en nuestra vida que nos desanimamos. Hasta hace unos meses yo tenía un pecado que no podía vencer, y no tenía la fe de encomendarlo a Dios; una vez, dos veces, muchas veces procuré vencerlo, pero no lo conseguí; pero al fin pude entregarlo a Dios. De donde, la cuestión hoy consiste en si estamos dispuestos a poner el asunto en las manos de Dios o no. Al margen de las personas, el mundo, el pecado o lo que sea, si hallas que en tu propia fuerza no puedes soltarlo, entonces has de comprender que puedes vencer si estás dispuesto a decirle a Dios: " Dios mío, te entrego lo que no puedo soltar; por favor obra en mi hasta que esté dispuesto a hacerlo".
Perdóname que te diga que no tengo miedo, si no puedes soltarlo; ni tengo miedo aún si tu debilidad fuera cien veces mayor ni si hubieras cometido más pecados; lo único que temo es que no estés dispuesto a pedirle a Dios que obre en ti hasta que estés dispuesto a hacerlo, a soltar. ¿Estás dispuesto a entregarle la persona o amigo a quien amas, ese pecado especial tuyo, o algún problema o asunto en particular que te está asediando sin cesar, o cosas que desagradan a Dios? El punto crucial no se halla en las diez mil debilidades o derrotas que puedas tener, sino en si estás dispuesto a decirle a Dios: "Dios mío, te entrego todo mi yo".
Este acto de entrega no tiene por objeto el hacerte sufrir; sino de que expreses tu deseo de dejar a Dios que obre en ti, hasta que estés perfectamente dispuesto a dejar ir, a soltar. Entregar no requiere que hagas lo que no puedes; simplemente requiere que te pongas en las manos de Dios y le dejes obrar hasta que estés dispuesto a dejar todas las cosas, a soltarlas. Si estás dispuesto Dios tiene la manera, porque Él no se asusta por la inmensidad del pecado o de la depravación del hombre. El sólo se ve imposibilitado de obrar cuando el hombre falla en poner su corazón en su mano.
Resumiendo pues, entregarse significa ceder nuestra VOLUNTAD; lo cual es ponernos en las manos de Dios  dejarle que obre según a Él le plazca.

2-Creer:
Como ya nos hemos entregado, ahora hemos de creer que Dios va a librarnos de aquello que amamos contra su voluntad o no podemos o no queremos ceder. "Encomienda a Yahwéh tu camino y confía en Él y Él hará" (Sal 37:5). Encomendarse es entregarse. Confiar es creer. Y el resultado es que Él hará.
Sabiendo que no tenemos manera por nosotros mismos, nos encomendamos a Dios y creemos que el Señor que habita en nosotros va a realizar la obra. ¿Puedes decir, soy victorioso? !Aleluya, puedo decir soy victorioso porque la Biblia me lo dice! !Qué lástima que nuestra fe sea menor que un grano de mostaza; es menor que una partícula de polvo! Si tenemos fe Dios va a empezar a trabajar. Cuando el Señor creó los cielos y la tierra meramente usó Su boca, porque cuando dijo: "Sea la Luz", la luz fue. Si nosotros tenemos fe, Él ciertamente va a empezar a obrar, porque está anhelante de poder tener Su obra realizada.
Hace varias semanas vino a verme un hermano para hablar conmigo. Dijo que tenía tres o cuatro pecados que no podía vencer; y que a causa de ellos a veces pensaba incluso en suicidarse. "¿Crees que Cristo puede librarte de tu pecado?", le pregunté. "Lo creo", me contestó, "pero sigo pecando una y otra vez; otros pecados los he vencido, pero éstos no puedo y persisten todavía". Así que leí con él Romanos 8. "ahora pues, no hay condenación para los que está en Cristo Jesús". "¿Estás en Cristo Jesús?"; "Sí, estoy en Cristo Jesús", me contestó. "Entonces mira lo que dice la biblia", le respondí, y le leí el siguiente pasaje del versículo 2: "Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha echo libre de la ley del pecado y de la muerte". "La biblia dice que eres libre de la ley del pecado y de la muerte, ¿estás ahora libre?" le pregunté. "No me atrevo a decirlo", me respondió. "entonces, donde está tu fe", le respondí.
Digo que no temo la debilidad del hombre, su corrupción y su pecaminosidad; no, lo que temo es solamente la clase de personas que no creen la palabra de Dios. !Qué preciosas son las palabras "nos hizo libres"! La palabra de Dios dice "me hizo libre" y no "me va a hacer libre". ¿Creemos realmente esto?
Cristo murió por ti. Si simplemente crees tienes vida eterna. ¿Que prueba tienes de esto? El que la Biblia lo dice. Pero nota que la biblia también declara que "la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me hizo libre de la ley del pecado y de la muerte"; por lo que ya estoy libre, ya fui librado de la ley del pecado y de la muerte. Aunque haya centenares, millares, de pecados, si, he sido librado de todos ellos. Soy librado incluso de la muerte espiritual de Adán.
¿Crees esta palabra? ¿Crees que ya has sido librado de la ley del pecado y de la muerte? La biblia declara que has sido hecho libre. Si crees verdaderamente, entonces grita: "!Aleluya, alabado sea Dios!, soy libre de la ley del pecado y de la muerte, porque la palabra de Dios lo dice". ¿Tienes algún pecado en particular, o algún pensamiento impuro que no puedes vencer, o algún afecto personal que no puedes entregar? Si es así, sabe y comprende que se te predica hoy un evangelio que declara que la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha hecho libre de ese pecado.

Hemos de ver que la ENTREGA y la FE están íntimamente relacionadas. Cuando estas dos se unen hay victoria y no derrota. No tendremos victoria si meramente creemos, pero no estamos dispuestos a entregar nuestras vidas a Dios a cambio de la vida de Cristo. Aunque en el momento de la regeneración ya entramos en la posesión de esta vida de Cristo, Dios no nos fuerza a vivir esta vida de Cristo; nuestra voluntad tiene que ser entregada a Dios para dejar que Cristo viva en nosotros del todo. Por otra parte, si solamente nos entregamos pero no creemos, esta entrega se verá reducida a una especie de obra muerta; porque aunque estamos preparados para darle a Dios el derecho de obrar, no le damos la oportunidad de entrar. Por lo que debemos: Primero, elevar nuestra cabeza para mirar a Dios y decir: "te entrego todo mi YO y estoy dispuesto a dejarte obrar, no metiendo mis manos en este asunto", y, segundo, creer que Dios YA ha obrado, según su palabra.

Cristo se ha hecho cargo de tosdos los conflictos, porque el gobierno divino está sobre sus hombros. Creamos en Él día tras día, porque la fe necesita ser continuada; pero la entrega es hecha una vez por todas. Podemos entregarnos a Dios en un instante y ya no tenemos que hacerlo otra vez (aunque algunos se entregan gradual y lentamente esto no es necesario). Habiéndonos encomendado a Dios en la entrega, creemos que Él hará que Cristo viva Su santidad y victoria en nosotros y a través de nosotros. Antes fuimos salvados del castigo del infierno; ahora somos salvados del poder del pecado. No se necesita nada excepto entregarnos y mantenerse creyendo. Ojalá demostremos que somos verdaderamente victoriosos. Es muy simple, sólo entregándonos y manteniéndonos creyendo, habrá una transformación; porque Dios lo ha dicho. !Alabémosle y démosle gracias! Creamos con simple fe sin depender de nuestros sentimientos. Lo que Dios dice, esto es. No hemos visto el cielo ni el infierno, pero creemos que existen porque la palabra de Dios lo dice. Creer no requiere evidencia, sino la sola prueba de la palabra de Dios. No porque veamos que hemos cambiado, sino porque creemos en lo que el Señor ha dicho. Al creer cambiamos; sino creemos, no cambiamos.

Una vez pregunté a un hermano si él creía Romanos 8:2; me contestó que sí. Así que proseguí el asunto más adelante y le pregunté qué haría si al día siguiente se levantara y cometiera el mismo pecado otra vez. No sabía que contestarme. Dejarme observar que el mayor peligro se halla en la tentación primera y básica; porque si caes Satán te sugerirá que entregarse y creer es todo en vano, porque ya has pecado otra vez. ¿En qué eres diferente de lo que eras antes?, te sugerirá. ¿No eres el mismo? Pero, digo una y otra vez, que la fe debe ser persistente; si algo es efímero no es fe. De todas las cosas que viven en el mundo, la fe es la que vive más tiempo. Puede venir la tentación, pero Dios dice que somos más que vencedores; por tanto, venceremos y la tentación va a fracasar. La forma en que tratamos esa tentación básica revela si tenemos fe o no la tenemos.

El Señor Jesús dijo en una ocasión a sus discípulos: "Vayamos al otro lado" del lago de Galilea; pero de repente se levantó una gran tempestad, de modo que las olas batían el bote, tanto que ya empezaba a llenarse de agua; los discípulos entonces despertaron a Jesús que dormía y le dijeron: "Maestro,  ¿no te importa que estemos pereciendo?". Ante lo cual Él se levantó e increpó al viento y a la tempestad, y el viento cesó y sobrevino una gran calma. Pero entonces el Señor, reprendiendo a los discípulos, les dijo: "¿Cómo es que no tenéis fe?" (Mar 4:35-40). Hemos de comprender que si el Señor ha mandado que todos vayan al otro lado, nada puede impedir que Él y sus discípulos lleguen al otro lado. El viento puede soplar recio y las olas levantarse muy alto, pero nada puede impedir que pasen a la otra orilla, porque El Señor así lo ha dicho.

En consecuencia, lo que es de suma importancia es que creamos la palabra de Dios. Si Dios lo dice, entonces ya nos basta; y lo demás no importa.

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"Déjalo volar, si es tuyo volverá a ti.
Y si Dios dijera que no lo es, ¿para que lo quieres?"






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