(Tomado del Estudio Vida de Mateo, Mensaje XXIV, por Witness Lee)
1. No meramente por invocar al Señor, sino por hacer la voluntad del Padre celestial
El versículo 21 dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos”. Esto no se refiere a la realidad del reino de los cielos ahora, sino a la manifestación del reino por venir en el futuro. Para entrar en el reino de los cielos necesitamos hacer dos cosas: invocar al Señor y hacer la voluntad del Padre celestial. Invocar al Señor basta para ser salvos (Ro. 10:13), pero para entrar en el reino de los cielos necesitamos hacer la voluntad del Padre celestial. Por lo tanto, no todo el que dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos; sólo entrarán aquellos que invocan al Señor y hacen la voluntad del Padre celestial.
Entrar en el reino de los cielos requiere que hagamos la voluntad del Padre celestial, y obviamente difiere de entrar en el reino de Dios por medio de la regeneración (Jn. 3:3,5). La entrada a éste se obtiene naciendo de la vida divina; la entrada a aquél se obtiene viviendo esa vida.
En el versículo 21 el Señor no dice: “vuestro Padre”, sino “Mi Padre”. Aquí parece que el Señor está diciendo: “Yo, el Hijo del hombre y el Hijo de Dios, he hecho la voluntad de Mi Padre. Vosotros también sois hijos de Dios y hermanos Míos. Por lo tanto, tenéis que ser Mis compañeros y tomar el mismo camino que Yo tomo. Ahora vosotros no debéis hacer la voluntad de vuestro Padre, sino la de Mi Padre. Vosotros sois Mis hermanos, Mis compañeros y Mis socios. Vosotros y Yo estamos andando por el mismo camino y haciendo la misma voluntad. Vosotros estáis viviendo como Yo en conformidad con la voluntad de Mi Padre”. En la última sección de la constitución, ya no se trata de lo negativo, es decir, de nuestro mal genio, concupiscencia, ego, carne y ansiedad. Es un asunto absolutamente positivo: el de hacer la voluntad del Padre que está en los cielos. El pueblo del reino no tiene la intención de hacer nada que no sea la voluntad del Padre. No estamos aquí meramente para vencer nuestro mal genio, ni nuestra lujuria, ego o carne, ni para ser buenos y compasivos con otros; estamos aquí para llevar a cabo la voluntad del Padre celestial, y a fin de hacerla, tenemos que andar por el camino angosto. En las enseñanzas de los filósofos mundanos no se encuentran la vida divina, la naturaleza divina, ni el camino angosto; pero aquí la constitución del reino de los cielos da por resultado la voluntad del Padre celestial. Esto significa que nosotros tenemos un Padre celestial y que somos hijos del Padre. Sin embargo, en la última sección de la constitución no sólo se trata la vida, sino también la voluntad del Padre. Nuestro Padre tiene una voluntad que cumplir, y nosotros podemos llevarla a cabo solamente por medio de Su vida. Necesitamos vivir en la vida del Padre celestial y también por medio de esa vida con miras a cumplir la voluntad del Padre.
En la constitución del reino de los cielos no podemos ver cuál es la verdadera voluntad del Padre. Sin embargo, sí está claramente revelada en el capítulo dieciséis. La voluntad del Padre es edificar a la iglesia sobre el Hijo como la roca. Esto se desarrolla plenamente en los Hechos, en las epístolas y en el libro de Apocalipsis. El Nuevo Testamento revela que la voluntad divina y eterna de Dios es edificar la iglesia.
2. Muchos profetizan, echan fuera demonios y hacen obras poderosas en el nombre del Señor, mas no conforme a la voluntad del Padre celestial
El versículo 22 dice: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu nombre hicimos muchas obras poderosas?” Las palabras “aquel día” se refieren al día del tribunal de Cristo (1 Co. 3:13, 4:5; 2 Co. 5:10). En el día del tribunal, cuando todos los creyentes se presenten ante el tribunal de Cristo, muchos le dirán al Señor que ellos han profetizado, echado fuera demonios y hecho obras poderosas en Su nombre, mas serán rechazados por el Señor.
3. El Señor no los aprueba, sino los considera como hacedores de iniquidad
El versículo 23 dice: “Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de Mí, hacedores de iniquidad”. Aquí la palabra “conocer” significa “aprobar”. La misma palabra griega en Romanos 7:15 es traducida “allow” [admito] en la versión King James. En este versículo Pablo dice: “Porque lo que hago, no lo admito”. El Señor nunca aprobó a aquellos que profetizaban, echaban fuera demonios y hacían muchas obras poderosas en Su nombre, pero no en conformidad con la voluntad del Padre celestial (v. 21). El Señor no negó que ellos hicieron esas cosas, pero El consideró esas cosas como iniquidad, como cosas ilícitas, ya que no fueron hechas conforme a la voluntad del Padre celestial. No fueron hechas de acuerdo con la voluntad divina. Parece que el Señor decía: “En Mi nombre vosotros profetizasteis, echasteis demonios e hicisteis muchas obras poderosas, pero Yo nunca consentí en que lo hicisteis. Nunca os aprobé porque vosotros hicisteis esas cosas de una manera ilícita: en vosotros mismos, en vuestro propio deseo y conforme a vuestro propósito, y no de acuerdo con la voluntad de Mi Padre”. Así que, aquellos que hacen tales cosas, aun en el nombre del Señor, no entrarán en el reino de los cielos, sino estarán apartados del Señor, esto es, serán excluidos de la manifestación del reino en la era venidera.
Vemos aquí en la palabra del Señor que ciertas obras pueden hacerse en el nombre del Señor, pero no de acuerdo con la voluntad de Dios. ¿Está usted haciendo esta clase de obra, o está usted haciendo la voluntad de Dios? Hemos hablado mucho acerca de ir a las universidades pero, ¿vamos ahí a hacer cierta obra, o a hacer la voluntad del Padre celestial? Hermanos y hermanas jóvenes, ¿cómo contestarían esta pregunta? ¿Van a las universidades a hacer la voluntad del Padre celestial? Tenemos que estar seguros en todo lo que hacemos, que estamos haciendo la voluntad del Padre celestial. De otro modo, el Señor Jesús nos llamará “hacedores de iniquidad”. Incluso profetizar en el nombre del Señor, y no conforme a la voluntad del Padre, es un tipo de iniquidad. Por otro lado, echar fuera demonios en el nombre del Señor y hacer obras poderosas en Su nombre, y no conforme a la voluntad de Dios, son también considerados, ante los ojos del Rey celestial, como iniquidad, como obras ilícitas.
Los corredores en cualquier carrera deben correr en los carriles apropiados. Aunque usted pueda correr más aprisa que los demás, su correr no será reconocido si usted corre fuera de las líneas de su carril. Por el contrario, ese tipo de correr será considerado algo ilegal. Usted tiene que correr la carrera entre las dos líneas, es decir, tiene que correr por el camino angosto. Hoy la obra de muchos obreros cristianos no está restringida por las líneas celestiales. A sus propios ojos, ellos han hecho bastante en el nombre del Señor y para el Señor. No obstante, a los ojos del Señor su obra es una clase de transgresión, una violación de las líneas celestiales. Así que, su obra es ilícita. En Mateo 7:21-23 lo dicho por el Señor es serio y sirve de advertencia para todos nosotros a fin de que no nos preocupemos solamente por profetizar, por echar fuera demonios ni por obras poderosas; tenemos que prestar atención a las líneas celestiales. Si usted traspasa las líneas como corredor en la carrera celestial, será descalificado. En el recobro del Señor éstas son líneas que limitan, y tenemos que ser limitados en nuestro correr. Si corremos entre las líneas, y no fuera de ellas, seremos aprobados por el Señor.
Vuelvo a decir que la consumación de la constitución del reino de los cielos consiste en que seamos introducidos por la puerta estrecha y puestos en el camino angosto. Ahora estamos corriendo en este camino angosto. No debemos ocuparnos de profetizar, de echar fuera demonios, o de obras poderosas. Al contrario, debemos ocuparnos solamente de hacer la voluntad de nuestro Padre celestial. Tal vez se pregunte usted cómo podemos conocer la voluntad del Padre. Podemos conocerla debido a que en nosotros está la vida y naturaleza del Padre. La naturaleza del Padre siempre nos dirá “sí” o “no”. Si usted está corriendo de acuerdo con la naturaleza divina y dentro de las líneas restrictivas, la naturaleza divina dirá: “Sí, vas bien; sigue adelante”. Pero si usted no está corriendo en conformidad con la naturaleza divina o si se sale de las líneas, la naturaleza divina dirá: “No sigas por ese camino”. No es necesario que alguien le diga qué hacer, porque dentro de usted se halla la naturaleza divina, la cual lo regula y lo restringe. Esta naturaleza nos dice dónde estamos. Debido a que un corredor en una carrera puede ver las líneas, él no necesita que alguien le diga si está dentro de los límites o no. Del mismo modo, en nuestro interior tenemos las limitaciones que nos imponen la vida y la naturaleza divinas, y podemos distinguir dónde estamos. Conforme a la naturaleza divina dentro de nosotros, no podemos usar música rock en nuestras reuniones. Aun si usted prueba varios métodos mundanos, la naturaleza divina no estará de acuerdo con ninguno de ellos y le indicará que usted está sobrepasando los límites. Todos aquellos que integran el pueblo del reino, o sea todos aquellos que han sido regenerados por el Padre, tienen Su vida y Su naturaleza dentro de ellos. La vida y la naturaleza del Padre nos dicen si estamos en el camino angosto o no. Corramos la carrera conforme a la naturaleza del Padre.
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