ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO
MENSAJE TREINTA
LA EXPERIENCIA DE ISRAEL EN MARA
Lectura bíblica:
Ex. 15:22-26; Ro. 6:4; 1 P. 2:24; 1 Co. 2:2b; Fil. 3:10; Sal. 103:3; Mt. 8:17;
9:12
(Ver completo: http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=2056CCC7)
(Nota: Las anotaciones en letra azul son del blog)
...
III. LAS AGUAS DE
MARA
Dios guió al pueblo hasta Mara, que significa amargura. Éxodo 15:23 dice: “Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara porque eran
amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara”. El hecho de que Dios
llevara a Su pueblo hasta Mara indica
que mientras caminamos en la esfera de la resurrección, Dios nos conducirá a un
lugar de amargura, a Mara. La columna de nube condujo al pueblo hasta un
lugar donde había agua, pero estas aguas eran amargas. Cuando el pueblo
descubrió que las aguas eran amargas, “murmuraron
contra Moisés y dijeron: ¿Qué hemos de beber?” (v. 24). Tal como los hijos
de Israel, nosotros también nos hemos quejado, hemos murmurado acerca de
nuestras circunstancias amargas. A menudo hemos dicho en tono de queja: “¿Qué
haré? ¿Qué beberemos? ¿Qué clase de ayuda es ésta?” Si yo hubiese sido Moisés, le habría dicho al
pueblo que no se quejaran conmigo. Les habría recordado que ellos fueron
conducidos a ese lugar por la misma nube que los protegió de Faraón y de su
ejército tres días antes. Pero como
verdadero siervo del Señor, en lugar de luchar contra las murmuraciones y las
quejas del pueblo, Moisés clamó al Señor (v. 25).
En respuesta a su clamor, el Señor le mostró un árbol (v. 25). Cuando Moisés echó el
árbol en las aguas, éstas se endulzaron. 1 Pedro 2:24 indica que ese árbol significa la cruz de Cristo. Por tanto, el árbol que
sanó a las aguas amargas denota la cruz sobre la cual fue crucificado el Señor.
La cruz de Cristo, es la única que salva.
Este cuadro corresponde con nuestra experiencia espiritual.
Después de ser bautizados y de empezar a caminar en novedad de vida, estamos
perturbados porque no tenemos agua natural. Por un lado, nos parecemos al
pueblo que se quejaba y murmuraba. Por otro, somos como Moisés que clama al
Señor. Cuando clamamos al Señor en oración, Él nos muestra la
visión del Cristo crucificado. Debemos recibir la visión de la cruz. Al tener esta visión, aplicamos la
cruz de Cristo a nuestra situación, e inmediatamente las aguas amargas se
endulzan. Tengo la plena seguridad de que cualquiera que ha sido
realmente bautizado en Cristo ha tenido esta clase de experiencia. Nuestras
experiencias pueden ser distintas en grado, pero el principio y naturaleza son
los mismos.
Según Romanos 6:4, andamos en la esfera de la resurrección, en
novedad de vida, después de ser bautizados. Esta esfera es el verdadero desierto de Shur. Una esfera en la cual somos separados del mundo
por la pared y por el mar. Mientras andamos en esta esfera, no
tenemos ningún recurso natural, y nos enfrentamos a mucha amargura. Pero en
resurrección, podemos experimentar la cruz de Cristo y llevar una vida
crucificada. Al hacer esto, nuestra situación amarga se
endulza.
El año pasado mi esposa y yo llegamos verdaderamente a Mara, una
situación muy amarga. No obstante, por caminar en la esfera de la resurrección,
pudimos experimentar la cruz del Señor Jesús y llevar una vida crucificada.
Disfrutamos ricamente del árbol de sanidad que fue echado en la situación
amarga. Este árbol endulzó las aguas amargas. Por esta razón, el año pasado di
varios mensajes acerca de la vida crucificada. Efectivamente, mi esposa y yo sufrimos de la
amargura en nuestra situación. No obstante, finalmente disfrutamos de la
dulzura porque el árbol de sanidad con la vida crucificada fue aplicado a
nuestras circunstancias. Esta es la manera de experimentar y disfrutar la
muerte de Cristo en la esfera de la resurrección.
Todo lo que experimentamos en la esfera de la resurrección es una
experiencia de la misma. En el desierto de Shur, los hijos de Israel
experimentaron la cruz de Cristo en la resurrección. Las aguas amargas de Mara
fueron cambiadas en aguas dulces en la esfera del desierto. En el mismo
principio, en la esfera de la resurrección, experimentamos la muerte
de Cristo que cambia nuestra amargura en dulzura. Que el Señor nos
dé más experiencias al respecto.
No
experimentamos las aguas amargas de Mara de una vez y por todas. Mientras
vivamos en la tierra, caminaremos en la esfera de la resurrección y llegaremos
continuamente a Mara. La
experiencia de los hijos de Israel en Mara muestra un principio, y no
simplemente un incidente. Este principio es fundamental en nuestra vida
cristiana. Mientras caminemos en la esfera de la resurrección, tendremos
sed, y descubriremos que no hay agua natural para satisfacer nuestra necesidad.
Sólo hay aguas de amargura. Cuando estamos en esta
situación, debemos recibir la visión del árbol y luego aplicarlo a nuestras
circunstancias.
Este árbol sanará nuestra situación y cambiará las aguas amargas por aguas
dulces.
IV. EL SEÑOR ES EL
SANADOR
Inmediatamente después de que las aguas fueron endulzadas, el
Señor dio al pueblo un estatuto y una ordenanza “Y ahí los probó” (v. 25). Luego Él dijo: “Si oyereis atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hiciereis lo recto
delante de sus ojos, y diereis oído a sus mandamientos, y guardareis todos sus
estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti,
porque soy Jehová, tu sanador”
(Jehová Rotheka, v. 26). Cuando leí esta promesa por
primera vez, no pude entender por qué se mencionaba inmediatamente después de
la sanidad de las aguas amargas. Si consideramos esto a la luz de
nuestra experiencia, nos daremos cuenta de que la cruz de Cristo no
sólo sana nuestra
situación amarga, sino que nos sana también a nosotros. Las aguas en nuestras circunstancias no son lo único
amargo, nosotros mismos también somos amargos y necesitamos sanidad. Nuestro
mismo yo es amargo. En otras palabras, el yo está enfermo. Estamos enfermos
física, psicológica y también espiritualmente. Hay amargura en nuestro cuerpo,
alma y espíritu.
Cuando me he encontrado en circunstancias amargas, a menudo el Señor me ha
mostrado la cruz de Cristo. Me he dado cuenta que necesitaba tomar la cruz y
llevar una vida crucificada. Esto me salvó de mi situación amarga, y mis
circunstancias amargas fueron sanadas. No obstante, al mismo tiempo, el Señor me ha mostrado a menudo que hay
amargura dentro de mí. Vi que había amargura en mi yo y también en mis circunstancias. También vi que había amargura en
todo mi ser, mi espíritu, alma y cuerpo y que necesitaba aplicar la cruz de
Cristo a cada aspecto de mi ser. Espiritual, psicológica y físicamente, necesitaba aplicar la cruz
de Cristo. He experimentado continuamente la sanidad del Señor de esta manera. Mientras sanaba mi situación, yo era sanado interiormente. Tanto en mis
circunstancias como en mi ser, la amargura fue cambiada en dulzura.
Tal vez piense que no tiene necesidad de ser sanado en su mente,
parte emotiva o voluntad y mucho menos en su espíritu. Permítame decirle que
todos tenemos problemas con estas partes de nuestro de ser. Seamos viejos o
jóvenes, hombres o mujeres, estamos enfermos en nuestra mente, parte emotiva, y
voluntad. Estamos enfermos aún en nuestro espíritu. Antes de ser salvo, mi
voluntad no funcionaba adecuadamente. Cuando debía tomar alguna decisión, no lo hacía. Pero
cuando no debía tomar decisiones de una manera particular, seguía adelante y la
tomaba ¿Acaso no ha experimentado esto? Además nuestra parte emotiva
quizás no esté equilibrada. Cuando
estamos alegres, nos regocijamos sin control; cuando lloramos, lloramos sin
restricción. Por tanto, necesitamos mucha sanidad. Nos damos cuenta de
esto cada vez que el árbol de sanidad es echado en nuestras circunstancias
amargas.
Mientras caminemos en la esfera de la resurrección, seremos
conducidos a Mara continuamente. Cada vez que experimentamos el árbol de sanidad echado en nuestras
circunstancias, espontáneamente nos
damos cuenta de que algo en nuestro ser debe ser sanado. Tal vez sintamos la necesidad de
sanidad en la mente, o nos demos cuenta de que nuestra voluntad debe ser
ajustada, o veamos que nuestra parte emotiva deben estar equilibradas. En otras
ocasiones, podemos ser conscientes de que nuestro espíritu está amargado hacia los demás y debe ser
sanado.
Así como el Señor probó a los hijos de Israel en Mara, Él usa
nuestra experiencia de Su cruz en circunstancias amargas para probarnos. Al probarnos, Él nos muestra donde estamos y lo que somos. El expone nuestros motivos, intenciones y deseos. No hay nada que nos pruebe
más que la experiencia de la cruz. La experiencia de la cruz en circunstancias
amargas nos prueba y expone cada
aspecto de nuestro ser. Cuando estamos expuestos de esta manera debemos orar:
“Señor, te necesito, y necesito más experiencia de la cruz. Debo poner el árbol
no solamente en mis circunstancias, sino también en mi ser. Debo aplicar este
árbol a mi mente, parte emotiva y voluntad. Debo aplicarlo a mi espíritu y a mi actitud hacia los demás”. El Señor
nos sana por medio de esta aplicación de la cruz.
Esta clase de sanidad difiere mucho de las llamadas sanidades que se
produce en las campañas de sanidad. He asistido a estas campañas, y ni una sola
vez vi una sanidad verdadera. La verdadera sanidad se produce cuando recibimos
la disciplina de la cruz. Somos sanados cuando somos sometidos y cuando
prestamos atención a la voz de Dios, escuchamos Sus estatutos y obedecemos Sus
mandamientos. Entonces la vida de resurrección de Cristo se convierte
en nuestro poder de sanidad, y el Señor se convierte en nuestro sanador.
Mediante su obra de redención Cristo desea ser nuestro sanador.
Hablando de sanidades cumplidas por el Señor Jesús, Mateo 8:17 dice: “Para que se cumpliese por medio del profeta
Isaías cuando dijo: El mismo tomó nuestras debilidades, y llevó nuestras
enfermedades”. Todas las sanidades llevadas a cabo en la humanidad caída
son realizadas por medio de la redención del Señor. Mediante Su redención, el
Señor es nuestro sanador. En Mateo 9:12, el Señor indica que Él es nuestro
médico: “Más hoy, al oír esto dijo: Los
que están fuertes no tienen necesidad de médico sino los enfermos”. Como
nuestro médico, Él nos cuida no solamente físicamente sino también psicológica
y espiritualmente. Él puede sanar todo nuestro ser.
1 Pedro 2:24 dice: “Quien
llevó El mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, a fin de que nosotros,
habiendo muerto a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis
sanados”. Este versículo indica que la cruz es el árbol y que aquel que
murió en la cruz es nuestro sanador. Él fue crucificado para nuestra
sanidad. Si deseamos experimentar Su sanidad, debemos identificarnos con Su
crucifixión. Por ejemplo, supongamos que usted tiene problemas gástricos. Para ser
sanado de esta enfermedad, usted necesita que su estómago se identifique con la
cruz de Cristo. Si su estómago se identifica con la
crucifixión de Cristo, el Cristo crucificado se convertirá en su sanador. El problema gástrico puede ser causado por el hecho de
vivir conforme al yo. En su manera de comer, usted necesita la disciplina de la
cruz. La cruz debe disciplinar al yo en cuanto a la comida. En el mismo principio, su mente
puede estar enferma porque nunca ha sido disciplinada por la cruz, ni se ha
identificado con la crucifixión de Cristo. Puede pasar lo mismo con su espíritu. Posiblemente su espíritu
no esté correcto ni puro. La causa de impureza y de la
falta de rectitud es que su espíritu no ha sido tocado por la cruz de Cristo.
Algunos hermanos no han permitido que su actitud hacia sus esposas
sea disciplinada por la cruz. Por esta razón, en su relación con sus esposas están enfermos.
Por lo tanto, se necesita sanidad en la vida matrimonial. Esta sanidad viene
solamente por la aplicación de la cruz de Cristo. Este principio
debería ser aplicado a cada parte de nuestro ser (vemos que la sanidad es algo que viene en el tiempo en la
medida en que nos conformamos a Su muerte y resurrección).
La palabra del Señor en Éxodo 15:26 indica que a Sus ojos, los
hijos de Israel estaban enfermos y necesitaban sanidad. De otro modo, el Señor
no hubiera usado el título: “Jehová tu
sanador”. Como lo dijo el Señor Jesús, sólo aquellos que están enfermos
necesitan un médico. El que los hijos de Israel necesitaran
que Jehová fuese su sanador indica que estaban enfermos. En la
actualidad pasa lo mismo con nosotros. En ciertas partes de nuestro ser
interior, seguimos enfermos y necesitamos la sanidad del Señor. Como
mencionamos, el proceso de sanidad
se produce cuando somos tocados por la cruz de Cristo. La única manera de
ser tocados por la cruz consiste en recibir la visión del árbol y en echar este
árbol en el lugar preciso que necesita ser sanado. Si su mente esta amargada, eche el árbol en su mente. Si su actitud hacia cierta persona, cierta cosa
es amarga, eche el árbol en su actitud. Haga eso con cada parte de su ser,
y poco a poco será sanado.
Cada vez que experimentemos la cruz de Cristo, nos daremos cuenta de una manera
más profunda de nuestra necesidad de ser sanados por medio del toque de la
cruz. Debemos identificarnos con la crucifixión de Cristo para aplicar Su cruz
a cada parte de nuestro ser que esté amargada y enferma. Entonces todas estas
partes serán sanadas. De esta manera, cada día y aún a cada
hora, el Señor Jesús llega a ser nuestro sanador.
Cuanto más somos sanados
por el Señor, más tenemos un oído que
escucha Su voz, un corazón que guarda Sus estatutos, y
tenemos la disposición de obedecerle.
Si no somos sanados, permaneceremos rebeldes
en todos los aspectos de nuestro ser. Nuestro
ser natural está constituido de rebeldía, porque el elemento de la misma
está en todas nuestras partes interiores. ¡Cuánto necesitamos ser sanados al ver la cruz y al aplicarla a
nosotros! Debemos ver el árbol sobre el cual Cristo fue crucificado y luego
aplicarlo a cada parte de nuestro ser. Debemos permitir que la cruz de Cristo
llene nuestras partes interiores. Mientras se aplica la cruz a nuestro ser, nuestras partes interiores
serán sanadas y sometidas. Entonces
estas partes escucharán la voz del Señor, obedecerán Su Palabra, y guardarán
Sus estatutos. Como resultado, esas
partes se harán uno con el Señor de una manera práctica. Que todos
experimentemos esta sanidad día tras día.
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