Recogiendo el maná en el desierto |
ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO
MENSAJE TREINTA Y CUATRO
EL CAMBIO DE DIETA
Lectura bíblica: Ex. 16:1-5, 13-31, 35; Nm. 11:1-9, 18-20, 31-34; Jn. 6:27, 31-35, 48-51, 57-58
(Ver completo: http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=2BE706C6)
En varias ocasiones hemos hablado acerca de la dieta egipcia.
Ahora llegamos a un asunto importante: qué es la dieta egipcia y qué
incluye. La dieta egipcia denota todas las cosas
que deseamos en nuestra alimentación a
fin de encontrar satisfacción. Esta dieta puede incluir la televisión, los
deportes, la música, las revistas, los periódicos, u otras formas de
entretenimiento mundano. Algunas personas no pueden vivir sin televisión ni periódicos. Esto indica
que estas cosas forman parte de su dieta egipcia. Otros se alimentan mirando
las vitrinas. Quizás no quieran comprar
nada, pero disfrutan mirando las cosas en las vitrinas. Con estos ejemplos,
podemos comprender que los Estados Unidos es el país que lleva la delantera en
cuanto a la dieta egipcia. En este país, hay un río Nilo moderno que lleva toda
clase de suministro mundano.
Antes de ser salvos, todos nosotros llevábamos una dieta
egipcia. Pero después de ser salvos, debemos cambiar nuestra dieta. Sin embargo, muchos cristianos, después de ser salvos,
siguen viviendo conforme a su antigua dieta. Esto significa que siguen con
hambre y sed por las cosas del mundo.
Algunos pensarán que al hablar de la dieta egipcia estoy hablando
del asunto de amar al mundo. Esta es una manera muy superficial de ver lo que
involucra el cambio de dieta. Aquí el punto es el siguiente: todo lo que deseamos, de lo que tenemos hambre y sed, es la dieta de la
cual se constituye nuestro ser. Aparte de los que están en las
iglesias locales, pocos cristianos han sido reconstituidos por medio de un
cambio de dieta. Me he
hospedado en las casas de muchos cristianos durante mis viajes, y he visto que
el apetito de muchos creyentes sigue enfocado en las cosas de Egipto. Pocos
tienen hambre, y sed genuinas de Cristo.
En el desierto, Dios sólo dio a los hijos de Israel maná. Según
Números 11:6, el pueblo se quejaba: “Y
ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos”. ¡Cuán maravilloso era el hecho de que Dios solamente le dio al pueblo
maná que comer!
Esto indica que Dios no les dio nada más
que Cristo. Le doy gracias al Señor porque muchos santos en la
iglesia no tienen apetito por cosas ajenas a Cristo. Día tras día, muchos
santos en las iglesias solamente tienen hambre de Cristo y sólo de Él. Tenemos sed de Él y
deseamos tener contacto con Él, leer la palabra, invocar Su nombre y leer los
mensajes impresos. Ciertamente el Señor ha cambiado nuestra dieta.
Puedo testificar que dependo del Señor Jesucristo, y no de otra
cosa. Frecuentemente leo un periódico. Pero cuando el periódico se forma parte
de mi dieta, inmediatamente me arrepiento, confieso y le pido al Señor que me
perdone por recurrir a algo que no es El mismo a fin de satisfacer mi deseo.
Cuando tenemos sed y hambre por algo que no es Cristo, estamos equivocados.
Es importante entender correctamente este mensaje. Mi carga no
consiste en amonestar a los santos acerca del amor por el mundo. Sino que
consiste en señalar la necesidad de cambiar nuestra dieta. ¡Que el Señor quite
el deseo y hambre por lo que no es Cristo! Necesitamos vestirnos y tener un
lugar adecuado para morar. Sin embargo, nuestro apetito, nuestro deseo, no
debería enfocarse en estas cosas. Nuestro apetito debe centrarse en Cristo. No
deberíamos buscar satisfacción en la ropa o en una casa mejor. Dios ha cambiado
nuestra dieta de las cosas de Egipto a Cristo solamente.
Esto no significa que debamos vivir como si fuésemos monjes o
monjas. No debemos ser como algunos grupos conservadores, que sólo pueden
vestir ciertos colores. Las hermanas deben vestirse apropiadamente, pero no
deben anhelar vestir a la moda o según algún estilo. Al contrario, deberían
anhelar a Cristo. Todos
debemos decir: “Señor Jesús, Te amo. Quiero respirarte, beberte y comerte.
Señor anhelo celebrarte”. Nuestra hambre, sed, deseo y apetito deben ser por
Cristo como el maná celestial.
Por cuarenta años, Dios sólo les dio a comer maná a los hijos de
Israel. Como ya mencionamos, nadie conoce la esencia ni el elemento del maná.
Sólo sabemos que descendía cada día del cielo. Juan 6 nos revela también que
este maná celestial tipifica a Cristo. Cristo vino de Dios para ser
nuestra dieta. Debemos comerlo, beberlo y respirarlo. Necesitamos un
cambio en nuestra constitución interior,
y no solamente un cambio en nuestro comportamiento
exterior. Si deseamos experimentar este cambio interior, debemos tener un
cambio en nuestro suministro de alimento, ya que ésta es la fuente de nuestra
constitución. Los nutricionistas nos dicen que somos lo que comemos. Los
alimentos que comemos entran en nosotros orgánicamente y llegan a ser nuestra
constitución. Como pueblo de Dios hoy, debemos ser
reconstituidos con Cristo como nuestro elemento. De esta manera, llegaremos a
ser Cristo, en lo que se refiere a nuestra constitución. Mediante el
cambio de dieta, recibimos la esencia celestial que nos reconstituye con Cristo.
Este cambio de constitución por medio de un cambio de dieta es totalmente
distinto de los métodos de mejoramiento propio como se practica en la religión.
I. LA DIETA EGIPCIA
A. Produce egipcios
La dieta egipcia produce egipcios. Por ejemplo, si la gente sólo se dedica a
mirar la televisión, llegan a ser televisión. Del mismo modo, si se entregan a
ciertos deportes o entretenimiento, llegan a estar constituidos con ese deporte
o entretenimiento. Estos ejemplos indican que la dieta egipcia
constituye a la gente con el elemento egipcio y los hace egipcios en
composición.
B. Se ajusta a los
apetitos de la carne
Además, la dieta egipcia se ajusta a los apetitos de la carne
(16:3; Nm. 11:4-5). Todo
lo mundano corresponde al gusto de nuestra carne lujuriosa.
C. Provocó la ira
santa de Dios
El deseo del pueblo por la dieta egipcia provocó la ira santa de
Dios (Nm. 11:1). Él mandó codornices cuando estaba enojado y disgustado.
D. Causa muerte
Finalmente, la dieta egipcia causa muerte (Nm. 11:33-34). El resultado de la dieta egipcia
es siempre muerte espiritual. Por desear todavía las cosas de Egipto, muchos cristianos sufren la
muerte espiritual, al ser heridos por la ira santa de Dios.
II. LA DIETA
CELESTIAL
A. Hace que la
gente llegue a ser celestial
La dieta celestial hace a la gente celestial. En
realidad, esta dieta celestial es Cristo mismo. Él es el alimento, el maná. Por
lo tanto, al comer a
Cristo, llegamos a ser Cristo, es decir, Cristo se convierte en nuestro
constituyente.
B. Cumple el
propósito de Dios
La dieta celestial cumple el propósito de Dios. Los que construyeron el tabernáculo no eran egipcios. Fueron personas con
una constitución celestial. Transcurrieron por lo menos cuatro meses
después de la salida de los hijos de Israel de Egipto, cuando empezaron a
construir el tabernáculo. Durante estos meses, su dieta fue cambiada y su
constitución estaba por lo menos en el proceso de cambiar y de ser remplazada
por el elemento del maná. Al alimentarse del maná, el
pueblo de Dios finalmente se convirtió en maná. Al ser constituidos del maná
pudieron construir el tabernáculo como morada de Dios. Este cuadro
muestra que sólo aquellos
que han sido reconstituidos con Cristo son calificados para edificar a la
iglesia como la morada de Dios hoy en día. Eso es lo que significa decir
que la dieta celestial cumple el propósito de Dios.
El ajo, los puerros, las cebollas, los melones y pepinos sólo
sirven para convertir al pueblo de Dios en egipcios en su constitución. Estas
cosas podían satisfacer sus deseos, pero no les permitía cumplir el propósito
de Dios. A fin de cumplir el propósito de Dios, Su pueblo debía ser
reconstituido con el maná. Esto revela que nuestra constitución debe ser
arreglada nuevamente cuando comemos a Cristo. Cristo debe remplazar la dieta
egipcia. Para la edificación de la iglesia, todos debemos ser reconstituidos
con Cristo. Recuerde que aquellos que construyeron el tabernáculo habían
experimentado un cambio de dieta y comenzaban a ser reconstituidos con el
alimento del maná. Sólo estas personas pueden construir la morada de Dios. De
hecho, después de ser reconstituidos ellos mismos, forman la morada de Dios.
C. Prueba al pueblo
en cuanto a la voluntad de Dios
La dieta celestial nos
prueba también con respecto a la voluntad de Dios y examina donde estamos
(16:4-5, 16-30) ¿Somos uno con Dios e idénticos a Él? Donde nos encontramos
será comprobado por las regulaciones detalladas acerca de la recolección del
maná. Estas regulaciones indican si correspondemos con Dios o no.
D. Mantiene a la
gente viva
a fin de cumplir el propósito de Dios
La vida celestial también mantiene viva a la gente para cumplir Su
propósito (16:35; Jn. 6:57). Mediante la dieta celestial, somos mantenidos
vivos por el beneficio de la morada de Dios, y no para otro propósito.
Es crucial que todos reconozcamos la necesidad de cambiar de
dieta. Debemos preguntarnos de qué cosas tenemos hambre y sed y qué clase de
apetito tenemos. Nuestra dieta debe cambiar y pasar de una dieta egipcia a una
celestial. Debemos dejar las ollas de carne, el pescado, los pepinos, los
melones, las cebollas, el ajo y los puerros para volvernos a Cristo, el único
alimento celestial que Dios suministra. Tener a Cristo como dieta significa que
Él es todo para nosotros. El aún es nuestra televisión,
entretenimiento, música, periódicos y deportes. Todos debemos ser capaces de
testificar que el Señor ha cambiado
nuestra dieta y nos ha hecho pasar de tantas cosas a una sola cosa: el maná
celestial. En un próximo mensaje, veremos las riquezas del maná en
todos sus aspectos. Que el Señor cambie nuestra dieta para que seamos
reconstituidos en Cristo y nos convirtamos en la morada de Dios.
Junto con el cambio de
dieta, necesitamos un cambio de
apetito. Me pregunto si los hijos de Israel experimentaron realmente un cambio
de apetito. Quizás hayan comido el maná simplemente porque se vieron obligados
a hacerlo. No tenían nada más que comer.
El Señor Jesús dijo: “Trabajad,
no por la comida que perece, sino por la comida que en la vida eterna
permanece” (Jn. 6:27). Hoy en día toda la gente del mundo trabaja por la
comida que perece. Esta
comida que perece incluye cosas como la televisión, los deportes, la música y
los entretenimientos. Todas las satisfacciones de esta clase perecerán. Sólo Cristo es la comida que no perece.
Este alimento permanece para vida eterna.
Cuando hablamos de alimentos, nos referimos a algo que tomamos
dentro de nosotros para nuestra satisfacción. Si entendemos este principio, nos
daremos cuenta de que los alimentos mundanos de hoy consisten no solamente de alimentos
físicos, sino también de otras cosas que anhela la gente, incluyendo la
educación, el dinero, las posiciones, la promoción, los deportes y el
entretenimiento. La gente mundana tiene comida
física y comida psicológica pero
no tiene comida espiritual. En lugar
de trabajar por la comida que permanece para la vida eterna, laboran por la
comida que perece.
El Señor Jesús es el verdadero maná. En Juan 6, El indica que
debemos buscarlo y comerlo a Él. No obstante, son pocos los cristianos
que se dan cuenta de la necesidad de cambiar de dieta. Todos los que
han sido regenerados deben cambiar su dieta. Esta la razón por la cual Éxodo 16
es aún más crucial que Éxodo 12. En el capítulo doce, vemos a un pueblo que ha sido redimido,
pero no vemos a un pueblo reconstituido. Ya para el capítulo catorce, el pueblo de Dios había salido
de Egipto, pero Egipto no había salido de ellos. Según su constitución, seguían
siendo egipcios. Por tanto, la intención de Dios era cambiar la
constitución de ellos al cambiar su dieta. Cuando los hijos de Israel
construyeron el tabernáculo, su dieta había cambiado. Probablemente su
constitución también había empezado a cambiar. Cuando estaban construyendo el
tabernáculo, no comieron alimentos egipcios. Al contrario, su dieta consistía
de maná.
Además, después de edificar el tabernáculo, pasaron mucho tiempo
en el cuidado del tabernáculo. Tenían que desmontarlo, llevarlo, y volver a
levantarlo. Durante los años en el desierto, los hijos de Israel no
hicieron otra cosa que comer maná y cuidar el tabernáculo. No se
empeñaron en otra industria ni otras cosas. Eso demuestra que Dios
no les pidió hacer nada, ni aún labrar la tierra. Dios los alimentó
al mandarles maná del cielo. La gente simplemente lo juntó, lo preparó y lo
comió y tomó cuidado del tabernáculo. ¡Qué cuadro más maravilloso es éste!
Al estudiar este cuadro, vemos que Dios sólo desea que
comamos a Cristo y que cuidemos la iglesia, Su morada. No debemos
permitirnos perder interés en estas cosas. Día tras día, simplemente debemos
comer a Cristo y practicar la vida de la iglesia. Estamos aquí por Cristo y la
iglesia, y nada más. Según la opinión de los que están afuera, nosotros en el
recobro del Señor pasamos nuestro tiempo sin hacer nada. Algunos aún nos
condenan porque aparentemente no llevamos a cabo ninguna obra por el Señor. No
obstante, así como los hijos de Israel juntaban cada día el maná y cuidaban la
morada de Dios, nosotros comemos a Cristo cada día y cuidamos la vida de
iglesia apropiada.
NOTA DEL BLOG: Nos complace decir que con toda nuestra experiencia en el Señor confirmó rotundamente este mensaje. Cuando Dios nos llamó nos apartó de los periódicos, revistas, la TV, el fútbol y los deportes, los espectáculos, la literatura, música, y todo entretenimiento (dieta) "egipcio" o mundano, para darnos un solo alimento: COMER A CRISTO, en todos los formatos: Biblia, oración, libros cristianos, casetes cristianas, predicaciones, seminarios, conferencias, ... Todo aquel que quiera obedecer el llamado de Cristo a seguirle radicalmente, más pronto o más tarde, será dirigido a salir de todo esto, así como de su tierra y de su parentela.
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