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martes, 31 de julio de 2012

CAMBIANDO LA DIETA EGIPCIA POR LA DIETA CELESTIAL (E.V. Éxodo, Witness Lee)


Recogiendo el maná en el desierto

ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO

MENSAJE TREINTA Y CUATRO

EL CAMBIO DE DIETA

Lectura bíblica: Ex. 16:1-5, 13-31, 35; Nm. 11:1-9, 18-20, 31-34; Jn. 6:27, 31-35, 48-51, 57-58



En varias ocasiones hemos hablado acerca de la dieta egipcia. Ahora llegamos a un asunto importante: qué es la dieta egipcia y qué incluye. La dieta egipcia denota todas las cosas que deseamos en nuestra alimentación a fin de encontrar satisfacción. Esta dieta puede incluir la televisión, los deportes, la música, las revistas, los periódicos, u otras formas de entretenimiento mundano. Algunas personas no pueden vivir sin televisión ni periódicos. Esto indica que estas cosas forman parte de su dieta egipcia. Otros se alimentan mirando las vitrinas. Quizás no quieran comprar nada, pero disfrutan mirando las cosas en las vitrinas. Con estos ejemplos, podemos comprender que los Estados Unidos es el país que lleva la delantera en cuanto a la dieta egipcia. En este país, hay un río Nilo moderno que lleva toda clase de suministro mundano.
Antes de ser salvos, todos nosotros llevábamos una dieta egipcia. Pero después de ser salvos, debemos cambiar nuestra dieta. Sin embargo, muchos cristianos, después de ser salvos, siguen viviendo conforme a su antigua dieta. Esto significa que siguen con hambre y sed por las cosas del mundo.
Algunos pensarán que al hablar de la dieta egipcia estoy hablando del asunto de amar al mundo. Esta es una manera muy superficial de ver lo que involucra el cambio de dieta. Aquí el punto es el siguiente: todo lo que deseamos, de lo que tenemos hambre y sed, es la dieta de la cual se constituye nuestro ser. Aparte de los que están en las iglesias locales, pocos cristianos han sido reconstituidos por medio de un cambio de dieta. Me he hospedado en las casas de muchos cristianos durante mis viajes, y he visto que el apetito de muchos creyentes sigue enfocado en las cosas de Egipto. Pocos tienen hambre, y sed genuinas de Cristo.
En el desierto, Dios sólo dio a los hijos de Israel maná. Según Números 11:6, el pueblo se quejaba: “Y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos”. ¡Cuán maravilloso era el hecho de que Dios solamente le dio al pueblo maná que comer! Esto indica que Dios no les dio nada más que Cristo. Le doy gracias al Señor porque muchos santos en la iglesia no tienen apetito por cosas ajenas a Cristo. Día tras día, muchos santos en las iglesias solamente tienen hambre de Cristo y sólo de Él. Tenemos sed de Él y deseamos tener contacto con Él, leer la palabra, invocar Su nombre y leer los mensajes impresos. Ciertamente el Señor ha cambiado nuestra dieta.
Puedo testificar que dependo del Señor Jesucristo, y no de otra cosa. Frecuentemente leo un periódico. Pero cuando el periódico se forma parte de mi dieta, inmediatamente me arrepiento, confieso y le pido al Señor que me perdone por recurrir a algo que no es El mismo a fin de satisfacer mi deseo. Cuando tenemos sed y hambre por algo que no es Cristo, estamos equivocados.
Es importante entender correctamente este mensaje. Mi carga no consiste en amonestar a los santos acerca del amor por el mundo. Sino que consiste en señalar la necesidad de cambiar nuestra dieta. ¡Que el Señor quite el deseo y hambre por lo que no es Cristo! Necesitamos vestirnos y tener un lugar adecuado para morar. Sin embargo, nuestro apetito, nuestro deseo, no debería enfocarse en estas cosas. Nuestro apetito debe centrarse en Cristo. No deberíamos buscar satisfacción en la ropa o en una casa mejor. Dios ha cambiado nuestra dieta de las cosas de Egipto a Cristo solamente.
Esto no significa que debamos vivir como si fuésemos monjes o monjas. No debemos ser como algunos grupos conservadores, que sólo pueden vestir ciertos colores. Las hermanas deben vestirse apropiadamente, pero no deben anhelar vestir a la moda o según algún estilo. Al contrario, deberían anhelar a Cristo. Todos debemos decir: “Señor Jesús, Te amo. Quiero respirarte, beberte y comerte. Señor anhelo celebrarte”. Nuestra hambre, sed, deseo y apetito deben ser por Cristo como el maná celestial.
Por cuarenta años, Dios sólo les dio a comer maná a los hijos de Israel. Como ya mencionamos, nadie conoce la esencia ni el elemento del maná. Sólo sabemos que descendía cada día del cielo. Juan 6 nos revela también que este maná celestial tipifica a Cristo. Cristo vino de Dios para ser nuestra dieta. Debemos comerlo, beberlo y respirarlo. Necesitamos un cambio en nuestra constitución interior, y no solamente un cambio en nuestro comportamiento exterior. Si deseamos experimentar este cambio interior, debemos tener un cambio en nuestro suministro de alimento, ya que ésta es la fuente de nuestra constitución. Los nutricionistas nos dicen que somos lo que comemos. Los alimentos que comemos entran en nosotros orgánicamente y llegan a ser nuestra constitución. Como pueblo de Dios hoy, debemos ser reconstituidos con Cristo como nuestro elemento. De esta manera, llegaremos a ser Cristo, en lo que se refiere a nuestra constitución. Mediante el cambio de dieta, recibimos la esencia celestial que nos reconstituye con Cristo. Este cambio de constitución por medio de un cambio de dieta es totalmente distinto de los métodos de mejoramiento propio como se practica en la religión.

I. LA DIETA EGIPCIA

A. Produce egipcios

La dieta egipcia produce egipcios. Por ejemplo, si la gente sólo se dedica a mirar la televisión, llegan a ser televisión. Del mismo modo, si se entregan a ciertos deportes o entretenimiento, llegan a estar constituidos con ese deporte o entretenimiento. Estos ejemplos indican que la dieta egipcia constituye a la gente con el elemento egipcio y los hace egipcios en composición.

B. Se ajusta a los apetitos de la carne

Además, la dieta egipcia se ajusta a los apetitos de la carne (16:3; Nm. 11:4-5). Todo lo mundano corresponde al gusto de nuestra carne lujuriosa.

C. Provocó la ira santa de Dios

El deseo del pueblo por la dieta egipcia provocó la ira santa de Dios (Nm. 11:1). Él mandó codornices cuando estaba enojado y disgustado.

D. Causa muerte

Finalmente, la dieta egipcia causa muerte (Nm. 11:33-34). El resultado de la dieta egipcia es siempre muerte espiritual. Por desear todavía las cosas de Egipto, muchos cristianos sufren la muerte espiritual, al ser heridos por la ira santa de Dios.

II. LA DIETA CELESTIAL

A. Hace que la gente llegue a ser celestial

La dieta celestial hace a la gente celestial. En realidad, esta dieta celestial es Cristo mismo. Él es el alimento, el maná. Por lo tanto, al comer a Cristo, llegamos a ser Cristo, es decir, Cristo se convierte en nuestro constituyente.

B. Cumple el propósito de Dios

La dieta celestial cumple el propósito de Dios. Los que construyeron el tabernáculo no eran egipcios. Fueron personas con una constitución celestial. Transcurrieron por lo menos cuatro meses después de la salida de los hijos de Israel de Egipto, cuando empezaron a construir el tabernáculo. Durante estos meses, su dieta fue cambiada y su constitución estaba por lo menos en el proceso de cambiar y de ser remplazada por el elemento del maná. Al alimentarse del maná, el pueblo de Dios finalmente se convirtió en maná. Al ser constituidos del maná pudieron construir el tabernáculo como morada de Dios. Este cuadro muestra que sólo aquellos que han sido reconstituidos con Cristo son calificados para edificar a la iglesia como la morada de Dios hoy en día. Eso es lo que significa decir que la dieta celestial cumple el propósito de Dios.
El ajo, los puerros, las cebollas, los melones y pepinos sólo sirven para convertir al pueblo de Dios en egipcios en su constitución. Estas cosas podían satisfacer sus deseos, pero no les permitía cumplir el propósito de Dios. A fin de cumplir el propósito de Dios, Su pueblo debía ser reconstituido con el maná. Esto revela que nuestra constitución debe ser arreglada nuevamente cuando comemos a Cristo. Cristo debe remplazar la dieta egipcia. Para la edificación de la iglesia, todos debemos ser reconstituidos con Cristo. Recuerde que aquellos que construyeron el tabernáculo habían experimentado un cambio de dieta y comenzaban a ser reconstituidos con el alimento del maná. Sólo estas personas pueden construir la morada de Dios. De hecho, después de ser reconstituidos ellos mismos, forman la morada de Dios.

C. Prueba al pueblo
en cuanto a la voluntad de Dios

La dieta celestial nos prueba también con respecto a la voluntad de Dios y examina donde estamos (16:4-5, 16-30) ¿Somos uno con Dios e idénticos a Él? Donde nos encontramos será comprobado por las regulaciones detalladas acerca de la recolección del maná. Estas regulaciones indican si correspondemos con Dios o no.

D. Mantiene a la gente viva
a fin de cumplir el propósito de Dios

La vida celestial también mantiene viva a la gente para cumplir Su propósito (16:35; Jn. 6:57). Mediante la dieta celestial, somos mantenidos vivos por el beneficio de la morada de Dios, y no para otro propósito.
Es crucial que todos reconozcamos la necesidad de cambiar de dieta. Debemos preguntarnos de qué cosas tenemos hambre y sed y qué clase de apetito tenemos. Nuestra dieta debe cambiar y pasar de una dieta egipcia a una celestial. Debemos dejar las ollas de carne, el pescado, los pepinos, los melones, las cebollas, el ajo y los puerros para volvernos a Cristo, el único alimento celestial que Dios suministra. Tener a Cristo como dieta significa que Él es todo para nosotros. El aún es nuestra televisión, entretenimiento, música, periódicos y deportes. Todos debemos ser capaces de testificar que el Señor ha cambiado nuestra dieta y nos ha hecho pasar de tantas cosas a una sola cosa: el maná celestial. En un próximo mensaje, veremos las riquezas del maná en todos sus aspectos. Que el Señor cambie nuestra dieta para que seamos reconstituidos en Cristo y nos convirtamos en la morada de Dios.
Junto con el cambio de dieta, necesitamos un cambio de apetito. Me pregunto si los hijos de Israel experimentaron realmente un cambio de apetito. Quizás hayan comido el maná simplemente porque se vieron obligados a hacerlo. No tenían nada más que comer.
El Señor Jesús dijo: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que en la vida eterna permanece” (Jn. 6:27). Hoy en día toda la gente del mundo trabaja por la comida que perece. Esta comida que perece incluye cosas como la televisión, los deportes, la música y los entretenimientos. Todas las satisfacciones de esta clase perecerán. Sólo Cristo es la comida que no perece. Este alimento permanece para vida eterna.
Cuando hablamos de alimentos, nos referimos a algo que tomamos dentro de nosotros para nuestra satisfacción. Si entendemos este principio, nos daremos cuenta de que los alimentos mundanos de hoy consisten no solamente de alimentos físicos, sino también de otras cosas que anhela la gente, incluyendo la educación, el dinero, las posiciones, la promoción, los deportes y el entretenimiento. La gente mundana tiene comida física y comida psicológica pero no tiene comida espiritual. En lugar de trabajar por la comida que permanece para la vida eterna, laboran por la comida que perece.
El Señor Jesús es el verdadero maná. En Juan 6, El indica que debemos buscarlo y comerlo a Él. No obstante, son pocos los cristianos que se dan cuenta de la necesidad de cambiar de dieta. Todos los que han sido regenerados deben cambiar su dieta. Esta la razón por la cual Éxodo 16 es aún más crucial que Éxodo 12. En el capítulo doce, vemos a un pueblo que ha sido redimido, pero no vemos a un pueblo reconstituido. Ya para el capítulo catorce, el pueblo de Dios había salido de Egipto, pero Egipto no había salido de ellos. Según su constitución, seguían siendo egipcios. Por tanto, la intención de Dios era cambiar la constitución de ellos al cambiar su dieta. Cuando los hijos de Israel construyeron el tabernáculo, su dieta había cambiado. Probablemente su constitución también había empezado a cambiar. Cuando estaban construyendo el tabernáculo, no comieron alimentos egipcios. Al contrario, su dieta consistía de maná.
Además, después de edificar el tabernáculo, pasaron mucho tiempo en el cuidado del tabernáculo. Tenían que desmontarlo, llevarlo, y volver a levantarlo. Durante los años en el desierto, los hijos de Israel no hicieron otra cosa que comer maná y cuidar el tabernáculo. No se empeñaron en otra industria ni otras cosas. Eso demuestra que Dios no les pidió hacer nada, ni aún labrar la tierra. Dios los alimentó al mandarles maná del cielo. La gente simplemente lo juntó, lo preparó y lo comió y tomó cuidado del tabernáculo. ¡Qué cuadro más maravilloso es éste!
Al estudiar este cuadro, vemos que Dios sólo desea que comamos a Cristo y que cuidemos la iglesia, Su morada. No debemos permitirnos perder interés en estas cosas. Día tras día, simplemente debemos comer a Cristo y practicar la vida de la iglesia. Estamos aquí por Cristo y la iglesia, y nada más. Según la opinión de los que están afuera, nosotros en el recobro del Señor pasamos nuestro tiempo sin hacer nada. Algunos aún nos condenan porque aparentemente no llevamos a cabo ninguna obra por el Señor. No obstante, así como los hijos de Israel juntaban cada día el maná y cuidaban la morada de Dios, nosotros comemos a Cristo cada día y cuidamos la vida de iglesia apropiada.

NOTA DEL BLOG: Nos complace decir que con toda nuestra experiencia en el  Señor confirmó rotundamente este mensaje. Cuando Dios nos llamó nos apartó de los periódicos, revistas, la TV, el fútbol y los deportes, los espectáculos, la literatura, música, y todo entretenimiento (dieta) "egipcio" o mundano, para darnos un solo alimento: COMER A CRISTO, en todos los formatos: Biblia, oración, libros cristianos, casetes cristianas, predicaciones, seminarios, conferencias, ...  Todo aquel que quiera obedecer el llamado de Cristo a seguirle radicalmente, más pronto o más tarde, será dirigido a salir de todo esto, así como de su tierra y de su parentela.

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