EL HOMBRE TIENE EL DERECHO DE PARTICIPAR DE DIOS COMO LA FUENTE DE VIDA POR MEDIO DE LA REDENCIÓN DE CRISTO
La redención de Cristo satisface el requisito de la gloria, la santidad y la justicia de Dios. El Señor Jesús murió por nosotros para satisfacer los requisitos de Dios. Cristo nos redimió y nos restauró a nuestra posición original para que podamos entrar en Dios y disfrutarlo como nuestra vida. Puesto que la redención de Cristo todavía no se había realizado en el Antiguo Testamento, Dios usó la expiación, la cual era efectuada con los sacrificios de animales. La expiación del Antiguo Testamento tipificó la redención de Cristo que se ve en el Nuevo Testamento. La sangre del sacrificio ofrecido a Dios por los pecados de los israelitas en el Día de la Expiación era introducida en el Lugar Santísimo y rociada sobre la tapa del Arca (Lv.16:14-15). Dentro del Arca, bajo su cubierta, estaban las dos tablas de los Diez Mandamientos. Estos mandamientos imponían al hombre ciertas exigencias delante de Dios, pero la sangre del novillo cubría las exigencias de estos mandamientos. Como resultado, Dios solo podía ver la sangre que cubría y no los Diez Mandamientos. La situación problemática entre el hombre y Dios estaba cubierta, es decir, expiada. El resultado de esta situación era la paz. Sobre la cubierta expiatoria, sobre la tapa del Arca, Dios y el hombre podian reunirse en paz. La expiación que se ve en el Antiguo Testamento señala hacia la redención de Cristo, la cual El realizó en el Nuevo Testamento. Ahora, bajo esta redención tenemos el pleno derecho de entrar en Dios y tomarle como nuestra vida.
EL HOMBRE ES PUESTO FRENTE AL ÁRBOL DE LA VIDA
Dios puso al hombre frente al árbol de la vida (Gn.2:8-9). El hombre creado por Dios fue perfecto y completo, pues tenía cuerpo y espíritu con alma. Dios puso a este hombre completo y perfecto frente al árbol de la vida.
En la Biblia el árbol de la vida se menciona en Génesis 2, y pasa por la Biblia hasta el final, hasta Apocalipsis 22. Entre los dos extremos de la Bilbia, en Apocalipsis 2:7 el Señor prometió a los vencedores que les daría a comer del árbol de la vida. Para descubrir que es el árbol de la vida, necesitamos leer la Bilblia, empezando en Genesis 2, luego llegaremos a Salmos 36:9 que dice: "Porque contigo está la fuente de la vida". Según este versículo, Dios es la fuente de la vida. El árbol de la vida tiene que estar relacionado con la vida, por tanto Dios es la fuente, el origen de la vida. Después de leer más, llegamos al Nuevo Testamento. En Juan 1:4 leemos: "En El estaba la vida". La palabra El de este versículo se refiere al Verbo encontrado en el versículo 1, quién es Dios mismo. En el Verbo, quién es Dios, está la vida. En Juán 14:6 El vino y nos dijo: "Yo soy....la vida", y en Juan 15:1 El dijo "Yo soy la vid verdadera". Una vid es un árbol. Si ponemos estos dos asuntos juntos, la vida y el árbol, tenemos el árbol de la vida. ¿Quién es el árbol de la vida? El árbol de la vida es el el Dios Triuno, corporificado en Cristo Jesús (el Verbo encarnado). Cristo como la corporificación del Dios Triuno es la vida que esta en la vid (figura de Cristo). Por tanto, Cristo es el árbol de la vida.
En resumen , el árbol de la vida visto en la Biblia es una figura que representa al Dios Triuno corporificado en Cristo para ser la sustancia misma de la vida divina. Este árbol es bueno para que el hombre lo tome y lo coma (Gn 2:16; Jn.6;57b) a fin de ser constituido con Dios quién es el constituyente de la vida. Por tanto, el hombre y Dios son unidos orgánicamente y viven juntos como una sola persona (Jn.15:5;14:4-5; Fi. 1:20-21a; Ga. 2:20). Colosenses 3:4 dice que Cristo es nuestra vida. Por tanto, debemos recibirlo a El, quién es nuestro suministro de vida, quién es la misma sustancia de la vida divina, una vida en la cual podemos tener la victoria, ser vencedores y estar tan elevados que incluso podemos reinar en Su vida eterna (Ro.5:17). Podemos ser los reyes en la vida eterna. Con el tiempo, seremos correyes junto con Cristo en el reino milenario (Ap.3:21; 20:24).
Fuimos salvos en Dios para ser regenerados por El, para así ser Sus hijos y miembros del Cuerpo de Cristo. Sin embargo, debemos preguntarnos si vivimos a Dios o no. Tenemos una provisión maravillosa. Dios nos proveyó un cuerpo, un alma y espíritu (1Ts.5:23), que nos capacitan para vivir como hombres para adorar a Dios, recibir a Dios y contener a Dios a fin de vivir a Dios y expresarle. Aun después de ser salvos por Dios, tal vez no le vivamos. Quizás seamos caballeros, hombres rectos, pero no podamos decir: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí" (Gá.2:20).
Debemos conducirnos, andar, vivir y hacerlo todo en esta unión orgánica. No debe ser yo sino Cristo; no debe ser yo por mi propia cuenta, sino yo con Dios, unidos y compenetrados para ser una sola persona, Dios y yo viviendo una sola vida, la vida divina (Gá. 2:20).
Que Dios los bendiga y que Su gracia este con vds.
En Cristo, Hno. José Luis Bruña.
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