(ESTUDIO-VIDA DE APOCALIPSIS
MENSAJE DIECISÉIS
LA IGLESIA EN LAODICEA:
CENAR CON EL SEÑOR Y SENTARSE EN SU TRONO.
Los resaltados no son del autor.
http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=%24%23%5C%3B%29_%40%20%20%0A)
III. EL CONSEJO DEL SEÑOR
En
el versículo 18 vemos el consejo que el Señor da a la Iglesia en
Laodicea: “Yo te aconsejo que de Mí compres oro refinado
en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y
que no se manifieste la vergüenza de tu desnudez; y colirio con que
ungir tus ojos, para que veas”.
Para comprar se requiere pagar un precio. La iglesia recobrada
que luego se degradó, debe pagar un precio por el oro, las
vestiduras blancas y el colirio, los cuales necesita
desesperadamente. Después de tener contacto con las Asambleas de los
Hermanos, comprendí que probablemente ninguno de ellos entendía lo
que significa pagar un precio. Quizás nunca oyeron que deben de
pagar cierto precio para poder experimentar las riquezas de Cristo.
Ellos tienen conocimiento y doctrina, pero no saben cómo pagar el
precio. Saben cómo aprender, pero no saben cómo comprar.
Tienen ciertas “verdades”, pero no conocen el costo de
experimentar las riquezas de Cristo.
A. Comprar oro refinado en fuego
Primeramente,
el Señor aconseja a la Iglesia en Laodicea que compre “oro
refinado en fuego”. En la Biblia nuestra fe activa y
operante (Gál. 5: 6) es comparada con el oro (1ª Pd. 1: 7), y la naturaleza divina, la divinidad de Cristo, es
tipificada por el oro (Éx. 25: 11). Por la fe
participamos de la naturaleza de Dios (2ª Pd. 1: 1, 4-5). La
iglesia recobrada que llegó a degradarse tiene el conocimiento de
las doctrinas referentes a Cristo, pero no tiene suficiente fe
viviente como para participar del elemento divino de Cristo. Ella
tiene que pagar el precio necesario para obtener la fe de oro
a través de pruebas de fuego, a fin de participar del oro
verdadero, el cual es Cristo mismo como el elemento de vida para su
Cuerpo. Así ella puede llegar a ser un candelero de oro puro (1: 20)
para la edificación de la Nueva Jerusalén, la ciudad de oro
(21: 18).
Si
experimentamos esto, comprenderemos que las tres cosas que
el Señor aconseja a la Iglesia en Laodicea —que compre oro,
vestiduras blancas y colirio— son el Señor mismo. Como ya
vimos en tipología, o en el lenguaje bíblico, el oro
representa dos cosas: la naturaleza de Dios y la fe viva, por la cual
valoramos y obtenemos la naturaleza divina. Estas dos cosas están
combinadas. Si no tenemos la fe viva para apreciar y aplicar la
naturaleza divina, nunca será nuestra. La naturaleza divina
solamente puede llegar a ser nuestro disfrute a través de nuestra fe
viva. Cristo es la corporificación de la naturaleza divina,
y también es nuestra fe viva. Si tenemos fe, podemos participar
de la naturaleza divina. Esto significa que debemos tener a
Cristo. Tenemos que pagar el precio y decirle al Señor:
“Señor, tengo mucho conocimiento de las verdades de la Biblia, pero reconozco que no tengo mucho de Ti. Señor, prefiero tenerte a Ti, que tener simple y vano conocimiento. Señor, Tú eres el verdadero oro, la corporificación de la naturaleza divina. Para poder valorar y aplicar esta naturaleza, necesito una fe viva. Señor, todavía no tengo esa fe, pero acudo a Ti. Te pido que seas mi fe viva. Quiero que Tú seas la fe por la cual vivo, la fe del Hijo de Dios” (Gá. 2: 20).
Si usted le dice esto al Señor, inmediatamente Él le
dirá: “Muy bien, si quieres obtenerme, debes pagar el precio. Hay
ciertas cosas que quiero que abandones porque te estorban y te
impiden disfrutarme”. Abandonar estas cosas es pagar
el precio. Muchos de nosotros hemos experimentado
al Señor de esta manera. Frecuentemente el Señor ha dicho:
“Heme aquí. ¿Me quieres a Mí, o quieres otras cosas? Si quieres retener las otras cosas, entonces me alejaré. Tus manos están llenas. Debes abandonar lo que tienes en ellas; vacía tus manos y luego aférrate a Mí. Entonces Yo seré tu deleite”.
Solamente
cuando pagamos el precio podemos ganar a Cristo.
Considere
lo que dice el apóstol Pablo en Filipenses 3: 8: “Y
ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la
excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del
cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”.
A Pablo no le quedaba nada excepto Cristo. No escatimó nada por
Cristo, y pagó el precio completo. Dio todo lo que tenía
para ganar a Cristo. Hoy nosotros debemos tener el mismo sentir y
pagar el precio que sea necesario, aun nuestras vidas, a fin de ganar
a Cristo.
Nunca
podemos separar la fe viviente de la naturaleza divina. Aunque
doctrinalmente esto es difícil de explicar, sabemos por experiencia
que cuando tenemos una fe viva, disfrutamos la naturaleza divina. Y
cuando estamos en la naturaleza divina, indudablemente tenemos esta
fe viviente. Así que estas dos cosas están combinadas y ambas están
representadas por el oro. La Iglesia en Laodicea necesita
este oro, es decir, la naturaleza divina aplicada,
experimentada, por la fe viva, la cual es Cristo mismo. Si
queremos obtener esto, tenemos que pagar el precio.
B. Comprar del Señor vestiduras blancas
En
segundo lugar, el Señor aconsejó a la Iglesia en Laodicea que
comprara “vestiduras
blancas” para que
se cubriera y no quedara al descubierto la vergüenza de su desnudez.
En tipología, las vestiduras representan la conducta.
Aquí “vestiduras
blancas” se
refiere a una conducta aprobada por
el Señor, en la cual el mismo Señor es expresado en
la vida de Iglesia, la cual la iglesia recobrada que se degradó,
necesita para cubrir su desnudez.
Como dijimos en el mensaje catorce,
esas vestiduras blancas no representan a Cristo como
la justicia objetiva que
nos justifica. Estas vestiduras son nuestra justicia subjetiva,
que consiste en que Cristo sea expresado desde
nuestro interior en nuestra vida. El Cristo que manifestamos en
nuestra vida será nuestra segunda vestidura, la cual nos hará
aparecer aprobados ante el Señor. Esto no se refiere necesariamente
a ser salvos, sino a ser escogidos.
Todos
necesitamos este segundo vestido (todos
nosotros recibimos a Cristo como nuestra justicia objetiva,
que nos cubre como un manto. Esto nos justifica delante de Dios. Pero, después de ser justificados en Cristo, debemos vivir a Cristo y
emanarlo, para que Él sea nuestra justicia subjetiva, como otro
manto espléndido que
cubre nuestro andar diario.
La iglesia recobrada que luego se degradó está desnuda, debido a la
carencia de experimentar subjetivamente a
Cristo. El vano conocimiento doctrinal se desvanece ante los ojos
flameantes del Señor, dejando expuestos y desnudos a los que se
aferran a dicho conocimiento. Solamente el Cristo
que experimentamos puede
cubrirnos ante sus ojos de juicio).
Cuando tenemos una fe viva y participamos de la naturaleza divina,
ésta llega a ser nuestro modo de vivir. Este vivir es Cristo
manifestado en nuestro vivir, y
ésta es la segunda vestidura,
la cual nos califica y nos hace aptos para ser aprobados por
Cristo. Este vestido cubrirá nuestra desnudez. Es cierto que todos
nosotros fuimos justificados y cubiertos por el primer vestido, el
mejor vestido que le pusieron al hijo pródigo en Lucas
15 (Administrador:
Por ser HIJO,
aunque desobediente, el hijo pródigo ya había sido justificado
antes de abandonar la casa. Al regresar lo que recibe es el
vestido recamado o real, para
entrar a la fiesta, a la BODA).
Pero después de ser justificados, debemos amar al Señor, ser
fervientes y estar entregados por entero a Él. Si somos esta clase de
cristianos, tendremos la fe viva que nos permite participar de la
rica naturaleza divina, la cual vendrá a ser Cristo
manifestado desde
nuestro interior, como el segundo vestido que cubre nuestra
desnudez.
Si
usted, después de ser justificado, no ama y vive con el
Señor y para El, está desnudo. Esto es difícil de explicar
doctrinalmente, pero por experiencia todos comprendemos que un
hermano que no ama al Señor ni vive por Él, está desnudo y en una
situación vergonzosa. No tiene al Cristo precioso ni está cubierto
por Él. Dicho hermano cree en Cristo y le pertenece a Él, pero
no lo ama ni vive para Él, y está desnudo ante los creyentes y ante
el Señor. No tiene a Cristo como su
vestido hermoso. Debemos pagar el precio por
el segundo vestido, el Cristo manifestado en nuestro
ser. Este es el Cristo subjetivo, el mismo Cristo que
experimentamos subjetivamente. No trate de entender esto con su
mente. Compruebe en su experiencia lo que estoy compartiendo. Aunque
esto es extraño para su mente, es claro para su espíritu y en su
experiencia. Usted ha experimentado y puede testificar que, por
un lado, tal vez tenga la certeza de haber sido justificado, pero por
otro, tiene la sensación de estar desnudo. Indudablemente como hijo
de Dios, usted fue justificado, redimido, salvo, regenerado y es
miembro de Cristo. Pero por otra parte, se siente desnudo, y que
Cristo no es manifestado en su vida como la
vestidura hermosa. Interiormente
se condena por esto.
Si usted compara este mensaje con su
experiencia, podrá ver que es cierto. Así que todos debemos pagar
el precio, y decirle al Señor:
“Señor, sea cual fuere, pagaré el precio por manifestarte desde mi ser interno. Señor, quiero tenerte a Ti como mi vivir. No quiero portarme bien, corregir mi conducta, ni mejorarme a mí mismo. Quiero que Tú vivas por mí. Día tras día, quiero que vivas en mí para que seas la vida que expreso. Señor, sé no solamente mi vida interior, sino también mi conducta”.
Si usted ora de esta manera al Señor, Él lo cubrirá externamente;
será su segunda vestidura, y usted será aprobado y
escogido por Él. No es necesario esperar hasta mañana. Hoy
usted puede tener la certeza de que ha sido aprobado y escogido. Por
consiguiente, cuando llegue ese día, con seguridad Él dirá:
“¡Bien hecho! Ven conmigo a disfrutar tu porción y a pelear a Mi lado en contra del ejército del anticristo”.
C. Comprar ungüento del Señor
En
tercer lugar, el Señor aconseja a la Iglesia en Laodicea que compre
ungüento (colirio) y unja sus ojos para que vea. El “ungüento”
que necesita para “ungir” sus ojos debe de referirse al Espíritu
que unge (1ª Jn. 2: 27), quien es el Señor mismo como
el Espíritu vivificante (1ª Co. 15: 45). La Iglesia recobrada
que luego se degradó necesita este ungüento para ser sanada de su
ceguera, debido a que se distrajo con el conocimiento muerto de la
letra. Debe pagar el precio para comprar los tres artículos que el
Señor le aconseja que compre.
Ya dijimos que el ungüento es
el Espíritu que unge. El discernimiento
espiritual siempre está relacionado con el Espíritu.
No necesitamos más conocimiento sino más Espíritu. No necesitamos
muchas doctrinas, sino más unción del Espíritu en nuestros ojos y
en lo profundo de nuestro ser, a fin de que tengamos discernimiento
para distinguir las cosas por dentro.
Con este colirio, este ungüento, es posible que tengamos previsión y
un profundo entendimiento para ver las
cosas a fondo. Entonces podremos decir:
“Señor Jesús, ahora veo qué tesoro eres, estoy dispuesto a pagar cualquier precio”.
Supongamos que el precio de un objeto en una tienda es de
mil dólares. Si este objeto es un diamante que cuesta cinco mil
dólares, usted no pensaría que mil dólares es mucho. Al contrario,
pensaría que es un precio muy bajo. ¿Por qué hay tantos
cristianos que no quieren pagar el precio por Cristo? Porque no ven
qué gran tesoro es Él. Pero una vez que nuestros ojos sean
ungidos con el colirio divino y espiritual, diremos:
“Cualquier precio que pague por Cristo es poco. El precio es demasiado bajo. Mi persona, mi futuro y mi vida entera no valen nada. En realidad no pago nada por ganar a Cristo, el cual es todo”.
Para ver esto
necesitamos colirio.
Ahora podemos comprender que el oro, las
vestiduras y el colirio son Cristo. Cristo lo es todo. Lo
que necesitamos hoy es a Cristo.
Es
cierto que el Señor nos ha dado mucha luz en su recobro. Sin
embargo, nuestra intención no es impartir conocimiento. Nuestra
intención en estos mensajes es ayudar al pueblo del Señor a que sea
iluminado y vea el valor y el incalculable precio de Cristo,
para que, con este discernimiento, esté dispuesto a pagar cualquier
precio para ganar a Cristo. Para mí vale la pena sacrificar
mi familia, mi futuro, mi destino y mi vida entera por Cristo. Si
pago todo esto, el precio sigue siendo muy bajo. Pablo dijo que él
contaba todas las cosas como pérdida por Cristo, y para él no eran
más que basura, y estiércol (Fil. 3: 8). En la vida de iglesia que
tenemos en el recobro del Señor no estamos interesados en doctrinas
ni en “verdades”. Solo nos interesan las riquezas de Cristo. En
todos estos mensajes no estamos impartiendo vanas doctrinas. La meta
de estos mensajes es ministrar ungüento a fin de que los ojos del
pueblo sean ungidos para que vea cuán precioso es Cristo y para que
sea atraído a Él. La Iglesia degradada no necesita
doctrinas, sino colirio. Necesita revelación, visión,
y mucha gracia.
IV. EL SEÑOR REPRENDE Y DISCIPLINA
En
el versículo 19 el Señor dice: “Yo reprendo y disciplino a
todos los que amo”. Si la iglesia degradada está dispuesta a
recibir la reprensión del Señor en amor, Éste abrirá sus
ojos. Pero tal vez el orgullo de ella le impida recibir esta
reprensión. Cuando nos volvemos tibios y nos sentimos
reprendidos por el Señor, necesitamos acudir a Él en busca de su
misericordia, para poder ser humildes y recibir su reprensión en
amor. Esto puede traer el remedio apropiado para la iglesia
degradada.
La disciplina es
un paso más avanzado que da el Señor en su relación con
la iglesia degradada, después que la ha reprendido. Si
ella recibe la corrección del
Señor, tal vez no sea necesario que El la castigue.
El Señor la disciplina con amor.
V. EL MANDATO DEL SEÑOR
En
el versículo 19 el Señor le dijo a la Iglesia en Laodicea: “Sé,
pues, celoso, y arrepiéntete”. El conocimiento
muerto ha hecho que la Iglesia degradada sea tibia. Ella
necesita ser ferviente y abandonar la muerte y la frialdad
del conocimiento, y necesita romper las ataduras de sus
formalismos doctrinales. Necesita estar ardiendo y salir de
la muerte en que se halla sumergida con doctrinas
inertes. Debe amar al Señor y pagar el precio que sea necesario
para ganarlo a Él, hasta el punto de sacrificar las
“doctrinas”. Una iglesia tibia necesita estar caliente y
estar ardiendo cueste lo que cueste; necesita arrepentirse de su
tibieza, y dejar de estar orgullosa de su conocimiento. Ella ha
valorado mucho su conocimiento muerto. Necesita depreciar
su conocimiento y arrepentirse de estar satisfecha con la vanidad del
conocimiento y de no buscar la realidad de Cristo.
VI. LA PROMESA QUE EL SEÑOR HACE AL QUE VENZA
En
los versículos del 20 al 21 vemos la promesa que el Señor hace al
que venza:
“He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venza, le daré que se siente conmigo en mi trono, como Yo también he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.
Vencer en estas siete epístolas no
significa vencer nuestras debilidades y los pecados que nos asedian,
sino vencer la condición caída de las iglesias que se desviaron. En
la epístola a Laodicea vencer significa vencer la tibieza y el
orgullo de la Iglesia recobrada que cayó en degradación, pagar el
precio para comprar lo necesario, y abrir la puerta para que el Señor
pueda entrar.
A. El Señor entra
En
el versículo 20 el Señor dice que si alguien oye su voz y abre la
puerta, entrará a él. Como dijimos, el Señor llama a la puerta, o
sea que Él está fuera de la Iglesia
degradada. Aunque esta puerta es la puerta de la iglesia,
no de individuos, es abierta por los creyentes
individualmente. El Señor llama a toda la Iglesia, pero
la aceptación del llamamiento del Señor debe ser un
asunto personal. El llamamiento del
Señor es objetivo, pero la aceptación de
los creyentes debe ser subjetiva. Si oímos el
llamado que el Señor hace a la Iglesia y abrimos la puerta a nivel
individual, el Señor entrará en nosotros, y Su
presencia será nuestra
porción.
B. Cenar con el Señor
En
el versículo 20 el Señor también dice que después de entrar en el
que abra la puerta, cenará con él. En el griego, la
palabra “cenar” se refiere a la
principal comida del día, tomada por la tarde. Cenar no se
refiere simplemente a comer algo, sino a comer de la
abundancia de un banquete. Esto tal vez se refiera al hecho de
que los hijos de Israel comieron del rico producto de la buena
tierra de Canaán (Jos. 5: 10-12). La cena prometida
aquí no se celebrará solamente en el futuro; también hoy podemos
participar de ella. Si usted es un Vencedor, cuando el Señor venga
en su Reino, usted tendrá el privilegio especial de cenar con Él.
Sin embargo, antes de que llegue ese día, puede cenar con Él. Muchos
cristianos usan el versículo 20, sin mucha exactitud, para predicar el
evangelio. Les dicen a los pecadores que Cristo llama a la puerta de
su corazón y que si abren la puerta, Él entrará. Eso es todo lo
que dicen. ¿Ha oído usted alguna vez un mensaje en el que se le
dice que si abre la puerta, Cristo entrará a usted y cenará con
usted?
Si
tenemos una vista panorámica de las siete epístolas de Apocalipsis
2 y 3, veremos que el Señor realza el comerlo a Él,
el tomarlo a Él como nuestro suministro de vida, para
que crezcamos, seamos transformados y seamos iguales a Él. Esto
radica exclusivamente en comer a Jesús como el árbol
de la vida, como el maná y
como la principal comida del día. El
Señor da énfasis al hecho de que le comamos, y al mismo
tiempo repudia cuatro clases de enseñanzas: la enseñanza de Balaam
(2: 14), la de los nicolaítas (2: 15), la de Jezabel (2: 20), y la de
las profundidades de Satanás (2: 24). Si usted no puede distinguir
entre el dinero falsificado y el verdadero, más le vale no aceptar
ninguno; solo acepte el oro genuino. De igual modo, es mejor no
aceptar enseñanzas, sino solamente recibir al Cristo viviente.
En
el Antiguo Testamento vemos tres niveles de comer a Cristo: el árbol
de la vida que estaba en el huerto, el maná que
fue dado en el desierto, y el rico producto de
la buena tierra.
Nosotros hemos participado de estos tres
niveles. Fuimos creados en el huerto. Luego, debido a la caída,
nos hallamos en Egipto. Después de ser salvos, salimos del
mundo y comenzamos nuestro camino al encuentro del Señor. En nuestro
viaje hacia el Señor estuvimos en el desierto donde
se nos dio maná. Recuerde que la promesa del maná escondido fue
dada a los que vencieran en la iglesia mundana, representada por
Pérgamo, la iglesia que había regresado a Egipto. En Egipto no
había maná; solamente se dio en el desierto, y el maná
escondido solo estaba en el Lugar Santísimo.
La Iglesia en Pérgamo se volvió mundana, regresó a Egipto, donde no
hay maná. Si queremos comer maná, ya sea en público o en
secreto, tenemos que salir de Egipto. Debemos escapar del lugar donde
Satanás mora y donde está su trono y salir al desierto, donde
podemos comer del maná visible, y luego podemos ir al Lugar
Santísimo y zambullirnos en el arca para comer el maná
escondido. Parece que las siete epístolas de Apocalipsis nos
conducen a la buena tierra, la cual es Cristo. Aquí en
la buena tierra Cristo es nuestro banquete.
Durante las fiestas
anuales, los hijos de Israel tenían un banquete con Dios y Él con
ellos. En tipología esto puede ser la promesa a los Vencedores de
Laodicea. La promesa que hace el Señor de cenar con todo aquel
que le abra la puerta puede implicar la idea de disfrutar el rico
producto de la buena tierra de Canaán, del cual participaba Israel
durante las fiestas anuales. Por consiguiente, la epístola a la Iglesia en Éfeso menciona el comer del árbol de la
vida; la epístola a la Iglesia en Pérgamo se refiere
a comer del maná escondido fuera del mundo; y la epístola
a la Iglesia en Laodicea alude a deleitarse en el rico
producto de la buena tierra de Canaán en el tiempo de las
fiestas anuales. Siempre que los israelitas celebraban una fiesta,
comían con Dios, ofreciéndole lo que ellos comían y permitiendo
que Dios comiese con ellos. De la misma manera, el Señor dice que Él
cenará con nosotros, y nosotros con Él. Si tenemos esta visión,
entonces sabremos lo que debemos recalcar hoy.
No
estamos interesados en enseñanzas, sino en disfrutar a Cristo como
el árbol de la vida, como el maná, y como el rico producto de la
buena tierra.
Nota del administrador:
Nos parece que es necesario hacer una distinción entre el maná y el maná escondido. El maná simple o externo, caía frente a las tiendas en el desierto, simbolizando la lectura externa de la Palabra, propio de la Edad Pentecostal o del Desierto. El maná escondido o interno fue guardado en el Arca en el Lugar Santísimo y tipifica la Palabra Viviente (Cristo); esto simboliza la guía subjetiva de los que han aprendido a andar en el Espíritu-espíritu (Arca), en los que Cristo ha sido formado, que es el estado propio de la Edad de Tabernáculos, tipificada por el Lugar Santísimo y, por tanto, equivalente al rico producto de la Tierra, que es Cristo formado en nosotros, nuestro Todo.
Según esto tendríamos: Pascua-Árbol de la Vida; Pentecostés-maná; Tabernáculos-mana escondido o rico producto de la Tierra.
Muchas gracias Fernando. Me alegra mucho que así fuera. Bendiciones en el Amado. Páselo bien.
ResponderEliminarGracias me ha levantado.
ResponderEliminar¡Qué bueno es el Señor! ¿No es así? Nos alegramos por ello.
EliminarResonó muy profundamente el amor inmerecido del Padre a mi vida, este artículo es verdaderamente una perla preciosa.
ResponderEliminar¡Gracias por contarlo Wilmer!
ResponderEliminarfue de gran bendicion esta palabra de Dios, hace días vengo soñando en varias oportunidades que salgo de la iglesia y me falta ropa, me veo vestida siempre en la mitad y la otra parte desnuda. Con este estudio biblico he reconocido el mensaje de Dios para mi vida. Gracias Que el señor les bendiga grandemente, y la paz de Cristo tome nuestros corazones. Dios les bendiga.
ResponderEliminarEs de gran gozo para nosotros saber que nuestro trabajo en el Señor no es en vano. ¡Gracias por contarlo querida anónima!
EliminarGracias por tan hermosa enseñanza! Lo explica de una manera tan clara y eso me ayuda bastante. Dios lo bendiga mucho!
ResponderEliminarGracias por dejar testimonio de ello!!!
EliminarGracias fue de gran bendición esta enseñanza ya que en ovaciones he soñado desnudo me identifico con la enseñanza ¡¡¡no fue casualidad encontrarla gracias
ResponderEliminarEn ocasiones me he
ResponderEliminarGracias fue de gran bendición esta enseñanza ya que en ovaciones he soñado desnudo me identifico con la enseñanza ¡¡¡no fue casualidad encontrarla gracias
ResponderEliminar¡Gracias por el aporte!
EliminarHermosa explicación ❤️me ayudó a entender muchas cosas Dios te bendiga grandemente 🙏
ResponderEliminarGracias por su notificación. Nos alegramos con usted. Bendiciones.
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