(Tomado del: ESTUDIO-VIDA DE APOCALIPSIS-MENSAJE CATORCE-LA IGLESIA EN SARDIS: VESTIDA DE VESTIDURAS BLANCAS, Y EL SEÑOR CONFIESA SU NOMBRE; Los resaltados no son del autor. Véase estudio completo en: http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=%24%28NTMU0%20%20%0A)
VI. LA PROMESA AL QUE VENZA
Si lee el contexto de Apocalipsis 2 y 3, verá que todas las promesas que el Señor hace en estas siete epístolas, en realidad se refieren al reino venidero. Nunca se refieren a la eternidad, que es nuestro destino eterno, sino a nuestro futuro en el reino venidero. Este es el principio básico que determina el significado de todas las promesas que aparecen en las siete epístolas.
En el versículo 4 el Señor promete que los que no hayan manchado sus vestiduras, andarán con El en vestiduras blancas. ¿Cuándo sucederá esto? En el día de las bodas de Cristo, que durará mil años. Andar con el Señor en vestiduras blancas significa andar con El durante esos mil años. En principio esto también se puede aplicar a nuestra vida diaria con el Señor.
En el versículo 5 el Señor dice: “El que venza será vestido de vestiduras blancas; y nunca borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de Mi Padre, y delante de Sus ángeles”. Aquí vencer se refiere a vencer la muerte que prevalece en las iglesias protestantes, es decir, vencer al protestantismo muerto. Todo el versículo 5 es la promesa que el Señor hace a los vencedores. Esto se cumplirá en el reino milenario después de Su venida.
A. Ser vestido de vestiduras blancas
y andar con el Señor
Primeramente el Señor promete al que venza que será “vestido de vestiduras blancas”. Ser vestido de vestiduras blancas, como se promete aquí, será un premio para los vencedores en el reino milenario. Aquello en lo que han andado en esta era será el premio que recibirán en la era venidera. Todo cristiano necesita dos vestiduras. La primera es la vestidura por la cual somos justificados y salvos, que representa al Cristo que recibimos, quien es nuestra justicia objetiva.
En Lucas 15, cuando el hijo pródigo regresó a la casa, el padre le tenía el mejor vestido. Lo primero que el padre hizo fue cubrirlo con el mejor vestido. Cubierto por esa vestidura, el hijo pródigo fue justificado en la presencia de su padre. El había sido un miserable pordiosero, indigno de estar con el padre. Pero una vez que la vestidura lo cubrió, fue justificado y aprobado. Esto significa que fue justificado en Cristo, y que Cristo vino a ser su cubierta de justicia. El fue cubierto por Cristo como su justicia. Por consiguiente, la vestidura de justicia lo salvó. (Administrador: Opinamos que por ser HIJO, aunque desobediente, el hijo pródigo ya había sido justificado antes de abandonar la casa. Al regresar lo que recibe es el vestido recamado o Real, para entrar a la fiesta, a la BODA)
Sin embargo, además de esto, necesitamos otra vestidura que nos haga aceptos y aprobados delante del Señor: el “lino fino, resplandeciente y limpio” que se menciona en 19:8 denota este segundo vestido. De acuerdo con la tipología, la reina que aparece en el salmo 45 tiene dos vestiduras, una de salvación, y la otra para estar con el rey en su reino. Después de ser salvos, necesitamos madurar y vencer todas las distracciones y todos los estorbos. Debemos correr la carrera y llegar a la meta. Tenemos que vencer todos estos obstáculos. Es cierto que fuimos salvos y justificados y tenemos la primera vestidura, la cual nos trae salvación. Pero debemos continuar hacia la madurez y llegar a nuestro destino. Si hacemos esto, seremos recompensados. Esto no se relaciona con el hecho de que Cristo sea nuestra justicia objetiva, sino con experimentar a Cristo como nuestra justicia subjetiva. Cristo como nuestra justicia objetiva ya nos fue aplicado, mientras que Cristo como nuestra justicia subjetiva procede de nuestro interior. Debemos vivir a Cristo como nuestra segunda vestidura. Esta vestidura está relacionada con la recompensa. Las vestiduras blancas del versículo 5 se refieren a esta segunda vestidura. Cuando tenemos esta segunda vestidura, (además de ser salvos) somos agradables al Señor y recibiremos la recompensa.
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