Amado, este mensaje no es para atacarlo o sermonearlo. Por el contrario, yo creo tener para usted una palabra de esperanza. Permítame explicarle por qué le ha de resultar difícil ser el cristiano amable, con gracia y misericordia que usted desea ser.
Nosotros podemos encontrar la clave en el Salmo 119. Aquí el salmista hace una afirmación poderosa: “Sea ahora tu misericordia para consolarme, conforme a lo que has dicho a tu siervo". (Salmo 119:76). En este pasaje el significado es: “Señor, Tu Palabra me dice que yo soy consolado al saber que Tú eres misericordioso y lleno de compasión para conmigo. Déjame encontrar consuelo en esta gran verdad.”
Si usted busca en la concordancia bíblica las palabras “misericordioso” y “misericordia,” usted podrá encontrar miles de referencias. La Palabra de Dios nos abruma con numerosas promesas acerca de Su maravillosa gracia, su bondad y compasión. Él quiere impregnar en nosotros el conocimiento de que Él es misericordioso, piadoso, tardo para la ira respecto a nuestras fallas, debilidades y tentaciones. “Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira y grande en misericordia.” (Salmo 103:8).
Todas las promesas de misericordia de parte de Dios nos son dadas para consolarnos durante nuestras pruebas. Cuando le fallamos a Dios, nosotros pensamos que Él está enojado con nosotros, que está listo para juzgarnos. Pero en su lugar, Él quiere que nosotros sepamos, “Yo te sacaré adelante. Simplemente arrepiéntete. Yo no estoy enojado contigo. Yo soy misericordioso, lleno de gracia y amor para contigo. Encuentra consuelo en esto.” Es reconfortante saber que Su misericordia nunca nos abandonará. Cuán reconfortante es saber que cuando nosotros pecamos o fallamos, Su amor hacia nosotros crece aún más fuerte.
A menos de que nosotros encontremos consuelo en la misericordia que Dios nos muestra, no podremos ofrecer la misericordia que ofrece consuelo a los demás. Solamente cuando nosotros experimentamos la absoluta misericordia de Dios entonces habrá un flujo de misericordia hacia todos los que nos rodean. ¡Nosotros llegamos a ser personas misericordiosas porque nosotros mismos estamos habitando en la misericordia de Dios!
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