LA
BÚSQUEDA DE LA IDENTIDAD
Por:
Douglas Weaver
(Andar
en la realidad de la resurrección ahora,
no
es una reforma sino un cambio de fuente de vida.
El
peligro de salir del Campamento
y
formar un nuevo Campamento)
(Subrayados, negritas y notas han sido añadidos)
Un
sistema religioso basado en la
Por
el periodo de tiempo durante el cual hemos vagado por ese
desierto llamado Cristianismo Moderno, quiénes éramos estaba
definido por la actividad y los logros.
Títulos, llamados y visiones vinieron a ser la expresión de nuestra
búsqueda de identidad y posición en Dios. Entonces, no es pequeña
la sorpresa que después de haber salido del sistema hayamos
experimentado una pérdida con respecto a una definición propia,
porque nuestra previa definición estaba intrínsecamente ligada al
Sistema. Nuestra fuente de vida no estaba siendo
encontrada en Cristo, sino en movimientos del alma por el común
acuerdo y la noble aspiración de algo llamado “propósito”.
Entonces
se percibe inmediatamente la necesidad de reestablecer
un sentido de identidad,
para agarrarnos
de algo en esta caída libre y una vez más establecer puntos de
referencia.
Desafortunadamente este esfuerzo consecuentemente nos pone en el
sendero de definir un Nuevo
Sistema
basado en nuevos principios a través de los cuales podamos definir
nuestra identidad. Una identidad la cual está típicamente centrada
alrededor de la proclamación de nuestro Nuevo o “Reformado”
Sistema. Y
entonces se vuelve a colocar la trampa,
de la que, dándole tiempo y el correcto establecimiento de
circunstancias, va
a surgir una nueva perversión de Cristianismo: Un
Nuevo Campamento fuera del Campamento del cual Dios nuevamente va a
llamar al pueblo a salir. Una nueva manifestación de Religión
Cristiana que tiene el mismo
elemento común fundamental del miedo.
Miedo a perder la identidad de uno, de ser tragado por la ambigüedad
y la mayor base de los miedos: El miedo a la muerte (el
miedo a cruzar el Jordán muriendo al yo).
Ahora,
vamos a examinar tres porciones de las cartas de Pablo comenzando por
Filipenses 3:7-21.
7
Pero cuantas
cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por
amor de Cristo. 8 Y ciertamente, aun estimo
todas las cosas como
pérdida por
la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús,
mi Señor, por amor del cual lo
he perdido todo,
y lo tengo por basura, para
ganar a Cristo, 9
y ser hallado en él, no
teniendo mi propia justicia,
que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia
que es de Dios por la fe; 10 a
fin de conocerle,
y el poder de su resurrección, y la participación de sus
padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en
alguna manera llegase a la
resurrección de entre los muertos.
12
No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que
prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también
asido por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya
alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda
atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la
meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
15
Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si
otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. 16 Pero en
aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una
misma cosa.
17
Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen
según el ejemplo que tenéis en nosotros. 18 Porque por ahí andan
muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo
llorando, que son enemigos
de la cruz de Cristo; 19
el fin de los cuales será perdición, cuyo
dios es el vientre, y
cuya gloria es su vergüenza; que solo
piensan en lo terrenal. 20
Mas nuestra
ciudadanía está en los cielos,
de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21 el
cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea
semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede
también sujetar a sí mismo todas las cosas.
Me
doy cuenta que este es un pasaje bien largo, pero es imperativo que
examinemos el pensamiento continuo de Pablo con respecto al propósito
de Dios para el creyente individual, porque, viendo claramente SU
propósito, seremos
llevados a descansar
con respecto a NUESTRO propio propósito y consecuentemente con
respecto a nuestra identidad.
Así que preste mucha atención a la segunda parte del v. 12: “… sino
que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también
asido por Cristo Jesús”.
Es
claro que Pablo entendía que él fue asido por Cristo para
un propósito
específico, y él está
diligentemente persiguiendo ese propósito. De hecho, en el v. 14 lo
llama “… el
premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
Entonces, ¿cual es
el propósito, la meta, el premio? Nos
dice en el v. 11, “… si
en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos”.
Y eso, hermanos, es un
asunto de gran importancia. Primero vamos a establecer que toda
la humanidad va a resucitar de
entre los muertos. Algunos para un castigo eterno (aionian,
el equivalente del hebreo olam,
que significa un periodo indefinido de tiempo, o edad y no un tiempo
sin fin) y
otros para una vida eterna (idem).
¿Entonces
qué quiere decir Pablo cuando él sugiere que la resurrección es
algo a ser obtenido? Le
digo a usted que Pablo
no está hablando aquí de una resurrección del cuerpo, sino de
caminar en la realidad de una resurrección antes de nuestra muerte
física
[Por
supuesto que Pablo ya caminaba en esa resurrección. De no ser así
el espíritu Santo no habría enviado a Bernabé a rescatarlo de "sus
soledades de la Cilicia". En esos 13 o 14 años (incluyendo sus
3 años en Arabia) que el Señor lo tuvo encerrado en la 'cueva',
cual profeta mudo, Pablo aprendió a vivir en la realidad de la
resurrección. El propósito que Pablo anhelaba alcanzar no era ese,
sino poder alcanzar la Exanastasis,
Primera Resurrección o Súper Resurrección o Mejor Resurrección;
la resurrección sobresaliente, premio exclusivo de los santos
vencedores. Esta solo la alcanzan quienes viven una vida crucificada
y acaban la carrera triunfalmente. (Véase notas a los versículos
11-15 de Filipenses 3 de la Versión
Recobro - https://sourceforge.net/projects/versionrecobro/)].
De hecho el
griego claramente sostiene esto al
usar katantao,
que significa “llegar a”. Como
W. E. Vine dice: “No la resurrección física asegurada a todos los
creyentes, sino
la
identificación en la vida presente con Cristo en su resurrección”.
Pero la
clave, que generalmente es evitada, se encuentra en el v. 10:
“… a
fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación
de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”.
Muchos
desean caminar en el poder de Su resurrección, pero pocos aceptan la
participación en Sus padecimientos, dejando de lado lo de ser
semejantes a Él en Su muerte
(entre
esos padecimientos: salir del campamento; echar a los 'ismaeles',
amonitas y moabitas, engendrados en nuestra impaciencia; cesar en
nuestras obras muertas, quedarnos quietos y esperar que Él tome toda
iniciativa, negar nuestros propios deseos, gustos y opiniones, etc.;
en suma, morir al yo y caminar la senda de la cruz).
De
hecho, el evangelio moderno sugeriría que el poder de la
resurrección puede ser obtenido porque “Jesús murió para eso,
para que nosotros no tengamos que morir por ello”. Nada puede ser
más ajeno a la verdad. Aun en Hebreos se nos dice: “… está
establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de
esto el juicio”. Lo que Jesús hizo fue proveer para nosotros
una muerte que fue pura, con la cual podamos identificarnos a través
de la fe en Él y debido a eso contraer Su justicia en vez de la
nuestra. O como dijo Pablo en el v. 9: “… y ser hallado en él,
no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por
la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe”. Y con
el fin de andar en este camino debemos estar dispuestos a sufrir la
pérdida de cualquier cosa que para nosotros era ganancia - eso
que nos agregaba valor, propósito, significado, o identidad-, para
ganar nuestra verdadera identidad.
Así
que lo primero que vemos es que toda nuestra identidad adámica
debe ser terminada. Debe ser presentada muerta por la Cruz. Y
no solo nuestras “malas” cualidades, aun más importante las
“buenas”. Porque nada pervierte y distrae más el
propósito de Dios que nuestros intentos bien intencionados, nobles y
temerosos-de-Dios de seguir a Jesús. Muchos han encontrado su
identidad en ser un pastor, evangelista, profeta, misionero,
intercesor o cualquier otra actividad. Y haciendo esto nunca han
asido aquello para lo que fueron asidos por Cristo. Están
perdidos en el desierto del “Servicio Cristiano”,
habiendo dejado de lado la Cruz a la que fueron llamados. Como
dijo Pablo en el v. 18: “Porque por ahí andan muchos, de los
cuales os dije muchas veces, y aún ahora lo digo llorando, que son
enemigos de la cruz de Cristo … que solo piensan en lo terrenal”.
De
mi viaje personal saliendo fuera del campamento, puedo testificar que
cuando vino la temporada del éxodo, muchos hermanos respondieron al
viento del Espíritu. Profundamente dentro ellos podían sentir a
Dios agitando y sabían que Él estaba hablando en medio de nosotros.
Mientras nos reuníamos y orábamos y lo buscábamos, algunos de
nosotros agarramos una visión de Cristo en una dimensión mucho más
grande que nunca antes y partimos al viaje para asirnos de Él.
Otros, habiendo visto el precio de la Cruz, empezaron a justificar
su posición actual como para no perderla. Su identidad estaba tan
apretadamente tejida en la tela de su “Servicio Cristiano” que no
pudieron aguantar las medidas necesarias a tomar para desenredarse.
Como dijo un hermano: “El grado con el que usted es beneficiado
en Babilonia es directamente proporcional al dolor de salir fuera de
ella”.
Ahora
que la temporada ha pasado, Dios misericordiosamente nos ha impulsado
a muchos de nosotros de vuelta al viaje de asirnos de Cristo.
Aquellos que rehusaron salir están más profundamente
atrincherados que nunca, habiendo rechazado el poder de la muerte
de la Cruz, ¡pero gracias sean dadas a Dios que en tanto dure la
Tierra, ¡así también serán las temporadas! Mi exhortación a
usted entonces es que rechace la compulsión carnal a recuperar su
posición. Si usted quiere caminar en el poder de Su
resurrección, usted debe primeramente ser semejante en Su muerte.
Recuerde que nuestro Señor Jesús fue despojado de Su identidad y
tomó la forma de siervo. El fue abandonado por Dios mientras
estaba en la Cruz y se le abandonó hasta morir. Más que
ningún otro, Jesús caminó por fe; creyendo que Dios le resucitaría
de acuerdo a la promesa, se sometió Él mismo a la muerte para poder
obtener la resurrección de los muertos. Ahora Él tiene un
cuerpo glorificado como también lo tendremos nosotros algún día
porque Él “… transformará el cuerpo de la humillación
nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya …”.
Pero ahora podemos caminar en la realidad de
su resurrección, siendo transformados a Su imagen, que es Su
primer propósito al asirnos.
Ahora
veamos Colosenses 3:1-4: “Si, pues, habéis resucitado con
Cristo, buscad las cosas de arriba,
donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned
la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está
escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se
manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él
en gloria”.
Es
aquí donde encontramos paz y descanso con respecto
a la pérdida de identidad. Habiendo venido a la Cruz y siendo
semejantes en Su muerte, tocamos la realidad de Su resurrección.
En
Su resurrección tocamos Su vida, porque Él ha venido a ser
nuestra vida debido a que estamos muertos. Y cuando Cristo, que
es nuestra vida, se manifieste a través de nosotros, entonces se
manifestará quienes somos realmente. Nuestra verdadera
identidad, nuestra exclusiva expresión en la Tierra, solo
se encuentra cuando Cristo se revela a través de nosotros.
Porque si bien Él ha buscado matarnos por medio de Su Cruz, Él nos
ha resucitado a vida nueva de manera que podamos expresar a través
de nuestra humanidad una exclusiva manifestación de Su persona (Esto
es algo muy diferente y contrario a ese prurito por buscar la
originalidad, el dar la campanada, el ofrecer la revelación del año
para deslumbrar ... Pocos aceptan permanecer ocultos en la trinchera,
escondidos en la cueva a pan y agua. Todos quieren diferenciarse, ser
originales, escribir su propio libro, ostentar su propia opinión,
apuntalar su propio ministerio. Casi nadie quiere caminar alineado en
el camino tras la sombra de alguien más avanzado que él. Casi nadie
busca someterse sino independizarse. Muy pocos están dispuestos a
verter el agua para que otros se laven las manos, como Eliseo hizo
con Elías antes de recibir su propio, y mayor, ministerio.
Paradójicamente, solo los que están dispuestos a perder su vida, su
alma, su propia identidad, son los que hallan, en Cristo, su propia
verdadera y auténtica identidad. Esa identidad verdadera es el matiz
de Cristo o rayo de Su Luz que Él eligió manifestar a través del
prisma de sus personas, Su Palabra en ellos. Esa es nuestra verdadera
identidad, nuestra exclusiva expresión de Él en la Tierra).
De hecho, es para este mismo propósito que fuimos asidos por Cristo:
Para que podamos, siendo semejantes a Su muerte, obtener en Su
resurrección la realidad del propósito de nuestra creación.
Hermanos
míos, este es un gran misterio: Cristo en nosotros es
la esperanza de gloria. Este misterio no puede ser hallado en
los “servicios de la iglesia”, evangelismo, alabanza y adoración
o en cualquier otro esfuerzo humano. No hay sistema o método por
el cual obtenerlo. Ninguna enseñanza o sermón de tres puntos puede
iluminar esta verdad. Abrace Su muerte para que Su vida resucitada
pueda manifestarse a través de usted y cuando Él sea
revelado-manifestado, entonces, y solo entonces, usted, su verdadera
identidad, será revelada-manifestada con Él.
Porque,
vea usted, Él es nuestro destino, nuestro propósito, y nuestra
identidad. Buscar otra cosa es errar la meta del premio.
Les
dejo con el coro de una de mis canciones favoritas de nuestro querido
hermano Larnelle Harris:
Allí
se encuentra el costo
Y
como un velo que ha sido quitado, ahora veo
Una
visión de lo que el Padre tiene para mí
Porque
más allá del esplendor
Descansa
la visión de la Cruz
Y
el Padre me dice a mí
Allí
se encuentra el costo.
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