La espera, la prueba suprema del hombre
Rara vez Dios hace algo antes de un largo período de espera. El hace
esto por varias razones. Quiere probarnos, mostrarnos lo que hay en
nuestros corazones, como hizo esperar a Israel en el desierto para
humillarlos y probarlos con el fin de darles a conocer lo que había en
sus corazones (lee Deuteronomio 8:2). Quiere ver quien es el que va a
esperar en Él en fe y quién el que va a actuar en su propia
presunción/incredulidad.
También deja pasar suficiente tiempo hasta
que sea quitada toda esperanza de ver la promesa cumplida en nuestras
propias fuerzas y capacidades. Esos tiempos prueban la fe y la paciencia
de los elegidos. Abraham es una ilustración clásica de esto. Fue
después de un largo período de espera que Abraham fue aprobado como
justo. Sara, estéril en su vejez, no era una prueba suficiente. Agar
seguía siendo una opción. La semilla de Abraham también tenía que
secarse para que muriera toda esperanza en su capacidad para hacer que
sucediera la promesa.
Después tenemos a Daniel. Entendía por
los libros el cumplimiento del número de años (setenta) de la cautividad
babilónica, y sin embargo no comenzó un “Movimiento de Restauración
Jerusalén”. Daniel sabía que solo la poderosa mano de Dios podía acabar
con la cautividad de Su pueblo. Daniel esperó la salvación de Israel. No
comenzó a tocar el tambor ni a dar conferencias. Jamás reunió al pueblo
sino que “puso su rostro hacia Dios”, ayunando y orando. Fue Daniel,
actuando al unísono con Dios, entretejido con el corazón y el propósito
de Dios, lo que trajo la libertad a Israel y lo que logro romper el
cautiverio de Babilonia. En nuestro día, la cautividad del pueblo de
Dios en Babilonia la Grande y sus hijas rameras, será rota por los
que esperan en fe en el Padre, con una devoción que no puedo ser menor
que esto.
En el libro de los Hechos los discípulos esperaron en
el aposento alto hasta recibir el poder de lo alto. Los auténticos
avivamientos de la historia también han nacido de una espera y de una
llenura de poder semejantes. La verdadera pregunta es:
¿Vamos a esperar
el verdadero mover del cielo,
o vamos a hacer que las cosas comiencen a
suceder
por nosotros mismos?
A menos que Dios nos haya dado una
palabra certera y nos haya llamado a salir de la espera, lo mejor es no
moverse. Actuar antes es presunción al más alto nivel. Recuerda que
nuestro Salvador esperó treinta y tres años antes de ser abiertamente
revelado en las orillas del río Jordán, como el Hijo en quién Dios
tomaba complacencia. Esperar es lo más difícil para un hombre. En
tiempos así es cuando escuchas el clamor impaciente:
“No puedes quedarte
quieto sin hacer nada! ¡Hagamos algo aunque esté mal!”
Finalmente, nos gustaría compartir el último capítulo de “La Vida
Cristiana Normal”, de Watchman Nee, que ha sido una fuente de bendición
para ambos. ¡Esperamos que también lo sea a vosotros! Se titula
“Desperdicio” ¿Has pensado alguna vez que a los ojos del hombre pecador y
del cristiano carnal, desperdiciarnos para Dios es un derroche?
¿Estás desesperado
porque es como si Dios te tuviera retenido, desperdiciando tu vida
mientras que los “edificadores” cristianos están muy ocupados con el
levantamiento de sus reinos? Y por si eso no fuera suficientemente malo,
¿te están criticando por no haberte unido a ellos y por haber dejado tu
lugar de reposo a sus pies?
Recuerda, fueron los edificadores los que
rechazaron la Principal Piedra del Ángulo (lee Salmos 118:22) en su celo
por dejar sus marcas en esta tierra. (lee Mateo 21:3346).
g.davis y m.clarck
g.davis y m.clarck
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