FUENTE: Carlos Ekleto.
Hace
algún tiempo, algunas señoras se reunieron en cierta ciudad para
estudiar la Biblia. Mientras que leían el tercer capítulo de Malaquías,
encontraron una expresión notable en el tercer versículo: “…y El se
sentará como un refinador y purificador de la plata” (Mal. 3:3). Una de
las señoras propuso visitar un platero y reportarles a las demás lo que
él dijera sobre el tema.
Ella fue por consiguiente,
y sin decir el objeto de su diligencia pidió al platero que le dijera
sobre el proceso de refinar la plata. Después de que él lo hubiera
descrito completamente a ella, le preguntó, “pero señor, ¿usted se
sienta mientras que está en el proceso de la refinación?”. – “Oh, si,
señora,” contesto el platero; -”Debo sentarme con mis ojos fijados
constantemente en el horno, porque si el tiempo necesario para la
refinación se exceda el grado más leve, la plata será dañada.” La señora
inmediatamente vio la belleza, y también el consuelo de la expresión, –
“El se sentará como un refinador y purificador de la plata.”
Sus ojos están constantemente atentos en el trabajo de la purificación, y
su sabiduría y amor obran juntos en la mejor manera para nosotros.
Nuestras pruebas no vienen al azar, y Él no nos dejara ser probados más
allá de lo que podemos sobrellevar. Antes de irse, la
señora hizo la pregunta final, – “¿Cuándo sabe que el proceso está
completo?” – “Pues, eso es muy sencillo,” contestó el platero. –
“Cuando puedo ver mi propia imagen en la plata, el proceso de
refinación ha terminado.”
“Prueben, y vean que el Señor es bueno.
¡Feliz el hombre que en él confía!.” (Salmo 34:8)
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