ESTUDIO-VIDA DE APOCALIPSIS
MENSAJE CINCUENTA Y CUATRO
LAS BODAS DEL CORDERO
Y LA FIESTA DE BODAS
IV. LAS BODAS DEL CORDERO
B. La novia se ha preparado
Llegamos a un asunto muy crucial, la preparación de la novia. Dice el versículo 7: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y Su esposa se ha preparado”. “Su esposa” es la iglesia (Ef. 5:24-25, 31-32), la novia de Cristo (Jn. 3:29). Sin embargo, según los versículos 8 y 9, la esposa, la novia de Cristo, durante el milenio, se compone sólo de los creyentes que venzan; mientras que la novia, la esposa, de 21:2, después del milenio y por la eternidad, consta de todos los santos que hayan sido salvos. La preparación de la novia depende de la madurez en vida de los vencedores. Además, éstos no son individuos separados, sino una novia corporativa. Esto requiere edificación. Ellos no sólo son maduros en vida, sino que también son edificados para constituir una sola novia.
1. Cristo es expresado
en la vida de los santos
como justicia subjetiva de ellos
En el versículo 8 dice: “Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, resplandeciente y limpio; porque el lino fino es las acciones justas de los santos”. La palabra limpio (o puro) alude a la naturaleza de ellos; mientras que resplandeciente se refiere la expresión. La palabra griega traducida “acciones justas” también puede traducirse justicias. Las acciones justas no son la justicia (que es Cristo) que recibimos para salvación (Fil. 3:9; 1 Co. 1:30). La justicia que recibimos para salvación es objetiva, y su fin es que nosotros satisfagamos los requisitos del Dios justo; mientras que las justicias de los vencedores son subjetivas y tienen como fin que cumplamos con los requisitos del Cristo que venció. Por lo tanto, el lino fino se relaciona con la vida vencedora, nuestro modo de vivir como vencedores. Es el propio Cristo a quien expresamos en nuestro ser.
2. El traje de boda mencionado en Mateo 22 y Mateo 5:20
Según la revelación de la Biblia en conjunto, nosotros los salvos necesitamos dos vestidos, uno para nuestra salvación y otro para recibir nuestro galardón. Para nuestra salvación necesitamos el manto que nos cubre. Este es el vestido que se le puso al hijo pródigo en Lucas 15. Al regresar el hijo pródigo, dijo a su padre: “Padre, he pecado contra el cielo y ante ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (Lc. 15:21). El no se consideró digno de estar en la presencia de su padre. Pero el padre dijo a los siervos: “Sacad pronto el mejor vestido, y vestidle” (Lc. 15:22). Dicho vestido es Cristo como nuestra justicia. Nos sirve para presentarnos justificados ante Dios. Todos tenemos este vestido, el primer vestido, el cual es Cristo como nuestra justicia, nuestra justificación, que nos permite estar frente al Dios justo.
También necesitamos el segundo vestido, que es el traje de boda descrito en Mateo 22:11-12. Este traje no es necesario para nuestra salvación, sino para recibir nuestro galardón, pues nos hace aptos para asistir a la fiesta de bodas del Hijo de Dios. El primer vestido nos faculta para encontrarnos con Dios para salvación. El segundo nos hace aptos para encontrarnos con Cristo, quien es nuestro galardón, y es la obra del Espíritu Santo en nosotros. Es en realidad el propio Cristo por quien vivimos y a quien expresamos en nuestra vida. Es el Cristo expresado en nuestro diario vivir. Estas son las justicias de los santos de las cuales habla el versículo 8.
El segundo vestido también es la justicia que se menciona en Mateo 5:20. En este versículo el Señor Jesús dijo: “Porque os digo que si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Estas palabras tienen mucho peso, y pocos cristianos las entienden. Este versículo expresa claramente que nuestra justicia debe superar a la de los fariseos. Esta justicia no es el Cristo objetivo que recibimos como nuestro vestido para ser justificados, sino el Cristo subjetivo a quien expresamos en nuestra vida diaria. No es el vestido de justificación, sino el que nos hace aptos para recibir el galardón.
El traje de boda mencionado en Mateo 22:11 y 12 es un ejemplo de esto. En dicha parábola el Señor habla de un hombre que entra a la fiesta de bodas sin llevar puesto el traje de bodas. Cuando el rey lo ve le dice: “Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin tener traje de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los servidores: Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes” (Mt. 22:12-13). El traje de boda no es un vestido de justificación, sino un traje muy especial. Según la costumbre de los judíos de antaño, nadie podía asistir a una fiesta de bodas sin un traje especial para la ocasión. Si hemos de estar en la fiesta de bodas del Cordero, tenemos que estar vestidos con este traje. Si queremos ser aptos para estar en la fiesta de bodas de Cristo, necesitamos vivir por Cristo y expresarlo en nuestra vida cotidiana. El Cristo subjetivo será el traje de bodas que nos facultará para entrar en la fiesta de bodas. En consecuencia, necesitamos tanto el vestido de justificación como el traje de bodas.
El segundo vestido se menciona en Apocalipsis 3:4, 5 y 18. En 3:4-5 el Señor dijo a la iglesia de Sardis que los que no hayan contaminado sus vestiduras andarán con El vestidos de blanco y que el que venza será “vestido de vestiduras blancas”. Este es el traje para la fiesta de bodas. En 3:18 el Señor aconseja a la iglesia de Laodicea que compre de El “vestiduras blancas”. Así, en el libro de Apocalipsis se subraya el asunto del segundo vestido. Si no lo tenemos, no participaremos de la fiesta de bodas.
3. El vestido brocado (bordado)
mencionado en el salmo 45
Los dos vestidos también se mencionan en el salmo 45. En dicho salmo la reina tiene dos vestidos (vs. 13-14): uno corresponde a la justicia objetiva necesaria para vivir, y el otro corresponde a la justicia subjetiva, relacionada con nuestra victoria. Este equivale al traje de bodas mencionado en Mateo 22:11-12. La reina que se menciona en el salmo 45 representa la iglesia. Su primer vestido es de “brocado de oro”, y el segundo es un vestido bordado. En la Biblia el oro denota la naturaleza divina de Dios. Cuando somos salvos recibimos un vestido de oro que nos faculta para estar en la presencia de Dios. Además, necesitamos el otro vestido, un vestido bordado. Este bordado representa la obra transformadora del Espíritu Santo. El Espíritu Santo obra hoy en nosotros transformándonos igual que lo hace un bordador cuando da muchas puntadas a un vestido. Aunque tenemos el primer vestido, nuestro segundo vestido está siendo bordado por el Espíritu Santo. Este vestido nos hará aptos para ver a Cristo en Su tribunal. Día tras día estamos bajo la aguja, la transformación, del Espíritu Santo. ¡Cuánto necesitamos este segundo vestido! Este es un asunto serio.
Pese a la seriedad de este asunto, la mayoría de los cristianos sólo se preocupan por el primer vestido. Algunos hasta dicen: “En tanto que uno sea justificado, redimido y salvo todo está bien”. No preste atención a esto. Es posible que usted esté bien en lo que a la salvación se refiere, pero ¿qué dice del galardón? Uno no sólo necesita ser justificado, sino también aprobado. Cuando usted comparezca ante el tribunal de Cristo, ¿lo aprobará El a usted? En Mateo 22:14 dice expresamente que algunos serán escogidos y otros no. Solamente los que tengan el segundo vestido producido por el bordado del Espíritu Santo serán escogidos y estarán facultados para entrar en la fiesta de bodas del Cordero.
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